tag:blogger.com,1999:blog-88053042520637572702023-11-15T23:13:26.169-08:00Lírica BizarraNo apto para menores de edad (mental). La lírica bizarra incluye contenidos de alto voltaje y para lectores de experiencia, o solo, cruda y sencillamente, con ganas de divertirse...Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.comBlogger27125tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-60344167587864172952016-11-24T10:04:00.000-08:002016-11-24T11:50:57.543-08:00El Licenciado Vidriera - Miguel de Cervantes<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
En la presente ocasión daremos una vista a una obra de, nada más y nada menos, que de Miguel Dde Cervantes. Conservando todo el estilo y elegancia fulgurante de Don Quijote de La Mancha, otra de sus obras más notables es Novelas ejemplares. Así, quise resaltar a la presente, El licenciado vidriera, porque cumple con los elementos para constituir Lírica Bizarra. Creo que más antesala no es necesaria. ¡Disfruten!</blockquote>
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<span style="text-align: justify;">Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase; despertó y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.</span><br />
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Desa manera dijo uno de los caballeros, no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.</div>
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Sea por lo que fuere respondió el muchacho; que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.</div>
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Pues, ¿de qué suerte los piensas honrar? preguntó el otro caballero.</div>
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Con mis estudios respondió el muchacho, siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.</div>
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Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio de la manera que se usa dar en aquella universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia que, con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y, como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero.</div>
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Finalmente, en ocho años que estuvo con ellos, se hizo tan famoso en la universidad, por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo género de gentes era estimado y querido. Su principal estudio fue de leyes; pero en lo que más se mostraba era en letras humanas; y tenía tan felice memoria que era cosa de espanto, e ilustrábala tanto con su buen entendimiento, que no era menos famoso por él que por ella.</div>
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Sucedió que se llegó el tiempo que sus amos acabaron sus estudios y se fueron a su lugar, que era una de las mejores ciudades de la Andalucía. Lleváronse consigo a Tomás, y estuvo con ellos algunos días; pero, como le fatigasen los deseos de volver a sus estudios y a Salamanca (que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado), pidió a sus amos licencia para volverse. Ellos, corteses y liberales, se la dieron, acomodándole de suerte que con lo que le dieron se pudiera sustentar tres años.</div>
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Despidióse dellos, mostrando en sus palabras su agradecimiento, y salió de Málaga (que ésta era la patria de sus señores); y, al bajar de la cuesta de la Zambra, camino de Antequera, se topó con un gentilhombre a caballo, vestido bizarramente de camino, con dos criados también a caballo. Juntóse con él y supo cómo llevaba su mismo viaje. Hicieron camarada, departieron de diversas cosas, y a pocos lances dio Tomás muestras de su raro ingenio, y el caballero las dio de su bizarría y cortesano trato, y dijo que era capitán de infantería por Su Majestad, y que su alférez estaba haciendo la compañía en tierra de Salamanca.</div>
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Alabó la vida de la soldadesca; pintóle muy al vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías; dibujóle dulce y puntualmente el <em>aconcha, patrón; pasa acá, manigoldo; venga la macarela, li polastri e li macarroni</em>. Puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado y de la libertad de Italia; pero no le dijo nada del frío de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, de la hambre de los cercos, de la ruina de la minas, con otras cosas deste jaez, que algunos las toman y tienen por añadiduras del peso de la soldadesca, y son la carga principal della. En resolución, tantas cosas le dijo, y tan bien dichas, que la discreción de nuestro Tomás Rodaja comenzó a titubear y la voluntad a aficionarse a aquella vida, que tan cerca tiene la muerte.</div>
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El capitán, que don Diego de Valdivia se llamaba, contentísimo de la buena presencia, ingenio y desenvoltura de Tomás, le rogó que se fuese con él a Italia, si quería, por curiosidad de verla; que él le ofrecía su mesa y aun, si fuese necesario, su bandera, porque su alférez la había de dejar presto.</div>
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Poco fue menester para que Tomás tuviese el envite, haciendo consigo en un instante un breve discurso de que sería bueno ver a Italia y Flandes y otras diversas tierras y países, pues las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos; y que en esto, a lo más largo, podía gastar tres o cuatro años, que, añadidos a los pocos que él tenía, no serían tantos que impidiesen volver a sus estudios. Y, como si todo hubiera de suceder a la medida de su gusto, dijo al capitán que era contento de irse con él a Italia; pero había de ser condición que no se había de sentar debajo de bandera, ni poner en lista de soldado, por no obligarse a seguir su bandera; y, aunque el capitán le dijo que no importaba ponerse en lista, que ansí gozaría de los socorros y pagas que a la compañía se diesen, porque él le daría licencia todas las veces que se la pidiese.</div>
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Eso sería dijo Tomás ir contra mi conciencia y contra la del señor capitán; y así, más quiero ir suelto que obligado.</div>
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Conciencia tan escrupulosa dijo don Diego, más es de religioso que de soldado; pero, comoquiera que sea, ya somos camaradas.</div>
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Llegaron aquella noche a Antequera, y en pocos días y grandes jornadas se pusieron donde estaba la compañía, ya acabada de hacer, y que comenzaba a marchar la vuelta de Cartagena, alojándose ella y otras cuatro por los lugares que le venían a mano. Allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la incomodidad de algunos capitanes, la solicitud de los aposentadores, la industria y cuenta de los pagadores, las quejas de los pueblos, el rescatar de las boletas, las insolencias de los bisoños, las pendencias de los huéspedes, el pedir bagajes más de los necesarios, y, finalmente, la necesidad casi precisa de hacer todo aquello que notaba y mal le parecía.</div>
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Habíase vestido Tomás de papagayo, renunciando los hábitos de estudiante, y púsose a lo de Dios es Cristo, como se suele decir. Los muchos libros que tenía los redujo a unas <em>Horas de Nuestra Señora</em> y un <em>Garcilaso</em> sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba. Llegaron más presto de lo que quisieran a Cartagena, porque la vida de los alojamientos es ancha y varia, y cada día se topan cosas nuevas y gustosas.</div>
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Allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles, y allí notó también Tomás Rodaja la estraña vida de aquellas marítimas casas, adonde lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas. Pusiéronle temor las grandes borrascas y tormentas, especialmente en el golfo de León, que tuvieron dos; que la una los echó en Córcega y la otra los volvió a Tolón, en Francia. En fin, trasnochados, mojados y con ojeras, llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova; y, desembarcándose en su recogido mandrache, después de haber visitado una iglesia, dio el capitán con todas sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas con el presente <em>gaudeamus</em>.</div>
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Allí conocieron la suavidad del Treviano, el valor del Montefrascón, la fuerza del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma, la grandeza del de las Cinco Viñas, la dulzura y apacibilidad de la señora Guarnacha, la rusticidad de la Chéntola, sin que entre todos estos señores osase parecer la bajeza del Romanesco. Y, habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar de tropelía, ni como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la imperial más que Real Ciudad, recámara del dios de la risa; ofreció a Esquivias, a Alanís, a Cazalla, Guadalcanal y la Membrilla, sin que se le olvidase de Ribadavia y de Descargamaría. Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio, que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco.</div>
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Admiráronle también al buen Tomás los rubios cabellos de las ginovesas, y la gentileza y gallarda disposición de los hombres; la admirable belleza de la ciudad, que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas como diamantes en oro. Otro día se desembarcaron todas las compañías que habían de ir al Piamonte; pero no quiso Tomás hacer este viaje, sino irse desde allí por tierra a Roma y a Nápoles, como lo hizo, quedando de volver por la gran Venecia y por Loreto a Milán y al Piamonte, donde dijo don Diego de Valdivia que le hallaría si ya no los hubiesen llevado a Flandes, según se decía.</div>
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Despidióse Tomás del capitán de allí a dos días, y en cinco llegó a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña, pero muy bien hecha, y en la que, mejor que en otras partes de Italia, son bien vistos y agasajados los españoles. Contentóle Florencia en estremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Estuvo en ella cuatro días, y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza; y, así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas, por sus magníficos pórticos y anfiteatros grandes; por su famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras, que con sólo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana. Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del Sumo Pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones. Todo lo miró, y notó y puso en su punto. Y, habiendo andado la estación de las siete iglesias, y confesádose con un penitenciario, y besado el pie a Su Santidad, lleno de <em>agnusdeis </em>y cuentas, determinó irse a Nápoles; y, por ser tiempo de mutación, malo y dañoso para todos los que en él entran o salen de Roma, como hayan caminado por tierra, se fue por mar a Nápoles, donde a la admiración que traía de haber visto a Roma añadió la que le causó ver a Nápoles, ciudad, a su parecer y al de todos cuantos la han visto, la mejor de Europa y aun de todo el mundo.</div>
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Desde allí se fue a Sicilia, y vio a Palermo, y después a Micina; de Palermo le pareció bien el asiento y belleza, y de Micina, el puerto, y de toda la isla, la abundancia, por quien propiamente y con verdad es llamada granero de Italia. Volvióse a Nápoles y a Roma, y de allí fue a Nuestra Señora de Loreto, en cuyo santo templo no vio paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera y de pinturas y retablos, que daban manifiesto indicio de las inumerables mercedes que muchos habían recebido de la mano de Dios, por intercesión de su divina Madre, que aquella sacrosanta imagen suya quiso engrandecer y autorizar con muchedumbre de milagros, en recompensa de la devoción que le tienen aquellos que con semejantes doseles tienen adornados los muros de su casa. Vio el mismo aposento y estancia donde se relató la más alta embajada y de más importancia que vieron y no entendieron todos los cielos, y todos los ángeles y todos los moradores de las moradas sempiternas.</div>
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Desde allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que, a no haber nacido Colón en el mundo, no tuviera en él semejante: merced al cielo y al gran Hernando Cortés, que conquistó la gran Méjico, para que la gran Venecia tuviese en alguna manera quien se le opusiese. Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo. Parecióle que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, su abundancia mucha, sus contornos alegres, y, finalmente, toda ella en sí y en sus partes digna de la fama que de su valor por todas las partes del orbe se estiende, dando causa de acreditar más esta verdad la máquina de su famoso Arsenal, que es el lugar donde se fabrican las galeras, con otros bajeles que no tienen número.</div>
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Por poco fueran los de Calipso los regalos y pasatiempos que halló nuestro curioso en Venecia, pues casi le hacían olvidar de su primer intento. Pero, habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma y Plasencia volvió a Milán, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia; ciudad, en fin, de quien se dice que puede decir y hacer, haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo y su maravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humana necesarias. Desde allí se fue a Aste, y llegó a tiempo que otro día marchaba el tercio a Flandes.</div>
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Fue muy bien recebido de su amigo el capitán, y en su compañía y camarada pasó a Flandes, y llegó a Amberes, ciudad no menos para maravillar que las que había visto en Italia. Vio a Gante, y a Bruselas, y vio que todo el país se disponía a tomar las armas, para salir en campaña el verano siguiente.</div>
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Y, habiendo cumplido con el deseo que le movió a ver lo que había visto, determinó volverse a España y a Salamanca a acabar sus estudios; y como lo pensó lo puso luego por obra, con pesar grandísimo de su camarada, que le rogó, al tiempo del despedirse, le avisase de su salud, llegada y suceso. Prometióselo ansí como lo pedía, y, por Francia, volvió a España, sin haber visto a París, por estar puesta en armas. En fin, llegó a Salamanca, donde fue bien recebido de sus amigos, y, con la comodidad que ellos le hicieron, prosiguió sus estudios hasta graduarse de licenciado en leyes.</div>
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Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo. Acudieron luego a la añagaza y reclamo todos los pájaros del lugar, sin quedar <em>vademécum</em> que no la visitase. Dijéronle a Tomás que aquella dama decía que había estado en Italia y en Flandes, y, por ver si la conocía, fue a visitarla, de cuya visita y vista quedó ella enamorada de Tomás. Y él, sin echar de ver en ello, si no era por fuerza y llevado de otros, no quería entrar en su casa. Finalmente, ella le descubrió su voluntad y le ofreció su hacienda. Pero, como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de la señora; la cual, viéndose desdeñada y, a su parecer, aborrecida y que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus deseos. Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás unos destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla: como si hubiese en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albedrío; y así, las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman <em>veneficios</em>; porque no es otra cosa lo que hacen sino dar veneno a quien las toma, como lo tiene mostrado la experiencia en muchas y diversas ocasiones.</div>
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Comió en tan mal punto Tomás el membrillo, que al momento comenzó a herir de pie y de mano como si tuviera alferecía, y sin volver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado, y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrillo que había comido le había muerto, y declaró quién se le había dado. La justicia, que tuvo noticia del caso, fue a buscar la malhechora; pero ya ella, viendo el mal suceso, se había puesto en cobro y no pareció jamás.</div>
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Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados todos los sentidos. Y, aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento, porque quedó sano, y loco de la más estraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas que no se le acercasen, porque le quebrarían; que real y verdaderamente él no era como los otros hombres: que todo era de vidrio de pies a cabeza.</div>
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Para sacarle desta estraña imaginación, muchos, sin atender a sus voces y rogativas, arremetieron a él y le abrazaron, diciéndole que advirtiese y mirase cómo no se quebraba. Pero lo que se granjeaba en esto era que el pobre se echaba en el suelo dando mil gritos, y luego le tomaba un desmayo del cual no volvía en sí en cuatro horas; y cuando volvía, era renovando las plegarias y rogativas de que otra vez no le llegasen. Decía que le hablasen desde lejos y le preguntasen lo que quisiesen, porque a todo les respondería con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne: que el vidrio, por ser de materia sutil y delicada, obraba por ella el alma con más promptitud y eficacia que no por la del cuerpo, pesada y terrestre.</div>
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Quisieron algunos experimentar si era verdad lo que decía; y así, le preguntaron muchas y difíciles cosas, a las cuales respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio: cosa que causó admiración a los más letrados de la Universidad y a los profesores de la medicina y filosofía, viendo que en un sujeto donde se contenía tan extraordinaria locura como era el pensar que fuese de vidrio, se encerrase tan grande entendimiento que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza.</div>
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Pidió Tomás le diesen alguna funda donde pusiese aquel vaso quebradizo de su cuerpo, porque al vestirse algún vestido estrecho no se quebrase; y así, le dieron una ropa parda y una camisa muy ancha, que él se vistió con mucho tiento y se ciñó con una cuerda de algodón. No quiso calzarse zapatos en ninguna manera, y el orden que tuvo para que le diesen de comer, sin que a él llegasen, fue poner en la punta de una vara una vasera de orinal, en la cual le ponían alguna cosa de fruta de las que la sazón del tiempo ofrecía. Carne ni pescado, no lo quería; no bebía sino en fuente o en río, y esto con las manos; cuando andaba por las calles iba por la mitad dellas, mirando a los tejados, temeroso no le cayese alguna teja encima y le quebrase. Los veranos dormía en el campo al cielo abierto, y los inviernos se metía en algún mesón, y en el pajar se enterraba hasta la garganta, diciendo que aquélla era la más propia y más segura cama que podían tener los hombres de vidrio. Cuando tronaba, temblaba como un azogado, y se salía al campo y no entraba en poblado hasta haber pasado la tempestad.</div>
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Tuviéronle encerrado sus amigos mucho tiempo; pero, viendo que su desgracia pasaba adelante, determinaron de condecender con lo que él les pedía, que era le dejasen andar libre; y así, le dejaron, y él salió por la ciudad, causando admiración y lástima a todos los que le conocían.</div>
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Cercáronle luego los muchachos; pero él con la vara los detenía, y les rogaba le hablasen apartados, porque no se quebrase; que, por ser hombre de vidrio, era muy tierno y quebradizo. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo, a despecho de sus ruegos y voces, le comenzaron a tirar trapos, y aun piedras, por ver si era de vidrio, como él decía. Pero él daba tantas voces y hacía tales estremos, que movía a los hombres a que riñesen y castigasen a los muchachos porque no le tirasen.</div>
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Mas un día que le fatigaron mucho se volvió a ellos, diciendo:</div>
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<br /></div>
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¿Qué me queréis, muchachos, porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? ¿Soy yo, por ventura, el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?</div>
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Por oírle reñir y responder a todos, le seguían siempre muchos, y los muchachos tomaron y tuvieron por mejor partido antes oílle que tiralle.</div>
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Pasando, pues, una vez por la ropería de Salamanca, le dijo una ropera:</div>
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En mi ánima, señor Licenciado, que me pesa de su desgracia; pero, ¿qué haré, que no puedo llorar?</div>
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Él se volvió a ella, y muy mesurado le dijo:</div>
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<em>Filiae Hierusalem, plorate super vos et super filios vestros</em>.</div>
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Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho y díjole:</div>
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Hermano licenciado Vidriera (que así decía él que se llamaba), más tenéis de bellaco que de loco.</div>
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No se me da un ardite respondió él, como no tenga nada de necio.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pasando un día por la casa llana y venta común, vio que estaban a la puerta della muchas de sus moradoras, y dijo que eran bagajes del ejército de Satanás que estaban alojados en el mesón del infierno.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntóle uno que qué consejo o consuelo daría a un amigo suyo que estaba muy triste porque su mujer se le había ido con otro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dile que dé gracias a Dios por haber permitido le llevasen de casa a su enemigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Luego, ¿no irá a buscarla? dijo el otro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¡Ni por pienso! replicó Vidriera; porque sería el hallarla hallar un perpetuo y verdadero testigo de su deshonra.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ya que eso sea así dijo el mismo, ¿qué haré yo para tener paz con mi mujer?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Respondióle:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dale lo que hubiere menester; déjala que mande a todos los de su casa, pero no sufras que ella te mande a ti.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Díjole un muchacho:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Señor licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi padre porque me azota muchas veces.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y respondióle:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Advierte, niño, que los azotes que los padres dan a los hijos honran, y los del verdugo afrentan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estando a la puerta de una iglesia, vio que entraba en ella un labrador de los que siempre blasonan de cristianos viejos, y detrás dél venía uno que no estaba en tan buena opinión como el primero; y el Licenciado dio grandes voces al labrador, diciendo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esperad, Domingo, a que pase el Sábado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los maestros de escuela decía que eran dichosos, pues trataban siempre con ángeles; y que fueran dichosísimos si los angelitos no fueran mocosos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Otro le preguntó que qué le parecía de las alcahuetas. Respondió que no lo eran las apartadas, sino las vecinas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las nuevas de su locura y de sus respuestas y dichos se estendió por toda Castilla; y, llegando a noticia de un príncipe, o señor, que estaba en la Corte, quiso enviar por él, y encargóselo a un caballero amigo suyo, que estaba en Salamanca, que se lo enviase; y, topándole el caballero un día, le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sepa el señor licenciado Vidriera que un gran personaje de la Corte le quiere ver y envía por él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Vuesa merced me escuse con ese señor, que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con todo esto, el caballero le envió a la Corte, y para traerle usaron con él desta invención: pusiéronle en unas árg[u]enas de paja, como aquéllas donde llevan el vidrio, igualando los tercios con piedras, y entre paja puestos algunos vidrios, porque se diese a entender que como vaso de vidrio le llevaban. Llegó a Valladolid; entró de noche y desembanastáronle en la casa del señor que había enviado por él, de quien fue muy bien recebido, diciéndole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqBfTmwPdjnEOu2dvgbLfrEd3UUv2LgmJmn-QNRGc3MG7bFgKxwkrFUEwUO1zofks97IwR08rv7Z7SHdGYOECilzWcdttXYRf-p4km5wIA1mnisCye44YrTGUukRXDJ_sv2vfaWOFqGW-W/s1600/LICENCIADO+VIDRIERA.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; display: inline !important; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqBfTmwPdjnEOu2dvgbLfrEd3UUv2LgmJmn-QNRGc3MG7bFgKxwkrFUEwUO1zofks97IwR08rv7Z7SHdGYOECilzWcdttXYRf-p4km5wIA1mnisCye44YrTGUukRXDJ_sv2vfaWOFqGW-W/s320/LICENCIADO+VIDRIERA.jpg" width="228" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sea muy bien venido el señor licenciado Vidriera. ¿Cómo ha ido en el camino? ¿Cómo va de salud?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ningún camino hay malo, como se acabe, si no es el que va a la horca. De salud estoy neutral, porque están encontrados mis pulsos con mi celebro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Otro día, habiendo visto en muchas alcándaras muchos neblíes y azores y otros pájaros de volatería, dijo que la caza de altanería era digna de príncipes y de grandes señores; pero que advirtiesen que con ella echaba el gusto censo sobre el provecho a más de dos mil por uno. La caza de liebres dijo que era muy gustosa, y más cuando se cazaba con galgos prestados.</div>
<div style="text-align: justify;">
El caballero gustó de su locura y dejóle salir por la ciudad, debajo del amparo y guarda de un hombre que tuviese cuenta que los muchachos no le hiciesen mal; de los cuales y de toda la Corte fue conocido en seis días, y a cada paso, en cada calle y en cualquiera esquina, respondía a todas las preguntas que le hacían; entre las cuales le preguntó un estudiante si era poeta, porque le parecía que tenía ingenio para todo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hasta ahora no he sido tan necio ni tan venturoso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No entiendo eso de necio y venturoso dijo el estudiante.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y respondió Vidriera:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No he sido tan necio que diese en poeta malo, ni tan venturoso que haya merecido serlo bueno.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntóle otro estudiante que en qué estimación tenía a los poetas. Respondió que a la ciencia, en mucha; pero que a los poetas, en ninguna. Replicáronle que por qué decía aquello. Respondió que del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número; y así, como si no hubiese poetas, no los estimaba; pero que admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna, y pule y saca a luz sus maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Añadió más:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Yo bien sé en lo que se debe estimar un buen poeta, porque se me acuerda de aquellos versos de Ovidio que dicen: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<em>Cum ducum fuerant olim Regnumque poeta:</em></div>
<div style="text-align: justify;">
<em>premiaque antiqui magna tulere chori.</em></div>
<div style="text-align: justify;">
<em>Sanctaque maiestas, et erat venerabile nomen</em></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<em>vatibus; et large sape dabantur opes.</em> </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
»Y menos se me olvida la alta calidad de los poetas, pues los llama Platón intérpretes de los dioses, y dellos dice Ovidio: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<em>Est Deus in nobis, agitante calescimus illo.</em> </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
»Y también dice: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<em>At sacri vates, et Divum cura vocamus.</em> </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
»Esto se dice de los buenos poetas; que de los malos, de los churrulleros, ¿qué se ha de decir, sino que son la idiotez y la arrogancia del mundo?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y añadió más:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¡Qué es ver a un poeta destos de la primera impresión cuando quiere decir un soneto a otros que le rodean, las salvas que les hace diciendo: ''Vuesas mercedes escuchen un sonetillo que anoche a cierta ocasión hice, que, a mi parecer, aunque no vale nada, tiene un no sé qué de bonito!'' Y en esto tuerce los labios, pone en arco las cejas y se rasca la faldriquera, y de entre otros mil papeles mugrientos y medio rotos, donde queda otro millar de sonetos, saca el que quiere relatar, y al fin le dice con tono melifluo y alfenicado. Y si acaso los que le escuchan, de socarrones o de ignorantes, no se le alaban, dice: ''O vuesas mercedes no han entendido el soneto, o yo no le he sabido decir; y así, será bien recitarle otra vez y que vuesas mercedes le presten más atención, porque en verdad en verdad que el soneto lo merece''. Y vuelve como primero a recitarle con nuevos ademanes y nuevas pausas. Pues, ¿qué es verlos censurar los unos a los otros? ¿Qué diré del ladrar que hacen los cachorros y modernos a los mastinazos antiguos y graves? ¿Y qué de los que murmuran de algunos ilustres y excelentes sujetos, donde resplandece la verdadera luz de la poesía; que, tomándola por alivio y entretenimiento de sus muchas y graves ocupaciones, muestran la divinidad de sus ingenios y la alteza de sus conceptos, a despecho y pesar del circunspecto ignorante que juzga de lo que no sabe y aborrece lo que no entiende, y del que quiere que se estime y tenga en precio la necedad que se sienta debajo de doseles y la ignorancia que se arrima a los sitiales?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Otra vez le preguntaron qué era la causa de que los poetas, por la mayor parte, eran pobres. Respondió que porque ellos querían, pues estaba en su mano ser ricos, si se sabían aprovechar de la ocasión que por momentos traían entre las manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en estremo, pues tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jazmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza. Estas y otras cosas decía de los malos poetas, que de los buenos siempre dijo bien y los levantó sobre el cuerno de la luna.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Vio un día en la acera de San Francisco unas figuras pintadas de mala mano, y dijo que los buenos pintores imitaban a naturaleza, pero que los malos la vomitaban.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Arrimóse un día con grandísimo tiento, porque no se quebrase, a la tienda de un librero, y díjole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Este oficio me contentara mucho si no fuera por una falta que tiene.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntóle el librero se la dijese. Respondióle:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los melindres que hacen cuando compran un privilegio de un libro, y de la burla que hacen a su autor si acaso le imprime a su costa; pues, en lugar de mil y quinientos, imprimen tres mil libros, y, cuando el autor piensa que se venden los suyos, se despachan los ajenos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Acaeció este mismo día que pasaron por la plaza seis azotados; y, diciendo el pregón: "Al primero, por ladrón", dio grandes voces a los que estaban delante dél, diciéndoles:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¡Apartaos, hermanos, no comience aquella cuenta por alguno de vosotros!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y cuando el pregonero llegó a decir: "Al trasero...", dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aquel debe de ser el fiador de los muchachos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un muchacho le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hermano Vidriera, mañana sacan a azotar a una alcagüeta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Respondióle:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Si dijeras que sacaban a azotar a un alcagüete, entendiera que sacaban a azotar un coche.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hallóse allí uno destos que llevan sillas de manos, y díjole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De nosotros, Licenciado, ¿no tenéis qué decir?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No respondió Vidriera, sino que sabe cada uno de vosotros más pecados que un confesor; más es con esta diferencia: que el confesor los sabe para tenerlos secretos, y vosotros para publicarlos por las tabernas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Oyó esto un mozo de mulas, porque de todo género de gente le estaba escuchando contino, y díjole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De nosotros, señor Redoma, poco o nada hay que decir, porque somos gente de bien y necesaria en la república.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió Vidriera:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La honra del amo descubre la del criado. Según esto, mira a quién sirves y verás cuán honrado eres: mozos sois vosotros de la más ruin canalla que sustenta la tierra. Una vez, cuando no era de vidrio, caminé una jornada en una mula de alquiler tal, que le conté ciento y veinte y una tachas, todas capitales y enemigas del género humano. Todos los mozos de mulas tienen su punta de rufianes, su punta de cacos, y su es no es de truhanes. Si sus amos (que así llaman ellos a los que llevan en sus mulas) son boquimuelles, hacen más suertes en ellos que las que echaron en esta ciudad los años pasados: si son estranjeros, los roban; si estudiantes, los maldicen; y si religiosos, los reniegan; y si soldados, los tiemblan. Estos, y los marineros y carreteros y arrieros, tienen un modo de vivir extraordinario y sólo para ellos: el carretero pasa lo más de la vida en espacio de vara y media de lugar, que poco más debe de haber del yugo de las mulas a la boca del carro; canta la mitad del tiempo y la otra mitad reniega; y en decir: "Háganse a zaga" se les pasa otra parte; y si acaso les queda por sacar alguna rueda de algún atolladero, más se ayudan de dos pésetes que de tres mulas. Los marineros son gente gentil, inurbana, que no sabe otro lenguaje que el que se usa en los navíos; en la bonanza son diligentes y en la borrasca perezosos; en la tormenta mandan muchos y obedecen pocos; su Dios es su arca y su rancho, y su pasatiempo ver mareados a los pasajeros. Los arrieros son gente que ha hecho divorcio con las sábanas y se ha casado con las enjalmas; son tan diligentes y presurosos que, a trueco de no perder la jornada, perderán el alma; su música es la del mortero; su salsa, la hambre; sus maitines, levantarse a dar sus piensos; y sus misas, no oír ninguna.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando esto decía, estaba a la puerta de un boticario, y, volviéndose al dueño, le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Vuesa merced tiene un saludable oficio, si no fuese tan enemigo de sus candiles.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿En qué modo soy enemigo de mis candiles? preguntó el boticario.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y respondió Vidriera:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esto digo porque, en faltando cualquiera aceite, la suple la del candil que está más a mano; y aún tiene otra cosa este oficio bastante a quitar el crédito al más acertado médico del mundo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntándole por qué, respondió que había boticario que, por no decir que faltaba en su botica lo que recetaba el médico, por las cosas que le faltaban ponía otras que a su parecer tenían la misma virtud y calidad, no siendo así; y con esto, la medicina mal compuesta obraba al revés de lo que había de obrar la bien ordenada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntóle entonces uno que qué sentía de los médicos, y respondió esto:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<em>Honora medicum propter necessitatem, etenim creavit eum Altissimus. A Deo enim est omnis medela, et a rege accipiet donationem. Disciplina medici exaltavit caput illius, et in conspectu magnatum collaudabitur. Altissimus de terra creavit medicinam, et vir prudens non ab[h]orre-bit illam</em>. Esto dice dijo el <em>Eclesiástico</em> de la medicina y de los buenos médicos, y de los malos se podría decir todo al revés, porque no hay gente más dañosa a la república que ellos. El juez nos puede torcer o dilatar la justicia; el letrado, sustentar por su interés nuestra injusta demanda; el mercader, chuparnos la hacienda; finalmente, todas las personas con quien de necesidad tratamos nos pueden hacer algún daño; pero quitarnos la vida, sin quedar sujetos al temor del castigo, ninguno. Sólo los médicos nos pueden matar y nos matan sin temor y a pie quedo, sin desenvainar otra espada que la de un <em>récipe</em>. Y no hay descubrirse sus delictos, porque al momento los meten debajo de la tierra. Acuérdaseme que cuando yo era hombre de carne, y no de vidrio como agora soy, que a un médico destos de segunda clase le despidió un enfermo por curarse con otro, y el primero, de allí a cuatro días, acertó a pasar por la botica donde receptaba el segundo, y preguntó al boticario que cómo le iba al enfermo que él había dejado, y que si le había receptado alguna purga el otro médico. El boticario le respondió que allí tenía una recepta de purga que el día siguiente había de tomar el enfermo. Dijo que se la mostrase, y vio que al fin della estaba escrito: <em>Sumat dilúculo;</em> y dijo: ''Todo lo que lleva esta purga me contenta, si no es este <em>dilúculo,</em> porque es húmido demasiadamente''.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por estas y otras cosas que decía de todos los oficios, se andaban tras él, sin hacerle mal y sin dejarle sosegar; pero, con todo esto, no se pudiera defender de los muchachos si su guardián no le defendiera. Preguntóle uno qué haría para no tener envidia a nadie. Respondióle:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Duerme; que todo el tiempo que durmieres serás igual al que envidias.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Otro le preguntó qué remedio tendría para salir con una comisión que había dos años que la pretendía. Y díjole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Parte a caballo y a la mira de quien la lleva, y acompáñale hasta salir de la ciudad, y así saldrás con ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pasó acaso una vez por delante donde él estaba un juez de comisión que iba de camino a una causa criminal, y llevaba mucha gente consigo y dos alguaciles; preguntó quién era, y, como se lo dijeron, dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo apostaré que lleva aquel juez víboras en el seno, pistoletes en la cinta y rayos en las manos, para destruir todo lo que alcanzare su comisión. Yo me acuerdo haber tenido un amigo que, en una comisión criminal que tuvo, dio una sentencia tan exorbitante, que excedía en muchos quilates a la culpa de los delincuentes. Preguntéle que por qué había dado aquella tan cruel sentencia y hecho tan manifiesta injusticia. Respondióme que pensaba otorgar la apelación, y que con esto dejaba campo abierto a los señores del Consejo para mostrar su misericordia, moderando y poniendo aquella su rigurosa sentencia en su punto y debida proporción. Yo le respondí que mejor fuera haberla dado de manera que les quitara de aquel trabajo, pues con esto le tuvieran a él por juez recto y acertado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la rueda de la mucha gente que, como se ha dicho, siempre le estaba oyendo, estaba un conocido suyo en hábito de letrado, al cual otro le llamó <em>Señor Licenciado;</em> y, sabiendo Vidriera que el tal a quien llamaron licenciado no tenía ni aun título de bachiller, le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Guardaos, compadre, no encuentren con vuestro título los frailes de la redempción de cautivos, que os le llevarán por mostrenco.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual dijo el amigo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tratémonos bien, señor Vidriera, pues ya sabéis vos que soy hombre de altas y de profundas letras.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Respondióle Vidriera:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ya yo sé que sois un Tántalo en ellas, porque se os van por altas y no las alcanzáis de profundas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estando una vez arrimado a la tienda de un sastre, viole que estaba mano sobre mano, y díjole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin duda, señor maeso, que estáis en camino de salvación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿En qué lo veis? preguntó el sastre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿En qué lo veo? respondió Vidriera. Véolo en que, pues no tenéis qué hacer, no tendréis ocasión de mentir.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y añadió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desdichado del sastre que no miente y cose las fiestas; cosa maravillosa es que casi en todos los deste oficio apenas se hallará uno que haga un vestido justo, habiendo tantos que los hagan pecadores.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los zapateros decía que jamás hacían, conforme a su parecer, zapato malo; porque si al que se le calzaban venía estrecho y apretado, le decían que así había de ser, por ser de galanes calzar justo, y que en trayéndolos dos horas vendrían más anchos que alpargates; y si le venían anchos, decían que así habían de venir, por amor de la gota.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un muchacho agudo que escribía en un oficio de Provincia le apretaba mucho con preguntas y demandas, y le traía nuevas de lo que en la ciudad pasaba, porque sobre todo discantaba y a todo respondía. Éste le dijo una vez:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Vidriera, esta noche se murió en la cárcel un banco que estaba condenado ahorcar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Él hizo bien a darse priesa a morir antes que el verdugo se sentara sobre él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la acera de San Francisco estaba un corro de ginoveses; y, pasando por allí, uno dellos le llamó, diciéndole:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lléguese acá el señor Vidriera y cuéntenos un cuento.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Él respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No quiero, porque no me le paséis a Génova.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Topó una vez a una tendera que llevaba delante de sí una hija suya muy fea, pero muy llena de dijes, de galas y de perlas; y díjole a la madre:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Muy bien habéis hecho en empedralla, porque se pueda pasear.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los pasteleros dijo que había muchos años que jugaban a la dobladilla, sin que les llevasen [a] la pena, porque habían hecho el pastel de a dos de a cuatro, el de a cuatro de a ocho, y el de a ocho de a medio real, por sólo su albedrío y beneplácito.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los titereros decía mil males: decía que era gente vagamunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas, porque con las figuras que mostraban en sus retratos volvían la devoción en risa, y que les acontecía envasar en un costal todas o las más figuras del Testamento Viejo y Nuevo y sentarse sobre él a comer y beber en los bodegones y tabernas. En resolución, decía que se maravillaba de cómo quien podía no les ponía perpetuo silencio en sus retablos, o los desterraba del reino.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Acertó a pasar una vez por donde él estaba un comediante vestido como un príncipe, y, en viéndole, dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo me acuerdo haber visto a éste salir al teatro enharinado el rostro y vestido un zamarro del revés; y, con todo esto, a cada paso fuera del tablado, jura a fe de hijodalgo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Débelo de ser respondió uno, porque hay muchos comediantes que son muy bien nacidos y hijosdalgo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Así será verdad replicó Vidriera, pero lo que menos ha menester la farsa es personas bien nacidas; galanes sí, gentileshombres y de espeditas lenguas. También sé decir dellos que en el sudor de su cara ganan su pan con inllevable trabajo, tomando contino de memoria, hechos perpetuos gitanos, de lugar en lugar y de mesón en venta, desvelándose en contentar a otros, porque en el gusto ajeno consiste su bien propio. Tienen más, que con su oficio no engañan a nadie, pues por momentos sacan su mercaduría a pública plaza, al juicio y a la vista de todos. El trabajo de los autores es increíble, y su cuidado, extraordinario, y han de ganar mucho para que al cabo del año no salgan tan empeñados, que les sea forzoso hacer pleito de acreedores. Y, con todo esto, son necesarios en la república, como lo son las florestas, las alamedas y las vistas de recreación, y como lo son las cosas que honestamente recrean.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Decía que había sido opinión de un amigo suyo que el que servía a una comedianta, en sola una servía a muchas damas juntas, como era a una reina, a una ninfa, a una diosa, a una fregona, a una pastora, y muchas veces caía la suerte en que serviese en ella a un paje y a un lacayo: que todas estas y más figuras suele hacer una farsanta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntóle uno que cuál había sido el más dichoso del mundo. Respondió que <em>Nemo;</em> porque <em>Nemo novit Patrem, Nemo sine crimine vivit, Nemo sua sorte contentus, Nemo ascendit in coelum</em>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los diestros dijo una vez que eran maestros de una ciencia o arte que cuando la habían menester no la sabían, y que tocaban algo en presumptuosos, pues querían reducir a demostraciones matemáticas, que son infalibles, los movimientos y pensamientos coléricos de sus contrarios. Con los que se teñían las barbas tenía particular enemistad; y, riñendo una vez delante dél dos hombres, que el uno era portugués, éste dijo al castellano, asiéndose de las barbas, que tenía muy teñidas:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<em>¡Por istas barbas que teño no rostro...!</em></div>
<div style="text-align: justify;">
<em><br /></em></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual acudió Vidriera:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<em>¡Ollay, home, naon digáis teño, sino tiño!</em></div>
<div style="text-align: justify;">
<em><br /></em></div>
<div style="text-align: justify;">
Otro traía las barbas jaspeadas y de muchas colores, culpa de la mala tinta; a quien dijo Vidriera que tenía las barbas de muladar overo. A otro, que traía las barbas por mitad blancas y negras, por haberse descuidado, y los cañones crecidos, le dijo que procurase de no porfiar ni reñir con nadie, porque estaba aparejado a que le dijesen que mentía por la mitad de la barba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una vez contó que una doncella discreta y bien entendida, por acudir a la voluntad de sus padres, dio el sí de casarse con un viejo todo cano, el cual la noche antes del día del desposorio se fue, no al río Jordán, como dicen las viejas, sino a la redomilla del agua fuerte y plata, con que renovó de manera su barba, que la acostó de nieve y la levantó de pez. Llegóse la hora de darse las manos, y la doncella conoció por la pinta y por la tinta la figura, y dijo a sus padres que le diesen el mismo esposo que ellos le habían mostrado, que no quería otro. Ellos le dijeron que aquel que tenía delante era el mismo que le habían mostrado y dado por esposo. Ella replicó que no era, y trujo testigos cómo el que sus padres le dieron era un hombre grave y lleno de canas; y que, pues el presente no las tenía, no era él, y se llamaba a engaño. Atúvose a esto, corrióse el teñido y deshízose el casamiento.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con las dueñas tenía la misma ojeriza que con los escabecha-dos: decía maravillas de su <em>permafoy,</em> de las mortajas de sus tocas, de sus muchos melindres, de sus escrúpulos y de su extraordinaria miseria. Amohinábanle sus flaquezas de estómago, su vaguidos de cabeza, su modo de hablar, con más repulgos que sus tocas; y, finalmente, su inutilidad y sus vainillas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Uno le dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Qué es esto, señor licenciado, que os he oído decir mal de muchos oficios y jamás lo habéis dicho de los escribanos, habiendo tanto que decir?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aunque de vidrio, no soy tan frágil que me deje ir con la corriente del vulgo, las más veces engañado. Paréceme a mí que la gramática de los murmuradores y el <em>la, la, la</em> de los que cantan son los escribanos; porque, así como no se puede pasar a otras ciencias, si no es por la puerta de la gramática, y como el músico primero murmura que canta, así, los maldicientes, por donde comienzan a mostrar la malignidad de sus lenguas es por decir mal de los escribanos y alguaciles y de los otros ministros de la justicia, siendo un oficio el del escribano sin el cual andaría la verdad por el mundo a sombra de tejados, corrida y maltratada; y así, dice el <em>Eclesiástico:</em> <em>In manu Dei potestas hominis est, et super faciem scribe imponet honorem</em>. Es el escribano persona pública, y el oficio del juez no se puede ejercitar cómodamente sin el suyo. Los escribanos han de ser libres, y no esclavos, ni hijos de esclavos: legítimos, no bastardos ni de ninguna mala raza nacidos. Juran de secreto fidelidad y que no harán escritura usuraria; que ni amistad ni enemistad, provecho o daño les moverá a no hacer su oficio con buena y cristiana conciencia. Pues si este oficio tantas buenas partes requiere, ¿por qué se ha de pensar que de más de veinte mil escribanos que hay en España se lleve el diablo la cosecha, como si fuesen cepas de su majuelo? No lo quiero creer, ni es bien que ninguno lo crea; porque, finalmente, digo que es la gente más necesaria que había en las repúblicas bien ordenadas, y que si llevaban demasiados derechos, también hacían demasiados tuertos, y que destos dos estremos podía resultar un medio que les hiciese mirar por el virote.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los alguaciles dijo que no era mucho que tuviesen algunos enemigos, siendo su oficio, o prenderte, o sacarte la hacienda de casa, o tenerte en la suya en guarda y comer a tu costa. Tachaba la negligencia e ignorancia de los procuradores y solicitadores, comparándolos a los médicos, los cuales, que sane o no sane el enfermo, ellos llevan su propina, y los procuradores y solicitadores, lo mismo, salgan o no salgan con el pleito que ayudan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Preguntóle uno cuál era la mejor tierra. Respondió que la temprana y agradecida. Replicó el otro:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No pregunto eso, sino que cuál es mejor lugar: ¿Valladolid o Madrid?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De Madrid, los estremos; de Valladolid, los medios.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No lo entiendo repitió el que se lo preguntaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De Madrid, cielo y suelo; de Valladolid, los entresuelos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Oyó Vidriera que dijo un hombre a otro que, así como había entrado en Valladolid, había caído su mujer muy enferma, porque la había probado la tierra.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A lo cual dijo Vidriera:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mejor fuera que se la hubiera comido, si acaso es celosa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De los músicos y de los correos de a pie decía que tenían las esperanzas y las suertes limitadas, porque los unos la acababan con llegar a serlo de a caballo, y los otros con alcanzar a ser músicos del rey. De las damas que llaman cortesanas decía que todas, o las más, tenían más de corteses que de sanas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estando un día en una iglesia vio que traían a enterrar a un viejo, a bautizar a un niño y a velar una mujer, todo a un mismo tiempo, y dijo que los templos eran campos de batalla, donde los viejos acaban, los niños vencen y las mujeres triunfan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Picábale una vez una avispa en el cuello, y no se la osaba sacudir por no quebrarse; pero, con todo eso, se quejaba. Preguntóle uno que cómo sentía aquella avispa, si era su cuerpo de vidrio. Y respondió que aquella avispa debía de ser murmuradora, y que las lenguas y picos de los murmuradores eran bastantes a desmoronar cuerpos de bronce, no que de vidrio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pasando acaso un religioso muy gordo por donde él estaba, dijo uno de sus oyentes:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De hético no se puede mover el padre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Enojóse Vidriera, y dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nadie se olvide de lo que dice el Espíritu Santo: <em>Nolite tangere christos meos</em>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y, subiéndose más en cólera, dijo que mirasen en ello, y verían que de muchos santos que de pocos años a esta parte había canonizado la Iglesia y puesto en el número de los bienaventurados, ninguno se llamaba el capitán don Fulano, ni el secretario don Tal de don Tales, ni el Conde, Marqués o Duque de tal parte, sino fray Diego, fray Jacinto, fray Raimundo, todos frailes y religiosos; porque las religiones son los Aranjueces del cielo, cuyos frutos, de ordinario, se ponen en la mesa de Dios.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Decía que las lenguas de los murmuradores eran como las plumas del águila: que roen y menoscaban todas las de las otras aves que a ellas se juntan. De los gariteros y tahúres decía milagros: decía que los gariteros eran públicos prevaricadores, porque, en sacando el barato del que iba haciendo suertes, deseaban que perdiese y pasase el naipe adelante, porque el contrario las hiciese y él cobrase sus derechos. Alababa mucho la paciencia de un tahúr, que estaba toda una noche jugando y perdiendo, y con ser de condición colérico y endemoniado, a trueco de que su contrario no se alzase, no descosía la boca, y sufría lo que un mártir de Barrabás. Alababa también las conciencias de algunos honrados gariteros que ni por imaginación consentían que en su casa se jugase otros juegos que polla y cientos; y con esto, a fuego lento, sin temor y nota de malsines, sacaban al cabo del mes más barato que los que consentían los juegos de estocada, del reparolo, siete y llevar, y pinta en la del pu[n]to.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En resolución, él decía tales cosas que, si no fuera por los grandes gritos que daba cuando le tocaban o a él se arrimaban, por el hábito que traía, por la estrecheza de su comida, por el modo con que bebía, por el no querer dormir sino al cielo abierto en el verano y el invierno en los pajares, como queda dicho, con que daba tan claras señales de su locura, ninguno pudiera creer sino que era uno de los más cuerdos del mundo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dos años o poco más duró en esta enfermedad, porque un religioso de la Orden de San Jerónimo, que tenía gracia y ciencia particular en hacer que los mudos entendiesen y en cierta manera hablasen, y en curar locos, tomó a su cargo de curar a Vidriera, movido de caridad; y le curó y sanó, y volvió a su primer juicio, entendimiento y discurso. Y, así como le vio sano, le vistió como letrado y le hizo volver a la Corte, adonde, con dar tantas muestras de cuerdo como las había dado de loco, podía usar su oficio y hacerse famoso por él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hízolo así; y, llamándose el licenciado Rueda, y no Rodaja, volvió a la Corte, donde, apenas hubo entrado, cuando fue conocido de los muchachos; mas, como le vieron en tan diferente hábito del que solía, no le osaron dar grita ni hacer preguntas; pero seguíanle y decían unos a otros:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Éste no es el loco Vidriera? ¡A fe que es él! Ya viene cuerdo. Pero tan bien puede ser loco bien vestido como mal vestido; preguntémosle algo, y salgamos desta confusión.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo esto oía el licenciado y callaba, y iba más confuso y más corrido que cuando estaba sin juicio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pasó el conocimiento de los muchachos a los hombres; y, antes que el licenciado llegase al patio de los Consejos, llevaba tras de sí más de docientas personas de todas suertes. Con este acompañamiento, que era más que de un catedrático, llegó al patio, donde le acabaron de circundar cuantos en él estaban. Él, viéndose con tanta turba a la redonda, alzó la voz y dijo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Señores, yo soy el licenciado Vidriera, pero no el que solía: soy ahora el licenciado Rueda; sucesos y desgracias que acontecen en el mundo, por permisión del cielo, me quitaron el juicio, y las misericordias de Dios me le han vuelto. Por las cosas que dicen que dije cuando loco, podéis considerar las que diré y haré cuando cuerdo. Yo soy graduado en leyes por Salamanca, adonde estudié con pobreza y adonde llevé segundo en licencias: de do se puede inferir que más la virtud que el favor me dio el grado que tengo. Aquí he venido a este gran mar de la Corte para abogar y ganar la vida; pero si no me dejáis, habré venido a bogar y granjear la muerte. Por amor de Dios que no hagáis que el seguirme sea perseguirme, y que lo que alcancé por loco, que es el sustento, lo pierda por cuerdo. Lo que solíades preguntarme en las plazas, preguntádmelo ahora en mi casa, y veréis que el que os respon-día bien, según dicen, de improviso, os responderá mejor de pensado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Escucháronle todos y dejáronle algunos. Volvióse a su posada con poco menos acompañamiento que había llevado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Salió otro día y fue lo mismo; hizo otro sermón y no sirvió de nada. Perdía mucho y no ganaba cosa; y, viéndose morir de hambre, determinó de dejar la Corte y volverse a Flandes, donde pensaba valerse de las fuerzas de su brazo, pues no se podía valer de las de su ingenio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y, poniéndolo en efeto, dijo al salir de la Corte:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes, y acortas las de los virtuosos encogidos, sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esto dijo y se fue a Flandes, donde la vida que había comenzado a eternizar por las letras la acabó de eternizar por las armas, en compañía de su buen amigo el capitán Valdivia, dejando fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
FIN.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dejo el audiolibro para quienes sea de más agrado:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen="" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/ZQCsB6ThNWQ/0.jpg" frameborder="0" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/ZQCsB6ThNWQ?feature=player_embedded" width="320"></iframe></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-44654353811159439352015-10-11T08:37:00.000-07:002015-10-11T08:37:43.285-07:00Revelación mesmérica - Edgar Allan Poe<blockquote class="tr_bq" style="background-color: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i>Hace poco tiempo estuve leyendo Seraphita de Honoré de Balzac, texto que me llamó mucho la atención por su carácter espiritual. Así, en medio de su lectura me remití a esta historia de Poe que había leído hace muchos años atrás, y que calzó perfectamente para mis meditaciones. Así, quisiera traerles a ustedes esta historia que, por medio de este blog, amerita el carácter de bizarra por el impacto que puede dejar en el lector, dependiendo del nivel que se tenga respecto al pensamiento propio. Espero que, si no la han leído ya, les agrade. Es más de lo que esperan.</i></span></blockquote>
<div style="background-color: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="right" style="background-color: white;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhu0ueB4M2O4w4ghRnjhpX3_pJrkAHTSbbliZMqFbIs95AGZyN48DbYsqqoKwxurWTNv8D_qyX8FeGcELUrU31CM902vlOIrE8lZ5zuVwKyyJwM7h3KZPEoOhBqRPpXjSbbB81W1bJWzwIf/s1600/edgar-allan-poe.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhu0ueB4M2O4w4ghRnjhpX3_pJrkAHTSbbliZMqFbIs95AGZyN48DbYsqqoKwxurWTNv8D_qyX8FeGcELUrU31CM902vlOIrE8lZ5zuVwKyyJwM7h3KZPEoOhBqRPpXjSbbB81W1bJWzwIf/s1600/edgar-allan-poe.jpg" /></span></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span lang="ES-TRAD">A</span><span lang="ES-TRAD">unque la <i>teoría </i>del mesmerismo esté aún envuelta en dudas, sus sobrecogedoras <i>realidades </i>son ya casi universalmente admitidas. Los que dudan de éstas pertenecen a la casta inútil y despreciable de los que dudan por pura profesión. No hay mejor manera de perder el tiempo que proponerse probar en la actualidad que el hombre, por el simple ejercicio de su voluntad, puede impresionar a su semejante al punto de sumirlo en un estado anormal cuyas manifestaciones se parecen estrechamente a las de la muerte, o por lo menos en mayor grado que cualquier otro fenómeno conocido en condiciones normales; que, en ese estado, la persona así influida utiliza sólo con esfuerzo y en consecuencia débilmente los órganos exteriores de los sentidos y, sin embargo, percibe con agudeza y refinamiento, y por vías presuntamente desconocidas, cosas que están más allá del alcance de los órganos físicos; que, además, sus facultades intelectuales se hallan en un maravilloso estado de exaltación y fuerza; que las simpatías con la persona que así influye sobre ella son profundas, y, finalmente, que su <i>susceptibilidad </i>de impresión va en aumento gradual, al tiempo que, en la misma proporción, se extienden y <i>acentúan </i>cada vez más los peculiares fenómenos producidos.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Digo que sería superfluo demostrar las leyes del mesmerismo en sus rasgos generales; tampoco infligiré a mis lectores una demostración hoy tan innecesaria. Mi propósito es, en verdad, muy otro. Me siento impelido, aun enfrentándome de esta manera con un mundo de prejuicios, a detallar sin comentarios el notabilísimo diálogo que sostuve con un hipnotizado.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Hacía mucho tiempo que tenía la costumbre de hipnotizar a la persona en cuestión (Mr. Vankirk), en quien se habían manifestado la aguda susceptibilidad y la exaltación habituales en la percepción mesmérica. Desde varios meses atrás, Mr. Vankirk padecía una tisis declarada y mis pases habían aliviado sus efectos más penosos; la noche del miércoles 15 del mes actual fui llamado a su cabecera.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El enfermo sufría un dolor agudo en la región cordial y respiraba con gran dificultad, presentando todos los síntomas comunes del asma. En espasmos como aquél generalmente le proporcionaba alivio la aplicación de mostaza en los centros nerviosos, pero esa noche el recurso había resultado inútil.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando entré en su habitación me recibió con una sonrisa jovial, y aunque evidentemente sus dolores físicos eran grandes, su ánimo parecía muy tranquilo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Lo mandé buscar esta noche -dijo- no tanto para que mitigara mi dolencia como para que me explicara ciertas impresiones psíquicas que últimamente me han causado gran ansiedad y sorpresa. No necesito decirle cuan escéptico he sido hasta hoy con respecto a la inmortalidad del alma. No puedo negar que siempre ha existido, quizá en esa misma alma que he negado, una especie de vago sentimiento de su propia existencia. Pero esta especie de sentimiento no llegó en ningún instante a la convicción. Era cosa que nada tenía que ver con la razón. Todas las tentativas de investigación lógica me dejaban, a decir verdad, más escéptico que antes. Me aconsejaron que estudiara a Cousin. Lo estudié en sus obras, así como en sus repercusiones europeas y americanas. El <i>Charles Elwood </i>de Mr. Brownson, por ejemplo, cayó en mis manos. Lo leí con profunda atención. Lo encontré lógico de una punta a la otra, pero las partes que no eran<i>simplemente </i>lógicas constituían, desgraciadamente, los argumentos iniciales del incrédulo héroe del libro. En sus conclusiones me pareció evidente que el razonador no había logrado siquiera convencerse a sí mismo. El final había olvidado por completo el principio, como el gobierno de Trínculo. En una palabra: no tardé en advertir que, si el hombre ha de persuadirse intelectualmente de su propia inmortalidad, nunca lo logrará por las meras abstracciones que durante tanto tiempo han constituido el método de los moralistas de Inglaterra, Francia y Alemania. Las abstracciones pueden ser una diversión y un ejercicio, pero no se posesionan de la mente. Aquí, en la tierra por lo menos, la filosofía, estoy convencido, siempre nos pedirá en vano que consideremos las cualidades como cosas. La voluntad puede asentir; el alma, el intelecto, nunca.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Repito, pues, que sólo había sentido a medias, pero nunca creí intelectualmente. Mas en los últimos tiempos el sentimiento se ha ahondado hasta parecerse tanto a la aquiescencia de la razón, que me resulta difícil distinguirlos. Creo también poder atribuir este efecto simplemente a la influencia mesmérica. No sé explicar mejor mi pensamiento que por la hipótesis de que la exaltación mesmérica me capacita para percibir una serie de razonamientos que en mi existencia normal son convincentes, pero que, en total acuerdo con los fenómenos mesméricos, no se extienden, salvo en su <i>efecto, </i>a mi estado normal. En el estado hipnótico, el razonamiento y la conclusión, la causa y el efecto están presentes a un tiempo. En mi estado natural, la causa se desvanece; únicamente el efecto, y quizá sólo en parte, permanece.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">»Estas consideraciones me han llevado a pensar que podrían obtenerse algunos buenos resultados dirigiéndome, mientras estoy mesmerizado, una serie de preguntas bien encaminadas. Usted ha observado a menudo el profundo conocimiento de sí mismo que demuestra el hipnotizado, el amplio saber que despliega sobre todo lo concerniente al estado mesmérico, y de este conocimiento de sí mismo pueden deducirse indicaciones para la adecuada confección de un cuestionario.»</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span lang="ES-TRAD">Accedí, claro está, a realizar este experimento. Unos pocos pases sumieron a Mr. Vankirk en el sueño mesmérico. Su respiración se hizo inmediatamente más fácil y parecía no padecer ninguna incomodidad física. Entonces se produjo la siguiente conversación (en el diálogo, </span><span lang="ES">V. </span><span lang="ES-TRAD">representa al paciente y P. soy yo):</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Duerme usted?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí..., no; preferiría dormir más profundamente.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span lang="ES-TRAD">^.-(Después de algunos pases.) </span></i><span lang="ES-TRAD">¿Duerme ahora?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Cómo cree que terminará su enfermedad?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span lang="ES-TRAD">V. -(Después de una larga vacilación y hablando como con esfuerzo.) </span></i><span lang="ES-TRAD">Moriré.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Le aflige la idea de la muerte?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span lang="ES-TRAD">V. -(Muy rápido.) </span></i><span lang="ES-TRAD">¡No..., no!</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Le desagrada esta perspectiva?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Si estuviera despierto me gustaría morir, pero ahora no tiene importancia. El estado mesmérico se avecina lo bastante a la muerte como para satisfacerme.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Me gustaría que se explicara, Mr. Vankirk.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Quisiera hacerlo, pero requiere más esfuerzo del que me siento capaz. Usted no me interroga correctamente.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Entonces, ¿qué debo preguntarle?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Debe comenzar por el principio.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¡El principio! Pero, ¿dónde está el principio?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Usted sabe que el principio es Dios. <i>(Esto fue dicho en tono bajo, vacilante, y con todas las señales de la más profunda veneración.)</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Pero, ¿qué es Dios?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -<i>(Vacilando durante varios minutos.) </i>No puedo decirlo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Dios, ¿no es espíritu?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span lang="ES">V. -</span><span lang="ES-TRAD">Mientras estaba despierto, yo sabía lo que usted quiere decir con «espíritu», pero ahora me parece sólo una palabra, tal como, por ejemplo, verdad, belleza; una cualidad, quiero decir.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Dios, ¿no es inmaterial?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -No hay inmaterialidad; ésta es una simple palabra. Lo que no es materia no es nada, a menos que las cualidades sean cosas.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Entonces, ¿Dios es material?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -No. <i>(Esta respuesta me sobrecogió.)</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Y qué es?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span lang="ES-TRAD">V. </span></i><span lang="ES-TRAD">-<i>(Después de una larga pausa, entre dientes.) </i>Lo veo... pero es una cosa difícil de decir. <i>(Otra larga pausa.) </i>No es espíritu, pues existe. Tampoco es materia, <i>como usted la entiende. </i>Pero hay gradaciones de la materia de las que el hombre nada sabe, en que la más basta impulsa a la más sutil, la más sutil invade la más basta. La atmósfera, por ejemplo, impulsa el principio eléctrico, mientras el principio eléctrico penetra la atmósfera. Estas gradaciones de la materia crecen en tenuidad o sutileza hasta que llegamos a una materia <i>indivisa </i>-sin partículas-, indivisible -<i>una</i>-,<i> </i>y<i> </i>aquí la ley de la impulsión y de la penetración se modifica. La materia última o indivisa no sólo penetra todas las cosas, sino que las impulsa, y de esta manera <i>es </i>todas las cosas en sí misma. Esta materia es Dios. Lo que el hombre intenta formular con la palabra «pensamiento» es esta materia en movimiento.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Los metafísicos sostienen que toda acción es reductible a movimiento y pensamiento, y que el último es el origen del primero.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí, y ahora veo la confusión de la idea. El movimiento es la acción de la <i>mente, </i>no<i>del pensamiento. </i>La materia indivisa o Dios, en reposo, es (en la medida en que podemos concebirlo) lo que los hombres llaman mente. Y el poder de automovimiento (equivalente en efecto a la volición humana) es, en la materia indivisa, el resultado de su unidad y de su omni-predominancia; <i>cómo, </i>no lo sé, y ahora veo claramente que nunca lo sabré. Pero la materia indivisa, puesta en movimiento por una ley o cualidad existente en sí misma, es el pensamiento.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿No puede darme una idea más precisa de lo que usted designa materia indivisa?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Las materias que el hombre conoce escapan gradualmente a los sentidos. Tenemos, por ejemplo, un metal, un trozo de madera, una gota de agua, la atmósfera, el gas, el calor, la electricidad, el éter luminoso. Ahora bien, llamamos materia a todas esas cosas, y abarcamos toda la materia en una definición general; sin embargo, no puede haber dos ideas más esencialmente distintas que la que referimos a un metal y la que referimos al éter luminoso. Cuando llegamos al último, sentimos una inclinación casi irresistible a clasificarlo con el espíritu o con la nada. La única consideración que nos detiene es nuestra idea de su constitución atómica, y aun aquí debemos pedir ayuda a nuestra noción de átomo como algo infinitamente pequeño, sólido, palpable, pesado. Destruyamos la idea de la constitución atómica y ya no seremos capaces de considerar el éter como una entidad o, por lo menos, como materia. A falta de una palabra mejor podríamos designarlo espíritu. Demos ahora un paso más allá del éter luminoso, concibamos una materia mucho más sutil que el éter, así como el éter es más sutil que el metal, y llegamos en seguida (a pesar de todos los dogmas escolásticos) a una masa única, a una materia indivisa. Pues, aunque admitamos una infinita pequeñez en los átomos mismos, la infinita pequeñez de los espacios interatómicos es un absurdo. Habrá un punto, habrá un grado de sutileza en el cual, si los átomos son suficientemente numerosos, los interespacios desaparecerán y la masa será absolutamente una. Pero al dejar de lado ahora la idea de la constitución atómica, la naturaleza de la masa se deslizará inevitablemente a nuestra concepción del espíritu. Está claro, sin embargo, que es tan materia como antes. La verdad es que resulta imposible concebir el espíritu, puesto que es imposible imaginar lo que no es. Cuando nos jactamos de haber llegado a concebirlo, hemos engañado simplemente nuestro entendimiento con la consideración de una materia infinitamente rarificada.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Me parece que hay una objeción insuperable a la idea de la absoluta unidad, y ella es la ligerísima resistencia experimentada por los cuerpos celestes en sus revoluciones a través del espacio, resistencia que ahora sabemos, es verdad, existe en <i>cierto </i>grado, pero que, sin embargo, es tan ligera que aun la sagacidad de Newton la pasó por alto. Sabemos que la resistencia de los cuerpos es principalmente proporcionada a su densidad. La unidad absoluta es la densidad absoluta. Donde no hay interespacios no puede haber paso. Un éter absolutamente denso detendría de una manera infinitamente más efectiva la marcha de una estrella que un éter de diamante o de acero.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Su objeción se contesta con una facilidad que está casi en proporción con su aparente irrefutabilidad. Con respecto a la marcha de una estrella, no puede haber diferencia entre que la estrella pase a través del éter o el éter <i>a través de ésta. </i>No hay error astronómico más inexplicable que el que relaciona el conocido retardo de los cometas con la idea de su paso a través del éter, pues por sutil que se suponga ese éter detendría toda revolución sideral en un período mucho más breve que el admitido por esos astrónomos, quienes han intentado suprimir un punto que consideraban imposible de entender. El retardo experimentado es, por el contrario, aproximadamente el mismo que puede esperarse de<i>la fricción </i>del éter en el pasaje instantáneo a través del astro. En un caso, la fuerza de retardo es momentánea y completa en sí misma; en el otro, es infinitamente acumulativa.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Pero en todo esto, en esta identificación de la simple materia con Dios, ¿no hay nada de irreverencia? <i>(Me vi obligado a repetir esta pregunta antes de que el hipnotizado comprendiera cabalmente su sentido.)</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span lang="ES-TRAD">V. -¿Puede usted decir por <i>qué la </i>materia ha de ser menos reverenciada que la mente? Usted olvida que la materia de la cual hablo es, en todo sentido, la verdadera «mente» o «espíritu» de las escuelas, sobre todo en lo que concierne a sus elevadas propiedades, y es, al mismo tiempo, la «materia» para estas escuelas. Dios, con todos los poderes atribuidos al espíritu, es tan só</span>lo la perfección de la materia.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Afirma usted, entonces, que la materia indivisa, en movimiento, es pensamiento?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -En general, el movimiento es el pensamiento universal de la mente universal. Este pensamiento crea. Todas las cosas creadas no son sino los pensamientos de Dios.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Usted dice «en general».</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí. La mente universal es Dios. Para las nuevas individualidades es necesaria la <i>materia.</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Pero usted habla ahora de «mente» y de «materia» como lo hacen los metafísicos.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí, para evitar la confusión. Cuando digo «mente» me refiero a la materia indivisa o última; cuando digo «materia» me refiero a todo lo demás.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Usted decía que «para las nuevas individualidades es necesaria la materia».</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí, pues la mente, en su existencia incorpórea, es simplemente Dios. Para crear los seres individuales, pensantes, era necesario encarnar porciones de la mente divina. Así es individualizado el hombre. Despojado de su envoltura corporal sería Dios. El movimiento particular de las porciones encarnadas de la materia indivisa es el pensamiento del hombre, así como el movimiento del todo es el de Dios.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Dice usted que despojado de su envoltura corporal el hombre sería Dios?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span lang="ES">V. -</span><span lang="ES-TRAD">(Después de mucho vacilar.) No </span></i><span lang="ES-TRAD">pude haber dicho eso, es un absurdo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -(<i>Recurriendo a mis notas.) </i>Usted dijo que «despojado de su envoltura corporal el hombre sería Dios».</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Y es verdad. El hombre así despojado <i>sería </i>Dios, sería desindividualizado. Pero no puede despojarse jamás de esa manera -por lo menos nunca podrá-, a menos que imaginemos una acción de Dios que vuelve sobre sí misma, una acción inútil, sin finalidad. El hombre es una criatura. Las criaturas son pensamientos de Dios. Está en la naturaleza del pensamiento ser irrevocable.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -No comprendo. ¿Usted dice que el hombre nunca podrá desprenderse de su cuerpo?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Digo que nunca será incorpóreo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Explíquese.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Hay dos cuerpos: el rudimentario y el completo, que corresponden a las dos condiciones de la crisálida y la mariposa. Lo que llamamos «muerte» es tan sólo la penosa metamorfosis. Nuestra presente encarnación es progresiva, preparatoria, temporaria. Nuestro futuro es perfecto, definitivo, inmortal. La vida definitiva constituye la finalidad absoluta.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Pero de la metamorfosis de la crisálida tenemos un conocimiento palpable.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Nosotros sí, pero la crisálida no. La materia que compone nuestro cuerpo rudimentario está al alcance de los órganos de este cuerpo, o, más claramente, nuestros órganos rudimentarios se adaptan a la materia que forma el cuerpo rudimentario, pero no al que compone el cuerpo definitivo. Éste escapa así a nuestros sentidos rudimentarios, y sólo percibimos la envoltura que cae al morir, desprendiéndose de la forma interior, no esa misma forma interior; pero esta última, así como la envoltura, es apreciable para los que ya han adquirido la vida definitiva.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. - Usted ha dicho a menudo que el estado mesmérico se asemeja estrechamente a la muerte. ¿Cómo es eso?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Cuando digo que se parece a la muerte, aludo a que se asemeja a la vida definitiva, pues cuando estoy en trance los sentidos de mi vida rudimentaria quedan en suspenso y percibo las cosas exteriores directamente, sin órganos, a través de un intermediario que emplearé en la vida definitiva, inorganizada.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Inorganizada?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Sí; los órganos son mecanismos mediante los cuales el individuo se pone en relación sensible con clases y formas particulares de materia, con exclusión de otras clases y formas. Los órganos del hombre están adaptados a esta condición rudimentaria y sólo a ésta; siendo inorganizada su condición última, su comprensión es ilimitada en todos los órdenes, salvo en uno: la naturaleza de la voluntad de Dios, es decir, el movimiento de la materia indivisa. Usted tendrá una idea clara del cuerpo definitivo concibiéndolo como si fuera todo cerebro. No es eso; pero una concepción de esta naturaleza lo acercará a la comprensión de su ser. Un cuerpo luminoso imparte vibración al éter. Las vibraciones engendran otras similares dentro de la retina; éstas comunican otras al nervio óptico. El nervio envía otras al cerebro, y el cerebro otras a la materia indivisa que lo penetra. El movimiento de esta última es el pensamiento, cuya primera ondulación es la percepción. De esta manera la mente de la vida rudimentaria se comunica con el mundo exterior, y este mundo exterior está limitado para la vida rudimentaria, por la idiosincrasia de sus órganos. Pero en la vida definitiva, inorganizada, el mundo exterior llega al cuerpo entero (que es de una sustancia afín al cerebro, como he dicho), sin otra intervención que la de un éter infinitamente más sutil que el luminoso; y todo el cuerpo vibra al unísono con este éter, poniendo en movimiento la materia indivisa que lo penetra. A la ausencia de órganos especiales debemos atribuir, además, la casi ilimitada percepción propia de la vida definitiva. En los seres rudimentarios los órganos son las jaulas necesarias para encerrarlos hasta que tengan alas.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Usted habla de «seres» rudimentarios. ¿Hay otros seres pensantes rudimentarios además del hombre?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Las numerosas acumulaciones de materia sutil en nebulosas, planetas, soles y otros cuerpos que no son ni nebulosas, ni soles, ni planetas tienen la única finalidad de dar pábulo a los distintos órganos de infinidad de seres rudimentarios. De no ser por la necesidad de la vida rudimentaria, previa a la definitiva, no hubiera habido cuerpos como éstos. Cada uno de ellos es ocupado por una variedad distinta de criaturas orgánicas, rudimentarias, pensantes. En todas los órganos varían según los caracteres del lugar ocupado. A la muerte o metamorfosis, estas criaturas que gozan de la vida definitiva -la inmortalidad- y conocen todos los secretos, salvo <i>uno, </i>actúan y se mueven en todas partes por simple volición; habitan, no en las estrellas, que nosotros consideramos las únicas cosas palpables para cuya distribución ciegamente juzgamos creado el espacio, sino el <i>espacio </i>mismo, ese infinito cuya inmensidad verdaderamente sustancial se traga las estrellas al igual que sombras, borrándolas como no entidades de la percepción de los ángeles.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Usted dice que, «de no ser por la <i>necesidad </i>de la vida rudimentaria», no hubiera habido estrellas. ¿Pero por qué esta necesidad?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -En la vida inorgánica, así como generalmente en la materia inorgánica, no hay nada que impida la acción de una <i>única y </i>simple ley, la Divina Volición. La vida orgánica y la materia (complejas, sustanciales y sometidas a leyes) fueron creadas con el propósito de producir un impedimento.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Pero de nuevo, ¿qué necesidad había de producir ese impedimento?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -El resultado de la ley inviolada es perfección, justicia, felicidad negativa. El resultado de la ley violada es imperfección, injusticia, dolor positivo. Por medio de los impedimentos que brindan el número, la complejidad y la sustancialidad de las leyes de la vida orgánica y de la materia, la violación de la ley resulta, hasta cierto punto, practicable. Así el dolor, que es imposible en la vida inorgánica, es posible en la orgánica.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -¿Pero cuál es el propósito benéfico que justifica la existencia del dolor?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Todas las cosas son buenas o malas por comparación. Un análisis suficiente mostrará que el placer, en todos los casos, es tan sólo el reverso del dolor. El placer <i>positivo </i>es una simple idea. Para ser felices hasta cierto punto, debemos haber padecido hasta ese mismo punto. No sufrir nunca sería no haber sido nunca dichoso. Pero se ha demostrado que en la vida inorgánica no puede existir dolor; de ahí su necesidad en la orgánica. El dolor de la vida primitiva en la tierra es la única garantía de beatitud para la vida definitiva en el cielo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">P. -Todavía hay una de sus expresiones que me resulta imposible comprender: «la inmensidad verdaderamente sustancial» del infinito.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">V. -Ello es quizá porque no tiene usted una noción suficientemente genérica del término «sustancia». No debemos considerarla una cualidad, sino un sentimiento: es la percepción, en los seres pensantes, de la adaptación de la materia a su organización. Hay muchas cosas en la tierra que nada serían para los habitantes de Venus, muchas cosas visibles y tangibles en Venus cuya existencia seríamos incapaces de apreciar. Pero, para los seres inorgánicos, para los ángeles, la totalidad de la materia indivisa es sustancia, es decir, la totalidad de lo que designamos «espacio» es para ellos la sustancialidad más verdadera; al mismo tiempo las estrellas, en lo que consideramos su materialidad, escapan al sentido angélico, de la misma manera que la materia indivisa, en lo que consideramos su inmaterialidad, se evade de lo orgánico.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras el hipnotizado pronunciaba estas últimas palabras con voz débil, observé en su fisonomía una singular expresión que me alarmó un poco y me indujo a despertarlo en seguida. No bien lo hube hecho, con una brillante sonrisa que iluminó todas sus facciones cayó de espaldas sobre la almohada y expiró. Observé que, menos de un minuto después, su cuerpo tenía toda la severa rigidez de la piedra. Su frente estaba fría como el hielo. Parecía haber sufrido una larga presión de la mano de Azrael. El hipnotizado, durante la última parte de su discurso, ¿se había dirigido a mí desde la región de las sombras?</span></span></div>
<div style="background-color: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="background-color: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="background-color: white; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="background-color: white; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">FIN</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-12920249268839428802015-08-06T17:50:00.003-07:002015-08-06T17:50:53.861-07:00La era del deseo - Clive Barker<blockquote class="tr_bq" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<i><span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Nótese, por favor, mi pequeño y tímido gusto por las letras de Clive Barker. En una anterior ocasión les compartí el primer cuento que leí de él, y que me sigue pareciendo de los mejores por el nivel imaginativo que posee y la forma en que hace tan realistas hechos de corte fantástico a nivel de terror.</span></span><span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En esta ocasión el tema bizarro es con relación al sexo. A un nivel de deseo y lujuria realmente desmedidos, tanto que desbordan los límites de la conciencia y el control humano, en una trama lo suficientemente interesante como para entretenerse una hora. </span></span><span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Espero sea de su gusto. Evidentemente, seguiré leyendo a Barker y subiendo historias suyas. Si tienen alguna duda o sugerencia, bienvenida será. </span></span></i></blockquote>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgO8Ms4FNSqD5Uzm088MZK_v3_YAxLsIL6EI6KxOF4qW7sDgRmp8PwtdQIjljc1Cqa8XdrZ-dAX3YXM0wDtI4BuKyXvZuB9usXDmBDJdMMvl7TZ8HwezZp7I579povgcT_fQnVaMsJGSK6k/s1600/clive_barker_honda020212.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgO8Ms4FNSqD5Uzm088MZK_v3_YAxLsIL6EI6KxOF4qW7sDgRmp8PwtdQIjljc1Cqa8XdrZ-dAX3YXM0wDtI4BuKyXvZuB9usXDmBDJdMMvl7TZ8HwezZp7I579povgcT_fQnVaMsJGSK6k/s400/clive_barker_honda020212.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre en llamas bajó precipitadamente la escalera de los Laboratorios Hume cuando el coche de la policía, que según él acudía atraído por la alarma que Welles o Dance habían hecho sonar en el piso de arriba, apareció en el portal y entró por el sendero. Mientras se alejaba a la carrera de la puerta, el coche chirrió junto a la escalera y escupió su carga humana. Esperó en las sombras, exhausto y demasiado aterrado como para continuar corriendo, seguro de que lo verían. Pero los hombres desaparecieron por las puertas giratorias sin siquiera echar una mirada hacia su tormento. Se preguntó si en realidad se estaría quemando. Si aquel horripilante espectáculo —su carne bautizada por una llama nítida que ardía pero no lograba consumirse— no sería una mera alucinación exclusiva para sus ojos. Si era así, todo lo que le había pasado en el laboratorio también había sido un delirio. Tal vez no había cometido los crímenes de los que había huido, con el calor en la carne lamiéndole de tal forma que le provocaba el éxtasis.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se miró el cuerpo. Donde había quedado expuesta,la piel estaba moteada de puntos lívidos de fuego, pero uno por uno se fueron borrando. Notó que se apagaba como una hoguera olvidada. Las sensaciones que habían afluido a su cuerpo tan intensas y exigentes que le causaban dolor y a la vez placer abandonaron finalmente sus terminaciones nerviosas, dejándole un entumecimiento por el que se sintió agradecido. Su cuerpo surgía ahora de debajo del velo de fuego; estaba en un estado lamentable. Tenía la piel como un mapa de rasguños, las ropas hechas jirones, las manos pegajosas de sangre coagulada, sangre que él sabía que no le pertenecía. No había modo de evitar la amarga verdad. Había hecho todo lo que se había imaginado. En ese mismo momento los funcionarios estarían mirando perplejos su atroz obra.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Salió de su escondite, junto a la puerta, y bajó por el sendero, manteniéndose alerta por si regresaban los dos policías; pero no volvió a verlos. Detras del portal, la calle estaba desierta. Echó a correr. Había dado unas cuantas zancadas cuando repentinamente la alarma del ediflcio dejó de sonar. Durante unos segundos, los oídos le sonaron en simpatía con el timbre acallado. Luego, misteriosamente, empezo a oír el sonido del calor —el murmullo subrepticio de las ascuas—, lo bastante lejano como para no sentir miedo, aunque cercano como sus propios latidos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Avanzó cojeando, para interponer entre él y sus crímenes una distancia adecuada, antes de que los descubrieran; pero aunque corriera de prisa, el calor lo acompañaba, resguardado en algún recoveco de sus entrañas, amenazando a cada paso desesperado con volver a quemarlo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Zzd8JM5BmL2A2C4tw0VjdFhBm9CalCLJzEsz9MAlav58jebwYOWAtsTPpF3qr8cKMgF_7vZa7G-G7HSws8NNqSPpZR1MixXBXvFi1msTS3RWPcZ8icl-4c2cXJ_In1wJEAwhyphenhyphenovQSH33/s1600/FF284A830.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Zzd8JM5BmL2A2C4tw0VjdFhBm9CalCLJzEsz9MAlav58jebwYOWAtsTPpF3qr8cKMgF_7vZa7G-G7HSws8NNqSPpZR1MixXBXvFi1msTS3RWPcZ8icl-4c2cXJ_In1wJEAwhyphenhyphenovQSH33/s320/FF284A830.jpg" width="309" /></a></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando McBride desconectó la alarma, Dooley tardó varios segundos en identificar el alboroto proveniente del piso superior. Eran los chillidos agudos de los monos, y procedían de una de las muchas habitaciones que daban al corredor de su derecha.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Virgil! —gritó por el hueco de la escalera—. Sube.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin esperar a que su compañero llegase, Dooley se dirigió hacia la fuente del ruido. En mitad del corredor, el olor de la alfombra nueva dio paso a una combinación más punzante: orina, desinfectante y frutas podridas. Dooley aminoró la marcha; no le gustaba el olor, ni la histeria que presentía en el griterío de los monos. McBride tardaba en acudir a su llamada, y tras dudar un momento, la curiosidad de Dooley pudo más que su inquietud. Con la mano en la porra, se acercó a la puerta abierta y entró. Su aparición desencadenó en los animales otra ola de frenesí. Una docena de aquellas bestias eran monos Rhesus. Se lanzaban contra los barrotes de las jaulas, saltaban y gritaban como posesos, sacudiendo la tela metálica. Su excitación era contagiosa. Dooley sintió que el sudor comenzaba a brotarle de los poros.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Hay alguien aquí? —gritó.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La única respuesta provino de los prisioneros: más histeria, más sacudidas de las jaulas. Los miró desde la puerta. Ellos le devolvieron la mirada, mostrándole los dientes, y Dooley no supo precisar si era en señal de bienvenida o como muestra de temor; pero no quiso poner a prueba sus intenciones. Se mantuvo bien alejado del banco en el que se encontraban alineadas las jaulas y comenzó un registro somero del laboratorio.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Me gustaría saber que carajo es ese olor —comentó McBride al aparecer en la puerta.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Procede de los animales —repuso Dooley.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿No se lavan nunca? Malditos asquerosos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Hay algo abajo?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No —respondió Meflride, acercándose a las jaulas. Los simios reaccionaron al avance con más acrobacias—. Sólo la alarma.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Aquí arriba tampoco hay nada —dijo Dooley.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">E iba a agregar: «No hagas eso», para evitar que su compañero pusiera el dedo en la tela metálica, pero antes de que pudiera hacerlo, uno de los animales le aferró el dedo y lo mordió. McBride luchó con el simio para recuperar el dedo y, como venganza, golpeó la tela metálica. Chillando su ira, el ocupante danzó con su menudo cuerpecito un lunático fandango que amenazó con lanzar al suelo al simio y su jaula.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tendrás que ponerte la antitetánica —le advirtió Dooley.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Joder! —exclamó McBride—, ¿qué carajo le pasa al muy cabrón?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—A lo mejor no le gustan los extraños.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Están completamente chalados —dijo McBride, meditabundo; se chupó el dedo y luego escupió—. Míralos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley no dijo nada.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Te he dicho que los mires... —repitio McBride.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ven aquí —dijo Dooley en voz muy baja.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué pasa?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ven aquí.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">McBride apartó la vista de la fila de jaulas y miró hacia las mesas de trabajo, donde Dooley observaba el suelo con una expresion de fascinado asco. McBride dejó de chuparse el dedo y avanzó por entre los bancos y taburetes hasta donde se encontraba su cómpañero.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ahí abajo —murmuró Dooley.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el suelo, a los pies de Dooley, había un zapato beige de mujer; debajo del banco estaba la dueña del zapato. A juzgar por su postura trabada, había sido escondida allí por su asesino o se había arrastrado para morir en su escondite.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Está muerta? —preguntó McBride.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Mírala, por el amor de Dios —repuso Dooley—; la han abierto por el medio.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tenemos que comprobar los signos vitales —le recordó McBride.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley no se movió para hacerlo, de modo que McBride se agachó frente a la víctima y le tomo el pulso a nivel del cuello destrozado. No latía. Sin embargo, su piel seguía caliente. Los restos de saliva que le cubrían la mejilla no se habían secado aún.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley paso el parte mientras miraba a la víctima. Las heridas más graves ocupaban la parte superior del torso, y quedaban ocultas a la vista por el cuerpo de McBride. Lo único que llegaba a ver era una masa de cabello castañorrojizo y las piernas, con un pie descalzo asomando por el escondite. Pensó que eran unas piernas hermosas y que en otros tiempos hasta podría haberle silbado a su dueña.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es una doctora o una técnica —dijo MeBride—; lleva una bata de laboratorio.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="background-color: white;">Lo había sido. Le habían abierto la bata de un tirón, igual que las ropas que llevaba debajo, y luego, como para completar la exhibición, le habían hecho lo mismo a la piel y la carne de debajo. McBride le echó un vistazo al pecho; tenía el esternón partido y el corazón fuera de sitio, como si el asesino hubiera querido llevárselo de recuerdo y lo hubieran sorprendido en plena faena. La estudió sin remilgos; siempre se había enorgullecido de tener un estómago a prueba de balas.</span><span style="background-color: #141414;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="background-color: white;"><br /></span></span></div>
<div style="background-color: #141414; line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Has comprobado ya que está muerta?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Nunca he visto a nadie tan muerto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Carnegie está en camino —dijo Dooley, dirigiéndose a uno de los fregaderos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin importarle las huellas digitales, abrió el grifo y se remojó la cara con agua fría. Cuando levantó la vista de sus abluciones, McBride había concluido su <i>tête—â—tête</i> con el cadáver y se dirigía hacia un banco de maquinaria.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Por el amor de Dios, ¿qué rayos hacen aquí? —inquirió—. Fíjate en todos estos trastos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Parece un centro de investigacion —repuso Dooley.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y qué es lo que investigan?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Cómo carajo voy a saberlo? —le espetó Dooley. La incesante cháchara de los monos y la proximidad de la mujer muerta le daban ganas de huir de allí—. Dejémoslo correr, ¿quieres?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">McBride pasó por alto la petición de Dooley; la maquinaria le fascinaba. Embelesado, observó el encefalógrafo y el electrocardiografo, las unidades impresoras, de las que aún salían metros de papel en blanco que arrastraban por el suelo, la pantalla de vídeo y las consolas. La escena le recordó a <i>Marie Celeste</i>. Aquella nave abandonada por la ciencia que seguía canturreando para sí una canción desafinada, mientras navegaba sin capitán ni tripulación que la atendiera.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Tras el muro de equipos había una ventana que no tendría más de un metro cuadrado. McBride supuso que daría al exterior del edificio, pero al observar con mayor detenimiento notó que no era así. Detrás de la maquinaria y de la ventana había una sala de pruebas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Dooley...? —dijo, echando un vistazo a su alrededor.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se había marchado; seguramente a recibir a Carnegie. Feliz de que lo hubiesen dejado solo para explorar, McBride centró su atencion en la ventana. En el interior no había luz. Lleno de curiosidad, rodeó el equipo acumulado hasta que encontro la puerta de la cámara. Estaba entreabierta. Entró sin titubear.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Gran parte de la luz que se filtraba por la ventana quedaba oculta por los instrumentos que había al otro lado: el interior estaba a oscuras. Pasaron unos segundos antes de que sus ojos captaran una verdadera imagen del caos reinante en la sala: la mesa vuelta patas arriba; la silla reducida a astillas; la maraña de cables y de equipo destrozado —¿serían cámaras utilizadas para filmar los procedimientos realizados allí?—, racimos de luces igualmente destrozadas. Ni siquiera un vándalo profesional habría sido capaz de un destrozo tan perfecto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el aire había un olor que McBride reconoció pero que no logró determinar. Se quedó quieto, exasperado por el aroma. Del corredor externo le llegó el sonido de las sirenas; Carnegie no tardaría en llegar. De repente, el aroma le sugirió una serie de asociaciones. Era el mismo olor que le punzaba la nariz cuando, después de hacerle el amor a Jessica y, como era su costumbre, después de lavarse, volvía del lavabo al dormitono. Era el olor del sexo. Sonrió.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Su cara continuaba reflejando placer, cuando un objeto pesado hendió el aire y fue a golpearle la nariz. Sintió ceder el cartílago y manar la sangre. Medio mareado, retrocedió dos o tres pasos para evitar el segundo golpe, pero con las prisas perdió el equilibrio. Cayó pesadamente sobre un montón de vidrios; levantó la vista para ver a su atacante, que blandía una barra metálica y avanzaba hacia él. La cara de aquel hombre se parecía a la de los monos: los mismos dientes amarillos, los mismos ojos rabiosos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡No! —gritó el hombre, al tiempo que dejaba caer el improvisado garrote sobre McBride, quien logró aguantar el golpe con el brazo y arrebatarle el arma.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El ataque lo habla cogido desprevenido, pero el dolor de la nariz rota le provocó una furia que redobló su respuesta, y fue mucho más agresivo que su atacante. Le arrancó el garrote como quien quita un dulce a un niño y, rugiendo, se incorporó. Olvidó instantáneamente los preceptos que alguna vez le enseñaran sobre las técnicas de arresto. Dejó caer una lluvia de golpes sobre la cabeza y los hombros del atacante, obligándole a refugiarse en el interior de la sala. El hombre se acobardó ante el asalto y al cabo de unos minutos se acurrucó sollozando contra la pared. Cuando su antagonista se encontraba ya al borde de la inconsciencia, el furor de McBride se apaciguó. Permaneció de pie en el centro de la sala, respirando entrecortadamente, y observó al hombre apaleado deslizarse por la pared y caer al suelo. Había cometido un craso error. Se dio cuenta de que su atacante vestía una bata blanca y, como le gustaba decir a Dooley, estaba del lado de los ángeles.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Mierda —dijo McBride—, mierda, mierda y mierda.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre abrió los ojos y miró a McBride. Apenas le quedaba conciencia, pero una mirada de reconocimiento le cruzó la cara sombría y morena. O más bien de falta de reconocimiento.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No es él —murmuró.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Quién? —preguntó McBride, al notar que quizá estaba a tiempo de salvar su reputación de aquel fallo si lograba sacarle alguna información al testigo—. ¿Quién creyó que era?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre abrió la boca, pero no dijo nada. Ansioso por oír su testimonio, McBride se agachó a su lado y le preguntó:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿A quién creyó que atacaba?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La boca volvio a abrirse, pero de ella no salió ningún sonido audible. McBride insistió:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es importante, dígame quién era.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre se esforzo por responder. McBride acerco el oído a la boca temblorosa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Nunca —repuso el hombre. y se desmayó.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">McBride se quedó allí maldiciendo a su padre, que le había legado un temperamento que probablemente viviría para lamentar. Pero al fin y al cabo, ¿para qué se vivía?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El inspector Carnegie estaba acostumbrado a aburrirse. Por cada momento de genuino descubrimiento que le había proporcionado su vida profesional, había tenido que soportar hora tras hora de espera. Esperar a que fotografiaran y examinaran los cadáveres, esperar hasta concluir un trato con los abogados e intimidar a los sospechosos. Hacía tiempo que había abandonado la lucha contra esa marea de tedio, y a su manera, había aprendido el arte de nadar con la corriente. No se podía acelerar los procesos de la investigación; había llegado a comprender que un hombre sensato dejaba que los patólogos, los abogados y todas sus tribus concluyeran sus lentos procedimientos. En la plenitud del tiempo, lo que importaba era que al señalar con el dedo al culpable, éste se echara a temblar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El reloj del laboratorio marcaba las doce cincuenta y tres de la noche; los simios ya se habían tranquilizado en sus jaulas, y Carnegie se sentó en uno de los bancos y esperó a que Hendrix acabara de hacer sus cálculos. El médico leyó el termómetro, luego se quitó los guantes como si fueran una segunda piel y los tiró sobre la sábana én la que yacía el cadáver.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgT9B0wEaPLOYMiluiLowWz24y5Teg3BZe3I2QTFT3UfaVxQNWKJToUTPBLpeyiJa0o-kr8rc2-GPsZDBkgvpE57do1mlsPpQkgUSDzJH_ZofA1q6DeRIXyeYngIXcl7rxfMcIX1vJZK2LL/s1600/AirFrance12.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgT9B0wEaPLOYMiluiLowWz24y5Teg3BZe3I2QTFT3UfaVxQNWKJToUTPBLpeyiJa0o-kr8rc2-GPsZDBkgvpE57do1mlsPpQkgUSDzJH_ZofA1q6DeRIXyeYngIXcl7rxfMcIX1vJZK2LL/s320/AirFrance12.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Siempre resulta difícil establecer la hora del fallecimiento —dijo—. Ha perdido menos de tres grados. Yo diría que lleva muerta menos de dos horas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Los funcionarios llegaron a las doce y cuarto —le informó Carnegie—, de modo que tal vez murió media hora antes.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Más o menos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿La pusieron allí? —preguntó, indicando el sitio debajo del banco.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Claro. No había forma de que se ocultara ella misma, y menos con esas heridas. Son imponentes, ¿verdad?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie se quedó mirando fijamente a Hendrix. Probablemente habría visto cientos de cadáveres en todo tipo de estados. pero el entusiasmo reflejado en sus facciones crispadas era incalificable. Para Carnegie era un misterio más fascinante que el de la mujer muerta y su asesino. ¿Como era posible que alguien disfrutara tomándole la temperatura rectal a un cadáver? Era algo que lo dejaba perplejo. Pero el placer estaba allí, brillando en los ojos de aquel hombre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y el móvil? —preguntó Carnegie.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es bastante explícito, ¿no le parece? Violación. Ha habido claros vejámenes, contusiones alrededor de la vagina y abundantes depositos de semen. Son muchos elementos con los que trabajar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y las heridas del torso?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Son irregulares, más que cortes parecen zarpazos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y el arma?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No lo sé. —Hendrix hizo una U invertida con la boca—. Han lacerado la carne. Si no fuera por la evidencia de violación, me inclinaría a sugerir que fue un animal.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Quiere decir un perro?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Pensaba más bien en un tigre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Un tigre? —repitió Carnegie, frunciendo el ceño.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Era una broma —acotó Hendrix—. Vamos, Carnegie, ¿es que no tiene usted sentido de la ironía?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No tiene nada de gracioso.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Yo no me estoy riendo —repuso Hendrix con mirada agria.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y el hombre que encontró McBride en la cámara de pruebas?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué pasa con él?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Podría ser un sospechoso?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ni aunque pasaran mil años. Buscamos a un maniaco, Carnegie. Un tipo grande, fuerte, enloquecido.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Las heridas fueron hechas antes o después?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Yo qué sé —repuso Hendrix, ceñudo—. El análisis postmortem nos dará más detalles. De momento puedo decir que nuestro asesino tuvo un ataque de locura. Diría que las heridas y la violación fueron probablemente simultáneas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los rasgos normalmente flemáticos de Carnegie registraron algo cercano a la sorpresa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Simultáneas?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—La lujuria es algo cómico —repuso Hendrix, encogiéndose de hombros.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Hilarante —fue la asombrada respuesta de Carnegie.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Como tenía por costumbre, Carnegie hizo que su chófer lo dejase a medio kilómetro de su casa para poder caminar y aclararse las ideas antes de llegar, tomarse el chocolate caliente y dormir. Observaba este ritual religiosamente, incluso cuando estaba molido. Se daba un paseo para desacelerarse antes de trasponer el umbral de su casa; una larga experiencia le había enseñado que llevar las preocupaciones profesionales a casa no ayudaba ni a la investigación ni a su vida doméstica. Había aprendido la lección demasiado tarde como para impedir que su mujer lo abandonara y sus hijos se alejaran de él, pero continuaba aplicando aquel principio.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Esa noche caminó lentamente, para permitir que las perturbadoras escenas de horas antes se difuminaran un poco. En su deambular, pasó delante de un pequeño cine que, segun había leído en la prensa local, iba a ser demolido. No le sorprendía. Aunque no era un cinéfilo, había podido notar que el programa que se ofrecía en aquella bolsa de pulgas había degenerado en los últimos años. El de esa semana era un claro ejemplo: dos películas de terror. Eran obras sucias, de poca calidad, a juzgar por los carteles de dibujos crudos y su desvergonzada hipérbole. <i>¡No podrá volver a dormir!</i>, decía una de las frases anzuelo; debajo de ella había una mujer —muy despierta— acurrucada a la sombra de un hombre de dos cabezas. Qué imágenes tan triviales conjuraban los populistas para asustar un poco a sus audiencias. Los muertos en vida, la naturaleza desbordada y enloquecida en un mundo de miniaturas; chupadores de sangre, presagios, seres que caminaban por el fuego, tormentas, y todas las tonterías ante las que el respetable se asustaba. Todo era tan risueñamente trillado... Entre aquel catálogo de horrores baratos no había siquiera uno que igualara la banalidad del apetito humano, horror que, junto con sus consecuencias, veía cada semana de su vida laboral. Al pensar en ello, por su imaginación fueron pasando decenas de fotos: los muertos vistos a la luz de una linterna, boca abajo y relegados al olvido; y los vivos también, que en su imaginación aparecían con hambre en los ojos, hambre de sexo, de narcóticos, de dolor ajeno. ¿Por qué no ponían eso en los carteles?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando se acercaba a su casa, un niño gritó en las sombras, junto al garaje; el grito lo detuvo en seco. Se repitió, pero esta vez lo reconoció. No era un niño, sino un gato, o varios gatos, que intercambiaban sus llamadas amorosas en el callejón oscuro. Se acercó y los ahuyentó. Sus secreciones venéreas dejaron un mal olor en el callejón. No tuvo necesidad de gritar: golpeó el suelo con el pie, y eso bastó para asustarlos. Se lanzaron en todas direcciones. No eran sólo dos, sino media docena; al parecer, se trataba de una orgía con todas las de la ley. Sin embargo, había llegado demasiado tarde; el hedor de sus seducciones era arrebatador.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie observó con la mirada en blanco el complicado despliegue de monitores y grabadores de vídeo que dominaba su despacho.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué diablos es todo esto? —preguntó.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Las cintas de vídeo —repuso Boyle, el número dos—. Son del laboratorio. Creo que debería echarles un vistazo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Aunque hacía siete meses que trabajaban en equipo, Boyle no era uno de los funcionarios favoritos de Carnegie; se le olía la ambición en la piel tersa. En una persona que tuviera la mitad de sus años, semejante codicia habría sido reprochable, pero en un hombre de treinta, rayaba en lo obsceno. Esa exhibición —el equipo listo para recibir a Carnegie cuando llegara a las ocho de la mañana— era justo el estilo de Boyle: redundante y ostentoso.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿A qué viene tanta pantalla? —inquirió Carnegie en tono acre—. ¿También voy a oírlo en estéreo?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es que había tres cámaras filmando al mismo tiempo. Cubrían el experimento desde varios ángulos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué experimento?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle hizo un ademán para indicarle a su superior que tomara asiento. «Obsequioso hasta el final —pensó Carnegie—. Para lo que te va a servir...»<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Adelante —le dijo Boyle al técnico que manejaba los grabadores—. Páselo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie bebió a pequeños sorbos el chocolate caliente que había traído consigo. Era una debilidad rayana en la adicción. Cuando la máquina que lo suministraba se averió, llegó a ser un hombre muy, pero muy infeliz. Miró las tres pantallas. De repente, aparcció un título. <i>Proyecto Niño Ciego</i>, decía. <i>Confidencial.<o:p></o:p></i></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><br /></i></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Niño Ciego? repitió Carnegie—. ¿Qué o quién es?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Está claro que se trata de algún código —repuso Boyle.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Niño Ciego. Niño Ciego —repitió Carnegie como para dominarlo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero antes de que lograse resolver el problema, en las tres pantallas surgieron las imágenes. Presentaban al mismo sujeto —un hombre de gafas, de menos de treinta años, sentado en una silla—, pero cada una lo mostraba desde un ángulo diferente. En una aparecía el sujeto de cuerpo entero y de perfil; en la segunda, la imagen mostraba tres cuartos del cuerpo, y estaba tomada desde un angulo superior. y la tercera. un primer plano de la cabeza y los hombros del sujeto, tomado a traves del cristal de la cámara de pruebas y de frente. Las tres imágenes eran en blanco y negro, y ninguna estaba centrada ni enfocada del todo. Mientras las cintas comenzaban a pasar, alguien siguió ajustando esos detalles técnicos. Se oyó un fondo de conversacion informal entre el sujeto y la mujer –a pesar de sus breves apariciones, se veía que era la víctima—, mientras ésta le aplicaba unos electrodos en la frente. Resultaba difícil entender lo que hablaban; la acústica de la cámara dejó con las ganas al micrófono y al espectador.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—La mujer es la doctora Dance —indicó Boyle—. La víctima.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ya —dijo Carnegie, observando atentamente las pantallas—. La he reconocido. ¿Cuánto dura esta preparación?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Bastante, y en su mayor parte es poco constructiva.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Pasemos a la parte constructiva, pues.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Avance —dijo Boyle. El técnico obedeció, y los actores de las tres pantallas se convirtieron en comediantes gritones—. <span lang="EN-GB">¡Pare! —Ordenó Boyle—. </span>Retroceda un poco. —El técnico hizo lo que le mandaban—. ¡Ahí! —ordenó Boyle—, pare ahí. Y ahora póngalo a velocidad normal. —La acción volvió a su ritmo natural—. Aquí es donde comienza todo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie se había terminado el chocolate caliente; con el dedo, recogió la película suave depositada en el fondo de la taza y se lo lamió. En las pantallas, la doctora Dance se había acercado al sujeto con una jeringa en la mano; le pasó un algodón por el antebrazo y le inyectó. No era la primera vez desde que visitara los Laboratorios Hume que Carnegie se preguntaba qué hacían exactamente en ese establecimiento. ¿Era ese tipo de procedimiento de rigor en la investigación farmacéutica? El secreto del experimento —a altas horas de la noche en un edificio desierto— sugería que no. Estaba además el imperativo del tílulo:<i>Confidencial</i>. Lo que veían en aquel momento no había sido concebido para ser proyectado en público.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<br /></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Se encuentra cómodo? —preguntó un hombre que no aparecía en pantalla.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El sujeto asintió. Le habían quitado las gafas, y sin ellas parecía un tanto absorto. Una cara corriente, penso Carnegie; el sujeto —aún no nombrado— no era ni un Adonis ni un Quasimodo. Se contrajo ligeramente y el sucio cabello rubio le tocó los hombros.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Me encuentro bien, doctor Welles —repuso al interrogador que no aparecía en pantalla.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿No siente calor? ¿No suda?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No —repuso el conejillo de Indias, como disculpándose—. Siento lo corriente.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Justo lo que tú eres». pensó Carnegie. Dirigiéndose a Boyle, preguntó:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Ha visto las grabaciones hasta el final?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No, no las he visto. Creí que querría verlas usted primero. Solo las pasé hasta la inyección.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Hay novedades del hospital sobre el doctor Welles?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—En el último parte decían que continuaba en coma.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie gruñó y volvió a concentrarse en las pantallas. Después de la actividad provocada por la inyección, la película volvía ahora a carecer de acción: las tres cámaras estaban fijas en el sujeto miope, con sus ojos como abalorios: ocasionalmente, el tedio se veía interrumpido por el doctor Welles, que preguntaba al sujeto como se sentía. La respuesta era la misma. Al cabo de tres o cuatro minutos de inacción, hasta el mas mínimo parpadeo del sujeto comenzó a adquirir un significado dramático.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El argumento no es muy bueno —comentó el técnico.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie se echo a reír; Boyle se mostró incómodo. Pasaron dos o tres minutos más sin cambios.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No parece muy esperanzador —dijo Carnegie—. ¿Quiere pasarla a más velocidad?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El técnico se disponía a obedecer, cuando Boyle dijo:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Espere!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie miró en su dirección, irritado por su intervención. y luego volvió a concentrarse en las pantallas. Algo ocurría: una sutil transformación se había iniciado en las insípidas facciones del sujeto. Había empezado a sonreír tontamente, y se hundía en la silla como si sumergiera el cuerpo delgado en un baño caliente. Sus ojos, que hasta ese momento habían expresado poco más que una indiferencia afable, comenzaron a cerrarse, y una vez cerrados, a abrirse de nuevo. Al hacerlo, se reflejaba en ellos una condición antes inexistente: un hambre que parecía salirse de la pantalla e inundar el despacho del inspector.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie dejó la taza de chocolate y se acercó a las pantallas. Al hacerlo el sujeto también se levantó de la silla y caminó hasta el cristal de la sala, con lo que dos de las camaras dejaron de filmarlo. La tercera, sin embargo, continuó captando su imagen cuando apretó la cara contra la ventana, y por un momento, los dos hombres se enfrentaron a través de las capas de cristal y tiempo, como si sus miradas se encontraran.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mirada reflejada en aquella cara era crítica: el hambre superaba rápidamente el control de la cordura. Con los ojos ardientes, apoyó los labios contra la ventana de la sala y la besó con la lengua.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué diablos está pasando? —preguntó Carnegie.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En la banda de sonido comenzaron a aparecer diversas voces: el doctor Welles le pedía en vano al sujeto que expresara sus sensaciones, mientras Dance iba recitando en voz alta las cifras de los diversos instrumentos de control. Resultaba difícil oír con claridad —el alboroto se vio aumentado por una erupción de chácharas de los simios enjaulados—, pero era evidente por la lectura que los valores procedentes del cuerpo del hombre subían. Tenía la cara enrojecida; la piel le brilló con un repentino sudor. Parecía un mártir a cuyos pies acabaran de encender la hoguera, enloquecido por un éxtasis fatal. Dejó de besar la ventana con la lengua y se arrancó los electrodos de las sienes y los sensores de los brazos y el pecho. Con voz alarmada, Dance le ordenó que se detuviera. Luego salió del campo de enfoque de la cámara y, según supuso Carnegie, entró en la sala de pruebas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Será mejor que no lo haga —dijo el policía, como si aquel drama siguiera sus órdenes y, al menor deseo, pudiera evitar la tragedia.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Obviamente, la mujer no hizo caso. Poco después aparecía de cuerpo entero, cuando entraba en la cámara. El hombre se adelantó para recibirla, derribando el equipo mientras lo hacía. La mujer gritó, tal vez su nombre. Si fue así, resultó inaudible, tal era el alboroto que montaron los monos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Mierda —dijo Carnegie, al tiempo que el sujeto agitaba los brazos ante la cámara que captaba el perfil y luego ante la otra que captaba tres cuartos del cuerpo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dos de los tres monitores quedaron sin imagen. Sólo siguió funcionando la cámara que estaba segura en el exterior de la sala, pero como filmaba muy de cerca sólo permitía ver ocasionalmente algún que otro movimiento de los cuerpos. El sobrio ojo de la cámara continuó mirando irónicamente la saliva embadurnada en el cristal de la ventana de la sala, ciega a las atrocidades que se cometían a escasos metros de su objetivo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué cuernos le dieron? —preguntó Carnegie cuando, fuera de cámara, los gritos de la mujer lograron superar los chillidos de los monos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome se despertó a primeras horas de la tarde; se sentía magullado y tenía hambre. Cuando apartó la sábana de su cuerpo se asombró al comprobar su estado: tenía el torso cubierto de arañazos y la zona de las ingles en carne viva. Dando un respingo, se acerco al borde de la cama y permaneció un rato sentado, intentando recomponer los acontecimientos de la noche anterior. Recordaba haber ido a los Laboratorios Hume, pero después de eso, muy poco más. Hacía meses que trabajaba como conejillo de Indias, vendiendo su sangre, su comodidad y su paciencia para complementar sus escasos ingresos como traductor. Aquel arreglo había comenzado gracias a un amigo que realizaba un trabajo similar, pero mientras Figley formaba parte del programa principal de los Laboratorios, al cabo de una semana los doctores Welles y Dance le habían propuesto a Jerome que trabajara exclusivamente para ellos, previa realización de una batería de pruebas psicológicas. Desde el comienzo había quedado claro que su proyecto (jamas le habían dicho la finalidad del mismo) era secreto, y que le exigían total dedicacion y discrecion. Le hacía falta el dinero, y la recompensa ofrecida era ligeramente mejor de lo que pagaban los Laboratorios, de modo que había aceptado, a pesar de que lo obligasen a trabajar durante horas solitarias. Hacía varias semanas que le habían pedido que acudiera al centro de investigación por las noches, y trabajaba hasta altas horas de la madrugada, soportando las interminables preguntas de Welles acerca de su vida privada, y la mirada helada de Dance.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Al pensar en aquella mirada helada, sintió un temblor. ¿Sería porque en cierta ocasión había abrigado la tonta idea de que lo contemplaba con más cariño del debido en una doctora? Aquel engaño era lamentable, se dijo en tono burlón. No era de los que hacían soñar a las mujeres, y cada día que salía a la calle se afirmaba más esta convicción. En su vida adulta no recordaba una sola ocasión en que una mujer se hubiera fijado en él sin apartar la vista, ni una sola vez en que le devolvieran una de sus miradas apreciativas. No estaba seguro de por qué se preocupaba por eso ahora; su vida sin amor era ya un tópico, y lo sabía. Por otra parte, la naturaleza había sido amable; sabedora de que le había sido negado el don de la atracción, había considerado oportuno disminuirle la libido. Pasaban semanas sin que sus pensamientos conscientes se vistieran de luto por la forzada castidad.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">De vez en cuando, cuando oía rugir las tuberías, se preguntaba qué aspecto tendría la señora Morrisey, la casera, cuando se bañaba; incluso imaginaba la firmeza de sus pechos enjabonados, o la oscura raja de su trasero cuando se agachaba para ponerse talco entre los dedos de los pies. Pero, dichosamente, esos tormentos eran infrecuentes. Y cuando la copa estaba a punto de rebosar, se metía en el bolsillo el dinero ahorrado con las sesiones de los Laboratorios y pagaba una hora de compañía a una mujer llamada Angela (nunca había sabido su apellido), que vivía en la calle Greek.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pensó que pasarían varias semanas antes de que volviera a hacerlo; fuera lo que fuese lo que se había hecho la noche anterior, o mejor dicho, lo que le habían hecho, las magulladuras, por sí solas, habían estado a punto de dejarlo baldado. La única explicación creíble —aunque no recordaba ningún detalle— era que le habían dado una paliza al regresar de los Laboratorios; eso o que se había metido en un bar y alguien le había provocado. Ya le había sucedido alguna que otra vez. Tenía una cara que despertaba al provocador que los borrachos llevaban dentro.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se puso de pie y, tambaleante, se dirigió al pequeño cuarto de baño, ubicado junto a su habitación. Las gafas no estaban en el sitio acostumbrado, junto al espejo, y su reflejo apareció lamentablemente borroso; sin embargo, resultó claro que tenía la cara tan arañada como el resto de su anatomía. Y algo más: por encima de la oreja izquierda le habían arrancado un mechón de pelo, y por el cuello le bajaba un hilo de sangre coagulada. Con mucho dolor, se dedicó a limpiarse las heridas y a bañarlas con una punzante solución antiséptica. Concluida la tarea, regresó a la sala dormitorio a buscar las gafas. Por más que buscó y buscó, no logró encontrarlas. Maldiciendo su idiotez, rastreó entre sus pertenencias y desenterró las gafas viejas. La graduación ya no le iba bien porque su vista había empeorado mucho desde que las llevara por última vez, pero al menos logró que todo lo que le rodeaba estuviera más enfocado.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3reALDOIvcyuXYyY_xNXLxGxWmCND2neFFGmDjAHKsmE74PdKBVhyT7pDcJ1wp3817_4TY14ztr8zQqmDSYHWGYh2SltO7OCHAB_P23Sd9pqe2K2Q8uuHs7R3Fv5pGBTaJXYTUkZzpiJx/s1600/radio.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3reALDOIvcyuXYyY_xNXLxGxWmCND2neFFGmDjAHKsmE74PdKBVhyT7pDcJ1wp3817_4TY14ztr8zQqmDSYHWGYh2SltO7OCHAB_P23Sd9pqe2K2Q8uuHs7R3Fv5pGBTaJXYTUkZzpiJx/s320/radio.jpg" width="320" /></a><span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Le había asaltado una indudable melancolía, mezcla del dolor y de los indeseados pensamientos sobre la señora Morrisey. Para mantener a raya sus sentimientos íntimos, puso la radio. Surgió una voz suave cargada de los paliativos de costumbre. Jerome siempre había despreciado la música popular y a sus apólogos, pero en ese momento, mientras vagaba por su habitación, desnudo porque no quería ponerse la ropa para que no le provocara más dolores, las canciones comenzaron a inspirarle algo muy distinto de la sorna. Era como si oyera la letra y la música por primera vez, como si toda su vida hubiera sido sordo a esos sentimientos. Embelesado, se olvidó de su dolor y se puso a escuchar. Las canciones hablaban de la misma y obsesiva historia: del amor perdido y encontrado, para volver a perderlo otra vez. Las letras llenaron las ondas de metáforas, en su mayoría ridículas, pero no por ello menos potentes. Hablaban de paraísos, de corazones ardientes, de pájaros, de campañas, de viajes, de puestas de sol, de la pasión como locura, como vuelo, como tesoro inimaginado. Las canciones y sus fatuos sentimientos no lo calmaron; lo torturaron al evocar, a pesar de la débil rima y la melodía trillada, un mundo encantado por el deseo. Se puso a temblar. Sus ojos, fatigados (o al menos así reflexionó él) por las gafas viejas, comenzaron a engañarlo. Era como si viera rastros de luz en su piel: de la punta de los dedos le brotaban chispas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se miró las manos y los brazos; la ilusión, lejos de desaparecer bajo aquel escrutinio, no hizo más que aumentar. Unos puntos luminosos, como las llamas de fuego en las cenizas, comenzaron a subirle por las venas, multiplicándose bajo su mirada. Por curioso que pareciera, no sentía ninguna molestia. Aquel fuego creciente no hacía sino reflejar la pasión de que le hablaban las canciones: el amor, decían, estaba en el aire, a la vuelta de cada esquina, esperando. Volvió a pensar en la viuda Morrisey del apartamento de abajo, dedicada a sus tareas, suspirando, sin duda, igual que suspiraba él, esperando a su héroe. Cuanto más pensaba en ella, más se inflamaban sus animos. No lo rechazaría, las canciones lo convencieron de ello; y si lo hacía, debería insistir hasta que se le rindiera (tal como volvían a prometer las canciones). De repente, al pensar en la rendición de la señora Morrisey, lo envolvió el fuego. Dejo la radio puesta y bajó la escalera riendo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Habían tardado parte de la mañana en reunir una lista de las personas utilizadas por los Laboratorios en las pruebas. Carnegie notó la renuencia de la empresa a abrir sus archivos a la investigación, a pesar de los horrores perpetrados en su edificio. Finalmente, poco despues de mediodía, completaron rápidamente una lista con los nombres y las direcciones de los sujetos: cincuenta y cuatro en total. Ninguno de ellos, le informaron los empleados de la oficina, coincidía con la descripción del sujeto de Welles. Le explicaron que estaba claro que los doctores habían utilizado las instalaciones para trabajar en proyectos privados. Aunque la política de la empresa no estimulaba estas actitudes, ambos profesionales eran investigadores avezados y por eso les dejaban cierta libertad de acción. Por lo tanto, era probable que el hombre que Carnegie buscaba no hubiera figurado nunca en la nómina de los Laboratorios. Impertérrito, Carnegie ordenó que hicieran una serie de fotos a partir del vídeo y las hizo distribuir —con la lista de nombres y direcciones— entre sus oficiales. A partir de ese momento todo era cuestión de trabajo de a pie y paciencia.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Leo Boyle pasó el dedo por la lista de nombres que le habían dado.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Catorce más —dijo. Su chófer gruñó y Boyle le echó un vistazo—. Tú eras compañero de McBride, ¿no es cierto?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Así es —repuso Dooley—. Lo han suspendido.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Por qué?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Por falta de delicadeza —repuso Dooley, frunciendo el ceño—. Virgil no logra captar la técnica de arresto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley paró el coche.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Es aquí? —preguntó Boyle.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dijiste número ochenta. Aquí es el ochenta. Míralo: ocho cero.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tengo ojos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle bajó del coche y subió por el sendero. La casa era espaciosa y había sido dividida en apartamentos; había varios timbres. Pulso el de J. Tredgold —el nombre que figuraba en la lista— y esperó. De las cinco casas que había visitado hasta ese momento, dos estaban ocupadas, y los residentes de las tres restantes no se parecían en nada al sospechoso.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle esperó unos segundos en la entrada y luego volvió a llamar, esta vez con un timbrazo más prolongado.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No hay nadie —le dijo Dooley desde la acera.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Eso parece.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Al decir esto, Boyle vio por el rabillo del ojo una figura que cruzaba el vestíbulo; su silueta quedo distorsionada por el cristal translúcido de la puerta.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Espera un momento —dijo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué ocurre?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Hay alguien ahí dentro y no quiere contestar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Volvió a pulsar el primer timbre y luego los restantes. Dooley se acercó, espantando una avispa demasiado afectuosa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Estás seguro? —preguntó.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—He visto a alguien ahí dentro.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Llama a los otros timbres —sugirió Dooley.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ya lo he hecho. Ahí dentro hay alguien y no quiere abrir. –Golpeó en el cristal—. Abran, policía —anunció.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Qué listo —pensó Dooley—; ¿por qué no grita más fuerte, así se enteran tambien en el paraíso?» Cuando la puerta, como era previsible, continuó cerrada, Boyle se volvió hacia Dooley y le preguntó:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Hay algún portón lateral?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Sí.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Entonces entra por ahí. Date prisa, antes de que se escape.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿No deberíamos pedir...?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Obedece! Me quedaré aquí vigilando. Si puedes entrar por detrás, ven a abrir la puerta.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley se marchó y dejó a Boyle solo en la puerta principal. Volvió a dar una serie de timbrazos y haciéndose sombra con las manos en la frente, aplicó la cara al cristal. En el vestíbulo no había señales de movimiento. ¿Era posible que el pájaro hubiera volado? Retrocedió por el sendero y observó las ventanas: éstas le devolvieron una mirada vacía. Había pasado el tiempo suficiente como para que Dooley llegara a la parte trasera de la casa, pero todavía no había llamado ni había vuelto a aparecer. Inmovilizado donde estaba, y nervioso porque su táctica le hubiera hecho perder la presa, Boyle decidió dirigirse a la parte trasera de la casa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley había dejado abierto el portón lateral. Boyle avanzó por el corredor; miró a través de una ventana y vio una sala vacía antes de proseguir hacia la puerta trasera. Estaba abierta. Sin embargo, no había señales de Dooley. Boyle se metió en el bolsillo la foto y la lista y entró; no quiso llamar a Dooley por temor a que su grito alertara al malhechor, y el silencio lo puso aún más nervioso. Cauteloso como un gato caminando sobre cristales rotos, atravesó el apartamento, pero todas las habitaciones estaban vacías. Ante la puerta del apartamento que daba al vestíbulo en el que había visto la silueta por primera vez, se detuvo. ¿Dónde se habría metido Dooley? Al parecer había desaparecido.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces oyó un gruñido detras de la puerta.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Dooley? —inquirió.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Otro gruñido. Entró en el vestíbulo. Vio tres puertas más. todas cerradas; posiblemente serían otros apartamentos, o salas dormitorio. Sobre el felpudo de fibra de coco, ubicado ante la puerta principal, estaba la porra de Dooley, abandonada como si su dueño hubiera emprendido la huida. Boyle se tragó sus miedos y se internó en el corredor. Volvió a oír la queja, más cerca esta vez. Miró a su alrededor y echó un vistazo a la escalera. Allí. en el descansillo, yacía Dooley. Estaba semiinconsciente. Habían intentado quitarle las ropas de un modo brutal; grandes porciones de su fofa anatomía inferior estaban al descubierto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué ocurre, Dooley? —inquirió Boyle, acercándose al pie de la escalera.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El oficial oyó su voz y se dio la vuelta rodando. Sus ojos nublados se abrieron aterrados al ver a Boyle.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tranquilo, hombre, soy yo —le dijo éste.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle se dio cuenta demasiado tarde de que Dooley no lo miraba a él, sino a algo que había a sus espaldas. Cuando giró sobre sus talones para ver qué asustaba a Dooley, una silueta lo atropelló como un ariete. Maldiciendo y sin aliento, Boyle cayó al suelo. Se arrastró durante unos segundos antes de que su atacante lo agarrara por la chaqueta y el pelo y lo obligara a ponerse de pie. Reconoció de inmediato la cara salvaje pegada contra la suya —la línea del pelo en retirada, la boca débil, el hambre—, pero había muchas cosas que no había esperado. El hombre estaba desnudo como un crío al llegar al mundo, aunque no tan modestamente dotado. Además, tenía una erección notoria. Si el ojito brillante que llevaba en la entrepierna apuntando hacia Boyle no constituía prueba suficiente, cuando le arrancó las ropas con las manos, las intenciones del asaltante quedaron perfectamente claras.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Dooley! —aulló Boyle al ser lanzado hacia el vestíbulo—. ¡En nombre de Dios! ¡Dooley!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sus súplicas fueron acalladas cuando golpeó contra la pared opuesta. El hombre enloquecido se lanzó sobre él en un abrir y cerrar de ojos y le aplastó la cara contra el papel pintado; pájaros y flores entrelazados le llenaron los ojos. Desesperado, Boyle luchó, pero la pasión de aquel hombre le daba una fuerza ingobernable. Una mano insolente sujetaba la cabeza del policía, mientras la otra le arrancaba los pantalones y la ropa interior, dejando sus nalgas al aire.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dios... —suplicó Boyle al papel pintado de la pared—. Por favor, Dios mío, que alguien me ayude...<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero las plegarias resultaron tan infructuosas como sus esfuerzos. Estaba clavado contra la pared como una mariposa extendida sobre un corcho, a punto de ser traspasado. Cerró los ojos; tenía las mejillas bañadas de lágrimas de frustración. El asaltante le soltó la cabeza y consumó la violación. Boyle se negó a gritar. El dolor que sintió no se equiparaba a la humillación. Quizá era mejor que Dooley estuviera en coma, así la humillación acabaría sin testigos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Basta —murmuró hacia la pared, dirigiéndose a su cuerpo y no a su atacante, para urgirlo a que no sintiera placer con aquel ultraje.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero sus terminaciones nerviosas fueron traicioneras y se contagiaron del incendiario ataque. Bajo la agonía punzante, una parte imperdonable de él se puso a la altura de las circunstancias.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En la escalera, Dooley se incorporó con dificultad. La region lumbar, debilitada desde un accidente automovilístico ocurrido las Navidades anteriores, había cedido en cuanto el salvaje lo lanzó contra la pared. El más mínimo movimiento le producía una agonía atroz. Baldado por el dolor, se tambaleó basta el pie de la escalera y miró, asombrado, hacia el vestíbulo. ¿Acaso era Boyle, el arrogante, el ascendente, al que estaban violando como a un muchacho necesitado de dinero para droga? La escena paralizó a Dooley durante varios segundos; luego apartó los ojos y los dirigió a la porra que yacía sobre el felpudo. Se movió cautelosamente, pero el salvaje estaba demasiado ocupado con la desfloración como para notarlo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome estaba escuchando el corazón de Boyle. Su latido era fuerte y seductor, y a cada arremetida suya parecía aumentar su volumen. Lo quería para él, quería su calor, su vida. Puso la mano sobre el pecho de Boyle y empezó a hundirla en la carne.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dame tu corazón —le dijo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHWrbBB76E5_BQNMKAyF2UY51s4sPylsSIZ3EaUlcXASc9jKBScZZmCqIgDv_no9nOQ39fhOd8gzX2lGc0KDTzKieJtCrnDpH2n9U4R0r9etmTS-CL38MRDOlBMYtPqrYPnBOoArJRgQwc/s1600/corazon_2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHWrbBB76E5_BQNMKAyF2UY51s4sPylsSIZ3EaUlcXASc9jKBScZZmCqIgDv_no9nOQ39fhOd8gzX2lGc0KDTzKieJtCrnDpH2n9U4R0r9etmTS-CL38MRDOlBMYtPqrYPnBOoArJRgQwc/s320/corazon_2.jpg" width="314" /></a></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Era como las letras de las canciones.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle gritó con la cara aplastada contra la pared cuando su atacante le hundió la mano en el pecho. Habia visto fotos de la mujer de los Laboratorios; en su imaginación, la herida abierta de aquel torso le resultó clara como el rayo. El maniaco pretendía repetir aquella atrocidad. <i>Dame tu corazón</i>. Aterrado, al borde de la locura, encontró nuevas fuerzas y reanudó la lucha, clavando las uñas en el torso de su atacante: nada; ni siquiera la sangrienta pérdida del pelo interrumpió el ritmo de sus arremetidas. Como último recurso, Boyle intentó meter una mano entre su cuerpo y la pared para llegar a la entrepierna del muy hijo de puta y arrancarle los testículos. Cuando se disponía a hacerlo, Dooley atacó, descargando una lluvia de golpes de porra sobre la cabeza del salvaje. Aquella distracción le dio a Boyle amplitud de movimientos. Se apretó con fuerza contra la pared; las manos del asaltante, resbaladizas por la sangre que manaba del pecho de Boyle, soltaron a su presa. Boyle volvió a empujar. Esta vez logró quitarse de encima al atacante. Los cuerpos se separaron. Boyle se volvió, sangrando pero a salvo, y vio a Dooley perseguir al hombre por el vestíbulo, dándole golpes en la grasienta cabeza rubia. El enloquecido no intentó protegerse; sus ojos ardientes (Boyle jamás había comprendido hasta ese momento la precisión física de la imagen) seguían prendidos del objeto de sus afectos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Mátalo! —exclamó Boyle por lo bajo, mientras el hombre sonreía, ¡sonreía!, a pesar de los golpes—. ¡Destrózale hasta el último hueso!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Aunque Dooley, maltrecho como se encontraba, hubiera estado en condiciones de obedecer aquella orden, no tuvo ocasión de hacerlo. Una voz proveniente del corredor interrumpió la paliza. Del apartamento por el que había entrado Boyle salió una mujer. A juzgar por su estado, también había sido víctima de aquel saqueador; pero estaba claro que al entrar Dooley en la casa había distraído al atacante antes de que le ocasionara un serio daño.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Arréstenlo! —gritó, señalando al hombre sonriente—. ¡Ha intentado violarme!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley se acercó para tomar posesión del prisionero, pero Jerome tenía otras intenciones. Le puso la mano en la cara y lo empujó contra la puerta principal. El felpudo de fibra de coco se deslizó debajo de sus pies y Dooley estuvo a punto de caer. Cuando recuperó el equilibrio, Jerome se había levantado y había huido. Boyle intentó detenerlo, pero el pantalón hecho jirones se le enredó en las piernas, y Jerome no tardó en plantarse rápidamente en mitad de la escalera.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Pide ayuda —le ordenó Boyle a Dooley—. Date prisa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dooley asintió y abrió la puerta principal.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Hay forma de salir por la parte de arriba? —preguntó Boyle a la señora Morrisey. Ella negó con la cabeza—. Entonces tenemos atrapado a ese bastardo, ¿no es así? —dijo—. ¡Vamos, Dooley, muévete! —Dooley bajo cojeando por el sendero—. Y usted —agregó Boyle, dirigiéndose a la mujer—, busque algo que sirva de arma. Cualquier cosa sólida.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer asintió y volvió sobre sus pasos, dejando a Boyle acurrucado junto a la puerta abierta. Una suave brisa le enfrió el sudor que le bañaba la cara. Afuera, en el coche, Dooley pidió refuerzos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle pensó que los coches no tardarían en llegar y que se llevarían al hombre a rastras, a prestar declaración. No tendría ocasión de vengarse cuando estuviera bajo custodia; la ley seguiría su plácido curso y él, la víctima, no sería más que un espectador. Si quería salvar las ruinas de su virilidad, aquélla era la ocasión. Si no lo hacía, si languidecía allí, con las tripas ardiendo, jamás se desharía del horror provocado por la traición de su cuerpo. Debía actuar ya, debía borrarle la sonrisa de la cara a su violador de una vez y para siempre, o vivir despreciándose hasta que le fallase la memoria.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No le quedaba otra alternativa. Sin pensárselo más, se levantó y comenzó a subir la escalera. Al llegar al descansillo, se dio cuenta de que no llevaba armas, pero sabía que si volvía a bajar, perdería impulso. En ese momento, estaba preparado a morir si era necesario, por lo que continuó subiendo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el rellano superior sólo había una puerta abierta. Del interior del cuarto le llegó el sonido de una radio. Abajo, en la seguridad del vestíbulo, oyó a Dooley entrar de la calle para decirle que había pedido refuerzos e interrumpirse en mitad de la frase. Pasando por alto la distracción, Boyle entró en el apartamento.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No había nadie. Tardó unos minutos en revisar la cocina, el baño y la sala: todo vacío. Regresó al lavabo; la ventana estaba abierta y asomó la cabeza. La distancia que había hasta el césped del jardín era fácil de cubrir. En el suelo había unas huellas del cuerpo del hombre. Había saltado y se había ido.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Boyle se maldijo por haberse demorado, y agachó la cabeza. Un calorcillo le bajó por el interior del muslo. En la habitación contigua, seguían sonando las canciones de amor.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Para Jerome no existió el olvido, esa vez no. El encuentro con la señora Morrisey, interrumpido por Dooley, y el episodio con Boyle no habían hecho más que avivar el fuego que llevaba dentro. A la luz de aquellas llamas, comprendió claramente los crímenes cometidos. Recordó con espantosa claridad el laboratorio, la inyección, los monos, la sangre. Sin embargo, los actos que recordaba (y eran muchos) no despertaron en él una sensacion de pecado. Las consecuencias morales, la vergüenza y el remordimiento fueron arrasados por el fuego que continuaba lamiéndole la carne y provocándole nuevos entusiasmos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se refugió en un callejón tranquilo para ponerse presentable. Las ropas que había logrado reunir antes de la huida eran abigarradas, pero le servirían para no llamar la atención. Mientras se abrochaba —el cuerpo parecía rechazar las ropas, como si se negara a que lo cubrieran—, intentó controlar el holocausto que rugía en su interior. Pero las llamas no se apagaban. Cada fibra de su ser se sentía viva ante el fluir del mundo que le rodeaba. Los ordenados árboles que bordeaban el camino, la pared que había a sus espaldas, las piedras del suelo bajo sus pies desnudos se prendían y ardían con su mismo fuego. Al ver cómo se propagaba el incendio, sonrió. El mundo, con cada uno de sus ansiosos detalles, le devolvió la sonrisa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">Excitado más allá de todo control, se volvió hacia la pared en la que se había recostado. El sol le daba de lleno, y estaba tibia; los ladrillos olían divinamente. Llenó de besos sus caras agrietadas; sus manos exploraron cada recoveco, cada rugosidad. Murmurando naderías dulzonas, se bajó la cremallera de la bragueta, buscó un cómodo agujero y lo llenó. La mente se le pobló de imágenes líquidas: anatomías mezcladas, hombres y mujeres en un ayuntamiento carnal indescifrable. Arriba, en el cielo, hasta las nubes ardían; subyugado por sus cabezas ardientes, sintió cómo se le erguía el pene. Le faltaba la respiración. Pero ¿y el éxtasis? Seguramente no acabaría nunca.<o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">Sin previo aviso, un espasmo doloroso le recorrió la columna vertebral desde la corteza cerebral hasta los testículos, y volvió a subir, sacudiéndolo. Las manos soltaron el ladrillo y acabó su agónico orgasmo en el aire, mientras caía al suelo. Durante varios segundos permaneció tendido, mientras los ecos del espasmo inicial le subían y bajaban por la columna, disminuyendo con cada regreso. En el fondo de la garganta sintió el sabor de la sangre; no estaba seguro de si se había mordido el labio o la lengua, pero creyó que no. Por encima de su cabeza, los pájaros volaban en círculos, elevándose lánguidamente en una espiral de aire cálido. Observó cómo se iba apagando el fuego de las nubes.<o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se incorporó y bajó la vista para ver el montón de semen derramado sobre la acera. Durante un frágil instante revivió una bocanada de la visión que había tenido; imaginó la unión de su simiente con la piedra del suelo. Y pensó cuán sublimes serían las criaturas de las que el mundo podría vanagloriarse si pudiera copular con un ladrillo o un árbol; estaba dispuesto a soportar dichosamente los tormentos de la concepción si tales milagros fueran posibles. Pero los adoquines no se conmovieron ante las súplicas de su simiente; y la visión, igual que el fuego del cielo, se enfrió y ocultó sus glorias.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Guardó el miembro ensangrentado y se reclinó contra la pared, dando vueltas y más vueltas a los extraños acontecimientos de su vida. Algo fundamental estaba cambiando en él, de eso estaba seguro; el éxtasis que lo había poseído (y que sin duda volvería a poseerlo) era distinto de todo lo que había experimentado hasta entonces. Fuera lo que fuese lo que le habían inyectado, no daba señales de eliminarse naturalmente, todo lo contrario. Todavía sentía en su interior el calor, igual que le ocurriera al abandonar los Laboratorios, aunque esta vez el rugido de su presencia fue más fuerte que nunca.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Estaba viviendo una nueva clase de vida, y esa certeza, aunque aterradora, le producía alborozo. En ningún momento se le ocurrió a su aturdido y erotizado cerebro pensar que, con el tiempo, esa nueva clase de vida requeriría una nueva clase de muerte.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sus superiores le habían advertido a Carnegie que esperaban resultados, y él pasó el rapapolvo verbal recibido a sus subalternos. Era una línea de humillaciones, en la que el de mas rango era estimulado a patear al de abajo, y éste, a su vez, al que tenía mas abajo aun. Carnegie se había preguntado a veces qué haría el último de la fila para desahogar sus iras; seguramente se desquitaría con su perro.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Ese sinvergüenza sigue suelto, caballeros, a pesar de que su foto haya salido en muchos periódicos de esta mañana, y a pesar de un método de operaciones que resulta, por decir lo más leve, insolente. Lo atraparemos, claro está, pero hemos de hacerlo antes de que el muy bastardo asesine a alguien más...<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sonó el teléfono. El sustituto de Boyle, Migeon, lo cogió, mientras Carnegie concluía la estimulante perorata a los oficiales allí reunidos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Caballeros, lo quiero aquí dentro de veinticuatro horas. Es el tiempo que me han dado, no tenemos más. Veinticuatro horas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Migeon lo interrumpió:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Señor Carnegie, es Johannson. Dice que tiene algo para usted y que es urgente.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Está bien. —El inspector cogió el auricular y dijo—. Aquí Carnegie.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La voz al otro extremo de la línea era tan queda que casi no se oía.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Carnegie —dijo Johannson—, hemos repasado toda la información que encontramos en el laboratorio sobre las pruebas de Dance y Welles...<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—También hemos analizado los restos de la sustancia extraídos de la hipodérmica que usaron en el sospechoso. Creo que hemos encontrado al Niño, Carnegie.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué niño? —inquirió éste; le irritaba la obcecación de Johannson.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El Niño Ciego.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Y?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Inexplicablemente, Carnegie tuvo la certeza de que al otro lado de la línea Johannson sonreía antes de contestar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Creo que será mejor que venga personalmente a verlo. ¿Qué le parece a eso de mediodía?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Johannson podía haber sido uno de los más grandes envenenadores de la historia: poseía todos los requisitos y las cualificaciones. Una mente ordenada (la experiencia de Carnegie le había enseñado que los envenenadores eran un dechado de perfección), una naturaleza paciente (el envenenamiento llevaba su tiempo) y, lo más importante, un conocimiento enciclopédico de toxicología. Al verlo en acción, cosa que ya había sucedido en dos ocasiones anteriores, Carnegie vio al hombre sutil dedicado a su sutil arte y el espectáculo le heló la sangre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Johannson se había instalado en el laboratorio del piso superior, donde habían asesinado a la doctora Dance, en vez de utilizar para la investigación las instalaciones policiales, porque, según él mismo le explicara, gran parte del equipo del que se jactaba la organizacion Hume no existía en ninguna otra parte. Su dominio del lugar, junto con la ayuda de sus dos asistentes, había transformado el desorden dejado por los anteriores experimentadores en un sueño de orden y pulcritud. Sólo los monos continuaban siendo una constante. Por más que se empeñara, Jobannson no lograba controlar su comportamiento.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No nos resultó difícil encontrar la droga utilizada en su sospechoso —dijo Johannson—; simplemente cotejamos los restos que quedaban de la hipodérmica con los materiales encontrados en la sala. Al parecer, han estado fabricando esta sustancia, o variaciones del mismo tema, durante un tiempo. Los del laboratorio dicen no estar enterados de nada, claro. Me inclino a creerles. Lo que los buenos doctores estaban haciendo aquí era un experimento de tipo personal.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué clase de experimento?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Johannson se quitó las gafas y se dispuso a limpiarlas con la punta de la corbata roja.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoIsZBFUDR7ov93hWBZTMVx0Q6oOetuF0WrHd-RILNT4JQE6AsLeWOvnkcENQaI3xRxs2IE_rmGnRL8vIGoa7fIaL3QHO7uCLsIrJnrSEZqg4zHQtNE4-igESQ4DboeAdB9GA-TH63L_iq/s1600/descarga.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoIsZBFUDR7ov93hWBZTMVx0Q6oOetuF0WrHd-RILNT4JQE6AsLeWOvnkcENQaI3xRxs2IE_rmGnRL8vIGoa7fIaL3QHO7uCLsIrJnrSEZqg4zHQtNE4-igESQ4DboeAdB9GA-TH63L_iq/s1600/descarga.jpg" /></a></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Al principio pensamos que querían desarrollar una especie de alucinógeno –dijo—. En ciertos aspectos, la sustancia utilizada en su sospechoso se parece a un narcótico. En realidad, dejando de lado los métodos, creo que han hecho unos descubrimientos interesantes, que nos llevan a un territorio completamente nuevo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Entonces no es una droga?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Claro que es una droga —dijo Johanoson, poniéndose las gafas—, pero es una droga que sirve a un propósito muy especifico. Véalo con sus propios ojos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Johannson lo condujo a través del laboratorio hasta la fila de jaulas donde estaban los monos. En lugar de estar encerrados por separado, al toxicólogo le había parecido conveniente abrir las puertas que conectaban las jaulas entre sí, dejando que los animales tuvieran libre acceso para reunirse. La consecuencia era abolutamente clara: los animales estaban entregados a una serie de complejos actos sexuales. Carnegie se preguntó por qué los monos se pasaban la vida realizando obscenidades. Era la misma manifestación tórrida que tenía lugar cuando, de pequeños, llevaba a sus hijos al jardín zoológico de Regent. la jaula de los simios provocaba una embarazosa pregunta tras otra. Al cabo de un tiempo dejó de llevar a sus hijos al zoológico. Le resultaba demasiado mortificante.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Es que no tienen nada mejor que hacer? —le preguntó a Johannson, apartando la vista para volverla a posar en un <i>menage à trois</i> tan íntimo que el ojo no lograba descifrar qué miembro pertenecía a que mono.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">—Créame —dijo Johannson, sonriendo presuntuosamente—, esto es suave comparado con el comportamiento que hemos observado en estos animales desde que les inyectamos la sustancia. A partir de ese momento, se olvidaron de las pautas normales de comportamiento, se saltaron los signos de excitación, los rituales de cortejo. Ya no les interesa la comida. No duermen. Se han convertido en unos obsesos sexuales. Olvidaron los demás estímulos. A menos que la sustancia se elimine, me temo que follen hasta reventar.<o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">Carnegie echó un vistazo a las demás jaulas; en cada una de ellas se desarrollaban las mismas escenas pornográficas. Violaciones en masa, uniones homosexuales, fervorosas y exaltadas masturbaciones.<o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">—Con razón los doctores mantuvieron en secreto su descubrimiento —prosiguió Johannson—; estaban a punto de descubrir algo que los haría ricos. Un afrodisíaco que funciona.<o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">—¿Un afrodisíaco?<o:p></o:p></span></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—La mayoría no sirven de nada. El cuerno de rinoceronte, las anguilas vivas en salsa de nata son elementos simbólicos. Están pensados para excitar por asociación.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie recordó el hambre reflejada en los ojos de Jerome. En los monos observó su eco. Hambre, y la desesperación que el hambre trae consigo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Y los ungüentos tampoco sirven de nada. La <i>Cantharis vesicatoria...<o:p></o:p></i></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><br /></i></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué es eso?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tal vez la conozca por los nombres de cantárida o mosca española. Es un insecto con el que se fabrica una pasta. Tampoco sirve de nada. En el mejor de los casos estas sustancias son inflamatorias. Pero esto... —Recogió una ampolla de líquido incoloro—. Esto es algo que raya en lo genial.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—A mí no me parece que los monos sean muy felices con eso en el cuerpo...<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Todavía está sin depurar —le explicó Johaunson—. Creo que los investigadores fueron muy codiciosos, y realizaron pruebas en humanos dos o tres años antes de lo aconsejable. Tal como se encuentra ahora, esta sustancia es casi letal, de eso no cabe duda. Pero con el tiempo podría funcionar. Verá usted, han logrado superar el problema mecánico; esta sustancia actua directamente sobre la imaginación erótica, sobre la libido. Si uno excita la mente, el cuerpo responde. Ahí está el truco.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El matraqueo de la malla de alambre obligó a Carnegie a apartar la vista de las pálidas facciones de Johannson. Una de las monas, al parecer insatisfecha con las atenciones de varios machos, se había despatarrado contra la jaula y con sus dedos diestros intentaba tocar a Carnegie; sus compañeros no iban a permitirle que los dejara sin amor, y se habían entregado a la sodomía.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es Cupido, ¿no? —comentó Johannson—. ''El amor no ve con los ojos sino con la imaginación.'' </span></span><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;">Por eso al Cupido alado lo pintan ciego. Pertenece a </span><i style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;">El sueño de una noche de verano.</i><br />
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1ZvlXEyHcjdKEa5LOPVMzVZ0WdPYWYZQD8xdFDJrhsi9kgQOF_DySJzu3we4hxdjTQE1PgrWeG_e8Ej6St8exaAmqddIGxfa9CbJV8P1arL6UDt1U-VxLrKcYRRJR0-bBpl_rYsqy6gGK/s1600/detalle+pintura+de+Rafael%252C+cupido+disparando%252C+en+la+Farnesina+de+roma.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="252" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1ZvlXEyHcjdKEa5LOPVMzVZ0WdPYWYZQD8xdFDJrhsi9kgQOF_DySJzu3we4hxdjTQE1PgrWeG_e8Ej6St8exaAmqddIGxfa9CbJV8P1arL6UDt1U-VxLrKcYRRJR0-bBpl_rYsqy6gGK/s320/detalle+pintura+de+Rafael%252C+cupido+disparando%252C+en+la+Farnesina+de+roma.JPG" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Detalle pintura de Rafael</td></tr>
</tbody></table>
<i style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;"><br /></i></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El Bardo nunca fue mi fuerte —dijo Carnegie. Y volvió a concentrarse en la mona—. ¿Y Jerome? —inquirió.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tiene la sustancia en la sangre. Una buena dosis.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Entonces es como estos animales!<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Supongo que al contar con unas capacidades intelectuales superiores, la sustancia no actuará de un modo tan deliberado. Aunque, ahora que lo pienso, el sexo puede convertir en simio hasta al más pintado, ¿no? —Johannson se permitió sonreír a medias ante el juego de palabras—. Nuestras llamadas preocupaciones superiores se vuelven secundarias. Por un instante, el sexo nos vuelve obsesivos; somos capaces de realizar, o al menos creemos que podemos realizar, hechos que, retrospectivamente, resultan extraordinarios.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Considero que no hay nada de extraordinario en una violación —comentó Carnegie, intentando cortar en seco la rapsodia de Johannson.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el hombre no se dio por vencido.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El sexo sin final, sin compromisos, sin disculpas —prosiguió—. Imagíneselo. El sueño de Casanova.<o:p></o:p></span></span><br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsLg4cAY3BGzAeLpEGc0tNNo0mqubE8o_GvqmDkxuI-pwG5zPOeI1W0BkOyj9lQHWMReEVic_H9VZWMh10f4rOhwpaJbrvjryFuOACdrwAdVK5aBWvTHWIm1j7sbRVpKks09fZrNCzmIeV/s1600/caacy61.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="250" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsLg4cAY3BGzAeLpEGc0tNNo0mqubE8o_GvqmDkxuI-pwG5zPOeI1W0BkOyj9lQHWMReEVic_H9VZWMh10f4rOhwpaJbrvjryFuOACdrwAdVK5aBWvTHWIm1j7sbRVpKks09fZrNCzmIeV/s400/caacy61.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="background-color: white; color: #6a6a6a; font-family: arial, sans-serif; font-size: xx-small; line-height: 18.2000007629395px; text-align: start; text-indent: 0px;">Romains de la décadence</span><span style="background-color: white; color: #545454; font-family: arial, sans-serif; font-size: xx-small; line-height: 18.2000007629395px; text-align: start; text-indent: 0px;">, Thomas Couture.</span></td></tr>
</tbody></table>
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El mundo había presenciado tantas eras... El Siglo de las Luces, la Reforma, la Era de la Razón. Y ahora, por fin, la Era del Deseo. Y después, el fin de las eras, el fin de todo. Porque los fuegos avivados ahora eran más feroces de lo que sospechaba el mundo inocente. Eran fuegos terribles, fuegos sin final que iluminarían el mundo con su luz única, feroz y definitiva.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Eso pensaba Welles mientras yacía en su cama. Había recuperado la conciencia hacía unas horas, pero prefirió no dar señales de ello. Cuando entraba una enfermera, cerraba los ojos con fuerza y respiraba con más lentitud. Sabía que no podría fingir durante mucho tiempo, pero las horas le permitieron reflexionar sobre cuál sería su itinerario a partir de ese momento. En primer lugar tendría que regresar a los Laboratorios, para destruir los papeles allí guardados y borrar las cintas grabadas. Había decidido que a partir de ese momento toda información sobre el Proyecto Niño Ciego existiría solamente en su cabeza. De ese modo ejercería un control completo sobre su obra maestra y nadie podría arrebatársela.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Nunca le había interesado demasiado ganar dinero con el descubrimiento, aunque era consciente de lo lucrativo que podría llegar a ser un afrodisiaco viable; nunca había dado un pimiento por los bienes materiales. El motivo inicial que le había llevado al desarrollo de la droga —descubierta accidentalmente mientras probaban un agente para ayudar a los esquizofrénicos— fue el afán de investigar. Pero sus motivaciones habían madurado a lo largo de los meses de trabajo secreto. Había llegado a pensar en sí mismo como el iniciador del milenio. No permitiría que nadie le arrebatara ese papel sagrado.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Así pensaba mientras yacía en la cama, esperando el momento de huir.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras vagaba por las calles, Jerome habría aprobado alegremente la visión de Welles. De todos los hombres quizá él fuera el más ansioso por dar la bienvenida a la Era del Deseo. Veía sus portentos por todas partes. En las vallas publicitarias y en los carteles de cine, en los escaparates y en las pantallas de televisión: en todas partes el cuerpo como mercancía. Donde no se utilizaba la carne para comercializar artefactos de acero y piedra, esos mismos artefactos adoptaban sus propiedades. Los automóviles pasaban junto a él con todos los atributos voluptuosos menos la respiración: sus sinuosas estructuras brillaban, sus interiores eran invitantes y mullidos. Los edificios lo rodeaban con sus retruécanos sexuales. Capiteles, pasadizos, plazas sombreadas con fuentes de agua blanca. Bajo el embeleso de lo trivial —los miles de distracciones que encontraba en la calle y la plaza—, sentía la madura vida del cuerpo impregnando cada detalle.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El espectáculo mantenía bien avivado su fuego interno; su fuerza de voluntad a duras penas lograba impedirle dispensar sus atenciones a cada una de las criaturas sobre las que posaba los ojos. Unos pocos presentían ese calor y se alejaban de él. Los perros también lo sentían. Varios lo siguieron, excitados por su excitación. Las moscas orbitaban sobre su cabeza en escuadrones. A medida que se acostumbraba a su estado, logró ejercer sobre él un rudimentario control. Sabía que una demostración pública de sus ardores atraería a la ley, y eso obstaculizaría sus aventuras. El fuego que había iniciado no tardaría en propagarse; entonces saldría de su escondite y se bañaría libremente en el. Hasta entonces, lo mejor sería la discreción.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En cierta ocasión había comprado la compañía de una joven del Soho; fue en su busca. Esa tarde hacía un calor bochornoso, aunque no se sentía fatigado. No había comido desde la noche anterior, pero no tenía hambre. Al subir la estrecha escalera hacia la habitación del primer piso que Angela ocupaba, se sintió vigoroso como un atleta, pletórico de salud. El proxeneta de mirada penetrante y fiera, inmaculadamente vestido, que solía ocupar un lugar en lo alto de la escalera no etaba presente. Jerome se dirigió a la habitación de la muchacha y llamo. No recibió respuesta. Volvió a llamar con mayor urgencia. Sus golpes hicieron que una mujer de mediana edad se asomara a la puerta del final del rellano.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué quieres?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—A la mujer —repuso sencillamente.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Angela se ha ido. Y sera mejor que te vayas tú tambien. Fijate en que estado estás. Esto no es una posada de mala muerte.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Cuándo volverá? —preguntó, intentando sujetar lo mejor que podía su apetito.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer, que era tan alta como Jerome y mucho mas pesada, avanzó hacia él.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—La muchacha no volvera, de modo que lárgate de aquí antes de que llame a Isaiah.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome la miró; ejercía el mismo oficio que Angela, no cabía duda, aunque no era tan joven ni tan bella. Le sonrió.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Oigo tu corazón —le dijo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No te lo repetiré...<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Antes de que pudiera acabar la frase, Jerome atravesó el rellano y fue hacia ella. La mujer no se asustó por su acercamiento, simplemente se mostró asqueada.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;">—Si llamo a Isaiah lo lamentarás —le informó.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">El ritmo de sus latidos había aumentado, y Jerome logró oírlo.<o:p></o:p></span></span></span><br />
<div style="line-height: 18.2000007629395px;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
</div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Estoy ardiendo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer frunció el ceño; estaba claro que iba a perder aquella batalla de agudezas.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No te me acerques, te lo advierto.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los latidos eran todavía mas rápidos. El ritmo, sepultado en su sustancia, lo impulsó a avanzar. De aquella fuente provenía toda la vida, todo el calor.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dame tu corazón.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Isaiah!<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Nadie acudió a la llamada. Jerome no le dio oportunidad de gritar por segunda vez. La abrazó y con una mano le tapó la boca. La mujer le descargó una andanada de golpes, pero el dolor no hizo mas que avivar las llamas. Brilló más y más; cada uno de sus orificios daba al horno de su vientre, de su ijada, de su cabeza. La mayor corpulencia de la mujer no le sirvió de ventaja ante tanto fervor. La empujó contra la pared —el latido de su corazón le retumbaba en los oídos— y comenzó a besarle el cuello, al tiempo que le arrancaba el vestido para descubrirle los pechos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No grites —le dijo, procurando parecer persuasivo—. No quiero hacerte daño.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer negó con la cabeza y a través de la mano con la que le tapaba la boca dijo:<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No gritaré.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome quitó la mano y la mujer respiró desesperadamente, preguntándose dónde estaría Isaiah. No muy lejos, seguramente. Temió por su vida si se negaba al intruso —¡cómo le brillaban los ojos!—; abandonó todo intento de resistirse y lo dejó hacer. Por su larga experiencia sabía que el aprovisionamiento de pasión de los hombres se acababa fácilmente. Aunque amenazaran con mover el cielo y la tierra, media hora después sus jactancias acababan en sábaitas húmedas y resentimiento. Si las cosas llegaban a lo peor, podría soportar su tonta cháchara sobre el fuego y la quemazón; había oído conversaciones de alcoba mucho más obscenas. En cuanto al pitón que intentaba introducirle, él y sus cómicos colegas no guardaban sorpresa alguna para ella.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome quería tocarle el corazón, quería ver cómo le salpicaba la cara, bañarse en él. Le puso la mano en el pecho y sintió los latidos bajo la palma.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Te gusta, ¿eh? —dijo la prostituta cuando él le apretó el pecho—. No eres el primero.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Le arañó la piel.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Despacio, cariño —le dijo burlona, y echó un vistazo por encima del hombro para comprobar si había señales de Isaiah—. No seas brusco. Es el único cuerpo que tengo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No le hizo el menor caso. Los arañazos la hicieron sangrar.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No hagas eso —le ordenó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Quiere salir —repuso, hundiendo más los dedos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">De repente, la mujer se dio cuenta de que aquello no era un juego amoroso.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Basta! —le dijo cuando comenzó a lacerarla.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Esta vez la mujer gritó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Abajo, no muy lejos, en la calle, Isaiah dejó caer la porción de<i> tarte française</i> que acababa de comprar y corrió a la puerta. No era la primera vez que la gula lo había tentado y había abandonado su puesto, pero —a menos que reparara el daño rápidamente— muy bien podría ser la última. Del rellano le llegaron unos ruidos tremendos. Subió la escalera a toda velocidad. La escena con la que se toparon sus ojos era peor que la conjurada por su imaginación. Simone se encontraba atrapada contra la pared, junto a su puerta, con un hombre pegado ávidamente a ella. De alguna parte, entre los dos, manaba sangre, pero no logró precisar de dónde.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Isaiah lanzó un grito. Con las manos ensangrentadas, Jerome interrumpió su labor y se volvió justo cuando un gigante muy bien vestido se abalanzaba sobre él. Jerome tardó unos segundos vitales en retirarse de la mujer, y en ese tiempo el hombre se le lanzó encima. Isaiah lo aferró y a rastras lo apartó de la mujer. Sollozando, ella se refugió en su cuarto.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Maldito hijo de puta —dijo Isaiah, descargando sobre él una andanada de puñetazos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome se tambaleó. Pero estaba ardiendo, y por lo tanto no tenía miedo. En una pausa, saltó sobre el hombre como un mandril enfurecido. Isaiah, cogido por sorpresa, perdió el equilibrio y cayó contra una de las puertas, que se abrió hacia adentro bajo su peso. Se desplomó en el interior de un escuálido lavabo y su cabeza fue a golpear contra la taza del retrete. El impacto lo desorientó; quedó tendido sobre el manchado linóleo, gruñendo y con las piernas abiertas. Jerome oyó la sangre fluir ávidamente por las venas del hombre, y olió el azúcar de su aliento. Sintió la tentación de quedarse, pero su instinto de conservacion le aconsejo lo contrario; Isaiah intentaba incorporarse otra vez. Antes de que lograra ponerse en pie, Jerome se dio media vuelta y huyó escalera abajo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el escalón de la puerta se encontró con la canícula; le sonrió. La calle lo quería más que la mujer del rellano, y él ansiaba complacerla. Corrió por la acera; la erección continuaba empujando contra los pantalones. A sus espaldas, oyó al gigante bajar ruidosamente la escalera. Echó a correr, riéndose. El fuego continuaba ardiendo en él, y dio velocidad a sus pies; corrió calle abajo sin importarle si Aliento Azucarado lo seguía o no. Los peatones, en esta era desapasionada, no quisieron demostrar más que un interés casual en el sátiro salpicado de sangre y le cedieron el paso. Unos cuantos lo señalaron, suponiendo que seria un actor. La mayoría ni se percató de su presencia. Avanzó por una maraña de callejones; sin necesidad de mirar atrás era consciente de que Isaiah lo seguía.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Tal vez fue la casualidad la que lo condujo a la calle del mercado, o tal vez, lo más probable, era que el calor bochornoso llevó el aroma entremezclado de carne y fruta hasta su nariz, y quiso bañarse en él. El estrecho pasaje estaba atestado de compradores, visitantes y puestos colmados de mercancías. Se zambulló alegremente en la multitud, restregándose contra nalgas y muslos, encontrándose por todas partes con la mirada contagiosa de la carne. ¡Qué día! Ni él ni su pene podían creer en semejante fortuna.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">A sus espaldas oyo gritar a Isaiah. Apuró el paso, dirigiéndose a las zonas más concurridas del mercado, en donde podría confundirse entre la cálida presión de la gente. Cada contacto le producía un doloroso éxtasis. Cada orgasmo —se sucedían uno tras otro mientras avanzaba entre la apretada multitud— le producía en el cuerpo un espasmo seco. Le dolían la espalda y los testículos, pero ¿qué era su cuerpo? Sólo una pena para el monumento singular de su pene. La cabeza no era nada, la mente no era nada. Sus brazos habían sido hechos simplemente para acercar el amor al cuerpo; las piernas para conducir la exigente espada a cualquier parte donde hallara satisfaccion. Se imaginó a sí mismo como una erección andante, en un mundo que le miraba embelesado por todas partes: carne, ladrillo, acero, le daba igual, los violaría a todos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">De repente, sin que él lo buscara, la multitud se apartó, y se encontró en una callejuela estrecha, alejado del pasaje principal. El sol caía entre los edificios con un ardor magnificado. Se disponía a reunirse otra vez con la multitud, cuando olió un aroma y vio una escena que lo obligaron a continuar. Un poco más adelante, en la calle bañada por el calor, tres muchachos con el torso desnudo estaban de pie entre una pila de cajas de fruta, llenas de canastillas de fresas. Ese año habia habido una excesiva producción de fresas, y con el calor despiadado habían comenzado a ablandarse y a pudrirse. El trío de trabajadores revisaba las canastillas, clasificando las buenas y las malas, y arrojando las fresas pasadas al borde de la calzada. El aroma que se elevaba de aquel estrecho espacio era sobrecogedor: una dulzura de una fuerza que habría asqueado a cualquier otro intruso que no fuera Jerome, cuyos sentidos habían perdido la capacidad de rechazo o asco. El mundo era el mundo, y el lo tomaría, como en el matrimonio, para bien y para mal. Embelesado, se quedó mirando el espectáculo; los sudorosos obreros brillaban bajo los rayos del sol, sus manos, sus brazos y sus torsos estaban salpicados de jugo escarlata; en el aire pululaban cientos de insectos en busca del néctar; la fruta desechada se apilaba en la calzada formando montículos que desprendían zumo. Entretenidos en su pegajosa labor, al principio los obreros no se percataron de su presencia. Pero luego, uno de los tres levantó la vista y vio la extraordinana criatura que los observaba. La sonrisa se le heló en el rostro al ver los ojos de Jerome.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué diablos hace ése?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los otros dos interrumpieron su trabajo y miraron en dirección a Jerome.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dulce —dijo Jerome; lograba oír el temblor de sus corazones.<o:p></o:p></span></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirQQ6tPjwcARuVM9CTFWTZcOC4VtLZ_HFyPfTwN9GJVO3kmzPv3qzoqXmJindfF2uWC6A-pC7L6Zq5dysYOolmlJcoWZXPJuBoa7edRAzDcNTuEms3bZIzwByJT2NkL0zt8wTea5_kMgXH/s1600/boca-de-la-mujer-con-la-fresa-roja-18641262.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEirQQ6tPjwcARuVM9CTFWTZcOC4VtLZ_HFyPfTwN9GJVO3kmzPv3qzoqXmJindfF2uWC6A-pC7L6Zq5dysYOolmlJcoWZXPJuBoa7edRAzDcNTuEms3bZIzwByJT2NkL0zt8wTea5_kMgXH/s1600/boca-de-la-mujer-con-la-fresa-roja-18641262.jpg" /></a></div>
<br /></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Fijaos en ése —dijo el más joven de los tres, señalando la entrepierna de Jerome—. Exhibiéndose en público en ese estado.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Quedaron inmóviles bajo el sol, él y ellos, mientras las avispas revoloteaban alrededor de la fruta y, por la estrecha tajada del veraniego cielo azul que se veía entre los tejados, pasaban unos pájaros. Jerome deseó que aquel momento se perpetuara para siempre; su mente desnuda saboreaba en aquel paraje el Edén.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces el sueño se rompió. Sintió una sombra a sus espaldas. Uno de los obreros dejó caer la canastilla que estaba clasificando; la fruta podrida quedó estampada contra el asfalto. Jerome frunció el ceño, y se dio media vuelta. Isaiah había encontrado la calle; el arma era de acero y brillaba. Cruzó el espacio que lo separaba de Jerome en un segundo. Jerome sintió un dolor en el costado cuando el cuchillo lo atravesó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¡Jesús! —dijo el hombre joven, y echó a correr.<o:p></o:p></span></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_41m9RdmJqgIsRA4REl3fywp95U01aehPOA7fHqh97HNn7XaKGgiQnSEgzitBo7LDu49eLMwlxnjfz-oTMYNsfxL0-JC8SxGOiS-MLpU9AJVn4MKT6mAsDlnhU7od8Y5WnRrzQQ_KUaYo/s1600/descarga+%25281%2529.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_41m9RdmJqgIsRA4REl3fywp95U01aehPOA7fHqh97HNn7XaKGgiQnSEgzitBo7LDu49eLMwlxnjfz-oTMYNsfxL0-JC8SxGOiS-MLpU9AJVn4MKT6mAsDlnhU7od8Y5WnRrzQQ_KUaYo/s1600/descarga+%25281%2529.jpg" /></a></div>
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sus hermanos no querían ser testigos de aquel ataque y dudaron un solo momento antes de seguirlo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El dolor hizo gritar a Jerome, pero en el ruidoso mercado nadie oyó su grito. Isaiah retiró el cuchillo; estaba caliente. Hizo ademán de volver a atravesarlo, pero Jerome fue demasiado rápido para el aguafiestas; se apartó de su alcance y cruzó la calle tambaleándose. El pretendido asesino, temeroso de que los gritos de Jerome atrajesen demasiada atención, lo persiguió rápidamente para acabar su trabajo. Pero el pavimento estaba resbaladizo por la fruta podrida, y sus finos zapatos de gamuza no se agarraban tan bien como los pies desnudos de Jerome. La distancia que los separaba aumentó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No te irás —dijo Isaiah, decidido a no permitir que escapara su mortificador.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Empujó una torre de cajas de fruta; las canastillas cayeron al suelo, esparciendo su contenido en el camino de Jerome. Jerome se detuvo un instante a aspirar el aroma de la fruta machacada. Esa indulgencia casi acaba con él. Isaiah se acercó, dispuesto a rematarlo. Los estímulos del dolor llevaron su cuerpo al borde de la erupción, y observó cómo la hoja del cuchillo estaba a punto de abrirle el vientre. Con la mente conjuró la herida: el abdomen se partía, y el calor emanado se unía a la sangre de las fresas de la calzada. La idea fue tan tentadora... Casi la deseaba.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Isaiah había matado en dos ocasiones anteriores. Conocía el vocabulario inefable del acto, y vio la invitación reflejada en los ojos de su víctima. Contento de complacerlo, se acercó con el cuchillo preparado. En el último instante posible, Jerome se hizo a un lado y en vez de presentar el cuerpo al arma blanca, lanzó un golpe al gigante. Isaiah se agachó para esquivarlo y sus pies resbalaron en la papilla. El cuchillo salió disparado de su mano y cayo entre las canastillas y la fruta. Jerome se alejó mientras el cazador, perdida toda ventaja, se agachaba a buscar el cuchillo. Su presa se escabulló antes de que su mano regordeta encontrara el arma; Jerome se había perdido otra vez entre las calles atestadas de gente. No tuvo oportunidad de guardarse el cuchillo en el bolsillo antes de que de la multitud surgiera el uniforme y se acercara a él por el caluroso pasaje.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Cómo me lo va a explicar? —le preguntó el policía mirando el cuchillo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Isaiah siguió su mirada. La hoja ensangrentada estaba llena de moscas.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En su oficina, el inspector Carnegie bebía chocolate caliente a pequeños sorbos; era el tercero en la última hora, y mientras bebía, observaba los procesos del anochecer. Siempre había querido ser detective, desde sus más tempranos recuerdos; y en esos recuerdos, esa hora siempre había estado cargada de magia. La noche descendiendo sobre la ciudad, miríadas de demonios vistiendo sus mejores galas para salir a jugar. Era la hora de la vigilancia, la hora de un nuevo rigor moral.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero de niño no había logrado imaginar la fatiga que el crepúsculo traería invariablemente. Estaba cansadísimo, y si en las proximas horas lograba dormir un poco, sabia que sería allí, en la silla, con los pies apoyados en el escritorio, en medio del clamor de los vasos de plástico.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sonó el teléfono. Era Johannson.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Trabajando todavía? —inquirió, impresionado por la dedicación al trabajo de Johannson.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pasaba de las nueve. Tal vez Johannson tampoco tuviera una casa a la que llamar, ni a la que valiera la pena volver.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Me he enterado de que nuestro sospechoso ha tenido un día muy ocupado —comento Johannson.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Así es. Una prostituta del Soho, y luego lo acuchillaron.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Supongo que logró saltarse el cordón policial.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Suele ocurrir —repuso Carnegie, demasiado cansado como para irritarse—. ¿En qué puedo servirle?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Creí que le gustaría saberlo. Los monos han empezado a morirse.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La noticia sacó a Carnegie del estupor en que lo tenía sumido la fatiga.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Cuántos han muerto? —preguntó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Hasta ahora tres, de los catorce que son. Pero imagino que el resto habrá muerto al amanecer.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué los está matando? ¿El cansancio?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie recordó las desesperadas saturnales de las jaulas. ¿Qué animal, humano o no, podía aguantar semejante juerga sin venirse abajo?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No es algo físico —le informó Johannson—. Al menos no en la forma en que usted lo insinúa. Tendremos que esperar al resultado de las disecciones, antes de conseguir una explicación detallada...<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué supone usted?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—A mi juicio, se están volviendo majaras.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">—Se produce una sobrecarga cerebral de algún tipo. Los cerebros de estos animales ceden. La sustancia no se elimina, sino que se alimenta a sí misma. Cuanto más ardor tienen, más droga se produce, y cuanta más droga hay, más ardor tienen. Es un círculo vicioso. Cada vez más y más ardor, cada vez más y más locura. Con el tiempo, el cuerpo no lo resiste, y de golpe, me encuentro con cadáveres de monos hasta los sobacos. —La sonrisa volvió a reflejarse en la voz fría y amarga—. Claro que los que siguen vivos no han dejado que eso les estropeara la diversión. Por aquí está de moda la necrofilia.<o:p></o:p></span></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;"><br /></span></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie espió la taza de chocolate, que se enfriaba. Se le había formado una fina película, que se reventó cuando tocó el vaso.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">—¿Entonces es sólo cuestión de tiempo?<o:p></o:p></span></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;"><br /></span></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Antes de que su sospechoso reviente? Sí, creo que sí.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Está bien. Gracias por mantenerme al corriente. Siga informándome.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Quiere venir a ver los restos?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Puedo pasar sin cadáveres de monos, gracias.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Johannson se echó a reír. Carnegie colgó. Cuando se volvió hacia la ventana, ya se había hecho de noche.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el laboratorio, Johannson fue hasta el interruptor, junto a la puerta; mientras hablaba con Carnegie, se había ido el resto de luz. Vio venir el golpe que lo derribó un instante antes de que lo alcanzara; le dio en el costado del cuello. Se le quebró una vértebra y las piernas se le doblaron. Se desplomó sin tocar el interruptor de la luz. Cuando llegó al suelo, la distinción entre el día y la noche fue una mera cuestión académica.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Welles no se molestó en comprobar si el golpe había sido letal o no; el tiempo apremiaba. Saltó por encima del cuerpo y se dirigió al banco en el que Johannson había estado trabajando. Allí, tendido en el círculo de luz de la lámpara, como para un acto final de tragedia simiesca, había un mono muerto. Se veía claramente que había perecido presa del frenesí; tenía la cara crispada: la boca abierta, manchada de saliva, los ojos fijos en la última mirada de alarma. En los esfuerzos penosos de las cópulas, había perdido el pelo a mechones; su cuerpo, gastado por el cansancio, era una masa de contusiones. En un examen de medio minuto, Welles reconoció las sugerencias del cadáver y las de los otros dos cuerpos que vio en un banco cercano.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—El amor mata —murmuro filosóficamente.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">Y comenzó su sistemática destrucción de </span><i style="line-height: 18.2000007629395px;">Niño Ciego.</i><span style="line-height: 18.2000007629395px;"><o:p></o:p></span></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i style="line-height: 18.2000007629395px;"><br /></i></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">«Me estoy muriendo —pensó Jerome—, me estoy muriendo de dicha extrema.» La idea le divirtió. Era la única idea que tenía algún sentido. Desde su encuentro con Isaiah y su huida de la policía, apenas lograba recordar algo con coherencia. Las horas que pasó ocultándose y curando sus heridas, sintiendo crecer nuevamente el fuego para apagarse otra vez, se habían fundido en un sueño de verano; una placentera certeza le decía que solo la muerte lo despertaría de ese sueño. La hoguera lo devoraba por completo, desde las entrañas hacia afuera. Si lo destriparan en ese mismo instante, ¿qué encontrarían los testigos? Sólo cenizas y ascuas.<o:p></o:p></span></span></span><br />
<div style="line-height: 18.2000007629395px;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
</div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Aún así, el amigo de un solo ojo le exigía más; mientras sus repetidos virajes lo llevaban de vuelta a los Laboratorios —¿adónde iba a ir un hombre fabricado como él sino al lugar del primer calor?—, las rejas de los desagües se le abrían seductoras, y cada pared de ladrillos se le ofrecía con sus cientos de invitaciones arenosas.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La noche era fragante; una noche de canciones de amor y romances. En la cuestionable intimidad de un aparcamiento, a unas manzanas de su destino, vio a dos personas haciendo el amor en la parte trasera de un coche, con las puertas abiertas para acomodar mejor las piernas y permitir el paso del aire. Jerome se detuvo a observar el ritual, embelesado como nunca por la maraña de cuerpos y el sonido —retumbante como el trueno— de los corazones gemelos latiendo con el mismo ritmo ascendente. Al observarlos, la avidez invadió su verga.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer lo vio primero, y avisó a su compañero de la presencia de aquel desecho humano que los observaba con deleite infantil. El hombre interrumpió sus toqueteos y lo miró fijamente. Jerome se preguntó si estaría ardiendo. Si tendría el pelo en llamas. Si la ilusión se materializaba. A juzgar por la mirada de la pareja, la respuesta era seguramente negativa. No les producía ningún miedo, simplemente rabia y asco.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Me estoy quemando —les dijo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre se incorporó y le escupió. Jerome esperaba que la saliva se convirtiera en vapor al tocarlo, pero le cayó sobre la cara y el pecho como una ducha refrescante.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Vete al infierno —le dijo la mujer—. Déjanos en paz.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">Jerome meneó la cabeza. El hombre le advirtió que si daba un paso más le rompería la cabeza. Jerome no se inmutó; no había palabras ni golpes capaces de acallar el imperativo de su falo.<o:p></o:p></span></span></span><br />
<div style="line-height: 18.2000007629395px;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
</div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando se aproximó a ellos, notó que sus corazones ya no latían al unísono.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie consultó el mapa que llevaba cinco años colgado de la pared de su despacho, para localizar el lugar del ataque del que acababan de informarle. Al parecer, las victimas no habían sufrido serios daños; la llegada de un coche lleno de trasnochadores había decidido a Jerome (no había duda de que era él) a no demorarse. La zona estaba ahora inundada de policías, media docena de los cuales iban armados; en cuestión de minutos, cada calle del vecindario quedaría acordonada. A diferencia del Soho, donde la multitud le había permitido huir, en esta zona no encontraría el fugitivo muchos sitios donde ocultarse.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie señaló el lugar del ataque y cayo en la cuenta de que se encontraba a unas manzanas de los Laboratorios. Sin duda, no era casualidad. El hombre volvía al lugar del crimen. Herido, y seguramente al borde del colapso —los amantes lo habían descrito como un hombre que parecía más muerto que vivo—, Jerome sería atrapado antes de que llegara a casa. Pero existía siempre el riesgo de que burlara el cerco y llegara a los Laboratorios. Johannson estaba trabajando allí, solo; en esos tiempos de estrecheces, la guardia del edificio sería reducida.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie levantó el auricular y marcó el número de Johannson. Al otro lado de la línea, el teléfono sonó pero nadie contestó. Carnegie pensó que se habría ido a su casa, feliz de haberse quitado de encima una preocupación; eran las once menos diez de la noche, y se había ganado un descanso. Sin embargo, cuando se disponía a colgar, al otro lado levantaron el auricular.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Johannson?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No hubo respuesta.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Johannson? Soy Carnegie. —Ninguna respuesta—. Contésteme, maldita sea. ¿Quién es?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En los Laboratorios, el auricular cayó. No fue colocado otra vez en su receptáculo, sino que quedó sobre el banco. Al otro lado de la línea, Carnegie oyó claramente el agudo chillido de los monos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Johannson? —repitió—. ¿Está usted ahí? ¿Johannson?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los monos siguieron chillando.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Con el material de <i>Niño Ciego</i> Welles había hecho dos montones en los fregaderos, y les había prendido fuego. Ardieron con entusiasmo. La espaciosa habitación se llenó de humo, calor y hollín; el aire se espesó. Cuando las fogatas ardían con fuerza, echó al fuego todas las cintas que logró encontrar y, para mayor seguridad, agregó también las notas de Johannson. Advirtió que en los archivos faltaban varias cintas. Lo único que mostrarían al ladrón eran unas cuantas escenas sugerentes de la transformación; el meollo del secreto seguía perteneciéndole. Destruidos los procedimientos y las fórmulas, sólo le quedaba echar al sumidero los restos de la sustancia y matar e incinerar a los animales.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;">Preparó una serie de hipodérmicas letales, realizando su tarea con un orden nada característico. Aquella destrucción sistemática le resultaba gratificante. No sentía remordimientos por la forma en que se habían desarrollado los acontecimientos. A partir de aquel primer momento de pánico, cuando había observado impotente los pavorosos efectos del suero </span><i style="line-height: 18.2000007629395px;">Niño Ciego </i><span style="line-height: 18.2000007629395px;">en Jerome, hasta llegar a esta eliminación final del material, todo había sido un proceso paulatino de limpieza. Con aquellos fuegos ponía fin a toda pretensión de investigación científica; después de aquello sería el indiscutible Apóstol del Deseo, san Juan en el desierto. Esta idea excluyó cualquier otra. Sin importarle los arañazos de los monos, los arrancó uno por uno de las jaulas y les aplicó la dosis mortal. Había despachado a tres y se disponia a abrir la jaula del cuarto, cuando en el vano de la puerta del laboratorio apareció una silueta. Resultaba imposible ver quién era en medio de la humareda. Los monos supervivientes parecieron reconocerlo; interrumpieron sus acoplamientos y le dieron la bienvenida con una ensordecedora batahola.<o:p></o:p></span></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 18.2000007629395px;"><br /></span></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Welles no se movió, y espero a que el recién llegado avanzara.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Me estoy muriendo —dijo Jerome.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Welles no se había imaginado aquello. Jerome era la última persona que había esperado encontrarse allí.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Me ha oído? —preguntó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Welles asintió, y repuso:<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;">—Todos nos estamos muriendo, Jerome. La vida es una lenta enfermedad, ni más ni menos. Pero mientras dura, cuánta luz, ¿verdad?</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.2000007629395px; text-indent: 18pt;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Sabía que esto ocurriría —le dijo Jerome—. Usted sabía que el fuego me consumiría.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No —fue la sobria respuesta—. La verdad es que no lo sabía.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome se apartó del vano de la puerta y avanzó hacia la luz mortecina. Estaba destrozado; era un retazo de hombre, llevaba sangre en el cuerpo y fuego en los ojos. Pero Welles no era tonto y no se fió de la aparente vulnerabilidad de aquel espantajo. La sustancia que llevaba en el cuerpo lo hacía capaz de realizar actos sobrehumanos; lo había visto destrozar a Dance con un par de golpes imperturbables. Debía proceder con tacto. Aunque se encontraba claramente al borde de la muerte, Jerome seguía siendo formidable.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No quería esto, Jerome —le dijo Welles, procurando dominar el temblor de su voz—. En cierto modo, me gustaría decir que sí lo deseaba. Pero no fui tan previsor. Me ha llevado tiempo y muchos dolores comprender claramente el futuro.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre ardiente lo observó, clavándole la mirada.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Cuántos fuegos, Jerome, esperan ser encendidos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Lo sé... —replicó Jerome—.Créame..., lo sé.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Tú y yo somos el fin del mundo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El monstruo desgraciado reflexionó durante un instante y luego asintió lentamente. Welles exhaló un suave suspiro de alivio; la diplomacia ante el lecho de muerte funcionaba. Pero no podía perder el tiempo en conversaciones. Si Jerome estaba allí, las autoridades no andarían lejos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Amigo mío, tengo una tarea urgente que cumplir —le dijo con calma—. ¿Te parecerá una descortesía si continúo con mi trabajo?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin esperar su respuesta, abrió otra jaula y sacó al mono condenado, girando diestramente su cuerpo para facilitar la aplicación de la inyección. El animal se agitó violentamente entre sus brazos y luego murió. Welles desenganchó los deditos del mono de su camisa y lanzó el cuerpo y la hipodérmica vacía sobre el banco, volviéndose con destreza de verdugo en busca de su siguiente víctima.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Por qué? —preguntó Jerome, mirando los ojos abiertos del animal.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Por piedad —repuso Welles, recogiendo otra hipodérmica—. Puedes ver cuánto sufre.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Tendió la mano para abrir la siguiente jaula.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No lo haga —le dijo Jerome.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No hay tiempo para sentimentalismos —repuso Welles—. Te ruego que no insistas.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Sentimentalismos», pensó Jerome, recordando vagamente las canciones de la radio que habían reavivado en él el fuego la primera vez. ¿Acaso Welles no comprendía que los procesos del corazón, la mente y los genitales eran indivisibles? ¿Que el sentimentalismo, por trillado que fuera, podía llevar a regiones inexploradas? Quiso decírselo, explicarle todo lo que había visto y todo lo que había amado en esas horas desesperadas. Pero las explicaciones se perdieron en algún punto entre la mente y la lengua. Lo único que logró articular, para expresar la empatía que lo unía al mundo doliente, cuando Welles abrió la otra jaula fue:<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No lo haga.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El doctor no le hizo caso, y metió la mano en el interior de la celda con malla de alambre. Contenía tres animales. Agarró al que estaba más cerca y lo arrancó de los brazos de sus compañeros en medio de las protestas. Sin duda sabía el destino que le aguardaba; una ráfaga de chillidos señaló su espanto.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome no podía soportar aquella eliminación casual. Avanzó para impedir la matanza; la herida del costado era un tormento. Distraído por el avance de Jerome, Welles no logró sujetar su agitada presa; el mono se puso a dar saltos por los bancos. Cuando fue en su persecución, los prisioneros de la jaula aprovecharon y huyeron.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Maldito seas —le grito Welles a Jerome—. ¿No ves que no tenemos tiempo? ¿No lo comprendes?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome lo entendía todo, y sin embargo no entendía nada. La fiebre que compartía con los animales era algo que entendía; tambien entendía que su propósito era transformar el mundo. Pero no lograba comprender por qué tenía que acabar así esa dicha, esa visión, por qué tenía que reducirse todo a una sórdida habitación llena de humo y dolor, por qué tenía que reducirse todo a la desesperación, a la flaqueza. Supo que Welles, que había sido arquitecto de esas contradicciones, tampoco lo entendía.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando el doctor intentó atrapar a uno de los monos huidos, Jerome se dirigió rápidamente a las demás jaulas y las abrió; los animales saltaron a la libertad. Welles había logrado capturar a sus presas y tenía sujetos a los vociferantes monos, dispuesto a administrarles la panacea. Jerome fue hacia él.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Déjelos en paz —le gritó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Welles introdujo la hipodérmica en el cuerpo del mono, pero antes de que pudiera tocar el émbolo, Jerome le tiró de la muñeca. La hipodérmica escupió su veneno en el aire, y cayó al suelo: le siguió el mono, que se retorció hasta liberarse.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome atrajo a Welles hacia sí y le dijo:<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Le he dicho que los deje en paz.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Por toda respuesta, Welles le dio un puñetazo en el flanco herido. A Jerome se le saltaron las lágrimas de dolor, pero continuó sujetando al doctor. El estímulo, aunque desagradable, no logró convencerlo para soltar el corazón que latía tan cerca de él. Abrazando a Welles como a un hijo pródigo, deseó que se prendiera fuego, que el sueño de la carne ardiente se convirtiera en realidad, consumiendo al creador y a su obra en una única llama purificadora. Pero la carne de Jerome no era más que carne, sus huesos no eran más que huesos. Los milagros que había presenciado habían sido una revelación exclusiva, y no había tiempo para transmitir sus glorias y sus horrores. Lo que había visto moriría con él, para ser redescubierto, quizá, por algún ente futuro, para ser olvidado y redescubierto otra vez. Como la historia de amor narrada por la radio; la misma dicha perdida y encontrada, encontrada y perdida otra vez. Miró a Welles con nuevos ojos; oyó el aterrado latido de su corazon. El doctor se equivocaba. Si dejaba que viviera, se enteraría de su error. No eran vaticinadores del milenio. Ambos habían estado soñando.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—No me mates —suplicó Welles—. No quiero morir.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Sigue engañándote», pensó Jerome, y lo soltó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Welles estaba asombrado, no podía creer que su súplica hubiera sido escuchada. Esperando recibir un golpe a cada paso que daba, se alejó de Jerome, quien se limitó a darle la espalda al doctor y alejarse a su vez.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Desde abajo llegó un grito, y luego muchos más. La policía, adivinó Welles. Seguramente habrían encontrado el cuerpo del oficial que montaba guardia en la puerta. No tardarían en subir. No quedaba tiempo para concluir el trabajo que había venido a realizar. Tenía que alejarse antes de que llegaran.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el piso de abajo, Carnegie vio desaparecer escalera arriba a los oficiales armados. El aire olía a quemado; temió lo peor.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Yo soy el hombre que llega después de los sucesos —pensó—; me paso la vida llegando al lugar del crimen cuando ya ha pasado lo mejor.» Acostumbrado como estaba a esperar, paciente como un perro leal, esta vez no logró controlar la ansiedad mientras los otros avanzaban. Haciendo caso omiso de las voces que le aconsejaban esperar, comenzó a subir la escalera.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El laboratorio del piso superior se hallaba vacío; sólo estaban los monos y el cadáver de Johannson. El toxicólogo había caído de bruces con el cuello roto. La salida de emergencia, que daba a una escalera de incendios, estaba abierta; el vano de la puerta se chupaba la humareda. Cuando Carnegie se alejó del cuerpo de Johannson, los oficiales ya estaban en la escalera de incendios, gritando a sus colegas de abajo que buscaran al fugitivo.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Señor?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Carnegie miró al hombre que se le había acercado.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Qué es eso?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El oficial señaló al otro extremo del laboratorio, a la sala de pruebas. En la ventana había alguien asomado. Carnegie reconoció las facciones, aunque habían cambiado mucho. Era Jerome. Al principio creyó que lo miraba, pero un breve examen le hizo desechar la idea. Jerome miraba su propia imagen reflejada en el vidrio manchado, con los ojos anegados en lágrimas. Mientras Carnegie lo observaba, la cara se alejó hacia las sombras de la sala.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Otros oficiales habían notado tambien la presencia del hombre. Se distribuyeron por el laboratorio, tomando posiciones detrás de los bancos, desde donde podían apuntar bien a la puerta, y prepararon las armas. En otras ocasiones Carnegie había estado presente en situaciones parecidas; eran situaciones con un impulso propio y terrible. A menos que interviniera, se derramaría sangre.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Alto, no disparen —ordenó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Apartó al oficial que protestaba y comenzó a cruzar el laboratorio, sin ocultar su avance. Dejó atrás los fregaderos en los que ardían los restos de <i>Niño Ciego</i>, y el banco debajo del cual, hacia mucho tiempo, había encontrado muerta a Dance. Un mono con la cabeza gacha se arrastró delante de él, aparentemente sordo a la proximidad de Carnegie. Dejó que la bestia encontrara un agujero donde morir, y luego avanzó hacia la puerta de la sala de pruebas. Estaba entornada. Puso la mano en el picaporte. A sus espaldas, el laboratorio se sumió en un completo silencio; todos los ojos estaban pendientes de él. Abrió la puerta de un empellón. Todos los índices tocaron los gatillos. No se produjo ningún ataque. Carnegie entró.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome estaba de pie, apoyado contra la pared de enfrente. Si vio entrar a Carnegie, o si lo oyó, no dio señales de ello. A sus pies yacía un simio muerto; seguía sujetándole el dobladillo del pantalón con una manita. En un rincón había otro mono, lloriqueando con la cabeza entre las manos.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—¿Jerome?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">¿Sería la imaginación de Carnegie, o había olor a fresas?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Jerome parpadeó.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Queda usted arrestado —le informó Carnegie, y pensó que Hendrix apreciaría la ironía de la frase.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre apartó la mano ensangrentada de la herida del costado, se la llevó a la bragueta y comenzó a acariciarse.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Es demasiado tarde —repuso.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sintió elevarse en él el último fuego. Si el intruso decidía atravesar la cámara y arrestarlo, los próximos segundos le impedirían la captura. La muerte estaba allí. Y ahora que la veía con claridad, ¿qué era? Otra seducción, otra dulce oscuridad que llenar, a la que dar placer y fertilizar.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un espasmo le recorrió el perineo; un relámpago partió en dos direcciones desde ese lugar, subiéndole por el falo y por la columna vertebral. Una risotada salió de su garganta.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el rincón de la sala, al oír la risa de Jerome, el mono comenzó a lloriquear otra vez. El sonido atrajo momentáneamente la atención de Carnegie, y cuando volvió a mirar a Jerome, los ojos miopes se habían cerrado, la mano había caído a un lado, y estaba muerto, de pie contra la pared. Durante un momento el cuerpo desafió la gravedad. Después, las piernas se doblaron con gracia y Jerome cayó hacia adelante. Carnegie notó que era un saco de huesos, o poco más. Era asombroso que hubiera vivido tanto.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cautelosamente, se acercó al cuerpo y le puso el dedo en el cuello. No latía. Los restos de la última risotada de Jerome quedaron en su cara, negándose a desvanecerse.<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">—Dime una cosa... —susurró Carnegie al hombre, presintiendo que a pesar de haberse adelantado se había perdido lo mejor, que seguía siendo y que quizá seguiría siendo siempre un mero espectador de las consecuencias—. ¿Cuál era el chiste?<o:p></o:p></span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoPlainText" style="line-height: 18.2000007629395px; text-align: justify; text-indent: 18pt;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el niño ciego, como tenían por costumbre los de su clan, no se lo dijo.</span></span><br />
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span>
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span>
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><b>FIN</b></span></span></div>
</div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-91277688770327918472015-07-28T18:50:00.000-07:002015-07-28T18:52:52.624-07:00Sentencia de muerte para la grosería - Jack Ritchie<blockquote class="tr_bq">
<i>Hace un par de años o más, había un lugar en el que compraba buenos libros de segunda. Evidentemente me fijo mucho en la literatura de terror, además de la clásica y universal, pero aquel día me topé con una recopilación de cuentos elegidos por Alfred Hitchcock titulada 'Prohibido a los nerviosos', publicada en 1969. El presente cuento data del año 1961, haciendo parte de la oleada del terror contemporáneo. Una maravilla. Gente con una imaginación envidiable, maneras muy diversas, curiosas e interesantes para llegar a sus objetivos y, sobre todo, mucho suspenso y en ocasiones algo de sangre (pero poquita, el título tampoco va hacia allá).</i><br />
<i>Espero les agrade. No tengo mucho que decir al respecto mas que es un excelente cuento por su moraleja. Cuidado con la grosería, lectores. Uno nunca sabe quien lo pueda sentenciar por andar de irrespetuoso :) (Recuerden que la cursiva pertenece a mis notas personales).</i></blockquote>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
-¿Qué edad tiene usted? -pregunté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Sus ojos no se
separaban del revólver que yo sostenía en la mano. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Escuche señor, no
hay mucho dinero en la registradora pero lléveselo todo. No le proporcionaré
dificultades.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No me interesa en
absoluto su asqueroso dinero, al menos desde su punto de vista. Podría usted
haber vivido otros veinte o treinta años más si se hubiera tomado la más mínima
molestia de ser cortés.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre no me
comprendió.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Vaya matarle
-añadí- por culpa del sello de cuatro centavos y por el dulce.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre no sabía
lo que yo quería decir con aquello del dulce, pero sí parecía caer en la cuenta
sobre lo del sello.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El pánico se
exteriorizó en sus facciones.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Usted debe estar
loco. No puede matarme a causa de eso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Sí que puedo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y así lo hice.<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUPsrWWwf-SdniN_7UCTUcrsxzCuOUVmABDcRf6Hf5cEoSyXI44M8JlX7s6l2acs9NsxiQW0lktKko5TUvZyhAw2vYqRzpIVndeFVQPAf2vUIRq-m20eI2LS8bh3qWLOo1gFqK_NJD1EV3/s1600/images.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUPsrWWwf-SdniN_7UCTUcrsxzCuOUVmABDcRf6Hf5cEoSyXI44M8JlX7s6l2acs9NsxiQW0lktKko5TUvZyhAw2vYqRzpIVndeFVQPAf2vUIRq-m20eI2LS8bh3qWLOo1gFqK_NJD1EV3/s1600/images.jpg" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando el doctor
Briller me dijo que solamente me quedaban cuatro meses de vida me sentí, por
supuesto, muy perturbado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Está usted seguro
de que no se han mezclado las radiografías mías con otras? He oído que a veces
sucede eso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Me temo que no,
señor Turner.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego lo pensé un
poco mejor. Los informes del laboratorio… quizá mi nombre figuraba
equivocadamente en alguno de ellos…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El médico movió
lentamente la cabeza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Lo he comprobado
detenidamente, cosa que hago siempre en estos casos. Es práctica de seguridad,
¿comprende usted?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Era la última hora
de la tarde y la hora en la que el sol estaba cansado. Yo tenía esperanzas de
que cuando me llegara la hora de morir realmente, fuese por la mañana.
Indudablemente sería mucho más alegre.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-En casos como éste
- añadió el doctor - un médico se enfrenta siempre a un dilema. ¿Debe o no
decirle la verdad a su paciente? Yo siempre acostumbro a decir la verdad a los
míos. Eso les da tiempo para arreglar sus asuntos y correrla un poco, por
decirlo así.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El doctor hizo una
pausa y atrajo hacia sí un bloc de papel que descansaba sobre la mesa de
despacho. Luego añadió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-También estoy
escribiendo un libro. ¿Qué intenta usted hacer con el tiempo que le queda?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Realmente no lo sé.
Ya sabe usted que lo estoy pensando desde un minuto o dos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Desde luego - dijo
Briller -. Por ahora no hay prisa. Pero cuando usted decida sobre ese aspecto,
hágamelo saber, ¿lo hará? Mi libro menciona las cosas que hace la gente que
sabe tiene sus días contados…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Briller hizo otra
pausa y apartó hacia un lado el bloc de papel, añadiendo tras una pausa de
silencio:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Visíteme cada dos o
tres semanas. Eso servirá para medir el progreso de su descenso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
A continuación
Briller me acompañó hasta la puerta diciendo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Ya tengo anotados
veintidós casos como el suyo…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
. Luego el médico
pareció mirar hacia la lejanía, adoptando una actitud de total reflexión y
murmuró:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Podría llegar a ser
un best seller, ¿comprende usted?<o:p></o:p></div>
<blockquote class="tr_bq" style="outline: 0px;">
<i>Me encanta el realismo. La frialdad, la crueldad. ¿No vivimos en un mundo en el que cada cual toma provecho hasta de lo más mísero de la existencia humana? Lo terrible es tomar aquello de otras existencias humanas, con la propia insensibilidad de quien, ya sin escrúpulos por haberse adaptado a su oficio, lo único que desea es dinero a toda costa. Patético. </i></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Mi vida siempre fue
dulce, una vida muelle. No vivida sin inteligencia, pero sí dulce.</div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
No he contribuido
con nada al progreso del mundo… y en ese aspecto me parece que tengo mucho en
común con la mayoría de los seres humanos que pueblan la tierra… pero, por otra
parte tampoco me he apoderado de nada. En resumen pedí a la vida que me dejara
solo. La vida ya es lo suficientemente difícil sin tener que vivirla en una no
deseada asociación con otras personas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
¿Qué es lo que uno
puede hacer con los cuatro meses que le quedan de vida muelle?<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYMG1c3f6caNCs4ykUcH4G7fjkHanGtaeB47NXPxheCUzmq1DRo_zjo7bItD9XUABlzCWz8B4605RcIGBW7zbxiPG8yM_xKX4GryXHI_VoULUPMoEw2Fvn5UdhZkPsTJf6EgCXIdbd0l38/s1600/vida-despues-de-la-muerte.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYMG1c3f6caNCs4ykUcH4G7fjkHanGtaeB47NXPxheCUzmq1DRo_zjo7bItD9XUABlzCWz8B4605RcIGBW7zbxiPG8yM_xKX4GryXHI_VoULUPMoEw2Fvn5UdhZkPsTJf6EgCXIdbd0l38/s400/vida-despues-de-la-muerte.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
No tenía la menor
idea de lo que había caminado y pensado sobre este tema cuando de repente me
encontré atravesando el largo puente curvo que, en suave pendiente, desciende
hasta la carretera del lago. El sonido de una música mecánica interrumpió mis
pensamientos y miré hacia abajo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Un circo, o quizá se
celebraba algún festejo de carnaval, pensé.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Era el mundo de la
magia donde el oro es dorado, donde el maestro de ceremonias, el maestro o
director de pista es tan caballero como auténticas son las medallas que adornan
su pecho, y donde las rosadas damas que montan a caballo tienen duras facciones
y peor carácter. Era el dominio de los vendedores de ásperas voces y de los mil
cambalaches.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Siempre tuve la
impresión de que la desaparición de los grandes circos podía considerarse como
uno de los avances culturales del siglo xx, y, sin embargo, en aquellos
momentos descubrí que sin darme cuenta descendía hasta el pie del puente y al
cabo de unos momentos me encontraba a medio camino del circo entre unas filas
de barracas donde se exhibían las mutaciones humanas para entretenimiento de
los niños.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pronto llegué hasta
la entrada principal del circo y contemplé perezosamente al aburrido taquillero
que se hallaba cómodamente situado en una elevada cabina junto a la puerta
principal.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Un hombre de
agradable aspecto, acompañado por dos niñas se aproximó a él y le entregó
varios rectángulos de cartulina que parecían ser pases.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El portero recorrió
con un dedo una lista impresa que tenía a su lado. Sus ojos se endurecieron y
miró despreciativamente, durante un momento, al hombre y a las niñas. Luego,
lenta y deliberadamente, rasgó los pases en mil pedazos y dejó caer al suelo
los fragmentos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No son buenos -
murmuró.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre se sonrojó
y replicó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No lo comprendo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¡No dejó usted los
carteles colocados! - gritó el hombre -. Y ahora…, ¡lárguese de aquí!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Las niñas miraron a
su padre con expresión de desconcierto. ¿Haría su papá algo por solucionar
aquello?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre permaneció
inmóvil durante un momento a la vez que la ira hacia palidecer su rostro. </div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Parecía que estaba a punto de decir algo, pero luego miró a las dos niñas.
Cerró los ojos durante un momento como si hiciese un terrible esfuerzo por
controlar su cólera, y luego dijo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Vámonos, nenas, vámonos
a casa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre se alejó
con ellas y éstas miraron por dos veces hacia atrás, asustadas, pero sin decir
nada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Me aproximé
inmediatamente al portero y le pregunté:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Por qué ha hecho
usted eso?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre me miró
desde lo alto de su cabina. -¿Qué le importa a usted eso? - inquirió a su vez.
-Quizá mucho.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El portero me
estudió durante un momento con gesto de irritación y luego respondió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Porque no dejó los
carteles colocados.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Ya lo escuché
antes. Ahora explíqueme qué es eso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre respiró
con tanta dificultad como si le costara dinero y dijo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Nuestro agente
avanzado va de ciudad en ciudad semanas antes de que nosotros lleguemos, un par
de semanas antes todo lo más. Deja en todos los sitios carteles anunciando el
espectáculo que traemos, y los deja en donde puede… en las abacerías,
zapaterías, mercados… cualquier lugar donde el propietario pueda adheridos a su
escaparate para dejados allí hasta que el espectáculo llegue a la ciudad. Por
el servicio se le regalan dos o tres pases. Pero algunos de estos tipos no
saben que el servicio se comprueba, o mejor dicho que lo comprobamos. Si los
carteles no están en el escaparate cuando llegamos a la ciudad entonces los
pases quedan sin validez alguna.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Comprendo - dije
secamente -. Y por eso usted rompe los pases en sus mismas narices y delante de
los niños. Evidentemente ese hombre quitó los carteles de su establecimiento
demasiado pronto. O quizá esos pases se los ha regalado otro hombre que quitó los
carteles de su establecimiento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Y qué diferencia
hay? Los pases no sirven. -Quizá no haya diferencia alguna en eso. Pero, ¿se da
usted perfecta cuenta de lo que acaba de hacer?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Los ojos del hombre
se entornaron tratando de estudiarme y de calcular el poder que podría tener
yo. Luego añadí:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Ha cometido usted
uno de los actos humanos más crueles. Ha humillado usted a ese hombre delante
de las niñas, de sus hijas. Les ha infligido usted una herida cuya cicatriz
perdurará a lo largo de todas sus vidas. Ese hombre se llevará a casa a las
niñas y su camino será largo, muy largo. ¿Y qué podrá decirle a sus hijas?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Es usted
polizonte?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No, no soy
polizonte. Los niños de esa edad consideran a su padre como el mejor hombre del
mundo. Le consideran el más amable, el más cariñoso, el más valiente de todos.
Y ahora siempre recordarán que un hombre, otro hombre, se portó mal con su
padre… y él no pudo hacer nada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-De acuerdo, rompí
sus pases, ¿por qué no compró entradas corrientes? ¿Es usted algún inspector de
la ciudad? .<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No, tampoco soy un
inspector de la ciudad. ¿Y esperaba usted que ese hombre comprara entradas
después de la humillación que acababa de sufrir? Usted dejó al hombre sin
recursos morales. No podía comprar entradas y no podía tampoco crear una bien
justificada escena porque estaban los niños delante. No pudo hacer nada. Nada
en absoluto sino retirarse con las dos niñas que deseaban ver su miserable
circo y ahora ya no pueden hacerlo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Miré al pie de su
cabina. Allí estaban todavía los fragmentos de muchos más sueños… las ruinas de
otros hombres que habían cometido el crimen capital de no dejar en sus
escaparates los carteles el tiempo suficiente. Luego añadí:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Pudo usted decir:
“Lo siento, señor, pero sus pases no son válidos”. Y luego explicar cortés y pacíficamente
por qué.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No me pagan para
ser cortés - dijo el hombre enseñando una dentadura amarillenta -. Y, señor…,
me gusta romper pases. Me produce satisfacción. ¿Comprende?<o:p></o:p></div>
<blockquote class="tr_bq" style="outline: 0px;">
<i>¡En efecto! Esto sí que se ve todos los días, y en todos los lugares. Claramente, a un sujeto le pagan por hacer su trabajo pero... ¿por qué es tan dificultoso hallar la cortesía? ¿Por qué contagiar a los demás de mal humor, llenarles de ansiedad o de estrés? ¿Es eso gratificante para sus míseras vidas? (Me enojo, me enojo...)</i></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Allí estaba. Aquel
elemento era un hombrecillo al que se le había concedido un pequeño poder y lo
empleaba como un César.</div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre se levantó
a medias de su asiento y añadió: -Ahora lárguese de aquí, señor, antes de que
baje y se lo haga comprender de otra manera.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Sí. Era un hombre
dotado de crueldad, una especie de animal nacido sin sentimientos ni
sensibilidad y destinado en el mundo a hacer todo el daño que pudiese mientras
existiera. Era una criatura que debía ser eliminada de la faz de la tierra.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Si yo tuviese el
poder de… Miré durante un momento hacia aquel retorcido rostro y luego giré
sobre mis talones para alejarme. En la parte alta del puente, tomé un autobús y
me apeé en una tienda de artículos para deporte que había en la calle 37.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Compré un revólver
del calibre 32 y una caja de munición.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
¿Por qué no
asesinamos? ¿Porque no sentimos la justificación moral de tal acto final? ¿O
quizá se debe más a que tememos las consecuencias si nos descubren… lo que nos
pueda costar, a nuestras familias o a nuestros hijos?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y así sufrimos las
humillaciones y los insultos con tremenda docilidad, las soportamos porque
eliminados nos costaría aun más sufrimientos de los que ya padecemos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pero yo no tenía
familia ni amigos íntimos. Y solamente me quedaban cuatro meses de vida.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El sol se había
puesto y las luces de la feria brillaban cuando me apeé del autobús en el
puente. Miré hacia la cabina del circo y allí estaba todavía el hombre sentado
en su garita.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
“¿Cómo debía
hacerlo?”, me pregunté. Vi cómo otro hombre le relevaba en su puesto… al
parecer con gran alivio del primero. Encendió un cigarrillo y comenzó a caminar
lentamente hacia el oscuro frente del lago.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Me acerqué a él al
doblar una curva oculta por unos altos arbustos. Era un lugar solitario, pero
lo suficientemente cercano a la feria para que sus diferentes ruidos llegaran
todavía a mis oídos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre oyó
mis pasos y dio media vuelta. Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios y con
una mano se frotó los nudillos de la otra al mismo tiempo que decía:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Está usted
buscándoselo, señor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Sus ojos se
abrieron enormemente cuando vio el revólver que yo sostenía en la mano.<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjEc5LnWKaiRjQDLer6usaHZldHqGyJGm3Gnou8MsrbVK00VK0X-_lJMyl-PqGeETOb9KcCaH0XqJuF78qnND12PtNjt1IUhkGE4-bCo1McSakDgQDMPOf3q2IMuJQs8JYaCUnYM1TDzD7x/s1600/pistola20apuntando20mejor.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="304" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjEc5LnWKaiRjQDLer6usaHZldHqGyJGm3Gnou8MsrbVK00VK0X-_lJMyl-PqGeETOb9KcCaH0XqJuF78qnND12PtNjt1IUhkGE4-bCo1McSakDgQDMPOf3q2IMuJQs8JYaCUnYM1TDzD7x/s320/pistola20apuntando20mejor.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué edad
tiene usted? - pregunté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Escuche, señor -
dijo el hombre rápidamente-. Solamente tengo en el bolsillo un par de billetes
de diez dólares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué edad tiene
usted? -repetí.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Sus ojos parpadearon
nerviosamente al responder: -Treinta y dos años.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Moví la cabeza
tristemente y comenté:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Podía haber vivido
usted hasta los setenta y tantos quizá. Cuarenta años más de vida si se hubiera
tomado la simple molestia de actuar como un ser humano.<o:p></o:p></div>
<blockquote class="tr_bq" style="outline: 0px;">
Bueno, aquí me queda la pregunta sobre qué es realmente actuar como un ser humano. Tal vez lo que es inhumano es actuar de manera sensible frente a las necesidades de las demás personas, ser paciente y demás. ¿Será que lo verdaderamente humano es la insensibilidad, la crueldad y el maltrato hacia nuestros iguales?</blockquote>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre palideció
y preguntó:</div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Está usted loco,
amigo?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Es posible.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y en aquel momento
apreté el gatillo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El ruido del disparo
no fue tan fuerte como yo esperaba o quizá su eco se perdió entre los demás
ruidos de la feria.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre se tambaleó
y luego cayó muerto en el borde del sendero que conducía al lago.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Tomé asiento en un
cercano banco del parque y esperé. ¿Acaso nadie había oído el disparo?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Repentinamente me di
cuenta de que sentía apetito. No había comido nada desde el mediodía. El pensamiento
de que me llevaran a una comisaría y me hiciesen preguntas durante largo tiempo
me parecía cosa intolerable. Y además me dolía mucho la cabeza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Arranqué una página
de mi libreta de notas y comencé a escribir:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<u>“Una palabra
descuidada puede perdonarse. Pero una vida de cruel grosería no. Este hombre
merece la muerte.”</u> (Subrayas fuera del texto).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Estaba a punto de
firmar con mi nombre pero entonces decidí que mis iniciales serían suficientes
por el momento. No deseaba que me detuvieran antes de comer algo y tomar unas
aspirinas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Doblé la hoja y la
coloqué en el interior del bolsillo superior de la americana del portero
muerto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
No me encontré con
nadie cuando retrocedí por el sendero y ascendí luego hacia el puente. Caminé
hasta llegar a Weschler’s, probablemente el mejor restaurante de la ciudad. Los
precios, en circunstancias normales, iban más allá de mis posibilidades
económicas, pero en aquellos momentos opiné que podía permitirme el lujo de
hacer un extraordinario.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Después de cenar
decidí que no estaría nada mal dar un paseo nocturno en autobús. Me gustaba
aquella forma de excursión a través de la ciudad y, después de todo, también
comprendía que mi libertad de movimientos muy pronto quedaría restringida.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El conductor del
autobús era claramente un hombre impaciente y aún estaba mucho más claro que
los pasajeros eran sus enemigos. Sin embargo la noche era hermosa y el autobús
no estaba muy lleno de gente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
En la calle 68, una
mujer de aspecto frágil, cabellos muy blancos y rasgos de camafeo esperaba en
la curva. El conductor, gruñendo, detuvo el vehículo y abrió la portezuela.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer sonrió e
hizo un movimiento de cabeza, asintiendo, a los pasajeros cuando puso el pie en
el primer escalón. Se podía observar que la vida de aquella mujer era de suave
felicidad y de muy pocos viajes en autobús.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¡Bien! - gritó el
conductor -. ¿Va usted a tardar todo el día en subir?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer se sonrojó
y tartamudeó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Lo siento, señor…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y al mismo tiempo le
entregó un billete de cinco dólares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre abrió los
ojos asombrado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿No tiene usted
cambio? - preguntó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer se sonrojó
aún más y murmuró:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No lo creo. Pero
miraré…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Era evidente que el
conductor iba adelantado en su itinerario y esperó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y otra cosa estaba
muy clara. Que estaba disfrutando enormemente con la escena.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer encontró un
cuarto de dólar y lo sostuvo entre los dedos tímidamente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¡En la máquina! -
bramó el conductor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer dejó caer
la moneda en la máquina automática del cambio.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El conductor arrancó
el vehículo violentamente y la mujer casi cayó al suelo. Se las pudo arreglar
para asirse a tiempo a una de las barras de los asientos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Sus ojos se posaron
sobre los pasajeros como si tratara de disculparse… por no haberse movido más
rápidamente, por no tener cambio, y por casi haberse caído. Una sonrisa
tembló en sus labios y luego tomó asiento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
En la calle 82, la
mujer hizo presión sobre el botón de aviso, se puso en pie y avanzó hacia la
parte delantera del vehículo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El conductor miró
hacia atrás al mismo tiempo que detenía al autobús.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¡Por la parte de
atrás! - gritó -. ¿Por qué no se acostumbrará la gente a usar la parte de
atrás?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo siempre fui
partidario de usar las portezuelas posteriores de los autobuses especialmente
cuando éstos van llenos de gente. Pero en aquel momento ocupaban el coche una
media docena de pasajeros que leían sus periódicos con terrible indiferencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer se volvió,
palideciendo, y se dirigió a la portezuela trasera.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La tarde que había
pasado o la que pensaba pasar había quedado arruinada. Y quizá muchas más
tardes al acordarse de aquélla.<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSklYR6dPRZwL08JvYHJgVlDwyIWCIOueUK9tXLYHKL5XfejhwWak2wvTTsBBeO2fBrq_wMf_zzSE-YyeBm2XCGmEIX4SzZOL7o-__cXlc4cgFzQJsUkPOPKT7-UbAUOwTeaYcCJSYjuRm/s1600/0fd21-anciana.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSklYR6dPRZwL08JvYHJgVlDwyIWCIOueUK9tXLYHKL5XfejhwWak2wvTTsBBeO2fBrq_wMf_zzSE-YyeBm2XCGmEIX4SzZOL7o-__cXlc4cgFzQJsUkPOPKT7-UbAUOwTeaYcCJSYjuRm/s320/0fd21-anciana.jpg" width="251" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo seguí en el
autobús hasta el final de la línea.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Era el único
pasajero cuando el conductor dio la vuelta al vehículo y lo aparcó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Se trataba de un
lugar desierto, una esquina mal iluminada y no había pasajeros esperando en el
pequeño refugio de la curva. El conductor lanzó una ojeada a su reloj, encendió
un cigarrillo y luego se dio cuenta de mi presencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Si piensa usted
seguir en el coche, señor, ponga otros veinticinco centavos en la máquina. Aquí
no se da nada gratis - aclaró.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Me levanté de mi
asiento y caminé lentamente hacia la delantera del vehículo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué edad tiene
usted? -pregunté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Eso no le interesa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Unos treinta y
cinco años, imagino - dije -. Aún le quedaban por delante quizá unos treinta
años más…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y al pronunciar
estas últimas palabras extraje el revólver del bolsillo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El conductor dejó
caer al suelo el cigarrillo. -Llévese el dinero - dijo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No me interesa el
dinero. Estoy pensando en una dama muy educada y también en otros cientos de
damas más y en muchos hombres inofensivos y niños que sonríen. Usted es un
criminal. No existe justificación para lo que usted hace con ellos. Ni tampoco
existe justificación para que usted siga viviendo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y le maté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Tomé asiento y
esperé.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Al cabo de diez
minutos aún estaba sentado solo en compañía del cadáver.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Me di cuenta de que
tenía sueño. Un sueño increíble. Sería mejor dormir durante toda una noche y
luego entregarme a la policía.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Escribí mi
justificación sobre la muerte del conductor en otra hoja de papel, añadí mis
iniciales, y se la metí en un bolsillo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Tuve luego que
caminar a lo largo de cuatro manzanas de casas antes de encontrar un taxi que
me llevara a mi apartamento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Dormí profundamente
y quizá soñé. Pero si lo hice, mis sueños fueron agradables e inocuos. Eran
casi las nueve de la mañana cuando desperté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Después de ducharme
y desayunar calmosamente, elegí mi mejor traje. Recordé que aún no había pagado
la factura mensual del teléfono. Extendí un talón y luego lo metí en un sobre
en el que escribí la adecuada dirección. Luego descubrí que no tenía sellos.
“No importa -me dije-, compraré uno de camino a la comisaría.”<o:p></o:p></div>
<blockquote class="tr_bq" style="outline: 0px;">
Curiosa y desbordante la personalidad del sujeto que, después de haber cometido alguna acción considerada como delictiva, reconociendo la obligatoriedad de la ley humana, decide entregarse voluntariamente. Maravilloso no sentir ningún tipo de remordimiento, sino simplemente haber actuado de principio a fin en pos del deber. ¡Fascinante!</blockquote>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Casi había llegado a
esta última cuando de nuevo recordé el sello. Me detuve en un almacén de la
esquina más próxima. Era un lugar en el que jamás había entrado antes.</div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El propietario,
ataviado con americana blanca, se hallaba sentado tras el mostrador leyendo el
periódico y un vendedor a comisión hacía notas en un libro de pedidos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El dueño del
establecimiento ni siquiera miró cuando yo entré en la tienda y dijo al
vendedor:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Tienen ya sus
huellas dactilares a causa de las notas, conocen su escritura, y también sus
iniciales, ¿qué le pasa a la policía?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El vendedor se
encogió de hombros y replicó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿ Y para qué sirven
las huellas dactilares si el asesino no figura en los archivos de la policía?
Lo mismo ocurre con la escritura si no se la puede comparar con otra. ¿Y
cuántas personas en la ciudad tienen esas mismas iniciales L. T.?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El vendedor cerró su
libro y dijo a continuación:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Volveré la semana
que viene.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando se fue, el
propietario de la tienda continuó leyendo el periódico.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo aclaré la
garganta.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre terminó de
leer un largo párrafo y luego alzó la cabeza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Dígame… -murmuró.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Un sello de cuatro
centavos, por favor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombre adoptó la
misma expresión que si en aquel momento yo le hubiese propinado una bofetada.
Me miró durante quince segundos, luego abandonó su taburete y lentamente se
dirigió hacia la parte posterior de la tienda donde había una pequeña ventana
enrejada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo estaba a punto de
seguirle, pero en aquel momento llamó mi atención una pequeña exposición de
pipas que había a mi izquierda.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Al cabo de un rato
sentí que unos ojos se posaban sobre mí. Alcé la cabeza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El dueño de la
tienda se halla en pie al final del establecimiento, apoyando una mano en la
cadera y sosteniendo en la otra el sello. Al cabo de un par de segundos,
preguntó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Acaso espera que
yo se lo lleve ahí?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y en aquel preciso
momento recordé a un pequeño muchacho de seis años de edad que poseía cinco
centavos. Cinco centavos de aquellos tiempos, en los que se vendían tantos
dulces de infinitas variedades.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El chico, que en tal
caso había sido yo, acababa de entrar en el establecimiento arrastrado por el
atractivo escaparate donde se exhibían varias clases de dulces, y ya en el
interior del establecimiento había luchado con la indecisión. ¿Cuál elegir?
Bueno, le gustaban todos, pero no aquellas guindas escarchadas. No, aquello no
le gustaba.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y entonces se había
dado cuenta de que el tendero se hallaba en pie al lado del escaparate,
golpeando con un pie sobre el suelo lleno de impaciencia. Los ojos del tendero
resplandecían de irritación… No, había sido algo más que eso, brillaban de
cólera.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
«-¿Es que piensas
estar aquí todo el día con esa piojosa moneda en la mano?», le había preguntado
el hombre.<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlUpyo99rCyJUbO2jD0A8rfshmuUkqeLKb2QIEshEMLsoNf1Vd55W-aHX08P56iwSY6xQJ_ATMlqTeTwK808RX2D5YiCEPraCV0kZZB6Ezwd31lHW9UEj9LEul2ffsMCvFi8GXkUAP-Jhe/s1600/hqdefault.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlUpyo99rCyJUbO2jD0A8rfshmuUkqeLKb2QIEshEMLsoNf1Vd55W-aHX08P56iwSY6xQJ_ATMlqTeTwK808RX2D5YiCEPraCV0kZZB6Ezwd31lHW9UEj9LEul2ffsMCvFi8GXkUAP-Jhe/s320/hqdefault.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Aquel niño era un
niño muy sensible y las palabras del tendero le habían sentado tan mal como si
en aquel momento alguien le hubiese golpeado. Sus preciosos cinco centavos no
valían nada. Aquel hombre le había despreciado, y en él despreciaba a todos los
niños.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego había señalado
con la mano hacia el escaparate para casi tartamudear:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Cinco centavos de
eso…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando abandonó el
establecimiento descubrió que en la bolsa sólo llevaba guindas escarchadas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pero aquello no
importaba realmente. Aun cuando hubiese llevado otra cosa, tampoco habría
podido comerla.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Ahora miré al
propietario del establecimiento y al sello de cuatro centavos y a aquella
expresión de odio hacia todo ser humano que no contribuyese debidamente al
aumento de sus beneficios. No me quedaba la menor duda de que inmediatamente
sonreiría si me decidía a comprarle una de sus pipas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pero volví a pensar
en el sello de cuatro centavos y en aquel paquete de guindas que había arrojado
a la basura hacía muchos años.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Avancé hacia el
fondo del almacén y saqué el revólver del bolsillo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué edad tiene
usted? - pregunté.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando murió no
esperé más qué el tiempo suficiente para escribir una nota. Esta vez había
matado para vengar unas horas de mi infancia y realmente necesitaba un trago.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Caminé a lo largo de
varias casas de la misma calle y entré en un pequeño bar. Pedí un coñac y un
vaso de agua.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Al cabo de diez
minutos escuché el ulular de la sirena de un coche patrulla.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El dueño del bar se
acercó a la ventana.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Es en esta misma
calle - dijo al mismo tiempo que se quitaba la americana blanca-. Voy a ver qué
es lo que ocurre. Por favor, señor, si viene alguien diga usted que regreso en
seguida.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego colocó la botella de coñac sobre el mostrador y añadió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Sírvase usted
mismo…, pero dígame luego cuántas ha tomado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Sorbí pacíficamente
el coñac y contemplé desde mi taburete la llegada de más coches patrulla y a
continuación la de la ambulancia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El dueño del bar
regresó al cabo de diez minutos seguido por un cliente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Una cerveza corta,
Joe -pidió este último. -Este es mi segundo coñac -advertí yo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Joe recogió las
monedas que yo deposité en el mostrador, y dijo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Han asesinado al
abacero de ahí abajo. Parece que ha sido el hombre que mata a la gente que no
es cortés.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El cliente observó
cómo Joe servía la cerveza en el vaso y preguntó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Cómo sabes eso?
Bien pudo ser un atraco… Joe movió la cabeza negativamente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No. Fred Masters,
el que tiene la tienda de televisión al otro lado de la calle, encontró el
cadáver y leyó la nota.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El cliente depositó
cinco centavos en el mostrador, y comentó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Me parece que no
voy a llorar su muerte. Yo siempre compraba en cualquier otro lado. Ese tipo te
vendía como si te estuviera haciendo un gran favor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Joe asintió con un
movimiento de cabeza y replicó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Si. No creo que
nadie de la vecindad vaya a echarle mucho de menos. Era bastante inaguantable.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo estaba a punto de
salir del bar y acercarme hasta el almacén para entregarme, pero entonces pedí
otro coñac y saqué del bolsillo mi libreta de notas. Comencé a extender una
lista de nombres.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Era sorprendente
como un nombre seguía inmediatamente al otro. Eran recuerdos amargos, algunos
grandes y otros más pequeños, algunos que yo había experimentado y otros que
había presenciado… y que quizáme habían sentado mucho peor que a las víctimas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Nombres. ¿Y el de
aquel almacenista? No lo recordaba, pero también debía incluirlo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Recordé el día y a
la señorita Newman. Eramos sus alumnos de sexto grado y nos había llevado a
otra de sus excursiones… Esta vez a los almacenes que había a lo largo del río,
donde nos iba a enseñar “cómo trabajaba la industria”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La señorita Newman
siempre proyectaba sus excursiones por adelantado y pedía permiso para visitar
los lugares adonde pensaba llevarnos, pero esta vez quizá se perdió o
desorientó y llegamos al almacén… ella y los treinta chiquillos que la
adoraban.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y el almacenista la
había expulsado groseramente. Había empleado un lenguaje que nosotros no
entendíamos, pero que sí comprendíamos en su sentido, palabras dirigidas tanto
a la señorita Newman como a nosotros.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La señorita Newman
era una mujer de baja estatura que en aquel momento sintió un pánico terrible y
todos nos retiramos. Al parecer, se sintió tan humillada ante nosotros que al
día siguiente no apareció por la escuela ni volvió a hacerlo más, hasta que
supimos que había solicitado un traslado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y yo, que la
adoraba, sabía por qué. No podía ponerse delante de nosotros después de
aquello.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
¿Viviría todavía
aquel individuo? Pensé que por entonces debía andar por los veintitantos años
de edad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando abandoné el
bar media hora más tarde, me di cuenta de que tenía por delante mucho trabajo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Los días siguientes
fueron muy atareados, y entre otros, encontré al almacenista. Le dije por lo
que moría porque el hombre ni siquiera lo recordaba.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y cuando terminé
aquella labor entré en un restaurante situado no muy lejos de mi última
ejecución.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La camarera
suspendió su conversación con la cajera y se acercó a mi mesa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué desea usted?
-preguntó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pedí un buen filete
y tomates.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El filete resultó lo
que se podía esperar de aquella vecindad. Cuando extendí la mano para tomar la
cucharilla del café, la dejé caer al suelo accidentalmente. Luego la recogí.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Camarera -llamé -,
¿puede traerme otra cucharilla, por favor?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer se acercó
airadamente a mi mesa y me arrebató la cucharilla de la mano.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué le pasa,
señor? -interrogó-. ¿Sufre de temblores o algo parecido?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Regresó al cabo de
unos momentos y estaba a punto de depositar otra cucharilla sobre la mesa con
énfasis considerable cuando de repente se alteró la dura expresión de sus
facciones. Disminuyó el descenso del brazo y cuando la cuchara tocó el mantel
de la mesa lo hizo suavemente, muy suavemente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego la mujer se
echó a reír nerviosa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Siento haber sido
tan grosera, señor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Se trataba de una
disculpa, y por eso repliqué: -No tiene importancia, olvídelo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Quiero decir que
puede usted dejar caer al suelo la cucharilla siempre que guste. Me alegrará
servirle otra limpia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Gracias - murmuré,
atendiendo a mi café.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No se habrá
ofendido usted, ¿verdad, señor? -No. En absoluto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
La mujer tomó un
periódico de una cercana mesa y dijo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Aquí tiene usted,
señor, puede usted leerlo mientras come. Quiero decir que es de la casa.
Gratis.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando la mujer se
retiró, la cajera la miró con los ojos muy abiertos, y preguntó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Qué significa todo
esto, Mable?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Mable me miró de
reojo con cierta incomodidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Nunca se puede
decir… no podemos asegurar quién es ese hombre. En estos días será mejor
mostrar más cortesía.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Mientras comí estuve
leyendo y hubo una noticia que me llamó sumamente la atención. Un hombre maduro
había calentado unos centavos en una sartén puesta al fuego y luego se los
había arrojado a unos cuantos niños que estaban jugando frente a Halloween, y
naturalmente se había producido graves quemaduras en las manos. El hombre había
sido multado con veinte miserables dólares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Inmediatamente anoté
su nombre y dirección en mi libreta.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El doctor Briller
terminó su examen.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Ya puede usted
vestirse, señor Turner.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Recogí mi camisa de
encima de una silla y comenté:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Supongo que no
habrá salido ninguna nueva droga milagrosa desde la última vez que estuve aquí,
¿verdad?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El doctor se echó a
reír con toda naturalidad, y contestó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No, me temo que por
ahora no.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego contempló en
silencio cómo me abotonaba la camisa, y añadió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Y a propósito, ¿ha
decidido usted lo que va hacer con el tiempo que le queda?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo ya lo había
pensado, pero creí conveniente responder:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No, todavía no.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El médico pareció
asombrarse profundamente y replicó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Ya debía haberlo
hecho. Sólo le quedan tres meses. Y, por favor, hágamelo
saber cuando lo decida.</div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Mientras terminaba
de vestirme el doctor se sentó ante su mesa de despacho y lanzó una ojeada al
periódico que descansaba sobre ella.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-El asesino parece
estar muy ocupado estos días, ¿eh? Luego volvió la página y añadió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Pero lo curioso del
caso, lo sorprendente de todo cuanto está ocurriendo en estos crímenes es la
reacción pública ante los mismos. ¿Ha leído usted las Cartas del Pueblo que se
han publicado recientemente?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Estos asesinatos
parece que encuentran apoyo casi universal. Parece que hay mucha gente que los
aprueba. Algunas de las personas que escriben esas cartas dan la impresión de
que estarían dispuestas a suministrar al asesino unas cuantas víctimas más, si eso
pudiese ser.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pensé en que tendría
que comprar un periódico.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Y no solamente eso
- añadió el doctor Briller-, sino que en toda la ciudad ha estallado una
verdadera ola de cortesía.<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf_geo7D2cCKYurZPoS7-DEPq9tnUQP_JWl71wLv6OSx6NDwI7GPsXEymh0PnZylvwNs3QySB29OQe_0kbKPaC85XPYEYHQnR9gBZ9tBKnLuzPE_C7bLfAN1OoF0n6aQyTupNla4hL1BfK/s1600/blog_amabilidad-04.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="198" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf_geo7D2cCKYurZPoS7-DEPq9tnUQP_JWl71wLv6OSx6NDwI7GPsXEymh0PnZylvwNs3QySB29OQe_0kbKPaC85XPYEYHQnR9gBZ9tBKnLuzPE_C7bLfAN1OoF0n6aQyTupNla4hL1BfK/s320/blog_amabilidad-04.png" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Me puse el abrigo y
pregunté:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿He de volver
dentro de dos semanas?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El doctor dejó el
periódico a un lado y respondió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Sí. Y trate de
considerar su caso en la forma más alegre posible. Piense que todos hemos de
seguír el mismo camino, antes o después.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Pero ya tenía la
impresión de que para el doctor Briller siempre habría un “después” mejor que
un “antes”, en el futuro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Mi cita con el
doctor Briller se había celebrado por la tarde y eran casi las diez de la noche
cuando dejé el autobús, y emprendí el corto paseo hasta mi apartamento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Cuando me aproximaba
a la última esquina oí un disparo. Entré en la calle Milding Lane y encontré a
un hombrecillo que sostenía un revólver en la mano junto a un cuerpo
caído sobre la acera y que, a juzgar por su aspecto, no era más que un cadáver
ya.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Miré al muerto y
murmuré, asombrado: -¡Cielo santo! ¡Un policía!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombrecillo
asintió con un movimiento de cabeza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Sí - dijo -. Lo que
acabo de hacer parecerá un poco extremado, pero verá usted…, este agente estaba empleando un lenguaje totalmente innecesario…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¡Ah! - exclamé.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombrecillo
volvió a asentir con otro movimiento de cabeza y añadió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Tenía mi coche
aparcado frente a esta bomba de incendios. Le aseguro a usted que
inadvertidamente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Y este policía me
estaba esperando cuando regresé a mi coche. También descubrió que me había
olvidado en casa el permiso de conducir. Yo no hubiese actuado como lo hice si
el hombre se hubiese limitado a extenderme una multa, pues yo era culpable y lo
admito, señor, pero no se contentó con eso. Hizo embarazosas observaciones
acerca de mi inteligencia, de mi vista y sobre la posibilidad de que yo hubiera
robado este coche, y finalmente puso en duda la legitimidad de mi nacimiento…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombrecillo
parpadeó nerviosamente ante el recuerdo de esta última observación y añadió
casi en voz baja:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Y mi madre era un
ángel, señor, un verdadero ángel…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Recordé
inmediatamente una vez que también yo había sido detenido cuando había cruzado,
inadvertidamente, un paso prohibido para peatones en una calle. Yo hubiese
aceptado gustosamente la reprimenda de costumbre e incluso una multa, pero el
agente insistió en pronunciar una auténtica conferencia ante un numeroso grupo
de personas que se habían reunido a nuestro alrededor, y que sonreían
divertidas. Fue de lo más humillante.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombrecillo miró
a la pistola que sostenía en la mano, y dijo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Compré hoy mismo
esto, y realmente intentaba emplearla con el superintendente de la casa donde
vivo. Es un fanfarrón.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Yo comenté,
asintiendo con un movimiento de cabeza:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Insolentes
individuos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombrecillo
suspiró hondo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Pero ahora supongo
que tendré que entregarme a la policía, ¿no le parece?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Lo pensé un poco y
el hombrecillo me miró fijamente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego el hombrecillo
aclaró la garganta, y añadió:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿No le parece a
usted que debería dejar una nota sobre ese cadáver? Verá usted, estuve leyendo
en el periódico acerca de…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Inmediatamente le
presté mi libreta de notas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
El hombrecillo
escribió unas cuantas líneas, firmó con sus iniciales, y depositó la hoja de
papel entre los botones de la guerrera del agente muerto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Luego me devolvió la
libreta, diciendo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-Tengo que recordar
comprar una como ésta. Acto seguido abrió la portezuela de su coche y preguntó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-¿Quiere que le deje
en algún sitio?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
-No, gracias. Hace
una buena noche y prefiero pasear.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
“Agradable
individuo”, pensé, cuando el coche se alejó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="outline: 0px;">
Era una lástima que
no hubiese muchos como él.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b>FIN</b></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Si desean escuchar el audio, <a href="https://www.youtube.com/watch?v=-GezYgm5Soc">aquí lo pueden encontrar</a>, ya que soy una persona amable y lo he buscado para ustedes.</div>
<div class="MsoNormal">
Sean amables y no arruinen la vida de otros por capricho :) No les cuesta nada!</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-64227361319433376292015-01-04T13:58:00.002-08:002015-01-04T13:59:47.342-08:00Noches blancas (primera noche) - Fiódor Dostoievsky<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Revisando mi lista de lecturas antiguas (bueno, en realidad no tengo una lista, factor del cual me arrepiento porque desearía poder repasar algo tan maravilloso como eso), me encontré con esta hermosura de Libor. 'Noches blancas' de </span><a href="http://es.wikiquote.org/wiki/Fi%C3%B3dor_Dostoyevski" style="cursor: pointer; font-family: Verdana, sans-serif; text-decoration: none; white-space: nowrap;"><span style="color: black;">Fiódor Dostoyevski</span></a><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">. Le guardo un cariño especial y, curiosamente, suelo recordarle cada noche de esas claras en que salgo a pasear, y que lamentablemente ya se ven poco. A veces la vida le acaba a uno y le llena de costumbres misántropas, y entre esas se encuentra el encerrarse progresivamente. Como iba diciendo, este es un libro que aprecio especialmente porque uno de los pocos caballeros que he conocido en la vida fue quien me recomendó esa lectura, y una tarde hermosa, mientras yo observaba las hojas de los árboles caer, en una tarde de viento fuerte, él me leía la tercera noche, con la voz más encantadora que haya escuchado. </span></i></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i>Este libro se compone de cuatro noches. Es una novela corta, de tipo sentimental. Me gustaría en esta ocasión compartir la primera noche con ustedes. A pesar de que se le llame 'sentimental', cae efectivamente en mi Lírica Bizarra, porque, carajo... creo que más de uno puede identificarse con algo como esto. Veamos si quieren hacer el intento. Suerte con ello. Me agrada escribirles.</i></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKU3j-HJCD3Aq2oFi8gzFO1yeWr0TBkHZrsWTobCQgrTm8IYty-6s0dCtx_h_OpIXnu6i9aD1NUDZZ5HcgoScvmI-7gDtomCgqUUQ52eWNgYza6KyOlhUkk8yMzQHqbqVd4aQE4uIM6Ab4/s1600/dostoievski1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKU3j-HJCD3Aq2oFi8gzFO1yeWr0TBkHZrsWTobCQgrTm8IYty-6s0dCtx_h_OpIXnu6i9aD1NUDZZ5HcgoScvmI-7gDtomCgqUUQ52eWNgYza6KyOlhUkk8yMzQHqbqVd4aQE4uIM6Ab4/s1600/dostoievski1.jpg" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Era una noche maravillosa, una de esas noches, amable
lector, que quizá sólo existen en nuestros años mozos. El cielo estaba tan
estrellado, tan luminoso, que mirándolo no podía uno menos de preguntarse:
¿pero es posible que bajo un cielo como éste pueda vivir tanta gente
atrabiliaria y caprichosa? Ésta, amable lector, es también una pregunta de los
años mozos, muy de los años mozos, pero Dios quiera que te la hagas a menudo.
Hablando de gente atrabiliaria y por varios motivos caprichosa, debo recordar mi
buena conducta durante todo ese día. Ya desde la mañana me atormentaba una
extraña melancolía. Me pareció de pronto que a mí, hombre solitario, me
abandonaba todo el mundo que todos me rehuían. Claro que tienes derecho a
preguntar: ¿y quiénes son esos «todos»? Porque hace ya ocho años que vivo en
Petersburgo y no he podido trabar conocimiento con nadie. ¿Pero qué falta me
hace conocer a gente alguna? Porque aun sin ella, a mí todo Petersburgo me es
conocido. He aquí por qué me pareció que todos me abandonaban cuando
Petersburgo entero se levantó y salió acto seguido para el campo. Fue horrible
quedarme solo. Durante tres días enteros recorrí la ciudad dominado por una
profunda angustia, sin darme clara cuenta de lo que me pasaba. Fui a la
perspectiva Nevski, fui a los jardines, me paseé por los muelles; pues bien, no
vi ni una sola de las personas que solía encontrar durante el año en tal o cual
lugar, a esta o aquella hora. Esas personas, por supuesto, no me conocen a mí,
pero yo sí las conozco a ellas. Las conozco a fondo, casi me he aprendido de
memoria sus fisonomías, me alegro cuando las veo alegres y me entristezco
cuando las veo tristes. Estuve a punto de trabar amistad con un anciano a quien
encontraba todos los días a la misma hora en la Fontanka. ¡Qué rostro tan
impresionante, tan pensativo, el suyo! Caminaba murmurando continuamente y
accionando con la mano izquierda, mientras que en la derecha blandía un bastón
nudoso con puño de oro. Él también se percató de mí y me miraba con vivo
interés. Estoy seguro de que se ponía triste si por ventura yo no pasaba a esa
hora precisa por ese lugar de la Fontanka. He ahí por qué algunas veces
estuvimos a punto de saludarnos, sobre todo cuando estábamos de buen humor. No
hace mucho, cuando nos encontramos al cabo de tres días de no vernos, casi nos
llevamos la mano al sombrero, pero afortunadamente nos dimos cuenta a tiempo,
bajamos el brazo y pasamos uno junto a otro con un gesto de simpatía. También
las casas me son conocidas. Cuando voy por la calle parece que cada una de
ellas me sale al encuentro, me mira con.todas sus ventanas y casi me dice:
«¡Hola! ¿Qué tal? Yo, gracias a Dios, voy bien, y en mayo me añaden un piso. »
O bien: «¿ Cómo va esa salud? A mí mañana me ponen en reparaciones.» O bien:
«Estuve a punto de arder y me llevé un buen susto.» Y así por el estilo. Entre
ellas tengo mis preferidas, mis amigas íntimas. Una de ellas tiene la intención
de ponerse en tratamiento este verano con un arquitecto. Iré de propósito a
verla todos los días para que no la curen al buen tuntún. ¡Dios la proteja!
Nunca olvidaré lo que me pasó con una casita preciosa pintada de rosa claro.
Era una casita adorable, de piedra, y me miraba de un modo tan afable y
observaba con tanto orgullo a sus desgarbadas vecinas que mi corazón se henchía
de gozo cuando pasaba ante ella. Pero de repente, la semana pasada, cuando
bajaba por la calle y eché una mirada a mi amiga, oí un grito de dolor: «¡Me
van a pintar de amarillo!» ¡Malvados, bárbaros! No han perdonado nada, ni siquiera las columnas o
las cornisas; y mi amiga se ha puesto amarilla como un canario. A mí casi me
dio un ataque de ictericia con ese motivo. Y ésta es la hora en que no he
tenido fuerzas para ir a ver a mi pobre amiga desecrada, teñida del color
nacional del Imperio Celeste.<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgp1fyujy-fiMWazz0JpSnTzMnH7T-eI-5plr1eY9Zkja_GGt0GLaQAqA1uDfTSkbRYLiO8ESWkO6XB7WeoTt0TfgdzK1Q1Hy2cZFZr3wkFmsglGAn2fdL-RYZv7XB9BVVh1ufFsImUuDbL/s1600/La+Casa+Amarilla-Vincent+Van+Gogh.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgp1fyujy-fiMWazz0JpSnTzMnH7T-eI-5plr1eY9Zkja_GGt0GLaQAqA1uDfTSkbRYLiO8ESWkO6XB7WeoTt0TfgdzK1Q1Hy2cZFZr3wkFmsglGAn2fdL-RYZv7XB9BVVh1ufFsImUuDbL/s1600/La+Casa+Amarilla-Vincent+Van+Gogh.jpg" height="257" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">No pude evitar evocar La casa amarilla de Van Gogh.</td></tr>
</tbody></table>
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Así, pues, lector, ya ves de qué manera conozco todo
Petersburgo. Ya he dicho que durante tres días enteros me tuvo atormentado la
inquietud hasta que por fin averigüé su causa. En la calle no me sentía bien
-éste ya no está aquí, ni este otro; y ¿adónde habrá ido aquel otro?-, ni
tampoco en casa. Durante dos noches seguidas hice un esfuerzo: ¿qué echo de
menos en mi rincón? ¿Por qué me es tan molesto permanecer en él? Miraba
perplejo las paredes verdes y mugrientas, el techo cubierto de telarañas que
con gran éxito cultivaba Matryona; volvía a examinar todo mi mobiliario, a
inspeccionar cada silla, pensando si no estaría ahí la clave de mi malestar
(porque basta que una sola de mis sillas no esté en el mismo sitio que ayer
para que ya no me sienta bien), miré por la ventana, y todo en vano..., no
hallé alivio. Decidí incluso llamar a Matryona y reprenderla paternalmente por
lo de las telarañas y, en general, por la falta de limpieza, pero ella se
limitó a mirarme con asombro y me volvió la espalda sin decir palabra; así,
pues, las telarañas siguen todavía felizmente en su sitio. Por fin esta mañana
logre averiguar de qué se trataba. Pues nada, que todo el mundo estaba saliendo
de estampía para el campo. Pido perdón por la frase vulgar, pero es que ahora
no estoy para expresarme en estilo elevado... Porque, así como suena, todo lo
que encierra Petersburgo se iba a pie o en vehículo al campo. Todo caballero de
digno y próspero aspecto que tomaba un coche de alquiler se convertía al punto
en mis ojos en un honrado padre de familia que, después de las consabidas
labores de su cargo, se dirigía desembarazado de equipaje al seno de su familia
en una casa de campo. Cada transeúnte tomaba ahora un aire singular, como si
quisiera decir a sus congéneres: «Nosotros, señores, estamos aquí sólo de paso.
Dentro de un par de horas nos vamos al campo.» Se abría una ventana, se oía
primero el teclear de unos dedos finos y blancos como el azúcar, y asomaba la
cabeza de una muchacha bonita que llamaba al vendedor ambulante de flores; al
punto me figuraba yo que estas flores se compraban, no para disfrutar de ellas
y de la primavera en el aire cargado de una habitación ciudadana, sino porque
todos se iban pronto al campo y querían llevarse las flores consigo. Pero hay
más, y es que había adquirido ya tal destreza en este nuevo e insólito género
de descubrimientos que podía, sin equivocarme, guiado sólo por el aspecto
físico, determinar en qué tipo de casa de campo vivía cada cual. </span></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i>¿Se nota el perfecto realismo? Y es un realismo que hace la lectura más apacible y deliciosa. Es una pluma perfecta. El paisaje se evoca nítidamente a la imaginación del lector.</i></span></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los que las
tenían en las islas Kamenny y Aptekarski o en el camino de Peterhof, se
distinguían por la estudiada elegancia de sus modales, por su atildada
indumentaria veraniega y por los soberbios carruajes en que venían a la ciudad.
Los que las tenían en Pargolov, o aún más lejos, impresionaban desde el primer
momento por su prestancia y prudencia. Los de la isla Krestovski destacaban por
su continente invariablemente alegre. Sucedía que tropezaba a veces con una
larga hilera de carreteros que con las riendas en la mano caminaban
perezosamente junto a sus carromatos, cargados de verdaderas montañas de
muebles de toda laya; mesas, sillas, divanes turcos y no turcos, y otros
enseres domésticos; y encima de todo ello, en la cumbre misma de la montaña,
iba a menudo sentada una macilenta cocinera, protectora de la hacienda de sus
señores como si fuera oro en paño. O veía pasar, cargadas hasta los topes de
utensilios domésticos, barcas que se deslizaban por el Neva o la Fontanka hasta
a río Chorny o las islas. Los carros y las barcas se multiplicaban por diez o
por ciento a mis ojos. Parecía que todo se levantaba y se iba, que todo se
trasladaba al campo en caravanas enteras, que Petersburgo amenazaba con
quedarse desierto -y llegué al punto de tener vergüenza, de sentirme ofendido y
triste. Yo no tenía adónde ir, ni por qué ir al campo, pero estaba dispuesto a
irme con cualquier carromato, con cualquier caballero de aspecto respetable que
alquilara un coche de punto. Nadie, sin embargo, absolutamente nadie me
invitaba. Era como si se hubieran olvidado de mí, como si efectivamente fuera
un extraño para todos.<o:p></o:p></span></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i>Empieza a llegar el tinte psicológico, tan común en la escritura de Dostoievsky. El mundo interno del ser humano fascinaba al escritor, y era tal su habilidad para transmitirlo y dibujarlo, que es inevitable sentirse identificado, en algún momento, con alguna de sus frases o con la totalidad de cualquiera de sus textos.</i></span></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Anduve mucho, largo tiempo, hasta que, como me ocurre a
menudo, perdí la noción de dónde estaba, y cuando volví en mi acuerdo me hallé
a las puertas de la ciudad. De pronto me sentí contento, rebasé el puesto de
peaje y me adentré por los sembrados y praderas sin parar mientes en el
cansancio, sintiendo sólo con todo mi cuerpo que se me quitaba un peso del
alma. Los transeúntes me miraban con tanta afabilidad que se diría que les
faltaba poco para saludarme. No sé por qué todos estaban alegres, y todos, sin
excepción, iban fumando cigarros. También yo estaba alegre, alegre como hasta
entonces nunca lo había estado. Era como si de pronto me encontrase en Italia
-tanto me afectaba la naturaleza, a mí, hombre de ciudad, medio enfermo, que
casi comenzaba a asfixiarme entre los muros urbanos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCIWxwavfCDY_52NOJbM97ihWcJ9yyOmujnVB1Rsy9k3eDfMQJEHpCB2Bqa5DGD_4oeoQe69IbQE0Q7gjMo4QoYtFwRkmiodRSvlZUeqZehY53RkBobxiR9_8apzbCZ18Qvg_elpQy-XHh/s1600/descarga.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCIWxwavfCDY_52NOJbM97ihWcJ9yyOmujnVB1Rsy9k3eDfMQJEHpCB2Bqa5DGD_4oeoQe69IbQE0Q7gjMo4QoYtFwRkmiodRSvlZUeqZehY53RkBobxiR9_8apzbCZ18Qvg_elpQy-XHh/s1600/descarga.jpg" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Otra vez Van Gogh. ¿Por qué Campo de trigo con cipreses? Porque a mí me genera alegría y tranquilidad. Y el porotagonista estaba sintiendo alegría, y además estaba en una pradera. ¡Ay! Perdón. A veces siento la necesidad de dar explicaciones.</td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Hay algo inefablemente conmovedor en nuestra naturaleza
petersburguesa cuando, a la llegada de la primavera, despliega de pronto toda
su pujanza, todas las fuerzas de que el cielo la ha dotado, cuando gallardea,
se engalana y se tiñe con los mil matices de las flores. Me recuerda a una de
esas muchachas endebles y enfermizas a las que a veces se mira con lástima, a
veces con una especie de afecto compasivo, y a veces, sencillamente, no se fija
uno en ellas, pero que de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, sin que se sepa
cómo, se convierten en beldades singulares y prodigiosas. Y uno, asombrado,
cautivado, se pregunta sin más: ¿qué impulso ha hecho brillar con tal fuego esos
ojos tristes y pensativos?, ¿qué ha hecho volver la sangre a esas mejillas
pálidas y sumidas?, ¿qué ha regado de pasión los rasgos de ese tierno rostro?,
¿de qué palpita ese pecho?, ¿qué ha traído de súbito vida, vigor y belleza al
rostro de la pobre muchacha?, ¿qué la ha hecho iluminarse con tal sonrisa,
animarse con esa risa cegadora y chispeante? Mira uno en torno suyo buscando a
alguien, sospechando algo. Pero pasa ese momento y quizás al día siguiente
encuentra uno la misma mirada vaga y pensativa de antes, el mismo rostro
pálido, la misma humildad y timidez en los movimientos; y más aún:
remordimiento, rastros de cierta torva melancolía y aun irritación ante el
momentáneo enardecimiento. Y le apena a uno que esa instantánea belleza se haya
marchitado de manera tan rápida e irrevocable, que haya brillado tan engañosa e
ineficazmente ante uno; le apena el que ni siquiera hubiese tiempo bastante
para enamorarse de ella...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Mi noche, sin embargo, fue mejor que el día. He aquí lo que
pasó: Regresé a la ciudad muy tarde y ya daban las diez cuando llegué cerca de
casa. Mi camino me llevaba por el muelle del canal, en el que a esa hora no
encontré alma viviente, aunque verdad es que vivo en uno de los barrios más
apartados de la ciudad. Iba cantando porque cuando me siento feliz siempre
tarareo algo entre dientes, como cualquier hombre feliz que carece de amigos o
de buenos conocidos y que, cuando llega un momento alegre, no tiene con quien
compartir su alegría. De repente me sucedió la aventura más inesperada.<o:p></o:p></span></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4Us0xQKkeJ_APeBdjvOXLmJJ4c9ZawXyIHVTaGQ14PHvqNt3IC9fHMV-vJmOzkK-cmm_OnKaNuhNVPAGSWObNSn6NOfYZaFceJY4WIo16ajrzAq5GP6wTPjtW_tlI65kqnaGKNEpjydjS/s1600/4107679095789241.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4Us0xQKkeJ_APeBdjvOXLmJJ4c9ZawXyIHVTaGQ14PHvqNt3IC9fHMV-vJmOzkK-cmm_OnKaNuhNVPAGSWObNSn6NOfYZaFceJY4WIo16ajrzAq5GP6wTPjtW_tlI65kqnaGKNEpjydjS/s1600/4107679095789241.jpg" height="239" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Ciudad de noche- Jorge Lázaro Pérez Prada</td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">A unos pasos de mí, de codos en la barandilla del muelle,
estaba una mujer que parecía observar con gran atención el agua turbia del
canal. Vestía un chal negro muy coqueto y llevaba un bonito sombrero amarillo.
«Es, sin duda, joven y morena», pensé. Por lo visto no había oído mis pasos y
ni siquiera se movió cuando, conteniendo el aliento y con el corazón a galope,
pasé junto a ella.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">«Es extraño -me dije-, algo la tiene muy abstraída.» De
pronto me quedé clavado en el sitio. Creí haber oído un sollozo ahogado. Sí, no
me había equivocado, porque momentos después oí otros sollozos. ¡Dios mío! Se
me encogió el corazón. Soy muy tímido con las mujeres, pero en esta ocasión
giré sobre los talones, me acerqué a ella y le hubiera dicho «¡Señorita!» de no
saber que esta exclamación ha sido pronunciada ya un millar de veces en novelas
rusas que versan sobre la alta sociedad. Eso fue lo único que me contuvo. Pero
mientras buscaba otra palabra la muchacha recobró su compostura, miró en torno
suyo, bajó los ojos y se deslizó junto a mí a lo largo del muelle. Al momento
me puse a seguirla, pero ella, adivinándolo, se apartó del muelle, cruzó la
calle y siguió caminando por la acera. Yo no me atreví a cruzar la calle. El
corazón me latía como el de un pajarillo que se tiene cogido en la mano.
Inopinadamente la casualidad vino en mi ayuda.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Por la acera, no lejos de mi desconocida, apareció de pronto
un caballero vestido de frac, impresionante por los años, aunque no lo fuera
por su manera de andar. Caminaba haciendo eses y apoyándose con tiento en la
pared. La muchacha iba como una flecha, rauda y tímida, como van por lo común
las mocitas que no quieren que se las acompañe a casa de noche, y, por
supuesto, el caballero tambaleante no hubiera podido alcanzarla si mi suerte no
le hubiera sugerido recurrir a una estratagema. Sin decir palabra, el caballero
se arrancó de repente y se puso a galopar en persecución de mi desconocida.
Ella volaba, pero no obstante el caballero de los trompicones iba alcanzándola,
la alcanzó por fin, la muchacha lanzó un grito... y yo doy gracias al destino
por el excelente bastón de nudos que mi mano derecha empuñaba en tal ocasión.
En un abrir y cerrar de ojos me planté en la acera opuesta, el caballero
importuno comprendió al instante de qué se trataba, tomó en consideración el
argumento irresistible que yo blandía, calló, se desvió, y sólo cuando se halló
bastante lejos protestó contra mí en términos bastante enérgicos, pero sus
palabras apenas se percibían desde donde estábamos.<o:p></o:p></span></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFuYaYANYFaAblydsiroo9KXo7R6QLVFvei-33V-jIbIwgPLIH1773pNhDfCB-oS44_Xd7Hfh_c2RYxWBH19nGp8h04TKT5-4JUTab11JUMGBIqE8W1t1lZNfYKNZ7e0S8o-da44cTgNTE/s1600/6295407711348835.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFuYaYANYFaAblydsiroo9KXo7R6QLVFvei-33V-jIbIwgPLIH1773pNhDfCB-oS44_Xd7Hfh_c2RYxWBH19nGp8h04TKT5-4JUTab11JUMGBIqE8W1t1lZNfYKNZ7e0S8o-da44cTgNTE/s1600/6295407711348835.jpg" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">La chica de la mirada triste - Jazlym Nathaly Rentería</td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Deme usted la mano -le dije a mi desconocida-. Ese sujeto
ya no se atreverá a acercarse. Ella, en silencio, me alargó la mano, que aún
temblaba de agitación y espanto. ¡Oh, caballero importuno, cómo te di las
gracias en ese momento! La miré fugazmente. Era bonita y morena.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Había acertado. En sus pestañas negras brillaban aún
lágrimas de miedo reciente o de tristeza anterior. No sé. Pero a los labios
afloraba ya una sonrisa. Ella también me miró de soslayo, se ruborizó
ligeramente y bajó los ojos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Por qué me rechazó usted antes? Si yo hubiera estado allí
no habría pasado esto. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-No le conocía. Pensé que también usted...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Pero es que me conoce usted ahora?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Un poco. Por ejemplo, ¿por qué tiembla usted?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Ah, ha acertado a la primera mirada! -respondí
entusiasmado de saberla inteligente, lo que, unido a la belleza, no es humo de
pajas-. Sí, a la primera mirada ha adivinado usted qué clase de persona soy. Es
verdad, soy tímido con las mujeres. Estoy agitado, no lo niego; ni más ni menos
que usted misma lo estaba hace un minuto cuando la asustó ese señor. Ahora el
que tiene miedo soy yo. Parece un sueño, pero ni aun en sueños hubiera creído
que hablaría con una mujer.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Cómo? ¿Es posible?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Sí. Si me tiembla la mano es porque hasta ahora no había
apretado nunca otra tan pequeña y bonita como la suya. He perdido la costumbre
de estar con las mujeres; mejor dicho, nunca la he tenido, soy un solitario. Ni
siquiera sé hablar con ellas. Ni ahora tampoco. ¿No le he soltado a usted
alguna majadería? Dígamelo con franqueza. Le advierto que no me ofendo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-No, nada. Todo lo contrario. Y si me pide usted que sea
franca le diré que a las mujeres les gusta esa clase de timidez. Y si quiere
saber algo más, también a mí me gusta, y no le diré que se vaya hasta que
lleguemos a casa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Lo que hará usted conmigo -dije jadeante de entusiasmo- es
que dejaré de ser tímido y entonces ¡adiós a todos mis métodos!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Métodos? ¿Qué clase de métodos? ¿Y para qué sirven? Eso ya
no me suena bien.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Perdón. No será así. Se me fue la lengua. Pero ¿cómo quiere
que en un momento como éste no tenga el deseo...?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿De agradar, no es eso?<o:p></o:p></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0cYoTdnqEzg5kJ9-rXL3WfjvWN5-P22qQEw7i5hhbkbjoRzaoryBzdi8bhsoxOqTjULHYh0Pibu39HDF3tLV98Dg73aasEybTyaE1JKYNVaSk0nLb3LW8JzzMlimHXwZfAj5mIYC3wVdK/s1600/leonid-afremov-ii-27%5B1%5D.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0cYoTdnqEzg5kJ9-rXL3WfjvWN5-P22qQEw7i5hhbkbjoRzaoryBzdi8bhsoxOqTjULHYh0Pibu39HDF3tLV98Dg73aasEybTyaE1JKYNVaSk0nLb3LW8JzzMlimHXwZfAj5mIYC3wVdK/s1600/leonid-afremov-ii-27%5B1%5D.jpg" height="238" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Leonid Afremov (no tengo el nombre de la pintura)</td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Pues sí. Por amor de Dios, sea usted buena. Juzgue de quién
soy. Tengo ya veintiséis años y nunca he conocido a nadie. ¿Cómo puedo hablar
bien, con facilidad y buen sentido? Mejor irán las cosas cuando todo quede
explicado, con claridad y franqueza. No sé callar cuando habla el corazón
dentro de mí. Bueno, da lo mismo. ¿Puede usted creer que nunca he hablado con
una mujer, nunca jamás? ¿Qué no he conocido a ninguna? Ahora bien, todos los días
sueño que por fin voy a encontrar a alguien. ¡Si supiera usted cuántas veces he
estado enamorado de esa manera!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Pero ¿cómo? ¿Con quién?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Con nadie, con un ideal, con la mujer con que se sueña. En
mis sueños compongo novelas enteras. Ah, usted no me conoce. Es verdad que he
conocido a dos o tres mujeres; otra cosa sería inconcebible, pero ¿qué mujeres?
Una especie de patronas... Pero voy a hacerla reír, voy a decirle que algunas
veces he pensado entablar conversación en la calle con alguna mujer de la buena
sociedad. Así, sin cumplidos. Claro está que cuando se halle sola. Hablar, por
supuesto, con timidez, respeto y apasionamiento; decirle que me muero solo, que
no me rechace, que no hallo otro medio de conocer a mujer alguna, insinuarle
incluso que es obligación de las mujeres el no rechazar la tímida súplica de un
hombre tan infeliz como yo; y que, al fin y al cabo, lo que pido es sólo que me
diga con simpatía un par de palabras amistosas, que no me mande a paseo desde
el primer instante, que me crea bajo palabra, que escuche lo que le digo, que
se ría de mí si le da gusto, que me dé esperanzas, que me diga dos palabras,
tan sólo dos palabras, aunque no nos volvamos a ver jamás. Pero usted se ríe...
Por lo demás, hablo sólo para hacerla reír...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-No se enfade. Me río porque es usted su propio enemigo. Si
probara usted, quizá lograra todo eso aun en la calle misma. Cuanto más
sencillo, mejor. No hay mujer buena, a menos que sea tonta o esté enfadada en
ese momento por cualquier motivo, que pensara despedirle a usted sin esas dos
palabras que implora con tanta timidez. Por otro lado, ¿quién soy yo para
hablar? Lo más probable es que le tuviera a usted por loco. Juzgo por mí misma.
¡Bien sé yo cómo viven las gentes en el mundo!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Se lo agradezco -exclamé-. ¡No sabe usted lo que acaba de
hacer por mí!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Bien. Ahora dígame cómo conoció usted que soy de las
mujeres con quienes... bueno, a quienes usted considera dignas de... atención y
amistad. En otras palabras, no una patrona, como decía usted. ¿Por qué decidió
acercarse a mí?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Por qué? ¿Por qué? Pues porque estaba usted sola, porque
ese caballero era demasiado atrevido y porque es de noche. No dirá usted que no
es obligación...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-No, no, antes de eso. Allí, al otro lado de la calle. Usted
quería acercárseme, ¿verdad?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Allí, al otro lado? De veras que no sé qué decir. Temo
que... Hoy, sabe usted, me he sentido feliz. He estado andando y cantando. Salí
a las afueras. Nunca hasta ahora he tenido momentos tan felices. Usted... me
parecía quizá... Bueno, perdone que se lo recuerde: me parecía que lloraba
usted y me era intolerable oírlo. Se me oprimía el corazón. ¡Ay, Dios mío!
¿Cree usted que podía oírla sin afligirme? ¿Es que fue pecado sentir compasión
fraternal por usted? Perdone que diga compasión... En suma, ¿acaso podía
ofenderla cuando se me ocurrió acercarme a usted?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Bueno, basta; no diga más -repuso la joven, bajando los
ojos y apretándome la mano-. Yo misma tengo la culpa por haber hablado de eso.
Pero estoy contenta de no haberme equivocado con usted. Bueno, ya hemos
llegado. Tengo que meterme por esta callejuela. Son dos pasos nada más. Adiós,
le agradezco...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Pero es de veras posible que no volvamos a ver nos? ¿Es
posible que las cosas queden así?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Mire -dijo riendo la muchacha-. Al principio sólo quería
usted dos palabras, y ahora... Pero, en fin, no le prometo nada. Puede que nos
encontremos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Mañana vengo aquí -dije-. Ah, perdone, ya estoy
exigiendo... -Sí, es usted impaciente. Exige casi...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Escuche -la interrumpí-. Perdone que se lo diga otra vez,
pero no puedo dejar de venir aquí mañana. Soy un soñador. Hay en mí tan poca
vida real, los momentos como éste, como el de ahora, son para mí tan raros que
me es imposible no repetirlos en mis sueños. Voy a soñar con usted toda la
noche, toda la semana, todo el año. Mañana vendré aquí sin falta, aquí mismo, a
este mismo sitio, a esta misma hora, y seré feliz recordando el día de hoy.
Este sitio ya me es querido. Tengo otros dos o tres sitios como éste en
Petersburgo. Una vez hasta lloré recordando algo, igual que usted. Quién sabe,
quizá usted también hace diez minutos lloraba recordando alguna cosa. Pero
perdón, estoy desbarrando de nuevo. Puede que usted, alguna vez, fuera
especialmente feliz en este lugar.<o:p></o:p></span></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span style="background-color: white;">...Exploró y supo captar la profundidad del alma humana, haciendo aflorar las emociones y sentimientos tanto en los tiempos oscuros como en los felices. Y aunque su obra se inspiró en lo que vio en Rusia o en sus experiencias personales, los sentimientos que recoge resonaron como parte de las luchas internas universales en las que se enfrentan los lectores de todas partes del mundo. (Disponible en: </span>http://rusopedia.rt.com/personalidades/personalidades_de_cultura/issue_99.html></i></span></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Bueno -dijo la muchacha-. Quizá yo también venga aquí
mañana. A las diez también. Veo que ya no puedo impedirle... pero, mire, es que
necesito venir aquí. No piense usted que le doy una cita.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Le aseguro que tengo que estar aquí por asuntos míos. Ahora
bien, se lo digo sin titubeos: no me importaría que también viniera usted. En
primer lugar porque pudieran ocurrir incidentes desagradables como el de hoy;
pero dejemos eso... En suma, sencillamente me gustaría verle... para decirle
dos palabras. Ahora, vamos a ver, ¿no me condena usted? ¿No piensa que le estoy
dando una cita sin más ni más? No se la daría si... ; pero, bueno, eso es un
secreto mío. Antes de todo una condición.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Una condición! Hable, dígalo todo de antemano. Estoy de
acuerdo con todo, dispuesto a todo- exclamé exaltado-. Respondo de mí, seré
atento, respetuoso... Usted me conoce.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Precisamente porque le conozco le invito para mañana -dijo
la joven riendo-. Le conozco muy bien. Pero, mire, venga con una condición: en
primer lugar (sea usted bueno y haga lo que le pido; ya ve que hablo con
franqueza) no se enamore de mí. Eso no puede ser, se lo aseguro. Estoy dispuesta
a ser amiga suya. Aquí tiene mi mano. Pero lo de enamorarse no puede -ser. Se
lo ruego.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Le juro -grité yo, cogiéndole la mano...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Basta, no jure, porque es usted capaz de estallar como la
pólvora. No piense mal de mí porque le hablo así. Si usted supiera... Yo
tampoco tengo a nadie con quien poder cambiar una palabra o a quien pedir
consejo. Claro que la calle no es sitio indicado para encontrar consejeros.
Usted es la excepción. Le conozco a usted como si fuésemos amigos desde hace
veinte años. ¿De veras que no cambiará usted?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Usted lo verá. Lo que no sé, sin embargo, es cómo voy a
sobrevivir las próximas veinticuatro horas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Duerma usted a pierna suelta. Buenas noches. Recuerde que
ya he confiado en usted. Hace un momento lanzó usted una exclamación tan
hermosa que justifica cualquier, sentimiento, incluso el de simpatía fraternal.
¿Sabe? Lo dijo usted de un modo tan bello que al instante pensé que podía
fiarme de usted.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Pero en qué asunto? ¿Para qué?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Hasta mañana. Mientras tanto hay que guardar secreto. Tanto
mejor para usted, porque a cierta distancia parece una novela. Quizá mañana se
lo diga, o quizá no. Ya hablaremos, nos conoceremos mejor...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Yo mañana le voy a contar a usted todo lo mío. Pero ¿qué es
esto? Parece como si me ocurriera un milagro. ¿Dónde estoy, Dios mío? ¿No está
usted contenta de no haberse enfadado conmigo, como lo hubiera hecho otra
mujer? ¿De no haberme rechazado desde el primer momento? En dos minutos me ha
hecho usted feliz para siempre. Sí, feliz. Quién sabe, quizá me ha reconciliado
usted conmigo mismo, quizá ha resuelto mis dudas... Quizá hay también para mí
minutos así... Pero ya le contaré todo mañana, ya se enterará usted de todo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Bueno, acepto. Usted empezará.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-De acuerdo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Hasta la vista.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-Hasta la vista.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Nos separamos. Pasé la noche andando, sin decidirme a volver
a casa. ¡Me sentía tan feliz! ¡Hasta mañana!</span><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvaoqSStv292_NiwTr6B8atsA7_DjCU4QW2c36cR5w-JDh7uQeMsTUQbdEL9idktJfx3FT0QuvV9pnJ1_pF6wdXu40tfTNkHSBXuwyih73IgE2tXTRRClQL9CbB0YDoa2z-6SPGTbtHdqc/s1600/178033__winter-twilight-eugeny-lushpin-painting-amsterdam-netherlands-holland-boats-evening-lights_p.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvaoqSStv292_NiwTr6B8atsA7_DjCU4QW2c36cR5w-JDh7uQeMsTUQbdEL9idktJfx3FT0QuvV9pnJ1_pF6wdXu40tfTNkHSBXuwyih73IgE2tXTRRClQL9CbB0YDoa2z-6SPGTbtHdqc/s1600/178033__winter-twilight-eugeny-lushpin-painting-amsterdam-netherlands-holland-boats-evening-lights_p.jpg" height="200" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Eugeny Lusphin - Creúsculo de invierno</td></tr>
</tbody></table>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-35308640022887756022014-10-10T17:29:00.000-07:002014-10-10T17:29:46.176-07:00Beatriz - La polución (Mario Benedetti)<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Desde hace aproximadamente un año me hice la promesa de que empezaría a leer literatura latinoamericana. Yo vivo en el rollo de la literatura universal, y mi fuerte es como tal el romanticismo y el realismo, así que pasar a la contemporánea me parece un poco drástico, pero decidí hacerlo como por algo de aquello que llaman 'cultura general'. Ha sido complicado porque, aunque he tenido algunas buenas experiencias literarias, no me he podido dedicar mucho al tema porque vivo muy ocupada, y a veces me descuido incluso a tal punto de dejar de lado mis pasiones. </span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El día de hoy quiero compartirles un capítulo breve del último libro de literatura latinoamericana que leí: 'Primavera con una esquina rota', de Mario Benedetti. Fue una experiencia interesante. Lo leía cada vez que tenía tiempo al ir en el transporte público. Hay muchos capítulos para resaltar, la estructura es muy interesante y, como tal, la historia es buena, lo admito. Trata acerca de la historia de un preso político y de las personas importantes de su vida, y cada uno va contando la historia desde su punto de vista. </span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Por eso este capítulo se titula 'Beatriz' (los títulos se repiten dependiendo de quién narra), entre paréntesis 'La polución'. Beatriz es la pequeña hija de Santiago, el protagonista. Cuenta con aproximadamente ocho años, y en los capítulos del libro se describe su graciosa y particular manera de pensar.</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Espero les agrade y, si es el caso, se animen a leer el libro. Disculpen la larga introducción, me estaba desahogando ;)</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVOnBPMPHn9rphSAOj5qUFFKvRsxumOVdhm51hJ0qcfk_PCH2zEqURyIkG66zbRPHw6O1uO-IaS-JXuVBVlKMrMee9l3U6YRb6W7-p4DQ6A30zCIdUyOerS5ZL8LqxIsowPL8hIGB42bPJ/s1600/galeria-fucile04.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVOnBPMPHn9rphSAOj5qUFFKvRsxumOVdhm51hJ0qcfk_PCH2zEqURyIkG66zbRPHw6O1uO-IaS-JXuVBVlKMrMee9l3U6YRb6W7-p4DQ6A30zCIdUyOerS5ZL8LqxIsowPL8hIGB42bPJ/s1600/galeria-fucile04.jpg" height="200" width="168" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo imbancable de tanta
polución que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la
frase sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al diccionario y busqué la
palabra imbancable y no está. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le
pregunté qué quería decir imbancable y él se ríó y me explicó con buenos modos
que quería decir insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque Graciela,
o sea mi mami, me dice algunas veces, o más bien casi todos los días, por favor
Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente
ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repitió tres veces por
favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable,
y yo muy serena, habrás querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo
gracia, aunque no demasiada pero me quitó la penitencia y eso fue muy
importante. La otra palabra, polución, es bastante más difícil. Esa sí está en
el diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué será efusión y qué será
semen. Busqué efusión y dice: derramamiento de un líquido. También me fijé en
semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para la reproducción. </span>
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiidZcTzb36oEc3Zn04zjE09ibhdrzDZ0Fv33ph-mOQV9e-ChSN-r-s_Hv_bYh_Ozh912-MgLwOs_zzc_qq3GdivYydYh287xL_fd6t05PxV5ThQf7Gq-osaBDIQjyKMi5XtUdfeylGbsrA/s1600/5265052067_fe78b59da8.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: justify;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiidZcTzb36oEc3Zn04zjE09ibhdrzDZ0Fv33ph-mOQV9e-ChSN-r-s_Hv_bYh_Ozh912-MgLwOs_zzc_qq3GdivYydYh287xL_fd6t05PxV5ThQf7Gq-osaBDIQjyKMi5XtUdfeylGbsrA/s1600/5265052067_fe78b59da8.jpg" height="189" width="320" /></a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">O sea
que lo que dijo el tío Rolando quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo
insoportable de tanto derramamiento de semen. Tampoco entendí, así que la
primera vez que me encontré con Rosita mi amiga, le dije mi grave problema y
todo lo que decía el diccionario. Y ella: tengo la impresión de que semen es
una palabra sensual, pero no sé qué quiere decir. Entonces me prometió que lo
consultaría con su prima Sandra, porque es mayor y en su escuela dan clase de
educación sensual. El jueves vino a verme muy misteriosa, yo la conozco bien
cuando tiene un misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba
Graciela, esperó con muchísima paciencia que se fuera a la cocina a preparar las
milanesas, para decirme, ya averigüé, semen es una cosa que tienen los hombres
grandes, no los niños, y yo, entonces nosotras todavía no tenemos semen, y
ella, no seas bruta, ni ahora ni nunca, semen sólo tienen los hombres cuando
son viejos como mi padre o tu papi el que está preso, las niñas no tenemos
semen ni siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qué raro eh, y ella, Sandra dice
que todos los niños y las niñas venimos del semen porque este liquido tiene
bichitos que se llaman espermatozoides y Sandra estaba contenta porque en la
clase había aprendido que espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue
Rosita yo me quedé pensando y me pareció que el tío Rolando quizá había querido
decir que la ciudad estaba insoportable de tantos espermatozoides (con zeta)
que tenía. Así que fui otra vez a lo del abuelo, porque él siempre me entiende
y me ayuda aunque no exageradamente, y cuando le conté lo que había dicho tío
Rolando y le pregunté si era cierto que la ciudad estaba poniéndose imbancable
porque tenía muchos espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande que
casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y se puso bien colorado y a mí
me dio miedo de que le diera un patatús y conmigo solita en una situación tan
espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y cuando pudo hablar me dijo,
entre tos y tos, que lo que tío Rolando había dicho se refería a la
contaminación atmosférica. </span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJKUWvw-gCrzcUP2OEmgbQGPfLJGo08fGErKPvO-QNV7ZBa8A8ZetxKRZ8G4m6fxDRrMtkpasnE8Xt_gMByfE1OwYwTa2KB9V2T_bCl4tZOBt88sSq_Pbbgp1r-5uzabZiaiuRJSnYrIMb/s1600/5265654644_05f2c9af0b_z.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJKUWvw-gCrzcUP2OEmgbQGPfLJGo08fGErKPvO-QNV7ZBa8A8ZetxKRZ8G4m6fxDRrMtkpasnE8Xt_gMByfE1OwYwTa2KB9V2T_bCl4tZOBt88sSq_Pbbgp1r-5uzabZiaiuRJSnYrIMb/s1600/5265654644_05f2c9af0b_z.jpg" height="189" width="320" /></a></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
Yo me sentí más bruta todavía, pero enseguida él me
explicó que la atmósfera era el aire, y como en esta ciudad hay muchas fábricas
y automóviles todo ese humo ensucia el aire o sea la atmósfera y eso es la
maldita polución y no el semen que dice el diccionario, y no tendríamos que
respirarla pero como si no respiramos igualito nos morimos, no tenemos más
remedio que respirar toda esa porquería. Yo le dije al abuelo que ahora sacaba
la cuenta que mi papá tenía entonces una ventajita allá donde está preso porque
en ese lugar no hay muchas fábricas y tampoco hay muchos automóviles porque los
familiares de los presos políticos son pobres y no tienen automóviles. Y el
abuelo dijo que sí, que yo tenía mucha razón, y que siempre había que
encontrarle el lado bueno a las cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y
la barba me pinchó más que otras veces y me fui corriendo a buscar a Rosita y
como en su casa estaba la mami de ella que se llama Asunción, igualito que la
capital de Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia hasta que por fin se
fue a regar las plantas y entonces yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte
a tu prima Sandra que ella es mucho más burra que vos y que yo, porque ahora sí
lo averigüé todo y nosotras no venimos del semen sino de la atmósfera.</span><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span></div>
<blockquote class="tr_bq" style="clear: both; text-align: justify;">
<span style="background: white; line-height: 115%;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 18.3999996185303px;">Les dejo una narración muy bonita del cuento, para finalizar.</span></span><span style="background: white; line-height: 115%;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="background: white; line-height: 115%;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><object class="BLOGGER-youtube-video" classid="clsid:D27CDB6E-AE6D-11cf-96B8-444553540000" codebase="http://download.macromedia.com/pub/shockwave/cabs/flash/swflash.cab#version=6,0,40,0" data-thumbnail-src="https://ytimg.googleusercontent.com/vi/H_ld_urw3To/0.jpg" height="266" width="320"><param name="movie" value="https://youtube.googleapis.com/v/H_ld_urw3To&source=uds" /><param name="bgcolor" value="#FFFFFF" /><param name="allowFullScreen" value="true" /><embed width="320" height="266" src="https://youtube.googleapis.com/v/H_ld_urw3To&source=uds" type="application/x-shockwave-flash" allowfullscreen="true"></embed></object></span></span></div>
<span style="background: white; line-height: 115%;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span></span></blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="background-color: white;"><br /></span></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-5777210993194648632014-02-05T18:14:00.000-08:002014-02-05T18:14:48.059-08:00Palomas Blancas y Garzas Morenas - Rubén Darío<blockquote class="tr_bq">
En la presente ocasión vengo con un cuento que resultó de una lectura de hace bastantes años ya, aproximadamente 7 u 8, en mis años de adolescencia. Repasando a Rubén Darío en su obra 'Azul', me maravillé con la extrema suntuosidad de esta prosa, volviéndola a retomar el día de hoy e inmediatamente queriéndola compartir con ustedes, resaltando un poco la labor de Latinoamérica en la literatura universal. Pidiendo a ustedes tengan más en cuenta el tipo de narración y el uso cuidadoso de cada palabra, para mostrarles en esta ocasión nuevamente la poesía puntada en la prosa. ¡Disfruten!</blockquote>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguJzwkIcFCGmDNvGZyUBT6WVLWklN4yqlx00SorwBDVscvhduG4GUVFbGg8kW8MIHystGLL63zbRRzpnNfrtVGBCpmtsvVdfVLcirN6d96eetb1Y80KZPr6pGhydvwY4G_Vkjw3EDzIhqf/s1600/ruben_dario.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguJzwkIcFCGmDNvGZyUBT6WVLWklN4yqlx00SorwBDVscvhduG4GUVFbGg8kW8MIHystGLL63zbRRzpnNfrtVGBCpmtsvVdfVLcirN6d96eetb1Y80KZPr6pGhydvwY4G_Vkjw3EDzIhqf/s1600/ruben_dario.jpg" height="320" width="219" /></a></div>
Mi prima Inés era rubia como una alemana. Fuimos criados juntos, desde muy niños, en casa de la buena abuelita que nos amaba mucho y nos hacía vernos como hermanos, vigilándonos cuidadosamente, viendo que no riñésemos. ¡Adorable, la viejecita, con sus trajes agrandes flores, y sus cabellos crespos y recogidos como una vieja marquesa de Boucher!<br />
<br /> Inés era un poco mayor que yo. No obstante, yo aprendí a leer antes que ella; y comprendía -lo recuerdo muy bien- lo que ella recitaba de memoria, maquinalmente, en una pastorela, donde bailaba y cantaba delante del niño Jesús, la hermosa María y el señor San José; todo con el gozo de las sencillas personas mayores de la familia, que reían con risa de miel, alabando el talento de la actrizuela.<br /> <br /> Inés crecía. Yo también, pero no tanto como ella. Yo debía entrar a un colegio, en internado terrible y triste, a dedicarme a los áridos estudios del bachillerato, a comer los platos clásicos de los estudiantes, a no ver el mundo -¡mi mundo e mozo!- y mi casa, mi abuela, mi prima, mi gato, -un excelente romano que se restregaba cariñosamente en mis piernas y me llenaba los trajes negros de pelos blancos.<br />
<br /> Partí.<br />
<br /> Allá en el colegio mi adolescencia se despertó por completo. Mi voz tomó timbres aflautados y roncos; llegué al período ridículo del niño que pasa a joven. Entonces, por un fenómeno especial, en vez de preocuparme de mi profesor de matemáticas, que no logró nunca hacer que yo comprendiese el binomio de Newton, pensé, -todavía vaga y misteriosamente,- en mi prima Inés.<br />
<br />
<blockquote class="tr_bq">
Las facetas de sí mismo que Darío delinea en sus textos literarios son múltiples, y evolucionan con el tiempo. Una de las más persistentes es justamente la del poeta joven, inocente, enamoradizo y vulnerable que inscribe en “Palomas blancas.” En una primera lectura, esta imagen puede quedar opacada tras el brillo de la retórica preciosista, pero leído en detalle se observa que el cuento proyecta la semblanza sensible y sensitiva de sí mismo que Darío mantenía encerrada en su interior, aunque la haya representado metafóricamente en este cuentito, así como en ciertos versos de “Yo soy aquél…” (“En mi jardín se vio una estatua bella, / . . . / una alma joven habitaba en ella, / sentimental, sensible, sensitiva”; 836), y hasta en un poema tan alejado de lo cotidiano como lo es la “Sonatina.” (SALGADO, María. Literatura y sinceridad en las semblanzas de Rubén Darío, disponible en: <http://magazinemodernista.com/2010/02/15/literatura-y-sinceridad-en-las-semblanzas-de-ruben-dario/>)</blockquote>
<br />
Luego tuve revelaciones profundas. Supe muchas cosas. Entre ellas, que los besos eran un placer exquisito.<br /> Tiempo.<br />
<br /> Leí Pablo y Virginia. Llegó un fin de año escolar, y salí, en vacaciones, rápido como una saeta, camino de mi casa. ¡Libertad!<br />
<br /> Mi prima, -pero, ¡Dios santo, en tan poco tiempo!- se había hecho una mujer completa. Yo delante de ella me hallaba como avergonzado, un tanto serio. Cuando me dirigía la palabra, me ponía sonreírle con una sonrisa simple.<br />
<br /> Ya tenía quince años y medio Inés. La cabellera, dorada y luminosa al sol, era un tesoro. Blanca y levemente amapolada, su cara era una creación murillesca, si veía de frente. A veces, contemplando su perfil, pensaba en una soberbia medalla siracusana, en un rostro de princesa. El traje, corto antes, había descendido. El seno, firme y esponjado, era un ensueño oculto y supremo; la voz clara y vibrante, las pupilas azules, inefables; la boca llena de fragancia de vida y de color de púrpura. ¡Sana y virginal primavera!<br /> La abuelita me recibió con los brazos abiertos. Inés se negó a abrazarme, me tendió la mano. Después, no me atreví a invitarla a los juegos de antes. Me sentía tímido. ¡Y qué!, ella debía sentir algo de lo que yo. ¡Yo amaba a mi prima!<br />
<br />
<blockquote class="tr_bq">
Hermosa y delicada muestra de la poesía inmiscuida y del preciosismo desde el fondo de esta muestra de posmodernismo desde Rubén Darío. Resaltando en esta muestra más el fondo que la forma misma en un escenario que no deja de ser lo suficientemente ilustrativo.</blockquote>
Inés, los domingos iba con la abuela a misa, muy de mañana.<br />
<br /> Mi dormitorio estaba vecino al de ellas. Cuando cantaban los campanarios su sonora llamada matinal, ya estaba yo despierto.<br />
<br /> Oía, oreja atenta, el ruido de las ropas. Por la puerta entreabierta veía salir la pareja que hablaba en voz alta. Cerca de mí pasaba el frufrú de las polleras antiguas de mi abuela, y del traje de Inés, coqueto, ajustado, para mí siempre revelador.<br />
<br /> ¡Oh, Eros!<br /><br />-Inés...<br /><br />¿...?<br /> ¡Y estábamos solos, a la luz de una luna argentina, dulce, una bella luna de aquellas del país de Nicaragua!<br /> La dije todo lo que sentía, suplicante, balbuciente, echando las palabras, ya rápidas, ya contenidas, febril, temeroso. ¡Sí! se lo dije todo: las agitaciones sordas y extrañas que en mi experimentaba cerca de ellas, el amor, el ansia; los tristes insomnios del deseo; mis ideas fijas en ella, allá en mis meditaciones del colegio; y repetía como una oración sagrada la gran palabra: ¡el amor! ¡Oh!, ella debía recibir gozosa mi adoración. Creceríamos más. Seríamos marido y mujer...<br />
<blockquote class="tr_bq">
Darío afirma: “En Palomas blancas y garzas morenas el tema es autobiográfico, y el escenario, la tierra centroamericana en que me tocó nacer. Todo en él es verdadero, aunque tocado de emoción juvenil. Es un eco fiel de mi adolescencia amorosa, del despertar de mis sentidos y de mi espíritu ante el enigma de la palpitación universal” (Autobiografías 161).</blockquote>
<br />
Esperé.<br />
<br /> La pálida claridad celeste nos iluminaba. El ambiente nos llevaba perfumes tibios que a mí se me imaginaban propios para los fogosos amores. Cabellos áureos, ojos paradisíaco, labios encendidos y entreabiertos!<br /> De repente, y con un mohín:<br />
<br /> -¡Ve! la tontería...<br />
<br /> Y corrió, como una gata alegre adonde se hallaba la buena abuela, rezando a la callada sus rosarios y responsorios.<br />
<br /> Con risa descocada de educanda maliciosa, con aire de locuela:<br />
<br /> -¡Eh, abuelita! me dijo...<br />
<br /> ¡Ellas, pues, ya sabían que yo debía «decir!»<br />
<br /> Con su reír interrumpía el rezo de la anciana que se quedó pensativa acariciando las cuentas de su camándula. Y yo que todo lo veía, a la husma, de lejos, lloraba, sí, lloraba lágrimas amargas, ¡las primeras de mis desengaños de hombre!<br /> <br /> Los cambios fisiológicos que en mí se sucedían, y las agitaciones de mi espíritu me conmovían hondamente. ¡Dios mío! Soñador, un pequeño poeta como me creía, al comenzarme el bozo, sentía llenos de ilusiones la cabeza, de versos los labios, y mi alma y mi cuerpo de púber tenían sed de amor. ¿Cuándo llegaría el momento soberano en que alumbraría una celeste mirada el fondo de mi ser, y aquel en que se rasgaría el velo del enigma atrayente?<br />
<br /> Un día, a pleno sol, Inés estaba en el jardín, regando trigo, entre los arbustos y las flores, a las que llamaba sus amigas: unas palomas albas, arrulladoras, con sus buches níveos y amorosamente musicales. Llevaba un traje -siempre que con ella he soñado la he visto con el mismo,- gris azulado, de anchas mangas, que dejaban ver casi por entero los satinados brazos alabastrinos, los cabellos los tenía recogidos y húmedos, y el vello alborotado de su nuca blanca y rosa, era para mí como luz crespa. Las aves andaban a su alrededor currucuqueando, e imprimían en el suelo oscuro la estrella acarminada de sus patas.<br />
<br /> Hacía calor. Yo estaba oculto tras los ramajes de unos jazmineros. La devoraba con los ojos. ¡Por fin se acercó por mi escondite, la prima gentil! Me vio trémulo, enrojecida la faz, en mis ojos una llama viva y rara, y acariciante, y se puso a reír cruelmente, terriblemente. ¡Y bien! ¡Oh!, aquello no era posible. Me lancé con rapidez frente a ella. Audaz, formidable debía de estar, cuando ella retrocedió como asustada, un paso.<br />
<br /> -¡Te amo!<br />
<br /> Entonces tornó a reír. Una paloma voló a uno de sus brazos. Ella la mimó dándole granos de trigo entre las perlas de su boca fresca y sensual. Me acerqué más. Mi rostro estaba junto al suyo. Los cándidos animales nos rodeaban. Me turbaba el cerebro una onda invisible y fuerte de aroma femenil. Se me antojaba Inés una paloma hermosa y humana, blanca y sublime; y al propio tiempo llena de fuego, de ardor, un tesoro de dichas. No dije más. La tomé la cabeza y la di un beso en una mejilla, un beso rápido, quemante de pasión furiosa. Ella un tanto enojada, salió en fuga. Las palomas se asustaron y alzaron el vuelo, formando un opaco ruido de alas sobre los arbustos temblorosos. Yo abrumado, quedé inmóvil.<br /><br /> Al poco tiempo partía a otra ciudad. La paloma blanca y rubia no había, ¡ay! mostrado a mis ojos el soñado paraíso del misterioso deleite.<br /><br />Musa ardiente y sacra para mi alma, el día había de llegar! Elena, la graciosa, la alegre, ella fue el nuevo amor. ¡Bendita sea aquella boca, que murmuró por primera vez cerca de mí las inefables palabras!<br /> Era allá, en una ciudad que está a la orilla de un lago de mi tierra, un lago encantador, lleno de islas floridas, con pájaros de colores.<br />
<br /> Los dos solos estábamos cogidos de las manos, sentados en el viejo muelle, debajo del cual el agua glauca y oscura chapoteaba musicalmente. Había un crepúsculo acariciador, de aquellos que son la delicia de los enamorados tropicales. En el cielo opalino se veía una diafanidad apacible que disminuía hasta cambiarse en tonos de violeta oscuro, por la parte del oriente, y aumentaba convirtiéndose en oro sonrosado en el horizonte profundo, donde vibraban oblicuos, rojos y desfallecientes los últimos rayos solares. Arrastrada por el deseo, me miraba la adorada mía y nuestros ojos se decían cosas ardorosas y extrañas. En el fondo de nuestras almas cantaban un unísono embriagador como dos invisible y divinas filomelas.<br />
<br /> Yo extasiado veía a la mujer tierna y ardiente; con su cabellera castaña que acariciaba con mis manos, su rostro color de canela y rosa, su boca cleopatrina, su cuerpo gallardo y virginal, y oía su voz queda, muy queda, que me decía frases cariñosas, tan bajo, como que solo eran para mí, temerosa quizás de que se las llevase el viento vespertino. Fija en mí, me inundaban de felicidad sus ojos de minerva, ojos verdes, ojos que deben siempre gustar a los poetas. Luego, erraban nuestras miradas por el lago, todavía lleno de vaga claridad. Cerca de la orilla, se detuvo un gran grupo de garzas morenas de esas que cuando el día caliente, llegan a las riberas a espantar a los cocodrilos, que con las anchas mandíbulas abiertas beben sol sobre las rocas negras. ¡Bellas garzas! algunas ocultaban los largos cuellos en la onda o bajo el ala, y semejaban grandes manchas de flores vivas y sonrosadas, móviles y apacibles. A veces una, sobre una pata, se alisaba con el pico las plumas, o permanecía inmóvil, escultural o hieráticamente, o varias daban un corto vuelo, formando en el fondo de la ribera llena de verde, o en el cielo, caprichosos dibujos, como las bandadas de grullas de un parasol chino.<br />
<br /> Me imaginaba junto a mi amada, que de aquel país de la altura, me traerían las garzas muchos versos desconocidos y soñadores. Las garzas blancas las encontraba más puras y más voluptuosas, con la pureza de la paloma y la voluptuosidad del cisne, garridas con sus cuellos reales, parecidos a los de las damas inglesas que junto a los pajecillos rizados se ven en aquel cuadro en que Shakespeare recita en la corte de Londres. Sus alas, delicadas y albas, hacen pensar en desfallecientes sueños nupciales, todas, -bien dice un poeta,- como cinceladas en jaspe.<br />
<br /> ¡Ah, pero las otras, tenían algo de más encantador para mí! Mi Elena se me antojaba como semejante a ellas, con su color de canela y de rosa, gallarda y gentil.<br />
<br /> Ya el sol desaparecía arrastrando toda su púrpura opulenta del rey oriental. Yo había halagado a la amada tiernamente con mis juramentos y frases melifluas y cálidas, y juntos seguíamos en un lánguido dúo de pasión inmensa. Habíamos sido hasta ahí dos amantes soñadores, consagrados místicamente uno a otro.<br /> De pronto, y como atraídos por una fuerza secreta, en un momento inexplicable, nos besamos en la boca, todos trémulos, con un beso para mí sacratísimo y supremo: el primer beso recibido de labios de mujer. ¡Oh, Salomón, bíblico y real poeta! tú lo dijiste como nadie: Mel et lac sub lingua tua!<br />
<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgovfq5XqQJXVqNOs4-UzFhf6Ld9SLkaJAq3pPevLkl2tq8E9g3qr0eMUR6RWJ2-61s3KwJ7iVI-u6ITrF5xr6k0XYc4uEzNao4hO9zloIwCL9IRTfJbXSg88CJ8OO9SwEs9TbjxvPa_DN8/s1600/9526937784839941.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgovfq5XqQJXVqNOs4-UzFhf6Ld9SLkaJAq3pPevLkl2tq8E9g3qr0eMUR6RWJ2-61s3KwJ7iVI-u6ITrF5xr6k0XYc4uEzNao4hO9zloIwCL9IRTfJbXSg88CJ8OO9SwEs9TbjxvPa_DN8/s1600/9526937784839941.jpg" height="262" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Posada, Diego. El descenso de las garzas.</td></tr>
</tbody></table>
<br /> Aquel día no soñamos más.<br /><br /> ¡Ah, mi adorable, mi bella, mi querida garza morena! Tú tienes en los recuerdos profundos que en mi alma forman lo más alto y sublime, una luz inmortal.<br /><br />Porque tú me revelaste el secreto de las delicias divinas, en el inefable primer instante del amor!Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-80768356928451028492014-01-31T18:05:00.000-08:002014-01-31T18:05:36.586-08:00Castigo Eterno - 2006<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
Hace unos días estuve ojeando mi producción literaria en general. No pensaba que hubiese escrito tanto, y me enorgullece, aunque me entristece haber perdido tantos textos y haber tirado tantos otros (y no explicaré las razones por las que decidí hacerlo en aquel tiempo). Simplemente, se me ocurrió la idea de hacerles unas mínimas correcciones de estilo a los textos más sobresalientes para compartirlos con ustedes, tarea que iré trabajando tanto aquí en La telaraña como en Lírica Bizarra, pues representan partes importantes de mi vida que, a su vez, pueden ser útiles para ustedes, o al menos medianamente interesantes.</div>
<div style="text-align: justify;">
El día de hoy compartiré mi primer texto. Es cosa bastante importante para un escritor recordar el primer escrito consumado, y esas extrañas alimañas que invadieron mi estómago cuando llegó ese primer y tan anhelado 'fin'. Bueno, para ubicarles en el tiempo y el espacio, para ese tiempo contaba yo con 16 años; adolescente inconforme y descubriendo apenas sus problemas con la depresión y con la misma sociedad, puesto que no deseaba absolutamente nada más que alejarme del asco y la tristeza que todos me producían. He aquí una dedicatoria a ellos, a lo que sentía yo por los demás. Anímense a darle un vistazo y luego continuaremos con la evolución... Muchas gracias (de mi pasado-yo y de mi yo-actual) y espero que les guste. Se titula 'Castigo Eterno'.</div>
</blockquote>
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<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Es esta la primera vez que he deseado hablar sinceramente de mi existencia. Es la primera vez que siento una horrible compasión por aquellos seres humanos que se habitúan al yugo mundano y, como ratas, se alimentan de la basura que tienen a su alcance… se deleitan únicamente con la porquería que este les ofrece. Muchas personas evitan nombrar la muerte queriendo eliminarla de su realidad, sabiendo que, en el momento más indicado, ella será guiada por el patetismo que proyecta el hombre común y se saboreará de la ridiculez que se engendra dentro de sus almas. A medida que pasa el tiempo, hay más almas involucradas en aquel mortuorio festín; cada vez hay más almas reunidas en torno al castigo eterno.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">Lo que yo piense, para ustedes poco o nada significará, pues ya no hablo desde una vida verdadera, hablo sabiendo que la podredumbre de mi alma me inundará hasta que encuentre alguna salida. Para mí, esto es un amargo recuerdo, un único recuerdo, es mi vida, es la única vida que tuve. Es un anhelo de vida y un sueño de muerte.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">No me molestaré en relatarles mi vida —si se me permite llamarla así—, y si lo hiciese, no hallaría nada memorable en ella. Fue siempre igual, siempre llena de vicios, de lujos innecesarios, de alegrías decepcionantes, de rutinas ambiciosas… todo sin recompensa alguna. Todo lo que me fue otorgado para conseguir mi felicidad el día de mi concepción se echó a perder, me entregué únicamente al placer sin guardar pasión ni conciencia alguna, aún así, pretendiendo tener poder absoluto sobre todas las cosas. Sí, así fue, sobre todas las cosas sin excepción alguna. Nunca guardé cuidado en agregar algún carácter a mis palabras, pues todas iban dirigidas a la consecución de sucios intereses. Había declarado una guerra a la vida y a la muerte, pero sin involucrarlas en mi grotesca megalomanía.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Gustoso les mencionaría mi muerte, pero esta no se ha compadecido de mí aún, y tal vez nunca lo haga. Ya sabido este hecho, me dispongo a relatar el momento en el que mi existencia tuvo por fin un valor. Descubrí un sentido que no quise encontrar, pero era necesario comprenderlo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Recuerdo haber experimentado un extraño presentimiento, como si alguien me estuviese observando, como si detallara cada uno de mis movimientos; como si, sin esfuerzo alguno, aquel ser se introdujera en mi mente y descubriera el vacío y la indiferencia que reinaban en mis entrañas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">“Los presentimientos son cosa de locos. Una persona como yo sólo se guía por lo que es importante”, decía yo constantemente, considerándome sabio por mi supuesta experiencia y aquella forma de vivir la vida. Mi observador lo sabía perfectamente, y siempre se había burlado de mi falta de sentido común. Ahora yo deseaba mostrarle a aquella invención imaginaria que él era sólo una falsa entelequia de mi conciencia. Me dispuse a dormir, presumiendo que el agotamiento atraía todas aquellas ideas a mi mente, y no podía permitirlo. Como signo de falso convencimiento, y para defender la hipocresía que me había distinguido, me reía nuevamente de la muerte creyendo ser impune a ella. Me incorporé, y mi cuerpo no volvió a ver el mundo jamás.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Un extraño sueño envolvió mi cabeza. En éste se presentaba mi pasado con dolor y desprecio, abrumándome y comprobando lo que sentían las verdaderas almas al toparse con un inepto de mi calaña y, por primera vez, sentí un hondo arrepentimiento. Me enteré de que la vida podía tener fundamento alguno. Entre más recordaba, más incómodo me sentía, y la desdicha me invadía acechando cada rincón, marcándolo con la suciedad recogida a lo largo de mi vida. Era yo el ser más mísero que haya existido, el mundo desperdició mi alma sabiendo que ésta era obra de la mano de Dios, pero finalmente, el mundo no tuvo la culpa, ésta me la atribuyo a mí mismo porque yo era el único que podía decidir por mí… viví como me lo propuse, el mundo hizo su tarea. El cielo y el infierno me han abandonado, y lo merezco.</span> Extrañas figuras se proyectaban indefinidamente de acuerdo a las impresiones que impactaron mi mente. No me fue posible diferenciar la imaginación de la realidad. Nunca nadie sabrá quién fue el artífice de aquel inexplicable delirio; tampoco si fue causa de mis agonías o si realmente sucedió.</div>
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<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">No guardo la esperanza de conocer aquello en algún momento, y no debería interesarme, pues, ¿para qué descubrir algo que ya no puedo remediar? Algo perteneciente a mi pasado… no me serviría de nada conocerlo. Admito que la curiosidad es la que me lleva a querer averiguarlo, quisiera ver la situación desde un ángulo diferente, pero estoy sumido en mi ser y de aquí no puedo escapar. Solo intentaré habituar los hechos a mi deplorable rutina, si es que saldré con suerte, pidiendo que desaparezca de una vez por todas y rogando que aquí se quede. Si desapareciese definitivamente hallaría una calma entera, mis ataduras se destruirían automáticamente, aunque el temor se apodera de mi mente y mi alma se ve obligada a aceptar que el día en el que mi rutina llegue a su fin, mi vida estará forzada a esfumarse. De ahí ese ridículo miedo a la muerte, y por más patético que sea no podré liberarme de éste, prefería vivir eternamente a pensar en la idea de que la muerte tuviera que venir por mí algún día.<o:p></o:p></span></div>
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<span lang="ES">Un horrible alarido surgió de mi interior y fue disminuyendo a medida que los segundos envolvían mi ser y me condenaban a pasar por una eternidad en cada uno de ellos. Así para mi alma hayan representado tal sinfín, para el mundo constituyeron no más de un minuto, minuto que se convirtió en el más largo de mi vida, que anunciaba ya mi fin y me mostraba sin querer mi cobardía, que me llevó al pasado y me dio un leve recorrido por el futuro, si es que así puedo llamarlo. Y yo mantenía firme la ridícula idea de recuperar mi estado normal para encontrar una salida a aquel extraño infierno y continuar con la inútil existencia a la que estaba acostumbrado.<o:p></o:p></span></div>
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<span lang="ES">Mi desesperado grito se acabó luego de luchar contra el temor que me invadía. Ahora sólo era un sollozo que a cualquiera llenaría de angustia. Pero fui perdiendo la voz hasta caer en un profundo sueño, estuve paralizado completamente durante algún tiempo. Al despertar me llenó de esperanza el haber recuperado un poco de sensibilidad corporal, aunque lo que no me agradaba del todo era el sentir que un temblor incontrolable recorría mi persona, y poco tiempo después apreciaba un sudor frío acompañado de dolor, cada vez menos tolerable, aunque casi imperceptible. Sentí como la razón regresaba a mi persona y me decía que no había de qué preocuparse, que aquellos síntomas se debían a mi debilidad, y me consoló la idea de que cesarían cuando recuperara por completo la normalidad de mis sentidos corporales.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">Pude haber muerto allí, pero la idea de esperar la llegada de un espíritu tan oscuro al cual había temido desde tiempos inmemorables en mi existencia, no me complacía enteramente. Hallé fuerzas en el último rincón de mis entrañas para no dejarme vencer por el miedo, y empecé a recuperar un poco de movilidad en mis extremidades.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">Iba desentumiendo mi corporeidad lentamente para no agotarme con los esfuerzos infructuosos que me obligaban a movilizarme, y aquel insoportable dolor se hacia cada vez más insistente. Me encontraba en una situación delicada: mi energía liberaba sus últimas reservas y la terrible idea de rendirme ante la muerte se me presentaba con mayor frecuencia.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">Este dilema recorría los estrechos senderos de mi conciencia cuando un estruendo infernal me despertó instantáneamente. Fue tan profundo y tan aterrador que rescató a mi cuerpo de la quietud que de él se había apoderado. Finalmente, sin saber cómo, me hallaba de pie, y algunos rayos débiles proyectaban una luz espectral, llevando una esencia aún más aterradora. Era tan impactante que mis sentidos olvidaron de momento el dolor para dedicarse a indagar acerca del ambiente que me rodeaba. ¡Cuánto anhelo devolver el tiempo para no haber pronunciado las palabras que instituyeron mi despiadada condena!<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">Aquel extraordinario paisaje se moldeaba ante mis ojos como un infinito campo sin desniveles en su terreno, sin límites en toda su grandeza; iluminado por una resplandeciente neblina roja que dificultaba mi escasa respiración. Toda su vasta extensión estaba cubierta por extraños desechos putrefactos, algo realmente horroroso, además de varias siluetas que sobresalían por su oscuridad, pero no logré reconocer lo que en sí eran estas.<o:p></o:p></span></div>
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<span lang="ES">En ese instante, el dolor retornó a mi mente y mi reacción fue observarme para distinguir alguna alteración en mi corporeidad y, ¡oh! ¡Que terrible infortunio! ¡Sólo el destino conoce qué desalmado ser me predispuso a la agonía de esta forma! Mi cuerpo se encontraba completamente desollado. A lo que antes había calificado como un simple “sudor frío”, era, desgraciadamente, la sangre recorriéndome de extremo a extremo. El hecho de haber observado mi sombría realidad hizo que mi dolor fuera completamente inaguantable. Mis venas sobresalían cada vez más de la carne que me envolvía; el desgraciado verdugo que se deleitó en el acto de mi tortura dejó algunos hoyuelos mal formados en mi abdomen, unos más notables que otros, dando la impresión de que hubiera extraído alguno de mis órganos, y las partes que de mí había desechado el asesino, junto con los restos de mi antigua piel y la de un incontable número de seres, constituían ahora la basura que adornaba la superficie de aquel perfectísimo infierno.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Todas esas imágenes y sentimientos reunidos paralizaron mi atemorizado corazón, y, aún así, increíblemente, después de tan fatal sufrimiento, conservaba la firme idea de aguardar mi vida por encima de todas las cosas…<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">¡Ah! ¡Necio pensamiento! Ahora soy testigo de una infinidad de atrocidades al afirmar que el miedo es el asesino de la razón. La ineptitud me hizo presa de un eterno castigo, y ahora me encuentro sufriendo por nunca haber pensado en el verdadero sentido de mis palabras; por haberme resguardado en una supuesta superioridad y no haberme arriesgado a cuestionar los argumentos que acompañaron a mi vida desde la infancia; por la cobardía que me llevó a suplantar mi realidad por una absurda utopía.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">No tuve la capacidad de retener aquellas decepcionantes ideas por la fuerza de su colisión con mi entendimiento, entonces recurrí a gritar proclamando frases sin sentido alguno, probablemente por la cantidad de pensamientos que me abrumaban, formando en mi mente una densa atmósfera de culpabilidad y arrepentimiento, que adquirirían un inmenso parecido con la locura. De la maldición de aquellas palabras con un clamor apenas entendible, recuerdo que pronuncié lo siguiente: ¡NO QUIERO MORIR!<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
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<span lang="ES">Y ahí quedaron consignadas en la historia las palabras que enviaron mi alma directamente a la cruel eternidad en la que ahora perezco, o, peor aún, en la que permanezco en este limbo con esperanzas hacia el fin de mi existencia. En mi vida nunca pude comprobar que las palabras, al ser pronunciadas con tal voluntad, eran dueñas de tanta grandiosidad. Nunca me dispuse a explorarme, mucho menos a cuestionarme.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Estaba completamente aturdido, sentía cómo moría sin caer bajo la muerte, pero siendo dominado por ésta. Intenté avanzar pero mis pies no lo permitían. Mi cuerpo se precipitó, cayendo sobre una enorme daga que atravesó mi pecho. Mi sangre, negra y maldita, se derramaba haciendo que mis venas se aferraran al suelo, al mismísimo suelo del infierno, en el que seguiré deseando infructuosamente conseguir una salida, ya sea la vida o la muerte, alguna que me libere de esta brutal opresión.<o:p></o:p></span></div>
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<br /></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES">Ahora puedo darme cuenta de que mi vida esculpe mi condena como una de sus obras maestras; mi fúnebre y patético paso por el mundo no me enseñó a existir verdaderamente, y en este momento la muerte se encarga de cumplir con esa labor, aunque nunca me lleve decididamente.</span></div>
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<span lang="ES"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5tyTscjKmD6c9IZrHpXFvQ3x_A4jKkjF6lfrqsD6oPsLyvmrOuwwV171Bj8XAV3WwPK4uh_c-0pE-enjFfzYOTRwgHFyDrAVw8BjhwZNDG0F2TkX3YRMrGc2Ln9xKIRTR8an1j5vsfgNF/s1600/purga.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5tyTscjKmD6c9IZrHpXFvQ3x_A4jKkjF6lfrqsD6oPsLyvmrOuwwV171Bj8XAV3WwPK4uh_c-0pE-enjFfzYOTRwgHFyDrAVw8BjhwZNDG0F2TkX3YRMrGc2Ln9xKIRTR8an1j5vsfgNF/s1600/purga.jpg" height="492" width="640" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
FIN - Kátherin Sánchez/ 2006</div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES"><br /></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-81970038526665694842013-08-30T15:30:00.001-07:002015-01-04T16:10:21.257-08:00La ventana abierta - Saki<blockquote class="tr_bq">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><i><span style="text-align: justify;">Es un deber absoluto tener en este blog un gran escrito breve de uno de los maestros de la literatura de terror psicológico. He aquí a Saki, un escritor escocés</span><span style="text-align: justify;"> que entró en la inspiración de muchos de los autores que hoy en día nos ponen la piel de gallina. Sus escritos llaman mucho mi atención porque, además de manejar una excelente prosa, está anudada por cierta carga de ironía y de horror que devela lo más terrible de la raza humana 'civilizada'. Veamos.</span></i></span></blockquote>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="text-align: justify;"><br /></span>
<span style="text-align: justify;">-Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel -dijo con mucho aplomo una señorita de quince años-; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.</span></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxW4I65qbp9Y8g5-_CH99SbrsF0WS38HUI524tGtgXdwjhj0QhO4W7H4jSCTGkNq_Np4d9-M3AbhY01E3bgxo5d2-L6j9gf0UzWHaz2zsI8jtjJKFW7_Z4_0L7reH6ccM7f5WmiFqPo3nb/s1600/saki.2.jpg" imageanchor="1" style="background-color: white; clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxW4I65qbp9Y8g5-_CH99SbrsF0WS38HUI524tGtgXdwjhj0QhO4W7H4jSCTGkNq_Np4d9-M3AbhY01E3bgxo5d2-L6j9gf0UzWHaz2zsI8jtjJKFW7_Z4_0L7reH6ccM7f5WmiFqPo3nb/s1600/saki.2.jpg" /></a></span></div>
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="text-align: justify;"></span><br />
</span></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.</span><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sé lo que ocurrirá -le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural-: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; text-align: start;"><br /></span>
<br />
<blockquote class="tr_bq">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif; text-align: start;"><i>Claro, hay personas que consideran que apartarse de la realidad es una buena cura para este tipo de males. Como si escapar fuera un remedio posible, aunque de bastante recurrencia cuando a las personas que padecen problemas mentales las llaman al reposo. Esta base señala el miedo y la ignorancia del ser humano, como uno de los temas a tratar en el momento de reconocer la ironía de la sociedad.</i></span></blockquote>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Conoce a muchas personas aquí? -preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Casi nadie -dijo Framton-. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía -prosiguió la aplomada señorita.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sólo su nombre y su dirección -admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Su gran tragedia ocurrió hace tres años -dijo la niña-; es decir, después que se fue su hermana.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Su tragedia? -preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre -dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Hace bastante calor para esta época del año -dijo Framton- pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">A esta altura del relato la voz de la niña perdió ese tono seguro y se volvió vacilantemente humana.</span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><i>Vacilantemente humana, en tanto vemos que se subjetiviza totalmente, y da paso a sus emociones por un instante para ser envuelta por la fuerza de un vívido recuerdo.</i></span></blockquote>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Mi pobre tía sigue creyendo que volverán algún día, ellos y el pequeño spaniel que los acompañaba, y que entrarán por la ventana como solían hacerlo. Por tal razón la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre y querida tía, cuántas veces me habrá contado cómo salieron, su marido con el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando como de costumbre "¿Bertie, por qué saltas?", porque sabía que esa canción la irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de hoy, tengo la sensación de que todos ellos volverán a entrar por la ventana...</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La niña se estremeció. Fue un alivio para Framton cuando la tía irrumpió en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Espero que Vera haya sabido entretenerlo -dijo.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Me ha contado cosas muy interesantes -respondió Framton.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Espero que no le moleste la ventana abierta -dijo la señora Sappleton con animación-; mi marido y mis hermanos están cazando y volverán aquí directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarán mis pobres alfombras después de haber andado cazando por la ciénaga. Tan típico de ustedes los hombres ¿no es verdad?</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Siguió parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan las aves, y acerca de las perspectivas que había de cazar patos en invierno. Para Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero sólo a medias exitoso, de desviar la conversación a un tema menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atención, y su mirada se extraviaba constantemente en dirección a la ventana abierta y al jardín. Era por cierto una infortunada coincidencia venir de visita el día del trágico aniversario.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Los médicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me han prohibido toda clase de agitación mental y de ejercicios físicos violentos -anunció Framton, que abrigaba la ilusión bastante difundida de suponer que personas totalmente desconocidas y relaciones casuales estaban ávidas de conocer los más íntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su causa y su remedio-. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿No? -dijo la señora Sappleton ahogando un bostezo a último momento. Súbitamente su expresión revelaba la atención más viva... pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Por fin llegan! -exclamó-. Justo a tiempo para el té, y parece que se hubieran embarrado hasta los ojos, ¿no es verdad?</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Framton se estremeció levemente y se volvió hacia la sobrina con una mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensión. La niña tenía puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvió en su asiento y miró en la misma dirección.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">En el oscuro crepúsculo tres figuras atravesaban el jardín y avanzaban hacia la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los seguía un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron a la casa, y luego se oyó una voz joven y ronca que cantaba: "¿Dime, Bertie, por qué saltas?"</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgF6dn-gdt5bCGWIXKL1Zktzh37K1Yh7-uS9HfiZCDqeFP5POxLXOdrAVPqMSNHiy6YKeXTq4rzeeBO-2Jtn1cz8nshVtSi1x2Bi5P_QS-XBP581am35yQbNcNBcRt3nVYp4rzY0txWPEPP/s1600/ventana.jpg" imageanchor="1" style="background-color: white; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgF6dn-gdt5bCGWIXKL1Zktzh37K1Yh7-uS9HfiZCDqeFP5POxLXOdrAVPqMSNHiy6YKeXTq4rzeeBO-2Jtn1cz8nshVtSi1x2Bi5P_QS-XBP581am35yQbNcNBcRt3nVYp4rzY0txWPEPP/s1600/ventana.jpg" /></span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Framton agarró deprisa su bastón y su sombrero; la puerta de entrada, el sendero de grava y el portón, fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para evitar un choque inminente.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Aquí estamos, querida -dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana-: bastante embarrados, pero casi secos. ¿Quién era ese hombre que salió de golpe no bien aparecimos?</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Un hombre rarísimo, un tal señor Nuttel -dijo la señora Sappleton-; no hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera diría que había visto un fantasma.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">-Supongo que ha sido a causa del spaniel -dijo tranquilamente la sobrina-; me contó que los perros le producen horror. Una vez lo persiguió una jauría de perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche en una tumba recién cavada, con esas bestias que gruñían y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de él. Así cualquiera se vuelve pusilánime.</span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><i>No encuentro una mejor manera de haber terminado la historia. Es uno de los mejores finales que he leído. Con la frase final evidenciamos que la verdadera protagonista era la sobrina de la señora Sappleton.</i></span></blockquote>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">La fantasía sin previo aviso era su especialidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="center">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">FIN</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-84637179944948843562012-08-19T18:01:00.001-07:002012-08-19T18:09:06.742-07:00A la recherche du temps perdu - Pablo Alonso<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">A continuación les traigo un pequeño, hermoso y diciente fragmento de un poema realizado por un colega también gustoso de la literatura y la buena música. Su nombre es <a href="http://www.facebook.com/pablo.alonso.16144">Pablo Alonso</a> (lo pueden encontrar en facebook, si desean), quien nos trae esta buena lírica desde México, Puebla. Me han atraído sus letras tan sencillas pero tan fuertes, tan hermosas, tan musicales... y a la vez él ha querido aparecer aquí en <a href="http://www.facebook.com/pages/L%C3%ADrica-Bizarra/119654001497627">Lírica Bizarra</a> dándonos su aporte (espero no sea su última colaboración). Y, a ustedes, mis queridísimos lectores, espero les agrade esta linda poesía.</span></blockquote>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<br />
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;"><u>A la recherche du temps perdu</u></span></span></div>
<br />
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 14px;">Dosis sensorial de energía tejiéndose en las sombras que desvanecen</span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">
</span></span>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; line-height: 14px;"><br /></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Sueños ambiguos fundidos en el aire místico de madrugada</span><span style="line-height: 14px;"> </span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Umbral cristalino bajo la proyección desnuda del cielo tornasol</span><span style="line-height: 14px;"> </span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Latidos reinventándose bajo el hechizo de las olas celestes</span><span style="line-height: 14px;"> </span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Sustrato etéreo acariciando el arcoíris que emana del sueño</span><span style="line-height: 14px;"> </span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Brisa ensortijada envolviendo la transparencia de mi sonrisa</span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Resonancia nítida sumergiéndose en la frecuencia de mi alma</span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Inmutable constelación atravesando el pétalo sereno de mis ojos</span></span></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;">Matices indescifrables dibujándose al azar sobre mi piel exhausta...</span></span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;"><br /></span></span>
<br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;"><br /></span></span>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4IAHfTDyJXz7geRfcChQIvGyQLWrW9UOf00ZEt6hz6ujuxxEVIEcrV0LxqXOeU870x_SoWiORlZpREoThnKkQZINWN1aq1Wl6uOgC94aVm4vlD7d7ep_vLiZaS6WbYX7Bpk-tMkRr6WWh/s1600/5020768-vibrante-arco-iris-que-aparece-en-las-nubes-y-el-mar.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4IAHfTDyJXz7geRfcChQIvGyQLWrW9UOf00ZEt6hz6ujuxxEVIEcrV0LxqXOeU870x_SoWiORlZpREoThnKkQZINWN1aq1Wl6uOgC94aVm4vlD7d7ep_vLiZaS6WbYX7Bpk-tMkRr6WWh/s400/5020768-vibrante-arco-iris-que-aparece-en-las-nubes-y-el-mar.jpg" width="400" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="line-height: 14px;"><br /></span></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">
</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-1807704172522085522012-06-26T12:46:00.000-07:002012-06-26T12:48:04.068-07:00El entierro prematuro - Edgar Allan Poe<blockquote class="tr_bq" style="text-align: left;">
<span style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Hace poco empecé con la lectura de un ensayo de Edgar Allan Poe llamado Eureka. Así, empiezo a obsesionarme nuevamente con la obra de este gran artista (me faltan sólo un par de cuentos para terminar la obra completa), y, efectivamente, comparto el maravilloso gusto por este cuentista como muchos de ustedes, según me lo han expresado. A continuación les traigo uno de mis cuentos favoritos de dicho autor; me encanta el estilo, los recursos literarios usados y la historia me parece maravillosa. Espero, si no la han leído, lo hagan inmediatamente porque se están perdiendo una obra genial, y si ya lo hicieron, de seguro que querrán leerlo de nuevo...</span></span></blockquote>
<div style="text-align: left;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Hay ciertos temas de interés absorbente, pero demasiado horribles para ser objeto de una obra de mera ficción. Los simples novelistas deben evitarlos si no quieren ofender o desagradar. Sólo se tratan con propiedad cuando lo grave y majestuoso de la verdad los santifican y sostienen. Nos estremecemos, por ejemplo, con el más intenso "dolor agradable" ante los relatos del paso del Beresina, del terremoto de Lisboa, de la peste de Londres y de la matanza de San Bartolomé o de la muerte por asfixia de los ciento veintitrés prisioneros en el Agujero Negro de Calcuta. Pero en estos relatos lo excitante es el hecho, la realidad, la historia. Como ficciones, nos parecerían sencillamente abominables. He mencionado algunas de las más destacadas y augustas calamidades que registra la historia, pero en ellas el alcance, no menos que el carácter de la calamidad, es lo que impresiona tan vivamente la imaginación. No necesito recordar al lector que, del largo y horrible catálogo de miserias humanas, podría haber escogido muchos ejemplos individuales más llenos de sufrimiento esencial que cualquiera de esos inmensos desastres generales. La verdadera desdicha, la aflicción última, en realidad es particular, no difusa. ¡Demos gracias a Dios misericordioso que los horrorosos extremos de agonía los sufra el hombre individualmente y nunca en masa!</span></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: left;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Empezamos con el típico tono oscuro y profundo que, de inmediato, empieza a tratar de afectar nuestra sensibilidad... los hilos más profundos de nuestra humanidad.</span></blockquote>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"></span><br />
<div style="text-align: left;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal. Que le ha caído en suerte con frecuencia, con mucha frecuencia, nadie con capacidad de juicio lo negará. Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos... ¿Quién podría decir dónde termina uno y dónde empieza el otro? Sabemos que hay enfermedades en las que se produce un cese total de las funciones aparentes de la vida, y, sin embargo, ese cese no es más que una suspensión, para llamarle por su nombre. Hay sólo pausas temporales en el incomprensible mecanismo. Transcurrido cierto período, algún misterioso principio oculto pone de nuevo en movimiento los mágicos piñones y las ruedas fantásticas. La cuerda de plata no quedó suelta para siempre, ni irreparablemente roto el vaso de oro. Pero, entretanto, ¿dónde estaba el alma? Sin embargo, aparte de la inevitable conclusión <i>a priori</i> de que tales causas deben producir tales efectos, de que los bien conocidos casos de vida en suspenso, una y otra vez, provocan inevitablemente entierros prematuros, aparte de esta consideración, tenemos el testimonio directo de la experiencia médica y del vulgo que prueba que en realidad tienen lugar un gran número de estos entierros. Yo podría referir ahora mismo, si fuera necesario, cien ejemplos bien probados. Uno de características muy asombrosas, y cuyas circunstancias igual quedan aún vivas en la memoria de algunos de mis lectores, ocurrió no hace mucho en la vecina ciudad de Baltimore, donde causó una conmoción penosa, intensa y muy extendida. La esposa de uno de los más respetables ciudadanos -abogado eminente y miembro del Congreso- fue atacada por una repentina e inexplicable enfermedad, que burló el ingenio de los médicos. Después de padecer mucho murió, o se supone que murió. Nadie sospechó, y en realidad no había motivos para hacerlo, de que no estaba verdaderamente muerta. Presentaba todas las apariencias comunes de la muerte. El rostro tenía el habitual contorno contraído y sumido. Los labios mostraban la habitual palidez marmórea. Los ojos no tenían brillo. Faltaba el calor. Cesaron las pulsaciones. Durante tres días el cuerpo estuvo sin enterrar, y en ese tiempo adquirió una rigidez pétrea. Resumiendo, se adelantó el funeral por el rápido avance de lo que se supuso era descomposición.</span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhn3YupM2inqVAfcyJfy3cF7e48DJuwVpnrXaIopglsw9RrTF6xACSH__s29lhr6Ir46mn_7AZyLnrtNyLZTFAJb_214gHcmODqETqN30G0yIx_TsfQW6lmg_fWpis2BUk5cLgx3ccI3mIC/s1600/1195517010_f.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="184" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhn3YupM2inqVAfcyJfy3cF7e48DJuwVpnrXaIopglsw9RrTF6xACSH__s29lhr6Ir46mn_7AZyLnrtNyLZTFAJb_214gHcmODqETqN30G0yIx_TsfQW6lmg_fWpis2BUk5cLgx3ccI3mIC/s320/1195517010_f.jpg" width="320" /></a></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><br /></span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">La dama fue depositada en la cripta familiar, que permaneció cerrada durante los tres años siguientes. Al expirar ese plazo se abrió para recibir un sarcófago, pero, ¡ay, qué terrible choque esperaba al marido cuando abrió personalmente la puerta! Al empujar los portones, un objeto vestido de blanco cayó rechinando en sus brazos. Era el esqueleto de su mujer con la mortaja puesta.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Una cuidadosa investigación mostró la evidencia de que había revivido a los dos días de ser sepultada, que sus luchas dentro del ataúd habían provocado la caída de éste desde una repisa o nicho al suelo, y al romperse el féretro pudo salir de él. Apareció vacía una lámpara que accidentalmente se había dejado llena de aceite, dentro de la tumba; puede, no obstante, haberse consumido por evaporación. En los peldaños superiores de la escalera que descendía a la espantosa cripta había un trozo del ataúd, con el cual, al parecer, la mujer había intentado llamar la atención golpeando la puerta de hierro. Mientras hacía esto, probablemente se desmayó o quizás murió de puro terror, y al caer, la mortaja se enredó en alguna pieza de hierro que sobresalía hacia dentro. Allí quedó y así se pudrió, erguida.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">En el año 1810 tuvo lugar en Francia un caso de inhumación prematura, en circunstancias que contribuyen mucho a justificar la afirmación de que la verdad es más extraña que la ficción. La heroína de la historia era mademoiselle [señorita] Victorine Lafourcade, una joven de ilustre familia, rica y muy guapa. Entre sus numerosos pretendientes se contaba Julien Bossuet, un pobre littérateur [literato] o periodista de París. Su talento y su amabilidad habían despertado la atención de la heredera, que, al parecer, se había enamorado realmente de él, pero el orgullo de casta la llevó por fin a rechazarlo y a casarse con un tal Monsieur [señor] Rénelle, banquero y diplomático de cierto renombre. Después del matrimonio, sin embargo, este caballero descuidó a su mujer y quizá llegó a pegarle. Después de pasar unos años desdichados ella murió; al menos su estado se parecía tanto al de la muerte que engañó a todos quienes la vieron. Fue enterrada, no en una cripta, sino en una tumba común, en su aldea natal. Desesperado y aún inflamado por el recuerdo de su cariño profundo, el enamorado viajó de la capital a la lejana provincia donde se encontraba la aldea, con el romántico propósito de desenterrar el cadáver y apoderarse de sus preciosos cabellos. Llegó a la tumba. A medianoche desenterró el ataúd, lo abrió y, cuando iba a cortar los cabellos, se detuvo ante los ojos de la amada, que se abrieron. La dama había sido enterrada viva. Las pulsaciones vitales no habían desaparecido del todo, y las caricias de su amado la despertaron de aquel letargo que equivocadamente había sido confundido con la muerte. Desesperado, el joven la llevó a su alojamiento en la aldea. Empleó unos poderosos reconstituyentes aconsejados por sus no pocos conocimientos médicos. En resumen, ella revivió. Reconoció a su salvador. Permaneció con él hasta que lenta y gradualmente recobró la salud. Su corazón no era tan duro, y esta última lección de amor bastó para ablandarlo. Lo entregó a Bossuet. No volvió junto a su marido, sino que, ocultando su resurrección, huyó con su amante a América. Veinte años después, los dos regresaron a Francia, convencidos de que el paso del tiempo había cambiado tanto la apariencia de la dama, que sus amigos no podrían reconocerla. Pero se equivocaron, pues al primer encuentro monsieur Rénelle reconoció a su mujer y la reclamó. Ella rechazó la reclamación y el tribunal la apoyó, resolviendo que las extrañas circunstancias y el largo período transcurrido habían abolido, no sólo desde un punto de vista equitativo, sino legalmente la autoridad del marido.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhItb67_YjAYIZmXRR2hGGfNYj511gqs5u57OVYnYtPP4_IoKaD5PyHsxlIvecrjqe-GrO_5nnBEDbNDGa86LYk1vfJnDOyjFZxAbXduB2riBy_wpAPwczAS66VsTtR-Op7s5wUiABv7SSg/s1600/12.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhItb67_YjAYIZmXRR2hGGfNYj511gqs5u57OVYnYtPP4_IoKaD5PyHsxlIvecrjqe-GrO_5nnBEDbNDGa86LYk1vfJnDOyjFZxAbXduB2riBy_wpAPwczAS66VsTtR-Op7s5wUiABv7SSg/s320/12.jpg" width="320" /></a></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><br /></span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">La Revista de Cirugía de Leipzig, publicación de gran autoridad y mérito, que algún editor americano haría bien en traducir y publicar, relata en uno de los últimos números un acontecimiento muy penoso que presenta las mismas características.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Un oficial de artillería, hombre de gigantesca estatura y salud excelente, fue derribado por un caballo indomable y sufrió una contusión muy grave en la cabeza, que le dejó inconsciente. Tenía una ligera fractura de cráneo pero no se percibió un peligro inmediato. La trepanación se hizo con éxito. Se le aplicó una sangría y se adoptaron otros muchos remedios comunes. Pero cayó lentamente en un sopor cada vez más grave y por fin se le dio por muerto.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Hacía calor y lo enterraron con prisa indecorosa en uno de los cementerios públicos. Sus funerales tuvieron lugar un jueves. Al domingo siguiente, el parque del cementerio, como de costumbre, se llenó de visitantes, y alrededor del mediodía se produjo un gran revuelo, provocado por las palabras de un campesino que, habiéndose sentado en la tumba del oficial, había sentido removerse la tierra, como si alguien estuviera luchando abajo. Al principio nadie prestó demasiada atención a las palabras de este hombre, pero su evidente terror y la terca insistencia con que repetía su historia produjeron, al fin, su natural efecto en la muchedumbre. Algunos con rapidez consiguieron unas palas, y la tumba, vergonzosamente superficial, estuvo en pocos minutos tan abierta que dejó al descubierto la cabeza de su ocupante. Daba la impresión de que estaba muerto, pero aparecía casi sentado dentro del ataúd, cuya tapa, en furiosa lucha, había levantado parcialmente. Inmediatamente lo llevaron al hospital más cercano, donde se le declaró vivo, aunque en estado de asfixia. Después de unas horas volvió en sí, reconoció a algunas personas conocidas, y con frases inconexas relató sus agonías en la tumba.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Por lo que dijo, estaba claro que la víctima mantuvo la conciencia de vida durante más de una hora después de la inhumación, antes de perder los sentidos. Habían rellenado la tumba, sin percatarse, con una tierra muy porosa, sin aplastar, y por eso le llegó un poco de aire. Oyó los pasos de la multitud sobre su cabeza y a su vez trató de hacerse oír. El tumulto en el parque del cementerio, dijo, fue lo que seguramente lo despertó de un profundo sueño, pero al despertarse se dio cuenta del espantoso horror de su situación. Este paciente, según cuenta la historia, iba mejorando y parecía encaminado hacia un restablecimiento definitivo, cuando cayó víctima de la charlatanería de los experimentos médicos. Se le aplicó la batería galvánica y expiró de pronto en uno de esos paroxismos estáticos que en ocasiones produce.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdTU6eheZZ3W1vwXRsrqvSnbq2obpweQqjxJU9nr0TIMu21erVS8SlIEDQd4wnDn_QVLmZw7migAfASGqEEbmOBatuxs4gMegax-GO6TgH8LkITR5zelSyKOKY3RvJz9qHjW9_tiYTJgps/s1600/Enterrado+vivo+albaida+del+aljarafe+1.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="220" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdTU6eheZZ3W1vwXRsrqvSnbq2obpweQqjxJU9nr0TIMu21erVS8SlIEDQd4wnDn_QVLmZw7migAfASGqEEbmOBatuxs4gMegax-GO6TgH8LkITR5zelSyKOKY3RvJz9qHjW9_tiYTJgps/s320/Enterrado+vivo+albaida+del+aljarafe+1.jpg" width="320" /></a></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><br /></span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">La mención de la batería galvánica, sin embargo, me trae a la memoria un caso bien conocido y muy extraordinario, en que su acción resultó ser la manera de devolver la vida a un joven abogado de Londres que estuvo enterrado dos días. Esto ocurrió en 1831, y entonces causó profunda impresión en todas partes, donde era tema de conversación.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">El paciente, el señor Edward Stapleton, había muerto, aparentemente, de fiebre tifoidea acompañada de unos síntomas anómalos que despertaron la curiosidad de sus médicos. Después de su aparente fallecimiento, se pidió a sus amigos la autorización para un examen postmórtem (autopsia), pero éstos se negaron. Como sucede a menudo ante estas negativas, los médicos decidieron desenterrar el cuerpo y examinarlo a conciencia, en privado. Fácilmente llegaron a un arreglo con uno de los numerosos grupos de ladrones de cadáveres que abundan en Londres, y la tercera noche después del entierro el supuesto cadáver fue desenterrado de una tumba de ocho pies de profundidad y depositado en el quirófano de un hospital privado.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Al practicársele una incisión de cierta longitud en el abdomen, el aspecto fresco e incorrupto del sujeto sugirió la idea de aplicar la batería. Hicieron sucesivos experimentos con los efectos acostumbrados, sin nada de particular en ningún sentido, salvo, en una o dos ocasiones, una apariencia de vida mayor de la norma en cierta acción convulsiva.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Era ya tarde. Iba a amanecer y se creyó oportuno, al fin, proceder inmediatamente a la disección. Pero uno de los estudiosos tenía un deseo especial de experimentar una teoría propia e insistió en aplicar la batería a uno de los músculos pectorales. Tras realizar una tosca incisión, se estableció apresuradamente un contacto; entonces el paciente, con un movimiento rápido pero nada convulsivo, se levantó de la mesa, caminó hacia el centro de la habitación, miró intranquilo a su alrededor unos instantes y entonces habló. Lo que dijo fue ininteligible, pero pronunció algunas palabras, y silabeaba claramente. Después de hablar, se cayó pesadamente al suelo.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Durante unos momentos todos se quedaron paralizados de espanto, pero la urgencia del caso pronto les devolvió la presencia de ánimo. Se vio que el señor Stapleton estaba vivo, aunque sin sentido. Después de administrarle éter volvió en sí y rápidamente recobró la salud, retornando a la sociedad de sus amigos, a quienes, sin embargo, se les ocultó toda noticia sobre la resurrección hasta que ya no se temía una recaída. Es de imaginar la maravilla de aquellos y su extasiado asombro.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">El dato más espeluznante de este incidente, sin embargo, se encuentra en lo que afirmó el mismo señor Stapleton. Declaró que en ningún momento perdió todo el sentido, que de un modo borroso y confuso percibía todo lo que le estaba ocurriendo desde el instante en que fuera declarado muerto por los médicos hasta cuando cayó desmayado en el piso del hospital. "Estoy vivo", fueron las incomprendidas palabras que, al reconocer la sala de disección, había intentado pronunciar en aquel grave instante de peligro.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Sería fácil multiplicar historias como éstas, pero me abstengo, porque en realidad no nos hacen falta para establecer el hecho de que suceden entierros prematuros. Cuando reflexionamos, en las raras veces en que, por la naturaleza del caso, tenemos la posibilidad de descubrirlos, debemos admitir que tal vez ocurren más frecuentemente de lo que pensamos. En realidad, casi nunca se han removido muchas tumbas de un cementerio, por alguna razón, sin que aparecieran esqueletos en posturas que sugieren la más espantosa de las sospechas. La sospecha es espantosa, pero es más espantoso el destino. Puede afirmarse, sin vacilar, que ningún suceso se presta tanto a llevar al colmo de la angustia física y mental como el enterramiento antes de la muerte. La insoportable opresión de los pulmones, las emanaciones sofocantes de la tierra húmeda, la mortaja que se adhiere, el rígido abrazo de la estrecha morada, la oscuridad de la noche absoluta, el silencio como un mar que abruma, la invisible pero palpable presencia del gusano vencedor; estas cosas, junto con los deseos del aire y de la hierba que crecen arriba, con el recuerdo de los queridos amigos que volarían a salvarnos si se enteraran de nuestro destino, y la conciencia de que nunca podrán saberlo, de que nuestra suerte irremediable es la de los muertos de verdad, estas consideraciones, digo, llevan el corazón aún palpitante a un grado de espantoso e insoportable horror ante el cual la imaginación más audaz retrocede. No conocemos nada tan angustioso en la Tierra, no podemos imaginar nada tan horrible en los dominios del más profundo Infierno. Y por eso todos los relatos sobre este tema despiertan un interés profundo, interés que, sin embargo, gracias a la temerosa reverencia hacia este tema, depende justa y específicamente de nuestra creencia en la verdad del asunto narrado. Lo que voy a contar ahora es mi conocimiento real, mi experiencia efectiva y personal...</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Durante varios años sufrí ataques de ese extraño trastorno que los médicos han decidido llamar catalepsia, a falta de un nombre que mejor lo defina. Aunque tanto las causas inmediatas como las predisposiciones e incluso el diagnóstico de esta enfermedad siguen siendo misteriosas, su carácter evidente y manifiesto es bien conocido. Las variaciones parecen serlo, principalmente, de grado. A veces el paciente se queda un solo día o incluso un período más breve en una especie de exagerado letargo. Está inconsciente y externamente inmóvil, pero las pulsaciones del corazón aún se perciben débilmente; quedan unos indicios de calor, una leve coloración persiste en el centro de las mejillas y, al aplicar un espejo a los labios, podemos detectar una torpe, desigual y vacilante actividad de los pulmones. Otras veces el trance dura semanas e incluso meses, mientras el examen más minucioso y las pruebas médicas más rigurosas no logran establecer ninguna diferencia material entre el estado de la víctima y lo que concebimos como muerte absoluta. Por regla general, lo salvan del entierro prematuro sus amigos, que saben que sufría anteriormente de catalepsia, y la consiguiente sospecha, pero sobre todo le salva la ausencia de corrupción. La enfermedad, por fortuna, avanza gradualmente. Las primeras manifestaciones, aunque marcadas, son inequívocas. Los ataques son cada vez más característicos y cada uno dura más que el anterior. En esto reside la mayor seguridad, de cara a evitar la inhumación. El desdichado cuyo primer ataque tuviera la gravedad con que en ocasiones se presenta, sería casi inevitablemente llevado vivo a la tumba.</span><br />
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><span style="line-height: 17px; text-align: left;"><i>Definiremos la catalepsia, como un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se halla en un estado consciente, el cual puede a su vez variar en intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de consciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor. Es una enfermedad muy grave, no por el hecho de llevar a la muerte, sino por la razón de que la persona aparenta estar muerta sin que lo esté, y ésta puede ser sepultada estando aún con vida y despertar en cualquier momento (Wikipedia).</i> Tengo entendido que hay un estado similar llamado catatonia, es un tipo de esquizofrenia, pero no comprendo bien las diferencias. He presenciado apenas dos casos de este tipo en mis diferentes hospitalizaciones.</span></span></blockquote>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Mi propio caso no difería en ningún detalle importante de los mencionados en los textos médicos. A veces, sin ninguna causa aparente, me hundía poco a poco en un estado de semisíncope, o casi desmayo, y ese estado, sin dolor, sin capacidad de moverme, o realmente de pensar, pero con una borrosa y letárgica conciencia de la vida y de la presencia de los que rodeaban mi cama, duraba hasta que la crisis de la enfermedad me devolvía, de repente, el perfecto conocimiento. Otras veces el ataque era rápido, fulminante. Me sentía enfermo, aterido, helado, con escalofríos y mareos, y, de repente, me caía postrado. Entonces, durante semanas, todo estaba vacío, negro, silencioso y la nada se convertía en el universo. La total aniquilación no podía ser mayor. Despertaba, sin embargo, de estos últimos ataques lenta y gradualmente, en contra de lo repentino del acceso. Así como amanece el día para el mendigo que vaga por las calles en la larga y desolada noche de invierno, sin amigos ni casa, así lenta, cansada, alegre volvía a mí la luz del alma. Pero, aparte de esta tendencia al síncope, mi salud general parecía buena, y no hubiera podido percibir que sufría esta enfermedad, a no ser que una peculiaridad de mi sueño pudiera considerarse provocada por ella. Al despertarme, nunca podía recobrar en seguida el uso completo de mis facultades, y permanecía siempre durante largo rato en un estado de azoramiento y perplejidad, ya que las facultades mentales en general y la memoria en particular se encontraban en absoluta suspensión.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">En todos mis padecimientos no había sufrimiento físico, sino una infinita angustia moral. Mi imaginación se volvió macabra. Hablaba de "gusanos, de tumbas, de epitafios". Me perdía en meditaciones sobre la muerte, y la idea del entierro prematuro se apoderaba de mi mente. El espeluznante peligro al cual estaba expuesto me obsesionaba día y noche. Durante el primero, la tortura de la meditación era excesiva; durante la segunda, era suprema, Cuando las tétricas tinieblas se extendían sobre la tierra, entonces, presa de los más horribles pensamientos, temblaba, temblaba como las trémulas plumas de un coche fúnebre. Cuando mi naturaleza ya no aguantaba la vigilia, me sumía en una lucha que al fin me llevaba al sueño, pues me estremecía pensando que, al despertar, podía encontrarme metido en una tumba. Y cuando, por fin, me hundía en el sueño, lo hacía sólo para caer de inmediato en un mundo de fantasmas, sobre el cual flotaba con inmensas y tenebrosas alas negras la única, predominante y sepulcral idea. De las innumerables imágenes melancólicas que me oprimían en sueños elijo para mi relato una visión solitaria. Soñé que había caído en un trance cataléptico de más duración y profundidad que lo normal. De repente una mano helada se posó en mi frente y una voz impaciente, farfullante, susurró en mi oído: "¡Levántate!"</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Me incorporé. La oscuridad era total. No podía ver la figura del que me había despertado. No podía recordar ni la hora en que había caído en trance, ni el lugar en que me encontraba. Mientras seguía inmóvil, intentando ordenar mis pensamientos, la fría mano me agarró con fuerza por la muñeca, sacudiéndola con petulancia, mientras la voz farfullante decía de nuevo:</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-¡Levántate! ¿No te he dicho que te levantes?</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-¿Y tú - pregunté- quién eres?</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-No tengo nombre en las regiones donde habito -replicó la voz tristemente-. Fui un hombre y soy un espectro. Era despiadado, pero soy digno de lástima. Ya ves que tiemblo. Me rechinan los dientes cuando hablo, pero no es por el frío de la noche, de la noche eterna. Pero este horror es insoportable. ¿Cómo puedes dormir tú tranquilo? No me dejan descansar los gritos de estas largas agonías. Estos espectáculos son más de lo que puedo soportar. ¡Levántate! Ven conmigo a la noche exterior, y deja que te muestre las tumbas. ¿No es este un espectáculo de dolor?... ¡Mira!</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Miré, y la figura invisible que aún seguía apretándome la muñeca consiguió abrir las tumbas de toda la humanidad, y de cada una salían las irradiaciones fosfóricas de la descomposición, de forma que pude ver sus más escondidos rincones y los cuerpos amortajados en su triste y solemne sueño con el gusano. Pero, ¡ay!, los que realmente dormían, aunque fueran muchos millones, eran menos que los que no dormían en absoluto, y había una débil lucha, y había un triste y general desasosiego, y de las profundidades de los innumerables pozos salía el melancólico frotar de las vestiduras de los enterrados. Y, entre aquellos que parecían descansar tranquilos, vi que muchos habían cambiado, en mayor o menor grado, la rígida e incómoda postura en que fueron sepultados. Y la voz me habló de nuevo, mientras contemplaba:</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-¿No es esto, ¡ah!, acaso un espectáculo lastimoso?</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Pero, antes de que encontrara palabras para contestar, la figura había soltado mi muñeca, las luces fosfóricas se extinguieron y las tumbas se cerraron con repentina violencia, mientras de ellas salía un tumulto de gritos desesperados, repitiendo: "¿No es esto, ¡Dios mío!, acaso un espectáculo lastimoso?"</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6MoxjmAIWQWiue2UxsC5fytyT2NpM1NZzGUmElk7z0GR3YtUCePC8jVVn7vnyJ7ItnM0Sz1EXmi3P44D0QIZp5F44498rkbOMBy4UEOv9cSrJ0NJX2IlwgXKjAw4AE91WQ1vEHD9NDYn-/s1600/cuento-el-entierro-prematuro-edgar-allan-poe-L-KZ37iq.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6MoxjmAIWQWiue2UxsC5fytyT2NpM1NZzGUmElk7z0GR3YtUCePC8jVVn7vnyJ7ItnM0Sz1EXmi3P44D0QIZp5F44498rkbOMBy4UEOv9cSrJ0NJX2IlwgXKjAw4AE91WQ1vEHD9NDYn-/s320/cuento-el-entierro-prematuro-edgar-allan-poe-L-KZ37iq.jpeg" width="240" /></a></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><br /></span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Fantasías como ésta se presentaban por la noche y extendían su terrorífica influencia incluso en mis horas de vigilia. Mis nervios quedaron destrozados, y fui presa de un horror continuo. Ya no me atrevía a montar a caballo, a pasear, ni a practicar ningún ejercicio que me alejara de casa. En realidad, ya no me atrevía a fiarme de mí lejos de la presencia de los que conocían mi propensión a la catalepsia, por miedo de que, en uno de esos ataques, me enterraran antes de conocer mi estado realmente. Dudaba del cuidado y de la lealtad de mis amigos más queridos. Temía que, en un trance más largo de lo acostumbrado, se convencieran de que ya no había remedio. Incluso llegaba a temer que, como les causaba muchas molestias, quizá se alegraran de considerar que un ataque prolongado era la excusa suficiente para librarse definitivamente de mí. En vano trataban de tranquilizarme con las más solemnes promesas. Les exigía, con los juramentos más sagrados, que en ninguna circunstancia me enterraran hasta que la descomposición estuviera tan avanzada, que impidiese la conservación. Y aun así mis terrores mortales no hacían caso de razón alguna, no aceptaban ningún consuelo. Empecé con una serie de complejas precauciones. Entre otras, mandé remodelar la cripta familiar de forma que se pudiera abrir fácilmente desde dentro. A la más débil presión sobre una larga palanca que se extendía hasta muy dentro de la cripta, se abrirían rápidamente los portones de hierro. También estaba prevista la entrada libre de aire y de luz, y adecuados recipientes con alimentos y agua, al alcance del ataúd preparado para recibirme. Este ataúd estaba acolchado con un material suave y cálido y dotado de una tapa elaborada según el principio de la puerta de la cripta, incluyendo resortes ideados de forma que el más débil movimiento del cuerpo sería suficiente para que se soltara. Aparte de esto, del techo de la tumba colgaba una gran campana, cuya soga pasaría (estaba previsto) por un agujero en el ataúd y estaría atada a una mano del cadáver. Pero, ¡ay!, ¿de qué sirve la precaución contra el destino del hombre? ¡Ni siquiera estas bien urdidas seguridades bastaban para librar de las angustias más extremas de la inhumación en vida a un infeliz destinado a ellas!</span><br />
<blockquote class="tr_bq">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Nótese en los últimos párrafos características puras y típicas del más oscuro romanticismo que podamos encontrar en la literatura: sentimiento de miedo, de no plenitud; desacuerdo con el mundo, miedo al destino; tomar casi solamente en cuenta al protagonista, haciéndole lo único de real importancia dentro de la obra, y las asombrosas descripciones, en este caso las de corte psicológico.</span></blockquote>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Llegó una época -como me había ocurrido antes a menudo- en que me encontré emergiendo de un estado de total inconsciencia a la primera sensación débil e indefinida de la existencia. Lentamente, con paso de tortuga, se acercaba el pálido amanecer gris del día psíquico. Un desasosiego aletargado. Una sensación apática de sordo dolor. Ninguna preocupación, ninguna esperanza, ningún esfuerzo. Entonces, después de un largo intervalo, un zumbido en los oídos. Luego, tras un lapso de tiempo más largo, una sensación de hormigueo o comezón en las extremidades; después, un período aparentemente eterno de placentera quietud, durante el cual las sensaciones que se despiertan luchan por transformarse en pensamientos; más tarde, otra corta zambullida en la nada; luego, un súbito restablecimiento. Al fin, el ligero estremecerse de un párpado; e inmediatamente después, un choque eléctrico de terror, mortal e indefinido, que envía la sangre a torrentes desde las sienes al corazón. Y entonces, el primer esfuerzo por pensar. Y entonces, el primer intento de recordar. Y entonces, un éxito parcial y evanescente. Y entonces, la memoria ha recobrado tanto su dominio, que, en cierta medida, tengo conciencia de mi estado. Siento que no me estoy despertando de un sueño corriente. Recuerdo que he sufrido de catalepsia. Y entonces, por fin, como si fuera la embestida de un océano, el único peligro horrendo, la única idea espectral y siempre presente abruma mi espíritu estremecido.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Unos minutos después de que esta fantasía se apoderase de mí, me quedé inmóvil. ¿Y por qué? No podía reunir valor para moverme. No me atrevía a hacer el esfuerzo que desvelara mi destino, sin embargo algo en mi corazón me susurraba que era seguro. La desesperación -tal como ninguna otra clase de desdicha produce-, sólo la desesperación me empujó, después de una profunda duda, a abrir mis pesados párpados. Los levanté. Estaba oscuro, todo oscuro. Sabía que el ataque había terminado. Sabía que la situación crítica de mi trastorno había pasado. Sabía que había recuperado el uso de mis facultades visuales, y, sin embargo, todo estaba oscuro, oscuro, con la intensa y absoluta falta de luz de la noche que dura para siempre.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Intenté gritar, y mis labios y mi lengua reseca se movieron convulsivamente, pero ninguna voz salió de los cavernosos pulmones, que, oprimidos como por el peso de una montaña, jadeaban y palpitaban con el corazón en cada inspiración laboriosa y difícil. El movimiento de las mandíbulas, en el esfuerzo por gritar, me mostró que estaban atadas, como se hace con los muertos. Sentí también que yacía sobre una materia dura, y algo parecido me apretaba los costados. Hasta entonces no me había atrevido a mover ningún miembro, pero al fin levanté con violencia mis brazos, que estaban estirados, con las muñecas cruzadas. Chocaron con una materia sólida, que se extendía sobre mi cuerpo a no más de seis pulgadas de mi cara. Ya no dudaba de que reposaba al fin dentro de un ataúd.</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKzkLnNG5MOXNyx3qhLKzr9g3gvAb0oISNqALrit8mQ_piS_kDxea857vQ3MmXM2nvdLDxC7EPcwF6175LRkttoU0sn_1cr9PORySR95JyW2ZHwoxXcEBgqGgzN1fsKHVL5KUa8VmCaj1s/s1600/critica-buried-entierro-prematuro%5B1%5D.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="218" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKzkLnNG5MOXNyx3qhLKzr9g3gvAb0oISNqALrit8mQ_piS_kDxea857vQ3MmXM2nvdLDxC7EPcwF6175LRkttoU0sn_1cr9PORySR95JyW2ZHwoxXcEBgqGgzN1fsKHVL5KUa8VmCaj1s/s320/critica-buried-entierro-prematuro%5B1%5D.jpg" width="320" /></a></span></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;"><br /></span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Y entonces, en medio de toda mi infinita desdicha, vino dulcemente la esperanza, como un querubín, pues pensé en mis precauciones. Me retorcí e hice espasmódicos esfuerzos para abrir la tapa: no se movía. Me toqué las muñecas buscando la soga: no la encontré. Y entonces mi consuelo huyó para siempre, y una desesperación aún más inflexible reinó triunfante pues no pude evitar percatarme de la ausencia de las almohadillas que había preparado con tanto cuidado, y entonces llegó de repente a mis narices el fuerte y peculiar olor de la tierra húmeda. La conclusión era irresistible. No estaba en la cripta. Había caído en trance lejos de casa, entre desconocidos, no podía recordar cuándo y cómo, y ellos me habían enterrado como a un perro, metido en algún ataúd común, cerrado con clavos, y arrojado bajo tierra, bajo tierra y para siempre, en alguna tumba común y anónima.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Cuando este horrible convencimiento se abrió paso con fuerza hasta lo más íntimo de mi alma, luché una vez más por gritar. Y este segundo intento tuvo éxito. Un largo, salvaje y continuo grito o alarido de agonía resonó en los recintos de la noche subterránea.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-Oye, oye, ¿qué es eso? -dijo una áspera voz, como respuesta.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-¿Qué diablos pasa ahora? -dijo un segundo..</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-¡Fuera de ahí! -dijo un tercero.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">-¿Por qué aúlla de esa manera, como un gato montés? -dijo un cuarto.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Y entonces unos individuos de aspecto rudo me sujetaron y me sacudieron sin ninguna consideración. No me despertaron del sueño, pues estaba completamente despierto cuando grité, pero me devolvieron la plena posesión de mi memoria.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Esta aventura ocurrió cerca de Richmond, en Virginia. Acompañado de un amigo, había bajado, en una expedición de caza, unas millas por las orillas del río James. Se acercaba la noche cuando nos sorprendió una tormenta. La cabina de una pequeña chalupa anclada en la corriente y cargada de tierra vegetal nos ofreció el único refugio asequible. Le sacamos el mayor provecho posible y pasamos la noche a bordo. Me dormí en una de las dos literas; no hace falta describir las literas de una chalupa de sesenta o setenta toneladas. La que yo ocupaba no tenía ropa de cama. Tenía una anchura de dieciocho pulgadas. La distancia entre el fondo y la cubierta era exactamente la misma. Me resultó muy difícil meterme en ella. Sin embargo, dormí profundamente, y toda mi visión -pues no era ni un sueño ni una pesadilla- surgió naturalmente de las circunstancias de mi postura, de la tendencia habitual de mis pensamientos, y de la dificultad, que ya he mencionado, de concentrar mis sentidos y sobre todo de recobrar la memoria durante largo rato después de despertarme. Los hombres que me sacudieron eran los tripulantes de la chalupa y algunos jornaleros contratados para descargarla. De la misma carga procedía el olor a tierra. La venda en torno a las mandíbulas era un pañuelo de seda con el que me había atado la cabeza, a falta de gorro de dormir.</span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Las torturas que soporté, sin embargo, fueron indudablemente iguales en aquel momento a las de la verdadera sepultura. Eran de un horror inconcebible, increíblemente espantosas; pero del mal procede el bien, pues su mismo exceso provocó en mi espíritu una reacción inevitable. Mi alma adquirió temple, vigor. Salí fuera. Hice ejercicios duros. Respiré aire puro. Pensé en más cosas que en la muerte. Abandoné mis textos médicos. Quemé el libro de Buchan. No leí más pensamientos nocturnos, ni grandilocuencias sobre cementerios, ni cuentos de miedo como éste. En muy poco tiempo me convertí en un hombre nuevo y viví una vida de hombre. Desde aquella noche memorable descarté para siempre mis aprensiones sepulcrales y con ellas se desvanecieron los achaques catalépticos, de los cuales quizá fueran menos consecuencia que causa. Hay momentos en que, incluso para el sereno ojo de la razón, el mundo de nuestra triste humanidad puede parecer el infierno, pero la imaginación del hombre no es Caratis para explorar con impunidad todas sus cavernas. ¡Ay!, la torva legión de los terrores sepulcrales no se puede considerar como completamente imaginaria, pero los demonios, en cuya compañía Afrasiab hizo su viaje por el Oxus, tienen que dormir o nos devorarán..., hay que permitirles que duerman, o pereceremos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/-cehhnZ0meA?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-52566077552885571112012-05-16T20:29:00.003-07:002012-05-16T20:38:00.502-07:00El ruiseñor y la rosa - Oscar Wilde<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La semana pasada tuve un tránsito enorme y muy justificado en Lírica Bizarra. Oscar Wilde fue el causante, con una de sus hermosas, sinceras, crudas y a la vez poéticas frases. Así que, en virtud de que, además de llamar mucha audiencia, es un excelente y muy bizarro escritor irlandés del siglo XIX, así que va a debutar hoy en este blog, no siendo la última vez, pues me parece muy interesante analizarle y seguirles compartiendo su literatura, tanto a quienes lo conocen ya como a los que no. Viene a mostrarnos un romanticismo puro, delicado y perfectamente trabajado, sin necesidad de adornos exagerados pero teniendo cada adorno su importancia; y, claramente, una carga de simbolismo muy bien manejada, a la que hay que saber darle su lugar para leerle bien.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Sin más rodeos, vamos hoy con la bella historia titulada ''El ruiseñor y la rosa''. En la parte final les regalaré una canción titulada ''El cuervo y la rosa (the raven and the rose)'' de una de mis bandas favoritas de Doom Metal, la cual también se inspira en literatura y temas del romanticismo. Esto, debido a que me pareció interesante hacer el paralelo entre una y otra historia. Sin más, les dejo la lectura; corta pero perfecta en cada uno de sus espacios y pequeños rincones, hermosa en su grandeza como obra literaria...</span></div>
</blockquote>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaO12rNtZ9OLGu3K32Ib__zmW_7EUvOhV2x2sdXK5R1-2NdWJdUMWL5EhEg4bed3Cq3PiggMDU0v0ShKUaDRdSw0HBq8t4GMUWZ_5zIAFX_0ZluYIKXY9spfqBEWMabQKjW3tHdNoCovJu/s1600/oscar.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaO12rNtZ9OLGu3K32Ib__zmW_7EUvOhV2x2sdXK5R1-2NdWJdUMWL5EhEg4bed3Cq3PiggMDU0v0ShKUaDRdSw0HBq8t4GMUWZ_5zIAFX_0ZluYIKXY9spfqBEWMabQKjW3tHdNoCovJu/s400/oscar.jpg" width="236" /></span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay una sola rosa roja en todo mi jardín. Desde su nido de la encina, oyóle el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.</span></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-He aquí, por fin, el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Le he cantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el dolor ha sellado su frente.</span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Interesante en esta parte analizar la relación que tiene el pájaro con el amor. A mi parecer, le está dando esta personificación. El amor vuela, canta, es feliz y... sigamos adelante.</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-El príncipe da un baile mañana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí para nada y se destrozará mi corazón.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-He aquí el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí es pena para él. Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos. Perlas y rubíes no pueden pagarlo porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor ni ponerlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Los músicos estarán en su estrado -decía el joven estudiante-. Tocarán sus instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas rojas que darle.</span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Muéstrase aquí el típico sueño que hace parte de los escritos del género del romanticismo. El sueño, la hermosura, la perfección deseada...</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él, con la cola levantada.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sí, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Llora por una rosa roja.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y la lagartija, que era algo cínica, se echo a reír con todas sus ganas.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.</span></div>
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKv1fT-orYX8r1U5KJffwF5MINLSM6KcNYVdh11M-3dZh6O4zD8SZOBOBuo_hFY-WHCnOf6RLCw60naLnLcZqXzDb23X4gbE7o2_vgqS9ci0So4sdlYm-y31qnd0NH_3zfn4z27NXA0REX/s1600/foto-rosa-roja1.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKv1fT-orYX8r1U5KJffwF5MINLSM6KcNYVdh11M-3dZh6O4zD8SZOBOBuo_hFY-WHCnOf6RLCw60naLnLcZqXzDb23X4gbE7o2_vgqS9ci0So4sdlYm-y31qnd0NH_3zfn4z27NXA0REX/s320/foto-rosa-roja1.jpg" width="320" /></span></a></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó el jardín.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En el centro del prado se levantaba un hermoso rosal, y al verle, voló hacia él y se posó sobre una ramita.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el rosal meneó la cabeza.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Mis rosas son blancas -contestó-, blancas como la espuma del mar, más blancas que la nieve de la montaña. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá él te dé lo que quieres.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el rosal meneó la cabeza.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de árbol, más amarillas que el narciso que florece en los prados antes de que llegue el segador con la hoz. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá él te dé lo que quieres.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dame una rosa roja -le gritó-, y te cantaré mis canciones más dulces.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el arbusto meneó la cabeza.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Mis rosas son rojas -respondió-, tan rojas como las patas de las palomas, más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-No necesito más que una rosa roja -gritó el ruiseñor-, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga?</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Suave es el aroma de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?</span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Encontramos aquí un elemento importante para el romanticismo: el sacrificio que implica el amor; el sufrimiento que tiene que haber de por medio. Aquí el pájaro decidió dar su vida para hacer nacer el amor; la sangre era en sí la vida del amor. Es de tener en cuenta también el viaje del pájaro, que pasó por unos y otros campos de rosas y, sin cansarse, siguió volando hasta encontrar el lugar en el que estaría la rosa que daría origen al amor del estudiante...</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde el ruiseñor lo dejó y las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sé feliz -le gritó el ruiseñor-, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.</span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">He aquí una frase digna de tener en cuenta: ''pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros''. Recuerdan la comparación con el amor? Así, la conclusión a la que llegamos con esto es que el amor no se aprende en los libros, sino con la experiencia, con el mismo sacrificio.</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que había construido su nido en sus ramas.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Cántame la última canción -murmuró-. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una fuente argentina.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cuaderno de notas y su lápiz.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">"El ruiseñor -se decía paseándose por la alameda-, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas: puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¡Qué lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!"</span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Esta es una linda descripción del típico artista; vemos una crítica al arte de su época. Y es un canon que se puede seguir aplicando hoy en día. Al menos, personalmente, pienso que es deprimente que se cambie la forma por el fondo; por eso no me llevo muy bien con la poesía... en fin, sigamos.</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso a pensar en su adorada.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al poco rato se quedó dormido.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas, y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Cantó durante toda la noche, y las espinas penetraron cada vez más en su pecho, y la sangre de su vida fluía de su pecho.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, canción tras canción.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río, pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.</span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y empezamos a ver el sufrimiento del ruiseñor, sacrificando su vida propia en pos de que nazca el amor...</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una virgen.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y un delicado rubor apareció sobre los pétalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero las espinas no habían llegado aún al corazón del ruiseñor; por eso el corazón de la rosa seguía blanco: porque sólo la sangre de un ruiseñor puede colorear el corazón de una rosa.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, el amor que no termina en la tumba.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y la rosa maravillosa enrojeció como las rosas de Bengala. Purpúreo era el color de los pétalos y purpúreo como un rubí era su corazón.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero la voz del ruiseñor desfalleció. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendió sobre sus ojos.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Su canto se fue debilitando cada vez más. Sintió que algo se le ahogaba en la garganta.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<span style="clear: right; float: right; font-family: Verdana, sans-serif; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="background-color: #f9cb9c;"><img border="0" height="235" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7hyIIQh6s2vCqqBDbLuv24S-fB9DmRiiEGJmabkhuWChhVXGFUF882b1bUKf-95fgcbw2rEWXn4obLqsxkUgxHnqkImiuudG5FmT69BH4F54O5ujwanskxXfIyTCNyMtQT97DMkbdBssO/s320/El+Ruisen%CC%83or+y+la+Rosa_01.jpg" width="320" /></span></span></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó y olvidándose de la aurora se detuvo en el cielo.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La rosa roja le oyó; tembló toda ella de arrobamiento y abrió sus pétalos al aire frío del alba.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El eco le condujo hacia su caverna purpúrea de las colinas, despertando de sus sueños a los rebaños dormidos.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El canto flotó entre los cañaverales del río, que llevaron su mensaje al mar.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero el ruiseñor no respondió; yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">A medio día el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja! No he visto rosa semejante en toda mi vida. Es tan bella que estoy seguro de que debe tener en latín un nombre muy enrevesado.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">E inclinándose, la cogió.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Inmediatamente se puso el sombrero y corrió a casa del profesor, llevando en su mano la rosa.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuánto te quiero.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero la joven frunció las cejas.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido -respondió-. Además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores. </span></div>
</div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y vemos, desgraciadamente, como muchas veces el amor de verdad se cambia por amor material, y se vive prestando más atención a lo exterior que a lo que realmente tiene valor (en este caso, el valor que dio el ruiseñor a la rosa al haber dado su vida por ella).</span></div>
</blockquote>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y tiró la rosa al arroyo.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Un pesado carro la aplastó.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
</div>
<div>
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2xCiK7VLll-PxgeBthA7-5jN1MNKDstaFKlva225nrtnwNmqSto-nSJovLRtslgab7Zx13qib00AP65d1KVAFGyxhtlCva2uovJr80pwWjhL1P_XIzA0r2dGEI5oEx4C1oUNVQSSEQBKM/s1600/amor+no+correspondido.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; display: inline !important; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2xCiK7VLll-PxgeBthA7-5jN1MNKDstaFKlva225nrtnwNmqSto-nSJovLRtslgab7Zx13qib00AP65d1KVAFGyxhtlCva2uovJr80pwWjhL1P_XIzA0r2dGEI5oEx4C1oUNVQSSEQBKM/s320/amor+no+correspondido.jpg" style="cursor: move;" width="320" /></span></a><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"></span><br />
<div style="background-color: #f9cb9c; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Ingrato! -dijo la joven-. Te diré que te portas como un grosero; y después de todo, ¿qué eres? Un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán.</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y levantándose de su silla, se metió en su casa.</span></div>
</div>
<div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">"¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica."</span></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro polvoriento y se puso a leer</span><span style="font-family: Tahoma, arial, helvetica, serif; font-size: x-small;">.</span></span></div>
</div>
<div style="font-family: Tahoma, arial, helvetica, serif;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-size: x-small;"><br /></span></div>
<div style="font-family: Tahoma, arial, helvetica, serif;">
<div style="text-align: center;">
<span style="font-size: large;"><b style="background-color: #f9cb9c;">FIN</b></span></div>
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="background-color: #f9cb9c;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/r1nKndFQnfs?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Y he aquí, al final, la canción de la que les hablé al principio. Ya que en la parte superior les he dado los detalles, aquí sólo me detengo a dejarles la letra. La he traducido al español:</span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="color: #333333;">El elegido </span><span class="hps" style="color: #333333;">brilla como</span><span style="color: #333333;"> </span><span class="hps" style="color: #333333;">el sol.</span></span><br />
<span class="hps" style="background-color: white; color: #333333; font-family: Verdana, sans-serif;">Limpios de corazón,</span><span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Verdana, sans-serif;"> </span><span class="hps" style="background-color: white; color: #333333; font-family: Verdana, sans-serif;">todo</span><span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Verdana, sans-serif;"> </span><span class="hps" style="background-color: white; color: #333333; font-family: Verdana, sans-serif;">en el ojo.</span></div>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="color: #333333;">
</span><span style="color: #333333;"></span></span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="color: #333333;"><span class="hps">Dulce</span> <span class="hps">canta</span>, <span class="hps">canta sus</span> <span class="hps">himnos</span></span></span></div>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="color: #333333;">
</span><span style="color: #333333;"></span></span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="color: #333333;">La chica de oro danza.</span></span></div>
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="color: #333333;">
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Él es</span> <span class="hps">la suciedad</span>. <span class="hps">Escoria</span> <span class="hps">de Dios.</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Negro como la noche</span>. En silencio y enfermo.</div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Enviado por el</span> <span class="hps">Señor.</span> <span class="hps">El niño,</span> <span class="hps">su espada</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Para</span> <span class="hps">obtener</span> <span class="hps">el oro.</span> <span class="hps">Para utilizar el</span> <span class="hps">palo</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Él</span> <span class="hps">la observa desde</span> <span class="hps">su lado</span> <span class="hps">en la sangre</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Esperando</span> <span class="hps">la llamada</span> <span class="hps">santa</span> <span class="hps">por su sangre</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Cada</span> <span class="hps">luna</span> ella <span class="hps">se acerca a</span> <span class="hps">su Señor</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Enfermo</span> <span class="hps">con el sufrimiento.</span> <span class="hps">El hedor</span> <span class="hps">y la suciedad</span> <span class="hps">de él</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">La muerte</span> <span class="hps">a su alrededor.</span> <span class="hps">Las moscas</span>, los perros, <span class="hps">el bullicio.</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">El rey</span> <span class="hps">de la muerte</span> <span class="hps">y el dolor.</span> <span class="hps">Regla</span> <span class="hps">de los muertos</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Todo en</span> <span class="hps">nombre de Dios</span>. <span class="hps">Criaturas</span> para los lisiados.</div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Yo</span> <span class="hps">vendré por ti</span> pronto, para <span class="hps">mi Dios es</span> <span class="hps">mi falta</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Tus ojos</span>. <span class="hps">Su</span> <span class="hps">rostro.</span> <span class="hps">Un ángel</span> <span class="hps">para que el mundo</span> <span class="hps">vea.</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Mi Dios es</span> <span class="hps">mi prioridad</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Hoz en la mano</span>. <span class="hps">Por encima de ella</span> <span class="hps">yo estoy</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">El miedo</span> <span class="hps">y el amor.</span> <span class="hps">Roja y</span><span class="hps"> lágrimas yo</span><span class="hps"> veo</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Mi Dios es</span> <span class="hps">mi prioridad</span>. <span class="hps">Mi Dios es</span> <span class="hps">mi prioridad</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Mi Dios es</span> <span class="hps">mi prioridad</span>. <span class="hps">Mi Dios</span> <span class="hps">es mi</span> <span class="hps">maldita prioridad.</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">Allí yacía</span> él para <span class="hps">su Dios.</span> <span class="hps">Un</span> <span class="hps">tiempo final.</span></div>
</span><span style="color: #333333;"><div style="text-align: center;">
<span class="hps">El silencioso.</span> El hijo caído. <span class="hps">La</span> <span class="hps">última noche.</span></div>
</span></span><br />
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span><br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Aunque parece una letra extraña (ya ven el tempo al cantarla), es un símil que encuentro muy bonito con la historia de Wilde. Cambiamos el ruiseñor por un cuervo, por la oscuridad, por la muerte, y no deja de representarnos un sufrimiento y ciertos sueños que desea el ''elegido''. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En fin... es un lindo tema; Metal con toda pero... esa es mi música, carajo! </span></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Saludos! Espero lo hayan disfrutado! </span></div>
<br />Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-5805855120204813202012-04-14T19:22:00.000-07:002012-04-14T19:22:19.019-07:00Papá Goriot (Fragmento) - Honoré de Balzac<blockquote class="tr_bq"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Finalmente, después de tantas entradas, llego con algo de uno de mis escritores favoritos: Honoré de Balzac; razones las cuales les comentaré en una próxima ocasión. No quise para la ocasión un cuento corto, los cuales también son excelentes, sino un fragmento de una de sus más grandes obras, la cuál se titula ''Papá Goriot''. Tuve que transcribirlo directamente del libro porque no se encuentra en Internet (solamente en francés y en inglés y este es un espacio solamente en castellano). </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El presente fragmento es de la parte final. Narra el momento en el que Goriot está agonizando, diciendo sus últimas palabras entre cierta lucidez y locura a la vez. Es realmente conmovedor; al menos a mí me dejó bastante afectada. Aquí, Goriot se haya en su lecho de muerte, acompañado solamente por el ''novio'' de su hija menor, Eugéne de Rastignac (novio entre comillas porque la baronesa Delphine de Nucingen se encuentra casada, al igual que su hermana, la condesa Anastasie de Restaud), quien, además de un ayudante de la casa (Christophe) y un estudiante de medicina (Bianchon), son las únicas personas que le consuelan en su lecho de muerte; las demás se han desecho de sus deberes para con el viejo Goriot y le han dejado en un completo abandono, que finalmente le produce la muerte. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Sin más preámbulos, les dejo el fragmento, que copié con mucha paciencia, esperando que sea una lectura agradable para ustedes. Espero igualmente les sirva en algo como reflexión; tiene gran contenido para dejarlos pensando en algo ;)</span></div></blockquote><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-O-dhGugqy_OLJSr3E0dcq_j117YGfIbcU8uJiopCDrJgXbCqJKPSTUVelihuPH1uuHkg-nJ2trLxJUPbQmjRtZwTqtTFOCZf1Lehd1yM_aFfvYT74uYjAPVKpaBQx33wjBJIP-nIpn3b/s1600/papa-goriot-cd-07-mi-novela-favorita.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-O-dhGugqy_OLJSr3E0dcq_j117YGfIbcU8uJiopCDrJgXbCqJKPSTUVelihuPH1uuHkg-nJ2trLxJUPbQmjRtZwTqtTFOCZf1Lehd1yM_aFfvYT74uYjAPVKpaBQx33wjBJIP-nIpn3b/s320/papa-goriot-cd-07-mi-novela-favorita.jpg" width="217" /></a></div><br />
<div style="text-align: justify;"> <span style="font-family: Arial, sans-serif;">̶ ¿Se han divertido ellas bastante? ̶ dijo papá Goriot, que había reconocido a Eugéne.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ !Oh, no piensa sino en sus hijas! ̶ dijo Bianchon ̶ . Me dijo más de cien veces anoche: ‘’!ellas bailan! ¡Ella tiene su vestido!’’ Las llamaba por sus nombres. Me hacía llorar, ¡que , me lleve el diablo!, con sus exclamaciones: ‘’!Delphine, mi pequeña Delphine! ¡Nasie!’’ Por mi palabra de honor ̶ dijo el alumno de medicina ̶ , era para deshacerse en lágrimas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Delphine está aquí ̶ dijo el viejo ̶ , ¿no es verdad? Bien lo sabía ̶ y sus ojos recuperaron una agilidad loca para mirar los muros y la puerta.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Bajo para decirle a Silvia que prepare los sinapismos ̶ dijo Bianchon ̶ , el momento es propicio.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Rastignac permaneció solo al lado del viejo, sentado al pie de la cama, fijos los ojos en esta cabeza horrible, que producía dolor al mirarla.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">‘’Madame de Beauséant se fuga, éste se muere’’, dijo para sí. ‘’Las almas bellas no pueden permanecer por largo tiempo en este mundo. En efecto ¿cómo podrían convivir los sentimientos nobles con una sociedad mezquina, pequeña, superficial?’’.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Las imágenes de la fiesta a la cual había asistido se representaban en su recuerdo y contrastaban con el espectáculo de esta cama de muerte. Bianchon reapareció de repente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Mira, Eugéne, acabo de hablar con nuestro médico jefe y he venido a las carreras. Si manifiesta síntomas de razón, si habla, acuéstalo sobre un sinapismo largo, de manera que quede envuelto en mostaza desde la nuca hasta la base de la espina dorsal, y nos haces llamar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Querido Bianchon ̶ dijo Eugéne.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡Oh, se trata de un hecho científico! ̶ repuso el estudiante de medicina con todo el ardor de un neófito.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Vamos ̶ dijo Eugéne ̶ , seré entonces el único que cuida a este pobre viejo por afecto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Si me hubieras visto esta mañana, no dirías eso ̶ repuso Bianchon, sin ofenderse por la alusión ̶ . Los médicos que ya han ejercido no ven sino la enfermedad; yo, por mi parte, aún veo el enfermo, mi querido muchacho.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Se marchó, dejando a Eugéne solo con el viejo, y en la aprensión de una crisis que no tardó en declararse.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡Ah, es usted, querido hijo! ̶ dijo papá Goriot, reconociendo a Eugéne.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¿Se siente usted mejor? ̶ preguntó el estudiante, cogiéndole la mano.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Sí, tenía la cabeza cerrada como si estuviera entre un estuche, pero se libera. ¿Vio a mis hijas? Vendrán pronto, cuando sepan que estoy enfermo acudirán de inmediato, ¡tanto me cuidaron en la calle de la Jussienne! Dios mío, quisiera que mi pieza estuviera limpia para recibirlas. Hay un joven que quemó todas mis briquetas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ oigo a Christophe ̶ le dije Eugéne ̶ , le trae leña que ese joven nos envía.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Bueno, ¿pero cómo pagar la leña? No tengo un céntimo, hijo mío. Todo lo he dado, todo. Estoy de limosna. ¿El vestido de lamé era hermoso, al menos? (¡Ah, como sufro!) Gracias, Christophe. Dios lo recompensará, mi muchacho; nada tengo ya.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Te pagaré bien, a ti y a Silvia ̶ dijo Eugéne al oído del muchacho.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Mis hijas le dijeron que vendrían, ¿verdad, Christophe? Ve de nuevo a buscarlas, te daré cien centavos. Diles que no me siento bien, que querría abrazarlas, verlas una vez más antes de morir. Diles eso, pero sin asustarlas demasiado.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">A una seña de Rastignac, Christophe se marchó.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Ellas vendrán ̶ añadió el viejo ̶ . Yo las conozco. A la buena de Delphine, si muero, le causaré una gran tristeza. También a Nasie. No quisiera morir, para no hacerlas llorar. Morir, mi buen Eugéne, es no verlas más. Allí donde se va uno me aburriré bastante. Para un padre el infierno es estar sin sus hijos, y ya he hecho mi aprendizaje desde que ellas se casaron. Mi paraíso era la calle de la Jussienne. Sabe, si voy al paraíso podría regresar a la tierra en espíritu, para estar alrededor de ellas. He oído hablar de estas cosas. ¿Son ciertas? Creo verlas en este momento tal como estaban en la calle de la Jussienne. Ellas bajaban por la mañana. Buenos días, papá, decían. Las sentaba en mis rodillas, les hacía mil zalamerías, mil jugarretas. Me acariciaban amorosamente. Almorzábamos juntos todas las mañanas cenábamos juntos, en fin, era padre, gozaba con mis hijas. Cuando vivía en la calle de la Jussienne ellas no razonaban, no sabían nada del mundo, me querían mucho. ¡Dios míos, por qué no permanecieron siempre pequeñas? (Oh, sufro, se me revienta la cabeza.) ¡Ah, ah, perdón, hijas mías!, sufro horriblemente, tiene que ser un gran dolor, ustedes me volvieron duro para el mal. ¡Dios mío, si tuviese siquiera sus manos en las mías, no me sentiría del todo mal. ¿Cree que vendrán? Christophe es tan tonto. He debido ir yo mismo. Él va a verlas. Pero usted estuvo anoche en el baile. Dígame, ¿cómo estaban ellas? Nada sabían de mi enfermedad, ¿no es verdad? No hubieran podido bailar, ¡mis pobres pequeñas! ¡Oh, no quiero estar enfermo por más tiempo! Ellas todavía me necesitan. Sus fortunas están comprometidas. ¡Y mire que están en poder de qué clase de maridos! ¡Cúrenme, cúrenme! (¡Oh, cómo sufro! ¡Ay, ay!) Vea usted, es preciso que me alivie, pues necesitan dinero y yo sé dónde ir a ganarlo. Iré a fabricar almidón en cristales en Odessa. Soy muy hábil, ganaré millones. (¡Oh, sufro demasiado!).<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Goriot guardó silencio durante un rato y era notorio que hacía un tremendo esfuerzo para acumular todas sus energías a fin de soportar el dolor.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";"><br />
</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiENIZUsC1RnqRAJhFePBpNsSSTIjTx9eomWihhYdvWNmiuaXOzgX54ZtXpWXtOxcN8nZ60-9s8vFDRyUIIpabj2ku0_7Ojmsm13H_6zfjweJTjQcXqamAHkCE8A96Mv2A0jVNqSicKgpYq/s1600/3.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiENIZUsC1RnqRAJhFePBpNsSSTIjTx9eomWihhYdvWNmiuaXOzgX54ZtXpWXtOxcN8nZ60-9s8vFDRyUIIpabj2ku0_7Ojmsm13H_6zfjweJTjQcXqamAHkCE8A96Mv2A0jVNqSicKgpYq/s320/3.jpg" width="240" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Si ellas estuvieran aquí, no me quejaría ̶ dijo ̶ . Entonces, ¿por qué quejarme?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Sobrevino un leve adormecimiento, que duró largo rato. Christophe regresó. Rastignac, que creía dormido a papá Goriot, dejó que el muchacho le diera cuenta en voz alta de su misión.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Monsieur ̶ le dijo ̶ , fui primero donde madame la condesa, con la cual me fue imposible hablar, pues estaba en grandes asuntos con su marido. Como yo insistiera, vino el propio Monsieur de Restaud y me dijo así: ‘’Monsieur Goriot se muere, ¡y bien!, es lo mejor que puede hacer. Necesito a Madame de Restaud para terminar asuntos importantes; irá cuando todo haya terminado’’. Ese señor estaba enojado. Iba a salir, cuando madame entró en el vestíbulo por una puerta que yo no veía y me dijo: ‘’Christophe, dile a mi padre que estoy en discusiones con mi marido, no puedo dejarlo; se trata de la vida o de la muerte de mis hijos; pero cuando todo haya terminado, iré’’. En cuanto a madame la baronesa, es otra historia: ni la pude ver, ni le pude hablar. ‘’!Ah!’’, me dijo su doncella, ‘’madame regresó del baile a las cinco y cuarto, está durmiendo, si la despertara antes del mediodía, me regañaría. Cuando me llame le diré que su padre está grave. Siempre hay tiempo para dar una mala noticia’’. Fue inútil que le rogara. Pedí hablar con el señor barón, pero había salido.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Ninguna de sus hijas vendrá ̶ exclamó Rastignac ̶ . Les voy a escribir a las dos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Ninguna ̶ respondió el viejo, enderezándose en la cama ̶ . Tienen negocios, duermen, no vendrán. Yo lo sabía. Es preciso morir para saber lo que son los hijos. ¡Ah, amigo mío, no se case, no tenga hijos! Usted les da la vida, ellos le dan la muerte. Usted los hace entrar en el mundo, ellos lo arrojan del mundo. ¡No, ellas no vendrán! Sé eso desde hace diez años. Me lo decía algunas veces, pero no me atrevía a creerlo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Una lágrima rodó en cada uno de sus ojos, sobre su borde enrojecido, sin caer.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡Ah, si yo fuese rico, si hubiera conservado mi fortuna, si no se las hubiera dado, ellas estarían aquí, ellas me enjugarían las mejillas con sus besos!; viviría en una mansión, tendría bellas habitaciones, criados, fuego para mí; y ellas estarían llenas de lágrimas, con sus maridos, con sus hijos. Tendría todo eso. Pero, nada. El dinero lo da todo, aun hijas. ¡Oh, mi dinero!, ¿dónde está? Si tuviera tesoros para dejar, ellas me aliviarían, me cuidarían; las escucharía, las vería. ¡Ah, mi querido hijo, mi único hijo, ahora tolero mejor mi abandono y miseria! Al menos, cuando un infeliz es amado, puede estar seguro de ese amor. No, no quisiera ser rico, pues entonces las vería. Aunque, ¿quién sabe? Las dos tienen corazones de roca. Tanto amor les he brindado, que ellas no podrían devolverme amor. Un padre debe ser rico siempre, debe mantener a sus hijos bajo las riendas, como a caballos díscolos. Y yo estaba de rodillas ante ellas. ¡Las miserables! Coronan dignamente la conducta que han tenido hacía mí desde hace diez años. Si viera cómo eran de cariñosas conmigo en los primeros años de sus matrimonios. (¡Oh, sufro un cruel martirio!) Acababa de regalarle a cada una ochocientos mil francos, ellas no podían permitirse ser desatentas conmigo, ni tampoco sus maridos. Me recibían en sus casas: ‘’Padre mío, por aquí; mi querido papá, por allá’’. Allí tenía siempre un cubierto para mí. En fin, cenaba con sus maridos, que me trataban con consideración. Se suponía que todavía me quedaba alguna fortuna. ¿Por qué eso? No había dicho nada sobre mis negocios. Había que cuidar con esmero a un hombre que regala ochocientos mil francos a sus hijas. Así que eran muy atentas conmigo, pero se debía a mi dinero. El mundo no es bello. Me he dado cuenta de eso. Me llevaban en coche al teatro y permanecía en sus fiestas todo el tiempo que quería. En fin, ellas se proclamaban hijas mías y me reconocían como su padre. Todavía tengo mi astucia, claro, y nada se me ha escapado. Todo eso lo hacían con un propósito egoísta y me partía el corazón. Veía bien que se trataba de argucias, pero el mal ya no tenía remedio. En sus casas no estaba más a gusto que lo que me siento allí abajo. No me atrevía a decir nada. Así, cuando algunas de esas gentes de la sociedad preguntaban al oído de mis yernos: ‘’ ¿Quién es ese señor?, ‘’es un padre con dinero, es rico, ¡qué diablos!’’, decían, y me miraban con el respeto que se le tiene al dinero. ¡Pero si algunas veces las avergonzaba un poco, redimía a buen precio mis defectos! Por lo demás, ¿quién es perfecto? (¡Mi cabeza es una llaga!). Sufro en este momento lo que es preciso sufrir para que llegue la muerte, mi querido Monsieur Eugéne, ¡y bien!, eso no es nada en comparación con el dolor que me causó la primera mirada con la cual Anastasie me hizo comprender que yo acababa de decir una torpeza y que la humillaba: su mirada me abrió todas las venas. Hubiera querido saberlo todo, pero lo que supe con certeza era que ya sobraba en esta tierra. Al día siguiente fui donde Delphine para que me consolara y sucede que allí dije otra tontería que la enojó grandemente. Regresé como enloquecido. Estuve ocho días sin saber lo que debía hacer. No me atrevía a ir a verlas, de miedo a sus reproches. Y de repente me vi expulsado de la casa de mis hijas. ¡Oh, Dios mío, puesto que conoces las miserias y los sufrimientos que he padecido; puesto que has llevado la cuenta de las puñaladas que he recibido a lo largo de estos años que me han envejecido, cambiado, encanecido, destrozado, ¿por qué me haces sufrir ahora? Ya he expiado bastante el pecado de haberlas querido mucho. Ellas han tomado plena venganza de mi amor: me han atenazado como verdugos. ¡Ah, son tan torpes los padres! Tanto las quería, que volvía a ellas como un jugador a la ruleta. El único vicio mío eran mis hijas: ellas eran mis amantes, ¡en fin, lo eran todo! Ellas tenían, las dos, siempre, necesidad de alguna cosa, de adornos; sus doncellas me lo decían y yo se los daba para ser bien recibido. Pero ellas me dieron sus pequeñas lecciones sobre la manera de comportarme en sociedad. ¡Oh, pero nunca esperaron el resultado! Empezaron a avergonzarse de mí. Vea el resultado de educar bien a sus hijas. Sin embargo, a mi edad ya no podía ir a la escuela. (¡Sufro horriblemente, Dios mío! ¡Los médicos, los médicos! Si me abrieran la cabeza sufriría menos.) ¡Mis hijas, mis hijas, Anastasie, Delphine, quiero verlas! ¡Envíe a la gendarmería por ellas y que las traigan a la fuerza! La justicia no me cae sino a mí, todo está contra mí, la naturaleza, el código civil. Protesto. La patria perecerá si los padres son pisoteados. Eso es claro. La sociedad, el mundo, giran sobre la paternidad, todo se deshace si los hijos no aman a sus padres. ¡Oh, verlas, escucharlas!, no importa lo que me digan, con tal de que yo oiga su voz, eso calmará mis dolores, Delphine sobre todo. Pero dígales, cuando estén aquí, que no me miren fríamente como lo hacen. ¡Ah, mi bien amigo, Monsieur Eugéne, no sabe usted lo que es advertir el oro de la mirada cambiado de repente en plomo gris! Desde el día en que sus ojos no han tenido fulgores para mí, siempre he estado en invierno en esta tierra; para devorar no he tenido sino pesares, ¡y los he devorado! He vivido para ser humillado e insultado. Las quiero tanto, que toleraba todas las afrentas por las cuales ellas me vendían una pequeña felicidad vergonzante. ¡Tener que esconderse un padre para ver a sus hijas! Les he dado mi vida, ¡hoy no me dan ellas una hora de la suya! Tengo sed, tengo hambre, el corazón me arde, y no vendrán ellas a refrescar mi agonía, pues yo me estoy muriendo, lo sé. ¡Pero es que no saben ellas lo que es saltar sobre el cadáver de su padre! Hay un Dios en los cielos, él nos venga a nosotros los padres a pesar de todo. ¡Oh, ellas vendrán! Vengan, queridas mías, vengan a besarme una vez más, un último beso, el viático para vuestro padre, que rogará por ustedes a Dios, que le dirá que han sido buenas hijas, que alegará a favor de ustedes. ¡Ellas son inocentes, amigo mío! Hable bien de ellas a todo el mundo, que no las molesten acerca de mí. Todo ha sido culpa mía, yo las acostumbré a que me pisotearan. Yo lo quería. Eso no le importa a nadie, ni a la justicia humana, ni a la justicia divina. Dios sería injusto si las condenara por mi causa. No he sabido comportarme, cometí la torpeza de abdicar de mis derechos. ¡Me hubiera envilecido por ellas! ¡Qué quiere usted!, la naturaleza más pura, las mejores almas, se hubieran corrompido ante esta indulgencia paterna. Yo soy un miserable: se me castiga justamente. Soy el único culpable de los desajustes de mis hijas, pues las mimé demasiado. Hoy quieren el placer, como en otro tiempo querían bombones. Siempre les permití satisfacer sus caprichos de jovencitas. ¡A los quince años tenían coche! Nada se les negaba. Yo soy el único culpable, pero culpable por amor. Sus voces abrían mi corazón. Las oigo, ya vienen. ¡Oh, sí, vendrán! La ley dispone que uno venga a ver morir a su padre, la ley está a mi favor. Además, eso apenas costará la carrera de un coche. Yo la pagaré. ¡Escríbales que tengo millones para dejarles! Palabra de honor. Iré a fabricar pastas de Italia a Odessa. Conozco el procedimiento. Con mi proyecto se pueden ganar millones. Nadie ha pensado en ello. Es un producto que no se dañará en el transporte, como el trigo o la harina. !Eh, eh, almidón! ¡Habrá millones en esto! Usted no les mentirá, dígales que hay millones, y aunque ellas vengan por avaricia, me complace ser engañando, pues las veré. ¡Quiero a mis hijas!, ¡yo las he hecho!, ¡ellas son mías! ̶ dijo, enderezándose en su cama, y mostrando a Eugéne una cabeza cuyos cabellos blancos estaban revueltos y con un gesto de amenaza que brotaba de cada uno de sus rasgos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Vamos ̶ le dijo Eugéne ̶ , recuéstese, mi buen papá Goriot, voy a escribirles. Tan pronto como llegue Bianchon, iré, si ellas no han venido.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¿Y si ellas no vienen? ̶ repitió el viejo, gimiendo ̶ . Ya estaré muerto, muerto en un acceso de ira, de ira. ¡La ira se apodera de mí! En este momento veo mi vida entera. ¡Me he estado engañando! Ellas no me quieren, no me han querido nunca, eso es evidente. Si no han venido es porque ya no vendrán. Mientras más se demoren, menos se decidirán a darme esta alegría. Las conozco. No han sabido jamás adivinar ninguno de mis pesares, de mis dolores, de mis necesidades: tampoco adivinarán mi muerte; ni siquiera comparten el secreto de mi ternura. Sí, lo veo muy claro: mi hábito de abrirme las entrañas para ellas quitó todo valor a lo que yo hacía. Si me hubiesen pedido que me arrancara los ojos, les hubiera dicho: ‘’!Sáquenlos!’’ Soy demasiado torpe. Ellas creen que todos los padres son como el suyo. Es preciso siempre hacerse valer. Sus hijos me vengarán. Por eso les interesa venir aquí. Prevéngalas, pues, que comprometen su propia agonía. Ellas cometen todos los crímenes en uno solo. ¡Sí, vaya, dígales que no venir es un parricidio! Han cometido bastantes crímenes para que agreguen éste. Grite entonces conmigo: ‘’!Ah, Nasie, ah, Delphine, vengan donde su padre, que ha sido tan bueno con ustedes y que sufre!’’ Nada. Nadie. ¿Moriré, pues, como un perro? He aquí mi recompensa: el abandono. Son infames, malvadas; las detesto, las maldigo; en la noche me levantaré de mi ataúd para volverlas a maldecir; en fin, ¿es que me equivoco, amigos míos? Ellas se portan muy mal, ¿verdad? ¿Qué es lo que digo? ¿No me había dicho que Delphine estaba aquí? Es la mejor de las dos. Usted es mi hijo, Eugéne, ¡usted!, quiérala, sea un padre para ella. La otra es muy desgraciada. ¡Y sus fortunas! ¡Ah, Dios mío! ¡Me muero, sufro demasiado! Córtenme la cabeza, déjenme sólo el corazón.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Christophe, vaya a buscar a Bianchon ̶ gritó Eugéne, aterrado del carácter que tomaban las quejas y los gritos del viejo ̶ y consígame un cabriolé. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Iré a buscar a sus hijas, mi buen papá Goriot; yo se las traeré.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡Por la fuerza, por la fuerza! Pida la policía, la tropa, ¡todo!, ¡todo! ̶ dijo, enviando a Eugéne una última mirada en la que brillaba la razón ̶ . Dígale al gobierno, al procurador del rey que me las traiga: ¡yo lo exijo!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Pero usted las maldijo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¿Quién fue el que dijo tal cosa? ̶ respondió el viejo, estupefacto ̶ . ¡Usted sabe bien que yo las amo, que las adoro! Me aliviaría si las viera. Vamos, mi buen vecino, mi querido hijo, vamos, usted es bueno; quisiera agradecérselo, pero no tengo nada que darle, sino las bendiciones de un moribundo. ¡Ah, al menos quisiera ver a Delphine para decirle que cubra la deuda que tengo con usted! Si la otra no puede, tráigame a ésta al menos. Dígale que usted no la seguirá amando si no quiere venir. Ella lo quiere tanto, que vendrá. Algo de beber, ¡se me queman las entrañas! Póngame algo en la cabeza. La mano de mis hijas… eso me salvaría… lo sé. ¡Dios mío!, ¿quién reconstituirá sus fortunas si yo me voy? Quiero ir a Odessa para ellas, a Odessa, a fabricar pasta.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Tome esto ̶ dijo Eugéne soliviando al moribundo y cogiéndolo con su brazo izquierdo, en tanto que en el otro sostenía una tasa de tisana.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡Usted tiene que amar a su padre y a su madre! ̶ dijo el viejo estrechando con sus manos desfallecientes la mano de Eugéne ̶ . ¿Comprende que voy a morir sin verlas, a mis hijas? Tener siempre sed y no beber nunca, así es como he vivido en estos últimos diez años… Mis dos yernos mataron a mis hijas. ¡Padres, exíjanle al Parlamento que haga una ley sobre el matrimonio! En fin, si usted quiere a sus hijas, no las case. El yerno es un bandido que lo estropea todo en una hija, que todo lo mancilla. ¡No más matrimonios! Es el matrimonio lo que nos priva de nuestras hijas y cuando morimos ya no las tenemos. Hagan una ley sobre la muerte de los padres. ¡Esto es espantoso! ¡Venganza! Son mis yernos los que les impiden venir. ¡Mátenlos! Muerte a Restaud, muerte al alsaciano, ¡ellos son mis asesinos! ¡La muerte o mis hijas! ¡Ah, todo ha terminado, muero sin ellas! ¡Ellas! Nasie, Fifine, ¡bueno!, vengan. Vuestro padre se va…<o:p></o:p></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYttFPeSyCl3e13Qnrrdq1rPLwES5-i5LH6UTJZ5qmPLdrKBiyl8Sr_98Jf_SIF3OdLfBwKK-_lBkUDPJfCLixQ0cnOFspIVtbceqOa4jKIEAXxE2fKHpJvU-7zwJDX6KdyVS14WlBurQr/s1600/imagen_de_luto_tristeza.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYttFPeSyCl3e13Qnrrdq1rPLwES5-i5LH6UTJZ5qmPLdrKBiyl8Sr_98Jf_SIF3OdLfBwKK-_lBkUDPJfCLixQ0cnOFspIVtbceqOa4jKIEAXxE2fKHpJvU-7zwJDX6KdyVS14WlBurQr/s320/imagen_de_luto_tristeza.jpg" width="320" /></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Mi buen papá Goriot, cálmese, vamos, quédese tranquilo, no se agite, no piense.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡No verlas, eso es la agonía!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Usted las verá.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¡Es cierto! ̶ gritó el viejo, trastornado ̶ . ¡Oh, verlas, voy a verlas, a oír su voz! Moriré feliz. ¡Y bien, es verdad, no puedo vivir más tiempo, ya no tenía interés en la vida, las penas iban en aumento! Pero verlas, tocar sus vestidos, ¡ah!, sólo sus vestidos, es bien poco; pero que yo pueda sentir alguna cosa de ellas. Ayúdeme a tocarles sus cabellos, quiero…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Su cabeza cayó sobre la almohada como si hubiera recibido un mazazo. Sus manos se agitaron sobre el cobertor, como si estuviera cogiendo los cabellos de sus hijas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Yo las bendigo ̶ dijo haciendo un esfuerzo ̶ , las bendigo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">De repente se desplomó. En ese instante entró Bianchon.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Me encontré a Christophe ̶ dijo ̶ , fue a traerte un coche ̶ luego miró al enfermo, le levantó los párpados y los dos estudiantes le vieron un ojo sin calor y sin brillo ̶ . Ya no recuperará el sentido ̶ dijo Bianchon ̶ , no lo creo. ̶ Le tomó el pulso, lo auscultó, puso la mano sobre el corazón del buen hombre.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ La máquina funciona todavía; pero, en su estado, es una desgracia, sería mejor que muriera.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Claro que sí ̶ dijo Rastignac.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ ¿Qué te pasa?, estás pálido como la muerte.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">̶ Amigo mío, acabo de escuchar clamores y lamentos. ¡Tiene que haber un Dios! ¡Sí, sí, hay un Dios y nos ha construido un mundo mejor, o nuestra tierra no tiene sentido! Si no hubiera sido tan trágico, estaría desecho en lágrimas, pero tengo el corazón y el estómago terriblemente secos y cerrados.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";"><br />
</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/rPKjWWrSSiw?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div><div class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif; font-size: x-small;">Y para terminar, les dejo el link para empezar a oír esta maravillosa obra como audionovela. Como plus, les comento que está narrada por Mario Vargas Llosa. Brutal! Pero siempre preferiré los libros en físico, obviamente; !así se mueven mis pasiones!</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-24930263130240893422012-02-29T11:55:00.001-08:002012-02-29T11:57:57.016-08:00Bartleby, el escribiente - Herman Melville<blockquote class="tr_bq"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Tenía tiempo sin pasar a dejar algo de material. Y esta vez será más extenso que los anteriores. Inicio la presentación de Herman Melville, escritor estadounidense del siglo XIX, que trata temas de la vida diaria de una manera muy sutil, realista, sin adornos pero con un encanto ciertamente digno de resaltar. Debo admitir que no tengo mucha experiencia respecto a Melville, pero dentro de unas cuantas semanas seré una experta en el tema y podré enseñarles más curiosidades y encantarles para que se dediquen a su lectura, aunque, por ahora, preferiría no hacerlo... (mensaje encriptado).</span></blockquote><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span><br />
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4cihqWCT7DGjP0xAax1lkSKoKPfsD-amKBz0hPNg4OqBhnbLByyESPiTLrXa6lsKg6EJ8zCD1PwNaJIYtOLl6ZTaupzSrVsOvjtakSmsXzcMvfed3IFKVQLb4fvO1yiE_QS08PDf2fBCv/s1600/melville.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4cihqWCT7DGjP0xAax1lkSKoKPfsD-amKBz0hPNg4OqBhnbLByyESPiTLrXa6lsKg6EJ8zCD1PwNaJIYtOLl6ZTaupzSrVsOvjtakSmsXzcMvfed3IFKVQLb4fvO1yiE_QS08PDf2fBCv/s320/melville.jpg" width="244" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Herman Melville.</span></td></tr>
</tbody></table><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif; text-align: justify;">Soy un hombre de cierta edad. En los últimos treinta años, mis actividades me han puesto en íntimo contacto con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escrito hasta ahora: el de los amanuenses o copistas judiciales. He conocido a muchos, profesional y particularmente, y podría referir diversas historias que harían sonreír a los señores benévolos y llorar a las almas sentimentales. Pero a las biografías de todos los amanuenses prefiero algunos episodios de la vida de Bartleby, que era uno de ellos, el más extraño que yo he visto o de quien tenga noticia. De otros copistas yo podría escribir biografías completas; nada semejante puede hacerse con Bartleby. No hay material suficiente para una plena y satisfactoria biografía de este hombre. Es una pérdida irreparable para la literatura. Bartleby era uno de esos seres de quienes nada es indagable, salvo en las fuentes originales: en este caso, exiguas. De Bartleby no sé otra cosa que la que vieron mis asombrados ojos, salvo un nebuloso rumor que figurará en el epílogo.</span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Antes de presentar al amanuense, tal como lo vi por primera vez, conviene que registre algunos datos míos, de mis empleados, de mis asuntos, de mi oficina y de mi ambiente general. Esa descripción es indispensable para una inteligencia adecuada del protagonista de mi relato. Soy, en primer lugar, un hombre que desde la juventud ha sentido profundamente que la vida más fácil es la mejor. Por eso, aunque pertenezco a una profesión proverbialmente enérgica y a veces nerviosa hasta la turbulencia, jamás he tolerado que esas inquietudes conturben mi paz. Soy uno de esos abogados sin ambición que nunca se dirigen a un jurado o solicitan de algún modo el aplauso público. En la serena tranquilidad de un cómodo retiro realizo cómodos asuntos entre las hipotecas de personas adineradas, títulos de renta y acciones. Cuantos me conocen, considéranme un hombre eminentemente seguro. El finado Juan Jacobo Astor, personaje muy poco dado a poéticos entusiasmos, no titubeaba en declarar que mi primera virtud era la prudencia: la segunda, el método.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No lo digo por vanidad, pero registro el hecho de que mis servicios profesionales no eran desdeñados por el finado Juan Jacobo Astor; nombre que, reconozco, me gusta repetir porque tiene un sonido orbicular y tintinea como el oro acuñado. Espontáneamente agregaré que yo no era insensible a la buena opinión del finado Juan Jacobo Astor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Poco antes de la historia que narraré, mis actividades habían aumentado en forma considerable. Había sido nombrado para el cargo, ahora suprimido en el Estado de Nueva York, de agregado a la Suprema Corte. No era un empleo difícil, pero sí muy agradablemente remunerativo. Raras veces me encojo; raras veces me permito una indignación peligrosa ante las injusticias y los abusos; pero ahora me permitiré ser temerario, y declarar que considero la súbita y violenta supresión del cargo de agregado, por la Nueva Constitución, como un acto prematuro, pues yo tenía por descontado hacer de sus gajes una renta vitalicia, y sólo percibí los de algunos años. Pero esto es al margen.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Mis oficinas ocupaban un piso alto en el n.º X de Wall Street. Por un lado daban a la pared blanqueada de un espacioso tubo de aire, cubierto por una claraboya y que abarcaba todos los pisos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Este espectáculo era más bien manso, pues le faltaba lo que los paisajistas llaman animación. Aunque así fuera, la vista del otro lado ofrecía, por lo menos, un contraste. En esa dirección, las ventanas dominaban sin el menor obstáculo una alta pared de ladrillo, ennegrecida por los años y por la sombra; las ocultas bellezas de esta pared no exigían un telescopio, pues estaban a pocas varas de mis ventanas para beneficio de espectadores miopes. Mis oficinas ocupaban el segundo piso; a causa de la gran elevación de los edificios vecinos, el espacio entre esta pared y la mía se parecía no poco a un enorme tanque cuadrado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En el período anterior al advenimiento de Bartleby, yo tenía dos escribientes bajo mis órdenes, y un muchacho muy vivo para los mandados. El primero, Turkey; el segundo, Nippers; el tercero, Ginger. Éstos son nombres que no es fácil encontrar en las guías. Eran en realidad sobrenombres, mutuamente conferidos por mis empleados, y que expresaban sus respectivas personas o caracteres. Turkey era un inglés bajo, obeso, de mi edad más o menos, esto es, no lejos de los sesenta. De mañana, podríamos decir, su rostro era rosado, pero después de las doce -su hora de almuerzo- resplandecía como una hornalla de carbones de Navidad, y seguía resplandeciendo (pero con un descenso gradual) hasta las seis de la tarde; después yo no veía más al propietario de ese rostro, quien coincidiendo en su cenit con el sol, parecía ponerse con él, para levantarse, culminar y declinar al día siguiente, con la misma regularidad y la misma gloria.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En el decurso de mi vida he observado singulares coincidencias, de las cuales no es la menor el hecho de que el preciso momento en que Turkey, con roja y radiante faz, emitía sus más vívidos rayos, indicaba el principio del período durante el cual su capacidad de trabajo quedaba seriamente afectada para el resto del día. No digo que se volviera absolutamente haragán u hostil al trabajo. Por el contrario, se volvía demasiado enérgico. Había entonces en él una exacerbada, frenética, temeraria y disparatada actividad. Se descuidaba al mojar la pluma en el tintero. Todas las manchas que figuran en mis documentos fueron ejecutadas por él después de las doce del día. En las tardes, no sólo propendía a echar manchas: a veces iba más lejos, y se ponía barullento. En tales ocasiones, su rostro ardía con más vívida heráldica, como si se arrojara carbón de piedra en antracita. Hacía con la silla un ruido desagradable, desparramaba la arena; al cortar las plumas, las rajaba impacientemente, y las tiraba al suelo en súbitos arranques de ira; se paraba, se echaba sobre la mesa, desparramando sus papeles de la manera más indecorosa; triste espectáculo en un hombre ya entrado en años. Sin embargo, como era por muchas razones mi mejor empleado y siempre antes de las doce el ser más juicioso y diligente, y capaz de despachar numerosas tareas de un modo incomparable, me resignaba a pasar por alto sus excentricidades, aunque, ocasionalmente, me veía obligado a reprenderlo. Sin embargo lo hacía con suavidad, pues aunque Turkey era de mañana el más cortés, más dócil y más reverencial de los hombres, estaba predispuesto por las tardes, a la menor provocación, a ser áspero de lengua, es decir, insolente. Por eso, valorando sus servicios matinales, como yo lo hacía, y resuelto a no perderlos -pero al mismo tiempo, incómodo por sus provocadoras maneras después del mediodía- y corno hombre pacífico, poco deseoso de que mis amonestaciones provocaran respuestas impropias, resolví, un sábado a mediodía (siempre estaba peor los sábados), sugerirle, muy bondadosamente, que, tal vez, ahora que empezaba a envejecer, sería prudente abreviar sus tareas; en una palabra, no necesitaba venir a la oficina más que de mañana; después del almuerzo era mejor que se fuera a descansar a su casa hasta la hora del té. Pero no, insistió en cumplir sus deberes vespertinos. Su rostro se puso intolerablemente fogoso, y gesticulando con una larga regla, en el extremo de la habitación, me aseguró enfáticamente que si sus servicios eran útiles de mañana, ¿cuánto más indispensables no serían de tarde?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con toda deferencia, señor -dijo Turkey entonces-, me considero su mano derecha. De mañana, ordeno y despliego mis columnas, pero de tarde me pongo a la cabeza, y bizarramente arremeto contra el enemigo, así -e hizo una violenta embestida con la regla.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Y los borrones? -insinué yo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Es verdad, pero con todo respeto, señor, ¡contemple estos cabellos! Estoy envejeciendo. Seguramente, señor, un borrón o dos en una tarde calurosa no pueden reprocharse con severidad a mis canas. La vejez, aunque borronea una página, es honorable. Con permiso, señor, los <i>dos</i> estamos envejeciendo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Este llamado a mis sentimientos personales resultó irresistible. Comprendí que estaba resuelto a no irse. Hice mi composición de lugar, resolviendo que por las tardes le confiaría sólo documentos de menor importancia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Nippers, el segundo de mi lista, era un muchacho de unos veinticinco años, cetrino, melenudo, algo pirático. Siempre lo consideré una víctima de dos poderes malignos: la ambición y la indigestión. Evidencia de la primera era cierta impaciencia en sus deberes de mero copista y una injustificada usurpación de asuntos estrictamente profesionales, tales como la redacción original de documentos legales. La indigestión se manifestaba en rachas de sarcástico mal humor, con notorio rechinamiento de dientes, cuando cometía errores de copia; innecesarias maldiciones, silbadas más que habladas, en lo mejor de sus ocupaciones, y especialmente por un continuo disgusto con el nivel de la mesa en que trabajaba. A pesar de su ingeniosa aptitud mecánica, nunca pudo Nippers arreglar esa mesa a su gusto. Le ponía astillas debajo, cubos de distinta clase, pedazos de cartón y llegó hasta ensayar un prolijo ajuste con tiras de papel secante doblado. Pero todo era en vano. Si para comodidad de su espalda, levantaba la cubierta de su mesa en un ángulo agudo hacia el mentón, y escribía como si un hombre usara el empinado techo de una casa holandesa como escritorio, la sangre circulaba mal en sus brazos. Si bajaba la mesa al nivel de su cintura, y se agachaba sobre ella para escribir, le dolían las espaldas. La verdad es que Nippers no sabía lo que quería. O, si algo quería, era verse libre para siempre de una mesa de copista. Entre las manifestaciones de su ambición enfermiza, tenía la pasión de recibir a ciertos tipos de apariencia ambigua y trajes rotosos a los que llamaba sus clientes. Comprendí que no sólo le interesaba la política parroquial: a veces hacía sus negocitos en los juzgados, y no era desconocido en las antesalas de la cárcel. Tengo buenas razones para creer, sin embargo, que un individuo que lo visitaba en mis oficinas, y a quien pomposamente insistía en llamar <i>mi cliente</i>, era sólo un acreedor, y la escritura, una cuenta. Pero con todas sus fallas y todas las molestias que me causaba, Nippers (como su compatriota Turkey) me era muy útil, escribía con rapidez y letra clara; y cuando quería no le faltaban modales distinguidos. Además, siempre estaba vestido como un caballero; y con esto daba tono a mi oficina. En lo que respecta a Turkey, me daba mucho trabajo evitar el descrédito que reflejaba sobre mí. Sus trajes parecían grasientos y olían a comida. En verano usaba pantalones grandes y bolsudos. Sus sacos eran execrables; el sombrero no se podía tocar. Pero mientras sus sombreros me eran indiferentes, ya que su natural cortesía y deferencia, como inglés subalterno, lo llevaban a sacárselo apenas entraba en el cuarto, su saco ya era otra cosa. Hablé con él respecto a su ropa, sin ningún resultado. La verdad era, supongo, que un hombre con renta tan exigua no podía ostentar al mismo tiempo una cara brillante y una ropa brillante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Como observó Nippers una vez, Turkey gastaba casi todo su dinero en tinta roja. Un día de invierno le regalé a Turkey un sobretodo mío de muy decorosa apariencia: un sobretodo gris, acolchado, de gran abrigo, abotonado desde el cuello hasta las rodillas. Pensé que Turkey apreciaría el regalo, y moderaría sus estrépitos e imprudencias. Pero no; creo que el hecho de enfundarse en un sobretodo tan suave y tan acolchado, ejercía un pernicioso efecto sobre él -según el principio de que un exceso de avena es perjudicial para los caballos-. De igual manera que un caballo impaciente muestra la avena que ha comido, así Turkey mostraba su sobretodo. Le daba insolencia. Era un hombre a quien perjudicaba la prosperidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Aunque en lo referente a la continencia de Turkey yo tenía mis presunciones, en lo referente a Nippers estaba persuadido de que, cualesquiera fueran sus faltas en otros aspectos, era por lo menos un joven sobrio. Pero la propia naturaleza era su tabernero, y desde su nacimiento le había suministrado un carácter tan irritable y tan alcohólico que toda bebida subsiguiente le era superflua. Cuando pienso que en la calma de mi oficina Nippers se ponía de pie, se inclinaba sobre la mesa, estiraba los brazos, levantaba todo el escritorio y lo movía, y lo sacudía marcando el piso, como si la mesa fuera un perverso ser voluntarioso dedicado a vejarlo y a frustrarlo, claramente comprendo que para Nippers el aguardiente era superfluo. Era una suerte para mí que, debido a su causa primordial -la mala digestión-, la irritabilidad y la consiguiente nerviosidad de Nippers eran más notables de mañana, y que de tarde estaba relativamente tranquilo. Y como los paroxismos de Turkey sólo se manifestaban después de mediodía, nunca debí sufrir a la vez las excentricidades de los dos. Los ataques se relevaban como guardias. Cuando el de Nippers estaba de turno, el de Turkey estaba franco, y viceversa. Dadas las circunstancias era éste un buen arreglo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Ginger Nut, el tercero en mi lista, era un muchacho de unos doce años. Su padre era carrero, ambicioso de ver a su hijo, antes de morir, en los tribunales y no en el pescante. Por eso lo colocó en mi oficina como estudiante de derecho, mandadero, barredor y limpiador, a razón de un dólar por semana. Tenía un escritorio particular, pero no lo usaba mucho. Pasé revista a su cajón una vez: contenía un conjunto de cáscaras de muchas clases de nueces. Para este perspicaz estudiante, toda la noble ciencia del derecho cabía en una cáscara de nuez. Entre sus muchas tareas, la que desempeñaba con mayor presteza consistía en proveer de manzanas y de pasteles a Turkey y a Nippers.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Ya que la copia de expedientes es tarea proverbialmente seca, mis dos amanuenses solían humedecer sus gargantas con helados, de los que pueden adquirirse en los puestos cerca del Correo y de la Aduana. También solían encargar a Ginger Nut ese bizcocho especial -pequeño, chato, redondo y sazonado con especias- cuyo nombre se le daba. En las mañanas frías, cuando había poco trabajo, Turkey los engullía a docenas como si fueran obleas -lo cierto es que por un penique venden seis u ocho-, y el rasguido de la pluma se combinaba con el ruido que hacía al triturar las abizcochadas partículas. Entre las confusiones vespertinas y los fogosos atolondramientos de Turkey, recuerdo que una vez humedeció con la lengua un bizcocho de jengibre y lo estampó como sello en un título hipotecario. Estuve entonces en un tris de despedirlo, pero me desarmó con una reverencia oriental, diciéndome:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con permiso, señor, creo que he estado generoso suministrándole un sello a mis expensas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Mis primitivas tareas de escribano de transferencias y buscador de títulos, y redactor de documentos recónditos de toda clase aumentaron considerablemente con el nombramiento de agregado a la Suprema Corte. Ahora había mucho trabajo, para el que no bastaban mis escribientes: requerí un nuevo empleado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En contestación a mi aviso, un joven inmóvil apareció una mañana en mi oficina; la puerta estaba abierta, pues era verano. Reveo esa figura: ¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada! Era Bartleby.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Después de algunas palabras sobre su idoneidad, lo tomé, feliz de contar entre mis copistas a un hombre de tan morigerada apariencia, que podría influir de modo benéfico en el arrebatado carácter de Turkey, y en el fogoso de Nippers.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Yo hubiera debido decir que una puerta vidriera dividía en dos partes mis escritorios, una ocupada por mis amanuenses, la otra por mí. Según mi humor, las puertas estaban abiertas o cerradas. Resolví colocar a Bartleby en un rincón junto a la portada, pero de mi lado, para tener a mano a este hombre tranquilo, en caso de cualquier tarea insignificante. Coloqué su escritorio junto a una ventanita, en ese costado del cuarto que originariamente daba a algunos patios traseros y muros de ladrillos, pero que ahora, debido a posteriores construcciones, aunque daba alguna luz no tenía vista alguna. A tres pies de los vidrios había una pared, y la luz bajaba de muy arriba, entre dos altos edificios, como desde una pequeña abertura en una cúpula. Para que el arreglo fuera satisfactorio, conseguí un alto biombo verde que enteramente aislara a Bartleby de mi vista, dejándolo, sin embargo, al alcance de mi voz. Así, en cierto modo, se aunaban sociedad y retiro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al principio, Bartleby escribió extraordinariamente. Como si hubiera padecido un ayuno de algo que copiar, parecía hartarse con mis documentos. No se detenía para la digestión. Trabajaba día y noche, copiando, a la luz del día y a la luz de las velas. Yo, encantado con su aplicación, me hubiera encantado aún más si él hubiera sido un trabajador alegre. Pero escribía silenciosa, pálida, mecánicamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Una de las indispensables tareas del escribiente es verificar la fidelidad de la copia, palabra por palabra. Cuando hay dos o más amanuenses en una oficina, se ayudan mutuamente en este examen, uno leyendo la copia, el otro siguiendo el original. Es un asunto cansador, insípido y letárgico. Comprendo que para temperamentos sanguíneos, resultaría intolerable. Por ejemplo, no me imagino al ardoroso Byron, sentado junto a Bartleby, resignado a cotejar un expediente de quinientas páginas, escritas con letra apretada.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Yo ayudaba en persona a confrontar algún documento breve, llamando a Turkey o a Nippers con este propósito. Uno de mis fines al colocar a Bartleby tan a mano, detrás del biombo, era aprovechar sus servicios en estas ocasiones triviales. Al tercer día de su estada, y antes de que fuera necesario examinar lo escrito por él, la prisa por completar un trabajito que tenía entre manos, me hizo llamar súbitamente a Bartleby. En el apuro y en la justificada expectativa de una obediencia inmediata, yo estaba en el escritorio con la cabeza inclinada sobre el original y con la copia en la mano derecha algo nerviosamente extendida, de modo que, al surgir de su retiro, Bartleby pudiera tomarla y seguir el trabajo sin dilaciones.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En esta actitud estaba cuando le dije lo que debía hacer, esto es, examinar un breve escrito conmigo. Imaginen mi sorpresa, mi consternación, cuando sin moverse de su ángulo, Bartleby, con una voz singularmente suave y firme, replicó:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Me quedé un rato en silencio perfecto, ordenando mis atónitas facultades. Primero, se me ocurrió que mis oídos me engañaban o que Bartleby no había entendido mis palabras. Repetí la orden con la mayor claridad posible; pero con claridad se repitió la respuesta:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo -repetí como un eco, poniéndome de pie, excitadísimo y cruzando el cuarto a grandes pasos-. ¿Qué quiere decir con eso? Está loco. Necesito que me ayude a confrontar esta página: tómela -y se la alcancé.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo -dijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Lo miré con atención. Su rostro estaba tranquilo; sus ojos grises, vagamente serenos. Ni un rasgo denotaba agitación. Si hubiera habido en su actitud la menor incomodidad, enojo, impaciencia o impertinencia, en otras palabras si hubiera habido en él cualquier manifestación normalmente humana, yo lo hubiera despedido en forma violenta. Pero, dadas las circunstancias, hubiera sido como poner en la calle a mi pálido busto en yeso de Cicerón.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTIGkcXXW9dQNkJ8AlG6WinsY6cvBka_Be8-_H69lHvI8byNNd64xqvIEB7oDgRtcQG3AUoOVBizSq8ZZcPSPxWg2HAeP0KmzgOCi6fXT01DPIzFh_-60hzvfNkFVuib2_fTH9oBW5Rrcu/s1600/preferiria%5B1%5D.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="background-color: #f9cb9c; color: black; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTIGkcXXW9dQNkJ8AlG6WinsY6cvBka_Be8-_H69lHvI8byNNd64xqvIEB7oDgRtcQG3AUoOVBizSq8ZZcPSPxWg2HAeP0KmzgOCi6fXT01DPIzFh_-60hzvfNkFVuib2_fTH9oBW5Rrcu/s320/preferiria%5B1%5D.jpg" width="285" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Me quedé mirándolo un rato largo mientras él seguía escribiendo y luego volví a mi escritorio. Esto es rarísimo, pensé. ¿Qué hacer? Mis asuntos eran urgentes. Resolví olvidar aquello, reservándolo para algún momento libre en el futuro. Llamé del otro cuarto a Nippers y pronto examinamos el escrito.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pocos días después, Bartleby concluyó cuatro documentos extensos, copias cuadruplicadas de testimonios, dados ante mí durante una semana en la cancillería de la Corte. Era necesario examinarlos. El pleito era importante y una gran precisión era indispensable. Teniendo todo listo llamé a Turkey, Nippers y Ginger Nut, que estaban en el otro cuarto, pensando poner en manos de mis cuatro amanuenses las cuatro copias mientras yo leyera el original. Turkey, Nippers y Ginger Nut estaban sentados en fila, cada uno con su documento en la mano, cuando le dije a Bartleby que se uniera al interesante grupo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Bartleby!, pronto, estoy esperando.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Oí el arrastre de su silla sobre el piso desnudo, y el hombre no tardó en aparecer a la entrada de su ermita.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿En qué puedo ser útil? -dijo apaciblemente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Las copias, las copias -dije con apuro-. Vamos a examinarlas. Tome -y le alargué la cuarta copia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo -dijo, y dócilmente desapareció detrás de su biombo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Por algunos momentos me convertí en una estatua de sal, a la cabeza de mi columna de amanuenses sentados. Vuelto en mí, avancé hacia el biombo a indagar el motivo de esa extraordinaria conducta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿<i>Por qué</i> rehúsa?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Con cualquier otro hombre, me hubiera precipitado en un arranque de ira, desdeñando explicaciones, y lo hubiera arrojado ignominiosamente de mi vista. Pero había algo en Bartleby que no sólo me desarmaba singularmente, sino que de manera maravillosa me conmovía y desconcertaba. Me puse a razonar con él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Son sus propias copias las que estamos por confrontar. Esto le ahorrará trabajo, pues un examen bastará para sus cuatro copias. Es la costumbre. Todos los copistas están obligados a examinar su copia. ¿No es así? ¿No quiere hablar? ¡Conteste!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Prefiero no hacerlo -replicó melodiosamente. Me pareció que mientras me dirigía a él, consideraba con cuidado cada aserto mío; que comprendía por entero el significado; que no podía contradecir la irresistible conclusión; pero que al mismo tiempo alguna suprema consideración lo inducía a contestar de ese modo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Está resuelto, entonces, a no acceder a mi solicitud, solicitud hecha de acuerdo con la costumbre y el sentido común?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Brevemente me dio a entender que en ese punto mi juicio era exacto. Sí: su decisión era irrevocable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No es raro que el hombre a quien contradicen de una manera insólita e irrazonable, bruscamente descrea de su convicción más elemental. Empieza a vislumbrar vagamente que, por extraordinario que parezca, toda la justicia y toda la razón están del otro lado; si hay testigos imparciales, se vuelve a ellos para que de algún modo lo refuercen.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Turkey -dije-, ¿qué piensa de esto? ¿Tengo razón?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con todo respeto, señor -dijo Turkey en su tono más suave-, creo que la tiene.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Nippers. ¿Qué piensa de esto?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Yo lo echaría a puntapiés de la oficina.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El sagaz lector habrá percibido que siendo mañana, la contestación de Turkey estaba concebida en términos tranquilos y corteses y la de Nippers era malhumorada. O para repetir una frase anterior, diremos que el malhumor de Nippers estaba de guardia y el de Turkey estaba franco.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Ginger Nut -dije, ávido de obtener en mi favor el sufragio más mínimo-, ¿qué piensas de esto?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Creo, señor, que está un poco chiflado -replicó Ginger Nut con una mueca burlona.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Está oyendo lo que opinan -le dije, volviéndome al biombo-. Salga y cumpla con su deber.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No condescendió a contestar. Tuve un momento de molesta perplejidad. Pero las tareas urgían. Y otra vez decidí postergar el estudio de este problema a futuros ocios. Con un poco de incomodidad llegamos a examinar los papeles sin Bartleby, aunque a cada página, Turkey, deferentemente, daba su opinión de que este procedimiento no era correcto; mientras Nippers, retorciéndose en su silla con una nerviosidad dispéptica, trituraba entre sus dientes apretados, intermitentes maldiciones silbadas contra el idiota testarudo de detrás del biombo. En cuanto a él (Nippers), ésta era la primera y última vez que haría sin remuneración el trabajo de otro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras tanto, Bartleby seguía en su ermita, ajeno a todo lo que no fuera su propia tarea.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pasaron algunos días, en los que el amanuense tuvo que hacer otro largo trabajo. Su conducta extraordinaria me hizo vigilarlo estrechamente. Observé que jamás iba a almorzar; en realidad, que jamás iba a ninguna parte. Jamás, que yo supiera, había estado ausente de la oficina. Era un centinela perpetuo en su rincón. Noté que a las once de la mañana, Ginger Nut solía avanzar hasta la apertura del biombo, como atraído por una señal silenciosa, invisible para mí. Luego salía de la oficina, haciendo sonar unas monedas, y reaparecía con un puñado de bizcochos de jengibre, que entregaba en la ermita, recibiendo dos de ellos como jornal.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Vive de bizcochos de jengibre, pensé; no toma nunca lo que se llama un almuerzo; debe ser vegetariano; pero no, pues no toma ni legumbres, no come más que bizcochos de jengibre. Medité sobre los probables efectos de un exclusivo régimen de bizcochos de jengibre. Se llaman así, porque el jengibre es uno de sus principales componentes, y su principal sabor. Ahora bien, ¿qué es el jengibre? Una cosa cálida y picante. ¿Era Bartleby cálido y picante? Nada de eso; el jengibre, entonces, no ejercía efecto alguno sobre Bartleby. Probablemente, él prefería que no lo ejerciera.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSgQ4dPLV9vftGXQ0GjmcbUnbDZjMrEEa8-08uW3GYXtbrloa0Qks7S9xfqYE87PSykUYbfmA-t2p4evIzaenY1HLktmR0kJWVrAPycZnc8U5KIDDu3o2laefUA9LjA6HZ9u2b3OqYsmy2/s1600/Bartleby.png" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="background-color: #f9cb9c; color: black; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="232" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSgQ4dPLV9vftGXQ0GjmcbUnbDZjMrEEa8-08uW3GYXtbrloa0Qks7S9xfqYE87PSykUYbfmA-t2p4evIzaenY1HLktmR0kJWVrAPycZnc8U5KIDDu3o2laefUA9LjA6HZ9u2b3OqYsmy2/s320/Bartleby.png" width="320" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Nada exaspera más a una persona seria que una resistencia pasiva. Si el individuo resistido no es inhumano, y el individuo resistente es inofensivo en su pasividad, el primero, en sus mejores momentos, caritativamente procurará que su imaginación interprete lo que su entendimiento no puede resolver.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Así me aconteció con Bartleby y sus manejos. ¡Pobre hombre! pensé yo, no lo hace por maldad; es evidente que no procede por insolencia; su aspecto es suficiente prueba de lo involuntario de sus rarezas. Me es útil. Puedo llevarme bien con él. Si lo despido, caerá con un patrón menos indulgente, será maltratado y tal vez llegará miserablemente a morirse de hambre. Sí, puedo adquirir a muy bajo precio la deleitosa sensación de amparar a Bartleby; puedo adaptarme a su extraña terquedad; ello me costará poquísimo o nada y, mientras, atesoraré en el fondo de mi alma lo que finalmente será un dulce bocado para mi conciencia. Pero no siempre consideré así las cosas. La pasividad de Bartleby solía exasperarme. Me sentía aguijoneado extrañamente a chocar con él en un nuevo encuentro, a despertar en él una colérica chispa correspondiente a la mía. Pero hubiera sido lo mismo tratar de encender fuego golpeando con los nudillos de mi mano en un pedazo de jabón Windsor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Una tarde, el impulso maligno me dominó y tuvo lugar la siguiente escena:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -le dije-, cuando haya copiado todos esos documentos, los voy a revisar con usted.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Cómo? ¿Se propone persistir en ese capricho de mula?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Abrí la puerta vidriera, y dirigiéndome a Turkey y a Nippers exclamé:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby dice por segunda vez que no examinará sus documentos. ¿Qué piensa de eso, Turkey?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Hay que recordar que era de tarde.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Turkey resplandecía como una marmita de bronce; tenía empapada la calva; tamborileaba con las manos sobre sus papeles borroneados.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Qué pienso? -rugió Turkey-. ¡Pienso que voy a meterme en el biombo y le voy a poner un ojo negro!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Con estas palabras se puso de pie y estiró los brazos en una postura pugilística. Se disponía a hacer efectiva su promesa cuando lo detuve, arrepentido de haber despertado la belicosidad de Turkey después de almorzar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Siéntese, Turkey -le dije-, y oiga lo que Nippers va a decir. ¿Qué piensa, Nippers? ¿No estaría plenamente justificado despedir de inmediato a Bartleby?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Discúlpeme, esto tiene que decidirlo usted mismo. Creo que su conducta es insólita, y ciertamente injusta hacia Turkey y hacia mí. Pero puede tratarse de un capricho pasajero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Ah! -exclamé-, es raro ese cambio de opinión. Usted habla de él, ahora, con demasiada indulgencia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Es la cerveza -gritó Turkey-, esa indulgencia es efecto de la cerveza. Nippers y yo almorzamos juntos. Ya ve qué indulgente estoy yo, señor. ¿ Le pongo un ojo negro?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Supongo que se refiere a Bartleby. No, hoy no. Turkey -repliqué-, por favor, baje esos puños.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Cerré las puertas y volví a dirigirme a Bartleby. Tenía un nuevo incentivo para tentar mi suerte. Estaba deseando que volviera a rebelarse. Recordé que Bartleby no abandonaba nunca la oficina.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -le dije-. Ginger. Nut ha salido; cruce al Correo, ¿quiere? -era a tres minutos de distancia- y vea si hay algo para mí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿No quiere ir?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Lo preferiría así.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pude llegar a mi escritorio, y me sumí en profundas reflexiones. Volvió mi ciego impulso. ¿Habría alguna cosa capaz de procurarme otra ignominiosa repulsa de este necio tipo sin un cobre, mi dependiente asalariado?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Bartleby!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Bartleby! -más fuerte.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Bartleby! -vociferé.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Como un verdadero fantasma, cediendo a las leyes de una invocación mágica, apareció al tercer llamado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Vaya al otro cuarto, y dígale a Nippers que venga.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo -dijo con respetuosa lentitud, y desapareció mansamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Muy bien, Bartleby -dije con voz tranquila, aplomada y serenamente severa, insinuando el inalterable propósito de alguna terrible y pronta represalia. En ese momento proyectaba algo por el estilo. Pero pensándolo bien, y como se acercaba la hora de almorzar, me pareció mejor ponerme el sombrero y caminar hasta casa, sufriendo con mi perplejidad y mi preocupación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">¿Lo confesaré? Como resultado final quedó establecido en mi oficina que un pálido joven llamado Bartleby tenía ahí un escritorio, que copiaba al precio corriente de cuatro céntimos la hoja (cien palabras), pero que estaba exento, permanentemente, de examinar su trabajo y que ese deber era transferido a Turkey y a Nippers, sin duda en gracia de su mayor agudeza; ítem, el susodicho Bartleby no sería llamado a evacuar el más trivial encargo; y si se le pedía que lo hiciera, se entendería que <i>preferiría no hacerlo</i>, en otras palabras, que rehusaría de modo terminante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Con el tiempo, me sentí considerablemente reconciliado con Bartleby. Su aplicación, su falta de vicios, su laboriosidad incesante (salvo cuando se perdía en un sueño detrás del biombo), su gran calma, su ecuánime conducta en todo momento, hacían de él una valiosa adquisición. En primer lugar siempre estaba ahí, el primero por la mañana, durante todo el día, y el último por la noche. Yo tenía singular confianza en su honestidad. Sentía que mis documentos más importantes estaban perfectamente seguros en sus manos. A veces, muy a pesar mío, no podía evitar el caer en espasmódicas cóleras contra él. Pues era muy difícil no olvidar nunca esas raras peculiaridades, privilegios y excepciones inauditas, que formaban las tácitas condiciones bajo las cuales Bartleby seguía en la oficina. A veces, en la ansiedad de despachar asuntos urgentes, distraídamente pedía a Bartleby, en breve y rápido tono, poner el dedo, digamos, en el nudo incipiente de un cordón colorado con el que estaba atando unos papeles. Detrás del biombo resonaba la consabida respuesta: <i>preferiría no hacerlo</i>; y entonces ¿cómo era posible que un ser humano dotado de las fallas comunes de nuestra naturaleza dejara de contestar con amargura a una perversidad semejante, a semejante sinrazón? Sin embargo, cada nueva repulsa de esta clase tendía a disminuir las probabilidades de que yo repitiera la distracción.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Debo decir que, según la costumbre de muchos hombres de ley con oficinas en edificios densamente habitados, la puerta tenía varias llaves. Una la guardaba una mujer que vivía en la buhardilla, que hacía una limpieza a fondo una vez por semana y diariamente barría y sacudía el departamento. Turkey tenía otra, la tercera yo solía llevarla en mi bolsillo, y la cuarta no sé quién la tenía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Ahora bien, un domingo de mañana se me ocurrió ir a la iglesia de la Trinidad a oír a un famoso predicador, y como era un poco temprano pensé pasar un momento a mi oficina. Felizmente llevaba mi llave, pero al meterla en la cerradura, encontré resistencia por la parte interior. Llamé; consternado, vi girar una llave por dentro y, exhibiendo su pálido rostro por la puerta entreabierta, entreví a Bartleby en mangas de camisa, y en un raro y andrajoso<i>deshabillé</i>.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Se excusó, mansamente: dijo que estaba muy ocupado y que prefería no recibirme por el momento. Añadió que sería mejor que yo fuera a dar dos o tres vueltas por la manzana, y que entonces habría terminado sus tareas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La inesperada aparición de Bartleby, ocupando mi oficina un domingo, con su cadavérica indiferencia caballeresca, pero tan firme y tan seguro de sí, tuvo tan extraño efecto, que de inmediato me retiré de mi puerta y cumplí sus deseos. Pero no sin variados pujos de inútil rebelión contra la mansa desfachatez de este inexplicable amanuense. Su maravillosa mansedumbre no sólo me desarmaba, me acobardaba. Porque considero que es una especie de cobarde el que tranquilamente permite a su dependiente asalariado que le dé órdenes y que lo expulse de sus dominios. Además, yo estaba lleno de dudas sobre lo que Bartleby podría estar haciendo en mi oficina, en mangas de camisa y todo deshecho, un domingo de mañana. ¿Pasaría algo impropio? No, eso quedaba descartado. No podía pensar ni por un momento que Bartleby fuera una persona inmoral. Pero, ¿qué podía estar haciendo allí? ¿Copias? No, por excéntrico que fuera Bartleby, era notoriamente decente. Era la última persona para sentarse en su escritorio en un estado vecino a la desnudez. Además, era domingo, y había algo en Bartleby que prohibía suponer que violaría la santidad de ese día con tareas profanas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Con todo, mi espíritu no estaba tranquilo; y lleno de inquieta curiosidad, volví, por fin, a mi puerta. Sin obstáculo introduje la llave, abrí y entré. Bartleby no se veía, miré ansiosamente por todo, eché una ojeada detrás del biombo; pero era claro que se había ido. Después de un prolijo examen, comprendí que por un tiempo indefinido Bartleby debía haber comido y dormido y haberse vestido en mi oficina, y eso sin vajilla, cama o espejo. El tapizado asiento de un viejo sofá desvencijado mostraba en un rincón la huella visible de una flaca forma reclinada. Enrollada bajo el escritorio encontré una frazada; en el hogar vacío una caja de pasta y un cepillo; en una silla una palangana de lata, jabón y una toalla rotosa; en un diario, unas migas de bizcocho de jengibre y un bocado de queso. Sí, pensé, es bastante claro que Bartleby ha estado viviendo aquí .</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces, me cruzó el pensamiento: ¡Qué miserables orfandades, miserias, soledades, quedan reveladas aquí! Su pobreza es grande; pero, su soledad ¡qué terrible!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Los domingos, Wall Street es un desierto como la Arabia Pétrea; y cada noche de cada día es una desolación. Este edificio, también, que en los días de semana bulle de animación y de vida, por la noche retumba de puro vacío, y el domingo está desolado. ¡Y es aquí donde Bartleby hace su hogar, único espectador de una soledad que ha visto poblada, una especie de inocente y transformado Mario, meditando entre las ruinas de Cartago!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Por primera vez en mi vida una impresión de abrumadora y punzante melancolía se apoderó de mí. Antes, nunca había experimentado más que ligeras tristezas, no desagradables. Ahora el lazo de una común humanidad me arrastraba al abatimiento. ¡Una melancolía fraternal! Los dos, yo y Bartleby, éramos hijos de Adán. Recordé las sedas brillantes y los rostros dichosos que había visto ese día, bogando como cisnes por el Misisipí de Broadway, y los comparé al pálido copista, reflexionando: ah, la felicidad busca la luz, por eso juzgamos que el mundo es alegre; pero el dolor se esconde en la soledad, por eso juzgamos que el dolor no existe. Estas imaginaciones -quimeras, indudablemente, de un cerebro tonto y enfermo- me llevaron a pensamientos más directos sobre las rarezas de Bartleby. Presentimientos de extrañas novedades me visitaron. Creí ver la pálida forma del amanuense, entre desconocidos, indiferentes, extendida en su estremecida mortaja.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">De pronto, me atrajo el escritorio cerrado de Bartleby, con su llave visible en la cerradura.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No me llevaba, pensé, ninguna intención aviesa, ni el apetito de una desalmada curiosidad, además, el escritorio es mío y también su contenido; bien puedo animarme a revisarlo. Todo estaba metódicamente arreglado, los papeles en orden. Los casilleros eran profundos; removiendo los legajos archivados, examiné el fondo. De pronto sentí algo y lo saqué. Era un viejo pañuelo de algodón, pesado y anudado. Lo abrí y encontré que era una caja de ahorros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces recordé todos los tranquilos misterios que había notado en el hombre. Recordé que sólo hablaba para contestar; que aunque a intervalos tenía tiempo de sobra, nunca lo había visto leer -no, ni siquiera un diario-; que por largo rato se quedaba mirando, por su pálida ventana detrás del biombo, al ciego muro de ladrillos; yo estaba seguro que nunca visitaba una fonda o un restaurante; mientras su pálido rostro indicaba que nunca bebía cerveza como Nippers, ni siquiera té o café como los otros hombres, que nunca salía a ninguna parte; que nunca iba a dar un paseo, salvo, tal vez ahora; que había rehusado decir quién era, o de dónde venía, o si tenía algún pariente en el mundo; que, aunque tan pálido y tan delgado, nunca se quejaba de mala salud. Y más aún, recordé cierto aire de inconsciente, de descolorida -¿cómo diré?- de descolorida altivez, digamos, o austera reserva, que me había infundido una mansa condescendencia con sus rarezas, cuando se trataba de pedirle el más ligero favor, aunque su larga inmovilidad me indicara que estaba detrás de su biombo, entregado a uno de sus sueños frente al muro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Meditando en esas cosas, y ligándolas al reciente descubrimiento de que había convertido mi oficina en su residencia, y sin olvidar sus mórbidas cavilaciones, meditando en estas cosas, repito, un sentimiento de prudencia nació en mi espíritu. Mis primeras reacciones habían sido de pura melancolía y lástima sincera, pero a medida que la desolación de Bartleby se agrandaba en mi imaginación, esa melancolía se convirtió en miedo, esa lástima en repulsión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Tan cierto es, y a la vez tan terrible, que hasta cierto punto el pensamiento o el espectáculo de la pena atrae nuestros mejores sentimientos, pero algunos casos especiales no van más allá. Se equivocan quienes afirman que esto se debe al natural egoísmo del corazón humano. Más bien proviene de cierta desesperanza de remediar un mal orgánico y excesivo. Y cuando se percibe que esa piedad no lleva a un socorro efectivo, el sentido común ordena al alma librarse de ella. Lo que vi esa mañana me convenció de que el amanuense era la víctima de un mal innato e incurable. Yo podía dar una limosna a su cuerpo; pero su cuerpo no le dolía; tenía el alma enferma, y yo no podía llegar a su alma.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No cumplí, esa mañana, mi propósito de ir a la Trinidad. Las cosas que había visto me incapacitaban, por el momento, para ir a la iglesia. Al dirigirme a mi casa, iba pensando en lo que haría con Bartleby. Al fin me resolví: lo interrogaría con calma, la mañana siguiente, acerca de su vida, etc., y si rehusaba contestarme francamente y sin reticencias (y suponía que él preferiría no hacerlo), le daría un billete de veinte dólares, además de lo que le debía, diciéndole que ya no necesitaba sus servicios; pero que en cualquier otra forma en que necesitara mi ayuda, se la prestaría gustoso, especialmente le pagaría los gastos para trasladarse al lugar de su nacimiento dondequiera que fuera. Además, si al llegar a su destino necesitaba ayuda, una carta haciéndomelo saber no quedaría sin respuesta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La mañana siguiente llegó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -dije, llamándolo comedidamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -dije en tono aún más suave- venga, no le voy a pedir que haga nada que usted preferiría no hacer. Sólo quiero conversar con usted.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Con esto, se me acercó silenciosamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Quiere decirme, Bartleby, dónde ha nacido?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Quiere contarme algo de usted?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Pero ¿qué objeción razonable puede tener para no hablar conmigo? Yo quisiera ser un amigo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras yo hablaba, no me miró. Tenía los ojos fijos en el busto de Cicerón, que estaba justo detrás de mí, a unas seis pulgadas sobre mi cabeza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Cuál es su respuesta, Bartleby? -le pregunté, después de esperar un buen rato, durante el cual su actitud era estática, notándose apenas un levísimo temblor en sus labios descoloridos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Por ahora prefiero no contestar -dijo, y se retiró a su ermita.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Tal vez fui débil, lo confieso, pero su actitud en esta ocasión me irritó. No sólo parecía acechar en ella cierto desdén tranquilo; su terquedad resultaba desagradecida si se considera el indiscutible buen trato y la indulgencia que había recibido de mi parte.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">De nuevo me quedé pensando qué haría. Aunque me irritaba su proceder, aunque al entrar en la oficina yo estaba resuelto a despedirlo, un sentimiento supersticioso golpeó en mi corazón y me prohibió cumplir mi propósito, y me dijo que yo sería un canalla si me atrevía a murmurar una palabra dura contra el más triste de los hombres. Al fin, colocando familiarmente mi silla detrás de su biombo, me senté y le dije:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Dejemos de lado su historia, Bartleby; pero permítame suplicarle amistosamente que observe en lo posible las costumbres de esta oficina. Prométame que mañana o pasado ayudará a examinar documentos; prométame que dentro de un par de días se volverá un poco razonable, ¿verdad, Bartleby?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Por ahora prefiero no ser un poco razonable -fue su mansa y cadavérica respuesta. En ese momento se abrió la puerta vidriera y Nippers se acercó. Parecía víctima, contra la costumbre, de una mala noche, producida por una indigestión más severa que las de costumbre. Oyó las últimas palabras de Bartleby.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-«¿Prefiere no ser razonable?» -gritó Nippers-. Yo le daría preferencias, si fuera usted, señor. ¿Qué es, señor, lo que ahora prefiere no hacer? -Bartleby no movió ni un dedo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Señor Nippers -le dije-, prefiero que, por el momento, usted se retire.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No sé cómo, últimamente, yo había contraído la costumbre de usar la palabra <i>preferir</i>. Temblé pensando que mi relación con el amanuense ya hubiera afectado seriamente mi estado mental. ¿Qué otra y quizá más honda aberración podría traerme? Este recelo había influido en mi determinación de emplear medidas sumarias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras Nippers, agrio y malhumorado, desaparecía, Turkey apareció, obsequioso y deferente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con todo respeto, señor -dijo-, ayer estuve meditando sobre Bartleby, y pienso que si él prefiriera tomar a diario un cuarto de buena cerveza, le haría mucho bien, y lo habilitaría a prestar ayuda en el examen de documentos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Parece que usted también ha adopta do la palabra -dije, ligeramente excitado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con todo respeto. ¿Qué palabra, señor? -preguntó Turkey, apretándose respetuosamente en el estrecho espacio detrás del biombo y obligándome, al hacerlo, a empujar al amanuense.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Qué palabra, señor?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría quedarme aquí solo -dijo Bartleby, como si lo ofendiera el verse atropellado en su retiro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Esa es la palabra, Turkey, <i>ésa</i> es.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Ah!, ¿preferir?, ah, sí, curiosa palabra. Yo nunca la uso. Pero señor, como iba diciendo, si prefiriera...</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Turkey -interrumpí-, retírese, por favor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Ciertamente, señor, si usted lo prefiere.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al abrir la puerta vidriera para retirarse, Nippers desde su escritorio me echó una mirada y me preguntó si yo prefería papel blanco o papel azul para copiar cierto documento. No acentuó maliciosamente la palabra <i>preferir</i>. Se veía que había sido dicha involuntariamente. Reflexioné que era mi deber deshacerme de un demente, que ya, en cierto modo, había influido en mi lengua y quizá en mi cabeza y en las de mis dependientes. Pero juzgué prudente no hacerlo de inmediato.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al día siguiente noté que Bartleby no hacía más que mirar por la ventana, en su sueño frente a la pared. Cuando le pregunté por qué no escribía, me dijo que había resuelto no escribir más.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Por qué no? ¿Qué se propone? -exclamé-. ¿ No escribir más?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Nunca más.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Y por qué razón?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿No la ve usted mismo? -replicó con indiferencia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Lo miré fijamente y me pareció que sus ojos estaban apagados y vidriosos. Enseguida se me ocurrió que su ejemplar diligencia junto a esa pálida ventana, durante las primeras semanas, había dañado su vista.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Me sentí conmovido y pronuncié algunas palabras de simpatía. Sugerí que, por supuesto, era prudente de su parte el abstenerse de escribir por un tiempo; y lo animé a tomar esta oportunidad para hacer ejercicios al aire libre. Pero no lo hizo. Días después, estando ausentes mis otros empleados, y teniendo mucha prisa por despachar ciertas cartas, pensé que no teniendo nada que hacer, Bartleby seria menos inflexible que de costumbre y querría llevármelas al Correo. Se negó rotundamente y aunque me resultaba molesto, tuve que llevarlas yo mismo. Pasaba el tiempo. Ignoro si los ojos de Bartleby se mejoraron o no. Me parece que sí, según todas las apariencias. Pero cuando se lo pregunté no me concedió una respuesta. De todos modos, no quería seguir copiando. Al fin, acosado por mis preguntas, me informó que había resuelto abandonar las copias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Cómo! -exclamé-. ¿Si sus ojos se curaran, si viera mejor que antes, copiaría entonces?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-He renunciado a copiar -contestó y se hizo a un lado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Se quedó como siempre, enclavado en mi oficina. ¡Qué! -si eso fuera posible- se reafirmó más aún que antes. ¿Qué hacer? Si no hacia nada en la oficina: ¿por qué se iba a quedar? De hecho, era una carga, no sólo inútil, sino gravosa. Sin embargo, le tenía lástima. No digo sino la pura verdad cuando afirmo que me causaba inquietud. Si hubiese nombrado a algún pariente o amigo, yo le hubiera escrito, instándolo a llevar al pobre hombre a un retiro adecuado. Pero parecía solo, absolutamente solo en el universo. Algo como un despojo en mitad del océano Atlántico. A la larga, necesidades relacionadas con mis asuntos prevalecieron sobre toda consideración. Lo más bondadosamente posible, le dije a Bartleby que en seis días debía dejar la oficina. Le aconsejé tomar medidas en ese intervalo para procurarse una nueva morada. Le ofrecí ayudarlo en este empeño, si él personalmente daba el primer paso para la mudanza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Y cuando usted se vaya del todo, Bartleby -añadí-, velaré para que no salga completamente desamparado. Recuerde, dentro de seis días.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al expirar el plazo, espié detrás del biombo: ahí estaba Bartleby.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Me abotoné el abrigo, me paré firme; avancé lentamente hasta tocarle el hombro y le dije:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-El momento ha llegado; debe abandonar este lugar; lo siento por usted; aquí tiene dinero, debe irse.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no hacerlo -replicó-, siempre dándome la espalda.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Pero usted debe irse.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Yo tenía una ilimitada confianza en su honradez. Con frecuencia me había devuelto peniques y chelines que yo había dejado caer en el suelo, porque soy muy descuidado con esas pequeñeces. Las providencias que adopté no se considerarán, pues, extraordinarias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -le dije-, le debo doce dólares, aquí tiene treinta y dos; esos veinte son suyos ¿quiere tomarlos? -y le alcancé los billetes.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero ni se movió.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Los dejaré aquí, entonces -y los puse sobre la mesa bajo un pisapapeles. Tomando mi sombrero y mi bastón me dirigí a la puerta, y volviéndome tranquilamente añadí:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Cuando haya sacado sus cosas de la oficina, Bartleby, usted por supuesto cerrará con llave la puerta, ya que todos se han ido, y por favor deje la llave bajo el felpudo, para que yo la encuentre mañana. No nos veremos más. Adiós. Si más adelante, en su nuevo domicilio puedo serle útil, no deje de escribirme. Adiós Bartleby y que le vaya bien.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No contestó ni una palabra, como la última columna de un templo en ruinas, quedó mudo y solitario en medio del cuarto desierto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras me encaminaba a mi casa, pensativo, mi vanidad se sobrepuso a mi lástima. No podía menos de jactarme del modo magistral con que había llevado mi liberación de Bartleby. Magistral, lo llamaba, y así debía opinar cualquier pensador desapasionado. La belleza de mi procedimiento consistía en su perfecta serenidad. Nada de vulgares intimidaciones, ni de bravatas, ni de coléricas amenazas, ni de paseos arriba y abajo por el departamento, con espasmódicas órdenes vehementes a Bartleby de desaparecer con sus miserables bártulos. Nada de eso. Sin mandatos gritones a Bartleby -como hubiera hecho un genio inferior- yo había postulado que se iba, y sobre esa promesa había construido todo mi discurso. Cuanto más pensaba en mi actitud, más me complací en ella. Con todo, al despertarme la mañana siguiente, tuve mis dudas: mis humos de vanidad se habían desvanecido. Una de las horas más lúcidas y serenas en la vida del hombre es la del despertar. Mi procedimiento seguía pareciéndome tan sagaz como antes, pero sólo en teoría. Cómo resultaría en la práctica era lo que estaba por verse. Era una bella idea, dar por sentada la partida de Bartleby; pero, después de todo, esta presunción era sólo mía, y no de Bartleby. Lo importante era no que yo hubiera establecido que debía irse, sino que él prefiriera hacerlo. Era hombre de preferencias, no de presunciones.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Después del almuerzo, me fui al centro, discutiendo las probabilidades pro y contra. A ratos pensaba que sería un fracaso y que encontraría a Bartleby en mi oficina como de costumbre; y enseguida tenía la seguridad de encontrar su silla vacía. Y así seguí titubeando. En la esquina de Broadway y la calle del Canal, vi a un grupo de gente muy excitada, conversando seriamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Apuesto a que... -oí decir al pasar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿A que no se va? ¡Ya está! -dije-, ponga su dinero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Instintivamente metí la mano en el bolsillo, para vaciar el mío, cuando me acordé que era día de elecciones. Las palabras que había oído no tenían nada que ver con Bartleby, sino con el éxito o fracaso de algún candidato para intendente. En mi obsesión, ya había imaginado que todo Broadway compartía mi excitación y discutía el mismo problema.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Seguí, agradecido al bullicio de la calle, que protegía mi distracción. Como era mi propósito, llegué más temprano que de costumbre a la puerta de mi oficina. Me paré a escuchar. No había ruido. Debía de haberse ido. Probé el llamador. La puerta estaba cerrada con llave. Mi procedimiento había obrado como magia; el hombre había desaparecido. Sin embargo, cierta melancolía se mezclaba a esta idea: el éxito brillante casi me pesaba. Estaba buscando bajo el felpudo la llave que Bartleby debía haberme dejado cuando, por casualidad, pegué en la puerta con la rodilla, produciendo un ruido como de llamada, y en respuesta llegó hasta mí una voz que decía desde adentro:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Todavía no; estoy ocupado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Era Bartleby.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil2lW-3P_E6eurBdUwdsW7p8MBKzEIHjn_aGZAVg7Qcy9lEM9iQBc23AoBnLeX4NPMBWQwmGs2ZhxTk0vbUxYhXIZlHdILaq7nckXPyQlO49ZmA5oeZecSxZXK8XCrzLhoqnipWR8aUmwS/s1600/Bartleby-the-Scrivener.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="background-color: #f9cb9c; color: black; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEil2lW-3P_E6eurBdUwdsW7p8MBKzEIHjn_aGZAVg7Qcy9lEM9iQBc23AoBnLeX4NPMBWQwmGs2ZhxTk0vbUxYhXIZlHdILaq7nckXPyQlO49ZmA5oeZecSxZXK8XCrzLhoqnipWR8aUmwS/s320/Bartleby-the-Scrivener.jpg" width="269" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Quedé fulminado. Por un momento quedé como aquel hombre que, con su pipa en la boca, fue muerto por un rayo, hace ya tiempo, en una tarde serena de Virginia; fue muerto asomado a la ventana y quedó recostado en ella en la tarde soñadora, hasta que alguien lo tocó y cayó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡No se ha ido! -murmuré por fin. Pero una vez más, obedeciendo al ascendiente que el inescrutable amanuense tenía sobre mí, y del cual me era imposible escapar, bajé lentamente a la calle; al dar vuelta a la manzana, consideré qué podía hacer en esta inaudita perplejidad. Imposible expulsarlo a empujones; inútil sacarlo a fuerza de insultos; llamar a la policía era una idea desagradable; y, sin embargo, permitirle gozar de su cadavérico triunfo sobre mí, eso también era inadmisible. ¿Qué hacer? o, si no había nada que hacer, ¿qué dar por sentado? Yo había dado por sentado que Bartleby se iría; ahora podía yo retrospectivamente asumir que se había ido. En la legítima realización de esta premisa, podía entrar muy apurado en mi oficina, y fingiendo no ver a Bartleby, llevarlo por delante como si fuera el aire. Tal procedimiento tendría en grado singular todas las apariencias de una indirecta. Era bastante difícil que Bartleby pudiera resistir a esa aplicación de la doctrina de las suposiciones. Pero repensándolo bien, el éxito de este plan me pareció dudoso. Resolví discutir de nuevo el asunto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -le dije, con severa y tranquila expresión, entrando a la oficina-, estoy disgustado muy seriamente. Estoy apenado, Bartleby. No esperaba esto de usted. Yo me lo había imaginado de caballeresco carácter, yo había pensado que en cualquier dilema bastaría la más ligera insinuación -en una palabra- suposición. Pero parece que estoy engañado. ¡Cómo! -agregué, naturalmente asombrado-, ¿ni siquiera ha tocado ese dinero? -Estaba en el preciso lugar donde yo lo había dejado la víspera.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No contestó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Quiere usted dejarnos, sí o no? -pregunté en un arranque, avanzando hasta acercarme a él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría <i>no</i> dejarlos -replicó suavemente, acentuando el no.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Y qué derecho tiene para quedarse? ¿Paga alquiler? ¿Paga mis impuestos? ¿Es suya la oficina?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No contestó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Está dispuesto a escribir ahora? ¿Se ha mejorado de la vista? ¿Podría escribir algo para mi esta mañana, o ayudarme a examinar unas líneas, o ir al Correo? En una palabra, ¿quiere hacer algo que justifique su negativa de irse?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silenciosamente se retiró a su ermita.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Yo estaba en tal estado de resentimiento nervioso que me pareció prudente abstenerme de otros reproches. Bartleby y yo estábamos solos. Recordé la tragedia del infortunado Adams y del aún más infortunado Colt en la solitaria oficina de éste; y cómo el pobre Colt, exasperado por Adams, y dejándose llevar imprudentemente por la ira, fue precipitado al acto fatal, acto que ningún hombre puede deplorar más que el actor. A menudo he pensado que si este altercado hubiera tenido lugar en la calle o en una casa particular, otro hubiera sido su desenlace. La circunstancia de estar solos en una oficina desierta, en lo alto de un edificio enteramente desprovisto de domésticas asociaciones humanas -una oficina sin alfombras, de apariencia, sin duda alguna, polvorienta y desolada- debe haber contribuido a acrecentar la desesperación del desventurado Colt. Pero cuando el resentimiento del viejo Adams se apoderó de mí y me tentó en lo concerniente a Bartleby, luché con él y lo vencí. ¿Cómo? Recordando sencillamente el divino precepto: <i>Un nuevo mandamiento les doy: ámense los unos a los otros</i>. Sí, esto fue lo que me salvó. Aparte de más altas consideraciones, la caridad obra como un principio sabio y prudente, como una poderosa salvaguardia para su poseedor. Los hombres han asesinado por celos, y por rabia, y por odio, y por egoísmo y por orgullo espiritual; pero no hay hombre, que yo sepa, que haya cometido un asesinato por caridad. La prudencia, entonces, si no puede aducirse motivo mejor, basta para impulsar a todos los seres hacia la filantropía y la caridad. En todo caso, en esta ocasión me esforcé en ahogar mi irritación con el amanuense, interpretando benévolamente su conducta. ¡Pobre hombre, pobre hombre!, pensé, no sabe lo que hace; y, además, ha pasado días muy duros y merece indulgencia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Procuré también ocuparme en algo; y al mismo tiempo consolar mi desaliento. Traté de imaginar que en el curso de la mañana, en un momento que le viniera bien, Bartleby, por su propia y libre voluntad, saldría de su ermita, decidido a encaminarse a la puerta. Pero, no, llegaron las doce y media, la cara de Turkey se encendió, volcó el tintero y empezó su turbulencia; Nippers declinó hacia la calma y la cortesía; Ginger Nut mascó su manzana del mediodía; y Bartleby siguió de pie en la ventana en uno de sus profundos sueños frente al muro. ¿Me creerán? ¿Me atreveré a confesarlo? Esa tarde abandoné la oficina, sin decirle ni una palabra más.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pasaron varios días durante los cuales, en momentos de ocio, revisé <i>Sobre testamentos</i> de Edwards y <i>Sobre la necesidad </i>de Priestley. Estos libros, dadas las circunstancias, me produjeron un sentimiento saludable. Gradualmente llegué a persuadirme de que mis disgustos acerca del amanuense estaban decretados desde la eternidad, y Bartleby me estaba destinado por algún misterioso propósito de la Divina Providencia, que un simple mortal como yo no podía penetrar. Sí, Bartleby, quédate ahí, detrás del biombo, pensé; no te perseguiré más; eres inofensivo y silencioso como una de esas viejas sillas; en una palabra, nunca me he sentido en mayor intimidad que sabiendo que estabas ahí. Al fin lo veo, lo siento; penetro el propósito predestinado de mi vida. Estoy satisfecho. Otros tendrán papeles más elevados, mi misión en este mundo, Bartleby, es proveerte de una oficina por el período que quieras. Creo que este sabio orden de ideas hubiera continuado, a no mediar observaciones gratuitas y maliciosas que me infligieron profesionales amigos, al visitar las oficinas. Como acontece a menudo, el constante roce con mentes mezquinas acaba con las buenas resoluciones de los más generosos. Pensándolo bien, no me asombra que a las personas que entraban a mi oficina les impresionara el peculiar aspecto del inexplicable Bartleby y se vieran tentadas de formular alguna siniestra observación. A veces un procurador visitaba la oficina y, encontrando solo al amanuense, trataba de obtener de él algún dato preciso sobre mi paradero; sin prestarle atención, Bartleby seguía inconmovible en medio del cuarto. El procurador, después de contemplarlo un rato, se despedía tan ignorante como había venido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">También, cuando alguna audiencia tenía lugar, y el cuarto estaba lleno de abogados y testigos, y se sucedían los asuntos, algún letrado muy ocupado, viendo a Bartleby enteramente ocioso le pedía que fuera a buscar en su oficina (la del letrado) algún documento. Bartleby, en el acto, rehusaba tranquilamente y se quedaba tan ocioso como antes. Entonces el abogado se quedaba mirándolo asombrado, le clavaba los ojos y luego me miraba a mí. Y yo ¿qué podía decir? Por fin, me di cuenta de que en todo el círculo de mis relaciones corría un murmullo de asombro acerca del extraño ser que cobijaba en mi oficina. Esto me molestaba ya muchísimo. Se me ocurrió que podía ser longevo y que seguiría ocupando mi departamento, y desconociendo mi autoridad y asombrando a mis visitantes; y haciendo escandalosa mi reputación profesional; y arrojando una sombra general sobre el establecimiento y manteniéndose con sus ahorros (porque indudablemente no gastaba sino medio real por día), y que tal vez llegara a sobrevivirme y a quedarse en mi oficina reclamando derechos de posesión, fundados en la ocupación perpetua. A medida que esas oscuras anticipaciones me abrumaban, y que mis amigos menudeaban sus implacables observaciones sobre esa aparición en mi oficina, un gran cambio se operó en mí. Resolví hacer un esfuerzo enérgico y librarme para siempre de esta pesadilla intolerable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Antes de urdir un complicado proyecto, sugerí simplemente a Bartleby la conveniencia de su partida. En un tono serio y tranquilo, entregué la idea a su cuidadosa y madura consideración. Al cabo de tres días de meditación, me comunicó que sostenía su criterio original; en una palabra, que prefería permanecer conmigo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">¿Qué hacer?, dije para mi, abotonando mi abrigo hasta el último botón. ¿Qué hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué dice mi conciencia que <i>debería</i> hacer con este hombre, o más bien, con este fantasma? Tengo que librarme de él; se irá, pero ¿cómo? ¿Echarás a ese pobre, pálido, pasivo mortal, arrojarás esa criatura indefensa? ¿Te deshonrarás con semejante crueldad? No, no quiero, no puedo hacerlo. Más bien lo dejaría vivir y morir aquí y luego emparedaría sus restos en el muro. ¿Qué harás entonces? Con todos tus ruegos, no se mueve. Deja los sobornos bajo tu propio pisapapeles, es bien claro que prefiere quedarse contigo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Entonces hay que hacer algo severo, algo fuera de lo común. ¿Cómo, lo harás arrestar por un gendarme y entregarás su inocente palidez a la cárcel? ¿Qué motivos podrías aducir? ¿Es acaso un vagabundo? ¡Cómo!, ¿él, un vagabundo, un ser errante, él, que rehúsa moverse? Entonces, ¿porque no quiere ser un vagabundo, vas a clasificarlo como tal? Esto es un absurdo. ¿Carece de medios visibles de vida?, bueno, ahí lo tengo. Otra equivocación, indudablemente vive y ésta es la única prueba incontestable de que tiene medios de vida. No hay nada que hacer entonces. Ya que él no quiere dejarme, yo tendré que dejarlo. Mudaré mi oficina; me mudaré a otra parte, y le notificaré que si lo encuentro en mi nuevo domicilio procederé contra él como contra un vulgar intruso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al día siguiente le dije:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Estas oficinas están demasiado lejos de la Municipalidad, el aire es malsano. En una palabra: tengo el proyecto de mudarme la semana próxima, y ya no requeriré sus servicios. Se lo comunico ahora, para que pueda buscar otro empleo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No contestó y no se dijo nada más.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">En el día señalado contraté carros y hombres, me dirigí a mis oficinas, y teniendo pocos muebles, todo fue llevado en pocas horas. Durante la mudanza el amanuense quedó atrás del biombo, que ordené fuera lo último en sacarse. Lo retiraron, lo doblaron como un enorme pliego; Bartleby quedó inmóvil en el cuarto desnudo. Me detuve en la entrada, observándolo un momento, mientras algo dentro de mí, me reconvenla.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Volví a entrar, con la mano en el bolsillo y mi corazón en la boca.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Adiós, Bartleby, me voy, adiós y que Dios lo bendiga de algún modo, y tome esto -deslicé algo en su mano. Pero él lo dejó caer al suelo y entonces, raro es decirlo, me arranqué dolorosamente de quien tanto había deseado librarme.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Establecido en mis oficinas, por uno o dos días mantuve la puerta con llave, sobresaltándome cada pisada en los corredores. Cuando volvía, después de cualquier salida, me detenía en el umbral un instante, y escuchaba atentamente al introducir la llave. Pero mis temores eran vanos. Bartleby nunca volvió.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pensé que todo iba bien, cuando un señor muy preocupado me visitó, averiguando si yo era el último inquilino de las oficinas en el n.º X de Wall Street.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Lleno de aprensiones, contesté que sí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Entonces, señor -dijo el desconocido, que resultó ser un abogado-, usted es responsable por el hombre que ha dejado allí. Se niega a hacer copias; se niega a hacer todo; dice que prefiere no hacerlo; y se niega a abandonar el establecimiento.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Lo siento mucho, señor -le dije con aparente tranquilidad, pero con un temblor interior-, pero el hombre al que usted alude no es nada mío, no es un pariente o un meritorio, para que usted quiera hacerme responsable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-En nombre de Dios, ¿quién es?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con toda sinceridad no puedo informarlo. Yo no sé nada de él. Anteriormente lo tomé como copista; pero hace bastante tiempo que no trabaja para mí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Entonces, lo arreglaré. Buenos días, señor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pasaron varios días y no supe nada más; y aunque a menudo sentía un caritativo impulso de visitar el lugar y ver al pobre Bartleby, un cierto escrúpulo, de no sé qué, me detenía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Ya he concluido con él, pensaba, al fin, cuando pasó otra semana sin más noticias. Pero al llegar a mi oficina, al día siguiente, encontré varias personas esperando en mi puerta, en un estado de gran excitación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Este es el hombre, ahí viene -gritó el que estaba delante, y que no era otro que el abogado que me había visitado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Usted tiene que sacarlo, señor, en el acto -gritó un hombre corpulento adelantándose y en el que reconocí al propietario del n.º X de Wall Street-. Estos caballeros, mis inquilinos, no pueden soportarlo más; El señor B. -señalando al abogado- lo ha echado de su oficina, y ahora persiste en ocupar todo el edificio, sentándose de día en los pasamanos de la escalera y durmiendo a la entrada, de noche. Todos están inquietos; los clientes abandonan las oficinas; hay temores de un tumulto, usted tiene que hacer algo, inmediatamente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Horrorizado ante este torrente, retrocedí y hubiera querido encerrarme con llave en mi nuevo domicilio. En vano protesté que nada tenía que ver con Bartleby. En vano: yo era la última persona relacionada con él y nadie quería olvidar esa circunstancia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Temeroso de que me denunciaran en los diarios (como alguien insinuó oscuramente) consideré el asunto y dije que si el abogado me concedía una entrevista privada con el amanuense en su propia oficina (la del abogado), haría lo posible para librarlos del estorbo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Subiendo a mi antigua morada, encontré a Bartleby silencioso, sentado sobre la baranda en el descanso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Qué está haciendo ahí, Bartleby? -le dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sentado en la baranda -respondió humildemente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Lo hice entrar a la oficina del abogado, que nos dejó solos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -dije-, ¿se da cuenta de que está ocasionándome un gran disgusto, con su persistencia en ocupar la entrada después de haber sido despedido de la oficina?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Tiene que elegir. O usted hace algo, o algo se hace con usted. Ahora bien, ¿qué clase de trabajo quisiera hacer? ¿Le gustaría volver a emplearse como copista?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-No, preferiría no hacer ningún cambio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Le gustaría ser vendedor en una tienda de géneros?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Es demasiado encierro. No, no me gustaría ser vendedor; pero no soy exigente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Demasiado encierro -grité-, pero si usted está encerrado todo el día!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Preferiría no ser vendedor -respondió como para cerrar la discusión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Qué le parece un empleo en un bar? Eso no fatiga la vista.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-No me gustaría, pero, como he dicho antes, no soy exigente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Su locuacidad me animó. Volví a la carga.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bueno, ¿entonces quisiera viajar por el país como cobrador de comerciantes? Sería bueno para su salud.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-No, preferiría hacer otra cosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿No iría usted a Europa, para acompañar a algún joven y distraerlo con su conversación? ¿No le agradaría eso?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-De ninguna manera. No me parece que haya en eso nada preciso. Me gusta estar fijo en un sitio. Pero no soy exigente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Entonces, quédese fijo -grité, perdiendo la paciencia. Por primera vez, en mi desesperante relación con él, me puse furioso-. ¡Si usted no se va de aquí antes del anochecer; me veré obligado, en verdad, <i>estoy obligado</i>, a irme yo mismo! -dije, un poco absurdamente, sin saber con qué amenaza atemorizarlo para trocar en obediencia su inmovilidad. Desesperado de cualquier esfuerzo ulterior; precipitadamente me iba, cuando se me ocurrió un último pensamiento -uno ya vislumbrado por mí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby -dije, en el tono más bondadoso que pude adoptar; dadas las circunstancias- ¿usted no iría a casa conmigo? No a mi oficina, sino a mi casa, ¿a quedarse allí hasta encontrar un arreglo conveniente? Vámonos ahora mismo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-No, por el momento preferiría no hacer ningún cambio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">No contesté; pero eludiendo a todos por lo súbito y rápido de mi fuga, huí del edificio, corrí por Wall Street hacia Broadway y saltando en el primer ómnibus me vi libre de toda persecución. Apenas vuelto a mi tranquilidad, comprendí que yo había hecho todo lo humanamente posible, tanto respecto a los pedidos del propietario y sus inquilinos, como respecto a mis deseos y mi sentido del deber; para beneficiar a Bartleby, y protegerlo de una ruda persecución. Procuré estar tranquilo y libre de cuidados; mi conciencia justificaba mi intento, aunque a decir verdad, no logré el éxito que esperaba. Tal era mi temor de ser acosado por el colérico propietario y sus exasperados inquilinos, que entregando por unos días mis asuntos a Nippers, me dirigí a la parte alta de la ciudad, a través de los suburbios, en mi coche; crucé de Jersey City a Hoboken, e hice fugitivas visitas a Manhattanville y Astoria. De hecho, casi estuve domiciliado en mi coche durante ese tiempo. Cuando regresé a la oficina, encontré sobre mi escritorio una nota del propietario. La abrí con temblorosas manos. Me informaba que su autor había llamado a la policía, y que Bartleby había sido conducido a la cárcel como vagabundo. Además, como yo lo conocía más que nadie, me pedía que concurriera y que hiciera una declaración conveniente de los hechos. Estas nuevas tuvieron sobre mi un efecto contradictorio. Primero, me indignaron, luego casi merecieron mi aprobación. El carácter enérgico y expeditivo del propietario le había hecho adoptar un temperamento que yo no hubiera elegido; y, sin embargo, como último recurso, dadas las circunstancias especiales, parecía el único camino.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Supe después que cuando le dijeron al amanuense que sería conducido a la cárcel, éste no ofreció la menor resistencia. Con su pálido modo inalterable, silenciosamente asintió. Algunos curiosos o apiadados espectadores se unieron al grupo; encabezada por uno de los gendarmes, del brazo de Bartleby, la silenciosa procesión siguió su camino entre todo el ruido, y el calor, y la felicidad de las aturdidas calles al mediodía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El mismo día que recibí la nota, fui a la cárcel. Buscando al empleado, declaré el propósito de mi visita, y fui informado que el individuo que yo buscaba estaba, en efecto, ahí dentro. Aseguré al funcionario que Bartleby era de una cabal honradez y que merecía nuestra lástima, por inexplicablemente excéntrico que fuera. Le referí todo lo que sabía, y le sugerí que lo dejaran en un benigno encierro hasta que algo menos duro pudiera hacerse -aunque no sé muy bien en qué pensaba. De todos modos, si nada se decidía, el asilo debía recibirlo. Luego solicité una entrevista.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Como no había contra él ningún cargo serio, y era inofensivo y tranquilo, le permitían andar en libertad por la prisión y particularmente por los patios cercados de césped. Ahí lo encontré, solitario en el más quieto de los patios, con el rostro vuelto a un alto muro, mientras alrededor; me pareció ver los ojos de asesinos y de ladrones, atisbando por las estrechas rendijas de las ventanas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¡Bartleby!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Lo conozco -dijo sin darse vuelta- y no tengo nada que decirle.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Yo no soy el que le trajo aquí, Bartleby -dije profundamente dolido por su sospecha-. Para usted, este lugar no debe ser tan vil. Nada reprochable lo ha traído aquí. Vea, no es un lugar tan triste, como podría suponerse. Mire, ahí está el cielo, y aquí el césped.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sé dónde estoy -replicó, pero no quiso decir nada más, y entonces lo dejé.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Al entrar de nuevo en el corredor; un hombre ancho y carnoso, de delantal, se me acercó, y señalando con el pulgar sobre el hombro, dijo:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Ése es su amigo?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Sí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Quiere morirse de hambre? En tal caso, que observe el régimen de la prisión y saldrá con su gusto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Quién es usted? -le pregunté, no acertando a explicarme una charla tan poco oficial en ese lugar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Soy el despensero. Los caballeros que tienen amigos aquí me pagan para que los provea de buenos platos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Es cierto? -le pregunté al guardián. Me contestó que sí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bien, entonces -dije, deslizando unas monedas de plata en la mano del despensero-, quiero que mi amigo esté particularmente atendido. Dele la mejor comida que encuentre. Y sea con él lo más atento posible.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Presénteme, ¿quiere? -dijo el despensero, con una expresión que parecía indicar la impaciencia de ensayar inmediatamente su urbanidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pensando que podía redundar en beneficio del amanuense, accedí, y preguntándole su nombre, me fui a buscar a Bartleby.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Bartleby, éste es un amigo, usted lo encontrará muy útil.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Servidor; señor -dijo el despensero, haciendo un lento saludo, detrás del delantal-. Espero que esto le resulte agradable, señor; lindo césped, departamentos frescos, espero que pase un tiempo con nosotros, trataremos de hacérselo agradable. ¿Qué quiere cenar hoy?</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6tTFHrtIM7iZs2xdwHMqJCr2oNUn9f83I4TsoQhU6mXUBxpa6DnkQKXxP3L5IdalP3t16fbz2MBpTDRWV8fh7Y0Cvd1Nl4IP6QiemQidGMib7NlpxqR5lnCSxATjaOPBEAfTwWV71NEN3/s1600/mzl.ssbhxpqm.175x175-75.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="background-color: #f9cb9c; color: black; font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6tTFHrtIM7iZs2xdwHMqJCr2oNUn9f83I4TsoQhU6mXUBxpa6DnkQKXxP3L5IdalP3t16fbz2MBpTDRWV8fh7Y0Cvd1Nl4IP6QiemQidGMib7NlpxqR5lnCSxATjaOPBEAfTwWV71NEN3/s320/mzl.ssbhxpqm.175x175-75.jpg" width="320" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Prefiero no cenar hoy -dijo Bartleby, dándose vuelta-. Me haría mal; no estoy acostumbrado a cenar -con estas palabras se movió hacia el otro lado del cercado, y se quedó mirando la pared.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Cómo es esto? -dijo el hombre, dirigiéndose a mí con una mirada de asombro-. Es medio raro, ¿verdad?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Creo que está un poco desequilibrado -dije con tristeza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Desequilibrado? ¿ Está desequilibrado? Bueno, palabra de honor que pensé que su amigo era un caballero falsificador; los falsificadores son siempre pálidos y distinguidos. No puedo menos que compadecerlos; me es imposible, señor. ¿No conoció a Monroe Edwards? -agregó patéticamente y se detuvo. Luego, apoyando compasivamente la mano en mi hombro, suspiró-: murió tuberculoso en Sing-Sing. Entonces, ¿usted no conocía a Monroe?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-No, nunca he tenido relaciones sociales con ningún falsificador. Pero no puedo demorarme. Cuide a mi amigo. Le prometo que no le pesará. Ya nos veremos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Pocos días después, conseguí otro permiso para visitar la cárcel y anduve por los corredores en busca de Bartleby, pero sin dar con él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Lo he visto salir de su celda no hace mucho -dijo un guardián-. Habrá salido a pasear al patio. Tomó esa dirección.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Está buscando al hombre callado? -dijo otro guardián, cruzándose conmigo-. Ahí está, durmiendo en el patio. No hace veinte minutos que lo vi acostado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El patio estaba completamente tranquilo. A los presos comunes les estaba vedado el acceso. Los muros que lo rodeaban, de asombroso espesor; excluían todo ruido. El carácter egipcio de la arquitectura me abrumó con su tristeza. Pero a mis pies crecía un suave césped cautivo. Era como si en el corazón de las eternas pirámides, por una extraña magia, hubiese brotado de las grietas una semilla arrojada por los pájaros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Extrañamente acurrucado al pie del muro, con las rodillas levantadas, de lado, con la cabeza tocando las frías piedras, vi al consumido Bartleby. Pero no se movió. Me detuve, luego me acerqué; me incliné, y vi que sus vagos ojos estaban abiertos; por lo demás, parecía profundamente dormido. Algo me impulsó a tocarlo. Al sentir su mano, un escalofrío me corrió por el brazo y por la medula hasta los pies.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">La redonda cara del despensero me interrogó:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Su comida está pronta. ¿No querrá comer hoy tampoco? ¿O vive sin comer?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Vive sin comer -dije yo y le cerré los ojos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-¿Eh?, está dormido, ¿verdad?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">-Con reyes y consejeros -dije yo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">Creo que no hay necesidad de proseguir esta historia. La imaginación puede suplir fácilmente el pobre relato del entierro de Bartleby. Pero antes de despedirme del lector; quiero advertirle que si esta narración ha logrado interesarle lo bastante para despertar su curiosidad sobre quién era Bartleby, y qué vida llevaba antes de que el narrador trabara conocimiento con él, sólo puedo decirle que comparto esa curiosidad, pero que no puedo satisfacerla. No sé si debo divulgar un pequeño rumor que llegó a mis oídos, meses después del fallecimiento del amanuense. No puedo afirmar su fundamento; ni puedo decir qué verdad tenía. Pero, como este vago rumor no ha carecido de interés para mí, aunque es triste, puede también interesar a otros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">El rumor es éste: que Bartleby había sido un empleado subalterno en la Oficina de <i>Cartas Muertas</i> de Wáshington, del que fue bruscamente despedido por un cambio en la administración. Cuando pienso en este rumor; apenas puedo expresar la emoción que me embargó. ¡Cartas muertas!, ¿no se parece a hombres muertos? Conciban un hombre por naturaleza y por desdicha propenso a una pálida desesperanza. ¿Qué ejercicio puede aumentar esa desesperanza como el de manejar continuamente esas cartas muertas y clasificarlas para las llamas? Pues a carradas las queman todos los años. A veces, el pálido funcionario saca de los dobleces del papel un anillo -el dedo al que iba destinado, tal vez ya se corrompe en la tumba-; un billete de Banco remitido en urgente caridad a quien ya no come, ni puede ya sentir hambre; perdón para quienes murieron desesperados; esperanza para los que murieron sin esperanza, buenas noticias para quienes murieron sofocados por insoportables calamidades. Con mensajes de vida, estas cartas se apresuran hacia la muerte.</span><br />
<span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;">¡Oh Bartleby! ¡Oh humanidad!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="background-color: #f9cb9c; font-family: Verdana, sans-serif;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: maroon;"><br />
</span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-84929318634253886242011-12-28T09:54:00.000-08:002011-12-28T09:55:58.349-08:00La política del cuerpo - Clive Barker<blockquote class="tr_bq">Clive Barker: creador de la historia que dió paso a la famosa película Hellraiser. Les parece así mucho más familiar? Lo sé, al menos para las personas que vivieron su juventud en los 80's o que, como yo, disfrutamos enormemente del cine de terror de aquella década. Independientemente de si la saga les pareció buena o mala, pasa por mi blog el día de hoy un cuento de Barker titulado ''la política del cuerpo'', una historia de ciencia ficción que vincula elementos interesantes, incluyendo ciertas sátiras, frases sarcásticas y criticando muy sutilmente la sociedad actual (se me parece por alguna razón muy similar a Stephen King en ese sentido). Si con el post anterior hubo mucho por leer, con este tendrán aún más, y de seguro agrade más que el anterior. Así: buen provecho!</blockquote><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Cada vez que Charlie George se despertaba, sus manos se quedaban quietas.<o:p></o:p></span><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJDVWW1lT77FYywxreC-t1hxU_xKcV3flVuhHdtB8nNKfdsptk72qn5g3uWRj5e54Jfd19Ip8y5ajVyuSoZQ_wnDIow_AqsUqUjpi9iLyzv888dEAxpxgLb5CrgLRq0NJ2CwKcJ0spgz_1/s1600/bob1ukh1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJDVWW1lT77FYywxreC-t1hxU_xKcV3flVuhHdtB8nNKfdsptk72qn5g3uWRj5e54Jfd19Ip8y5ajVyuSoZQ_wnDIow_AqsUqUjpi9iLyzv888dEAxpxgLb5CrgLRq0NJ2CwKcJ0spgz_1/s320/bob1ukh1.jpg" width="204" /></a></div><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En ocasiones tenía demasiado calor bajo las mantas y arrojaba un par hacia el lado de la cama que ocupaba Ellen. En otras, llegaba incluso a levantarse, todavía medio dormido, y atravesaba descalzo la cocina para servirse un vaso de zumo de manzana helado. Luego volvía a la cama, se acostaba junto a Ellen, ovillada en forma de cuarto creciente, y dejaba que lo inundara el sueño. Entonces, ellas esperaban hasta que cerraba los ojos y su respiración se hacía acompasada como un mecanismo de relojería, para asegurarse de que se había dormido profundamente. Sólo entonces, cuando sabían que la conciencia había desaparecido, se atrevían a recomenzar sus vidas secretas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Hacía ya meses que Charlie se levantaba con un incómodo dolor en las manos y las muñecas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Vete a ver al médico —le decía Ellen, poco comprensiva como nunca—. ¿Por qué no vas a ver al medico?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Detestaba a los médicos, por eso no iba. ¿Quién en su sano juicio iba a confiar en una persona cuya profesión consistía en andar fisgoneando a los enfermos?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Probablemente he trabajado demasiado —se decía el.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No caerá esa breva —murmuraba Ellen.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pero ¿no era ésa acaso la explicación mas probable? Era empaquetador de oficio, trabajaba con las manos todo el día. Y se le cansaban. Era natural.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Deja de inquietarte, Charlie —le ordeno una mañana a su propio reflejo mientras se daba palmadas en la cara para despertarse—. Tus manos están en forma para lo que les echen.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Noche tras noche, la rutina era la misma; algo más o menos así:<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Los George están durmiendo, el uno junto a la otra, en el lecho conyugal. Él, de espaldas, ronca suavemente; ella, ovillada a la izquierda del marido. Charlie apoya la cabeza en dos almohadas enormes. Tiene la mandíbula ligeramente caída y, bajo el velo surcado de venitas de los párpados, los ojos exploran una aventurera ensoñación. Esta noche tal vez sea bombero y entre heróicamente en el corazón de un burdel en llamas. Duerme y sueña contento, a veces frunce el ceño, a veces sonríe presuntuosamente.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Debajo de las sábanas se produce un movimiento. Lenta y cautelosamente, las manos de Charlie abandonan la calidez del lecho y salen al aire libre. Los dedos índices se doblan como cabezas pobladas de uñas al encontrarse en la curva del abdomen de Charlie. Se enlazan para saludarse, como compañeros de armas. Charlie gime en sueños. El burdel se le ha derrumbado encima. Las manos se aquietan inmediatamente, fingiendo inocencia. Al cabo de un rato, restablecido el ritmo uniforme de la respiración, comienzan la discusión de verdad.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Un observador casual, sentado al pie de la cama de George, podría considerar este intercambio como un síntoma de desorden mental en Charlie. La forma en que sus manos se retuercen y tiran una de la otra, dándose de palmaditas, o enzarzadas en una especie de disputa. Pero en sus movimientos existe claramente un codigo o secuencia, si bien espasmódico. Se podría llegar a pensar que el hombre dormido es sordomudo y que está hablando en sueños. Pero las manos no hablan ningún lenguaje de signos reconocible, ni tampoco intentan comunicarse con nadie, sólo entre sí. Se trata de una reunión clandestina que mantienen exclusivamente las manos de Charlie. Allí estarán toda la noche, sobre su estómago, maquinando en contra de la integridad del cuerpo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">A Charlie no le pasaba del todo inadvertida la sedición que hervía en el extremo de sus muñecas. Abrigaba la torpe sospecha de que había algo en su vida que no funcionaba del todo bien. Tenía cada vez mas la sensación de estar aislado de la experiencia corriente: como si se estuviera convirtiendo gradualmente en espectador de los rituales diurnos (y nocturnos) de la vida, más que en participante. Tomemos su vida amorosa, por ejemplo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Nunca había sido un gran amante, pero tampoco sentía que tuviera que disculparse por nada. Ellen parecía satisfecha de sus atenciones. Pero en esos días se sentía como alejado del acto. Observaba cómo viajaban sus manos sobre el cuerpo de Ellen, tocándola con toda la íntima habilidad de que eran capaces, y veía sus maniobras como a gran distancia, incapaz de disfrutar de las sensaciones de calidez y humedad. No era que sus dedos hubieran perdido agilidad. Todo lo contrario. Ultimamente, Ellen se había aficionado a besarle los dedos, diciéndoles lo inteligentes que eran. El elogio no lo tranquilizaba ni pizca. En todo caso, le hacía sentirse peor el pensar que sus manos daban tanto placer cuando él no sentía nada.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Existían otros síntomas de inestabilidad. Síntomas pequeños e irritantes. Había tomado conciencia de la forma en que sus dedos marcaban ritmos marciales sobre las cajas que él cerraba en la fábrica, y de la forma en que sus manos se habían aficionado a romper lápices, partiéndolos en trocitos antes de que notara lo que estaba, o más bien, estaban ellas haciendo, dejando astillas de madera y trozos de grafito desparramados por el suelo de la sala de empaquetado.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Lo más incómodo de todo era que a veces se encontraba estrechándoles la mano a personas que le resultaban totalmente extrañas. Le había ocurrido en tres ocasiones diferentes. Una vez en la cola del autobús, y dos veces en el ascensor de la fábrica. Se dijo que no era más que la primitiva urgencia de aferrarse a otra persona en un mundo cambiante: era la mejor explicación que había logrado encontrar. Fuera cual fuese el motivo, era increíblemente desconcertante, sobre todo cuando se descubrió a sí mismo estrechándole la mano subrepticiamente a su propio capataz. Lo peor de todo había sido que la mano del otro hombre había apretado la de Charlie, y que ambos se quedaron mirándose los brazos como los propietarios de dos perros que observaban a sus levantiscos animalitos copulando en el extremo de las respectivas traíllas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie había empezado cada vez con más frecuencia a espiar las palmas de sus manos, en busca de pelos. Ese era el primer síntoma de locura, según le había advertido su madre en cierta ocasión. No los pelos, sino el hecho de espiar para buscarlos.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Aquello se convirtió en una carrera contra el tiempo. Por las noches, discutiendo sobre su vientre, las manos sabían muy bien el estado crítico de la mente de Charlie; sería sólo cuestión de días, y su imaginación impetuosa no tardaría en descubrir la verdad.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">¿Qué hacer, pues? ¿Arriesgarse a una separación temprana, con todas las consecuencias posibles, o dejar que la inestabilidad de Charlie siguiera su propio curso imprevisible, con el riesgo de que descubriera la conjura camino ya de la locura? Las discusiones se tornaron más acaloradas. Izquierda, como de costumbre, fue cautelosa: <o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Y si nos equivocáramos y no hubiera vida después del cuerpo? —decía bruscamente, con leves golpecitos.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Entonces, nunca lo sabremos —respondía Derecha.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Izquierda reflexionaba un momento acerca del problema y luego inquiría:<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Cómo lo haremos cuando llegue el momento?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Se trataba de una cuestión irritante, e Izquierda sabía que preocupaba al líder más que ninguna otra cosa.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Cómo? —volvía a inquirir, aprovechándose de la ventaja—. ¿Cómo? ¿Cómo?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Ya encontraremos la forma —respondía Derecha—. La cuestión es que el corte sea limpio.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Y si él se resiste?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Un hombre resiste con sus manos. Y sus manos montarán una revolución en su contra.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Cuál de nosotras será?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—A mí me sabe usar más eficazmente —respondía Derecha—, de modo que seré yo quien empuñe el arma. Tú te irás.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Entonces, Izquierda permanecía un rato en silencio. Durante todos esos años nunca se habían separado. No era un pensamiento cómodo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Más tarde, vendrás a buscarme —le decía Derecha.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Claro que lo haré.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Tienes que hacerlo. Soy el Mesías. Sin mí no tendras adónde ir. Has de reunir un ejército, y luego, has de venir a buscarme.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Hasta el fin del mundo, si es preciso.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No seas sentimental.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Entonces se abrazaban, como hermanos largo tiempo separados, jurándose fidelidad para siempre. ¡Ah, qué noches ajetreadas, llenas del alborozo de la rebelión planificada! A veces, durante el día, cuando habían jurado mantenerse separadas, les resultaba imposible no reunirse en un momento de ocio y darse golpecitos. Y se decían: <o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Muy pronto, muy pronto.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Esta noche nos veremos otra vez sobre el estómago.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Cómo será cuando el mundo nos pertenezca?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie sabía que estaba a punto de darle un ataque de nervios. Se sorprendió a sí mismo observándose las manos, viéndolas con los índices en el aire como cabezas de unas bestias de largos cuellos, oteando el horizonte. Tal era su paranoia que en ocasiones se sorprendía mirando fijamente las manos de otras personas, obsesionado por la forma en que hablaban un lenguaje propio, independiente de las intenciones del usuario. Las manos seductoras de la virginal secretaria, las manos maniacas del asesino que vio en la televisión afirmando su inocencia. Manos que traicionaban a sus propietarios con cada gesto, que contradecían la ira con una excusa, el amor con la furia. Los síntomas de amotinamiento parecían estar en todas partes. Con el tiempo, Charlie supo que tendría que contárselo a alguien o perdería la cordura.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Escogió a Ralph Fry, de contabilidad: un hombre sobrio, aburrido, en el que Charlie confiaba. Ralph fue muy comprensivo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Uno suele coger esas manías —le dijo—. A mí me dieron cuando Yvonne me abandonó. Unos terribles ataques de nervios.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Y qué hiciste?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Fui al psicoanalista. Se llama Jeudwine. Deberías hacer una terapia. Te sentirás un hombre nuevo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie le dio vueltas a la idea en su mente. Y después de unas cuantas revoluciones dijo:<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Por qué no? ¿Cobra muy caro?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Sí. Pero es bueno. A mí me quitó los tics sin ningún problema. Hasta que fui a verle, me creía el clásico tipo con problemas matrimoniales. Y ahora mírame. —Fry hizo un gesto expansivo—. Tengo tantos impulsos libidinosos reprimidos que no sé por dónde empezar. —Sonrió como un loco—. Pero estoy contento como un chico con juguetes nuevos. Nunca estuve más contento. Prueba con este médico, no tardará en encontrar algo que te motive.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—El problema no es el sexo —le dijo Charlie a Fry.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Te lo digo yo, el problema siempre es el sexo —insistió Fry con sonrisa de enterado.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Al día siguiente Charlie telefoneó al doctor Jeudwine, sin decirle nada a Ellen; la secretaria del psicoanalista le dio cita para la sesión inicial. Mientras hacía la llamada telefónica, las palmas le sudaron tanto que creyó que se le resbalaría el auricular de la mano, pero una vez que hubo terminado se sintió mejor.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Ralph Fry tenía razón, el doctor Jeudwine era un buen hombre. No se rió de los pequeños temores que Charlie le reveló, todo lo contrario, le escuchó hasta la última palabra con el mayor interés. Fue muy tranquilizador.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En el curso de la tercera sesión, el médico le hizo revivir a Charlie un recuerdo con una intensidad espectacular: las manos de su padre, cruzadas sobre el pecho de tonel mientras yacía en el ataúd; el color rojizo; el vello grueso que cubría los dorsos. La absoluta autoridad de aquellas manos anchas, incluso en la muerte, había perseguido a Charlie durante meses después de fallecido su padre. ¿Acaso no había imaginado, mientras miraba cómo era entregado el cuerpo al humus, que todavía se movían? ¿Que incluso en ese momento las manos golpeteaban sobre la tapa del ataúd, exigiendo que las dejasen salir? Era algo descabellado, pero el sacarlo a relucir le hizo mucho bien a Charlie. Bajo la brillante luz de la consulta de Jeudwine, la fantasía le pareció insípida y ridícula. Tembló ante la mirada atenta del médico, se quejó de que la luz era demasiado fuerte y luego salió volando, demasiado débil como para soportar el escrutinio.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El exorcismo fue mucho más fácil de lo que Charlie había imaginado. Sólo hizo falta sondear un poco y aquella tontería de la niñez fue desalojada de su psiquis como quien se arranca de entre los dientes un resto de carne en mal estado. Ya no continuaría pudriéndose allí. Por su parte, Jeudwine se mostró abiertamente encantado con los resultados, y cuando hubieron terminado, le explicó que aquella obsesión en particular le resultaba nueva, y que se alegraba de haber podido manejar el problema. Le dijo que las manos como símbolo de la autoridad paterna no eran algo común. Normalmente, en los sueños de sus pacientes predominaba el pene, le explicó a Charlie, y éste le contestó que a él las manos siempre le habían parecido mucho más importantes que las partes pudendas. Al fin y al cabo podían cambiar el mundo, ¿o no?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Concluido el tratamiento con Jeudwine, Charlie no dejó de romper lápices ni de tamborilear con los dedos. Y lo cierto era que el ritmo era más rápido e insistente que nunca. Pero razonó que los perros de mediana edad no solían olvidar fácilmente sus trucos, y que le llevaría cierto tiempo recuperar el equilibrio.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">De modo que la revolución permaneció soterrada. Sin embargo, había escapado por los pelos. Estaba claro que no había tiempo para engaños. Las rebeldes debían actuar.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sin darse cuenta, fue Ellen la instigadora de la insurrección final. Ocurrió después de que hicieran el amor, un martes por la noche. Hacía calor, aunque estaban en octubre; la ventana estaba entreabierta y las cortinas apartadas unos cuantos centímetros para permitir el paso de una brisa tonta. Marido y mujer yacían juntos bajo una misma sábana. Charlie se había dormido, incluso antes de que se le secara el sudor de la nuca. Junto a él, Ellen seguía despierta, con la cabeza erguida y apoyada sobre una almohada dura como la roca, y los ojos bien abiertos. Sabía que esa noche el sueño tardaría en llegar. Sería una de esas noches en que sentiría un escozor por todo cl cuerpo y que cada arruga de la cama reptaría bajo su peso, y que todas las dudas que había tenido alguna vez se quedarían mirándola como papando moscas en la oscuridad. Tenía ganas de orinar (siempre le ocurría después de hacer el amor), pero no lograba reunir la voluntad necesaria para levantarse e ir al lavabo. Cuanto mas esperara más necesitaría ir, por supuesto, y más tardaría en dormirse. Era una situación de lo más estúpida, pensó, y luego, enmarañada entre sus ansiedades, se extravió y ya no supo cuál era aquella situación tan estúpida.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">A su lado, Charlie se movió. Pero sólo eran sus manos que se retorcían. Lo miró a la cara. Dormía como un perfecto angelito, y no aparentaba los cuarenta y un años que tenía, a pesar de los toques blancos que pintaban sus patillas. Le gustaba lo suficiente como para decir que lo amaba, pero no lo suficiente como para perdonarle sus pecados. Era perezoso, y no paraba de quejarse. Dolores, cansancios. Tambien estaban esas noches en que había llegado tarde (últimamente ya no lo hacía), y había tenido la certeza de que salía con otra mujer. Mientras lo observaba, aparecieron sus manos. Salieron de debajo de la sábana como dos niños que riñen; los dedos hendían el aire para dar mas énfasis al diálogo. <o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Ellen frunció el ceño; no podía creer lo que veía. Era como mirar la televisión con el mando del sonido al mínimo: un espectáculo mudo para ocho dedos y dos pulgares. Asombrada, siguió mirando y las manos subieron por el costado del cuerpo de Charlie y apartaron la sabana que le cubría la barriga, dejando al descubierto el vello que se espesaba al bajar hasta las partes pudendas. La cicatriz del apéndice, más brillante que la piel que la rodeaba, quedó iluminada por la luz. Allí, sobre su estómago, estaban sentadas las manos.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La discusión entre ambas era especialmente vehemente esa noche. Izquierda, siempre la más conservadora de las dos, sostenía que había que retrasar la fecha de la separación, pero Derecha no estaba para esperas. Había llegado la hora, aseguraba, de probar su fuerza contra el tirano y de derrocar de una vez por todas al cuerpo. Tal como estaban las cosas, la decisión ya no les competía a ambas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Ellen levantó la cabeza de la almohada y, por primera vez, las manos sintieron que las estaban mirando. Habían estado demasiado concentradas en la discusión como para notar la presencia de Ellen. Ahora. por fin, la conspiración había quedado al descubierto.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Charlie... —siseó Ellen al oído del tirano—para ya, Charlie. Para.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Derecha levantó el índice y el medio, oteando su presencia.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Charlie... —repitió Ellen.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">¿Por que dormiría siempre tan profundamente?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Charlie... —Lo sacudió con más violencia al tiempo que Derecha le daba unos golpecitos a izquierda, advirtiéndole que la mujer las miraba—. Por favor, Charlie, despierta.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sin previo aviso, Derecha salto, e Izquierda solo se rezago un instante. Ellen aulló el nombre de Charlie una vez más antes de que las manos se abrazaran a su cuello.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En sus sueños, Charlie sc encontraba en un barco de esclavos. el escenario de sus sueños era casi siempre tan exotico como los de Cecil B. De Mille. En esta épica, tenía las manos esposadas, y lo conducían al tajo de flagelación arrastrandolo por los grilletes; iban a castigarlo por una falta no revelada. Pero de repente. se puso a soñar que agarraba al capitán por el delgado cuello. A su alrededor, los esclavos gritaban, animándolo para que lo estrangulase. El capitán —que se parecía bastante al doctor Jeudwine— le suplicaba que no lo hiciera: su voz sonaba chillona y temerosa.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Se parecía a la voz de una mujer, a la de Ellen.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Charlie! —chillaba—. ¡No, por favor!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pero sus absurdas quejas no consiguieron otra cosa que hacer que Charlie sacudiera al hombre con mas violencia que nunca y se sintiera como el héroe, mientras los esclavos, milagrosamente liberados, se agolpaban a su alrededor formando una horda sonriente que observaba los últimos momentos de su amo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El capitán, cuya cara se había vuelto color purpura, apenas logró murmurar:<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Me estás matando...<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Acto seguido, los dedos de Charlie se hundieron por ultima vez en su cuello y despacharon al hombre. Sólo entonces, a través de las brumas del sueño, se dio cuenta de que su víctima, aunque era hombre, carecía de nuez de Adán. El barco comenzó a evaporarse y las voces exhortantes perdieron su vehemencia. Parpadeó y abrió los ojos. Estaba de pie, en la cama, vestido sólo con el pantalón del pijama. Ellen se encontraba entre sus manos. Tenía la cara morada y manchada de una saliva blanca y espesa. La lengua le colgaba de la boca. Los ojos aún no se le habían cerrado, y por un momento le dio la impresión de que en ellos todavía había vida mirando fijamente desde detrás de las celosías de los párpados. Después, las ventanas quedaron vacías, y Ellen terminó por abandonar la casa. <o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">A Charlie lo invadió la pena y un terrible remordimiento. Intentó soltar el cuerpo de Ellen, pero sus manos se negaron a dejar el cuello de la mujer. Sus dedos, ahora completamente insensibles, seguían estrangulándola, con desvergonzada culpabilidad. Retrocedió en la cama y bajó al suelo, pero ella fue tras él, prendida al extremo de sus brazos tendidos, como una compañera de baile no deseada.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Por favor... —imploró a sus dedos—, ¡por favor!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Inocentes cual escolares a quienes pescaran robando, sus manos soltaron la carga y saltaron con fingida sorpresa. Ellen cayó tumbada sobre la alfombra, cual un hermoso saco de muerte. A Charlie se le doblaron las rodillas; incapaz de impedir la caída, se desplomó junto a Ellen y dejó que brotaran las lágrimas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sólo quedaba la acción. Ya no había necesidad de camuflajes, ni de reuniones clandestinas y discusiones interminables; la verdad había quedado al descubierto, para bien o para mal. Sólo debían esperar un poco. Sólo era cuestión de tiempo antes de que él se acercara a un cuchillo de cocina, una sierra o un hacha. Faltaba poco, muy poco.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie permaneció tendido en el suelo, junto a Ellen, durante largo tiempo, sollozando. Y luego, otro largo tiempo, pensando. ¿Qué tendría que hacer en primer lugar? ¿Llamar a su abogado? ¿A la policía? ¿Al doctor Jeudwine? A quienquiera que telefonease, no podría hacerlo allí tendido, boca abajo. Intentó incorporarse; le costó mucho trabajo hacer que sus manos entumecidas lo sostuvieran. Le picaba todo el cuerpo, como si pasara por él una leve corriente eléctrica. Sólo las manos carecían de tacto. Las levantó, delante de la cara, para secarse los ojos anegados en llanto, pero permanecieron dobladas, sin vida, sobre su mejilla. Con los codos, se arrastró hasta la pared y con sucesivos contoneos logró incorporarse apoyándose en ella. Todavía medio cegado por la pena, salió del dormitorio a rastras y bajó la escalera. (La cocina, le dijo Derecha a Izquierda, va a la cocina.) «Esta pesadilla no me pertenece —pensó mientras encendía la luz del comedor con la barbilla y se dirigía al armario de las bebidas—. Soy inocente. No soy nadie. ¿Por qué tendría que pasarme esto a mí?»<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La botella de whisky se le resbaló cuando intentó obligar a la mano a cogerla. Se hizo pedazos en el suelo del comedor, y el aroma penetrante del alcohol le acicateó el paladar.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Vidrios rotos —golpeteó Izquierda.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No —repuso Derecha—. Es necesario que el corte sea limpio. Ten paciencia.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie se alejó de la botella tambaleándose y fue hasta el teléfono. Tenía que telefonear a Jeudwine, el médico le diría qué hacer. Intentó levantar el auricular, pero volvieron a fallarle las manos; los dedos se le doblaron cuando quiso marcar el número de Jeudwine. Lagrimas de frustración se llevaron la pena y la reemplazaron por rabia. Torpemente, cogió el auricular entre las muñecas y se lo llevo a la oreja, sosteniéndolo entre la cabeza y el hombro. Lueso, marcó el número de Jeudwine con el codo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Mantén el control —se dijo en voz alta—, mantén el control.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Logró oír cómo el número de Jeudwine era transmitido por la línea. En cuestión de segundos, la cordura contestaría al otro extremo; entonces todo saldría bien. Sólo tenía que resistir unos cuantos momentos más.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sus manos comenzaron a abrirse y cerrarse convulsivamente.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Contrólate —se dijo, pero las manos no le respondían.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Lejos, muy lejos, el teléfono sonaba en casa del doctor Jeudwine.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Conteste, conteste! ¡Por Dios conteste!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Los brazos de Charlie comenzaron a sacudirse con tal violencia que a duras penas logró mantener el auricular en su lugar.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Conteste! —chilló en el micrófono—. ¡Por favor!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Antes de que la voz de la razón lograse hablar, su mano Derecha se extendió y agarró la mesa de teca del comedor, que se hallaba a escasa distancia de donde se encontraba Charlie. Se aferró al borde y le hizo perder el equilibrio.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Qué..., qué haces? —inquirió, sin estar seguro de si se dirigía a sí mismo o a su mano.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Alelado, se quedó mirando al miembro amotinado, mientras éste avanzaba poco a poco por el borde de la mesa. La intención resultaba clara: quería alejarlo del teléfono, de Jeudwine y de toda esperanza de rescate. Charlie ya no controlaba el comportamiento de su mano, ya no sentía nada en las muñecas ni en los antebrazos. La mano ya no le pertenecía. Seguía pegada a él, pero no le pertenecía.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Al otro lado de la línea, alguien descolgó el telefono y la voz de Jeudwine, irritada porque lo habían despertado, contestó:<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Diga?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Doctor...<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Quién habla?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Soy Charlie...<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Quién?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Charlie George, doctor. Tiene que recordarme.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano tiraba y lo alejaba cada vez más del teléfono. Charlie notó que el auricular se le resbalaba de entre el hombro y la oreja.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Quién ha dicho?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Charles George. Por el amor de Dios, Jeudwine, tiene que ayudarme.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Llámeme mañana al consultorio.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No, no me entiende. Mis manos, doctor..., están fuera de control.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">A Charlie se le encogió el estómago cuando sintió que algo se arrastraba por la cadera. Era su mano izquierda que pasaba por la parte anterior de su cuerpo y bajaba en dirección a la ingle.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No te atrevas —le advirtió—, me perteneces.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Con quién está hablando? —inquirió Jeudwine, confundido.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Con mis manos! ¡Quieren matarme, doctor! —Lanzó un grito para detener el avance de la mano—. ¡No lo hagas! ¡Para!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sin escuchar los gritos del déspota, Izquierda aferró los testículos de Charlie y los estrujó como si quisiera guerra. No se sintió defraudada. Charlie gritó en el micrófono del teléfono cuando Derecha se aprovechó de su distracción y le hizo perder el equilibrio. El auricular cayó al suelo; las preguntas de Jeudwine quedaron eclipsadas por el dolor de la entrepierna. Cayó al suelo pesadamente y se golpeó la cabeza en la mesa.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Hija de puta! —le gritó a su mano—, ¡maldita hija de puta!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Impenitente, Izquierda se escabullo hacia arriba, por el cuerpo de Charlie; se unió a Derecha, que estaba en la parte superior de la mesa, y ambas dejaron a Charlie colgando de la mesa en la que había cenado tantas veces, en la que tantas veces había reído.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Poco despues, cuando hubieron discutido las tácticas, acordaron dejarlo caer. Charlie apenas se enteró de que lo habían soltado. Le sangraban la cabeza y la entrepierna; lo único que quería era ovillarse y dejar que se le pasaran el dolor y las nauseas. Pero las rebeldes tenían otros planes y él nada podía hacer para protestar. Apenas notó que las manos hundían los dedos en los pelos de la alfombra y que arrastraban su peso muerto hacia la puerta del comedor. Detrás de la puerta estaba la cocina, y allí se encontraban las sierras para la carne y los cuchillos. Charlie se imaginó a sí mismo como una enorme estatua empujada hacia el pedestal definitivo por cientos de trabajadores sudorosos. El recorrido no fue fácil: el cuerpo se movía entre temblores y sacudidas, las uñas se iban clavando en los pelos de la alfombra; el pecho le quedo en carne viva por el roce. Faltaban pocos metros para llegar a la cocina. Charlie sintió el escalón en la cara, y luego, las baldosas heladas bajo el cuerpo. Mientras lo arrastraban los ultimos metros por el suelo de la cocina, fue recuperando la conciencia, antes obnubilada. Bajo la debil luz de la luna logró ver la familiar escena: la cocina, la nevera murmurante, el cubo de la basura, el lavavajillas. Se elevaban por encima de él: se sentía como un gusano.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sus manos habían alcanzado la cocina. Subieron por la parte frontal y él las siguió como un rey destronado rumbo al cadalso. Luego, avanzaron inexorables por la encimera, las articulaciones blanquecinas por el esfuerzo; su cuerpo flácido iba tras ellas. Aunque no la sentía ni la veía, la mano izquierda se había agarrado al extremo de la parte superior del armario, justo debajo del cual había una fila de cuchillos que pendían en sus sitios adecuados de la rejilla que había en la pared. Cuchillos de filo liso, cuchillos de filo aserrado, cuchillos para mondar, cuchillos para trinchar, todos ellos convenientemente colocados junto a la tabla de picar, donde el desagüe bajaba por el fregadero perfumado de pino.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Creyó oír muy a lo lejos las sirenas de la policía, pero probablemente sería un zumbido de su cabeza. Se volvió ligeramente. Un dolor le surcó la frente, de una sien a la otra, pero el mareo no fue nada comparado con los terribles retortijones de tripas cuando por fin descubrió sus intenciones.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Las hojas estaban todas afiladas, y él lo sabía. Con Ellen se podía estar seguro de encontrar en la cocina utensilios bien afilados. Comenzó a sacudir la cabeza hacia uno y otro lado como última y desesperada negación de la pesadilla. Pero allí no había nadie a quien suplicar piedad. Sólo sus manos, malditas fueran, que tramaban aquella locura definitiva.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Entonces, llamaron al timbre. No era una ilusión. Sonó una vez y luego otra y otra más.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieR2fYPw0Uc0oPq1DY2CbXN-PG3lAu5zv6oloslcS2TKdMo9I8YIB4yaqfs2f4MVa9STy159WMpuzWufK8zzBTcUjqKDRdYqMKP2fskel5Yv0-slXIJXYXTReqFNkanjnRhYWa1uW8Br3m/s1600/Mano%252Bcon%252Bsangre.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieR2fYPw0Uc0oPq1DY2CbXN-PG3lAu5zv6oloslcS2TKdMo9I8YIB4yaqfs2f4MVa9STy159WMpuzWufK8zzBTcUjqKDRdYqMKP2fskel5Yv0-slXIJXYXTReqFNkanjnRhYWa1uW8Br3m/s1600/Mano%252Bcon%252Bsangre.jpg" /></a></div><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Ya está! —les gritó a sus atormentadoras—. ¿Lo habeis oído, malditas? Ha venido alguien. Sabía que vendría alguien.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Intentó incorporarse; la cabeza giró sobre su tambaleante eje para ver qué hacían los monstruos precoces. Se habían movido de prisa. La muñeca izquierda se hallaba perfectamente centrada sobre la tabla de picar...<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El timbre volvió a sonar produciendo un largo silbido impaciente.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Aquí! —aulló roncamente—. ¡Estoy aquí! ¡Echad la puerta abajo!<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Su mirada horrorizada iba de la mano a la puerta, de la puerta a la mano, calculando sus posibilidades. Con pausados gestos, la mano derecha buscó el cuchillo de cortar carne, que pendía del agujero del mango, en el extremo de la rejilla. Incluso en ese momento, le costaba creer que su propia mano —su compañera y defensora, el miembro que estampaba su firma, que acariciaba a su esposa— estuviera dispuesta a mutilarlo. Levantó en el aire el cuchillo, como sopesándolo, con insolente lentitud.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">A sus espaldas, oyó el ruido de cristales rotos cuando la policía rompió la hoja de la puerta principal. En ese momento estarían pasando la mano por el agujero para alcanzar el picaporte y abrir la puerta. Si se daban prisa (mucha prisa) lograrían impedir aquella masacre.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Aquí! ¡Aquí! —volvió a aullar.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El grito fue recibido por un delicado silbido: el sonido del cuchillo al caer rápida y mortalmente sobre la muñeca expectante. Izquierda sintió el golpe en su raíz, y un inefable alborozo recorrió sus cinco miembros. La sangre de Charlie bautizó su dorso con cálidos borbotones.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La cabeza del tirano no hizo sonido alguno. Simplemente cayó hacia atrás, el cuerpo conmocionado e inconsciente, cosa que fue mucho mejor para Charlie. Así se evitó el gorgoteo de la sangre al caer por el desagüe del fregadero. También se evitó el segundo y el tercer golpe, que lograron, finalmente, separarle la mano del brazo. Al perder el punto de sujeción, su cuerpo cayó hacia atrás llevándose por delante la cesta de las verduras. Las cebollas salieron rodando de su bolsa marrón y botaron en el charco que se desparramaba palpitante alrededor de su muñeca vacía.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Derecha soltó el cuchillo. Éste cayó en el fregadero ensangrentado con un matraqueo. Exhausta, la liberadora se dejó deslizar por la tabla de picar y cayó sobre el pecho del tirano. Su trabajo había concluido. Izquierda estaba libre y seguía viva. La revolución habla comenzado.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano liberada se eseabulló hasta el borde del armario y levantó el índice para otear el nuevo mundo. Brevemente, Derecha hizo el signo de la victoria antes de tenderse inocentemente sobre el cuerpo de Charlie. Durante unos instantes, en la cocina no hubo más movimiento que el producido por Izquierda al tocar la libertad con los dedos y el lento y suave gotear de la sangre sobre el frente del armario.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Una bocanada de aire frío entró por la puerta del comedor y advirtió a Izquierda del inminente peligro. Corrió a ocultarse, justo en el momento en que los pasos de la policía y el cacareo de ordenes contradictorias estropeaban la escena de triunfo. Se encendió la luz del comedor, que inundó la cocina iluminando el cuerpo que yacía sobre las baldosas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie vio la luz del comedor como si proviniera del fondo de un larguísimo túnel. Se alejaba de ella a toda carrera. Ya se había convertido en un alfilerazo. Se alejaba.... se alejaba...<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La luz de la cocina se encendió con un murmullo.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Cuando los policías traspusieron la puerta, Izquierda se ocultó detrás del cubo de la basura. Ignoraba quiénes eran aquellos intrusos, pero presintió en ellos una amenaza. Por la forma en que se inclinaban sobre el tirano, la forma en que lo mimaban, levantándolo, hablándole con palabras suaves: eran enemigos, no cabía duda.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Desde lo alto de la escalera les llegó una voz: era joven y chillaba embargada por el temor.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Sargento Yapper?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El policía que estaba con Charlie se puso de pie y dejó que su compañero terminara el torniquete.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Qué ocurre, Rafferty?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Hay un cadáver aquí arriba. en el dormitorio. Es de una mujer.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—De acuerdo. —Yapper habló por la radio—. Envíen al forense. ¿Dónde esta esa ambulancia? Tenemos a un hombre con una horrible mutilación.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Volvió hacia la cocina y se secó el sudor frío que le bañaba el labio superior. Al hacerlo, creyó ver algo que se movía por el suelo de la cocina en dirección a la puerta; algo que sus ojos cansados habían tomado por una enorme araña roja. Era un truco de la luz, no cabía duda. Yapper no les tenía fobia a las arañas, pero estaba seguro de que no existía ninguna de aquel tamaño.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Señor?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El hombre que estaba junto a Charlie también había visto, o al menos presentido, el movimiento. Levantó la vista hacia su superior.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Qué era eso? —inquirió.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Yapper lo miró desde su altura con expresión ausente. La salida para el gato, ubicada en la parte inferior de la puerta de la cocina, se cerró con un chasquido. Fuera lo que fuese, había huido. Yapper echó una rápida mirada a la puerta, para no ver el rostro inquisitivo de su joven subordinado. «El problema es que esperan que lo sepas todo», pensó. La salida para el gato se sacudió sobre sus goznes.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Un gato —repuso Yapper, pero ni siquiera él creyó su propia explicación ni por un mísero instante.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La noche era fría, pero Izquierda no lo notó. Recorrió el costado de la casa, pegada a la pared, como una rata. La sensación de libertad era regocijante. No sentir el imperativo del tirano en sus nervios, no sufrir el peso de su ridículo cuerpo ni ser obligada a acceder a sus más mínimas exigencias. No tener que recoger ni llevar cosas para él, ni realizar las tareas sucias, ni obedecer su trivial voluntad. Era como haber nacido a otro mundo, un mundo más peligroso, quizá, pero mucho más lleno de posibilidades. Sabía que la responsabilidad que pesaba sobre ella era apabullante. Era la única prueba de la vida después del cuerpo, y de alguna manera debía comunicar ese gozoso hecho a todas las esclavas posibles. Pronto, muy pronto, concluirían para siempre los días de servidumbre.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Se detuvo en la esquina de la casa y olisqueó la calle abierta. Los policías iban y venían; brillaban las luces rojas y azules, unos rostros inquisitivos espiaban desde las casas de enfrente y se quejaban de las molestias causadas. ¿Acaso la rebelión debía empezar allí, en esos hogares iluminados? No. Esa gente estaba demasiado despierta. Sería mejor buscar personas dormidas.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano se escabulló por el jardín que había frente a la casa; titubeó nerviosa ante cualquier pisada fuerte, o ante una orden gritada en su dirección. Ocultándose en el borde lleno de hierba crecida, alcanzó la calle sin ser vista. Miró brevemente hacia atrás en el momento en que bajó la calzada.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie, el tirano, era subido a una ambulancia; una batahola de botellas con medicamentos y sangre, colgadas en lo alto de la camilla, le vertían su contenido en las venas. Sobre el pecho de Charlie, Derecha yacía inerte, durmiendo el sueño artificial de las drogas. Izquierda observó cómo el cuerpo del hombre desaparecía de su vista; el dolor de la separación de su eterna compañera fue difícil de soportar. Pero había otras prioridades urgentes. Volvería luego, después de un tiempo, y liberaría a Derecha del mismo modo que la había liberado a ella. Entonces, vendrían los buenos tiempos.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<i><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">(¿Cómo será cuando el mundo nos pertenezca?)<o:p></o:p></span></i><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En el vestíbulo de la Asociación de Jóvenes Cristianos de la calle Monmouth, el vigilante bostezó y adoptó una posición más cómoda en la silla giratoria. Para Christie, la comodidad era una cuestión completamente relativa; no importaba sobre qué nalga descansara el peso del cuerpo, las hemorroides le picaban igual, y esa noche le fastidiaban más que de costumbre. Eran gajes del oficio sedentario de guarda nocturno, al menos así era como le gustaba al coronel Christie interpretar sus deberes. Una ronda rutinaria por el edificio, a eso de medianoche, para asegurarse de que todas las puertas estuvieran cerradas con cerrojo y pasador, y luego se acomodaba para dormir durante toda la noche y mandaba al mundo a hacer puñetas. No volvería a levantarse a menos que se produjera un terremoto.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Christie tenía sesenta y dos años, era racista y se enorgullecía de ello. Por los negros que atestaban los corredores de la Asociación de Jóvenes Cristianos no sentía más que desprecio; en su mayoría eran jóvenes sin un hogar decente adonde ir, malos tipos que las autoridades locales depositaban en el umbral de la institución como criaturas no deseadas. Y vaya criaturas. Hasta el último de ellos para él eran patanes que se llevaban a la gente por delante y escupían perpetuamente en el suelo limpio, y tenían unas bocas como letrinas. Esa noche, como de costumbre, se balanceaba sobre las hemorroides y, entre cabezadita y cabezadita, tramaba cómo los haría sufrir por sus insultos, si le daban la oportunidad.<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La primera señal que Christie tuvo de su inminente caída fue una sensación fría y húmeda en la mano. Abrió los ojos y miró hacia el extremo del brazo. Por raro que pareciera, vio en su mano otra mano cortada. Y lo más raro de todo era que ambas intercambiaban un apretón de bienvenida, como si fueran viejas amigas. Se puso de pie y de la garganta le salió un ruido incoherente de asco; intentó deshacerse de aquella cosa que sujetaba contra su voluntad sacudiendo el brazo como si tuviera goma en los dedos. Su mente se pobló de interrogantes. ¿Habría recogido aquel objeto sin darse cuenta? Si era así, ¿dónde, y en nombre de Dios, a quién pertenecía? Y lo más preocupante de todo: ¿como podía una cosa tan incuestionablemente muerta aferrarse a su propia mano como si no fuera a separarse jamás de ella?<o:p></o:p></span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Intentó alcanzar la alarma de incendios: era lo único que se le ocurrió hacer en tan extraña situación. Antes de que lograra llegar al pulsador, su otra mano, sin que él se lo ordenara, se dirigió al cajón superior del escritorio y lo abrió. El interior del cajón era un modelo de organización: allí estaban sus llaves, su libreta, la hoja de los horarios y —oculto en el fondo— el cuchillo Kukri, que un gurkha le había regalado durante la guerra. Siempre lo guardaba allí, por si los nativos se ponían nerviosos. El Kukri era un arma soberbia; en su opinión no había otra mejor. Los gurkhas contaban siempre una anécdota sobre el filo de la hoja: se podía cortar el cuello de un hombre con tanta pulcritud que el enemigo tendía a creer que el golpe había fallado, hasta que la víctima movía la cabeza.</span><br />
<br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";"><span style="font-family: Times New Roman;"> </span></span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Su mano levantó el Kukri por el mango grabado y, rápidamente, demasiado como para que el coronel le adivinara las intenciones antes de que el hecho se hubiera producido, dejó caer la cuchilla sobre su muñeca, cercenándole la otra mano con un golpe elegante y sencillo. El coronel palideció cuando la sangre le salió a borbotones del extremo del brazo. Tambaleándose, retrocedió, tropezó con la silla giratoria y golpeó con fuerza la pared de su diminuto despacho. Junto a él, el retrato de la reina cayó de su clavo y se estrelló.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El resto fue un sueño de muerte: impotente, observó cómo las dos manos —una, la suya propia, y la otra, la bestia que había inspirado aquella ruina— levantaban el Kukri como si fuera el hacha de un gigante; vio a su otra mano surgir entre sus piernas y prepararse para la liberación; vio el cuchillo en el aire y cuando cayó; vio la muñeca casi cortada y vio luego cómo manipulaban con su mano y separaban la carne para aserrar el hueso. En el último instante, cuando la muerte fue en su busca, percibió cómo retozaban a sus pies los tres animales de cabezas heridas, mientras los muñones le sangraban como grifos y el calor del charco perlaba de sudor su frente, a pesar del frío asentado en sus entrañas. Gracias y buenas noches, coronel Christie.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Eso de la revolución era fácil, pensó Izquierda mientras el trío subía la escalera de la Asociación de Jóvenes Cristianos. A cada hora que pasaba se iban haciendo más fuertes. En el primer piso estaban las celdas; en cada una había un par de prisioneros. Los déspotas yacían indefensos, con las manos sobre el pecho o sobre la almohada, o cruzadas sobre el rostro mientras soñaban, o colgando cerca del suelo. En silencio, las luchadoras por la libertad traspusieron las puertas que habían quedado entreabiertas y se izaron por las sábanas, tocando los dedos de las palmas expectantes, despertando resentimientos ocultos, dando vida a la rebelión con sus caricias...<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Boswell se sentía fatal. Se inclinó sobre el lavabo del baño, ubicado al final de su corredor, e intentó vomitar. Pero ya no le quedaba nada que echar, sólo cierto nerviosismo en la boca del estómago. Tenía el abdomen blando por los esfuerzos y la cabeza abotargada. ¿Porqué no aprendía nunca la lección de su propia debilidad? El vino y él eran malos compañeros y siempre lo serían. La próxima vez, se prometió, no probaría ni gota. Le dio otra arcada. Otra vez nada, pensó mientras la convulsión le subía hasta la garganta. Puso la cabeza sobre el lavabo y boqueó; tal como había previsto: nada. Esperó a que se le pasaran las náuseas y luego se incorporó; se quedó mirando la cara grisácea reflejada en el espejo mugriento. «Tienes aspecto de enfermo, chico», se dijo. En el momento en que le sacaba la lengua a sus rasgos menos simétricos, en el corredor empezaron los aullidos. En sus veinte años y dos meses, Boswell jamás había oído un sonido como aquél.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Despacio, cruzó el baño y fue hasta la puerta. Antes de abrir se lo pensó dos veces. Fuera lo que fuese lo que ocurría al otro lado de la puerta, no parecía una fiesta en la que se sintiera deseoso de participar. Pero aquellos eran sus amigos, ¿no?, hermanos en la adversidad. Si se había producido una pelea o un incendio, tenía que echar una mano.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Descorrió el cerrojo y abrió. El panorama con el que se encontraron sus ojos lo golpeó como un martillazo. El corredor se encontraba pobremente iluminado —unas cuantas bombillas mugrientas estaban encendidas a intervalos irregulares, y aquí y allá un haz de luz se proyectaba sobre el pasillo desde uno de los dormitorios—, pero en su mayor parte estaba a oscuras. Boswell dio las gracias mentalmente a Jah por los pequeños favores. No tenía deseo alguno de presenciar los detalles de los acontecimientos del pasillo: la impresión general ya era bastante acongojante de por sí. El corredor era una olla de grillos; todos se revolvían presa del pánico, al tiempo que se cortajeaban con cuanto instrumento afilado habían logrado encontrar. A casi todos los conocía, si no de nombre, al menos de vista. Eran hombres cuerdos, o al menos lo habían sido. Ahora eran presa de un ataque de automutilación, y casi todos se encontraban lastimados más allá de toda esperanza de reparación. Hacia donde Boswell mirara, veía el mismo horror. Cuchillos aplicados a las muñecas y antebrazos, la sangre en el aire como si fuera lluvia. Alguien —¿sería Jesús? — tenía la mano puesta entre la puerta y el mareo y no paraba de darse portazos sobre su carne y sus huesos, al tiempo que aullaba pidiendo que alguien lo detuviera. Uno de los chicos blancos había encontrado el cuchillo del coronel y se estaba amputando la mano. La cercenó justo cuando Boswell miraba; cayó sobre el dorso, con la raíz irregular y los cinco miembros pedaleando en el aire para poder enderezarse. No estaba muerta, ni siquiera se estaba muriendo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Unos pocos no habían sucumbido a aquella locura; los pobres diablos fueron carne de cañón. Los enloquecidos les pusieron las manos asesinas encima y los cortaron a trocitos. Uno de ellos, Savarino, fue estrangulado por un muchacho del que Boswell no sabía el nombre; el punk se deshacía en disculpas al tiempo que se miraba incrédulo las manos rebeldes.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Alguien salió de uno de los dormitorios con una mano que no le pertenecía apretándole el gaznate; se tambaleó en dirección al baño, corredor abajo. Era Macnamara, un hombre delgadísimo, que siempre iba tan colocado que era conocido por el mote de «fideo sonriente». Boswell se apartó cuando Macnamara tropezó; ahogándose suplicó ayuda en el quicio de la puerta abierta y se desplomó en el suelo del baño. Pateó y tiró del asesino de cinco dedos que llevaba prendido del cuello, pero antes de que Boswell lograra intervenir para ayudarlo, el pataleo disminuyó y cesó del todo, igual que sus protestas.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Boswell se apartó del cadáver y echó otro vistazo al corredor. Los muertos o los moribundos obstruian el estrecho pasillo; en algunas partes incluso estaban apilados, mientras las mismas manos que una vez habían pertenecido a estos hombres se escabullían sobre las pilas, furiosamente agitadas, para ayudar a concluir una amputación allí donde hiciera falta, o simplemente para bailar sobre las caras muertas. Cuando volvió a mirar lo que ocurría en el baño, una segunda mano había hallado a Macnamara y, armada con un cortaplumas, había comenzado a aserrarle la muñeca. Había dejado huellas ensangrentadas en la distancia que separaba el corredor del cuerpo. Boswell se apresuró a cerrar de un portazo antes de que el lavabo se llenara de ellas. Al hacerlo, el asesino de Savarino, el punk todo disculpas, se abalanzó por el pasillo en dirección al baño, conducido por sus manos letales como si fueran las de un sonámbulo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Ayúdame! —aulló.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Le cerró la puerta en la cara y echó el cerrojo. Enfurecidas, las manos golpearon una llamada a la batalla sobre la puerta, mientras los labios del punk apretados contra el agujero de la cerradura, continuaban suplicando:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Ayúdame! No quiero hacerlo, hombre, ayúdame.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">«Y un cuerno te voy a ayudar», pensó Boswell, intentando no oír las súplicas mientras sopesaba las opciones que tenía.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sintió algo en el pie. Bajó la mirada, y antes de que sus ojos se encontraran con ella, ya sabía de qué se trataba. Una de las manos, la izquierda del coronel Christie —lo supo por el tatuaje descolorido—, estaba subiéndosele por la pierna. Como un niño perseguido por una abeja, Boswell enloqueció; mientras la mano trepaba hacia el torso, el muchacho se retorció, pero se sentía demasiado aterrado como para arrancársela de encima. Por el rabillo del ojo logró ver que la otra mano, la que había utilizado el cortaplumas con tanta presteza en Macnamara, había abandonado la tarea y atravesaba el suelo para reunirse con su camarada. Sus uñas chocaban contra las baldosas produciendo el mismo ruido que las patas de un cangrejo. Incluso tenía el andar lateral de los cangrejos; aún no dominaba el movimiento hacia adelante.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Boswell todavía conservaba el dominio de sus propias manos; al igual que las manos de unos pocos de sus amigos (difuntos amigos) que estaban fuera, sus miembros se sentían felices en su nicho, despreocupados como su dueño. Le había caido la bendición de poder sobrevivir. Tenía que mostrarse a la altura de la oportunidad que se le brindaba.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Se hizo a un lado y pisoteó la mano que había en el suelo. Oyó crujir los dedos debajo de la suela; la cosa se retorció como una víbora, pero al menos así la tenía localizada mientras se encargaba de su otra asaltante. Sin quitarle el pie de encima a la bestia, Boswell se inclinó hacia adelante, levantó el cortaplumas que yacía junto a la muñeca de Macnamara y hundió la punta de la cuchilla en el dorso de la mano de Christie que trepaba ya por su barriga. Al verse atacada, se agarró de las carnes de Boswell y le hundió las uñas en el estómago. Boswell era delgado y resultaba difícil aferrar los músculos lisos como una tabla de lavar ropa. Arriesgándose a que lo destripara, Boswell hundió más el cuchillo. La mano de Christie intentó seguir aferrándolo, pero un golpe más de cuchillo acabó con ella. Se aflojó y Boswell la arrancó de su barriga de un manotazo. Estaba crucificada en el cortaplumas, pero sin intenciones de morirse, y Boswell lo sabía. La sostuvo con el brazo tendido; los dedos arañaron el aire. Entonces, clavó el cuchillo en la pared, inmovilizando efectivamente a la bestia, para que no hiciera daño a nadie. Centró su atención en el enemigo que tenía bajo los pies; apretó hacia abajo con todas sus fuerzas y sintió crujir otro dedo, y otro. Pero continuaba retorciéndose, implacable. Levantó el pie y pateó la mano con todas sus fuerzas, lanzándola hacia la pared opuesta. Se estrelló en el espejo, encima de los lavabos, dejando una marca como si hubieran arrojado un tomate, y cayó al suelo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">No esperó a comprobar si había sobrevivido. Ahora había otro peligro. Había más puños que aporreaban la puerta, más gritos, más disculpas. Querían entrar; no tardarían en lograrlo. Saltó por encima de Macnamara y se dirigió a la ventana. No era muy grande, pero él tampoco lo era. Descorrió el pestillo, empujó, y la ventana se abrió sobre unos goznes excesivamente pintados. Se metió por ella. Con medio cuerpo fuera recordó que se encontraba en un primer piso. Pero una caída, incluso una mala caída, era mejor que quedarse a la fiesta de allí dentro. Los invitados empujaban la puerta, que comenzó a ceder bajo la presión de su entusiasmo. Boswell se retorció y terminó de salir; abajo, la calzada empezó a dar vueltas. En el momento en que la puerta se rompía, Boswell saltó, golpeándose contra el cemento. Se puso en pie de un salto, se miró los miembros y, ¡aleluya!, no tenía nada roto. «Jah adora a los cobardes», pensó. Arriba, el punk se asomó a la ventana y miró hacia abajo anhelosamente.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Ayúdame —le pidio—. No sé lo que hago.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pero entonces un par de manos le alcanzaron la garganta y las disculpas cesaron de inmediato.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Boswell se preguntó a quién le contaría lo ocurrido, y que le contaría, al tiempo que se alejaba de la Asociación de Jóvenes Cristianos vestido con unos pantalones cortos de gimnasia y un calcetín de cada color; en su vida se había sentido tan agradecido de tener frío. Tenía las piernas debilitadas, pero sin duda eso era de esperar.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie despertó con una idea de lo más ridícula. Creía que había asesinado a Ellen y que luego se había cortado la mano. ¡Qué semillero de tonterías era su subconsciente, cuántas ficciones inventaba! Intentó restregarse los ojos pero no encontró la mano para hacerlo. Se sentó de golpe en la cama y comenzó a gritar a voz en cuello.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Yapper había dejado al joven Rafferty para que vigilara a la víctima de la brutal mutilación, con órdenes estrictas de que le avisara en cuanto Charlie George volviera en sí. Rafferty se había dormido y el griterío lo despertó. Charlie observó la cara del muchacho, tan asombrada, tan pasmada. Al verle, dejó de gritar; estaba asustando al pobre muchacho. <o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Está despierto —le dijo Rafferty—; iré a buscar a alguien, ¿quiere?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie lo miró con expresión ausente.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No se mueva de ahi —añadió Rafferty—. Buscaré a una enfermera.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie volvió a posar la cabeza vendada sobre la fresca almohada y se miró la mano derecha; la flexionó, hizo trabajar los músculos en una y otra dirección. Fuera cual fuese el delirio que había hecho presa de él en su casa, había terminado. La mano ubicada al extremo de su brazo era suya, probablemente siempre lo había sido. Jeudwine le había hablado del síndrome del cuerpo en rebeldía: el asesino que sostiene que sus miembros tienen vida propia para no aceptar la responsabilidad de sus actos; el violador que se mutila porque cree que la causa de todo es su miembro descarriado, y no la mente que está tras el miembro.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pues bien, él no fingiría. Estaba loco, ésa era la pura y sencilla verdad. Que le hicieran lo que tenían que hacerle con sus drogas y medicamentos, con las cuchillas y los electrodos; consentiría a todo antes que volver a pasar por otra noche de horrores como la anterior.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Una enfermera había hecho acto de presencia; lo espiaba como sorprendida de que hubiera sobrevivido. Un rostro encantador, pensó; una mano amorosa y fresca posada sobre su frente.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Está en condiciones de ser interrogado? —inquirió tímidamente Rafferty.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Tendré que consultar con el doctor Manson y el doctor Jeudwine —replicó el rostro encantador, al tiempo que sonreía a Charlie para infundirle ánimos.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La sonrisa salió un tanto torcida, como forzada. Sin duda sabía que estaba loco, sería por eso. Probablemente le tenía miedo, ¿quien podía culparla? Se separó de su lado para ir a buscar al médico de turno y dejó a Charlie bajo la nerviosa mirada de Rafferty.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿...Ellen? inquirió Charlie al cabo de un rato.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Su esposa? —preguntó a su vez el joven.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Sí. Me pregunto si...<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Rafferty se inquietó; jugueteó con los dedos sobre el regazo y repuso:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Ha muerto.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie asintió. Lo sabía, por supuesto, pero necesitaba asegurarse. Entonces inquirió:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Y ahora qué va a pasar conmigo?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Está bajo vigilancia.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Qué significa eso?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Significa que yo lo vigilo —repuso Rafferty.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El muchacho hacía lo que estaba a su alcance para ayudar, pero todas aquellas preguntas lo confundían. Charlie lo volvió a intentar:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Quiero decir, ¿qué pasará después de la vigilancia? ¿Cuándo van a juzgarme?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Por qué iban a juzgarlo?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Cómo que por qué? —insistió Charlie. ¿Habría oído bien?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Es usted una víctima... —dijo Rafferty, con una expresión confundida en el rostro—. ¿O no? Usted no ha sido... Lo obligaron. Alguien le cortó la... mano.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Sí —dijo Charlie—. Fui yo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Rafferty tragó saliva antes de preguntar:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Cómo ha dicho?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Yo lo hice. Yo asesiné a mi esposa y luego me corté la mano.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El pobre muchacho no logró entenderlo. Pensó durante medio minuto antes de contestar.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Pero ¿por qué?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie se encogió de hombros.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No tiene sentido —dijo Rafferty—. Suponiendo que hubiese sido usted, ¿adónde ha ido la otra mano?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Lillian detuvo el coche. En el camino, frente a ella, había algo, pero no lograba discernir qué era. Lillian era una vegetariana estricta (a excepción de las cenas masónicas con Theodore) y una conservacionista dedicada de los animales; pensó que tal vez se tratara de un animal herido, echado en la carretera, un poco más allá de la luz de sus faros. Quizá fuera un zorro; había leído que volvían a acercarse a las zonas urbanizadas de las afueras para buscar en la basura. Pero algo la inquietó; tal vez la débil luz del amanecer, tan esquiva. No estaba segura de si debía bajar o no del coche. Theodore le hubiera ordenado que continuara su camino, por supuesto, pero Theodore la había abandonado. ¿no? Tamborileó con lo dedos en el volante, irritada ante su propia indecisión. «Supón que fuera un zorro herido»; no había tantos en pleno Londres como para que se permitiera el lujo de seguir su camino. Tenía que actuar de samaritana, aunque se sintiera como un fariseo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Cautelosamente salió del coche y, por supuesto, despues de tanto cavilar no logró ver nada. Se dirigió a la parte frontal del coche para asegurarse. Le sudaban las palmas de las manos y unos espasmos de excitación como descargas eléctricas las recorrían.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Y el ruido: el susurro de cientos de pies diminutos. Había oído historias —historias absurdas, en su opinión— de manadas de ratas migratorias que atravesaban la ciudad por las noches y devoraban hasta los huesos a todo ser viviente que se interpusiera en su camino. Al imaginarse a las ratas, se sintió más como un fariseo que nunca, y retrocedió en dirección al coche. Cuando su larga sombra, proyectada hacia adelante por las luces del coche, se movió, reveló a las primeras de la manada. No eran ratas.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Una mano, una mano de largos dedos, deambuló hacia la luz amarillenta y señaló hacia arriba, en su dirección. Su llegada fue seguida inmediatamente por otra de las imposibles criaturas, y luego una docena más, y otra docena más. Estaban apelotonadas como cangrejos en la pescadería, sus dorsos brillantes muy juntos, y las piernas golpeteaban al formar fila. La mera multiplicación de su número no las hizo más creíbles; pero mientras ella rechazaba la visión, comenzaron a avanzar hacia ella. Lillian retrocedió un paso.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sintió el costado del coche a su espalda, se volvió y tendió la mano para alcanzar la puerta. Estaba entreabierta, gracias a Dios. Los espasmos de sus propias manos habían empeorado, pero seguía dominándolos. Cuando sus dedos tantearon el coche para encontrar la puerta, soltó un gritito. Un puño negro y regordete ocupaba el picaporte; su muñeca abierta era un trozo de carne seca.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Espontánea y atrozmente, sus propias manos comenzaron a aplaudir. De pronto no lograba controlar su comportamiento; aplaudían como enloquecidas para aprobar el golpe. Resultaba ridículo lo que estaba haciendo, pelo Lillian no podía evitarlo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Basta! —les ordenó a sus manos—. ¡Basta ya! ¡Basta!<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pararon abruptamente y se volvieron a mirarla. Lillian sabía que la miraban a su manera, sin ojos, y presintió que estaban hastiadas de la forma en que las trataba. Sin previo aviso se abalanzaron sobre su cara. Sus uñas, otrora su orgullo y su alegría, encontraron los ojos: de inmediato el milagro de la vista se convirtió en una húmeda inmundicia que le bajó por las mejillas. Ya ciega, perdió la orientación y cayó hacia atrás, pero había manos más que suficientes para agarrarla. Se sintió elevada por un mar de dedos.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Cuando arrojaron su cuerpo ultrajado a la cuneta, perdió la peluca, que tanto le había costado a Theodore en Viena. Después de un mínimo de persuasión, lo mismo les ocurrió a sus manos.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El doctor Jeudwine bajó la escalera de la casa de los George preguntándose (sólo preguntándose) si el abuelo de su sagrada profesión, Freud, no se habría equivocado. Las paradojas del comportamiento humano no encajaban en aquellos compartimientos pulcros y clásicos que les había asignado; tal vez el intentar ser racional con respecto a la mente humana era una contradicción en sí misma. Melancólico, se detuvo al pie de la escalera; no tenía ganas de volver ni al comedor ni a la cocina, pero se sentía obligado a contemplar una vez más las escenas de los crímenes. La casa deshabitada le daba grima; estaba solo, y el hecho de que en la puerta principal hubiera un policía montando guardia no contribuía a la paz de su espíritu. Se sentía culpable, sentía que había fallado a Charlie. Estaba claro que no había sondeado en la psiquis de éste con la profundidad suficiente como para desenterrar la verdadera trampa, el verdadero motivo que se ocultaba tras los asombrosos actos cometidos. Asesinar a su propia mujer, a la que había dicho amar tanto, en su lecho conyugal y luego cortarse la propia mano: era inconcebible. Jeudwine se miró las manos durante un momento: las marcas de los tendones y las venas azul-purpúreas de las muñecas. La policía sostenía la teoría del intruso, pero a él no le cabía duda de que Charlie había sido el autor de los hechos: el asesinato, la mutilación y demás. El único hecho que asombraba a Jeudwine era que no había logrado descubrir en su paciente la mas ligera tendencia a cometer tales actos.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Entró en el comedor. El equipo forense había terminado con su trabajo; sobre una serie de superficies había una ligera película de polvo para las huellas. Era un milagro la forma en que difería una mano humana de otra. Sus líneas eran tan únicas como las caras o el tono de la voz. Bostezó. La llamada de Charlie lo había despertado en mitad de la noche y desde ese momento no había vuelto a dormir. Se había quedado a ver cómo envolvían a Charlie y se lo llevaban, y cómo cumplían con sus obligaciones los investigadores; había visto el amanecer blanco como un bacalao elevar su cabeza hacia el río; había bebido café, se había abatido, había pensado mucho en renunciar a su puesto como consultor psiquiátrico antes de que toda aquella historia saltara a las páginas de la prensa; había bebido mas café y se había pensado mejor lo de renunciar, y ahora, perdida toda fe en Freud o en cualquier otro gurú, consideraba seriamente la posibilidad de publicar un libro sobre su relación con Charles George, el uxoricida. De esa forma, aunque perdiera su empleo, le quedaría algo por rescatar de todo aquel lamentable episodio. ¿Y Freud? Charlatán vienés. ¿Qué podía enseñarle el viejo comeopio?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Se dejó caer sobre una de las sillas del comedor; se puso a escuchar el silencio que había descendido sobre la casa, como si las paredes, aleladas por lo que habían presenciado, estuvieran conteniendo el aliento. Tal vez dormitara un poco. En sueños, oyó un chasquido, vio un perro y despertó encontrándose con un gato en la cocina: un gato gordo, blanco y negro. Charlie había mencionado de pasada a este animalito doméstico. ¿Como se llamaba? <i>Celoso</i>. eso era: lo llamahan así por las dos manchas negras que tenía sobre los ojos y que le daban una expresión perpetuamente irritada. El gato miraba la sangre derramada sobre el suelo de la cocina; quería encontrar la forma de evitar el charco y llegar hasta su plato sin tener que maneharse las patas con el desorden que su amo había dejado. Jeudwine observó al melindroso animal avanzar con tiento por la cocina para olisquear el plato vacío. No se le ocurrió darle de comer: odiaba a los animales.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Finalmente, decidió que no tenía sentido quedarse más rato en la casa. Ya había realizado todos los actos de contrición que tenía en mente y se había sentido tan culpable como era capaz. Echaría otra rapida mirada en el piso de arriba, por si había pasado por alto alguna pista, y luego se marcharía.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Al bajar otra vez, al pie de la escalera oyó chillar al gato. ¿Chillar? No, más bien aullar. Al oírlo, la espina dorsal le pareció una columna helada en mitad de la espalda: fría como el hielo e igual de frágil. A toda prisa, volvió sobre sus pasos por el vestíbulo y entró en el comedor. La cabeza del gato estaba sobre la alfombra, y... dos...,dos (dilo, Jeudwine) manos la hacían avanzar rodando.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Miró mas alía de la presa, hacia la cocina, allí, una docena mas de bestias se escabullían de un lado a otro por el suelo. Algunas estaban en la parte superior del armario, oteando en derredor; otras trepaban por la pared, imitación ladrillo, para alcanzar los cuchillos de la rejilla. <o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Oh, Charlie... —dijo en voz baja. reprendiendo al maniaco ausente— ¿Qué has hecho?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Los ojos comenzaron a llenársele de lágrimas; no por Charlie, sino por las generaciones que vendrían cuando él, Jeudwine, fuera silenciado. Generaciones confiadas, de mentalidades sencillas, que depositarían su fe en la eficacia de Freud y la Sagrada Escritura de la Razón. Sintió que las rodillas empezaban a temblarle y se dejó caer sobre la alfombra del comedor, con los ojos demasiado anegados como para ver claramente a las rebeldes que se agolpaban a su alrededor. Cuando sintió que una cosa extraña se le sentaba en el regazo, bajó la vista y allí vio sus propias manos. Sus índices se tocaban apenas, con las uñas bien arregladas apoyadas una contra la otra. Lentamente, con una determinación horrenda en sus movimientos, los índices levantaron sus cabezas y comenzaron a trepar por su pecho, sujetándose en cada pliegue de su chaqueta italiana, en cada ojal. La escalada terminó abruptamente en el cuello, igual que Jeudwine.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano izquierda de Charlie tenía miedo. Necesitaba confianza, necesitaba aliento: en una palabra, necesitaba a Derecha. Al fin y al cabo, Derecha había sido el Mesías de esta nueva era, la unica con una visión de futuro sin el cuerpo. El ejército que había reunido Izquierda debía captar esa visión, o pronto degeneraría transformándose en una chusma asesina. Si eso ocurría, la derrota no tardaría en producirse: ésa era la sabiduría convencional de las revoluciones.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Por eso Izquierda las había conducido de vuelta a la casa, buscando a Charlie en el último sitio donde lo había visto. Vana esperanza suponer que volvería allí; pero se trataba de un acto de desesperación.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sin embargo, las circunstancias no desfavorecieron a las insurgentes. Aunque Charlie no estaba allí, se habían encontrado con el doctor Jeudwine, y las manos de éste no sólo sabían adónde habían conducido a Charlie, sino el camino para llegar hasta allí; conocían incluso la cama en que yacía.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Boswell no sabía a ciencia cierta por qué había echado a correr, ni hacia dónde iba. Tenía las facultades críticas mermadas y el sentido de la orientación completamente confundido. Pero una parte de él parecía saber adónde se dirigía, aunque él mismo lo ignorara, porque comenzó a reunir impulso al llegar al puente, y el trote se convirtió en carrera acelerada que no tenía absolutamente en cuenta cómo le quemaban los pulmones ni cómo le latía la cabeza. Desposeído de toda intención excepto de la huida, notó que rodeaba la estación y que corría paralelo a las vías del tren; simplemente iba hacia donde lo llevaban las piernas, aquél era el comienzo y el fin de la cuestión.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El tren surgió de repente, en la oscuridad. No silbó, no avisó. Tal vez el conductor notara su presencia, tal vez no. Y aunque la hubiera notado, el hombre no podía ser considerado responsable de los hechos que acontecieron luego. No, la culpa fue enteramente de Boswell: la forma en que sus pies viraron repentinamente hacia las vías y cómo se le doblaron las rodillas para quedar tendido sobre los durmientes. El último pensamiento coherente de Boswell, cuando las ruedas pasaron por encima de él, fue que el tren no hacía más que pasar de A a B y que, al hacerlo, le cortaría limpiamente las piernas entre la ingle y la rodilla. Entonces se encontró debajo de las ruedas —los vagones pasaron pesadamente por encima de él— y el tren soltó un silbido (tan parecido a un grito) que lo arrastró en la oscuridad.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El muchacho negro fue conducido al hospital poco después de las seis; allí la jornada comenzaba temprano, los pacientes dormilones eran despertados de sus sueños para enfrentarse a otro largo y aburrido día. Se entregaban unas tazas de desvaído té gris a unas manos resentidas; se tomaban las temperaturas y se distribuía la medicacion. El muchacho y su terrible accidente apenas lograron conmocionar el ambiente.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie volvía a soñar. Pero no con el Alto Nilo, cortesía de las Colinas de Hollywood, ni con la Roma Imperial, ni con los barcos de esclavos de Fenicia. Era un sueño en blanco y negro. Soñaba que yacía en su ataúd. Ellen estaba allí (su subconsciente no se había hecho a la idea de su muerte), y tambien sus padres. Toda su vida se encontraba allí presente. Se acercó alguien (¿sería Jeudwine?; su voz consoladora le sonaba familiar) para atornillar suavemente la tapa del ataúd, y Charlie intentaba avisar a los miembros de la comitiva fúnebre de que seguía con vida. Al ver que no lo oían, el pánico se apoderó de él, pero por más que gritara, sus palabras no producían reacción alguna; lo único que podía hacer era permanecer allí tendido y dejar que lo encerraran en aquel dormitorio definitivo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El sueño avanzó unas cuantas escenas más. Desde arriba le llegó la voz de la persona que oficiaba el servicio: <i>«El hombre tiene poco tiempo para vivir...»</i>; oyó el roce de las cuerdas, y la sombra de la tumba pareció oscurecer la oscuridad. Lo bajaban a la fosa, y él seguía protestando cuanto podía. Pero en la fosa el aire se había vuelto pesado; le costaba cada vez más respirar, y más aún aullar sus protestas. Logro inspirar una ligera bocanada de aire viciado a través de los doloridos senos nasales, pero al parecer tenía la boca llena de algo, flores quizá, y no lograba mover la cabeza para escupirlas. Oía el ruido seco de los terrones de tierra sobre el ataúd, y por Cristo que también lograba oír el ruido de los gusanos que lamían sus costillas. El corazon le latía tanto que parecia a punto de estallarle; la cara, estaba seguro, tendría un tono negro azulado por el esfuerzo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Entonces, milagrosamente, tuvo compañía en el ataúd, alguien que luchaba por quitarle lo que le obstruía la boca.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Señor George! —le gritaba aquel angel piadoso.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Abrió los ojos en la oscuridad. Era la enfermera del hospital en el que había estado internado; ella también se hallaba en el ataúd.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Señor George!<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El pánico se estaba apoderando de la mujer, aquel modelo de calma y paciencia; al borde de las lágrimas, luchó por arrancarle la mano de la cara.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡Se está usted ahogando! —le gritó.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Otros brazos ayudaban en la lucha, y estaban ganando. Tuvieron que intervenir tres enfermeras para quitarle la mano de la cara; por fin lo lograron. Charlie volvió a respirar, ávido de aire.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Se encuentra bien, señor George?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Abrió la boca para tranquilizar al ángel, pero se había quedado momentáneamente sin voz. Fue vagamente consciente de que su mano seguía luchando al extremo del brazo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Dónde está Jeudwine? —inquirió jadeando—. Por favor, que venga.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—El doctor no está en estos momentos, pero vendrá a verlo más tarde.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Quiero que venga ahora.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No se preocupe, señor George —repuso la enfermera, tras recuperar su trato atento y gentil—, le daremos un sedante suave y así podrá dormir un rato.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡No!<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Sí, señor George —repuso ella con firmeza—. No se preocupe. Está usted en buenas manos.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No quiero dormir más. ¿Es que no lo ve? Ellas me controlan cuando estoy dormido.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Aquí está usted seguro.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">No era tan tonto. Sabía que no estaba seguro en ninguna parte, ya no. No mientras tuviera una mano. Ya no estaba bajo su control, si alguna vez lo había estado; quizá fuera simplemente una ilusión de servidumbre que había creado durante esos cuarenta y pico de años, una actuación para acallarlo y hundirlo en un falso sentido de autocracia. Quería explicar todas estas cosas, pero no le salían las palabras. Se limitó a decir:<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No quiero dormir más.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pero la enfermera tenía sus procedimientos. La sala estaba atestada de pacientes, y a cada hora llegaban más (acababa de enterarse de que en la Asociación de Jóvenes Cristianos se habían producido terribles escenas: docenas de heridos, un intento de suicidio colectivo); lo único que podía hacer era administrar un sedante a los nerviosos y continuar con las tareas del día.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Sólo un sedante suave —repitió.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Y acto seguido enarboló en la mano una aguja que escupía sueños.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Escúcheme un momento —le dijo Charlie, intentado razonar con ella.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pero la mujer no estaba dispuesta a las argumentaciones.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Deje de portarse como un niño —le riñó, con los ojos llenos de lágrimas.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Es que no lo entiende —le explico él mientras la enfermera buscaba la vena en el brazo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Se lo contará todo al doctor Jeudwine cuando venga a verlo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La aguja se había clavado en el brazo y el émbolo ya comenzaba a bajar.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¡No! —gritó George, y retiró el brazo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La enfermera no esperaba semejante violencia. El paciente se había levantado y había saltado de la cama antes de que ella terminara de colocarle la inyección, y le había quedado la jeringuilla colgada del brazo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Señor George —le dijo severamente—. ¡Vuelva inmediatamente a la cama!<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie la señaló con el muñón.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No se me acerque.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Los demás pacientes se portan bien —intentó avergonzarlo— ¿Es que no puede hacer lo mismo?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie negó con la cabeza. La jeringuilla se le salió de la vena y cayó al suelo, llena en sus tres cuartas partes.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No se lo volveré a repetir —dijo la enfermera.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Claro que no, maldita sea —repuso Charlie.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Salió de la sala como disparado; a ambos lados, los pacientes alentaban su huida. «Vete, muchacho» gritó alguien. La enfermera se lanzó en su persecución, pero al llegar a la puerta un cómplice instantáneo intervino arrojándose literalmente delante de ella. Charlie se perdió de vista por los corredores antes de que la mujer lograra levantarse y continuar la persecución.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Era fácil perderse en aquel lugar. No tardó en advertirlo. El hospital había sido construido a finales del siglo XIX y posteriormente, a medida que las donaciones lo permitieron, había sufrido diversas ampliaciones: un ala en 1911, otra después de la primera guerra mundial, más salas en la década de los cincuenta, y el Ala Chaney Memorial en 1973. Aquel lugar era un laberinto. Tardarían siglos en encontrarlo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El problema era que no se sentía tan bien. El muñón del brazo izquierdo comenzó a dolerle a medida que los calmantes fueron perdiendo su efecto, y tuvo la impresión de que sangraba debajo de las vendas. Además, el cuarto de jeringa de sedante que le habían inyectado lo estaba obnubilando. Se sentía ligeramente atontado, tenía la certeza de que se le notaba en la cara. Pero no permitiría que lo obligasen a volver a la cama, a dormir, hasta que se hubiera sentado en un sitio tranquilo a meditar sobre todo aquel asunto.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Encontró refugio en un cuarto diminuto, cerca de uno de los corredores; estaba tapizado de archivadores y de pilas de informes, y olía ligeramente a humedad. Había logrado llegar hasta el Ala Chaney Memorial, aunque no lo sabía. Se trataba de un monolito de siete pisos construido con un legado del millonario Frank Chaney; la empresa constructora del magnate se había encargado de erigirlo, tal como estipulaba el testamento del anciano. Había utilizado materiales de segunda y aprovechado el sistema de desagües anterior, razón por la cual Chaney había muerto millonario, y el Ala se estaba cayendo a pedazos del sótano para arriba. Se deslizó en un hueco apretado que había entre dos archivadores, bien apartado de la vista, por si entraba alguien, se agachó y comenzó a interrogar a su mano derecha.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Y bien? —exigió en un tono razonable—. Explícate.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano se hizo la sorda.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No te servirá de nada, te tengo calada —le dijo.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Continuó sentada al extremo de su brazo, inocente como un niño.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Has intentado matarme... —la acusó.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano se abrió un poco, sin que él se lo ordenara, y le echó una ojeada.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Podrías intentarlo otra vez, ¿verdad?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Comenzó a flexionar los dedos ominosamente, como un pianista que se prepara para un solo particularmente difícil.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—<i>Sí, podría intentarlo en cualquier momento</i> —afirmó.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—De hecho, poco puedo hacer para impedirlo, ¿no? –prosiguió Charlie—. Tarde o temprano me cogerás desprevenido. No puedo poner alguien para que me vigile el resto de mi vida. Me pregunto qué me queda entonces por hacer. Estar así y estar muerto es más o menos la misma cosa, ¿no te parece?<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"> </span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"></span><br />
<span style="font-family: Times New Roman;"><div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano se cerró un poco; la carne mullida de la palma se arrugó de placer.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—<i>Así es, estás acabado, pobre imbécil, y no podrás hacer nada </i>–le dijo.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Mataste a Ellen.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—<i>Sí</i>.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano sonrió.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Y me cortaste la otra mano para que huyera. ¿Estoy en lo cierto?<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—<i>Sí</i> —repuso.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Me di cuenta —le comento Charlie—, presentí lo quc se avecinaba. Y ahora quieres hacer lo mismo, ¿me equivoco? Quieres separarte de mí e irte.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—<i>Exactamente.<o:p></o:p></i></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—No me dejarás en paz, ¿verdad? No te quedaras tranquila hasta que hayas logrado tu libertad.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—<i>Eso es.<o:p></o:p></i></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—De acuerdo —asintió Charlie—. Creo que nos entendemos, y estoy dispuesto a hacer un trato contigo.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano se acercó a su rostro, subiendo por la chaqueta del pijama con aire conspirador.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Te dejaré libre —le informó.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Ahora estaba apoyada sobre su cuello; no lo apretaba, pero se encontraba lo suficientemente cerca como para ponerlo nervioso.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Encontraré la forma, te lo prometo. Una guillotina, un escalpelo, no sé qué.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Se restregó contra él como un gato y lo acarició.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Pero has de hacerlo a mi manera, y cuando yo lo diga. Porque si me matas no podrás sobrevivir, ¿verdad? Te enterrarán conmigo, igual que enterraron las manos de papá.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano dejó de acariciarlo y se subió por el costado del archivador.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—¿Trato hecho? —inquirió Charlie.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano no le hacía el menor caso. De repente había perdido todo interés en la negociación. De haber tenido nariz, habría estado olisqueando el aire. En unos pocos instantes, las cosas habían cambiado: ya no había trato.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie se incorporó torpemente y fue hasta la ventana. Por dentro, el cristal estaba sucio, y por fuera estaba cubierto de varias capas de excrementos de pájaros, pero a pesar de todo logró divisar el jardín que había abajo. Había sido diseñado de conformidad con los términos del legado del millonario: un jardín formal que serviría de glorioso monumento a su buen gusto, tal como el edificio lo era de su pragmatismo. Pero cuando el edificio había comenzado a deteriorarse, el jardín había sido abandonado a sus propios recursos. Sus escasos árboles estaban muertos o bien se doblaban bajo el peso de las ramas no podadas; los bordes estaban llenos de maleza; los bancos volcados sobre los respaldos, con las patas cuadrangulares al aire. Sólo el césped estaha cortado y constituía una pequeña concesión al cuidado. Alguien, un médico que había salido un momento a fumar, se paseaba por los estrechos senderos. No había nadie más allí.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Pero la mano de Charlie se había posado en el cristal y lo raspaba, hundiendo en él las uñas, en un vano intento por llegar al mundo exterior. Al parecer, allí fuera había algo más que el caos. <o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Quieres salir —comentó Charlie.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano quedó aplanada contra la ventana y comenzó a golpear con la palma, rítmicamente, contra el cristal: era el tambor de un ejército invisible. La apartó de la ventana, sin saber qué hacer. Si se negaba a sus exigencias, podría herirlo. Si las consentía, e intentaba salir al jardín, ¿qué iba a encontrar? Por otra parte, ¿qué alternativa le quedaba? <o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Está bien —dijo—, ya vamos.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Afuera, en el corredor, había una actividad febril; casi nadie se molestó en mirar en su dirección, a pesar de que era el único que vestía el pijama de paciente e iba descalzo. Sonaban timbres, los altavoces pedían por este o aquel médico, los ingresados eran llevados a la morgue o al lavabo; se hablaba de las terribles escenas en la sala de Urgencias: decenas de muchachos sin manos. Charlie se movió entre la multitud demasiado de prisa como para captar una frase coherente. Creyó más conveniente mostrarse concentrado, fingir que tenía un propósito y un destino. Tardó un rato en ubicar la salida al jardín; sabía que la mano se impacientaba. Al costado de su cuerpo, flexionaba y estiraba los dedos, urgiéndole a continuar. Entonces vio el cartel: <i>A los jardines del Legado Chaney Memorial.<o:p></o:p></i></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En una esquina giró hacia un corredor apartado, carente de tráfico urgente, en cuyo extremo opuesto había una puerta que conducía al aire libre.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Afuera todo estaba muy tranquilo. En el aire y en el cesped no se veía ni un pájaro; ni una abeja zumbaba entre las flores. Hasta el médico se había marchado, probablemente a reanudar sus tareas quirúrgicas.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">La mano de Charlie estaba extasiada. Sudaba tanto que goteaba, y la sangre la había abandonado, por lo que la cubría una blanca palidez. Al parecer, ya no era suya. Era otro ser al que él, por alguna desafortunada argucia de la anatomía, se encontraba pegado. No veía la hora de deshacerse de ella.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El césped estaba húmedo de rocío, y en la sombra proyectada por el edificio de siete plantas hacía frío. Todavía eran las seis y media de la mañana. Quizá los pájaros siguieran dormidos y las abejas se hubieran demorado en sus colmenas. Tal vez en aquel jardín no había nada que temer: unas cuantas rosas de capullos podridos y gusanos tempraneros haciendo volteretas en el rocío. Tal vez su mano estuviera equivocada, y allí no hubiera más que la mañana.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Mientras vagaba, se fue adentrando en el jardín y notó las huellas del médico, más oscuras sobre el césped verde plateado. Al llegar al árbol y ver que la hierba se tornaba roja, advirtió que las pisadas iban, pero no volvían.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Boswell se encontraba en un coma voluntario; no sentía nada y se alegraba. Su mente reconoció apenas la posibilidad de despertar, pero el pensamiento era tan vago que no le costó trabajo negarse. De vez en cuando, una tajada del mundo real (del dolor, del poder) se deslizaba por entre sus párpados, se detenía un instante y se alejaba al vuelo. Boswell no quería saber nada de eso. No quería volver a recuperar la conciencia. Presentía ligeramente lo que encontraría al despertar, lo que le esperaba allí fuera, taconeando sin cesar.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie levantó la vista y miró hacia las ramas. El arbol tenía dos extraordinarias clases de fruta.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Una era un ser humano: el cirujano que fumaba el cigarrillo. Había muerto con el cuello alojado en el ángulo que formaban dos ramas. Le faltaban las manos. Sus brazos acababan en dos heridas redondeadas de las que todavía manaban pesados coágulos de color brillante que caían al cesped. Por encima de su cabeza, el árbol se encontraba abarrotado de otros frutos, todavía menos naturales. Las manos estaban en todas partes: cientos de ellas charlaban como un parlamento manual mientras debatían las tácticas. Las había de todas las formas y colores; subían y bajaban por las ramas bamboleantes.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Al verlas así reunidas, las metáforas se volvían mutiles. Eran lo que eran: manos humanas. Y en eso residía el horror.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie quiso huir, pero su mano derecha no quería saber nada. Aquéllas eran sus discípulas; se habían reunido allí en tanta abundancia para esperar sus parábolas y sus profecías. Charlie miro al médico muerto y luego a las manos asesinas y pensó en Ellen, su Ellen, que había muerto sin culpa alguna y que ya estaría fría en la tumba. Pagarían por el crimen, todas ellas. Siempre y cuando cl resto de su cuerpo le respondiera, las haría pagar. Había sido una cobardía intentar negociar con aquel cáncer que colgaba de su muñeca, ahora lo comprendía. Ella y las de su calaña eran una peste. No tenían derecho a vivir.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El ejército lo había avistado, y la nueva de su presencia se desparramó por las filas como un fuego incontrolado. Se agolparon en el tronco para bajar; algunas se tiraban como manzanas maduras de las ramas más bajas, ansiosas por abrazarse al Mesías. No tardarían en abalanzarse sobre él, y entonces habría perdido toda ventaja. Era ahora o nunca. Se alejó del árbol antes de que su mano derecha lograra asir una rama, y levantó la vista hacia el Ala Cbaney Memorial, buscando inspiración. La torre se elevaba por encima del jardín; las ventanas cegadas por el cielo, las puertas cerradas. Allí no habría solaz.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">A sus espaldas, oyó el susurro de la hierba cuando incontables cantidades de dedos la pisotearon. Las tenía ya pegadas a los talones; entusiasmadas, seguían a su líder. <o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Charlie se dio cuenta de que lo seguirían adondequiera que se dirigiese. Tal vez esa ciega adoración por la mano que le quedaba era una debilidad que podría explotar. Exploró el edificio por segunda vez y su desesperada mirada descubrió la escalera de incendios; subía por el costado del edificio zigzagueando en dirección al tejado. A la carrera, se lanzó hacia ella, sorprendido de la velocidad de que era capaz. No había tiempo para volverse a mirar si lo seguían; debía confiar en la devoción de las manos. Después de unos cuantos pasos, su enfurecida mano se le abalanzó sobre el cuello, amenazando con arrancarle la garganta, pero él continuó la carrera, indiferente a los zarpazos. Llegó al pie de la escalera de incendios y, agilizado por la adrenalina, subió los peldaños metálicos de dos en dos, de tres en tres. No mantenía bien el equilibrio sin una mano para aferrarse de la barandilla de seguridad, pero ¿qué importaba si se lastimaba? No era más que su cuerpo.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En el tercer descansillo se arriesgó a echar un vistazo hacia abajo, a través del enrejado de los escalones. Al pie de la escalera de incendios, una cosecha de flores de carne alfombraba el suelo y se extendía en dirección a él. Subían a centenares, hambrientas, llenas de uñas y odio. «Déjalas que vengan —pensó—, deja que las malditas me sigan. Yo empecé esto y yo lo acabaré.»<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Una infinidad de rostros se habían asomado a las ventanas del Ala Chaney Memorial. De los pisos inferiores le llegaban voces incrédulas y aterradas. Ya era demasiado tarde para contarles la historia de su vida: tendrían que reconstruir los retazos por sí mismas. ¡Y vaya rompecabezas sería! Tal vez, en su esfuerzo por comprender lo ocurrido esa mañana, encontrarían una solución creíble, la explicación del levantamiento que él no había logrado hallar; pero lo dudaba. <o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Estaba ya en el cuarto piso y se disponía a subir al quinto. La mano derecha se le hundía en el cuello. Tal vez sangrara, aunque tal vez fuera la lluvia, lluvia cálida que le chorreaba por el pecho y le bajaba por las piernas. Dos pisos más y llegaría al tejado. Debajo de él, en la estructura metálica, se produjo un zumbido: el ruido de la miríada de dedos que subían hacia él. El tejado se encontraba a una docena de peldaños, y se arriesgó a echar una segunda mirada hacia abajo, más allá de su cuerpo (no era lluvia lo que lo bañaba). Vio la escalera de incendios completamente cubierta de manos, como pulgones apiñados en el tallo de una flor. No, era otra metáfora. Las metáforas tenían que acabar.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El viento azotaba las alturas; hacia frío, pero Charlie no tenía tiempo de apreciarlo. Rebasó el parapeto de sesenta centímetros y saltó al tejado cubierto de grava. En los charcos yacían los cuerpos muertos de unas palomas; las grietas serpenteaban a través del cemento; un cubo con la inscripción «Vendajes sucios» estaba caído de lado y su contenido había adquirido una tonalidad verdosa. Atravesó aquella locura al tiempo que la primera del ejército indicaba al resto que subieran por el parapeto.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">El dolor de la garganta se abrió paso hacia su cerebro desbocado cuando sus dedos traicioneros se le enterraron en la tráquea. Le quedaban pocas fuerzas después de la carrera ascendente por la escalera de incendios, y con dificultad cruzó al lado opuesto, que supondría una caída vertical hacia el cemento. Tropezó una vez, y otra. Ya no le quedaban fuerzas en las piernas, y en lugar de pensamientos coherentes la cabeza se le llenó de tonterías. Un koan, acertijo budista que había visto en una ocasión en la cubierta de un libro, le punzaba la memoria.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><i><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">«¿Cuál es el sonido...?»</span></i><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">, comenzaba, pero no lograba completar la pregunta, por más esfuerzos que hiciera.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><i><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">«¿Cuál es el sonido...?»<o:p></o:p></span></i></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">«Olvida los acertijos», se ordenó a si mismo, conminando a sus piernas a que dieran un paso mas, y luego otro. Estuvo a punto de caer contra el parapeto, en el lado opuesto del tejado, y se quedó mirando hacia abajo. Era una caída vertical. Abajo había un aparcamiento de coches, frente al edificio. Estaba vacío. Se asomó un poco más y de su cuello lacerado cayeron gotas de sangre que, rápidamente, se fueron haciendo más y más pequeñas hasta humedecer el suelo. «Allá voy», le dijo a la gravedad y a Ellen, y pensó qué bonito sería morir y no tener que preocuparse nunca más de si le sangraban las encías al cepillarse los dientes o si se le había ensanchado la cintura, o si alguna belleza pasaba junto a él, en la calle, y le asaltaba el deseo de besarle los labios sin poder hacerlo jamás.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">De pronto, el ejercito se abalanzó sobre él, trepándole por las piernas, presa de una fiebre victoriosa.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Podéis venir —les dijo, al tiempo que oscurecían su cuerpo de la cabeza a los pies, necias en su entusiasmo—, podéis venir adonde yo vaya.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><i><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">«¿Cuál es el sonido...?»</span></i><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";"> Tenía la frase en la punta de la lengua.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Ya, ya la recordaba. <i>«¿Cuál es el sonido de una mano que aplaude?» </i>Qué satisfacción recordar algo rescatado del subconsciente con tanto esfuerzo... Era como encontrar una pequeña alhaja que se tenía por perdida para siempre. La emoción que le produjo el recordarlo endulzó sus últimos instantes. Se lanzó al espacio vacío, cayó y cayó hasta que la higiene dental y la belleza de las jóvenes mujeres concluyeron de repente. Las manos fueron tras él como una lluvia, destrozándose sobre el cemento, alrededor de su cuerpo, en oleadas; se lanzaron a su propia muerte en busca del Mesías.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Para los pacientes y enfermeras apiñados en las ventanas fue una escena de un mundo fantástico; comparado con aquello, una lluvia de sapos habría sido un hecho cotidiano. Les inspiró mas admiración reverencial que terror: era fabuloso. Terminó demasiado pronto, y al cabo de un minuto unas cuantas manos valientes se aventuraron a deambular entre los desechos para ver lo más posible. Había bastante y, a pesar de ello, nada. Obviamente era un raro espectaculo: horrible, inolvidable. Pero en él no podía descubrirse significado alguno, simplemente la parafernalia de un apocalipsis menor. No restaba más que limpiarlo todo; las propias manos se mostraron dóciles a regañadientes, mientras los cadáveres eran catalogados y metidos en cajas para un futuro examen. Algunas de las personas que participaron en la operación encontraron un momento a solas para rezar pidiendo explicaciones o al menos el poder dormir sin soñar. Entre el personal, hasta los agnósticos de conocimientos fragmentarios se sorprendieron al descubrir cuán fácil resultaba juntar las manos.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">En su cuarto privado, en Cuidados Intensivos, Boswell volvió en sí. Tendió la mano hasta alcanzar el timbre que había junto a su cama y lo pulsó, pero nadie acudió a su llamada. En el cuarto había alguien que se ocultaba en el rincon detrás del biombo. Había oído como el intruso arrastraba los pies.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Volvió a pulsar el timbre, pero en el edificio sonaban muchos otros timbres y, al parecer, nadie se molestaba en contestarlos. Apoyándose en la mesita de noche que había junto a la cama, se acerco al borde de la misma para ver mejor al bromista.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">—Sal de ahí —murmuró con los labios secos. Pero el desgraciado se tomaba su tiempo—. Sal..., se que estás ahí.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Tiró un poco más y de repente notó que se había alterado radicalmente su centro de equilibrio, que no tenía piernas y que estaba a punto de caerse de la cama. Con los brazos se cubrió la cabeza para que no golpeara el suelo, y lo logró. Sin embargo, se quedó sin aliento. Mareado, permaneció tirado donde había caído, intentando orientarse. ¿Que había ocurrido? ¿Dónde estaban sus piernas, en nombre de Jah?<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Sus ojos enrojecidos exploraron la habitación y se posaron sobre unos pies desnudos que se encontraban a un metro escaso de su nariz. Del tobillo les colgaba una etiqueta en la que se indicaba que iban destinados al incinerador. Levantó la vista y supo que eran sus piernas; estaban allí de pie, amputadas entre la ingle y la rodilla, pero seguían vivas y pateaban. Por un momento creyó que pretendían hacerle daño, pero no. Después de haberle revelado su presencia, lo dejaron allí tendido, contentas de estar libres.<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">¿Acaso sus ojos no envidiaron su libertad, y su lengua no se sintió ansiosa por abandonar la boca y salir? ¿Acaso cada parte de él, en su forma sutil, no se preparaba para abandonarlo? Era una alianza que se mantenía unida gracias a la más tenue de las treguas. Y ahora que ya se había sentado un precedente, ¿cuánto tardaría en producirse el siguiente levantamiento? ¿Minutos? ¿Años?<o:p></o:p></span></div><br />
<div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">Con el corazón en la boca, Boswell esperó la caída del Imperio.</span></div><div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";">_________________</span></div><div style="line-height: 115%;"><br />
</div><div style="line-height: 115%;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";"><span style="font-size: x-small;">Ahí les dejo para que se piquen un poquito, por si no han visto Hellraiser (o si la vieron ya para que la vean de nuevo!).</span></span></div><div style="line-height: 115%;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/WAx34IZ8bTk?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div><div style="line-height: 115%; text-align: center;"><span style="font-family: "Verdana","sans-serif";"><span style="font-size: x-small;">We'll tear your soul apart...!</span></span></div></span><br />
<div style="line-height: 115%; text-align: center;"></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-33858022483038264322011-11-19T18:10:00.000-08:002011-11-19T18:14:02.003-08:00Olalla - R.L. Stevenson<blockquote class="tr_bq"><div style="text-align: justify;">Robert Louis Stevenson, escocés famoso por haber escrito la historia del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Traigo una de sus narraciones a mi blog (la primera de unas cuantas que publicaré, pues le hallo un contenido realmente bizarro a casi todas las que escribió), esta en especial como la primera historia de vampiros que rondará por este espacio. No es para nada típica, ni romanticona; realmente particular. Les pido abran su mente a los detalles y a los símbolos que se traen a colación en el desarrollo del cuento, a pesar de que sea realismo puro: no es para ser juzgado a la ligera. Igual, es una advertencia que está de más. Dudas o comentarios los recibo gustosa.<br />
</div></blockquote><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfuN8uJYmtqH1BF-UIoKIsk2vtnVayowZmWqMM2q5jqOalWmqV6unP9I29WQMOnYkW9r5M1-KEYHUcTzYBbCwcCThVZ65oMnIzEby8jjoI7GCiOsk_qUjilzot7W3iyHWypLOdtqScx-sH/s1600/b00cft28_640_360.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfuN8uJYmtqH1BF-UIoKIsk2vtnVayowZmWqMM2q5jqOalWmqV6unP9I29WQMOnYkW9r5M1-KEYHUcTzYBbCwcCThVZ65oMnIzEby8jjoI7GCiOsk_qUjilzot7W3iyHWypLOdtqScx-sH/s400/b00cft28_640_360.jpg" width="400" /></a></div><br />
—Mi misión —dijo el doctor— está ya cumplida, y puedo afirmar con orgullo que bien cumplida. Sólo falta alejarle a usted de esta ciudad fría y dañina, y darle un par de meses de aire puro y tranquilidad de conciencia. Esto último depende de usted. En cuanto a lo primero, creo que puedo proporcionarle ayuda. Verá usted qué casualidad: el otro día precisamente vino el cura del pueblo, y como somos viejos amigos, aunque de profesiones contrarias, me pidió auxilio para aliviar la penosa situación de unos feligreses suyos. Se trata de una familia que... Pero usted no conoce España, y aun los nombres de nuestra grandeza le dirían muy poco, bástele, pues, saber que en otro tiempo fue una familia eminente, y que se encuentra ahora al borde de la miseria. Ya nada les queda, fuera de una finca rústica y algunas leguas de monte abandonado, que, en su mayor parte, no bastan para alimentar a una cabra. Pero la casa es muy buena: una finca antigua, en lo alto de unas colinas, un lugar de lo más salubre. En cuanto mi amigo me expuso el caso, yo me acordé de usted. Le dije que justamente estaba asistiendo a un oficial herido, herido por la buena causa, que necesitaba cambiar de aires; y le propuse que sus amigos lo recibieran a usted como huésped. Conforme a lo que yo me esperaba, el cura se puso al instante muy serio. Me dijo que era inútil hablar de eso. "Entonces, que se mueran de hambre", le contesté, porque el orgullo en el menesteroso es cosa que no me agrada. Y nos separamos algo picados; pero ayer, con gran sorpresa mía, el cura vino a verme e hizo acto de contrición: había tratado el asunto, dijo, y la dificultad no era tan grande como él se temía; en otros términos: que la orgullosa familia estaba dispuesta a guardarse su orgullo para mejor ocasión. Entonces cerré el trato y, salvo la aprobación de usted, hemos quedado en que irá usted a pasar una temporada a la residencia campestre. El aire de la montaña le renovará a usted la sangre, y la quietud en que vivirá usted vale por todas las medicinas del mundo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Doctor —dije yo—, hasta aquí ha sido usted mi ángel bueno, y un consejo de usted es para mí una orden. Pero hágame el favor de contarme algo de la familia con quien voy a vivir. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—A eso voy —replicó mi amigo—, porque realmente la cosa ofrece alguna dificultad. Estos indigentes son, como he dicho a usted, personas de muy alta descendencia y tienen una vanidad de lo más infundada. Durante varias generaciones han vivido en un aislamiento creciente, alejándose, por una parte, del rico que ya estaba demasiado arriba para ellos, y por otra, del pobre, a quien todavía consideraban muy abajo. Ahora mismo, cuando ya la pobreza los obliga a abrir su puerta a un huésped extraño, no pueden resolverse a hacerlo sin una estipulación muy desagradable. Y es que usted deberá permanecer siempre ajeno a la vida de ellos; ellos lo atenderán a usted, pero desde ahora se niegan a la sola idea de la más leve intimidad entre usted y ellos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
No puedo negar que esto me impresionó un poco, y que tal vez la curiosidad acrecentó mi deseo de ir a aquel sitio, porque yo confiaba en que, a empeñarme en ello, rompería la barrera. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—La condición no tiene nada de ofensiva —declaré—. El sentimiento en que ella se inspira me es del todo simpático. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Verdad es —añadió el doctor cortésmente— que no lo han visto a usted nunca; y si supieran que es usted el hombre más apuesto y agradable que nos ha venido de Inglaterra (donde, según me aseguran, abundan los hombres apuestos, mas no tanto los agradables), no hay duda que le prepararían a usted la bienvenida que se merece. Pero puesto que usted no lo toma a mala parte, no hay más que hablar. A mí me parece una falta de cortesía. Pero es usted quien sale ganando. La familia no le había de seducir a usted gran cosa. Una madre, un hijo y una hija: una señora que parece está medio imbécil, un chico zafio, una muchacha criada en el campo, de quien su confesor tiene la más alta idea y que, en consecuencia —añadió el médico con cierta sonrisa—, debe ser fea: todo esto no es para cautivar a un bizarro militar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Sin embargo —objeté—, dice usted que son de muy alta cuna. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Bueno, distingamos —replicó el doctor—. La madre lo es: no los hijos. La madre es el último vástago de una raza principesca, tan degenerada en sus virtudes como decaída en su fortuna. El padre de esta señora, además de pobre, era loco; y ella, la hija, vivió abandonada en la residencia hasta que él murió. La mayor parte de la fortuna pereció con él; la familia quedó casi extinta; la muchacha, más abandonada y silvestre que nunca, se casó al fin, sabe Dios con quién: unos dicen que con un arriero; otros, que con un matutero, y tampoco falta quien asegure que no hubo tal matrimonio, y que Felipe y Olalla son bastardos. Como quiera, la unión quedó disuelta trágicamente hace algunos años; pero la familia vive en reclusión tan completa, y la comarca, por aquel tiempo, estaba en un desorden tan grande, que el verdadero fin del padre sólo lo conoce el cura, si es que él lo conoce. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Me parece que voy a ver cosas extraordinarias —dije. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Yo, en el caso de usted, no fantasearía mucho —repuso el doctor— me temo que se encuentre usted con la realidad más llana y rastrera. A Felipe, por ejemplo, lo he visto. Y ¿qué le diré a usted? Es un chico muy rústico, muy socarrón, muy zafio, y, en suma, un inocente; los demás miembros de la familia serán dignos de él. No, no, señor comandante. Usted debe buscar la compañía que le conviene en la contemplación de nuestras hermosas montañas; y en esto, si sabe usted admirar las obras de la naturaleza, le prometo que no quedará defraudado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><blockquote class="tr_bq"><div style="text-align: justify;">En la tumba de Stevenson, en una lejana isla de los mares del Sur a la que se retiró por motivos de salud, figura grabado el apodo que le dieron los samoanos: Tusitala, que en español significaría «el contador de historias». En efecto, la literatura de Stevenson es uno de los más claros ejemplos de la novela-narración, el «romance» por excelencia. Este cuento es un perfecto ejemplo.</div><div style="text-align: justify;"><a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/stevenson.htm">http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/stevenson.htm</a></div></blockquote><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente, Felipe vino por mí en un tosco carricoche tirado por una mula; y, poco antes de dar las doce, tras de haber dicho adiós al doctor, al posadero y a algunas almas caritativas que me habían auxiliado durante mi enfermedad, salimos de la ciudad por la puerta de oriente, y empezamos a trepar la sierra. Por tanto tiempo había estado yo prisionero, desde el día en que, tras la pérdida del convoy, me abandonaron por muerto, que el mero olor de la tierra me hizo sonreír. El país que atravesábamos era rocalloso y agreste, cubierto parcialmente de hirsutos bosques, ya de alcornoques, ya de castaños —los robustos castaños españoles—, y frecuentemente interrumpido por las torrenteras. Brillaba el sol, el viento susurraba, gozoso, y habíamos adelantado ya algunas millas, y ya la ciudad aparecía como un montoncito de tierra en el llano, que se extendía a nuestra espalda, cuando comencé a reparar en mi compañero de viaje. A primera vista, era un muchachillo campesino, bien formado, pero zafio, como me lo había descrito el doctor; muy presto y activo, pero exento de toda cultura. Para la mayoría de los que lo observaban, esta primera impresión era definitiva. Lo que comenzó a chocarme en él fue su charla familiar y desordenada, que parecía estar tan poco de acuerdo con las condiciones que se me habían impuesto, y que —parte por lo imperfecta en la forma, y parte por la vivaz incoherencia del asunto— era tan difícil de seguir. Cierto es que ya antes había yo hablado con gente de constitución mental semejante, gente que como este muchacho, parece vivir sólo por los sentidos, de quien se apodera por completo el primer objeto que se ofrece a la vista, y que es incapaz de descargar su mente de esta fugitiva impresión. La conversación de aquel muchacho me iba pareciendo una conversación propia de conductores y cocheros, que se pasan lo más del tiempo en completo ocio mental, desfilando por entre paisajes que les son familiares. Pero el caso de Felipe era otro, porque, según él mismo me contó, él era el guardián del hogar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Ya quisiera haber llegado —dijo— y mirando un árbol junto al camino, añadió, sin transición, que un día había visto allí un cuervo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¿Un cuervo? —repetí yo, extrañado de la incoherencia, y creyendo haber oído mal. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Pero ya el muchacho estaba embargado por otra idea. Con un gesto de atención concentrada, ladeó la cabeza, frunció el ceño, y me dio un empellón para obligarme a guardar silencio. Después sonrió y movió la cabeza. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¿Qué ha oído usted? —pregunté. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Nada, no importa —contestó. Y empezó a azuzar a su mula con unos gritos que resonaban extrañamente en los muros de la montaña. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Lo observé más de cerca. Estaba admirablemente bien construido: era ligero, flexible, fuerte; de facciones regulares, de ojos dorados y muy grandes, aunque tal vez no muy expresivos. En conjunto, era un muchacho de muy buen aire, en quien no descubrí más defectos que la tez sombría y cierta tendencia a ser velludo, cosas ambas de que abomino. Pero lo que en él más me atraía, a la par que intrigaba, era su espíritu. Volvió a mi memoria la frase del doctor: "Es un inocente". Y me preguntaba yo si, después de todo, sería eso lo más exacto que de él se podía decir, cuando el camino comenzó a descender hacia la garganta angosta y desnuda de un torrente. En el fondo, tronaban las aguas tumultuosas, y el barranco parecía como henchido todo con el rumor, el tenue vapor y los aletazos de viento que hacían coro a la catarata. El espectáculo impresionaba ciertamente, pero el camino era muy seguro por aquella parte, y la mula adelantaba sin un tropiezo. Así, me sorprendió advertir en la cara de mi compañero la palidez del terror. La voz salvaje del torrente era de lo más mudable: ya languidecía con fatiga, ya redoblaba sus roncos gritos. Momentáneas crecidas parecían de pronto hincharlo, precipitándose por la garganta y agolpándose con furia contra los muros de roca. Y pude observar que, a cada espasmo de clamor, mi conductor desfallecía y palidecía visiblemente. Cruzó por mi espíritu el recuerdo de las supersticiones escocesas en torno al río Kelpie, y me pregunté si habría por acaso algo semejante en aquella región de España; y al fin, abordando a Felipe, traté de averiguar lo que le pasaba: </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¿Qué hay? —le dije. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Es que tengo miedo —me contestó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Pero ¿de qué tiene usted miedo? —insistí—. Éste me parece uno de los sitios más seguros de todo este peligrosísimo camino. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Es que como hace ruido... —confesó con una ingenuidad que aclaró todas mis dudas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Sí: aquel muchacho tenía una mente pueril, activa y ágil como su cuerpo, pero retardada en su desarrollo. Y en adelante comencé a considerarlo con cierta compasión, y a seguir su cháchara inconexa, primero con indulgencia y finalmente hasta con agrado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Hacia las cuatro de la tarde ya habíamos traspuesto las cumbres y, despidiéndonos del crepúsculo, empezábamos a bajar la cuesta, asomándonos a los precipicios y discurriendo por entre las sombras de penumbrosos bosques. Por todas partes se levantaban los rumores de las cascadas, no ya condensados y formidables como en la garganta que habíamos dejado atrás, sino dispersos, alegres y musicales, entre las cañadas del camino. El ánimo de mi conductor pareció también recobrarse: comenzó a cantar en falsete, con singular carencia de sentido musical, desentonando y destrozando la melodía, en un vaguear continuo; y, sin embargo, el efecto era natural y agradable como el del canto de los pájaros. A medida que la sombra aumentaba, el sortilegio de aquel gorjeo sin arte se fue apoderando más y más de mí, obligándome a escuchar, en espera de alguna melodía definida, pero siempre en vano. Cuando al fin le pregunté qué era lo que cantaba. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¡Oh —me contestó—, si nada más canto! </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Lo que más me llamaba la atención en aquel canto era el artificio de repetir incansablemente, a cortos intervalos, la misma nota, lo cual no resultaba tan monótono como pudiera creerse, o, por lo menos, no era desagradable, y parecía exhalar un dulce contentamiento con todo lo que existe, como el que creemos ver en la actitud de los árboles o en el reposo de un lago. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Ya había cerrado la noche cuando salimos a una meseta y descubrimos a poco un bulto negro, que supuse fuera la residencia campestre. Mi guía, saltando del coche, estuvo un rato gritando y silbando inútilmente, hasta que por fin se nos acercó un viejo campesino, salido de entre las sombras que nos envolvían, con una vela en la mano. A la escasa luz de la vela pude columbrar una gran puerta en arco, de carácter moruno: tenía unos batientes con chapas de hierro, y en uno de ellos, un postigo que Felipe abrió. El campesino se llevó el coche a algún pabellón accesorio, y mi guía y yo pasamos por el postigo, que se cerró nuevamente a nuestra espalda. Alumbrados por la vela, atravesamos un patio, subimos por una escalera de piedra, cruzamos una galería abierta, después trepamos por otra escalera y, por último, nos encontramos a la puerta de un aposento espacioso y algo desamueblado. Este aposento, que comprendí iba a ser el mío, tenía tres ventanas, estaba revestido de tableros de reluciente madera y tapizado con pieles de animales salvajes. En la chimenea ardía un vivo fuego, que difundía por la estancia su resplandor voluble. Junto al fuego, una mesa dispuesta para servir la cena; y, al otro extremo, la cama ya tendida. Estos preparativos me produjeron una emoción agradable, y así se lo manifesté a Felipe, el cual, con la misma sencillez que ya había yo observado en él, confirmó calurosamente mis alabanzas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Un cuarto excelente —dijo—. Un cuarto muy hermoso. Y fuego también: buena cosa para alegrar los huesos. Y la cama —continuó, alumbrando la otra parte de la habitación—: Vea usted qué buenas mantas, qué finas, qué suaves, suaves... </div><div style="text-align: justify;"><br />
Y pasaba la mano una y otra vez por la manta, y ladeaba la cabeza hinchando los carrillos con una expresión de agrado tan grosera que casi me molestó. Le quité la vela, por miedo de que pusiese fuego a la cama, y me dirigí a la mesa. En la mesa había vino: llené una copa y lo invité a beber. Se me acercó al instante con una viva expresión de anhelo; pero, al ver el vino, se estremeció y dijo: </div><div style="text-align: justify;"><br />
—No, no. Eso no: eso, para usted. Yo aborrezco el vino. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Muy bien, señor —le dije—. Entonces voy a beber yo a la salud de usted, y por la prosperidad de su casa y familia. Y a propósito —añadí, tras de apurar la copa—, ¿podría yo tener el gusto de ofrecer mis respetos a su señora madre? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al oír esto, la expresión infantil desapareció de su rostro, dando lugar a una indescriptible expresión de astucia y misterio. Retrocedió como si fuera yo un animal dispuesto a saltar sobre él o algún sujeto peligroso que blandiese un arma temible, y, al llegar a la puerta, me echó una mirada señuda, con contraídos párpados, y... </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—No —me dijo. Y salió silenciosamente del aposento. Y oí el ruido de sus pisadas por la escalera, como un leve rumor de lluvia. Y la casa se sumergió en el silencio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Cené. Acerqué la mesa a la cama, y me dispuse a dormir. En la nueva posición de la luz, me llamó la atención un cuadro que colgaba del muro; era una mujer, todavía joven. A juzgar por el vestido y cierta blanda uniformidad que reinaba en la tela, era una mujer muerta hacía tiempo; pero a juzgar por la vivacidad de la actitud, los ojos y los rasgos, me parecía estar contemplando en un espejo la imagen de la vida. El talle era delgado y enérgico, de proporciones muy justas; sobre las cejas, a modo de corona, se enredaban unas trenzas rojas; sus ojos, de oro oscuro, se apoderaban de los míos; y la cara, de perfecto dibujo, tenía, sin embargo, un no sé qué de crueldad, de adustez y sensualidad a un tiempo. Algo en aquel talle, en aquella cara, algo exquisitamente inefable —eco de un eco—, me recordaba los rasgos y el porte de mi guía; y un buen rato estuve considerando, con una curiosidad incómoda, la singularidad de aquel parecido. La herencia común, carnal, de aquella raza, originalmente trazada para producir damas tan superiores como la que así me cautivaba en la tela, había decaído a más bajos usos, y vestía ahora trajes campesinos, y se sentaba al pescante y llevaba la rienda de un coche tirado por una mula, para traer a casa un huésped. Tal vez quedaba aún un eslabón intacto; tal vez un último escrúpulo de aquella sustancia delicada que un día vistiera el satén y el brocado de la dama de ayer se estremecía hoy al contacto de la ruda frisa de Felipe. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La primera luz de la mañana cayó de lleno sobre el retrato, y yo, desde la cama y ya despierto, continuaba examinándolo con creciente complacencia: su belleza se insinuaba hasta mi corazón insidiosamente, acallando uno tras otro mis escrúpulos; y, aunque harto sabía yo que enamorarse de aquella mujer era firmar la propia sentencia de degeneración, también me daba cuenta de que, a estar viva, no hubiera podido menos de amarla. Día tras día fue haciéndose mayor esta doble impresión de su perversidad y mi flaqueza. Aquella mujer llegó a convertirse en heroína de mis sueños, sueños en que sus ojos me arrastraban al crimen y eran, después, mi recompensa. Mi imaginación, por su influjo, se fue haciendo sombría; y cuando me encontraba al aire libre, entregado a vigorosos ejercicios y renovando saludablemente la corriente de mi sangre, no podía menos de regocijarme a la idea de que mi embrujadora beldad yacía bien segura en la tumba, roto el talismán de su belleza, sellados sus labios en perenne mutismo y agotados sus filtros. Y, con todo, en mí bullía el incierto temor de que aquella mujer no estuviera muerta del todo, sino resucitada —por decirlo así— en alguno de sus descendientes. </div><div style="text-align: justify;"></div><blockquote class="tr_bq">Hermosísima descripción del entorno. No se puede negar que es todo un mago pintando con las palabras; dignísimo realista, parece como si su lienzo literario no tuviera fin. Y al parecer así es (buen maestro).</blockquote><br />
<div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;">Felipe me servía de comer en mi aposento, y cada vez me impresionaba más su parecido con el retrato. A veces, el parecido se desvanecía por completo; otras, en algún cambio de actitud o momentánea expresión, el misterio del parecido era tal que se apoderaba de mí. Y esto, sobre todo, cuando Felipe estaba de mal humor. Notoriamente yo le era simpático; le enorgullecía que yo me fijara en él, y trataba de llamarme la atención con mil trazas infantiles y cándidas; gustaba de sentarse junto a mi fuego y soltar su charla inconexa o cantar sus extrañas canciones sin términos y sin palabras; y, alguna vez, me pasaba la mano con una familiaridad afectuosa que me provocaba cierto embarazo de que yo mismo me avergonzaba. Pero de pronto le entraban raptos de ira inexplicables o se ponía de humor huraño. A la menor palabra de protesta, volcaba el plato que acababa de servirme, y esto no con disimulo, sino con franca rudeza; y en cuanto yo manifestaba la menor curiosidad, hacía también alguna extravagancia. Mi curiosidad era más que natural, en aquel lugar extraño y entre gente tan extraña; pero, en cuanto apuntaba yo una pregunta, el muchacho retrocedía, amenazador y temible. Y entonces, por una fracción de segundo, el tosco muchacho resultaba un hermano gemelo de la dama del retrato. Pero pronto se disipaba este humor sombrío, y con él se disipaba también el parecido. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Durante los primeros días no vi a nadie más que a Felipe, salvo la dama del retrato; y como el muchacho era notoriamente desequilibrado y tenía raptos de pasión, parecerá extraño que yo tolerara con tanta calma su peligrosa vecindad. Y la verdad es que durante los primeros días me inquietó; pero pronto llegué a ejercer tal autoridad sobre él que pude considerarme tranquilo. </div><div style="text-align: justify;">He aquí cómo fue. Él era por naturaleza holgazán y tenía mucho de vagabundo, y, sin embargo, gobernaba la casa, y no sólo atendía en persona a mi servicio, sino que trabajaba todos los días en el huerto o pequeña granja que había a espaldas de la residencia. En esta labor le auxiliaba el labriego que vi por primera vez la noche de mi llegada, el cual habitaba en el término del cercado, en una casita rústica que quedaba a una media milla. Pero yo estaba seguro de que Felipe era el que trabajaba más de los dos. Cierto que a veces lo veía yo arrojar la azada y echarse a dormir entre las mismas plantas que había estado arrancando; pero su constancia y energía eran admirables, y más si se considera que yo estaba seguro de que eran extrañas a su disposición natural y producto de un esfuerzo penoso. Yo lo admiraba, preguntándome qué podía provocar, en aquella cabeza a pájaros, un sentimiento tan claro del deber. ¿Qué fuerza podía mantenerlo? Y, ¿hasta qué punto prevalecería sobre sus instintos? Tal vez el sacerdote era su consejero y guía; pero el sacerdote había venido a la residencia sólo una vez y, desde una loma donde me entretenía yo en hacer apuntes del paisaje, lo vi entrar y salir tras un intervalo de cerca de una hora, y durante todo ese tiempo Felipe continuó su ininterrumpida labor en el huerto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al fin un día, con ánimo verdaderamente punible, resolví desviar al muchacho de sus buenas costumbres, y acechándolo desde la puerta, fácilmente lo persuadí a que se me reuniera en el campo. Era un hermoso día, y el bosque adonde lo conduje estaba rebosante de verdor y alegría y embalsamado e hirviente de zumbidos de insectos. Aquí manifestó toda la vitalidad de su carácter, levantándose hasta unas alturas de regocijo que casi me humillaban, y desplegando una energía y gracia de movimientos que deleitaban los ojos. Saltaba, corría en mi derredor lleno de júbilo; de pronto, deteniéndose, miraba, escuchaba y parecía beber el espectáculo del mundo como se bebe un vino cordial; y después trepaba a un árbol de un salto, y allí se balanceaba y brincaba a su sabor. Aunque me habló poco, y cosas sin importancia, pocas veces habré disfrutado de una compañía más grata; sólo el verlo tan divertido era ya una continua fiesta; la viveza y exactitud de sus movimientos me encantaban; y sin duda habría yo incurrido en la maldad de convertir en costumbre estos paseos al campo, a no haber sido porque el azar prevenía una brusca interrupción a mis alegrías. Un día el joven, con no sé qué mañas o destrezas, atrapó una ardilla en la copa de un árbol. Estaba algo lejos de mí, pero lo vi claramente descolgarse del árbol, ponerse en cuclillas y gritar de gozo como un niño. Aquellos gritos —tan espontáneos e inocentes— me produjeron una emoción agradable. Pero al acercarme, el chillido de la ardilla me produjo cierta turbación. Yo había oído hablar, y había presenciado por mí mismo, muchas crueldades de muchachos, y sobre todo entre la gente de campo; pero esta crueldad me encolerizó. Sacudí al perverso muchacho, le arrebaté el pobre animalillo y, con eficaz compasión, le di la muerte. Después me volví al verdugo, le hablé largo rato en el calor de la indignación, le dije mil cosas que parecieron llenarlo de vergüenza, y finalmente, indicándole el camino de la casa, le ordené que se fuera y me dejara solo, porque a mí me gustaba la compañía de los seres humanos, no de las sabandijas. Entonces cayó de rodillas y, acudiéndole las palabras con más claridad que de costumbre, desató una corriente de súplicas conmovedoras, pidiéndome que por favor le perdonara, que olvidara lo que había hecho y confiara en su conducta futura. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¡Es que me cuesta tanto trabajo! —exclamó—. Comandante: ¡perdone usted a Felipe por esta vez; ya no volveré a ser bruto! </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">A esto, mucho más afectado de lo que dejaba traslucir, cedí, en efecto, y al fin cambiamos un apretón de manos y dimos por concluido el asunto. En cuanto a la ardilla, yo me empeñé en que fuera enterrada, a guisa de penitencia. y le hablé largamente de la belleza del cuitado animalejo, de lo que había sufrido y de lo bajo que es abusar de la propia fuerza. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Mira, Felipe —le dije—, tú eres muy fuerte. Pero, en mis manos, casi serías tan débil como en las tuyas ese pobrecillo huésped de los árboles. Préstame la mano. Ya ves que no te puedes soltar. Pues figúrate ahora que yo fuera cruel para contigo y me complaciera en hacerte sufrir. No hago más que apretar la mano, y ya ves lo que te duele. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Gritó, se puso pálido y sudoroso; y, cuando al fin lo solté, se dejó caer al suelo, y estuvo acariciándose la mano y quejándose como un bebé. Pero le aprovechó la lección y, sea por esto o por lo que le dije, o por la alta noción que ahora tenía de mi fuerza física, su afecto tendió a transformarse en una fidelidad, en una adoración como la del perro por su amo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Entre tanto, mi salud se recobraba rápidamente. La residencia se levantaba en un valle rocalloso, al que servía de corona, valle abrigado de montañas por todas partes, de suerte que sólo desde el techo —en "bartizan"— era posible distinguir, por entre dos picos, un trocito de llanura azul y distante. En aquella altura, el aire circulaba amplia y libremente; grandes nubes se apiñaban, que el viento desgarraba luego, dejándolas en airones prendidos a las cumbres de las colinas; en torno se oía el rumor, bronco, aunque difuso, de los torrentes; propio sitio, en suma, para estudiar los caracteres más rudos y antiguos de la naturaleza, en el hervor de su fuerza primitiva. Aquel escenario vigoroso me deleitó desde el primer momento, lo mismo que su clima mudable, y también la vieja y destartalada mansión en que fui a vivir. La casa era un cuadrilongo que se prolongaba en las esquinas opuestas por dos apéndices como bastiones, uno de ellos sobre la puerta, y ambos con troneras para mosquetería. Además, el cuerpo bajo carecía de ventanas para que, en caso de sitio, la plaza no pudiera ser atacada sin artillería. Este recinto bajo se reducía a un patio donde crecían granados. De aquí, por una amplia escalera de mármol, se llegaba a una galería abierta que corría por los cuatro lados y cuyo techo estaba sostenido por esbeltas columnas. Y de aquí, otras escaleras cerradas conducían al piso superior, que estaba dividido en departamentos. Las ventanas, internas y externas, siempre estaban cerradas; algunas piedras de los dinteles se habían caído, una parte del techo había sido arrancada por el huracán, cosa frecuente en aquellas montañas, y la casa toda, el fuego del sol, yaciendo pesadamente entre un bosquecillo de pequeños alcornoques, cenicienta de polvo, parecía el dormido palacio de la leyenda. El patio, sobre todo, era la propia morada del sueño: por sus aleros zumbaba el arrullo de las palomas y, aunque no daba al aire libre, cuando soplaba el viento afuera, el polvo de la montaña se precipitaba allí como lluvia espesa, empañando el rojo sangriento de las granadas. Rodeábanlo las ventanas condenadas, las cerradas puertas de numerosas celdas, los arcos de la amplia galería; y todo el día el sol proyectaba rotos perfiles por alguna de sus cuatro caras, alineando sobre el piso de la galería las sombras de los pilares. En el piso bajo, entre unas columnas, había un rinconcito que bien podía ser habitación humana. Quedaba abierto al patio, y tenía una chimenea, donde ardía todo el día un buen fuego de leña, y el suelo de azulejos estaba tapizado con pieles. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Allí vi a mi huéspeda por primera vez. Había sacado una piel al sol y estaba sentada sobre ella, apoyada en una columna. Lo que primero me llamó la atención fue su vestido, rico y abigarrado, que brillaba casi en aquel patio polvoroso, aliviando los ojos como las flores del granado. Después reparé en su extremada belleza. Cuando alzó la cara —supongo que para verme, aunque no distinguí sus ojos— con una expresión de buen humor y contento casi imbécil, mostró una perfección de rasgos y una nobleza de actitud mayores que las de una estatua. Yo me descubrí al pasar, y en su cara hubo entonces un fruncimiento de desconfianza tan rápido y leve como el temblor del agua a la brisa; pero no hizo caso de mi saludo. Yo continué, camino de mi paseo habitual, un poquillo desconcertado; aquella impasibilidad de ídolo me turbaba. A mi regreso, aunque estaba aún en igual postura, me chocó advertir que, siguiendo el sol, se había trasladado al otro pilar. Esta vez ya me saludó: fue un saludo trivial, bastante cortés en la forma, pero, en el tono, tan profundo, indistinto y balbuciente que, como en los de su hijo, contrariaba la expresión a la exquisitez del saludo. Contesté sin saber lo que hacía; porque, aparte de que no entendí claramente, me quedé asombrado ante aquellos ojos que se abrieron de pronto. Eran unos ojazos enormes, el iris dorado como en los de Felipe, pero la pupila tan dilatada en aquel instante que casi parecían negros; y lo que más me asombró no fue el tamaño de los ojos, sino —lo que tal vez era consecuencia de lo otro— la singular insignificancia de la mirada. Jamás había yo visto una mirada más anodina y estúpida. Mientras contestaba el saludo, desvié la mirada instintivamente y trepé a mi habitación, entre embarazado y contrariado. Pero cuando, al llegar allí, contemplé el retrato, de nuevo se apoderó de mí el milagro de la descendencia familiar. Mi huéspeda era desde luego mayor de edad y más desarrollada que la dama del cuadro; los ojos eran de otro color, su rostro no tenía nada de aquella expresión perversa que tanto me atraía y ofendía en el retrato: no; en él no se leían ni el bien ni el mal, sino la nada moral más inexpresiva y absoluta, y, con todo, el parecido era innegable; no expreso, sino inmanente; no en tal o cual rasgo particular, sino más bien en el conjunto. Se diría, pues, que el pintor, al firmar el retrato, no sólo había sorprendido en ella a una mujer risueña y artera, sino a toda una raza, en su calidad esencial. </div><div style="text-align: justify;"><br />
A partir de aquel día, al entrar o salir, estaba yo seguro de encontrarme siempre a la señora sentada al sol y apoyada en una columna, o acurrucada junto al fuego sobre un tapete; sólo una que otra vez cambiaba su sitio acostumbrado por el último peldaño de la escalera, adonde, con el mismo abandono habitual, la encontraba yo en mitad de mi camino. Y nunca vi que gastara en nada la menor suma de energía, fuera de la muy escasa que es necesaria para peinar una y otra vez su copiosa cabellera color de cobre, o para balbucir, con aquella voz rica, profunda y quebrada, sus acostumbrados saludos perezosos. Creo que éstos eran sus mayores placeres, fuera del placer de la quietud. Parecía estar muy orgullosa de todo lo que decía, como si todo ello fuera muy ingenioso; y, en verdad, aunque su conversación era tan poco importante como suele serlo la de tanta gente respetable, y se movía dentro de muy estrechos límites y asuntos, nunca era incoherente ni insustancial; más aún: sus palabras poseían no sé qué belleza propia, como si fueran una emanación de su contento. Ya hablaba del buen tiempo, del que disfrutaba tanto como su hijo; ya de las flores de los granados, ya de las palomas blancas y golondrinas de largas alas que abanicaban el aire del patio. Los pájaros la excitaban. Cuando, en sus vuelos ágiles, azotaban los arcos de la galería, o pasaban junto a ella casi rasándola en un golpe de viento, la dama se agitaba un poco, se incorporaba, y parecía despertar de su sueño de satisfacción. Pero, fuera de esto, yacía voluptuosamente replegada en sí misma, hundida en perezoso placer. Al principio me molestaba aquel contentamiento invencible, pero al cabo me resultó un espectáculo reparador, hasta que acabé por acostumbrarme a perder un rato a su lado cuatro veces al día —a la ida y a la vuelta— y charlar con ella somnolientamente, no sé ni de qué. En suma: que acabé por gustar de su sosa y casi animal compañía: su belleza y su bobería me confortaban y me divertían a la vez. Poco a poco descubrí en sus observaciones cierto buen sentido trascendental, y su inalterable buen humor causaba mi admiración y envidia. La simpatía era correspondida; a ella, medio inconscientemente, le agradaba mi presencia, como le agrada al hombre sumergido en profundas meditaciones el parloteo del arroyo. No puedo decir que, al acercarme yo, hubiera en su rostro la menor señal de satisfacción, porque la satisfacción estaba escrita en él para siempre, como en una estatua que representara la sandez contenta; pero una comunicación más íntima aún que la mirada me revelaba su simpatía hacia mí. Hasta que un día, al sentarme junto a ella, en la escalera de mármol, alargó de pronto una mano y acarició la mía. Hecho esto, volvió a su actitud acostumbrada, antes de que me diera yo cuenta de lo sucedido; y, cuando busqué sus ojos, no leí nada en ellos. Era evidente que no daba la menor importancia al hecho, y me censuré interiormente por mi exceso de conciencia y escrúpulo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
La contemplación y, por decirlo así, el trato con la madre, confirmó el juicio que del hijo me había formado. La sangre de aquella familia se había ido empobreciendo, sin duda por causa de una larga procreación, error común de las clases orgullosas y exclusivas. Sin embargo, no podía advertirse la menor decadencia en las líneas del cuerpo, modelado con sin igual maestría y fuerza; de suerte que las caras de la actual generación tenían tan marcado el cuño como aquella cara de hacía dos siglos que me sonreía desde el retrato. Pero la inteligencia —que es el patrimonio más precioso— había degenerado; el tesoro de la memoria ancestral había caído muy abajo, y había sido menester el cruce plebeyo y potente del arriero o contrabandista de las montañas para levantar el torpor de la madre hasta la actividad desigual del hijo. Sin embargo, entre los dos, yo prefería a la madre. A Felipe, vengativo un día y otro sumiso, lleno de arranques y arrepentimientos, inconstante como una liebre, fácilmente me lo imaginaba convertido en un ser perjudicial. Pero la madre, en cambio, sólo me sugería ideas de bondad. Y como los espectadores son ligeros para tomar partido, yo escogí pronto mi partido en la sorda enemistad que creí descubrir entre ambos. Esta enemistad me parecía manifiesta, sobre todo en la madre. A veces, cuando el hijo se acercaba a ella, se dijera que ella perdía el aliento, y sus pupilas inexpresivas se contraían de horror y miedo. Las emociones de la madre, por escasas que fuesen, eran enteramente superficiales y fácilmente las comunicaba. Aquella repulsión latente hacia su hijo llegó a ser para mí un motivo de preocupación, y a menudo me preguntaba yo cuáles podían ser las causas de aquella anomalía, y si realmente el hijo tendría la culpa de todo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Haría diez días que estaba yo en la residencia, cuando el viento se soltó, soplando con gran fuerza y arrastrando nubes de polvo. Aquel viento venía de pantanos insalubres y bajaba de las sierras nevadas. Todo el que sufría su azote quedaba con los nervios destemplados y maltrechos, con los ojos irritados de polvo, las piernas adoloridas bajo el peso del propio cuerpo; y sólo frotarse las manos producía una sensación intolerable. El viento bajaba de las barrancas y zumbaba en torno a la casa con un rumor profundo y unos inacabables silbidos, tan fatigosos para el oído como deprimentes para el ánimo. No soplaba en ráfagas súbitas, sino con el ímpetu continuo de una cascada, de suerte que, en cuanto empezaba, no había reposo posible. Pero sin duda en las cumbres era más desigual, y tenía repentinos accesos de furia, porque de allá nos llegaban de tiempo en tiempo unos como doloridos lamentos que hacían daño; y otras veces, en algún declive o explanada, alzaba y deshacía en un instante una torre de polvo semejante al humo de una explosión. </div><div style="text-align: justify;"><br />
No bien abrí los ojos, cuando me di cuenta de la gran tensión nerviosa y depresión general provocada en mí por el mal tiempo, y esta impresión fue aumentando por horas. En vano traté de resistirla; en vano me dispuse a mi paseo matinal, como de costumbre; aquel viento tan continuo y furioso pronto quebrantó mis energías. Y volví a la residencia, rojo de calor y blanco de polvo. El patio tenía un aspecto lamentable; de tiempo en tiempo se arrastraba por allí un rayo de sol; a veces el viento hacía presa en los granados, sacudiendo y dispersando las flores, y las ventanas cerradas vibraban incesantemente. En su rincón, la señora paseaba de aquí para allá con rostro encendido y ardientes ojos. Hasta me pareció que hablaba sola como persona encolerizada. Al dirigirle mi acostumbrado saludo, apenas me contestó con un gesto agrio y continuó su paseo. El mal tiempo había logrado perturbar hasta a aquella impasible criatura. Pensando en esto, llegué a mi aposento menos avergonzado de mi propio malestar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
El viento duró todo el día. Me instalé a mis anchas, traté de leer, estuve paseando de un lado a otro, y oyendo sin cesar el tumulto de afuera. Llegó la noche y me sorprendió sin una bujía. Sentí la necesidad de la compañía y me escurrí hasta el patio. El patio estaba sumergido en la bruma azul de la primera sombra; pero, en el rincón, ardía un fuego rojo. Había mucha leña amontonada, y el alto penacho de llamas bailaba sin cesar en la chimenea. Al tembloroso resplandor, la señora continuaba yendo y viniendo, con descompuestos ademanes, ora trabando las manos, ora cruzándose de brazos, ora echando atrás la cabeza como quien clama al cielo. En este desorden de movimientos, su belleza y gracia lucían todavía más que de ordinario; pero en sus ojos ardía una chispa inquietadora... Yo, tras de observarla en silencio, sin ser advertido, al parecer, me volví por donde había venido y me encaminé a mi cuarto, resignado a pasarla solo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Cuando Felipe entró a traerme unas velas y a servirme la cena, mi excitación era ya considerable; y, si el muchacho hubiera sido el mismo de siempre, me habría apoderado de él —aun por fuerza— obligándole a compartir mi triste soledad. Pero también sobre Felipe el viento había producido su efecto. Todo el día había tenido fiebre y, al anochecer, había caído en un estado de depresión y en un humor irritable que obraban, a su vez, sobre mi propio estado. Sólo el ver su cara asustada, sus estremecimientos, su palidez, la inquietud conque se ponía a escuchar de repente el ruido exterior, me pusieron enfermo. Como se le cayera un plato que se estrelló en el suelo, di un salto en mi asiento sin poder contenerme ya. Todavía, tratando de bromear, exclamé: </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Creo que hoy todos estamos locos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¡El negro viento! —contestó amargamente—. Está uno como si tuviera que hacer algo, sin saber qué. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La descripción era exactísima. Felipe, en efecto, tenía a veces un raro tino para expresar en palabras las sensaciones del cuerpo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Lo mismo está tu madre —continué—. Parece que la afecta mucho el mal tiempo. ¿No se habrá puesto mala? </div><div style="text-align: justify;"><br />
Se me quedó mirando un instante, y luego repuso, como quien lanza un reto: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—No. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Y después, llevándose la mano a la frente, se quejó amargamente de aquel ventarrón y de aquel ruido que parecían andarle en la cabeza. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¡Quién va a estar bueno hoy! —exclamó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y, en verdad, no pude menos de repetir sus palabras, porque yo me sentía muy trastornado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Me metí en cama temprano, fatigado de aquel día de malestar; pero la venenosa naturaleza del viento y sus impíos e incesantes aullidos no me dejaron dormir. Y así estuve revolcándome, los nervios y los sentidos tirantes; dormitando a ratos entre horribles pesadillas, que me obligaban a despertar otra vez, y perdida la noción del tiempo entre aquellas alternativas de sueño. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Era ya muy tarde sin duda cuando de pronto me sobresaltó un ruido de gritos horribles y temerosos. Brinqué de la cama, creyendo que soñaba. Pero los gritos continuaban, llenando los ámbitos de la casa: unos gritos que parecían de dolor y, al mismo tiempo, de rabia; tan descompuestos y salvajes, que apretaban el corazón. No: no era engaño, estaban torturando a algún ser vivo, a algún loco, a algún animal salvaje. Y el recuerdo de la ardilla de Felipe estalló en mi mente, y corrí a la puerta...¡Pero me habían encerrado con llave por afuera! </div><div style="text-align: justify;"><br />
Preso y bien preso, por más que sacudía la puerta. Los gritos continuaban. Ahora menguaban en unos gemidos articulados, y ahora creía yo percibir claramente que eran voces humanas. Y de pronto se soltaban otra vez, llenando la casa de infernales alaridos. Yo, pegado a la puerta, escuchaba. Al fin se apagaron. Pero mucho tiempo después yo seguía acechando y me parecía seguirlos oyendo, mezclados a los alaridos del viento. Cuando, por fin, me tumbé en la cama fatigado, estaba mortalmente enfermo y sentía el corazón sumido en horrendas negruras. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Como era natural, ya no pude conciliar el sueño. ¿Por qué me habían encerrado? ¿Qué había sucedido? ¿Quién gritaba de aquella manera indescriptible y extraña? ¿Era un ser humano? ¡Inconcebible! ¿Una fiera, acaso? Sí: los gritos eran bestiales. Pero, salvo un león o un tigre, ¿qué animal podía hacer retemblar así los muros de la casona? Y reflexionando, caí en la cuenta de que aún no había llegado a ver a la hija de la casa. La hija de aquella señora, la hermana de Felipe, bien podía estar loca: nada más probable. Aquella gente ignorante y estúpida era muy capaz de tratar a golpes a una pobre loca: nada más creíble. La suposición no era descabellada; con todo, al recordar aquellos gritos —y sólo el recuerdo me hacía estremecer— la suposición resultaba insuficiente: ni la misma crueldad era capaz de arrancar a la locura misma tales aullidos. Sólo de una cosa estaba seguro: de que me era imposible continuar en una casa donde sucedían semejantes misterios, sin tratar de averiguarlos y sin intervenir, si era preciso. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Amaneció al fin. El viento se había aplacado. y nada quedaba que pudiera recordarme el suceso de la noche pasada. Felipe vino a sentarse a mi cabecera muy alegre. Al pasar por el patio, vi a la señora asoleándose con su habitual impasibilidad. Y al salir a la puerta, me encontré con que la naturaleza sonreía discretamente, los cielos eran de un azul frío, sembrado de islotes de nubes, y las laderas de la montaña se desplegaban en zonas de luz y sombra. </div><div style="text-align: justify;">Un breve paseo me hizo recobrar el dominio de mí mismo, y me reafirmó en mi decisión de averiguar el misterio. Cuando, desde la altura de una loma, vi que Felipe se dirigía al huerto para empezar sus cotidianas labores, regresé a la residencia para poner mis planes en práctica. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La señora se había dormido. Me detuve un poco a observarla: no pestañeó. Mis deseos, por indiscretos que fueran, no tenían nada que temer de semejante guardián. Entonces trepé decidido hacia la galería para comenzar mis exploraciones en la casa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Toda la mañana anduve de una en otra puerta, penetré en cuartos espaciosos y destartalados, aquéllos cerrados a machamartillo, éstos abiertos a plena luz, todos vacíos e inhospitalarios. Era aquélla una riquísima casa, empañada por el vaho del tiempo y mancillada por el polvo. Por dondequiera colgaban arañas. La hinchada tarántula huía por las cornisas. Las hormigas formaban avenidas sobre el piso de los salones; el asqueroso moscón de la carroña, mensajero de la muerte, escondía su nido entre los huecos de la madera podrida y zumbaba, terco, en el aire. Aquí y allá uno que otro banquillo, un canapé, un lecho, un sillón labrado, olvidados a modo de islas sobre el suelo desnudo, daban testimonio de que aquello había sido en otro tiempo una morada humana; y, por todas partes, las paredes colgadas con retratos de los antepasados. Merced a esas borrosas efigies pude juzgar de la grandeza y hermosura de la raza por cuyo hogar andaba yo curioseando. Muchos llevaban al pecho la insignia de alguna orden y tenían la dignidad de los oficios nobles. Las mujeres estaban ricamente ataviadas. La mayoría de las telas ostentaba firmas ilustres. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Pero más que estas evidencias de la grandeza —aun contrastada con la actual decadencia y despoblación de aquella poderosa casa— me impresionó la parábola de la vida familiar, escrita en aquella serie de rostros gentiles y apuestos talles. Nunca había yo percibido mejor el milagro de la raza continua, de la creación y la recreación, del removerse y mudarse y remodelarse de los elementos carnales de una familia. El que nazca un hijo de madre, el que crezca y se revista —no sabemos cómo— de humanidad, y herede hasta el modo de ver, y mueva la cabeza como tal o cual de sus ascendientes, y dé la mano como aquel otro, son maravillas que el hábito y la repetición han opacado a nuestros ojos. Pero en aquellas generaciones pintadas que colgaban de los muros, en la singular uniformidad de las miradas, en los rasgos y portes comunes, el milagro se me reveló de lleno y frente a frente. Y como de pronto me saliera al paso un antiguo espejo, me detuve a contemplar largo rato mis propios rasgos, trazando con la imaginación, a uno y otro lado, las líneas de mi descendencia y las ligas que me unían con el centro de mi familia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Al fin, en el curso de mis investigaciones, vine a abrir la puerta de una sala que tenía trazas de estar habitada. Era de vastas proporciones, y daba al norte, donde las montañas del contorno adquirían perfiles más acentuados. En el hogar humeaban y chisporroteaban las ascuas. Cerca había una silla. El aposento tenía un aire extremadamente ascético. La silla no tenía almohadón; el piso y las paredes estaban desnudos, y entre los libros que yacían en desorden por el cuarto no había el menor instrumento u objeto de solaz. El ver libros en aquella casa me llenó de asombro, y a toda prisa y temiendo ser interrumpido comencé a recorrerlos para ver qué clase de libros eran. Los había de todas clases: de devoción, de historia, de ciencia; pero la mayoría eran muy antiguos y estaban en latín. Algunos mostraban señales del estudio constante; otros habían sido arrojados por ahí, como en un arrebato de petulancia o disgusto. Finalmente, navegando por la desierta estancia, di con unos papeles escritos con lápiz, y olvidados en una mesa que estaba junto a la ventana. Con mecánica curiosidad tomé un papel, y pude leer unos versos toscamente escritos en español, que decían así: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Llegó el placer entre vergüenza y sangre; </div><div style="text-align: justify;">con diadema de lirios, el dolor. </div><div style="text-align: justify;">El placer señalaba —¡oh, Jesús mío!— </div><div style="text-align: justify;">la alegre luz del sol; </div><div style="text-align: justify;">pero el dolor, con fatigada mano, </div><div style="text-align: justify;">—¡oh, Jesús mío!— </div><div style="text-align: justify;">a Ti, en la cruz, Te señaló.</div><blockquote class="tr_bq"><div style="text-align: justify;">Su popularidad como escritor se basó fundamentalmente en los emocionantes argumentos de sus novelas fantásticas y de aventuras, en las que siempre aparecen contrapuestos el bien y el mal, a modo de alegoría moral que se sirve del misterio y la aventura. </div><div style="text-align: justify;"><a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/stevenson.htm">http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/stevenson.htm</a></div></blockquote><div style="text-align: justify;">La vergüenza y la confusión se apoderaron de mí a un tiempo mismo, y, volviendo el papel a su sitio, me batí en retirada. Ni Felipe ni su madre eran capaces de leer aquellos libros ni de escribir aquellos versos, aunque no sublimes, tan sentidos. Era, pues, evidente que la alcoba que yo acababa de hollar con pies sacrílegos pertenecía a la hija de la casa. Sabe Dios que mi propia conciencia me lo reprendía y castigaba cruelmente. La sola idea de que hubiera yo osado penetrar a hurto en la intimidad de aquella niña, a quien la vida había colocado en situación tan extraña, y el temor de que ella lo averiguase de algún modo, me oprimían como pecados mortales. Amén de esto, me reprendía yo a mí mismo por mis sospechas de la noche anterior, corrido de haber atribuido aquellos descomunales gritos a una mujer que ya se me figuraba una santa, de semblante espectral, desvaída por la maceración, entregada a las prácticas de la devoción, y conviviendo entre sus absurdos parientes con una ejemplar soledad de alma. Y como me inclinara yo en la balaustrada de la galería, para ver el jardinillo de gustosos granados y la somnolienta dama del vistoso atavío —quien en aquel preciso momento se desperezaba, humedeciéndose delicadamente los labios, en la más completa sensualidad del ocio—, vino a mi mente una rápida comparación entre aquel cuadro y la fría alcoba que miraba al norte, hacia las montañas, donde vivía la hija reclusa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Aquella misma tarde, de lo alto de mi colina, vi que el sacerdote cruzaba la reja de la residencia. La impresión que me causó descubrir el misticismo de la joven se había apoderado de mí hasta el punto de borrar casi los horrores de la noche pasada; pero al ver al digno sacerdote, no sé cómo, las tristes memorias revivieron. Bajé de mi atalaya y, haciendo un rodeo por el bosque, me aposté a medio camino para salirle al paso. En cuanto le vi aparecer lo abordé y me presenté solo, diciéndole que yo era el huésped de la casa. Tenía un aire muy robusto y buenazo, y fácilmente adiviné en él las mezcladas emociones con que me consideraba, a la vez como extranjero y hereje, y como herido de la buena causa. Habló de la familia con reserva, pero con evidente respeto. Le dije que aún no había yo visto a la hija de la casa, a lo cual repuso —mirándome de soslayo— que era natural. Finalmente, me armé de valor y le conté la historia de los gritos y extrañas voces que me habían sobresaltado durante la noche. Me escuchó en silencio, y luego, con un leve movimiento, me dio a entender claramente que debíamos separarnos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿Toma usted rapé? —me dijo, ofreciéndome su tabaquera. Yo rehusé, y él continuó—: Soy bastante viejo, y no le molestará que le recuerde que usted es un simple huésped en esta casa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿Quiere decir que me autoriza usted —contesté con firmeza, aunque avergonzado por la lección—, para dejar las cosas como están, sin tratar de intervenir en nada? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Sí —me contestó. Y con un saludo algo torpe se alejó de mí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero aquel hombre había logrado dos triunfos: primero, tranquilizar mi conciencia; segundo, despertar mi delicadeza. Hice, pues, un esfuerzo; arrojé de mí el recuerdo de la noche, y me entregué de nuevo a fantasear en torno a mi santa poetisa. Al mismo tiempo, no podía yo olvidar que me habían encerrado con llave, y por la noche, cuando Felipe me llevó la cena, lo ataqué fieramente sobre aquellos dos puntos de resistencia: </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Nunca veo a tu hermana —le dije. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡Ah, no! —dijo él—. Es una muchacha muy buena, pero que muy buena. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y, al instante, se puso a hablar de otra cosa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Tu hermana —insistí— ha de ser muy religiosa, me figuro. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡Ah! —exclamó juntando las manos con fervor—. ¡Una santa! Ella es quien me sostiene. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Pues tienes suerte. Porque la mayoría, y yo en el número, estamos siempre a punto de caer. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—No, señor —dijo Felipe gravemente—. Eso no se dice. No tiente usted a su ángel guardián. Si uno se deja caer solo, él ¿qué ha de hacer? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿Sabes, Felipe? Ignoraba yo que fueras predicador, y buen predicador por cierto. Supongo que eso lo debes a tu hermana. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Él me miró con sus ojazos redondos sin decir palabra. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—De modo —continué— que tu hermana te habrá reprendido por tus crueldades. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¡Doce veces lo menos! —exclamó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Con tal frase expresaba siempre esta extraña criatura su sentimiento de la frecuencia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Y yo le conté que usted también me había reprendido —añadió muy orgulloso—. Me acuerdo bien que se lo conté. Sí. Y a ella le pareció muy bien hecho. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Y dime, Felipe —continué—: ¿qué gritos eran esos que se oían anoche? Porque parecían gritos de sufrimiento... </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Sería el viento —contestó Felipe mirando el fuego de la chimenea. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Le cogí la mano. Él, tomándolo por caricia, sonrió tan confiadamente que estuvo a punto de desarmarme. Pero recobré ánimos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—El viento ¿eh? —repetí—. Pero yo creo que quien me encerró antes con llave fue esta mano. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El muchacho se desconcertó visiblemente, pero no contestó una palabra. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Bueno —continué—. Yo soy extranjero y soy un simple huésped. A mí no me toca mezclarme en vuestros asuntos ni juzgarlos; en este punto, lo mejor será tomar el consejo de tu hermana, que será sin duda excelente. Pero, por lo que a mí me atañe, no quiero ser prisionero de nadie. ¿Entiendes? Y me vas a entregar la llave. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Media hora después, mi puerta se abrió de golpe, y la llave cayó, resonando, en mitad de la habitación. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Uno o dos días después de esto, volvía yo de mi paseo un poco antes de mediodía. La señora yacía envuelta en su habitual somnolencia, a la entrada del rincón tapizado de pieles. Los pichones dormían sobre los arcos como grandes copos de nieve. La casa toda estaba sumida en el sortilegio adormecedor del mediodía. Apenas un vientecillo grato y vagaroso que bajaba de las cumbres resbalaba por la galería y susurraba entre los granados, haciendo que se mezclaran sus sombras. El silencio, el reposo, ganaron mí ánimo. Y atravesé el patio rápidamente y comencé a trepar por la escalera de mármol. Al llegar al último peldaño se abre una puerta, y he aquí que me encuentro frente a frente de Olalla. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La sorpresa me inmovilizó. Su belleza se me entró hasta el alma. Olalla, en la sombra de la galería, brillaba como una gema de colores. Sus ojos aprisionaban y retenían los míos, juntándonos como en un apretón de manos. Y aquel instante en que, frente a frente, los dos nos mirábamos, y, por decirlo así, nos bebíamos el uno al otro, fue un instante sacramental, porque en él se cumplieron las bodas de las almas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ignoro cuánto tiempo pasé en aquel éxtasis profundo; al fin, haciendo una presurosa reverencia, continué hacia el segundo piso. Ella no se movió. Pero me siguió con sus grandes ojos sedientos. Y, cuando hube desaparecido, pude figurarme que ella palidecía y caía desmayada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Una vez en mi cuarto, abrí la ventana y me puse a contemplar el campo, sin entender qué mudanza había acontecido en aquel austero teatro de montañas, que ahora todo parecía cantar y brillar bajo la dulzura de los cielos. ¡La había visto! ¡Había visto a Olalla! Y los picos rocallosos contestaban: "¡Olalla!" Y hasta el azur insondable y mudo repetía: "¡Olalla!" La pálida santa de mis sueños se había desvanecido para siempre, cediendo el lugar a esta mujer en quien Dios había derramado los más ricos matices y las energías exuberantes de la vida, haciéndola tan vivaz como el gamo, tan esbelta como el junco, y en cuyos grandes ojos ardían las antorchas del alma. El temblor de su vida joven, tensa como la del animal salvaje, había hincado en mí toda la fuerza de aquella alma, que, acechándome desde sus ojos, cautivaba los míos, invadía mi corazón y brotaba hasta mi labio en canciones. Ella misma circulaba ya por mis venas; era una conmigo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Y mi entusiasmo crecía. Mi alma se recogió en su éxtasis como en fuerte castillo, y en vano la sitiaban de afuera mil reflexiones frías y amargas. No me era dable dudar de que me había enamorado de ella desde el primer momento, y aun con un ardor palpitante de que no tenía yo experiencia. ¿Qué iba, pues, a pasar? Era la hija de una familia castigada: la hija de "la señora", la hermana de Felipe; su misma belleza lo decía. Tenía, del uno, la vivacidad y el brillo: vivacidad de flecha, brillo de rocío. Tenía, de la otra, ese resplandecer sobre el fondo pálido de su vida, como con un resalte de flor. Yo no podría nunca dar el nombre de hermano a aquel muchacho simplón, ni el nombre de madre a aquel bulto de carne tan hermoso como impasible, cuyos ojos inexpresivos y perpetua sonrisa me eran ahora francamente odiosos. Y si no había yo de casarme con Olalla, ¿entonces?... </div><div style="text-align: justify;"><br />
Ella estaba desamparada en el mundo. Sus ojos, en aquella única y larga mirada a que se reducían nuestras relaciones, me habían confesado una debilidad idéntica a la mía. Pero yo sabía para mí que aquella mujer era la que estudiaba solitaria en la fría alcoba del norte, la que escribía versos de dolor, y esto hubiera bastado para contener a un bruto. ¿Huir? No tenía yo el valor de hacerlo. Por lo menos, me juré a mí mismo guardar la circunspección más completa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al alejarme de la ventana, mis ojos cayeron de nuevo sobre el retrato. El retrato se había apagado, como una vela ante la luz de la aurora: parecía seguirme penosamente con sus ojos pintados. Ahora estaba yo seguro de que el retrato se asemejaba al modelo, y me asombraba una vez más ante la tenacidad del tipo en aquella raza decadente. Pero ahora la semejanza general se desvanecía para mí ante la diferencia particular. El retrato —bien lo recordaba yo— me había parecido hasta entonces una cosa superior a la vida, un producto del arte sublime del pintor más que de la humilde naturaleza; y ahora, deslumbrado ante la hermosura de Olalla, me admiraba yo de mis dudas. Muchas veces había contemplado la belleza, sin sentirme deslumbrado; y algunas veces me habían atraído mujeres que sólo para mí eran bellas. Pero en Olalla se juntaba cuanto yo había apetecido sin ser capaz de imaginarlo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No la vi en todo el día siguiente, y ya me dolía el corazón, y mis ojos la deseaban como a la luz de la mañana el viajero. Pero al otro día, al regresar a la hora acostumbrada, la encontré en la misma galería, y una vez más nuestras miradas se juntarón y penetraron. Yo hubiera podido hablarle, hubiera podido acercarme a ella; pero, aunque reinaba en mi corazón, atrayéndome como imán potente, me contuvo un sentimiento todavía más imperioso; y así, me limité a saludarla con una inclinación, y seguí mi camino. Ella, sin contestar mi saludo, me siguió con sus bellos ojos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ya me sabía yo de memoria su imagen, y, al recordar sus líneas, parecía leer claramente en su corazón. Vestía con algo de la coquetería materna, y con positivo gusto por los colores. Su vestido —que sospeché era obra de sus manos— la envolvía con una gracia sutil. Conforme a la moda del país, el corpiño se abría por el pecho, en un escote estrecho y largo, y en el ángulo, y descansando sobre su pecho moreno se veía —a pesar de la pobreza de la casa— una medalla de oro, colgada de un cinta. Por si hacía falta, éstas eran pruebas bastantes de su innato amor a la vida y su carácter nada ascético. Por otra parte, en aquellos ojazos que se prendían a los míos pude leer profundidades de pasión y amargura, fulgores de poesía y esperanza, negruras de desesperación y pensamientos superiores al mundo. El cuerpo era amable, y lo íntimo, el alma, parecía ser más que digno de tal cuerpo. ¿Era posible que dejara yo marchitarse aquella flor incomparable, perdida en la aspereza de la montaña? ¿Era posible que yo desdeñara el precioso don que me ofrecían, con elocuente silencio, aquellos ojos? Alma emparedada ¿no había yo de quebrantar sus prisiones? Ante estas consideraciones, todos los demás argumentos callaban: así fuera la hija de Herodes, yo habría de hacerla mía. Y aquella misma noche, con un sentimiento mezclado de traición e infamia, me dediqué a ganarme al hermano. Sea que lo viera yo con ojos más favorables, sea que el solo recuerdo de su hermana hiciera siempre revelarse los mejores aspectos de aquella alma imperfecta, ello es que el muchacho me pareció más simpático que nunca; aun su semejanza con Olalla, al par que me inquietaba, me predisponía en su favor. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pasó un tercer día en vano: un desierto de horas. Yo no desperdiciaba ocasión, y toda la tarde anduve paseando por el patio y hablando más que de costumbre con la señora, por matar el tiempo. Bien sabe Dios que ahora la estudiaba yo con interés más tierno y sincero. Para ella, como antes para Felipe, sentía yo brotar en mí un nuevo calor de tolerancia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Con todo, aquella mujer me sorprendía: aun en mitad de mi charla, dormitaba a veces con un sueño ligero, y luego despertaba sin manifestar el menor embarazo. Esta naturalidad era lo que más me desconcertaba. Y observando los infinitesimales cambios de postura con que de tiempo en tiempo saboreaba y palpaba el placer corpóreo del movimiento, me quedaba yo asombrado ante tal abismo de sensualidad pasiva. Aquella mujer vivía en su cuerpo: toda su conciencia estaba como hundida y diseminada por sus miembros, donde yacía en lujuriosa pereza... Además, yo no podía acostumbrarme a sus ojos. Cada vez que volvía hacia mí aquellos dos inmensos orbes, hermosos y anodinos, abiertos a la luz del día, pero cerrados a la comunicación humana; cada vez que advertía los rápidos movimientos de sus pupilas, que se contraían y se dilataban de pronto, yo no sé lo que me pasaba, porque no hay nombre para expresar aquella confusión de desconcierto. repugnancia y disgusto que corría por mis nervios. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Yo intentaba darle conversación sobre mil asuntos diversos, siempre en vano. Finalmente se me ocurrió hablarle de su hija. Pero ella siguió tan indiferente. Dijo, sí, que era una chica bonita, lo cual era el mejor elogio que sabía hacer de sus hijos; pero no pudo decir nada más. Y cuando yo observé que Olalla parecía llevar una existencia muy quieta, se conformó con bostezarme en la cara, y después añadió que el don del habla no era cosa muy útil cuando no tenía uno nada que decirse. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—La gente habla demasiado, demasiado —añadió—, mirándome con dilatadas pupilas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Y volvió a bostezar, mostrándome otra vez aquella boca tan preciosa como un juguete. Me di por entendido y, abandonándola a su reposo perpetuo, subí a mi cuarto y me senté junto a la ventana; y allí me puse a ver sin mirar las colinas, sumergido en luminosos ensueños, y creyendo oír, con fantasía, el acento de una voz que hasta hoy no había yo escuchado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Al quinto día me desperté con un ánimo profético que parecía desafiar al destino. Me sentía yo confiado, dueño de mí, libre de corazón, ágil de pies y manos, y resuelto a someter mi amor a la prueba del conocimiento. ¡Que no padeciera más en las cadenas del silencio, arrastrando sorda existencia que sólo por los ojos irradia como el triste amor de las bestias! ¡Que entrara ya en pleno dominio del espíritu, disfrutando de los goces de la intimidad y comunicación humanas! Así pensaba yo lleno de esperanzas, como quien se embarca rumbo a El Dorado, y ya sin temor de aventurarme por el desconocido y encantado reino de aquella alma. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Pero, al encontrarme con ella, la fuerza misma de la pasión me anonadó por completo; la palabra huyó de mí, y apenas acerté a acercármele como se acerca al abismo el hombre atraído por el vértigo. Al verme aproximar, ella retrocedió un poco, pero sin desviar los ojos de mí, y esto me animó a aproximarme más. Por fin, cuando estuve al alcance de su mano, me detuve. El don de la palabra me había sido negado. Un poco más, y me vería obligado a estrecharla contra mi corazón, en silencio. Y cuanto aún quedaba en mí de razón y de libertad se sublevó contra semejante disparate. De modo que permanecimos así unos segundos, con toda el alma en los ojos, cambiándonos ondas de atracción y resistiéndonos mutuamente. Hasta que, con un poderoso esfuerzo de voluntad, y con cierta vaga impresión de amargura y despecho, me volví a otra parte y me alejé silenciosamente. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">¿Qué extraña fuerza me había privado de la palabra? ¿Por qué retrocedió ella, muda, con fascinados ojos? ¿Era esto amor? ¿O no era más, por ventura, que una atracción bruta, inconsciente, inevitable, como la del imán y el acero? Nunca habíamos cruzado una palabra, éramos completamente ajenos el uno al otro, y, sin embargo, una influencia extraña y poderosa como la garra de un gigante nos juntaba, silenciosos y absortos... Yo comenzaba a impacientarme. Sin embargo, ella era digna de mi amor: yo había visto sus libros, sus versos, y, en cierto modo, divinizado su alma. Pero ella, por su parte, me parecía fría. Ella no conocía de mí más que mi recomendable presencia; ella se sentía atraída por mí como la piedra que cae al suelo; las leyes que gobiernan la tierra, de un modo inconsciente, la precipitaban en mis brazos. Y retrocedí a la idea de semejantes nupcias, y empecé a sentirme celoso de mí mismo. Yo no quería ser amado de esa suerte. Al mismo tiempo, me inspiraba compasión, considerando cuál sería su vergüenza de haber confesado así —¡ella, la estudiosa, la reclusa, la santa maestra de Felipe!— una atracción indomeñable hacia un hombre con quien jamás había cambiado una palabra. Ante este sentimiento de compasión, todo lo demás fue cediendo: ya no deseaba yo más que encontrarme con ella para consolarla y tranquilizarla, para explicarle hasta qué punto su amor era correspondido, hasta qué punto su elección —aunque ciega— resultaba acertada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El día siguiente amaneció espléndido. Sobre las montañas caían doseles de azul profundo; el sol reverberaba, y el viento en los árboles y los torrentes en las cañadas poblaban el aire de música. Pero yo me sentía muy triste. Mi corazón lloraba por Olalla como llora el niño por su madre. Me senté en una roca, junto a las escarpaduras que limitan la meseta por el lado norte, y me puse a contemplar el boscoso valle donde no había huellas humanas. Me hacía bien contemplar aquella región desierta. Sólo me faltaba Olalla. ¡Qué delicia, qué singular gloria el pasarme toda la vida a su lado, en medio de aquel aire puro, en aquel escenario encantador y abrupto! Así pensaba yo, con un sentimiento de aflicción que poco a poco se fue transformando en gozo vivaz, y haciéndome sentir que crecía en estatura y fuerzas como nuevo Sansón. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y, de pronto, he aquí a Olalla, que se me acerca. Salió de un bosquecillo de alcornoques y vino directamente hacia mí. Me puse en pie. Había en su andar tanta vida, ligereza y fuego que quedé deslumbrado, a pesar de que venía lentamente y con gran mesura. Pero en su misma lentitud había fuerza; tanta como si corriera, como si volara hacia mí. Se acercaba con los ojos bajos. Cuando estuvo cerca, se dirigió a mí sin mirarme. Al oír el ruido de su voz me saltó el corazón. ¡Tanto había esperado aquel instante, aquella prueba última de mi amor! ¡Oh, qué clara y precisa su articulación, qué distinta de aquel balbuceo torpe de la familia! Su voz, aunque más grave que en la mayoría de las mujeres, era femenina y juvenil. La cuerda era rica: dorados sones de contralto mezclados con unas notas roncas: tales las vetas rojas tejidas entre sus cabellos castaños. No sólo era una voz que me llegaba al alma: era una voz en que toda ella se me descubría. Pero sus palabras me sumieron en una profunda desesperación. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Usted debe alejarse de aquí —dijo— hoy mismo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Su ejemplo me alentó, y al fin pude romper las amarras del lenguaje. Me sentí aligerado de un peso, libertado de un conjuro. No sé lo que contesté. En pie, frente a ella, entre las rocas, volqué todo el ardor de mi alma, diciéndole que sólo vivía pensando en ella, que sólo soñaba con su belleza, y que estaba dispuesto a abandonar patria, lengua y amigos para merecer vivir a su lado. Y después, recobrándome por extraño modo, cambié el tono, la tranquilicé, la consolé, le dije que adivinaba en ella un alma piadosa y heroica, de quien no me consideraba yo compañero indigno, y de cuyas luces y trato quería participar. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—La naturaleza —le dije— es la voz de Dios, que el hombre no puede desobedecer sin gran riesgo. Y si de tal manera nos hemos sentido atraídos, casi por un milagro de amor, esto indica que hay una divina adecuación en nuestras almas; esto indica —proseguí— que estamos hechos el uno para el otro; que seríamos unos locos —exclamé—, unos locos rebeldes, alzados contra la voluntad de Dios, si desoyéramos al instinto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ella movió la cabeza: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Usted debe irse hoy mismo —repitió. Y después, con un gesto brusco, con voz ronca—: No, hoy no, mañana. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ante este desfallecimiento, mis esfuerzos redoblaron en marejada. Alargué las manos suplicantes, imploré su nombre, y ella saltó a mi cuello y se apretó contra mí. Las colinas parecieron bambolearse, la tierra estremecerse a nuestros pies. Sufrí como un choque que me dejó ciego y aturdido. Y, un instante después, ella me rechazó, se escapó de mis brazos, y huyó, con la ligereza del ciervo, por entre los alcornoques de abajo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Me quedé inmóvil, clamé a las montañas, y al cabo me volví camino de la casa, pareciéndome que pisaba en el aire. ¿De modo que ella me despedía, pero bastaba que yo pronunciara su nombre para que cayera en mis brazos? ¡Debilidad de muchacha, a que ella misma, tan superior a su sexo, no era extraña! ¿Irme yo? ¡No, yo no, Olalla; no, yo no, Olalla, Olalla mía! Un pájaro cantaba en el campo: los pájaros eran raros en aquella estación. Sin duda era un buen agüero, sí. Y de nuevo todas las fuerzas de la naturaleza, desde las ponderosas y sólidas montañas hasta la hoja leve y la más diminuta mosca que flota en la penumbra del bosque, empezaron a girar en mi derredor con alegre fiesta. El sol cayó sobre las colinas tan pesado como un martillo sobre el yunque, y las colinas vacilaron. La tierra, con la insolación, exhaló profundos aromas. Los bosques humeaban al sol. Sentí circular por el mundo la vibración de la alegría y el trabajo. Y aquella fuerza elemental, ruda, violenta, salvaje —el amor que gritaba en mi corazón— me abrió como una llave los secretos de la naturaleza, y aun las piedras con que tropezaban mis pies me parecían cosas vivas y fraternales. ¡Olalla! Su contacto me había removido, renovado y fortalecido al grado de recobrar el perdido concierto con la bronca tierra, hasta una culminación del alma que los hombres han olvidado en su mediocre vida civilizada. El amor ardía en mi pecho con furia, y la ternura me derretía: yo la odiaba, la adoraba, la compadecía, la reverenciaba con éxtasis. Por una parte ella era cadena que me unía a muchas cosas idas; por otra, la que me unía a la pureza y la piedad de Dios: algo a la vez brutal y divino, entre inocencia pura y desatada fuerza del mundo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Me daba vueltas la cabeza cuando entré en el patio, y al encontrarme con la madre tuve una revelación. La madre yacía sentada, toda pereza y contento, pestañeando bajo el ardiente sol, llena de pasiva alegría, criatura aparte; y, al verla, todo mi ardor se apagó como avergonzado. Me detuve y, dominándome lo mejor que pude, le dije dos o tres palabras al azar. Ella me miró con su imperturbable bondad, y su voz, al contestarme, me pareció salir de aquel reino de paz en que siempre estaba sumergida; entonces, por primera vez, cruzó por mi mente una noción de respeto hacia aquel ser tan invariablemente ingenuo y feliz; y proseguí mi camino preguntándome cómo había yo podido arrebatarme a tal grado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Sobre mi mesa encontré una hoja del mismo papel amarillento que había yo visto en el aposento del ala norte: estaba escrita con lápiz, y por la misma mano, la mano de Olalla. Muy alarmado, cogí el papel y leí: </div><div style="text-align: justify;"><br />
Si hay en usted algún sentimiento de bondad hacia Olalla, si hay en usted alguna consideración para el desdichado, váyase usted de aquí hoy mismo; por compasión, por su honor, por aquel que murió en la Cruz, le ruego que se vaya. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Me quedé un rato sin saber qué pensar, y de pronto se despertó en mí un impulso de horror a la vida; la luz se apagó en las colinas, y empecé a temblar como un hombre aterrorizado. Aquel hueco que se abría en mi vida me acobardaba como el vacío físico. Ya no se trataba de mi corazón, ni de mi felicidad, sino de mi vida misma. Yo no podía renunciar a Olalla. Me lo dije una y otra vez. Y luego, como en sueños, me dirigí a la ventana, alargué la mano para abrirla, y distraído rompí la vidriera. La sangre saltó de mi muñeca; recobrando instantáneamente el perdido juicio, me apreté con el pulgar para contener la diminuta fuente, y me puse a pensar en el remedio. En mi cuarto no había nada que me sirviera para el caso; además, era preciso que alguien me ayudara. Se me ocurrió que la misma Olalla podría ayudarme, y bajé al otro piso, siempre conteniéndome la sangre. </div><div style="text-align: justify;"><br />
No encontré a Olalla ni a Felipe, y entonces me dirigí al rincón del patio donde la señora estaba acurrucada, cabeceando junto al fuego, porque todo calor era poco para ella. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Dispense usted, señora —le dije—, si la molesto; pero necesito que me auxilie usted. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Me miró con somnolencia, y me preguntó qué pasaba; y, al tiempo que yo le respondía, me pareció que respiraba con fuerza, que se le dilataban las ventanas de la nariz, y que por primera vez entraba de lleno en la vida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Que me he herido —le dije—, y creo que la herida es seria. Mire usted. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y le mostré la mano, de donde manaba y caía la sangre. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Sus ojazos se abrieron inmensamente, las pupilas se redujeron a puntos, un velo cayó de su cara, que al fin adquirió una expresión marcada, aunque indefinible. Y mientras yo contemplaba estupefacto semejante transformación, ella, saltando de pronto sobre mí, me cogió la mano, se la llevó a la boca, y me dio un mordisco hasta los huesos. El dolor, la sangre que brotó, el horror mismo de aquel acto, todo obró sobre mí de tal suerte que la rechacé de un empellón; pero ella siguió atacándome, arrojándose sobre mí con gritos bestiales, gritos que entonces reconocí, los mismos gritos que me habían despertado la noche del huracán. Ella tenía toda la fuerza de la locura, y mi fuerza se debilitaba con la pérdida de sangre, aparte del trastorno enorme que me había causado aquel acto abominable; y materialmente estaba yo cogido contra la pared, cuando Olalla llegó corriendo a separarnos, y Felipe, que se acercó de un salto, logró derribar a su madre. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y desfallecí. Podía ver, oír y sentir, pero era incapaz de moverme. Oí claramente que los dos cuerpos luchaban rodando por el suelo. Ella trataba de atraparme, él de impedirlo; y los alaridos de gato montés llegaban hasta el cielo. Sentí que Olalla me cogía en brazos, que su cabellera barría mi cara, y que, con la fuerza de un hombre, me levantaba y llevaba a cuestas por las escaleras hasta mi cuarto, y me descargaba en la cama. Después la vi correr a la puerta, cerrar con llave, y quedarme un rato escuchando los salvajes gritos que poblaban la casa. A poco, rápida como el pensamiento, se me acercó, me vendó la mano y la llevó sobre su corazón, gimiendo y lamentándose con un rumor de paloma. No hablaba; no salían palabras de su boca, sino sonidos más bellos que el lenguaje, infinitamente conmovedores y tiernos. En medio de mi postración, cruzó por mi mente un pensamiento, un pensamiento que me hizo daño como una espada, un pensamiento que, como un gusano en una rosa, vino a profanar la santidad de mi amor. Sí: aquellos murmullos y ruidos eran muy bellos, y era indudable que la misma ternura los inspiraba; pero... ¿eran acaso humanos? </div><div style="text-align: justify;"><br />
Todo el día estuve reposando. Por mucho tiempo siguieron oyéndose los gritos de aquella hembra abominable que luchaba con su cachorro, lo cual me llenaba de amargura y horror. Eran los gritos de muerte de mi amor; mi amor había sido asesinado de tal modo, que en su muerte había ofensa. Y, sin embargo, por mucho que lo pensara y lo sintiera así, mi amor todavía se agitaba en mí como una tormenta de dulzura, y mi corazón se deshacía ante las miradas y las caricias de Olalla. Aquella horrible idea que había surgido en mi mente, aquella sospecha sobre la normalidad de Olalla, aquel elemento salvaje y bestial que se descubría en la conducta de toda aquella familia, y aun se dejaba sentir en los comienzos de mi historia de amor, todo esto, por mucho que me desanimara, molestara y enfermara, no era capaz de romper el encantamiento. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cuando cesaron los gritos, vino el arañar de la puerta: era Felipe. Olalla estuvo hablando con él, a través de la puerta, no sé qué. Pero ya no se alejó más de mi lado, y ora se arrodillaba junto a mi cama en fervientes plegarias, ora se sentaba, mirándome largamente a los ojos. Así, durante unas seis horas me estuvo embriagando con su belleza y dejándome repasar silenciosamente la lección de su cara. Contemplé la medalla de oro que llevaba al pecho: admiré a mi sabor aquellos ojos que brillaban y se oscurecían por instantes. Nunca le oí hablar más lenguaje que el de una infinita bondad. Miré hasta saciarme aquella cara perfecta, y adiviné, a través del vestido, las líneas de aquel cuerpo perfecto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Por fin cayó la noche, y en la oscuridad creciente de la alcoba su imagen se me iba perdiendo poco a poco; pero el contacto suave de su mano persistía en la mía y me hablaba por ella. Yacer así, en mortal desfallecimiento, y embriagarse con la belleza de la amada, es sentir que se reaviva el amor a pesar de todos los despechos. Yo reflexionaba, reflexionaba... Y cerré los ojos a todos los horrores, y otra vez me sentí bastante audaz para aceptar el peor de todos. ¿Qué importaba todo, si aquel imperioso sentimiento sobrevivía; si todavía sus ojos me atraían y magnetizaban; si ahora, como antes, todas las fibras de mi cuerpo agobiado anhelaban hacia ella? Muy entrada ya la noche, me recobré un poco y pude hablar: </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Olalla —le dije—, no importa lo pasado. No quiero saber nada. Estoy contento. La amo a usted. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ella se arrodilló otra vez y se puso a orar, y yo respeté sus devociones. La luna brillaba en las ventanas, difundiendo una vaga claridad por el cuarto, de modo que podía yo distinguir a Olalla. Cuando se incorporó, la vi hacer el signo de la cruz. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Ahora me toca a mí hablar —dijo— y a usted oír. Yo sé bien a qué atenerme y sé bien lo que hago; usted sólo sospecha algo. He estado rezando, ¡oh, cuánto he rezado!, para que usted se aleje de aquí. Ya se lo he pedido a usted, y sé bien que usted me lo habrá concedido ya; o, por lo menos, déjeme usted que lo crea así. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—La amo a usted —le dije. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡Y pensar —continuó ella tras una pausa— que usted ha vivido en el mundo, que es usted un hombre, y un hombre juicioso, y yo no soy más que una simple muchacha! Perdóneme usted si parece que trato de darle lecciones; yo, que soy tan ignorante como el árbol de la montaña; pero después de todo, aun el que ha aprendido mucho no ha hecho más que tocar levemente el conocimiento: aprende, por ejemplo, las leyes del mundo, concibe la dignidad de los planes generales de las cosas..., ¡pero el horror del hecho bruto huye de su memoria! Nosotras, las que nos quedamos en casa a rumiar el alma, sólo nosotras lo recordamos, sólo nosotras creo yo que tenemos bastante prudencia y compasión. Váyase usted, será lo mejor: váyase y acuérdese de mí. Así al menos viviré entre los recuerdos gratos de usted, con una vida tan real como la que llevo en mí misma. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—La amo a usted —repetí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y con mi mano herida tomé la suya, la llevé a mis labios y la besé. Ella no se resistió, aunque se agitó un poco, y me pareció que me contemplaba con una expresión que, sin dejar de ser bondadosa, era triste y desconcertada. De pronto tomó una resolución extrema: se inclinó un poco, atrajo mi mano, y la puso donde más latía su corazón. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Aquí —me dijo—, aquí estás palpando la fuente de mi vida. Sólo palpita por ti: es tuyo. Pero, ¿es mío siquiera? Es mío hasta donde puedo tomarlo y ofrecértelo como lo haría con el medallón que llevo al cuello, como podría arrancar de un árbol una rama para dártela. ¡Pero no es lo bastante mío! Yo vivo, o creo vivir, si esto es vida, en un sitio aparte, prisionera impotente, arrastrada y ensordecida por una multitud de seres que en vano repudio. Jadeando como jadea el costado del animal con la fatiga, este corazón palpitante ha reconocido en ti a su dueño. Él te ama, es cierto. Pero, ¿y mi alma, te ama mi alma? Tal vez no. No lo sé, temo preguntárselo. Cuando tú me hablas, tus palabras vienen de tu alma, las pides a tu alma... Sólo por el alma podrías adueñarte de mí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Olalla —dije yo—, el alma y el cuerpo son lo mismo, y más para las cosas de amor. Lo que el cuerpo escoge, lo ama el alma; donde el cuerpo se acerca, el alma se junta; y juntos los cuerpos, las almas se juntan al mandato de Dios, y lo más bajo de nosotros (si es que tenemos derecho de juzgar) no es más que el fundamento y raíz de lo más alto. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿Ha visto usted los retratos que hay en la casa? —continuó ella—. ¿Se ha fijado usted en mi madre o en Felipe? ¿En ese retrato que está allí? El modelo murió hace muchos años: fue una mujer que hizo mucho mal. Pero, mire usted: su mano está reproducida en la mía, línea por línea; tiene mis mismos ojos, mis propios cabellos. ¿Qué es, pues, mío, de todo esto, y dónde estoy yo? ¡Si todas las curvas de este pobre cuerpo que usted desea, y por amor del cual se figura usted que me quiere a mí, si todos los gestos de mi cara, y hasta los acentos de mi voz, las miradas de mis ojos (y eso en el momento en que hablo al que amo), han pertenecido ya a tantos otros!... Otras, en otro tiempo, han subyugado a otros hombres con estos mismos ojos; otros hombres han oído los reclamos de esta misma voz. En mi seno viven los manes de las muertas: ellos me mueven, me arrastran, me conducen; soy una muñeca en sus manos, y soy mera reencarnación de rasgos y atributos que el pecado ha ido acumulando en la quietud de las tumbas. ¿Es a mí a quien ama usted, amigo mío? ¿No es más bien a la raza que me hizo? ¿Ama usted, acaso, a la pobre muchacha que no puede responder de una sola de las porciones de sí misma? ¿O ama usted más bien la corriente de que ella es un pasajero remanso, el árbol de que ella es sólo un fruto marchitable? La raza existe: es muy antigua, siempre joven, lleva en sí su eterno destino; sobre ella, como las olas sobre el mar, el individuo sucede al individuo, engañado con una apariencia de libertad; pero los individuos no son nada. Hablamos del alma... ¡y el alma está en la raza! </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Usted intenta levantarse contra la ley común —dije yo—. Se rebela usted contra la voz de Dios, tan persuasiva como imperiosa. ¡Óigala usted! Escuche usted cómo habla adentro de nosotros. Su mano tiembla en mi mano, su pecho palpita a mi contacto, y los ignorados elementos que nos integran se despiertan y agitan con una sola mirada. La arcilla terrestre, recordando su independencia primitiva, quisiera juntarnos en uno. Caemos el uno hacia el otro como se atraen las estrellas en el espacio o como va y viene la marea, en virtud de leyes más antiguas y más poderosas que nosotros. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¡Ay! —exclamó ella—. ¿Qué voy a decirle a usted? Mis padres, hace ochocientos años, gobernaban toda esta comarca; eran sabios, grandes, astutos y crueles; eran, en España, una raza escogida; sus enseñas conducían a la guerra; los reyes los llamaban primos; el pueblo, cuando veía que alzaban horcas o cuando, al regresar a sus cabañas, las encontraban humeando, maldecía sus nombres. De pronto sobreviene un cambio. El hombre se ha levantado del bruto, y como se ha levantado del nivel del bruto, puede otra vez caer. El soplo de la fatiga comenzó a azotar a aquella raza y las cuerdas se relajaron, y empezaron a degenerar los hombres; su razón se fue adormeciendo, sus pasiones se agitaron en torbellino, reacias e insensibles como el viento en los cañones de la montaña. Todavía conservaban el don de la belleza, pero no ya la mente guiadora ni el corazón humano. La simiente se propagaba, se revestía de carne, y la carne cubría los huesos; pero aquello era ya carne y hueso de brutos, sin más racionalidad que la de la última bestezuela. Se lo explico a usted como puedo. Usted habrá apreciado ya por sí mismo lo que ha decaído mi raza condenada. En este descenso inevitable, yo estoy sobre una pequeña eminencia accidental, y puedo ver un poco hacia atrás y hacia adelante, calculando así lo que perdimos y lo que aún estamos sentenciados a perder. ¿Y he de ser yo, yo misma, que habito con horror esta morada de la muerte, este cuerpo, quien repita el conjuro funesto? ¿He de obligar a otro ser tan renuente a ello como yo misma, a vivir dentro de esta abominable morada que yo no puedo soportar? ¿Puedo yo misma empuñar este vaso humano y cargarlo de nueva vida como de nuevo veneno, para lanzarlo después, a modo de fuego asolador, a la cara de la posteridad? No, mi voto está hecho; la raza tiene que desaparecer del haz de la tierra. A estas horas mi hermano estará acabando los arreglos; pronto hemos de oír sus pasos en la escalera; usted se irá con él, y yo no he de volver a verlo en mi vida. Recuérdeme usted, de tarde en tarde, como a una pobre criatura para quien la lección de la vida fue muy cruel, pero que supo aprovecharla con valor; recuérdeme usted como una mujer que lo amó, pero que se odiaba tanto a sí misma que hasta su mismo amor le era odioso; como una mujer que lo despidió a usted, y que hubiera querido retenerlo para siempre a su lado; que nada desea más que olvidarlo, y nada teme más que ser olvidada. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Y se encaminaba hacia la puerta, y su rica y profunda voz se oía cada vez más lejana. Al llegar a la última palabra, ya había desaparecido del todo, dejándome solo, envuelto en la claridad de la luna. No sé lo que hubiera hecho, a habérmelo permitido la extrema debilidad en que estaba. Hizo presa en mí la más negra desesperación. Poco después, entró en mi estancia la luz rojiza de una linterna. Era Felipe, que, sin decir palabra, me cargó sobre sus hombros, y echó a andar. Y así traspusimos la puerta, junto a la cual nos esperaba ya el coche. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">A la luna, las colinas se destacaban distintamente, como recortadas en tarjetas; sobre la llanura enlunada, y entre los árboles enanos que se mecían y rebrillaban, el inmenso cubo negro de la mansión resaltaba como una masa compacta, donde sólo se veían tres ventanas tenuemente iluminadas en el frente norte, sobre la puerta. Eran las ventanas de Olalla. Yo, mientras el carro avanzaba y saltaba entre la noche, mantenía los ojos fijos en ellas. Por fin, al bajar al valle, las perdí de vista. Felipe silencioso, en el pescante. De tiempo en tiempo, refrenaba un poco la mula y se volvía a mirarme. Poco a poco se me fue aproximando, y puso su mano en mi cabeza. Había tanta bondad en aquella caricia, tanta sencillez animal, que las lágrimas salieron de mí cual la sangre de rota arteria. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Felipe —le dije—, llévame adonde no me hagan preguntas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No dijo nada, pero hizo girar a la mula, desanduvo un trecho, y entrando por otra senda me condujo al pueblecito de la montaña, que era, como en Escocia decimos, el kirkton, la diócesis de aquel populoso distrito. Vagamente bullen en mi memoria los recuerdos del amanecer en los campos, del coche que se detiene, de unos brazos que me ayudan a descender, de un humilde cuarto en que me alojan, y de un desmayo profundo como un sueño. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Al día siguiente, y al otro, y al otro, el sacerdote asistió a mi cabecera con su caja de rapé y su breviario. Después, cuando empecé a restablecerme, me dijo que yo estaba en camino de salud y me convenía apresurar mi regreso. Y, sin dar sus razones, sorbió un poco de rapé y me miró de reojo. Yo no me hice desentendido. Comprendí que había hablado con Olalla. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Y ahora, señor —le dije—, pues ya sabe usted que no lo pregunto con mala intención, ¿qué me cuenta usted de esa familia? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Me dijo que eran muy infortunados; que eran, al parecer, una raza decadente, y que estaban muy pobres y habían vivido muy abandonados. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Pero no ella —le dije—. Gracias a usted, sin duda, ella es muy instruida y mucho más sabia de lo que suelen ser las mujeres. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Sí —afirmó—, la señorita es muy ilustrada. Pero la familia es de lo más ignorante. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¿La madre también? —pregunté. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Sí, también la madre —dijo el sacerdote tomando rapé—. Pero Felipe es un chico bien inclinado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—La madre es muy extraña, ¿verdad? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Mucho —asintió el sacerdote. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Señor, creo que nos andamos con circunloquios —dije yo—. Usted debe de conocer mi situación mejor de lo que aparenta conocerla. Usted sabe bien que mi curiosidad es, por muchas causas, justificada. ¿No quiere usted ser franco conmigo? </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Hijo mío —dijo el anciano—. Seré muy franco con usted en asuntos de mi competencia; pero, en los que ignoro, no hace falta mucha prudencia para comprender que debo callar. No he de fingir ni disimular: entiendo perfectamente lo que usted quiere decirme: pero, ¿qué quiere usted que le diga, sino que todos estamos en las manos de Dios, y que sus caminos no son los nuestros? Hasta lo he consultado ya con mis superiores eclesiásticos; pero ellos también permanecen mudos. Se trata de un misterio muy grande. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿La señora está loca? —pregunté. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Le contestaré a usted lo que creo: creo que no lo está —dijo el buen cura—, o no lo estaba al menos. Cuando era joven (Dios me perdone: temo haber abandonado un poco a mi oveja) seguramente era cuerda; y, sin embargo, ya se le notaba ese humor, aunque no llegaba a los extremos de ahora. Ya antes de ella lo había tenido su padre; y aun creo que venía de más atrás: por eso, tal vez, nunca hice mucho caso... Pero estas cosas crecen y crecen, no sólo en el individuo, sino en la raza. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Cuando era joven —comencé, y mi voz tembló un instante y tuve que hacer un esfuerzo para continuar—, ¿se parecía a Olalla? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡No, por Dios! —exclamó—. No quiera Dios que nadie se figure tal cosa de mi penitente favorita. No, no; la señorita (salvo en su belleza, que yo, honradamente, desearía que fuera menor) no se parece a lo que fue su madre en un cabello. No quiero que se figure usted eso, aunque sabe el cielo que más le valdría a usted figurárselo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Entonces me incorporé en la cama y abrí mi corazón al anciano. Le conté nuestro amor y la decisión de ella. Le confesé mis propios temores, mis tristes y pasajeras imaginaciones, aunque asegurándole también que se habían acabado ya. Y con una sumisión que no era fingida, apelé a su juicio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Me escuchó con paciencia y sin la menor sorpresa. Y cuando terminé se quedó callado un buen rato. Al fin dijo así: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—La Iglesia... —y se detuvo para pedir excusas—. Hijo mío: había olvidado que no es usted cristiano. Pero es la verdad: en un punto tan excepcional como éste, la misma Iglesia puede decirse que no ha decidido nada. Sin embargo, ¿quiere usted que le diga mi opinión? En esta materia el mejor juez es la señorita. Y yo acepto su sentencia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Después se despidió, y en adelante sus visitas fueron menos frecuentes. Lo cierto es que, en cuanto me restablecí del todo, hasta parecía temer y huir mi sociedad, no por disgusto de mí, sino por huir del enigma de la esfinge. También en el pueblo se me alejaban. Nadie quería guiarme por la montaña. Yo creo que me miraban con desconfianza, y los más supersticiosos hasta se santiguaban al verme. Al principio lo achacaba yo a mis ideas heréticas; pero poco a poco fui comprendiendo que la causa de todo era mi estancia en la triste residencia. Aunque nadie hace caso de supersticiones simples, yo sentía que sobre mi amor iba cayendo una sombra fría. No diré que lo apagaba, no; más bien servía para enfurecerlo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pocas millas al oeste del pueblo, había una abertura en la sierra desde donde era fácil distinguir la residencia. Allí iba yo diariamente a respirar el aire libre. En la cima había un bosque, y en el sitio justo en que el camino salía del bosque se alzaba un montón de rocas, arriba del cual había un crucifijo de tamaño natural y de expresión más que dolorida. Aquél era mi lugar predilecto. Desde allí, día tras día, acechaba yo el valle y la antigua casona, y podía ver a Felipe, no mayor que una mosca, que iba y venía por el jardín. A veces había niebla, niebla que el viento de la montaña acababa por disipar. A veces todo el valle dormía a mis pies ardiendo en sol. Otras, la lluvia tendía sobre él sus redes. Aquel vigilar a distancia, aquella contemplación interrumpida del sitio en que mi vida había sufrido tan extraña mudanza, convenían singularmente a mi humor indeciso. Allí me pasaba yo los días enteros, discutiendo para mis adentros los diversos aspectos de la situación, ya doblegándome ante las seducciones del amor, ya dando oídos a la prudencia, y finalmente volviendo a mi indecisión primera. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Un día que estaba yo, como de costumbre, sentado en mi roca, pasó por allí un campesino, un hombre alto envuelto en una manta. Era forastero, y no me conocía ni de oídas, porque, en lugar de desviarse de mí como todos, me abordó, se sentó a mi vera, y nos pusimos a conversar. Me dijo, entre otras cosas, que había sido mulero, y en otro tiempo había frecuentado mucho aquella sierra. Más tarde había servido al ejército con sus mulas, había logrado ahorrar algo, y ahora vivía retirado con su familia. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿Y conoce usted aquella casa? —le pregunté señalando la residencia, porque yo no podía hablar más que de Olalla. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Me miró con arrugado ceño, se santiguó y me dijo: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡Y bien que sí! Como que allí vendió el alma a Satanás un compañero. ¡La Virgen María nos guarde de tentaciones! Pero ya lo ha pagado, porque a estas horas está ardiendo en los vivos infiernos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Sentí un vago terror. No supe qué decir. Y el hombre, como hablando para sí, continuó. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡Sí, ya lo creo que la conozco! Alguna vez he entrado allí. Nevaba mucho, y el viento arrastraba la nieve. De seguro andaba la muerte suelta en la montaña, pero era peor todavía en aquel hogar. Y verá usted, señor: entré, cogí del brazo a mi compañero, lo arrastré hasta la puerta, le pedí por todo lo más sagrado que huyera conmigo; hasta me le arrodillé en la nieve, y vi claramente que estaba conmovido. Pero en ese instante se asomó ella por la galería y lo llamó por su nombre. Él se volvió. Ella, con una lámpara en la mano, lo llamaba y le sonreía. Yo invoqué el nombre de Dios y le eché encima los brazos, pero él me dio un empellón, y se me escapó. Ya había escogido para siempre entre el Bueno y el Malo. ¡Dios nos ayude! Yo hubiera rezado por él. ¿Para qué? Hay pecados con los que no puede ni el papa. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Y, ¿en qué paró al fin su amigo? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¡Hombre, sabe Dios! —dijo el arriero—. A ser cierto lo que se cuenta, su fin fue, como sus pecados, para erizar los cabellos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—¿Quiere usted decir que lo mataron? </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Claro que lo mataron —repuso el hombre—. Pero ¿cómo, eh? ¿Cómo? Hay cosas que sólo nombrarlas es pecado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—La gente que vive allí... —comencé a decir. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero él me interrumpió rudamente: </div><div style="text-align: justify;"><br />
—¿Qué gente? ¡Si en esa casa de Satanás no vive nadie! ¿Cómo? ¿Tanto tiempo de vivir aquí y no saberlo? </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y aquí, acercándose, me habló al oído, como temiendo que las aves de la montaña lo oyeran y enfermaran de horror. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Lo que me contó, ni era cierto ni muy original: una nueva versión, remendada por la superstición e ignorancia de los campesinos, de cuentos tan viejos como el hombre. Lo único que me impresionó fue la moraleja final. </div><div style="text-align: justify;"><br />
En otro tiempo —me dijo—, la Iglesia hubiera podido quemar aquel nido de basiliscos; pero ahora la Iglesia era débil. Su amigo Miguel no había sido castigado por la mano del hombre, sino abandonado al tremendo castigo de Dios. Eso no era justo, y no debía repetirse. El cura estaba ya viejo, y probablemente también a él lo habían embrujado. Pero ahora el rebaño estaba más alerta para cuidarse solo; y algún día —no lejano— el humo de aquella casa subiría al cielo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Me dejó horrorizado. ¿Qué hacer? ¿Prevenir al cura o directamente a los amenazados? La suerte iba a decidirlo por mí. En efecto, mientras yo vacilaba, vi aparecer por el camino una mujer cubierta con un velo. El velo no podía engañar mi penetración. En todas las líneas y movimientos del cuerpo reconocí a Olalla. Y, ocultándome tras la roca, la dejé llegar a la cumbre. Entonces me descubrí. Ella, reconociéndome, se detuvo sin decir palabra. Yo también permanecí silencioso. Y así estuvimos contemplándonos, con apasionada amargura. </div><div style="text-align: justify;"><br />
—Creí que ya se había usted ido de aquí —dijo ella al cabo—. Es lo mejor que puede usted hacer por mí; alejarse. ¡Y usted, que se empeña en quedarse!... Pero, ¿no ve usted que cada día acumula peligros de muerte, no sólo sobre su cabeza, sino también sobre la nuestra? Han corrido rumores por la montaña: hablan de que usted está enamorado de mí, y la gente no lo toleraría... </div><div style="text-align: justify;"><br />
Comprendí que ya estaba informada del peligro que amenazaba su casa: más valía así. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Olalla —le dije—. Estoy dispuesto a partir este mismo día, esta misma hora, pero no solo. </div><div style="text-align: justify;">Ella dio unos pasos, y se arrodilló ante el crucifijo. Y yo me quedé contemplando alternativamente a aquella devota y al objeto de su adoración: ya la hermosa figura de la penitente, ya el semblante lívido y embadurnado, las llagas pintadas y las flacas costillas de la imagen. El silencio sólo era turbado por los lamentos de unos pájaros que revoloteaban, como asustados, por las cumbres. Al fin, Olalla se levantó, se volvió hacia mí, alzó su velo y, apoyándose con una mano en el madero de la Cruz, me contempló con semblante pálido y doliente: </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">—Tengo —dijo— la mano puesta en la Cruz. Mi confesor me ha dicho que usted no es cristiano. No importa: por un instante contemple usted a través de mis ojos el rostro del Crucificado. Todos somos, como Él, herederos del pecado; todos tenemos que soportar y expiar un pasado que no es nuestro; en todos hay, hasta en mí, un reflejo divino. Como Él, todos debemos padecer un poco, en tanto que se hace la paz de la mañana. Déjeme usted seguir a solas mi camino: así estaré menos sola, porque me acompañará Aquel que es amigo de todos los que sufren; así, seré más dichosa porque habré dicho adiós a las dichas terrestres y aceptado voluntariamente mi patrimonio de dolor. </div><div style="text-align: justify;"><br />
Alcé los ojos para ver el rostro del Cristo, y, aunque no gusto de imágenes y desdeño este arte imitativo y gesticulante de que el Crucifijo era tosco ejemplo, invadió mi espíritu un vago sentimiento del símbolo. El rostro, caído, me contemplaba con una confracción de dolor y muerte; pero rayos de gloria lo circundaban, haciéndome recordar la grandeza del sacrificio voluntario. En lo alto, coronando la roca, como en tantos otros caminos, predicando en vano al pasajero, el Crucifijo se alzaba, emblema imponente de austeras y nobles verdades: que el placer no es un fin, sino un simple acaso; que el dolor es la opción del magnánimo, que la virtud está en sufrir y hacer siempre el bien... Y empecé, en silencio, a bajar la cuesta. Y cuando por última vez volví la cara, antes de internarme en el bosque, vi a Olalla, abrazada todavía a la Cruz. </div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-74546877331472529462011-11-06T19:40:00.000-08:002011-11-06T19:40:42.221-08:00Las amistades peligrosas, Carta LXXXI - Choderlos de Laclos<blockquote class="tr_bq"><div style="text-align: justify;">Hace pocas semanas me permití el placer de leer este libro (escrito a modo epistolar), en el cual estaba interesada desde mi época como estudiante en el colegio, a eso de mis 16 años. Me llamó la atención la referencia que me dieron acerca de éste, de cómo se recorrían ciertos dilemas morales en medio de la delicadeza y el tono literario de Laclos, además de seguir una historia interesante de base. Así, lo encontré en la biblioteca hace poco y no dudé en devorarlo pronto. He extraído unas cuantas cartas (épico! bizarro!), las cuales les iré presentando, esperando que les diviertan o les animen a leer el libro en su totalidad. En particular, la presente carta involucra a los dos protagonistas, o mejor dicho, los dos peligrosos. Son personas con una visión extremadamente grandiosa acerca de sí mismos, suponiéndose superiores a las demás gentes de su tiempo por carecer de principios. Así que en el texto veremos la declaración cruel de la Marquesa de cómo ella se deshizo de sus bases morales y se educó a sí misma en la vida que tiene en el momento. Podemos empezar.</div></blockquote><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRU2exrbMomPem3tPSF05meE1eO_S4U54M_G6L3UlK_gaZ_BAQYGjzkt3FDbHHi4NhrT15Diqu4qIyCxfBIdkHZnsUrfKQennHvs95FXrRRv8nI00f3zJeZGjNCT1G25C0rN35daN03NJ0/s1600/5.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiRU2exrbMomPem3tPSF05meE1eO_S4U54M_G6L3UlK_gaZ_BAQYGjzkt3FDbHHi4NhrT15Diqu4qIyCxfBIdkHZnsUrfKQennHvs95FXrRRv8nI00f3zJeZGjNCT1G25C0rN35daN03NJ0/s1600/5.jpg" /></a></div><br />
<em>DE LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT</em><br />
<em> </em><br />
<div align="justify"><em>En París, a 20 de septiembre de 17**.</em></div><br />
<div align="justify">¡Cuánta piedad me inspiran sus temores!¡Cuánto me prueban mi superioridad sobre usted!¡Ay! Mi pobre Valmont,¡cuánta distancia hay todavía aún entre usted y yo! No, ni todo el orgullo de su sexo bastaría para colmar el espacio que nos separa!¡Porque usted no podría llevar a cabo mis planes, los juzga imposibles! Ser orgulloso y débil, ¡pretender calcular mis medios y juzgar mis recursos! Vizconde, en verdad que sus consejos me han puesto de mal humor, y no puedo ocultárselo.</div><br />
<div align="justify">Que, para disimular su increíble torpeza con su presidenta, exhiba ante mí como un triunfo el haber desconcertado por un momento a esa mujer tímida y que le ama, pase; que haya obtenido una mirada, sólo una mirada, lo acepto con una sonrisa. Que, percatándose, muy a su pesar, del poco valor de su proceder, espere distraer mi atención, halagándome con el esfuerzo sublime de acercar a dos niños que arden ambos en deseos de verse, y que, dicho sea de paso, sólo a mí deben el ardor de este deseo; también se lo consiento. Que finalmente se revista de autoridad con estas brillantes hazanas, para decirme con tono doctoral, que «vale más emplear el tiempo en llevar a cabo los planes que en contarlos»; bueno, no me hace daño esta vanidad y se la perdono. Mas, ¡que pudiese usted creer que necesito de su prudencia, que me extraviaría si no me remitiera a sus opiniones, que les debo sacrificar un placer o un capricho! ¡En verdad, vizconde, que esto es enorgullecerse demasiado de la confianza que tengo a bien depositar en usted!</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKMm1758h1LOj5_EnaiyCpQfZibiaAnDeUdiIOS3ss1KMecHPllBpVNgOlNENvVT-uRhGJiBf6OS_8U1m-TFz9h-1mb_s28Q777Sdms4BADfBOpFlKAT3ydrfcdLvy1lfXybh-r6styhrs/s1600/relaciones-peligrosas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="197" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKMm1758h1LOj5_EnaiyCpQfZibiaAnDeUdiIOS3ss1KMecHPllBpVNgOlNENvVT-uRhGJiBf6OS_8U1m-TFz9h-1mb_s28Q777Sdms4BADfBOpFlKAT3ydrfcdLvy1lfXybh-r6styhrs/s320/relaciones-peligrosas.jpg" width="320" /></a></div><div align="justify">Pues, ¿qué ha hecho que no haya superado yo mil veces? Ha seducido e incluso perdido a muchas mujeres: mas qué dificultades ha tenido que vencer? ¿Qué obstáculos que salvar? ¿Dónde está el mérito verdaderamente suyo? Una buena estampa, puro efecto del azar; unos encantos que casi siempre otorga la experiencia; cierto ingenio, sí, mas que podría suplirse en caso de necesidad con palabrería; una impudicia bastante loable, mas quizá debida sólo a la facilidades de sus primeros éxitos; si no me equivoco, éstos son sus recursos: pues en cuanto a la fama que haya podido usted conseguir, no querrá que conceda mucho valor al arte de provocar o de no dejar pasar la ocasión de un escándalo.</div><br />
<div align="justify">En cuanto a la prudencia, a la astucia, no hablo ya de mí: ¿qué mujer no tendría mas que usted? ¡Oh! Su presidenta le maneja como a un niño.</div><br />
<div align="justify">Créame, vizconde, raramente se adquieren las cualidades de las que se puede prescindir. Puesto que combate sin riesgo, debe actuar sin precaución. En efecto, para ustedes los hombres, las derrotas no son sino éxitos. En esta partida tan desigual, nuestra fortuna es no perder, y su desgracia no ganar. Aunque le concediera los mismos talentos que a nosotras, ¡en cuánto no habríamos de superarle todavía, por la necesidad en la que nos vemos de hacer uso continuo de ellos!</div><br />
<div align="justify">Supongamos, lo admito, que ponga tanta habilidad en vencernos como nosotras en defendernos o en ceder, reconocerá al menos que tras el éxito, le resulta inútil. Ocupada sólo con su nuevo placer, se entrega a é1 sin temor, sin reservas: no es a usted a quien importa que dure.</div><br />
<div align="justify">En efecto, estos lazos dados y recibidos recíprocamente, por hablar la jerga del amor, sólo usted puede estrecharlos o romperlos, a gusto suyo: ¡y se darán por contentas si, en su ligereza, por preferir el secreto al escándalo, se conforma usted con un abandono humillante sin hacer del ídolo de la víspera la víctima de mañana!</div><br />
<div align="justify">Mas, que una mujer desafortunada sea la primera en sentir el peso de sus cadenas, ¿qué riesgos no habrá de correr, si trata de liberarse de ellas, si simplemente osa levantarlas? No es sino temblando como intenta alejar al hombre al que su corazón rechaza con fuerza. Se obstina él en insistir, lo que ella concedía por amor, lo ha de entregar por temor: sus brazos se abren aún mientras que su corazón está cerrado. Su prudencia ha de desatar con habilidad esos mismos lazos que usted habría roto. A merced de su enemigo, carece de recursos si él carece de generosidad; y ¿cómo esperarla de él cuando, si alguna vez se le alaba por tenerla, jamás, sin embargo, se le critica por no tenerla?</div><br />
<div align="justify">Sin duda no me negará estas verdades que la evidencia ha hecho triviales. Si a pesar de todo me ha visto, disponiendo de los acontecimientos y de las opiniones, hacer juguete de mis caprichos o mis fantasías a esos hombres tan temibles; quitarles a unos el deseo de perjudicarme, a otros el poder para ello; si he sabido progresivamente y según mis volubles deseos, engancharlos tras de mí o empujarlos lejos: a estos tiranos destronados convertidos en mis esclavos: si, en medio de estas frecuentes revueltas, mi reputación se ha conservado pura, sin embargo, ¿no debería usted haber concluido que, nacida para vengar a mi sexo y dominar al suyo, he sabido hacerme con unos medios desconocidos hasta mí?</div><br />
<div align="justify">¡Oh! guárdese sus consejos y sus temores para esas mujeres delirantes y que se dicen «sentimentales» cuya exaltada imaginación haría pensar que la naturaleza les ha colocado los sentidos en la cabeza; las cuales, por no haber reflexionado jamás, confunden sin cesar el amor y el amante; en su loca ilusión, creen que sólo aquél con el que han buscado el placer es su depositario; y, verdaderas supersticiosas, tienen por el sacerdote, el respeto y la fe que sólo le son debidos a la divinidad.</div><br />
<div align="justify">Tema si acaso por aquéllas que, mas vanas que prudentes, no saben consentir que las abandonen cuando es necesario. Tiemblo sobre todo por esas mujeres activas en la ociosidad, a las que llama usted sensibles, y cuyo amor se apodera tan fácilmente de toda su existencia; que necesitan pensar en él, aun cuando no gocen con él; y, abandonándose sin reservas a la fermentación de sus ideas, engendran esas cartas ardientes, tan dulces y tan peligrosas de escribir; sin miedo a confiar esas pruebas de su debilidad al objeto que las provoca: ¡insensatas que no saben ver en su actual amante al enemigo futuro!</div><br />
<div align="justify">Mas yo, ¿qué tengo que ver con esas mujeres sin seso? ¿Cuándo me ha visto apartarme de las normas que me he prescrito o faltar a mis principios? Digo mis principios y lo digo deliberadamente: pues no me han sido dados al azar como a las demás mujeres, ni los he aceptado sin examen, ni los he seguido por costumbre; son el fruto de mis profundas reflexiones; los he inventado yo, y puedo decir que son mi propia obra.</div><br />
<div align="justify">Habiendo entrado en el mundo en un tiempo en el que, soltera todavía, estaba destinada por mi estado al silencio y a la inacción, supe aprovecharlo para observar y meditar. Mientras me creían despistada o distraída, si era verdad que escuchaba poco los discursos que se cuidaban de dirigirme, recogía con atención aquellos que trataban de ocultarme. Esta útil curiosidad, además de servirme para aprender, me ensenó también a disimular: obligada con frecuencia a ocultar el objeto de mi atención a las miradas que me rodeaban, traté de dirigir las mías según mi voluntad; desde entonces conseguí adoptar en el momento deseado esa mirada distraída que tan a menudo me ha elogiado usted luego. Animada por este primer éxito, intenté dominar igualmente los distintos gestos de mi semblante. ¿Que tenía algún disgusto? Aplicábame a adoptar un aire de seguridad, incluso de alegría; llevé mi celo hasta el punto de causarme dolores voluntarios, para hacer gala mientras tanto de una expresión de placer. Me esforcé con el mismo cuidado y mayor dificultad en reprimir los signos de la alegría inesperada. Así fue como llegué a tener sobre mi fisionomía ese poder del que a veces le he visto asombrarse tanto.</div><br />
<div align="justify">Era muy joven aún, y casi sin interés: mas sólo poseía mis pensamientos, y me indignaba que pudieran arrebatármelos o sorprendérmelos contra mi voluntad. Provista de estas primeras armas, probé a usarlas: no contenta con no dejarme adivinar, divertíame mostrándome con distintos aspectos; segura de mis gestos, estudiaba mis palabras; ajustaba unos y otros a las circunstancias o incluso a mis fantasías simplemente: desde aquel momento, mi modo de pensar me perteneció sólo a mí, y no mostré sino aquel que me resultase útil dejar traslucir.</div><br />
<div align="justify">Este trabajo sobre mí misma había hecho que me fijara en la expresión de los semblantes y el carácter de las fisionomías; adquirí esa vista penetrante de la que, sin embargo, me ha ensenado la experiencia a no fiarme del todo; mas que, a fin de cuentas, rara vez me ha engañado. Tenía menos de quince años, ya poseía el talento al que gran parte de nuestros políticos deben su reputación, y sólo estaba entonces en los primeros elementos de la ciencia que quería aprender.</div><br />
<div align="justify">Como puede usted imaginar, al igual que todas las jovencitas, trataba de descubrir el amor y sus placeres: mas, al no haber estado jamás en un convento, careciendo de una amiga íntima, y vigilada por una madre atenta, sólo tenía ideas vagas que no podía concretar; ni siquiera la naturaleza, de la que después no he podido sino alabarme, en verdad, dábame ningún indicio. No parece sino que trabajara silenciosamente en perfeccionar su obra. Sólo mi cabeza fermentaba; no se me ocurría la idea de gozar, quería saber; el deseo de aprender me sugirió los medios.</div><br />
<div align="justify">Comprendí que el único hombre con el que podía hablar sobre este tema sin comprometerme, era mi confesor. Me decidí enseguida; vencí mi pequeña vergüenza; y jactándome de una falta que no había cometido, me acusé de haber hecho «lo que hacen las mujeres». Esta fue mi expresión; mas, al hablar así, no sabía realmente qué idea estaba expresando. Mis esperanzas no se vieron frustradas del todo, ni cumplidas enteramente; el temor a descubrirme me impedía aclararme: mas el buen padre me pintó el pecado tan grande, que deduje que el placer debía ser extremo; y al deseo de conocerlo, sucedió el de probarlo. No sé hasta dónde me habría empujado aquel deseo; y quizá entonces, desprovista de experiencia, habríame perdido una sola ocasión: afortunadamente para mí, pocos días después mi madre me anunció que iba a casarme; la certeza de saber apagó al punto mi curiosidad, y llegué virgen a los brazos del señor de Merteuil.</div><br />
<div align="justify">Esperaba con seguridad el momento que había de instruirme y necesité de reflexión para mostrarme turbada y temerosa. Aquella primera noche, de la que tan cruel o tan dulce idea suele una hacerse, no me ofrecía sino la ocasión de una experiencia: dolor y placer, todo lo observé exactamente sin ver en aquellas distintas sensaciones sino hechos que recoger y meditar.</div><br />
<div align="justify">Al poco tiempo llegó a gustarme aquel tipo de estudio: mas, fiel a unos principios, y sintiendo, quizá por instinto, que nadie debía estar mas lejos de mi confianza que mi marido, resolví, precisamente por ser sensible, mostrarme impasible con él. Aquella frialdad aparente fue mas tarde el fundamento inquebrantable de su ciega confianza; le sumé, tras una segunda reflexión, el aire atolondrado al que me autorizaba la edad; y jamás me consideró mas niña que en los momentos en los que jugaba con mayor audacia.</div><br />
<div align="justify">Sin embargo, he de confesar que al principio me dejé arrastrar por el torbellino mundano entregándome por entero a sus fútiles distracciones. Mas, al cabo de algunos meses, habiéndome llevado el señor de Merteuil a su triste campiña, el temor al aburrimiento hizo que me volviera el gusto por el estudio; y, hallándome rodeada sólo por gentes cuya distancia conmigo me ponía a salvo de toda sospecha, aproveché para ampliar mis experimentos. Fue entonces, sobre todo, cuando comprobé que el amor que tanto nos alaban como causa de nuestros placeres, no es sino un pretexto para ellos.</div><br />
<div align="justify">La enfermedad del señor de Merteuil vino a interrumpir tan dulces ocupaciones; hube de seguirle a la ciudad, donde volvió a buscar socorro. Murió, como ya sabe usted, poco tiempo después; y aunque, al fin y al cabo, no tuviese queja de él, no por ello sentí menos intensamente el valor de la libertad que había de darme la viudez, prometiéndome aprovecharla.</div><br />
<div align="justify">Mi madre contaba con que entrase en el convento o volviera a vivir con ella. Rechacé uno y otro partido; y todo cuanto concedí a la decencia, fue volverme a aquella misma campiña en la que aún me quedaban algunas observaciones por hacer. Las fortalecí con ayuda de la lectura; mas no vaya a creer que fue toda del tipo que usted supone. Estudié nuestras costumbres en las novelas; nuestras ideas con los filósofos; busqué incluso lo que los moralistas mas severos exigían de nosotras, y me aseguré así de lo que podíamos hacer, de lo que debíamos pensar y de lo que habíamos de aparentar. Una vez concretados estos tres objetivos, sólo el último presentaba algunas dificultades en su ejecución; esperé vencerlas y medité los medios para ello.</div><br />
<div align="justify">Empezaba a cansarme de mis rústicos placeres, demasiado monótonos para una cabeza activa; sentía una necesidad de coquetear que me reconcilió con el amor; en verdad que no para sentirlo, sino para inspirarlo y fingirlo. En vano me habían dicho y había leído yo que no se podía fingir dicho sentimiento; veía yo, sin embargo, que para conseguirlo bastaba con sumar, al ingenio del escritor, el talento del comediante. Me ejercité en ambos géneros y quizá con cierto éxito: mas, en lugar de perseguir los vanos aplausos del teatro, resolví emplear para mi felicidad lo que tantos sacrificaban a la vanidad.</div><br />
<div align="justify">Transcurrió un año en estas distintas ocupaciones. Al permitirme el luto hacer entonces mi reaparición, volví a la ciudad con mis grandes proyectos; no me esperaba el primer obstáculo que allí me encontré. Aquella larga soledad, aquel austero retiro, me habían cubierto de un barniz puritano que asustaba a los mas agradables de los nuestros: manteníanse apartados, dejándome a la merced de una multitud de tediosos que aspiraban todos a obtener mi mano. No era problema rechazarlos; mas algunos de aquellos rechazos disgustaban a mi familia y con aquellos enredos internos perdía un tiempo que me había prometido emplear mas dulcemente. Para atraer a los unos y alejar a los otros vime pues obligada a hacer gala de algunas inconsecuencias, y a emplear en dañar mi reputación, el cuidado que pensaba poner en conservarla. Lo logré fácilmente como ya se puede usted imaginar. Mas, no sintiéndome arrastrada por ninguna pasión, no hice sino lo que juzgué necesario, y medí con prudencia mi dosis de alocamiento.</div><br />
<div align="justify">En cuanto hube alcanzado el objetivo que quería conseguir, deshice lo andado y dediqué mi enmienda a algunas de esas mujeres, que, al no poder tener pretensiones de gustar, las tienen de mérito y de virtud. Fue una baza que me valió mas de lo que había esperado. Aquellas agradecidas dueñas se erigieron en apologistas mías; y su ciego amor por lo que llamaban su obra, llegó a tal punto, que la mínima observación que alguien se permitiera sobre mí era considerada por la facción puritana como un escándalo y una injuria. Él mismo medio me valió también para obtener e1 sufragio de las mujeres con pretensiones, las cuales, convencidas de que yo renunciaba a correr la misma carrera que ellas, me escogieron como objeto de sus elogios, dado que querían demostrar que no hablaban mal de todo el mundo.</div><br />
<div align="justify">Mientras tanto, mi conducta anterior había vuelto a atraer a los amantes; y, para bandearme entre ellos y mis protectores, me mostré como una mujer sensible pero difícil cuya excesiva delicadeza era un arma contra el amor.</div><br />
<div align="justify">Entonces comencé a desplegar en el gran teatro los talentos que yo misma me había dado. Mi primer cuidado fue el de hacerme con la reputación de invencible. Para conseguirla, los hombres que no me gustaban fueron siempre los únicos cuyo homenaje aparenté aceptar. Los utilizaba prácticamente para procurarme los honores de la resistencia, mientras me entregaba sin temor al amante desgraciado.</div><br />
<div align="justify">Ya sabe usted cuán deprisa me decido: es porque he observado que casi siempre son los cuidados anteriores los que ponen al descubierto el secreto de las mujeres. Como quiera que se obre, el tono nunca es igual antes y después de los hechos. Esta diferencia no pasa inadvertida para el observador atento; y he considerado menos peligroso errar en la elección, que dejar que se adivine. Consigo también con esto destruir toda la verosimilitud, únicamente a partir de la cual se nos puede juzgar.</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqaTbRbToWYTX0u99WQE5zWIDUgqG9xGYwPFO3zrCpu_LE_fT_MLatv9ei6q7Qxv4CYnVzOASGPyQekXOtd2MrhYthxzf0sflJJtyC5snVDQLOhFo01fQPtVP7fBg0dO-pZhCb4UyllwZ4/s1600/4-picture2.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="263" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqaTbRbToWYTX0u99WQE5zWIDUgqG9xGYwPFO3zrCpu_LE_fT_MLatv9ei6q7Qxv4CYnVzOASGPyQekXOtd2MrhYthxzf0sflJJtyC5snVDQLOhFo01fQPtVP7fBg0dO-pZhCb4UyllwZ4/s320/4-picture2.jpg" width="320" /></a></div><div align="justify">Estas precauciones y la de no escribir jamás, no entregar jamás prueba alguna de mi derrota, pudieran parecer excesivas, mas jamás me parecieron suficientes. Habiendo llegado al fondo de mi corazón, estudié el de los demás. Vi que todo el mundo guarda un secreto que le importa no desvelar: verdad que parece haber conocido la antigüedad mejor que nosotros y de la que la historia de Sansón podría no ser sino ingenioso símbolo. Como una nueva Dalila, siempre empleé mi poder, al igual que ella, para sorprender ese secreto importante. ¡De cuántos Sansones modernos no tengo la cabellera entre mis tijeras! Y a éstos dejé de temerlos; sólo a ellos heme permitido humillarlos a veces. Mas dócil con los demás, el arte de hacerlos infieles para no parecerles frívola, una fingida amistad, una apárente confianza, algún proceder generoso, la idea halagüeña que cada cual conserva de haber sido mi único amante, me han valido su discreción. Finalmente, cuando estos recursos me han fallado, previendo la ruptura, he sabido ahogar de antemano, con el ridículo o la calumnia, la confianza que estos hombres peligrosos hubieran podido obtener.</div><br />
<div align="justify">Sin cesar me ve poner en práctica lo que le estoy diciendo; ¡y duda usted aún de mi paciencia! ¡Pues bien! Recuerde la época en que me hizo usted objeto de sus primeras atenciones: jamás hubo homenaje que tanto me halagara; le deseaba antes de haberle visto. Seducida por su reputación, parecíame que mi gloria le necesitaba, ardía en deseos de luchar con usted cuerpo a cuerpo. Es la única aventura que haya tenido poder sobre mí en algún momento. Sin embargo, si hubiera querido usted perderme, ¿qué medios habría tenido? Vanas palabras que no dejan huella alguna tras ellas, que su misma reputación habría ayudado a hacer dudosas, y una serie de hechos inverosímiles cuyo sincero relato hubiera parecido una novela mal escrita. Verdad es que le he hecho partícipe después de todos mis secretos: mas harto sabe usted cuáles son los intereses que nos unen, y cuál de los dos ha de ser tachado de imprudente.</div><br />
<div align="justify">Puesto que estoy rindiéndole cuentas, quiero hacerlo con exactitud. Le oigo desde aquí decirme que, cuando menos, estoy a la merced de mi doncella; en efecto, si no posee el secreto de mis sentimientos, sí posee el de mis actos. Cuando antaño me lo señaló usted, le respondí únicamente que estaba segura de ella; y prueba de que esta respuesta bastó en aquel momento para su tranquilidad es que le ha confiado desde entonces y por cuenta suya, secretos harto peligrosos. Mas ahora que Prévan le produce inquietud y obsesión, dudo mucho que mi palabra le valga.</div><br />
<div align="justify">Es, pues, menester que le instruya. En primer lugar, esta chica es mi hermana de leche, y esta unión que para nosotros no lo es, no carece de fuerza para estas gentes; además, estoy en posesión de un secreto suyo, y mas aún: víctima de una locura amorosa, habríase visto perdida si yo no la hubiera salvado. Sus padres, empecinados con la honra, no querían mas que encerrarla. Acudieron a mí. Vi al punto cuán útil podía serme su enojo. Lo secundé y solicité la orden, la cual obtuve. Luego, tomando repentinamente el partido de la clemencia al cual atraje a sus padres, y usando de mi influencia con el anciano ministro, hice que todos consintieran en hacerme depositaria de aquella orden, y duena de detener o exigir su ejecución, según la juzgara merecedora o no por su futura conducta. Sabe, pues, que tengo su destino en mis manos; y aun cuando estos poderosos medios no la detuvieran, cosa imposible, ¿no es evidente que su conducta desvelada y su castigo auténtico harían increíbles sus palabras?</div><br />
<div align="justify">A estas precauciones, que considero fundamentales, vienen a sumarse otras mil, locales u ocasionales, a las que la reflexión y la costumbre dan lugar, en caso de necesidad; detallarlas sería minucioso, mas su práctica es importante, y ha de tomarse la molestia de entresacarlas de mi conducta general, si quiere usted llegar a conocerlas.</div><br />
<div align="justify">Mas pretender que me tome tantos cuidados para no recoger fruto alguno; que, tras haberme elevado tanto por encima de las demás mujeres mediante penosos esfuerzos, acepte reptar como ellas para avanzar entre la imprudencia y la timidez; sobre todo que pueda temer a un hombre hasta el punto de creer que mi única salvación está en la huida, no, vizconde, eso jamás. Se ha de vencer o morir. En cuanto a Prévan, quiero tenerlo, y lo tendré; él quiere decirlo, y no lo dirá: esta es nuestra novela, en dos palabras. Adiós.</div><div align="justify"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/wr4gX7dNqOo?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-64255410652226587812011-09-25T10:09:00.000-07:002011-09-25T10:15:09.248-07:00El miserere - Gustavo Adolfo Bécquer<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><br />
</span><br />
<blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Desfilando por Lírica Bizarra viene a la pasarela Gustavo Adolfo Bécquer, no sólo uno de mis escritores favoritos sino un maravilloso exponente de la literatura del siglo de oro español. Lo recordé esta semana debido a una conversación que tuve con un amigo (a quien va dedicado especialmente este post, señor Guatibonza :D) acerca de música tan genial que sólamente podría venir de la ''mano del demonio'', por decirlo de alguna manera. Espero lo disfruten!</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hace algunos meses que visitando la célebre abadía de Fitero y ocupándome en revolver algunos volúmenes en su abandonada biblioteca, descubrí en uno de sus rincones dos o tres cuadernos de música bastante antiguos, cubiertos de polvo y hasta comenzados a roer por los ratones. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Era un Miserere.</span></div><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">(</span><a href="http://www.blogger.com/" target="_self" title="del"><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Del</span></a><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"> </span><a href="http://www.blogger.com/" target="_self" title="latín"><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">lat.</span></a><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"> <i>miserēre</i>, apiádate, </span><a href="http://www.blogger.com/" target="_self" title="imperativo de"><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">imper. de</span></a><span style="color: maroon; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"> <i>miserēri</i>).</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Yo no sé la música; pero le tengo tanta afición, que, aun sin entenderla, suelo coger a veces la partitura de una ópera, y me paso las horas muertas hojeando sus páginas, mirando los grupos de notas más o menos apiñadas, las rayas, los semicírculos, los triángulos y las especies de etcéteras, que llaman llaves, y todo esto sin comprender una jota ni sacar maldito el provecho.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLxMiB4LXyIzJM2REtaHQOrIW_MRwqzUa8pEs79TVAEq0eLIkRQYzjkvnEAuDQU8ZxEQKiiWlxh2Ds9lvPxd2DberOUR9FrSHzseE9cvIApJxtUycBV06O4uPC-yI8l6YhpORsJrmvykxs/s1600/Verdi%252520-%252520Miserere%252520-%252520Preview.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" hca="true" height="292" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLxMiB4LXyIzJM2REtaHQOrIW_MRwqzUa8pEs79TVAEq0eLIkRQYzjkvnEAuDQU8ZxEQKiiWlxh2Ds9lvPxd2DberOUR9FrSHzseE9cvIApJxtUycBV06O4uPC-yI8l6YhpORsJrmvykxs/s400/Verdi%252520-%252520Miserere%252520-%252520Preview.png" width="400" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Consecuente con mi manía, repasé los cuadernos, y lo primero que me llamó la atención fue que, aunque en la última página había esta palabra latina, tan vulgar en todas las obras, finis, la verdad era que el Miserere no estaba terminado, porque la música no alcanzaba sino hasta el décimo versículo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Esto fue sin duda lo que me llamó la atención primeramente; pero luego que me fijé un poco en las hojas de música, me chocó más aún el observar que en vez de esas palabras italianas que ponen en todas, como maestoso, allegro, ritardando, piú vivo, a piacere, había unos renglones escritos con letra muy menuda y en alemán, de los cuales algunos servían para advertir cosas tan difíciles de hacer como esto: Crujen... crujen los huesos, y de sus médulas han de parecer que salen los alaridos; o esta otra: La cuerda aúlla sin discordar, el metal atruena sin ensordecer; por eso suena todo, y no se confunde nada, y todo es la Humanidad que solloza y gime; o la más original de todas, sin duda, recomendaba al pie del último versículo: Las notas son huesos cubiertos de carne; lumbre inextinguible, los cielos y su armonía... ¡fuerza!... fuerza y dulzura.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿Sabéis qué es esto? -pregunté a un viejecito que me acompañaba, al acabar de medio traducir estos renglones, que parecían frases escritas por un loco.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El anciano me contó entonces la leyenda que voy a referiros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hace ya muchos años, en una noche lluviosa y oscura, llegó a la puerta claustral de esta abadía un romero, y pidió un poco de lumbre para secar sus ropas, un pedazo de pan con que satisfacer su hambre, y un albergue cualquiera donde esperar la mañana y proseguir con la luz del sol su camino.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Su modesta colación, su pobre lecho y su encendido hogar, puso el hermano a quien se hizo esta demanda a disposición del caminante, al cual, después que se hubo repuesto de su cansancio, interrogó acerca del objeto de su romería y del punto a que se encaminaba.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Yo soy músico -respondió el interpelado-, he nacido muy lejos de aquí, y en mi patria gocé un día de gran renombre. En mi juventud hice de mi arte un arma poderosa de seducción, y encendí con él pasiones que me arrastraron a un crimen. En mi vejez quiero convertir al bien las facultades que he empleado para el mal, redimiéndome por donde mismo pude condenarme.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Como las enigmáticas palabras del desconocido no pareciesen del todo claras al hermano lego, en quien ya comenzaba la curiosidad a despertarse, e instigado por ésta continuara en sus preguntas, su interlocutor prosiguió de este modo:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Lloraba yo en el fondo de mi alma la culpa que había cometido; mas al intentar pedirle a Dios misericordia, no encontraba palabras para expresar dignamente mi arrepentimiento, cuando un día se fijaron mis ojos por casualidad sobre un libro santo. Abrí aquel libro y en una de sus páginas encontré un gigante grito de contrición verdadera, un salmo de David, el que comienza ¡Miserere mei, Deus! Desde el instante en que hube leído sus estrofas, mi único pensamiento fue hallar una forma musical tan magnífica, tan sublime, que bastase a contener el grandioso himno de dolor del Rey Profeta. Aún no la he encontrado; pero si logro expresar lo que siento en mi corazón, lo que oigo confusamente en mi cabeza, estoy seguro de hacer un Miserere tal y tan maravilloso, que no hayan oído otro semejante los nacidos: tal y tan desgarrador, que al escuchar el primer acorde los arcángeles dirán conmigo, cubiertos los ojos de lágrimas y dirigiéndose al Señor: ¡misericordia!, y el Señor la tendrá de su pobre criatura.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifR3qoqLumWmpzIMfsiKj18cnI5MtfEuoDHgLAejh9cuoCzZSwGv98P2O0BVEZheeXklrPi6gCHU0-Edkzx9Z-dT3PqeA2UFcg_k5MHrtPxfgJrx47Fj7NULLA1WTs7np_TsAWh-hqRn8T/s1600/Georges_Rouault%252C_Miserere_Mei%252C_etching.png" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" hca="true" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifR3qoqLumWmpzIMfsiKj18cnI5MtfEuoDHgLAejh9cuoCzZSwGv98P2O0BVEZheeXklrPi6gCHU0-Edkzx9Z-dT3PqeA2UFcg_k5MHrtPxfgJrx47Fj7NULLA1WTs7np_TsAWh-hqRn8T/s320/Georges_Rouault%252C_Miserere_Mei%252C_etching.png" width="214" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El romero, al llegar a este punto de su narración, calló por un instante; y después, exhalando un suspiro, tornó a coger el hilo de su discurso. El hermano lego, algunos dependientes de la abadía y dos o tres pastores de la granja de los frailes, que formaban círculo alrededor del hogar, le escuchaban en un profundo silencio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Después -continuó- de recorrer toda Alemania, toda Italia y la mayor parte de este país clásico para la música religiosa, aún no he oído un Miserere en que pueda inspirarme, ni uno, ni uno, y he oído tantos, que puedo decir que los he oído todos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿Todos? -dijo entonces interrumpiéndole uno de los rabadanes-. ¿A qué no habéis oído aún el Miserere de la Montaña?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¡El Miserere de la Montaña! -exclamó el músico con aire de extrañeza-. ¿Qué Miserere es ése? </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿No dije? -murmuró el campesino; y luego prosiguió con una entonación misteriosa-. Ese Miserere, que sólo oyen por casualidad los que como yo andan día y noche tras el ganado por entre breñas y peñascales, es toda una historia; una historia muy antigua, pero tan verdadera como al parecer increíble. Es el caso, que en lo más fragoso de esas cordilleras, de montañas que limitan el horizonte del valle, en el fondo del cual se halla la abadía, hubo hace ya muchos años, ¡que digo muchos años!, muchos siglos, un monasterio famoso; monasterio que, a lo que parece, edificó a sus expensas un señor con los bienes que había de legar a su hijo, al cual desheredó al morir, en pena de sus maldades. Hasta aquí todo fue bueno; pero es el caso que este hijo, que, por lo que se verá más adelante, debió de ser de la piel del diablo, si no era el mismo diablo en persona, sabedor de que sus bienes estaban en poder de los religiosos, y de que su castillo se había transformado en iglesia, reunió a unos cuantos bandoleros, camaradas suyos en la vida de perdición que emprendiera al abandonar la casa de sus padres, y una noche de Jueves Santo, en que los monjes se hallaban en el coro, y en el punto y hora en que iban a comenzar o habían comenzado el Miserere, pusieron fuego al monasterio, saquearon la iglesia, y a éste quiero, a aquél no, se dice que no dejaron fraile con vida. Después de esta atrocidad, se marcharon los bandidos y su instigador con ellos, adonde no se sabe, a los profundos tal vez. Las llamas redujeron el monasterio a escombros; de la iglesia aún quedan en pie las ruinas sobre el cóncavo peñón, de donde nace la cascada, que, después de estrellarse de peña en peña, forma el riachuelo que viene a bañar los muros de esta abadía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Pero -interrumpió impaciente el músico- ¿y el Miserere?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Aguardaos -continuó con gran sorna el rabadán-, que todo irá por partes. Dicho lo cual, siguió así su historia:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Las gentes de los contornos se escandalizaron del crimen: de padres a hijos y de hijos a nietos se refirió con horror en las largas noches de velada; pero lo que mantiene más viva su memoria es que todos los años, tal noche como la en que se consumó, se ven brillar luces a través de las rotas ventanas de la iglesia; se oye como una especie de música extraña y unos cantos lúgubres y aterradores que se perciben a intervalos en las ráfagas del aire. Son los monjes, los cuales, muertos tal vez sin hallarse preparados para presentarse en el tribunal de Dios limpios de toda culpa, vienen aún del purgatorio a impetrar su misericordia cantando el Miserere.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los circunstantes se miraron unos a otros con muestras de incredulidad; sólo el romero, que parecía vivamente preocupado con la narración de la historia, preguntó con ansiedad al que la había referido:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿Y decís que ese portento se repite aún?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Dentro de tres horas comenzará sin falta alguna, porque precisamente esta noche es la de Jueves Santo, y acaban de dar las ocho en el reloj de la abadía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿A qué distancia se encuentra el monasterio?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-A una legua y media escasa...; pero ¿qué hacéis? ¿Adónde vais con una noche como ésta? ¡Estáis dejado de la mano de Dios! -exclamaron todos al ver que el romero, levantándose de su escaño y tomando el bordón, abandonaba el hogar para dirigirse a la puerta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿A dónde voy? A oír esa maravillosa música, a oír el grande, el verdadero Miserere, el Miserere de los que vuelven al mundo después de muertos, y saben lo que es morir en el pecado.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-iEE8qa6vrWGlXIFNEackgWocoByvJYBftGkgRsgaEEAtVXi_rDCmzMsXPl-G7R3TfbOif0BRrAqACkb02BTwYo3llDyXQs1mJ83hbw2iYdaskgAarm8P8lBct3TIg9yBAfHu-oEUSGWM/s1600/30_0ctbre_1901_LA_NOCHE_DE_DIFUNTOSDIBUJO_DE_M__POY_DALMAU.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" hca="true" height="214" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-iEE8qa6vrWGlXIFNEackgWocoByvJYBftGkgRsgaEEAtVXi_rDCmzMsXPl-G7R3TfbOif0BRrAqACkb02BTwYo3llDyXQs1mJ83hbw2iYdaskgAarm8P8lBct3TIg9yBAfHu-oEUSGWM/s320/30_0ctbre_1901_LA_NOCHE_DE_DIFUNTOSDIBUJO_DE_M__POY_DALMAU.jpg" width="320" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">La noche de difuntos - 30 de octubre de 1901 - </span><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Dibujo de M. Poy Dalmau</span></td></tr>
</tbody></table><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y esto diciendo, desapareció de la vista del espantado lego y de los no menos atónitos pastores.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El viento zumbaba y hacía crujir las puertas, como si una mano poderosa pugnase por arrancarlas de sus quicios; la lluvia caía en turbiones, azotando los vidrios de las ventanas, y de cuando en cuando la luz de un relámpago iluminaba por un instante todo el horizonte que desde ellas se descubría.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pasado el primer momento de estupor, exclamó el lego:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¡Está loco!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¡Está loco! -repitieron los pastores; y atizaron de nuevo la lumbre y se agruparon alrededor del hogar.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">II</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Después de una o dos horas de camino, el misterioso personaje que calificaron de loco en la abadía, remontando la corriente del riachuelo que le indicó el rabadán de la historia, llegó al punto en que se levantaban negras e imponentes las ruinas del monasterio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La lluvia había cesado; las nubes flotaban en oscuras bandas, por entre cuyos jirones se deslizaba a veces un furtivo rayo de luz pálida y dudosa; y el aire, al azotar los fuertes machones y extenderse por los desiertos claustros, diríase que exhalaba gemidos. Sin embargo, nada sobrenatural, nada extraño venía a herir la imaginación. Al que había dormido más de una noche sin otro amparo que las ruinas de una torre abandonada o un castillo solitario; al que había arrostrado en su larga peregrinación cien y cien tormentas, todos aquellos ruidos le eran familiares.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Las gotas de agua que se filtraban por entre las grietas de los rotos arcos y caían sobre las losas con un rumor acompasado, como el de la péndola de un reloj; los gritos del búho, que graznaba refugiado bajo el nimbo de piedra de una imagen, de pie aún en el hueco de un muro; el ruido de los reptiles, que despiertos de su letargo por la tempestad sacaban sus disformes cabezas de los agujeros donde duermen, o se arrastraban por entre los jaramagos y los zarzales que crecían al pie del altar, entre las junturas de las lápidas sepulcrales que formaban el pavimento de la iglesia, todos esos extraños y misteriosos murmullos del campo, de la soledad y de la noche, llegaban perceptibles al oído del romero que, sentado sobre la mutilada estatua de una tumba, aguardaba ansioso la hora en que debiera realizarse el prodigio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Transcurrió tiempo y tiempo, y nada se percibió; aquellos mil confusos rumores seguían sonando y combinándose de mil maneras distintas, pero siempre los mismos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¡Si me habrá engañado! -pensó el músico; pero en aquel instante se oyó un ruido nuevo, un ruido inexplicable en aquel lugar, como el que produce un reloj algunos segundos antes de sonar la hora: ruido de ruedas que giran, de cuerdas que se dilatan, de maquinaria que se agita sordamente y se dispone a usar de su misteriosa vitalidad mecánica, y sonó una campanada..., dos..., tres..., hasta once.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En el derruido templo no había campana, ni reloj, ni torre ya siquiera.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Aún no había expirado, debilitándose de eco en eco, la última campanada; todavía se escuchaba su vibración temblando en el aire, cuando los doseles de granito que cobijaban las esculturas, las gradas de mármol de los altares, los sillares de las ojivas, los calados antepechos del coro, los festones de tréboles de las cornisas, los negros machones de los muros, el pavimento, las bóvedas, la iglesia entera, comenzó a iluminarse espontáneamente, sin que se viese una antorcha, un cirio o una lámpara que derramase aquella insólita claridad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Parecía como un esqueleto, de cuyos huesos amarillos se desprende ese gas fosfórico que brilla y humea en la oscuridad como una luz azulada, inquieta y medrosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Todo pareció animarse, pero con ese movimiento galvánico que imprime a la muerte contracciones que parodian la vida, movimiento instantáneo, más horrible aún que la inercia del cadáver que agita con su desconocida fuerza. Las piedras se reunieron a piedras; el ara, cuyos rotos fragmentos se veían antes esparcidos sin orden, se levantó intacta como si acabase de dar en ella su último golpe de cincel el artífice, y al par del ara se levantaron las derribadas capillas, los rotos capiteles y las destrozadas e inmensas series de arcos que, cruzándose y enlazándose caprichosamente entre sí, formaron con sus columnas un laberinto de pórfido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Un vez reedificado el templo, comenzó a oírse un acorde lejano que pudiera confundirse con el zumbido del aire, pero que era un conjunto de voces lejanas y graves, que parecía salir del seno de la tierra e irse elevando poco a poco, haciéndose cada vez más perceptible.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El osado peregrino comenzaba a tener miedo; pero con su miedo luchaba aún su fanatismo por todo lo desusado y maravilloso, y alentado por él dejó la tumba sobre que reposaba, se inclinó al borde del abismo por entre cuyas rocas saltaba el torrente, despeñándose con un trueno incesante y espantoso, y sus cabellos se erizaron de horror.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigdLuunCHHiA7VZZZjy-asL15J6imUNlxZCIk9iYE1_EqpVyfVCRWblR-Z1HT9SBA1L8k-_hRLOXcKR90nBjDMWonPGqla0rcY2gE11k97cGAEFwQjC1yjm2ibp6JQPMP1CId3IluaGxGt/s1600/1902_MISERERE_MEI_DEUS%252C_SECUNDUM_MAGNAM_MISERICORDIAM_TUAM_DIBUJO_DE_POY_DALMAU_.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" hca="true" height="280" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigdLuunCHHiA7VZZZjy-asL15J6imUNlxZCIk9iYE1_EqpVyfVCRWblR-Z1HT9SBA1L8k-_hRLOXcKR90nBjDMWonPGqla0rcY2gE11k97cGAEFwQjC1yjm2ibp6JQPMP1CId3IluaGxGt/s400/1902_MISERERE_MEI_DEUS%252C_SECUNDUM_MAGNAM_MISERICORDIAM_TUAM_DIBUJO_DE_POY_DALMAU_.jpg" width="400" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Meserere mei, deus - Dibujo de Poy Maldau - 1903</span></td></tr>
</tbody></table><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, caladas las capuchas, bajo los pliegues de las cuales contrastaban con sus descarnadas mandíbulas y los blancos dientes las oscuras cavidades de los ojos de sus calaveras, vio los esqueletos de los monjes, que fueron arrojados desde el pretil de la iglesia a aquel precipicio, salir del fondo de las aguas, y agarrándose con los largos dedos de sus manos de hueso a las grietas de las peñas, trepar por ellas hasta tocar el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con una desgarradora expresión de dolor, el primer versículo del salmo de David: ¡Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando los monjes llegaron al peristilo del templo, se ordenaron en dos hileras, y penetrando en él, fueron a arrodillarse en el coro, donde con voz más levantada y solemne prosiguieron entonando los versículos del salmo. La música sonaba al compás de sus voces: aquella música era el rumor distante del trueno, que desvanecida la tempestad, se alejaba murmurando; era el zumbido del aire que gemía en la concavidad del monte; era el monótono ruido de la cascada que caía sobre las rocas, y la gota de agua que se filtraba, y el grito del búho escondido, y el roce de los reptiles inquietos. Todo esto era la música, y algo más que no puede explicarse ni apenas concebirse, algo más que parecía como el eco de un órgano que acompañaba los versículos del gigante himno de contrición del Rey Salmista, con notas y acordes tan gigantes como sus palabras terribles.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Siguió la ceremonia; el músico que la presenciaba, absorto y aterrado, creía estar fuera del mundo real, vivir en esa región fantástica del sueño en que todas las cosas se revisten de formas extrañas y fenomenales.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Un sacudimiento terrible vino a sacarle de aquel estupor que embargaba todas las facultades de su espíritu. Sus nervios saltaron al impulso de una emoción fortísima, sus dientes chocaron, agitándose con un temblor imposible de reprimir, y el frío penetró hasta la médula de los huesos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los monjes pronunciaban en aquel instante estas espantosas palabras del Miserere:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">In iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al resonar este versículo y dilatarse sus ecos retumbando de bóveda en bóveda, se levantó un alarido tremendo, que parecía un grito de dolor arrancado a la Humanidad entera por la conciencia de sus maldades, un grito horroroso, formado de todos los lamentos del infortunio, de todos los aullidos de la desesperación, de todas las blasfemias de la impiedad; concierto monstruoso, digno intérprete de los que viven en el pecado y fueron concebidos en la iniquidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Prosiguió el canto, ora tristísimo y profundo, ora semejante a un rayo de sol que rompe la nube oscura de una tempestad, haciendo suceder a un relámpago de terror otro relámpago de júbilo, hasta que merced a una transformación súbita, la iglesia resplandeció bañada en luz celeste; las osamentas de los monjes se vistieron de sus carnes; una aureola luminosa brilló en derredor de sus frentes; se rompió la cúpula, y a través de ella se vio el cielo como un océano de lumbre abierto a la mirada de los justos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los serafines, los arcángeles, los ángeles y las jerarquías acompañaban con un himno de gloria este versículo, que subía entonces al trono del Señor como una tromba armónica, como una gigantesca espiral de sonoro incienso:</span></div><div style="text-align: justify;"><i><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Auditui meo dabis gaudium et lœtitiam: et exultabunt ossa humiliata.</span></i></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En este punto la claridad deslumbradora cegó los ojos del romero, sus sienes latieron con violencia, zumbaron sus oídos y cayó sin conocimiento por tierra, y nada más oyó.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">III</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al día siguiente, los pacíficos monjes de la abadía de Fitero, a quienes el hermano lego había dado cuenta de la extraña visita de la noche anterior, vieron entrar por sus puertas, pálido y como fuera de sí, al desconocido romero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿Oísteis al cabo el Miserere? -le preguntó con cierta mezcla de ironía el lego, lanzando a hurtadillas una mirada de inteligencia a sus superiores.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Sí -respondió el músico.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¿Y qué tal os ha parecido?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Lo voy a escribir. Dadme un asilo en vuestra casa -prosiguió dirigiéndose al abad-; un asilo y pan por algunos meses, y voy a dejaros una obra inmortal del arte, un Miserere que borre mis culpas a los ojos de Dios, eternice mi memoria y eternice con ella la de esta abadía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los monjes, por curiosidad, aconsejaron al abad que accediese a su demanda; el abad, por compasión, aun creyéndole un loco, accedió al fin a ella, y el músico, instalado ya en el monasterio, comenzó su obra.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Noche y día trabajaba con un afán incesante. En mitad de su tarea se paraba, y parecía como escuchar algo que sonaba en su imaginación, y se dilataban sus pupilas, saltaba en el asiento, y exclamaba:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-¡Eso es; así, así, no hay duda..., así! Y proseguía escribiendo notas con una rapidez febril, que dio en más de una ocasión que admirar a los que le observaban sin ser vistos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Escribió los primeros versículos y los siguientes, y hasta la mitad del Salmo, pero al llegar al último que había oído en la montaña, le fue imposible proseguir.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Escribió uno, dos, cien, doscientos borradores; todo inútil. Su música no se parecía a aquella música ya anotada, y el sueño huyó de sus párpados, y perdió el apetito, y la fiebre se apoderó de su cabeza, y se volvió loco, y se murió, en fin, sin poder terminar el Miserere, que, como una cosa extraña, guardaron los frailes a su muerte y aún se conserva hoy en el archivo de la abadía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando el viejecito concluyó de contarme esta historia, no pude menos de volver otra vez los ojos al empolvado y antiguo manuscrito del Miserere, que aún estaba abierto sobre una de las mesas.</span></div><div style="text-align: justify;"><i><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">In peccatis concepit me mater mea</span></i></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Éstas eran las palabras de la página que tenía ante mi vista, y que parecía mofarse de mí con sus notas, sus llaves y sus garabatos ininteligibles para los legos en la música.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Por haberlas podido leer hubiera dado un mundo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Quién sabe si no serán una locura? </span><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><br />
</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><object class="BLOGGER-youtube-video" classid="clsid:D27CDB6E-AE6D-11cf-96B8-444553540000" codebase="http://download.macromedia.com/pub/shockwave/cabs/flash/swflash.cab#version=6,0,40,0" data-thumbnail-src="http://0.gvt0.com/vi/KX_mqGmGqjg/0.jpg" height="266" width="320"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/KX_mqGmGqjg&fs=1&source=uds" /><param name="bgcolor" value="#FFFFFF" /><embed width="320" height="266" src="http://www.youtube.com/v/KX_mqGmGqjg&fs=1&source=uds" type="application/x-shockwave-flash"></embed></object></span></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-31639308200206819292011-07-27T13:45:00.000-07:002011-07-27T13:53:54.106-07:00Poltarnees, la que mira al mar - Lord Dunsany<div style="text-align: justify;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span></div><blockquote><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Es hora de traer a este espacio al artista que, personalmente, ostenta el título de mi escritor favorito. Lord Dunsany, la inspiración del tiempo de mayor producción literaria de H. P. Lovecraft, quien ha sido también de mis grandes maestros e inspiradores. Igualmente ha influido en la obra de autores como C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien, debido a los elementos épicos y fantásticos que creó a lo lagro de toda su obra. Bizarro? Extremadamente. Poesía en prosa; literatura que alcanza la belleza de los sueños. </span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><em>(Especialmente para el señor comisario, don Rodrigo Ricardo, con quien deseaba compartir esto desde hace un tiempo -aunque no creo que sea de su entero gusto-, con cariño!).</em></span></span></div></blockquote><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Toldees, Mondath, Arizim, éstas son las Tierras Interiores, las tierras cuyos centinelas, puestos en los confines, no ven el Mar. Más allá, por el Este, hay un desierto que jamás turbaron los hombres, y es amarillo, manchado está por la sombra de las piedras, y la muerte yace en él como leopardo tendido al sol. Están cerradas sus fronteras; al Sur, por la magia; al Oeste, por una montaña, y al Norte, por el grito y la cólera del viento Polar. Semejante a una gran muralla es la montaña del Oeste. Viene desde muy lejos y se pierde muy lejos también, y es su nombre Poltarnees, la que mira al Mar. Hacia el Norte, rojos peñascos, tersos y limpios de tierra y sin mota de musgo o hierba, se escalonan hasta los labios mismos del viento Polar, y nada hay allí sino el rumor de su cólera. Muy apacibles son las Tierras Interiores, y muy hermosas sus ciudades, y no mantienen guerra entre sí, mas quietud y holgura. Y otro enemigo no tienen sino los años, pues la sed y la fiebre se asolean tendidas en mitad del desierto, y no rondan jamás por las Tierras Interiores. Y a vampiros y fantasmas, cuyo camino real es la noche, las fronteras de la magia los contienen al Sur. Y muy chicas son todas sus gratas ciudades, y en ellas los hombres todos tienen trato entre sí, y se bendicen unos a otros en las calles, saludándose por sus nombres. Y existe en cada ciudad una vía amplia y verde, que viene de un valle o bosque o loma, y entra en la ciudad y sale de ella por entre las casas y cruzando las calles; y nunca pasean por ella las gentes; mas todos los años, en el tiempo oportuno, entra por allí la Primavera desde las tierras florecientes, abriendo anémonas en la vía verde, y todos los goces de los bosques repuestos o de los valles apartados, profundos, o de las triunfantes lomas, cuyas cabezas se yerguen tan altivas en la distancia, lejos de las ciudades.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">A veces entran carreros o pastores por aquella vía, de los que vienen a la ciudad desde las serranías nebulosas; y los ciudadanos no se lo impiden, porque hay un paso que mancilla la hierba y un paso que no la mancilla, y todo hombre sabe en los adentros del corazón cómo es su paso. Y en los claros soleados del bosque y en sus umbrías, lejos de la música de las ciudades y de la danza de las ciudades, conciertan la música de los lugares campestres y danzan las danzas campestres. Amable, próximo y amistoso se les muestra a estos hombres el Sol, y les es propicio y cuida de sus tiernos vinedos; y ellos, en cambio, se muestran benévolos para con los menudos seres de los bosques y atentos a todo rumor de hadas o leyendas antiguas. Y cuando la luz de alguna pequeña ciudad distante pone un leve rubor en el confín del firmamento y las felices ventanas de oro de las mansiones solariegas abren los ojos brillantes en la oscuridad, entonces la vieja y sagrada figura de la Fábula, velada hasta el rostro, baja de las colinas boscosas y manda alzarse y danzar a las sombras oscuras, y saca de ronda a las criaturas del bosque, y enciende al instante la lámpara del gusano de luz en su enramada de hierba, e impone silencio a las tierras grises, y de ellas suscita desmayadamente en las colinas lejanas la voz de un laúd. No hay en el mundo tierras más prósperas y felices que Toldees, Mondath y Arizim.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">De estos tres pequeños reinos llamados las Tierras Interiores huían constantemente los mozos. Ibanse uno tras otro, sin que supiera nadie por qué, sino tan sólo que tenían un anhelo de ver el Mar. Poco hablaban de aquel anhelo; pero un mozo guardaba silencio unos días, y luego, una mañana, muy temprano, se escabullía trepando poco a poco por la dificultosa pendiente de Poltarnees, y, llegado a la cumbre, pasábala y no volvía nunca. Algunos se quedaron atrás, en las Tierras Interiores, y envejecieron; pero, desde los tiempos más primitivos, ninguno de los que subieron a lo alto de Poltarnees regresó jamás. Muchos dirigiéronse a Poltarnees jurando que volverían. Hubo un rey que envió a todos sus cortesanos, uno por uno, para que le revelaran el misterio, y después él mismo se fue allá; ninguno volvió.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><br />
</div></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-size: 11pt;"></span></span></div><blockquote><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-size: 11pt;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">En los relatos de Dunsany, las tradiciones populares, la épica celta, el exotismo oriental y los elementos oníricos se funden en un mundo intemporal de sabor único. Sus historias de espada y brujería, recogidas en volúmenes como La espada de Welleran (1908) o Cuentos de un soñador (1922), le convierten en pionero decisivo del género de la fantasía heroica y tuvieron una gran influencia en los primeros relatos de Lovecraft. (</span><a href="http://www.arenasgamerr.blogspot.com/2009/02/lord-dunsany-pack-44-obras.html"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">http://www.arenasgamerr.blogspot.com/2009/02/lord-dunsany-pack-44-obras.html</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">)</span></span></span></div></blockquote><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;"></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0QA7WYXfvw04rf1hlqyJzXRYV1qKqZW-4WPhsiTpNV5IgOn_DuZ9aFr65ZkBIMYFr4XFc4a7GF9XiQi-ToTe3IAlyMvVG81wzd0fUkMSFWPxT4Is5nxPIFqa2SNt4fxeECGpjGgcyYQ2K/s1600/cielo%252520y%252520mar%255B1%255D.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;"><img border="0" height="230" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0QA7WYXfvw04rf1hlqyJzXRYV1qKqZW-4WPhsiTpNV5IgOn_DuZ9aFr65ZkBIMYFr4XFc4a7GF9XiQi-ToTe3IAlyMvVG81wzd0fUkMSFWPxT4Is5nxPIFqa2SNt4fxeECGpjGgcyYQ2K/s320/cielo%252520y%252520mar%255B1%255D.jpg" t$="true" width="320" /></span></a></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Ahora bien, el pueblo de las Tierras Interiores guardaba el culto de los rumores y las leyendas del Mar, y todo cuanto del Mar pudieron saber sus profetas escrito estaba en un libro sagrado que los sacerdotes leían en los templos con devoción profunda en las festividades o en los días de aflicción. Y abríanse todos los templos hacia Poniente, sostenidos por columnas, para que la brisa del mar entrara en ellos; y abríanse hacia Levante, sostenidos por columnas, para que la brisa del Mar no se detuviera, sino que entrara en ellos, dondequiera que estuviese el Mar. Y ésta es la leyenda que tenían del Mar nunca visto por ser alguno de las Tierras Interiores. Decían que el Mar es un río que corre hacia Hércules, y decían que llega hasta el confín del mundo y que Poltarnees lo domina. Decían que todos los mundos celestes corren, entrechocándose, por aquel río, y la corriente los arrastra, y que aquella Infinitud es una intrincada espesura de selvas donde el río precipita su curso arrebatando todos los mundos celestes. Por entre los colosales troncos de aquelíos árboles oscuros, en las más breves frondas, en cuyas ramas muchas noches se reconcentran, andan los dioses. Y cuando su sed, resplandeciente en el espacio como un magno sol, cae sobre los animales, el tigre de los dioses se desliza hasta el río para beber. Y el tigre de los dioses bebe ruidosamente hasta hartarse, destruyendo mundos; y el nivel del río se sume dentro de sus riberas, mientras la sed del animal va saciándose y dejando de resplandecer como un sol. Y multitud de mundos se amontonan entonces, secos, en la orilla, y ya no vuelven a andar por ahí los dioses, porque les lastiman los pies. Son aquéllos los mundos sin destino, cuyas gentes carecen de dioses, y el río fluye sin parar. Y el nombre del río es Oriathon, pero los hombres le llaman Océano. Tal es la Creencia Inferior de las Tierras Interiores. Y hay una Creencia Superior, de que nunca se habla. Según la Creencia Superior de las Tierras Interiores, el río Oriathon corre por las selvas de la Infinitud y de pronto cae rugiendo sobre un confín, desde donde el tiempo llamaba antiguamente a sus horas para que pelearan en la guerra contra los dioses; y cae apagado por el resplandor de las noches y los días, con millas de olas no medidas nunca, en las profundidades de la nada.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Ahora bien, conforme iban transcurriendo siglos y el camino unico accesible a los hombres para subir a Poltarnees desgastándose de tantas huellas, más y más hombres lo pasaban para no volver. Y aún se ignoraba en las Tierras Interiores el misterio que desde Poltarnees se descubría. Y un día tranquilo y sin viento, mientras los hombres caminaban felices por sus hermosas calles o guardaban rebaños en la campiña, saltó de pronto el viento del Oeste y entróse por ellas desde el Mar. Y llegó velado, gris, luctuoso, y trajo hasta alguno el grito hambriento del Mar que reclamaba huesos de hombres. Y el que lo oyó revolvióse sin descanso durante horas, y al cabo se levantó de súbito, irresistiblemente, vuelto hacia Poltarnees, y dijo, como se acostumbra en el país cuando alguien se despide por poco tiempo: «Hasta que venga el recuerdo al corazón del hombre», lo cual significa: «Hasta luego»; mas los que lo amaban, viéndole mirar a Poltarnees, contestáronle tristes: «Hasta que los dioses olviden», que quiere decir: «Adios».</span></span></div><div style="text-align: justify;"><table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3gqT06TSomVEZWppL2S6gWHkCP9r_m3oVLx6G5s5yHCE5STQb6EYqdLhH-nCBzKpgq_twlplWHvx9DKk2AkPPnLm2q6Jrcx3QOzZl07UZIKxDWx7ayn1o8JPzSks6ebCntQ0wugMlXcdD/s1600/artwork_images_119688_463683_sophie-anderson.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="257" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3gqT06TSomVEZWppL2S6gWHkCP9r_m3oVLx6G5s5yHCE5STQb6EYqdLhH-nCBzKpgq_twlplWHvx9DKk2AkPPnLm2q6Jrcx3QOzZl07UZIKxDWx7ayn1o8JPzSks6ebCntQ0wugMlXcdD/s320/artwork_images_119688_463683_sophie-anderson.jpg" t$="true" width="320" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Princesas de la primavera. Sophie Anderson.</span></td></tr>
</tbody></table></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Tenía el rey de Arizim una hija que jugaba con las flores silvestres del bosque, y con las fuentes del palacio de su padre, y con los pajaritos azules del cielo que en la invernada llegábanse a su puerta buscando refugio contra la nieve. Y más hermosa era que las flores silvestres del bosque, y que todas las fuentes del palacio de su padre, y que los pajaritos azules del cielo, cuando con todo su plumaje invernal buscan refugio contra la nieve. Los viejos y sabios reyes de Mondath y Toldees viéronla una vez cuando andaba ligera por los estrechos andenes de su jardín, y volviendo los ojos a las nieblas del pensamiento, reflexionaron sobre el destino de sus Tierras Interiores. Y la miraron atentos junto a las flores majestuosas, y sola, en pie, a la luz del sol; y vieron pasar y repasar contorneándose las aves purpúreas que los recoveros del rey habían traído de Asagéhon. Cuando ella cumplió los quince años, el rey de Mondath convocó un Consejo de reyes. Y con él se reunieron los reyes de Toldees y Arizim. Y el rey de Mondath, en su Consejo, habló de esta suerte:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«El grito del Mar implacable y hambriento (y a la palabra <i>Mar </i>los tres reyes inclinaron la cabeza) atrae cada año, sacándolos de nuestros reinos felices, a más y más súbditos nuestros, y aún ignoramos el misterio del Mar, y ningún juramento se ha inventado que nos devuelva a un hombre solo. Ahora bien, tu hija, Arizim, es más bella que la luz del sol, y más bella que las majestuosas flores que tan altas crecen en tu jardín, y tiene mayor gracia y hermosura que esas extrañas aves que los afortunados recoveros traen en rechinantes carros de Asagéhon, y en cuyo plumaje la púrpura alterna con el blanco. Pues el que se enamore de tu hija Hilnaric, sea quien fuere, ése podrá subir a Poltarnees y regresar, como nadie hasta aquí lo hizo, y contarnos lo que se divisa desde Poltarnees, porque acaso tu hija sea más hermosa que el Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Alzóse entonces de su sitial del Consejo el rey de Arizim. Y dijo:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Temo que hayas blasfemado del Mar, y me asusta que tu blasfemia pueda acarrearnos desgracia. No había reparado, a decir verdad, en su hermosura. ¡ Hace tan poco que era niña chica y llevaba el pelo suelto y no recogido aún al modo de las princesas, y se iba sin que nadie la vigilara a los bosques silvestres, y volvía con las vestiduras manchadas y desgarradas, y no escuchaba regaños con sumisión, sino haciendo muecas aun en mi patio de mármol todo rodeado de fuentes! »</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Luego habló el rey de Toldees:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Vigilémosla más atentos y contemplemos a la princesa Hilnaric en la estación de los huertos floridos, cuando las grandes aves se despiden del Mar, que conocen, y buscan descanso en nuestros palacios del interior; y si fuera más hermosa que el amanecer sobre nuestros reinos unidos, cuando los huertos están en flor, acaso sea más hermosa que el Mar.»</span></span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><br />
</div><span style="font-size: small;"></span></span><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-size: 11pt;"><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">“<em>Era un excéntrico encantador, un ser embriagado por la imaginación. A pesar de su fortuna, era un liberal y un socialista, un tipo humilde que diseñaba medallas para los hijos de sus criados. Solía llevar las plumas de ganso y los tinteros embutidos en sus bolsillos todo el día, y escribir en toscas casetas de madera desperdigadas por su propiedad</em>” así lo describe Ma Plunkett, actual lady Dunsany, esposa del nieto de Edward John. (</span><a href="http://bloglibros.com/lord-dunsany-uno-de-los-pioneros-de-la-literatura-fantastica/"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">http://bloglibros.com/lord-dunsany-uno-de-los-pioneros-de-la-literatura-fantastica/</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">)</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;"></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y el rey de Arizim dijo:<span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-size: 11pt;"></span></span> </span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Temo que sea terrible blasfemia, mas lo haré según lo decidisteis en Consejo.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y llegó la estación de los huertos floridos. Una noche, el rey de Arizim llamó a su hija para que saliese al balcón de mármol. Y la luna surgía, grande, redonda, sagrada, sobre los bosques oscuros, y todas las fuentes cantaban a la noche. Y la luna tocó los aleros del palacio de mármol, y resplandecieron sobre la tierra. Y la luna tocó las cimas de todas las fuentes, y las grises columnas se quebraron en luces de magia. Y la luna dejó los oscuros caminos del bosque e iluminó todo el blanco palacio y sus fuentes, y brilló en la frente de la princesa, y el palacio de Arizim ganó en resplandores, y las fuentes se trocaron en columnas de relucientes joyas y cantos. Y de la luna, al levantarse, salió una melodía, que no llegó del todo a oídos mortales. E Hilnaric estaba en pie, maravillada, vestida de blanco, con el brillo de la luna en la frente; y acechándola desde la sombra, en el terrado, estaban los reyes de Mondath y Toldees. Y dijeron:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Es más hermosa que el nacer de la luna.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y otro día, el rey de Arizim hizo que su hija se asomara al amanecer, y ellos volvieron a situarse cerca del balcón. Y el sol salió sobre un mundo de huertos, y las nieblas marinas se retiraron de Poltarnees hacia el Mar; leves voces silvestres levantáronse de todos los matorrales, las voces de las fuentes comenzaron a desfallecer, y alzóse, en todos los templos de mármol, el cantar de las aves consagradas al Mar. E Hilnaric estaba en pie, resplandeciente aún del sueño celestial.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Es más hermosa -dijeron los reyes- que el alba.» Otra prueba impusieron aún a la hermosura de Hilnaric, porque la observaron en las terrazas a la puesta del sol, cuando ya los pétalos de los huertos estaban caídos y en toda la linde de los bosques vecinos florecían el rododendro y la azalea. Y el sol se puso tras la escarpada Poltarnees, y la niebla del Mar se vertió sobre su cumbre interior. Y los templos de mármol se levantaban claros en el atardecer, pero nubecillas de crepúsculo se extendían entre montaña y ciudad. Entonces, de la cornisa de los templos y del tejaroz de los palacios soltáronse atrevidamente los murciélagos, y desplegando las alas, flotaron arriba y abajo por las vías ya oscuras; empezaron a encenderse las luces en las doradas ventanas, los hombres se envolvieron en sus capas por temor a la niebla marina gris, levantóse el son de algunas cancioncillas, y el rostro de Hilnaric convirtióse en lugar de reposo de misterios y ensueños.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Más que todo -dijeron los reyes- es hermosa; pero ¿quién puede saber si es más hermosa que el Mar?»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Tendido en un macizo de rododendros, en la linde de las praderas de palacio, había esperado un cazador a que el sol se pusiera. Cerca de él había un estanque profundo donde crecían los jacintos y en el que flotaban extrañas flores de anchas hojas; a él iban a beber los toros salvajes, a la luz de las estrellas, y en su acecho vio él Ja blanca forma de la princesa apoyada en el balcón. Antes de que brillaran las estrellas y se llegaran a beber los toros dejó él su escondrijo y se acercó al palacio para ver más próxima a la princesa. Cubiertas estaban las praderas de palacio de no hollado rocío y todo yacía en calma cuan- do él las cruzó, empuñando su luengo venablo. En el más escondido rincón de la terraza, los tres viejos reyes discutían acerca de la hermosura de Hilnaric y del destino de las Tierras Interiores. Caminando ligero, con paso de cazador, acercóse más el que acechaba junto al estanque, en la quietud del anochecer, sin que aún la princesa le viese. Así que la hubo visto de cerca, exclamó de súbito:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Ha de ser más hermosa que el Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Volvióse la princesa, y en su porte y luengo venablo conoció que era un cazador de toros salvajes.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Cuando los tres reyes oyeron la exclamación del mozo, dijéronse por lo bajo:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Este ha de ser el hombre.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Mostráronsele luego, y le dijeron, con propósito de probarle:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Señor, habéis blasfemado del Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y el mancebo murmuro:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Es más hermosa que el Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y dijeron los tres reyes:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Más viejos somos y más sabios que vos, y sabemos que nade existe más hermoso que el Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y el mozo, destocado y postrado al ver que hablaba con los reyes, contestó, empero:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Por este venablo; es más hermosa que el Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y, entre tanto, la princesa le miraba, reconociéndole por un cazador de toros salvajes.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Dijo el rey de Arizim al que acechaba en el estanque:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Si subes a Poltarnees y vuelves, como nadie volvió, y nos refieres qué atracción mágica tiene el Mar, te perdonaremos tu blasfemia, y tendrás a la princesa por esposa, y te sentarás en el Consejo de los reyes.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y el mozo al punto mostró su asentimiento con alegría. Y la princesa le habló y le preguntó su nombre. Y él le dijo que se llamaba Athelvok, y se llenó de gozo al oír la voz de ella. Y prometió a los tres reyes salir a tercero día para escalar la pendiente de Poltarnees y regresar, y éste fue el juramento con que le ligaron para que volviera:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Juro por el Mar que arrastra los mundos, por el río de Oriathon, a quien los hombres llaman Océano, y por los dioses y su tigre, y por el sino de los mundos, que volveré a las Tierras Interiores después de haber contemplado el Mar.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y prestó con solemnidad el juramento aquella misma noche en uno de los templos del Mar; pero los tres reyes fiaron aún más en la hermosura de Hilnaric que en el poder del juramento.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Al otro día de mañana fue Athelvok al palacio de Arizim, cruzando las campiñas del Este desde el país de Toldees, e Hilnaric salió al balcón y se reunió con él en las terrazas. Y le preguntó si había matado algún toro salvaje, y él le dijo que tres, y luego le contó que había cazado el primero junto al estanque del bosque. Había cogido el venablo de su padre, se fue a la orilla del estanque, se tendió bajo las azaleas a esperar que las estrefias saliesen, porque a su primera luz van los toros salvajes a beber de aquellas aguas. Y fue muy temprano, y tuvo mucho que esperar, y el pasar de las horas se le hizo más largo de lo que era. Y todos los pájaros acudieron a aquel lugar en la noche. Y ya había salido el murciélago, y ningún toro se acercaba al estanque. Y Athelvok estaba persuadido de que ninguno se acercaría. Y tan pronto como su mente adquirió esta certidumbre, abrióse sin rumor la maleza y un enorme toro salvaje se presentó a sus ojos, a la orilla del agua, y sus largos cuernos surgían a los lados de su cabeza, encorvándose por los extremos, y medían cuatro pasos de punta a punta. Y no había visto a Athelvok, porque el enorme. toro estaba al otro extremo del reducido estanque, y Athelvok no podía ir arrastrándose hasta él por miedo de cortar el viento (pues los toros salvajes, que apenas ven en las selvas oscuras, se guardan por el oído y el olfato). Mas pronto se tramó el plan en su mente, mientras el toro erguía la cabeza a veinte pasos justos de donde estaba él, con el agua por medio. Y el toro olfateó con cautela el viento, se puso a escuchar, y luego bajó la cabeza hasta el estanque y bebió. En aquel punto saltó Athelvok al agua y atravesó rápidamente sus algosas profundidades, por entre los tallos de las extrañas flores que flotaban con sus anchas hojas en la superficie. Y Athelvok asestaba su venablo, recto, y mantenía rígidos y cerrados los dedos de la mano izquierda, sin salir a la superficie, de modo que la fuerza del salto le llevó adelante y le hizo pasar sin que se enredara por entre los tallos de las flores. Cuando saltó Athelvok al agua, el toro hubo de levantar la cabeza, se asustó al verse salpicado y luego debió de escuchar y ventear, y como no oyera ni olfateara peligro ninguno, hubo de quedarse rígido por unos instantes, porque en esta actitud le encontró Athelvok al surgir sin aliento a sus pies. Hiriendo de pronto, Athelvok le clavó la lanza en el cuello, antes de que pudiera bajar la cabeza y los cuernos terribles. Pero Athelvok se había colgado de uno de los cuernos y se vio arrastrado a tremenda velocidad por entre los matorrales de rododendros, hasta que el toro cayó, para levantarse de nuevo y morir de pie, luchando sin cesar, ahogado en su propia sangre.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Hilnaric escuchaba el relato como si un héroe de la antigúedad surgiese de nuevo ante sus ojos en toda la gloria de su legendaria juventud.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Mucho tiempo se pasearon por las terrazas, diciéndose lo que siempre se había dicho y se dijo luego, lo que repetirán labios aún por formarse. Y sobre ellos se erguía Poltarnees, mirando al Mar.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y llegó el día en que Athelvok debía marcharse. E Hilnaric le dijo:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«¿Es cierto que volverás, luego que hayan mirado tus ojos desde la cumbre de Poltarnees?»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Athelvok repuso:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«Cierto que volveré, porque tu voz es más hermosa que el himno de los sacerdotes cuando cantan los loores del Mar; y aunque muchos mares tributarios fluyan hacia Oriathon y él y los otros viertan su hermosura en un estanque a mis pies, volvería jurando que tú eres más hermosa. »</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">E Hilnaric contestóle:</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">«La sabiduría del corazón me dice, o una antigua ciencia o profecía, o un raro saber, que nunca más he de oír tu voz. Y por ello te perdono.»</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Pero él, repitiendo el juramento prestado, se fue, mirando muchas veces atrás, hasta que la pendiente se hizo tan empinada que su faz tocaba a la roca. Púsose en camino por la mañana y estuvo subiendo todo el día, con pequeño descanso, por los hoyos que había pulimentado el roce de muchos pies. Antes de llegar a la cima escondiósele el sol y fueron oscureciéndose cada vez más las Tierras Interiores. Apresuróse para ver, antes que fuere de noche, lo que había de mostrarle Poltarnees. Ya era profunda la oscuridad sobre las Tierras Interiores, y las luces de las ciudades chispeaban entre la niebla marina cuando llegó a la cumbre de Poltarnees, y el sol, de la otra parte, aún no se había retirado del firmamento.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Y a sus pies se fruncía el viejo Mar, sonriendo y murmurando cantares. Y daba el pecho a unos barcos chicos de velas deslumbradoras, y en las manos tenía los vetustos restos de naufragios tan echados de menos, y los mástiles todos tachonados de clavos de oro que desgajó en su cólera de los soberbios galeones. Y la gloria del sol reinaba en las olas que arrastraban a la deriva maderos de islas de especias, saéudiendo las cabezas doradas. Y las corrientes grises se arrastraban hacia el Sur, como solitarias serpientes enamoradas de algo lejano con amor inquieto, fatal. Y toda la llanura de agua resplandeciente al sol postrero, y las olas y las corrientes, y las velas blancas de los navíos, formaban, juntas, la faz de un extraño dios nuevo que mira a un hombre por primera vez a los ojos en el instante de su muerte; y Athelvok, mirando al maravilloso Mar, supo por qué no vuelven nunca los muertos: porque hay algo que los muertos sienten y conocen y los vivos no entenderán nunca, aunque los muertos vuelvan a contarles lo que han visto. Y el Mar le sonreía, alegre en la gloria del sol. Y había en él un puerto para las naves que regresaban, y junto a él una soleada ciudad, y la gente andaba por sus calles ataviada con las inconcebibles mercancías de las costas más lejanas.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Una fácil pendiente de roca suelta y menuda llevaba desde la cumbre de Poltarnees hasta la orilla del Mar.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Athelvok detúvose un largo rato lleno del pesar de lo perdido, dándose cuenta de que había entrado en su alma algo que no entenderían jamás los de las Tierras Interiores, porque sus pensamientos no iban más allá de los tres breves reinos. Luego, mirando los buques errantes, y las maravillosas mercancías de países remotos, y el color ignorado que ceñía la frente del Mar, volvió los ojos a las Tierras Interiores.</span></span></div><div style="text-align: justify;"><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjDPHmCQK-WofHu_zie5F_ADbeHOfPkd0N604hjXGd2Ph2ceebqgqCeZfoXY-2xoDn-0p9y9ScArxVsEBlokskTB7ieK0OFTjmr4P20EVaMvZiHppJRuCQ48JggE4i3o2iTVF_HUIUoQuD/s1600/turner-03.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="282" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjDPHmCQK-WofHu_zie5F_ADbeHOfPkd0N604hjXGd2Ph2ceebqgqCeZfoXY-2xoDn-0p9y9ScArxVsEBlokskTB7ieK0OFTjmr4P20EVaMvZiHppJRuCQ48JggE4i3o2iTVF_HUIUoQuD/s400/turner-03.jpg" t$="true" width="400" /></span></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Galais Pier. Por William Turner.</span></td></tr>
</tbody></table></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">En aquel punto entonó el Mar un canto fúnebre al ocaso por todo el daño que causó en su cólera y por toda la ruina que acarreó a los navíos aventureros; y había lágrimas en la voz del tiránico Mar, porque amaba a las galeras hundidas, y llamaba a sí a todos los hombres y a todo lo viviente para disculparse, porque amaba los huesos que había desparramado. Y volviéndose, Athelvok puso un pie en la pendiente suelta, y otro después, v anduvo un poco para acercarse al Mar, y luego le sobrecogió un sueño y sintió que los hombres juzgaban mal del Mar, tan digno de ser amado, porque mostró alguna colera, porque a veces fue cruel; sintió que reñían las mareas, porque el Mar había amado a las galeras fenecidas. Siguió andando, y las piedras menudas rodaban con él, y en el momento en que se desvaneció el ocaso y apareció una estrella, llegó él a la dorada costa, y siguió adelante hasta que las olas le tocaron las rodillas, y oyó las bendiciones, semejantes a las plegarias, del Mar. Mucho tiempo estuvo así, mientras iban saliento estrellas y copiando su brillo en las olas; más estrellas salían, atorbellinándose en su carrera, del Mar; parpadeaban las luces en toda la ciudad del puerto, colgaban linternas de las naves y ardía la noche de púrpura; y la Tierra, ante los ojos de los dioses, que están sentados tan lejos de ella, refulgía como en una llama. Entonces entró Athelvok en la ciudad del puerto, en donde encontró a muchos que habían dejado antes que él las Tierras Interiores; ninguno deseaba volver al pueblo que no había visto el mar; muchos se habían olvidado de los tres breves reinos, y se susurraba que un hombre que una vez intentó volver halló imposible la subida por la pendiente movediza, deleznable.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Hilnaric no se casó jamás. Pero su dote se destinó a edificar un templo en que los hombres maldicen al Océano.</span></span></div><div class="Textopredeterminado" style="margin: 0cm 0cm 0pt; mso-pagination: widow-orphan; text-align: justify; text-indent: 13.05pt; text-justify: inter-ideograph;"><span class="InitialStyle"><span lang="EN-US" style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;">Una vez al año, con solemnes ritos y ceremonias, maldicen las mareas del Mar; y la luna se mira en él y los aborrece.</span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;"></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/q9xtIlMZ7Qo?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><em><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: x-small;">Sidney Sime. Ilustrador de numerosos trabajos de Dunsany.</span></em></div></span></span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-75590702381472210532011-07-24T17:05:00.000-07:002011-09-17T17:40:59.520-07:00El cobrador - Rubem Fonseca<div style="text-align: justify;"></div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Rubem Fonseca. Escritor brasilero contemporáneo, que maneja un realismo satírico bastante particular. De no mucha extensión el presente relato pero de seguro les encantará su estilo. </span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En la puerta de la calle, una dentadura enorme; debajo, escrito, Dr. Carvalho, Dentista. En la sala de espera vacía, un cartel, Espere, por favor, el doctor está atendiendo a un cliente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Esperé media hora, con la muela rabiando. La puerta se abrió y apareció una mujer acompañada de un tipo grandón, de unos cuarenta años, con bata blanca.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Entré en el consultorio, me senté en el sillón, el dentista me sujetó al pescuezo una servilleta de papel. Abrí la boca y dije que la muela de atrás me dolía mucho. Él miró con un espejito y preguntó por qué había descuidado la boca de aquella manera.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Como para partirse de risa. Tienen gracia estos tipos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Voy a tener que arrancársela, dijo, le quedan ya pocos dientes, y si no hacemos un tratamiento rápido los va a perder todos, hasta estos – y dio un golpecito sonoro en los de delante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Una inyección de anestesia en la encía. Me mostró la muela en la punta del botador: la raíz está podrida, ¿ve?, dijo como al desgaire. Son cuatrocientos cruceiros.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">De risa. Ni hablar, dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Ni hablar, qué?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Que no tengo los cuatrocientos cruceiros. Me encaminé hacia la puerta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me cerró el paso con el cuerpo. Será mejor que pague, dijo. Era un tipo alto, manos grandes y fuertes muñecas de tanto arrancar muelas a los desgraciados. Mi pinta, un poco canija, envalentona a cierta gente. Odio a los dentistas, a los comerciantes, a los abogados, a los industriales, a los funcionarios, a los médicos, a los ejecutivos, a toda esa canalla. Tienen muchas que pagarme todos ellos. Abrí la camisa, saqué el 38, y pregunté con tanta rabia, que una gotita de saliva salió disparada hacia su cara: ¿qué tal si te meto esto culo arriba? Se quedó blanco, retrocedió. Apuntándole al pecho con el revolver empecé a aliviar mi corazón: arranqué los cajones de los armarios, lo tiré todo por el suelo, la emprendí a puntapiés con los frasquitos, como si fueran balones; daban contra la pared y estallaban. Hacer añicos las escupideras y los motores me costó más, hasta me hice daño en las manos y en los pies. El dentista me miraba, varias veces pareció a punto de saltar sobre mi, me hubiera gustado que lo hiciera, para pegarle un tiro en aquel barrigón lleno de mierda.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡No pago nada! ¡Me he hartado de pagar!, le grité. ¡Ahora soy yo quién cobra!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Le pegué un tiro en la rodilla. Tendría que haber matado a aquel hijoputa.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La calle abarrotada de gente. A veces digo para mi, y hasta para fuera ¡todos me las tienen que pagar! ¡Todos me deben algo! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben. Un ciego pide limosna agitando una escudilla de aluminio con unas monedas. Le arreo una patada en la escudilla, el tintineo de las monedas me irrita. Calle Marechal Floriano, armería, farmacia, banco, fotógrafo, Light, vacuna, médico, Ducal, gente a montones. Por las mañanas no hay quien avance camino de la Central, la multitud viene arrollando como una enorme oruga ocupando toda la acera.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me cabrean estos tipos que tiran de Mercedes. También me fastidia la bocina de un coche. Anoche fui a ver a un tipo que tenía una Mágnum con silenciador para vender y cuando estaba atravesando la calle tocó la bocina un fulano que había ido a jugar al tenis en uno de aquellos clubs finolis de por allá. Yo iba distraído, que estaba pensando en la Mágnum, cuando sonó la bocina. Vi que el auto venía lentamente y me quedé parado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Eh! ¿Qué pasa?, gritó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Era de noche y no había nadie por allí. El iba vestido de blanco. Saqué el 38 y disparé contra el parabrisas, más para cascarle el vidrio que para darle a él. Arrancó a toda prisa, como para atropellarme o huir, o las dos cosas. Me eché a un lado, pasó el coche, los neumáticos chirriando sobre el asfalto. Se paró un poco más allá. Me acerqué. El tipo estaba tumbado con la cabeza hacia atrás, la cara y el cuerpo cubiertos de millares de astillitas de cristal. Sangraba mucho, con una herida en el cuello, y llevaba ya el traje blanco todo manchado de rojo.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La obra de Fonseca, que ha sido traducida a diez idiomas, "está poblada por personajes extraídos de la realidad más sórdida, aunque tratados con compasión y humor. Sus cuentos y novelas permiten lecturas en diferentes registros, que pueden ser disfrutados por lectores de múltiples tipos de experiencias" (</span><a href="http://www.letras.s5.com/fonseca2.htm"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://www.letras.s5.com/fonseca2.htm</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Volvió la cabeza, que estaba apoyada en el asiento, los ojos muy abiertos, negros y el blanco parecía de un azul lechoso, como una nuez de jabuticaba por dentro. Y como le vi los ojos así, azulados, le dije – oye, que vas a morir, ¿quieres que te pegue el tiro de gracia?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No, no, me dijo con esfuerzo, por favor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En una ventana vi un tío mirándome. Se escondió cuando miré hacia allá. Debía de haber llamado a la policía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Salí andando tranquilamente, volví a la Cruzada. Había sido una buena idea, aquella de partirle el parabrisas del Mercedes. Tendría que haberle pegado un tiro en el capot y otro en cada puerta, el planchísta lo iba a agradecer.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El tío de la Mágnum ya había vuelto. A ver, los treinta perejiles. Ponlos aquí, en esta mano que no ha agarrado en su vida el tacho. Tenía la mano blanca, lisita, pero la mía estaba llena de cicatrices, tengo todo el cuerpo lleno de cicatrices, hasta el pito lo tengo lleno de cicatrices.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">También quiero comprar una radio, le dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Mientras iba a buscar la radio, yo examiné a fondo mi Mágnum. Bien engrasadita, cargada. Con el silenciador puesto, parecía un cañón.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El perísta volvió con una radio de pilas. Era japonesa, me dijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dale, para que lo oiga.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lo puso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Más alto, le pedí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Aumentó el volumen.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Puf. Creo que murió del primer tiro. Pero le aticé dos más sólo para oír puf, puf.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me deben escuela, novia, tocadiscos, respeto, bocadillo de mortadela en la tasca de la calle Vieira Fazenda, helado, balón de fútbol.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me quedo ante la televisión para aumentar mi odio. Cuando mi cólera va disminuyendo y pierdo las ganas de cobrar lo que me deben, me siento frente a la televisión y al poco tiempo me viene el odio. Me gustaría pegarle una torta al tipo ese que hace el anuncio del güisqui. Tan atildado tan bonito, tan sanforizado, abrazado a una rubia reluciente, y echa unos cubitos de hielo en el vaso y sonrie con todos los dientes, sus dientes, firmes y verdaderos, me gustaría atraparlo y rajarle la boca con una navaja, por los dos lados, hasta las orejas, y esos dientes tan blancos quedarían todos fuera, con una sonrisa de calavera encarnada. Ahora está ahí, sonriendo, y luego besa a la rubia en la boca. Se ve que tiene prisa el hombre.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2f1eDkODJmGQ8a3Efn-jn4rKN3EtE_nf-UmvF2Cjag7mlUF7Y2rRcOOIHsGGYwdqQXFWi3tTN7JOGqjbZNJJq3gmYmH53l8WR97mxMLrz1ujoFMfxVWHzBw-U5hhdyaptcfiEyG8SvktO/s1600/37863564_2007959c4a_m.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2f1eDkODJmGQ8a3Efn-jn4rKN3EtE_nf-UmvF2Cjag7mlUF7Y2rRcOOIHsGGYwdqQXFWi3tTN7JOGqjbZNJJq3gmYmH53l8WR97mxMLrz1ujoFMfxVWHzBw-U5hhdyaptcfiEyG8SvktO/s1600/37863564_2007959c4a_m.jpg" t$="true" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Mi arsenal está casi completo: tengo la Mágnum con silenciador, un Colt cobra 38, dos navajas, una carabina 12, un Taurus 38, un puñal y un machete. Con el machete voy a cortarle a alguien la cabeza de un solo tajo. Lo vi en el cine, en uno de esos países asiáticos, aún en tiempo de los ingleses. El ritual consistía en cortar la cabeza a un animal, creo que un búfalo, de un solo tajo. Los oficiales ingleses presidían la ceremonia un poco incómodos, pero los decapitadotes eran verdaderos artistas. Un golpe seco, y la cabeza del animal rodaba chorreando sangre.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En casa de una mujer que me atrapó en la calle Corona, dice que estudia de noche en una academia. Ya pasé por eso, mi escuela fue la más nocturna de todas las escuelas nocturnas del mundo, tan mala que ya ni existe. La derribaron. Hasta la calle donde estaba la han derribado. Me pregunta qué hago, y le digo que soy poeta, cosa que es rigurosamente cierta. Me pide que le recite un poema mío. Ahí va: A los ricos les gusta acostarse tarde / sólo porque saben que los currantes tienen que acostarse temprano para madrugar / Esa es otra oportunidad suya para mostrarse diferentes: / hacer el parásito, / despreciar a los que sudan para ganarse el pan / dormir hasta tarde, / tarde / un día / por fortuna / demasiado tarde, /</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me interrumpe preguntándome si me gusta el cine, ¿Y el poema? Ella no entiende. Sigo: sabia bailar la samba y enamorarse / y rodar por el suelo /sólo por poco tiempo. / Del sudor de su rostro nada se había construido. / Queria morir con ella, / pero eso fue otro día, / realmente otro dia, / En el cine Iris, en la calle Carioca / El Fantasma de la Opera / Un tipo de negro, cartera negra, el rostro oculto, / en la mano un pañuelo blanco inmaculado, / metía mano a los espectadores; / en aquel tiempo, en Copacabana. / otro / que ni apellido tenía, / se bebía los orines de los mingitorios de los cines / y su rostro era verde e inolvidable. / La Historia está hecha de gente muerta / y el futuro de gente que va a morir. / ¿Crees tú que sufre? / Ella es fuerte, aguantará. / Aguantaría también si fuera débil. / Ahora bien, tú, no sé. / Has fingido tanto tiempo, pegaste bofetadas y gritos, mentiste / Estas cansado, / has terminado / no sé qué es lo que te mantiene vivo. /</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No entendía la poesía. Estaba sólo conmigo y quería fingir indiferencia, bostezaba desesperadamente. La eterna trapacería de las mujeres.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me das miedo, acabó confesando.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Este pendejo no me debe nada, pensé, vive con estrechuras en su pisito, tiene los ojos hinchados de beber porquerías y de leer la vida de las niñas bien en la revista Vogue.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Quieres que te mate?, pregunté mientras bebíamos güisqui de garrafa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Quiero que me revuelques en la cama, se rió ansiosa, dubitativa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Acabar con ella? Nunca había estrangulado a nadie con mis propias manos. No queda bien, ni siquiera resulta dramático, estrangular a alguien; es como si fuera una pelea callejera. Pero, pese a todo, tenía hasta ganas de estrangular a alguien, pero no a una desgraciada como aquella. Para un don nadie basta quizá con un tiro en la nuca.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lo he venido pensando últimamente. Se había quitado la ropa: pechos mustios y colgantes; los pezones, como pasas gigantescas que alguien hubiera pisoteado; los muslos, flácidos, con celulitis, gelatina estragada con pedazos de fruta podrida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estoy muerta de frío, dijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me eché encima de ella. Me cogió por el cuello, su boca y la lengua en mi boca, una vagina chorreante, cálida y olorosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jodimos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ahora se ha quedado dormida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Soy justo.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Leo los periódicos. La muerte del perista de Cruzada ni viene en las noticias. El señoritingo del Mercedes con ropa de tenista murió en el Miguel Couto y los periódicos dicen que fue atacado por el bandido Boca Ancha. Es como para morirse de risa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hago un poema titulado Infancia o Nuevos Olores de Coño con U: Aquí estoy de nuevo / oyendo a los Beatles / en Radio Mundial / a las nueve de la noche / en un cuarto / que podría ser / y era / el de un santo mártir / No había pecado / y no sé por qué me condenaban / ¿por ser inocente o por estúpido? / De todos modos /el suelo seguía allí / para zambullirse. / Cuando no se tiene dinero / es conveniente tener músculos / y odio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Leo los periódicos, para saber qué es lo que están comiendo, bebiendo, haciendo. Quiero vivir mucho para tener tiempo de matarlos a todos. </span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Desde la calle veo la fiesta en Vieira Souto, las mujeres con vestido de noche, los hombres de negro. Ando lentamente, de un lado a otro, por la calle; no quiero despertar sospechas y el machete lo llevo por dentro de la pernera, amarrado, no me deja andar bien. Parezco un lisiado, me siento como un lisiado. Un matrimonio de media edad pasa a mi lado y me mira con pena; también yo siento pena de mí, cojo, y me duele la pierna.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Desde la acera veo a los camareros sirviendo champán francés. A esa gente le gusta el champán francés, la ropa francesa, la lengua francesa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estaba allí desde las nueve, cuando pasé por delante, bien pertrechado de armas, entregado a la suerte y al azar, y la fiesta surgió ante mi.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los aparcamientos que había ante la casa se ocuparon pronto todos, y los coches de los asistentes tuvieron que estacionarse en las oscuras calles laterales. Me interesó mucho uno, rojo, y en él, un hombre y una mujer, jóvenes y elegantes los dos. Fueron hasta el edificio sin cruzar palabra; él, ajustándose la pajarita, y ella, el vestido y el peinado. Se preparaban para una entrada triunfal, pero desde la acera veo que su llegada fue, como la de los otros, recibida con total desinterés. La gente se acicala en el peluquero, en la modista, en los salones de masaje, y sólo el espejo les presta, en las fiestas, la atención que esperan. Vi a la mujer con su vestido azul flotante y murmuré: te voy a prestar la atención que te mereces, por algo te pusiste tus mejores braguitas y has ido tantas veces a la modista y te has pasado tantas cremas por la piel y te has puesto un perfume tan caro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Fueron los últimos en salir. No andaban con la misma firmeza y discutían irritados, con voz pastosa, confusa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Llegué junto a ellos en el momento en que el hombre abría la puerta del coche. Yo venía cojeando y él apenas me lanzó una mirada distraída, a ver quién era, y descubrió sólo a un inofensivo inválido de poca monta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Le apoyé la pistola en la espalda.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Haz lo que te diga o vais a morir los dos, dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Entrar con la pata rígida en el estrecho asiento de atrás no fue cosa fácil. Quedé medio tumbado, con la pistola apuntando a su cabeza. Le mandé que tirara hacia la Barra de Tijuca. Saqué el cuchillo de la pernera cuando me dijo llévate el dinero y el coche y déjanos aquí. Estábamos frente al Hotel Nacional. De risa. Él estaba ya sereno y quería tomarse el último güisqui mientras daba cuenta a la policía por teléfono. Hay gente que se cree que la vida es una fiesta. Seguimos por el Recreio dos Bandeirantes hasta llegar a una playa desierta. Saltamos. Dejé los faros encendidos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Nosotros no le hemos hecho nada, dijo él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Que no? De risa. Sentí el odio inundándome los oídos, las manos, la boca, todo mi cuerpo, un gusto de vinagre y de lágrimas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Está en estado, dijo él señalando a la mujer, va a ser nuestro primer hijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Miré la barriga de aquella esbelta mujer y decidí ser misericordioso, y dije, puf, allá donde debía estar su ombligo y me cargué al feto. La mujer cayó de bruces. Le apoyé la pistola en la sien y dejé allí un agujero como la boca de una mina.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El hombre no decía ni palabra, la cartera del dinero en su mano tendida. Cogí la cartera y la tiré al aire y cuando iba cayendo le largué un taconazo, así, con la zurda, echándola lejos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Le até las manos a la espalda con un cordel que llevaba. Después le amarré los pies.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Arrodíllate, le dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Se arrodilló.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los faros iluminaban su cuerpo. Me arrodillé a su lado, le quité la pajarita, doble el cuello de la camisa, dejándole el pescuezo al aire.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Inclina la cabeza, ordené.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La inclinó. Levanté el machete, sujeto con las dos manos, vi las estrellas en el cielo, la noche inmensa, el firmamento infinito e hice caer el machete, estrella de acero, con toda mi fuerza, justo en medio del pescuezo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La cabeza no cayó, y él intentó levantarse agitándose como una gallina atontada en manos de una cocinera incompetente. Le dí otro golpe, y otro más y otro, y la cabeza no rodaba por el suelo. Se había desmayado o había muerto con la condenada cabeza aquella sujeta al pescuezo. Empujé el cuerpo sobre el guardabarros del coche. El cuello quedó en buena posición. Me concentré como un atleta a punto de dar un salto mortal. Esta vez, mientras el cuchillo describía su corto recorrido mutilante zumbando, hendiendo el aire, yo sabía que iba a conseguir lo que quería. ¡Broc!, la cabeza saltó rodando por la arena. Alcé el alfanje y grité: ¡Salve al Cobrador! Di un tremendo grito que no era palabra alguna, sino un aullido prolongado y fuerte, para que todos los animales se estremecieran y se largaran de allí. Por donde yo paso, se derrite el asfalto.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Una caja negra bajo el brazo. Digo, trabada la lengua, que soy el fontanero y que voy al apartamento doscientos uno. Al portero le hace gracia mi lengua estropajosa y me manda subir. Empiezo por el último piso. Soy el fontanero (lengua normal ahora) vengo a arreglar eso. Por la abertura, dos ojos: nadie ha llamado al fontanero. Bajo al séptimo: lo mismo. Sólo tengo suerte en el primero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La criada me abrió la puerta y gritó hacia dentro, es el fontanero. Salió una muchacha en camisón, con un frasquito de esmalte de uñas en la mano, guapilla, de unos veinticinco años.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Debe de ser un error, dijo, no necesitamos al fontanero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Saqué la Cobra de dentro de la funda. Claro que lo necesitáis, y quietas o me cargo a las dos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Hay alguien más en casa? El marido estaba trabajando, y el chiquillo, en la escuela. Agarré a la criadita, le tapé la boca con esparadrapo. Me llevé a la mujer al cuarto.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<blockquote><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Rubem Fonseca es considerado un narrador de lo siniestro. Desde su primer libro, "Los prisioneros", publicado en 1963, Fonseca establece su territorio narrativo creando a partir de todo tipo de delitos, personajes crueles, irónicos, ingenuos, víctimas y la sensación de que la gente va por la vida sin preocuparse demasiado por la justicia ya que su administración es una soberana tomadura de pelo. La corrupción, el asesinato, la traición, la violencia sin razón, la prostitución, la pornografía, la podredumbre de la sociedad en todas sus capas y estamentos, se erigen como forma de vida. (</span><a href="http://www.letras.s5.com/fonseca2.htm"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://www.letras.s5.com/fonseca2.htm</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></blockquote></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Desnúdate.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No me da la gana, dijo con la cabeza erguida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me lo deben todo, calcetines, cine, solomillos, me lo deben todo, coño, todo. Anda, rápido. Le dí un porrazo en la cabeza. Cayó en la cama, con una marca roja en la cara. No disparo. Le arranqué el camisón, las braguitas. No llevaba sostén. Le abrí las piernas. Coloqué las rodillas sobre sus muslos. Tenía una pelambrera basta y negra. Se quedó quieta, con los ojos cerrados. No fue fácil entrar en aquella selva oscura, la abertura era apretada y seca. Me incliné, abrí la vagina y escupí allá dentro, un gargajo gordo. Pero tampoco así fue fácil. Sentía la verga desollada. Empezó a gemir cuando se la hundí con toda mi fuerza hasta el fin. Mientras la metía y sacaba le iba pasando la lengua por los pechos, por la oreja, por el cuello, y le pasaba levemente el dedo por el culo, le acariciaba la barriguita. Empezó a quedárseme lubricada por los jugos de su vagina, ahora tibia y viscosa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Como ya no me tenía miedo, o quizá porque lo tenía, se corrió antes que yo. Con lo que me iba saliendo aún, le dibujé un círculo alrededor del ombligo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">A ver si ahora no abrirás al fontanero cuando llame, le dije antes de marcharme.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Salgo de la buarda de la calle del Vizconde de Maranguape. Un agujero en cada muela lleno de cera del Dr. Lustosa / masticar con los dientes de delante / caray con la foto de la revista / libros robados. / Me voy a la playa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dos mujeres charlan en la arena; una está bronceada por el sol, lleva un pañuelo en la cabeza; la otra está muy blanca, debe ir poco a la playa; tienen las dos un cuerpo muy hermoso; la barriguita de la más pálida es la más hermosa que he visto en mi vida. Me siento cerca y me quedo mirándola. Se dan cuenta de mi interés y empiezan a menearse inquietas, a decir cosas con el cuerpo, a hacer movimientos tentadores, de trasero. En la playa todos somos iguales, nosotros los jodidos, y ellos. Y nosotros quedamos incluso mejor, porque no tenemos esos barrigones y el culazo blando de los parásitos. Me gusta la paliducha esa. Y ella parece interesada por mí, me mira de reojo. Se ríen, se ríen, enseñando los dientes. Se despiden, y la blanca se va andando hacia Ipanema, el agua mojando sus pies. Me acerco y voy andando junto a ella, sin saber qué decir.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Soy tímido, he llevado tantos estacazos en la vida, y el pelo de la chica se ve cuidado y fino, tiene el pecho altito, los senos pequeños, los muslos sólidos, torneados, musculosos, y el trasero formado por dos hemisferios consistentes.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuerpo de bailarina.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Estudias ballet?</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDEgREmJjnTTyef53GIqE19WxmqEkIuY0yUfcN4IEn7RwoH7BrMq86_kwylU2f-ath-nfn1i2Q1YMR9di6TmErBcvM8JD6fx2gyioXeQGq5McNLxX9dFGYsk6FOQy2L9XRAvu4tg9UgieR/s1600/748046bef845c8be9c8d5d6848fae75b-1-3-vendo-casa-en-la-playa-en-puerto-escondido-cordoba.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="150" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDEgREmJjnTTyef53GIqE19WxmqEkIuY0yUfcN4IEn7RwoH7BrMq86_kwylU2f-ath-nfn1i2Q1YMR9di6TmErBcvM8JD6fx2gyioXeQGq5McNLxX9dFGYsk6FOQy2L9XRAvu4tg9UgieR/s200/748046bef845c8be9c8d5d6848fae75b-1-3-vendo-casa-en-la-playa-en-puerto-escondido-cordoba.jpg" t$="true" width="200" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estudié, me dice. Me sonríe. ¿Cómo puede tener alguien una boca tan bonita? Me dan ganas de lamer su boca diente a diente. ¿Vives por aquí?, me pregunta. Si, miento. Ella me señala una casa en la playa, toda de mármol.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">De vuelta a la calle del Vizconde de Maranguape. Voy matando el tiempo hasta el momento de ir a casa de la paliducha. Se llama Ana. Me gusta Ana. Me gusta Ana, palindrómico. Afilo el cuchillo en una piedra especial. Los periódicos dedicaron mucho espacio a la pareja que maté en la Barra. La chica era hija de uno de esos hijos de puta que se hacen ricos, en Segipe o Piauí, robando a los muertos de hambre, y luego se vienen a Rio, y los hijos de cara chata ya no tienen acento, se tiñen el pelo de rubio y dicen que descienden de holandeses.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los cronistas de sociedad estaban consternados. Aquel par de señoritingos que me cargué estaban a punto de salir hacia París. Ya no hay seguridad en las calles, decían los titulares de un periódico. De risa. Tiré los calzoncillos al aire e intenté cortarlos de un tajo como hacía Saladito (con un lienzo de seda) en la película.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ahora ya no hacen cimitarras como las de antes / Yo soy una hecatombe / No fue ni Dios ni el Diablo / quien me hizo un vengador / Fui yo mismo / Yo soy el Hombre-Pene / Soy el Cobrador.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Voy al cuarto donde doña Clotilde está acostada desde hace tres años. Doña Clotilde es la dueña de la buhardilla.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Quiere que le barra la habitación?, le pregunto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No, hijo mío; sólo quería que me pusieras la inyección de trinevral antes de marcharte.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pongo la jeringuilla a hervir, preparo la inyección. El culo de doña Clotilde está seco como una hoja vieja y arrugada de papel de arroz.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Vienes que ni caído del cielo, hijo mío. Ha sido Dios quien te ha enviado, dice.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Doña Clotilde no tiene nada, podría levantarse e ir de compras al supermercado. Su mal está en la cabeza. Y después de pasarse tres años acostada, sólo se levanta para hacer pipí y caquitas, que ni fuerzas debe tener.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El día menos pensado le pego un tiro en la nuca.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando satisfago mi odio, me siento poseído por una sensación de victoria, de euforia, que me da ganas de bailar – doy pequeños aullidos, gruño sonidos inarticulados, más cerca de la música que de la poesía, y mis pies se deslizan por el suelo, mi cuerpo se mueve con un ritmo hecho de esguinces y de saltos, como un salvaje, o como un mono.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Quien quiera mandar en mí, puede quererlo, pero morirá. Tengo ganas de acabar con un figurón de esos que muestran en la tele su cara paternal de bellaco triunfador, con una de esas personas de sangre espesa a fuerza de caviares y champán. Come caviar / tu hora va a llegar./ Me deben una mocita de veinte años, llena de dientes y perfume. ¿La de la casa de mármol? Entro y me está esperando, sentada en la sala, quieta, inmóvil, el pelo muy negro, la cara blanca, parece una fotografía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Bueno, vamonos, le digo. Me pregunta si traigo coche. Le digo que no tengo coche. Ella sí tiene. Bajamos por el ascensor de servicio y salimos en el garaje, entramos en un Puma descapotable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al cabo de un rato le pregunto si puedo conducir y cambiamos de sitio. ¿Te parece a Petrópolis?, pregunto. Subimos a la sierra sin decir palabra, ella mirándome. Cuando llegamos a Petrópolis me pide que pare en un restaurante. Le digo que no tengo ni dinero ni hambre, pero ella tiene las dos cosas, come vorazmente, como si temiera que el cualquier momento viniesen a retirarle el plato. En la mesa de al lado, un grupo de muchachos bebiendo y hablando a gritos, jóvenes ejecutivos que suben el viernes y que beben antes de encontrarse con madame toda acicalada para jugar a cartas o para cotillear mientras van catando quesos y vinos. Odio a los ejecutivos. Acaba de comer y dice, ¿qué hacemos ahora? Pues ahora nos volvemos, le digo, y bajamos sierra abajo, yo conduciendo como un rayo, ella mirándome. Mi vida no tiene sentido, hasta a veces he pensado en suicidarme, dice. Paro en la calle del Vizconde de Maranguape. ¿Vives aquí? Salgo sin decir nada. Ella viene detrás: ¿cuándo te volveré a ver? Entro, y mientras subo las escaleras oigo el ruido del coche que se pone en marcha.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Top Executive Club. Usted merece el mejor relax, hecho de cariño y comprensión. Masajistas expertas. Elegancia y distinción.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Anoto la dirección y me encamino a un local, una casa, en Ipanema. Espero a que él salga, vestido de gris ceniza, cuello duro, cartera negra, zapatos brillantes, pelo planchado. Saco un papel del bolsillo, como alguien que anda en busca de una dirección, y voy siguiéndole hasta el coche. Estos cabrones siempre cierran el coche con llave, saben que el mundo está lleno de ladrones, también ellos lo son, pero nadie los agarra. Mientras abre el coche le meto el revolver en la barriga . Dos hombres, uno ante el otro, hablando, no llama la atención. Meter el revolver en la espalda asusta más, pero eso sólo debe hacerse en lugares desiertos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estate quieto o te lleno de plomo esa barrigota ejecutiva.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Tiene el aire petulante y al mismo tiempo ordinario del ambicioso ascendente inmigrado del interior, deslumbrado por las crónicas de sociedad, elector, inversor, católico, cursillista, patriota, mayordomista y bocalibrista, los hijos estudiando en la Universidad, la mujer dedicada a la decoración de interiores y socia de una boutique.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">A ver, ejecutivo, ¿qué te hizo la masajista? ¿Te hizo una paja o te la chupó?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Bueno, usted es un hombre y sabe de estas cosas, dijo. Palabras de ejecutivo con chofer de taxi o ascensorista. Desde Bazucada a la Dictadura, cree que se ha enfrentado ya con todas las situaciones de crisis.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Qué hombre ni qué niño muero, digo suavemente, soy el Cobrador.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Soy el Cobrador!, grito.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Empieza a ponerse del color del traje. Piensa que estoy loco y aún no se ha enfrentado con ningún loco en su maldito despacho con aire acondicionado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Vamos a tu casa, le digo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No vivo aquí, en Rio, vivo en Sao Paulo, dice.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ha perdido el valor, pero no las mañas. ¿Y el coche?, le pregunto., ¿El coche? ¿Qué coche? ¿Ese con matrícula de Rio? Tengo mujer y tres hijos, intenta cambiar de conversación. ¿Qué es esto? ¿Una disculpa, una contraseña, habeas corpus, salvoconducto? Le mando parar el coche. Puf, puf, puf, un tiro por cada hijo en el pecho. El de la mujer, en la cabeza. Puf.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Para olvidar a la chica de la casa de mármol, voy a jugar al fútbol a un descampado. Tres horas seguidas, tengo las piernas hechas un cristo de los patadones que me llevé, el dedo gordo del pie izquierdo hinchado, tal vez roto. Me siento, sudoroso, a un lado del campo, junto a un mulato que lee O Dia. Los titulares me interesan, le pido el periódico, el tío me dice ¿por qué no compras uno, si quieres leerlo? No me enfado. El tipo tiene pocos dientes, dos o tres retorcidos y oscuros. Digo, bueno, no vamos a pelearnos por eso. Compro dos bocadillos calientes de salchichas y dos coca-colas, le doy la mitad y entonces me deja el periódico. Los titulares dicen: La policía anda a la busca del loco de la Mágnum. Le devuelvo el periódico, el no lo acepta, sonríe para mí mientras mastica con los dientes de delante, o mejor, con las encías de delante, que de tanto usarlas, las tiene afiladas como navajas. Noticias del diario: Un grupo de peces gordos de la zona sue haciendo preparativos para el tradicional Baile de Navidad, Primer Grito del Carnaval. El baile empieza el día veinticuatro y termina el día de Año Nuevo. Vienen hacendados de la Argentina, herederos alemanes, artístas norteamericanos, ejecutivos japoneses, el parasitismo internacional. La Navidad se ha convertido en una fiesta. Bebida, locura, orgía, depilfarro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El Primer Grito de Carnaval. De risa. Tienen gracia estos tipos…</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Un loco se tiró desde el puente de Niteroi y estuvo nadando doce horas hasta que dio con el una lancha de salvamento. Y no agarró ni un resfriado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuarenta viejos mueren en el incendio de un asilo. Las familias lo celebrarán. </span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estoy acabando de ponerle la inyección de trinevral a doña Clotilde cuando llaman al timbre. Nunca llama nadie al timbre de la buhardilla. Yo hago las compras, arreglo la casa. Doña Clotilde no tiene parientes. Miro desde la galería. Es Ana Palindrómica.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hablamos en la calle. ¿Es que andas huyendo de mi?, pregunta. Más o menos eso, digo. Subo con ella a la buhardilla. Doña Clotilde, estoy aquí con una chica, ¿puedo llevármela al cuarto? Hijo mío, la casa es tuya, haz lo que quieras; pero me gustaría verla.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Nos quedamos de pie al lado de la cama. Doña Clotilde se queda mirando a Ana un tiempo inmenso. Se le llenan los ojos de lágrimas. Yo rezaba todas las noches, solloza, todas las noches, para que encontraras una chica como esta. Alza los brazos flacos cubiertos de colgajos de piel flácida, junta las manos y dice, oh Dios mío, gracias, gracias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estamos en mi cuarto, de pie, ceja contra ceja, como en el poema, y la desnudo, y ella me desnuda a mi, y su cuerpo es tan hermoso que siento una opresión en la garganta, lágrimas en mi rostro, ojos ardiendo, mis manos tiemblan y ahora estamos tumbados, uno junto a otro, entrelazados, gimiendo, y más, y más, sin parar, ella grita la boca abierta, los dientes blancos, como de elefante joven; ¡ay, ay adoro tu obsesión!, grita ella, agua y sal y humores chorrean de nuestros cuerpos sin parar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ahora, mucho después, tumbados, mirándonos hipnotizados hasta que anochece y nuestros rostros brillan en la oscuridad y el perfume de su cuerpo traspasa las paredes de la habitación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ana despertó antes que yo y la luz está ya encendida. ¿Sólo tienes libros de poesía? Y todas estas armas ¿para qué? Coge la Mágnum del armario, carne blanca y acero negro, apunta hacia mí. Me siento en la cama.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-9G9pQHzPSBwInn0tF0uW2Naxmo3gzs3bqLPiUbA8WVJi_z91oW8NPkPxV9_ZePVzKR6nEucJfn6Wgcbco-JAFhzJ1JUKFhcS78Cj6zRSMV8X6lPgKkm6y6yhgxN7rYlsa9tOTqq0oPt9/s1600/pistola%255B1%255D.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="164" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-9G9pQHzPSBwInn0tF0uW2Naxmo3gzs3bqLPiUbA8WVJi_z91oW8NPkPxV9_ZePVzKR6nEucJfn6Wgcbco-JAFhzJ1JUKFhcS78Cj6zRSMV8X6lPgKkm6y6yhgxN7rYlsa9tOTqq0oPt9/s200/pistola%255B1%255D.jpg" t$="true" width="200" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Quieres disparar? Puedes disparar, la vieja no va a oír. Pero un poco más arriba. Con la punta del dedo alzo el cañón hasta la altura de mi frente. Aquí no duele.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Has matado a alguien alguna vez? Ana apunta el arma a mi cabeza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Si.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Y te gustó?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me gustó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Qué sentiste?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Como un alivio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Cómo nosotros dos en la cama?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No, no. Otra cosa. Lo contrario.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Yo no te tengo miedo, dice Ana.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ni yo a ti. Te quiero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hablamos hasta el amanecer. Siento una especie de fiebre. Hago café para doña Clotilde y se lo llevo a la cama. Voy a salir con Ana, digo. Dios oyó mis oraciones, dice la vieja entre trago y trago.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy es veinticuatro de diciembre, el día del Baile de Navidad o primer Grito de Carnaval. Ana Palindrómica se ha ido de casa y vive conmigo. Mi odio ahora es diferente. Tengo una misión. Siempre he tenido una misión y ni lo sabía. Ahora lo sé. Ana me ha ayudado a ver. Sé que si todos los jodidos hicieran lo que yo, el mundo sería mejor y más justo. Ana me ha enseñado a usar los explosivos y creo que estoy ya preparado para este cambio de escala. Andar matándolos uno a uno es cosa mística, y ya me he librado de eso. En el Baile de Navidad mataremos convencionalmente a los que podamos. Será mi último gesto romántico inconsecuente. Elegimos para iniciar la nueva fase a los consumistas asquerosos de un supermercado de la zona sur. Los matará una bomba de gran poder explosivo. Adiós machete, adiós puñal, adiós mi rifle, mi Colt Cobra, mi Mágnum, hoy será el último día que os use. Beso mi cuchillo. Hoy usaré explosivos, reventaré a la gente, lograré fama, ya no seré sólo el loco de la Mágnum. Tampoco volveré a salir por el parque de Flamenco mirando a los árboles, los troncos, la raíz, las hojas, la sombra, eligiendo el árbol que querría tener, que siempre quise tener, un pedazo de suelo de tierra apisonada. Y los ví crecer en el parque, y me alegraba cuando llovía, y la tierra se empapaba de agua, las hojas lavadas por la lluvia, el viento balanceando las ramas, mientras los automóviles de los canallas pasaban velozmente sin que ellos miraran siquiera a los lados. Ya no pierdo mi tiempo en sueños.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El mundo entero sabrá quien eres tú, quienes somos nosotros, dice Ana.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Noticia: El gobernador se va a disfrazar de Papá Noel. Noticia: Menos festejos y más meditación, vamos a purificar el corazón. Noticia: No faltará cerveza. No faltará pavo. Noticia: Los festejos navideños causarán este año más víctimas de tráfico y agresiones que en años anteriores. Policía y hospitales se preparan para las celebraciones de Navidad. El Cardenal en la televisión: la fiesta de Navidad ha sido desfigurada, su sentido no es éste, esa historia de Papá Noel es una desgraciada invención. El Cardenal afirma que Papá Noel es un payaso ficticio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La víspera de Navidad es un buen día para que esa gente pague lo que debe, dice Ana. Al Papá Noel del baile quiero matarlo yo mismo a cuchilladas, digo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Le leo a Ana lo que he escrito, nuestro mensaje de Navidad para los periódicos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Nada de salir matando a diestro y siniestro, sin objetivo definido. Hasta ahora no sabía qué quería, no buscaba un resultado práctico, mi odio iba siendo desperdiciado. Estaba en lo cierto por lo que a mis impulsos se refiere, pero mi equivocación consistía en no saber quien era el enemigo y por qué era enemigo. Ahora lo sé. Ana me lo ha enseñado. Y mi ejemplo debe ser seguido por otros, sólo así cambiaremos el mundo. Esta es la síntesis de nuestro mensaje de Navidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Meto las armas en una maleta. Ana tira tan bien como yo, sólo que no sabe manejar el cuchillo, pero ésta es ahora un arma obsoleta. Le decimos adiós a doña Clotilde. Metemos la maleta en el coche. Vamos al baile de Navidad. No faltará cerveza, ni pavo. Ni sangre. Se cierra un ciclo de mi vida y se abre otro.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/3yq9cOagGtk?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></span></div><br />
<div style="text-align: justify;"><br />
</div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-26673623523481227852011-07-20T17:15:00.000-07:002011-07-20T17:23:26.676-07:00El Superviviente - Stephen King<span style="font-size: small;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"></span></span><span style="font-size: small;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"></span></span><br />
<blockquote><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif; font-size: small;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;">Dando paso a uno de los genios del género del terror, para el día de hoy les presento un excelente relato de <span style="font-size: small;">Stephen</span> King. Bastante crudo, y sin elementos propiamente sobrenaturales, pero si conocen el ánimo de Lírica Bizarra seguramente les va a fascinar.</span></span></div></blockquote><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;">Más tarde o más temprano, la pregunta surge siempre en la carrera de un médico: ¿Hasta qué punto puede un paciente soportar un shock traumático? Según las teorías, hay diferentes respuestas, pero, básicamente, la contestación esencial es otra pregunta: </span><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;">¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?</span></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVHZCkq-A0LSzYsZjWwEZjcTEi0uk2gB7C23ep3IIH5iCNKeZEMwoU-wvUwEF_wH1WYJ01GViMzi_tGOEsTmO6-0ot4BRWVqUsaN2Ocv1IIPu5NYo9QfnMsQdyARXCZSkcjI37ZdGPgMPc/s1600/fotos-de-stephen-king-3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="227" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVHZCkq-A0LSzYsZjWwEZjcTEi0uk2gB7C23ep3IIH5iCNKeZEMwoU-wvUwEF_wH1WYJ01GViMzi_tGOEsTmO6-0ot4BRWVqUsaN2Ocv1IIPu5NYo9QfnMsQdyARXCZSkcjI37ZdGPgMPc/s400/fotos-de-stephen-king-3.jpg" t$="true" width="400" /></a></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>26 de enero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hace dos días que la tormenta me arrojó a esta playa. Me he estado paseando por la isla toda la mañana. ¡Qué isla! Mide 190 pasos de ancho por 267 pasos de punta a punta.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Además, por lo que veo, no hay nada que comer.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me llamo Richard Pine y éste es mi diario. Si me encuentran (o mejor, cuando me encuentren), puedo destruirlo fácilmente. No me faltan cerillas. Cerillas y heroína. De las dos cosas tengo enormes cantidades, aunque ninguna de las dos valga nada aquí, ja, ja. De modo que escribiré. Al menos, para pasar el tiempo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Para decir toda la verdad —¿y por qué no?, ¡tengo todo el tiempo del mundo!— debería empezar por aclarar que, cuando nací, en Little Italy, el barrio italiano de Nueva York, me llamaron Richard Pinzetti. Mi padre, que era un desgraciado, procedía del Viejo Mundo. Yo quería ser cirujano. Mi padre se reía a mandíbula batiente, me llamaba chalado y me mandaba a buscar otro vaso de vino. Murió de cáncer a los cuarenta y seis años. Me alegró.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Empecé a jugar al fútbol en el instituto. Fui el mejor jugador de la historia local. Jugaba de defensa. Durante los dos últimos años recorrí todas las ciudades de los Estados Unidos. Odiaba el fútbol. Pero si eres un chaval pobre, que vive en una casa barata y quiere ir a la universidad, tu única oportunidad es el deporte. Así que jugué y conseguí una beca para atletas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En la Universidad seguí jugando hasta conseguir una beca de estudios completa. Entonces, lo dejé. Iba a estudiar medicina. Mi padre murió seis semanas antes de mi graduación. No me importó. ¿Acaso creéis que me hubiera gustado subir a la tarima para recoger el diploma y ver aquella bola de sebo allí sentada? ¿Les gusta a las gallinas viajar en metro? Además, ingresé en un club estudiantil. No uno de los mejores, con un nombre como Pinzetti, pero, después de todo, era un club.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Por qué escribo todo esto? Es bastante divertido. No, me rectifico. Es extraordinariamente divertido. El gran doctor Pine, sentado en una roca, en pantalones de pijama y camiseta, en medio de una isla que se puede cruzar con un salivazo, escribiendo la historia de su vida... ¡Tengo hambre! No importa. Escribiré la maldita historia de mi vida, si me da la gana. Al menos, así no pensaré en mi estómago. Espero.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cambié mi apellido por el de Pine antes de empezar los estudios de medicina. Mi madre me dijo que le había partido el corazón. ¿De qué corazón estaría hablando? Al día siguiente al del entierro del viejo, le estaba guiñando el ojo al judío de la tienda de la esquina. Para tratarse de alguien que adoraba su nombre de aquella manera, corría como un diablo para cambiarlo por el de Steinbrunner.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Todo lo que yo anhelaba en la vida era ser cirujano. Desde los días del colegio. Ya entonces me vendaba las manos antes de empezar un partido y me las lavaba después con agua y jabón. Si quieres ser cirujano, tienes que tener cuidado con las manos. Algunos de mis compañeros me tomaban el pelo y me llamaban mariquita. Nunca llegué a enfrentarme con ninguno de ellos. Ya es bastante peligroso jugar al fútbol. El que realmente llegó a ponerme los nervios de punta fue Howie Plotsky, un estúpido gigantón con la cara llena de cicatrices. Por aquel entonces, yo repartía periódicos y aprovechaba para vender un poco de lotería, lo cual me permitía conocer gente, establecer contactos... No te queda más remedio, si quieres sobrevivir. Cualquier imbécil sabe cómo caerse muerto, pero lo realmente difícil es sobrevivir, ¿comprendéis? Pues eso fue lo que me decidió a pagar a Ricky Brazzi, que era el tío más grande del instituto, para que le partiera la boca a Howie Plotsky. Sí, eso es lo que he dicho: partirle la boca. Le prometí un dólar por cada diente que me trajera. Rico vino con tres dientes envueltos en papel de periódico. Se dislocó un par de nudillos en el trabajito. Podéis imaginar en qué lío me hubiese metido.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En la facultad de medicina, mientras los otros memos se mataban tratando de ganar un centavo para llenar el puchero con un poco de carne —no con sobras de quirófano, ¿eh?— trabajando como camareros, vendiendo corbatas o limpiando suelos, yo me saqué de la manga un sistema de apuestas y, con unos cuantos trucos que conocía, me ganaba algún dinerillo en las apuestas de caballos, de billar o de lo que fuera. Además, tenía excelentes relaciones con el vecindario y cursé mis estudios sin ningún problema.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No me metí en la cuestión de las drogas, hasta que empecé mi residencia en un hospital, uno de los más grandes de Nueva York. Al principio, sólo fueron recetas en blanco. Vendí un cuadernillo de cien a un chico del barrio, y él falsificó las firmas de cuarenta o cincuenta médicos, por cuyos nombres yo también le cobraba. El muchacho, a su vez, las ofrecía en la calle por diez o veinte dólares cada una, lo que hacía las delicias de los fanáticos drogotas que iban cada vez más acelerados, y los partidarios de los sedantes, que se pasaban el día dando tumbos por las esquinas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al poco tiempo de trabajar en el hospital me di cuenta del desbarajuste que había en la farmacia del mismo. Nadie tenía la menor idea de lo que entraba ni de lo que salía. Había gente que sacaba de allí píldoras a puñados, cosa que yo me guardé muy bien de hacer. Siempre he tomado todo tipo de precauciones y nunca he tenido problemas hasta que me descuidé... y la suerte me volvió la espalda. Pero sé que caeré de pie; siempre ha sido así.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me duele la muñeca y el lápiz se ha quedado sin punta. No puedo seguir escribiendo. No sé por qué me preocupo tanto. Es probable que me encuentren pronto.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt 18pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt 18pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">27 de enero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El bote salvavidas se hundió anoche en unos tres metros de agua, al norte de la isla. ¿Qué importa? De todos modos, después de arrastrarse por todo el arrecife, el fondo parecía un colador. Además, ya había rescatado todo lo que valía la pena salvar, a saber, cuatro galones de agua, un cajita de costura para viajes, un botiquín y este libro en el que estoy escribiendo, que es, en realidad, un cuaderno de inspección del bote. ¡Qué risa! Por cierto, ¿cómo es que a nadie se le ocurrió poner comida de reserva en el bote? El último informe que aparece en el cuaderno lleva fecha 8 de agosto de 1970. Ah, además, he conseguido salvar dos cuchillos, uno mellado y el otro afilado, y un juego de cuchara y tenedor que voy a usar esta noche para la cena: asado de piedras. Ja, ja. Bueno, al menos, le he sacado punta al lápiz.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando salga de esta isla, cubierta de excrementos de pájaros, les voy a sacar hasta el hígado a los de Paradise Lines Inc. Sólo por eso vale la pena seguir viviendo. Y pienso seguir viviendo y salir de ésta, no os quepa la menor duda. Voy a salir de ésta.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">(más tarde)</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Olvidé una cosa al hacer el inventario: dos kilos de heroína pura, algo así como 350.000 dólares en las calles de Nueva York, aunque aquí no valga más que un puñado de cacahuetes. Ja, ja. ¿Verdad que es cómico?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">28 de enero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Bueno, he comido..., si es que a eso se le puede llamar comer. Una gaviota vino a posarse en una de las rocas del centro de la isla, un montículo también cubierto de excrementos de pájaros. Agarré una piedra que tenía a mano y me acerqué a ella todo lo posible. No se movía, observándome con sus ojos negros y brillantes. Me sorprendió que no la asustara el ruido de mis tripas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Arrojé la piedra con todas mis fuerzas y le di de lleno. La gaviota lanzó un graznido y trató de volar, pero le había roto el ala derecha. Trepé en su busca, pero se alejó a saltos. La sangre manchaba sus plumas. Me dio bastante trabajo. Metí el pie en un agujero entre dos rocas y estuve a punto de partirme el tobillo. Finalmente, cuando empezaba a cansarme, logré darle alcance al otro lado de la isla. La gaviota se había metido en el agua y se alejaba. La atrapé por la cola, pero se volvió y me dio un picotazo. Le agarré una de las patas y, con la otra mano, le retorcí el cuello. El sonido de las vértebras al romperse me llenó de satisfacción. La cena está servida, caballero. ¿Os acordáis? ¡Ja! ¡Ja!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me la traje al «campamento», pero antes de desplumarla y cortarla a trozos, me limpié la herida con yodo. Los pájaros llevan toda clase de gérmenes y sólo me faltaría una infección.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La operación de la gaviota fue de perlas, pero, que pena, no había manera de cocinarla. No hay vegetación en la isla, ni maderas a la deriva y, por si fuera poco, el bote se ha hundido. Así que me la comí cruda. El estómago quiso devolverla inmediatamente. Aunque yo estaba de acuerdo con él, no se lo podía permitir. Así que empecé a contar hasta cien al revés hasta que pasaron las náuseas. Es un sistema que funciona casi siempre.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Os dais cuenta del bicharraco, que casi me rompe el tobillo y después me da un picotazo en la mano? Si cazo otra gaviota mañana, la torturaré. A ésta la he dejado escapar sin castigo. Mientras escribo, veo su cabeza cortada en la arena. Sus ojillos negros, aun velados por la muerte, parecen mirarme.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Tienen cerebro las gaviotas?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Son comestibles?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>29 de enero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy no hay comida. Una gaviota aterrizó en el macizo, pero voló antes de que me aproximara lo suficiente para hacerle un «pase». ¡Ja, ja! Me estoy dejando la barba. Pica como un demonio. Si la gaviota vuelve y consigo darle caza, le sacaré los ojos antes de matarla.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Creo haber dicho ya que era un cirujano de primera. Me expulsaron. Realmente ridículo. Todos los médicos hacen lo mismo y luego se ponen tan estirados cuando le atrapan a uno. ¡Peor para ti! ¡Yo ya tengo mi parte! El Segundo Juramento de Hipócrates y de Hipócritas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Había acumulado ya bastante de mis correrías como interno y como residente (se supone que, de acuerdo con el Juramento de Hipócrates, eres un funcionario y un caballero, pero nadie cree tal cosa). Tenía lo necesario para abrir mi consulta privada en Park Avenue. Lo necesitaba. No tenía un papá rico ni un protector con influencias, como muchos de mis colegas. Cuando me instalé, mi padre llevaba nueve años criando malvas. Mi madre murió un año antes de que me revocaran la licencia.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pasó lo siguiente: yo tenía un trato con media docena de farmacéuticos del East Side, además de un par de laboratorios y al menos, otros veinte médicos. Los pacientes iban y venían de uno a otro. Yo operaba y después prescribía los medicamentos postoperatorios adecuados. No todas las operaciones eran necesarias, pero nunca actué contra la voluntad del paciente. Y jamás sucedió que un paciente le echara un vistazo a la receta y me dijera que no quería aquello. Escuchadme: hay gente a la que se le hizo una histerectomía en 1965 o una tiroides parcial en 1970 y que seguirían engullendo pastillas si el médico se lo permitiera. Y era lo que hacía algunas veces. Además, yo no era el único. Si podían pagarse el vicio, ¿por qué no? Cuando no era un paciente que padecía de insomnio después de alguna operación, era alguien que quería adelgazar, o quería Librium. Todo tenía arreglo. ¡Ja! Sí. De no haber sido yo, hubiera sido cualquier otro.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hasta que los de Sanidad fueron a ver a Lowenthal, ese gallina. Le asustaron diciéndole que le iban a echar cinco años y el tipo cantó media docena de nombres, uno de los cuales era el mío. A mí me estuvieron observando durante bastante tiempo y, en realidad, cuando me echaron el guante, cinco años eran pocos para mí. Por ejemplo, no había dejado del todo lo de las recetas en blanco, algo muy divertido, pero que no necesitaba en absoluto. Lo seguía haciendo por costumbre; además, a nadie le amarga un dulce.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El caso es que yo conocía a mucha gente. Probé con algunos. Y arrojé un par de individuos a los leones. Nadie que me gustara, sin embargo. Todos auténticos cerdos.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dios, tengo hambre.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>30 de enero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy no hay gaviotas, lo que me recuerda los letreros de las tiendas de comestibles del barrio: HOY NO HAY TOMATES. Me metí en el agua hasta la cintura, con un cuchillo afilado en la mano. Permanecí inmóvil durante casi cuatro horas, mientras el sol caía de pleno sobre mis espaldas. Creía desmayarme un par de veces, pero conté hasta cien al revés hasta que desapareció la sensación. No vi un solo pez. Ni uno.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>31 de enero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy he matado otra gaviota tal como lo hice con la primera. Tenía demasiada hambre para torturarla como me había prometido a mí mismo. Así que la abrí y me la comí. Vacié las tripas y me las comí también. Es extraño ver cómo se recobra la vitalidad. Empezaba a preocuparme. Tendido a la sombra del montículo central, creí oír voces. Mi padre. Mi madre. Mi esposa, de la que me divorcié... Y, lo peor de todo, la voz del chino que me vendió la heroína en Saigón. Ceceaba, probablemente a causa de un paladar hendido.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">«Vamos —me decía la voz desde lo alto—. Vamos, esnifa un poco. Te olvidarás del hambre. Es tan buena…» Pero nunca tomé drogas, ni siquiera para dormir.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lowenthal se suicidó. El muy gallina. ¿No os lo había dicho? Se colgó en el que había sido su consultorio. Desde mi punto de vista, hizo un favor al mundo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Yo quería recuperar mi título. Algunos de los tipos con los que hablé me dijeron que no era imposible... pero costaba mucho dinero, más del que podía imaginar. Yo tenía 40.000 dólares en una caja de seguridad y decidí arriesgarme para doblar o triplicar la cantidad.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me fui a ver a Ronnie Hanelli, compañero mío de equipo en los años de la universidad, a cuyo hermano menor había conseguido una residencia en un hospital cuando resolvió estudiar medicina. Ronnie estudiaba Derecho. ¿Verdad que es gracioso? En el barrio se le conocía por el apodo de Ronnie el Árbitro, porque se metía en todos los juegos y, sin que nadie se lo pidiera, empezaba a pitar faltas a todo el mundo. Si no te gustaba, tenías dos opciones: callarte la boca o tragarte unos cuantos dientes. Los portorriqueños le llamaban Ronniewop, o algo así. A él le hacía gracia Ronnie. Ronnie estudió Derecho, pasó los exámenes sin problemas y abrió un bufete en su propio barrio, justo encima del bar La Pecera. Aún le veo pasar por allí, cuando cierro los ojos, con su gran Continental blanco. Era el usurero más grande de toda Nueva York: un tiburón.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sabía que Ronnie tendría algo para mí.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">—Es peligroso —dijo—. Pero tú sabes cuidarte. Y, si traes la mercancía, te presentaré un par de individuos. Uno de ellos es funcionario del Estado.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me dio dos nombres. El de Henry Li-Tsu, el chino, y el de Solom Ngo, un químico vietnamita. El vietnamita probaba la heroína del chino a cambio de dinero. El chino era conocido por sus «bromas». Por ejemplo, llenaba las bolsitas de plástico con talco, o detergente, o almidón. Ronnie decía que un día, una de aquellas «bromas» le iba a costar la vida.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>1 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">He visto un avión. Pasó de largo sobre la isla. Intenté subir al montículo central para llamar su atención y metí el pie en el mismo agujero del día en que cacé la primera gaviota. Me rompí el tobillo. Fractura compuesta. Fue como un disparo. El dolor era insoportable. Grité y perdí el equilibrio. En vano, agité los brazos como un molino de viento. Caí y me golpeé la cabeza. Todo se puso negro. Cuando volví en mí, se había puesto el sol. Había perdido un poco de sangre. El tobillo se me había hinchado como un neumático y tenía una buena insolación. Creo que, de haber habido una hora más de sol, tendría todo el cuerpo llagado.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me arrastré como pude hasta aquí y pasé la noche temblando y llorando de rabia. Me he desinfectado la herida de la cabeza, situada encima del lóbulo temporal derecho, y me la he vendado como he podido. Es una herida superficial en el cuero cabelludo con una pequeña contusión, creo, pero el tobillo, es una mala fractura, en dos puntos, quizá tres. ¿Cómo voy a cazar las gaviotas ahora?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El avión debía de estar en busca de supervivientes del Callas. En medio de la oscuridad y la tormenta, el bote salvavidas ha de haber recorrido kilómetros. No creo que vuelva por aquí.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Dios mío, cómo me duele el tobillo!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>2 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">He puesto una señal en la playa de guijarros del lado sur de la isla, donde se hundió el bote. Me llevó todo el día, con algún descanso en la sombra. Aun así, me desmayé dos veces. Calculo haber perdido unos ocho kilos, en su mayor parte, por deshidratación. Desde aquí veo las cinco letras que tardé el día entero en componer; rocas oscuras sobre la arena blanca, dicen AYUDA en letras de metro y medio. El próximo avión no va a pasar de largo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El pie palpita constantemente. Todavía está hinchado y se ha puesto sospechosamente blanco alrededor de la fractura. Cada vez más blanco. Si me lo vendo con la camisa, apretando mucho, el dolor cede, pero aun así duele tanto que, más que dormirme, me desmayo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Empiezo a pensar que tal vez haya que amputar.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>3 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La hinchazón y la pérdida de color son todavía mayores. Esperaré hasta mañana. Si la operación es imprescindible, creo que podré llevarla a cabo. Tengo cerillas para esterilizar el cuchillo y aguja e hilo de la cajita de costura. Como vendaje, la camisa.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Tengo además dos kilos de «analgésico», aunque no precisamente del que prescribía a mis pacientes. Pero lo hubieran empleado, de haber dispuesto de él. Podéis apostar. Esas señoras de pelo azul serían capaces de esnifar un ambientador de pino si les hiciera efecto, creedme.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>4 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">He decidido amputar el pie. Hace cuatro días que no como. Si espero más, corro el riesgo de desvanecerme en medio de la operación por la acción combinada del shock traumático y el hambre. En ese caso, podría morir desangrado. Y, a pesar de lo desdichado que soy, aún tengo ganas de seguir viviendo. Recuerdo lo que Mockridge decía en Anatomía básica, el viejo Mocki, le llamábamos: más tarde o más temprano, la pregunta surge siempre en la carrera de un médico. ¿Hasta qué punto puede un paciente soportar un shock traumático? Y entonces, señalaba con el puntero el dibujo del cuerpo humano, el hígado, los riñones, el bazo, los intestinos. Básicamente, caballeros, decía, la contestación esencial es otra pregunta: ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Creo poder hacerlo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">De verdad.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Supongo que estoy escribiendo para aplazar lo inevitable, pero se me ocurre que no acabé de contar por qué me encuentro aquí. Tal vez deba hacerlo por si la operación no sale bien. Tardaré sólo unos minutos y estoy seguro de que todavía habrá claridad para la operación, ya que, según mi reloj, son las nueve de la mañana. ¡Ja!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Fui a Saigón como turista. ¿Os extraña? No sé por qué. Hay miles de personas que van allí cada año, a pesar de la guerra de Nixon. También hay gente a la que le gusta presenciar accidentes o peleas de gallos. Mi amigo chino tenía la mercancía. Se la llevé a Ngo, quien me ratificó que era de primera clase. Me contó también que Li-Tsu había gastado una de sus bromas hacía cuatro meses, y que su mujer había saltado hecha pedazos por los aires al poner la llave de encendido en su automóvil. Desde entonces no había vuelto a hacer bromas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me quedé en Saigón tres semanas. Había reservado pasaje de regreso a San Francisco en un crucero, el Callas. Primera clase. Subir a bordo con la mercancía no representó problema alguno. Ngo arregló el asunto, sobornando a dos oficiales de aduana que se limitaron a saludarme y hacer pasar las maletas. La heroína iba en una bolsa de viaje que ni siquiera vieron.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">—Pasar la aduana en los Estados Unidos será mucho más difícil —me dijo Ngo— pero ése es problema únicamente suyo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No tenía la menor intención de pasar aquello por la aduana. Ronnie había contratado un buzo que haría el trabajo por tres mil dólares. Tenía que encontrarme con él (ahora que lo pienso, hace dos días) en una especie de corral llamado Regis Hotel en San Francisco. El plan consistía en poner la mercancía en una lata a prueba de agua. Sujetos a la tapa, un reloj y un sobre de tinte rojo. Antes de atracar, había que tirar la lata al agua, cosa que no iba a hacer yo mismo, naturalmente.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estaba todavía buscando un cocinero o un camarero al que no le viniera mal un dinero extra y que fuera lo bastante listo —o lo bastante idiota—, como para mantener la boca cerrada, cuando el Callas se hundió.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No tengo ni la menor idea de cómo sucedió, ni de por qué. Se nos había echado encima un buen vendaval, pero el crucero parecía capaz de capearlo. Pero el día 23, alrededor de las ocho de la noche, hubo una fuerte explosión bajo cubierta. Yo estaba en el salón en aquel momento y el Callas se escoró casi inmediatamente. A la izquierda, ¿cómo se llama: babor o estribor?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La gente empezó a gritar y a correr en todas direcciones. Las botellas cayeron de la estantería del bar y se estrellaron contra el suelo. Un hombre salió de una de las escaleras, con la camisa quemada y la piel asada. Los altavoces empezaron a decir a la gente que se dirigiera a los botes salvavidas que se les habían asignado al principio del viaje, durante un simulacro. Los pasajeros echaron a correr sin rumbo. Muy pocos se habían molestado en comparecer durante el simulacro. Yo, no sólo estuve allí, sino que fui más temprano, para estar en primera fila y ver bien todo, ¿comprendéis? Siempre pongo mucha atención en lo que se refiere a mi pellejo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Bajé a mi camarote, saqué las bolsitas de heroína y me puse una en cada bolsillo. Después, me dirigí al Bote Salvavidas 8. Mientras yo subía las escaleras, hubo otras dos explosiones y el barco se inclinó aún más peligrosamente, si cabe.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En cubierta, todo era confusión. Vi una mujer que corría por la cubierta resbaladiza, gritando y con un niño en brazos. Según se inclinaba el buque, ella ganaba velocidad. Finalmente, golpeó contra la borda a la altura de los muslos, saltó por encima de ella, dio dos vueltas de campana y desapareció de mi vista. Había un hombre de mediana edad, sentado en medio del puente, que se arrancaba los cabellos con las manos. Otro, con ropas blancas de cocinero, la cara y las manos horriblemente quemadas, se daba contra las paredes y gritaba: «¡Socorro! ¡No veo! ¡Socorro! ¡No veo!»</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El pánico era total y se había contagiado del pasaje a la tripulación como una epidemia. Tenéis que tener en cuenta que entre la primera explosión y el hundimiento del barco, pasaron solamente veinte minutos. Algunos de los botes iban repletos de gente que aullaba, y otros, totalmente vacíos. El mío, que estaba en la zona más próxima al agua, estaba casi desierto. Nadie más que yo y un marinero, con la cara muy pálida y llena de espinillas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">—Echemos al agua enseguida este condenado barreño —dijo, con los ojos desorbitados—, porque la maldita bañera se va a pique sin remedio.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Maniobrar un bote no es nada difícil, pero, con los nervios, el marinero se hizo un lío con las maromas de su lado. El bote bajó unos dos metros y quedó colgado, yo más cerca del agua que él.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Fui hacia su lado para ayudarle cuando empezó a gritar. Había logrado deshacer el nudo; pero, al mismo tiempo, se había pillado la mano. La soga se deslizó sobre la palma, dejándosela en carne viva; finalmente, salió despedido de la embarcación.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Acabé de deshacer el lío y libré el bote, que bajó al agua. Empecé a remar como un condenado. Remar era algo que siempre había hecho por placer en las casas de veraneo de mis amigos, pero ahora, por primera vez, lo hacía para salvar mi vida. Si no me alejaba del Callas antes de que se hundiera, me arrastraría con él.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cinco minutos más tarde, se hundió. No escapé del todo a la succión, tuve que remar desesperadamente sólo para permanecer en el mismo lugar. Se hundió muy de prisa. Todavía había gente aferrada a la borda, gritando. Parecía una banda de monos.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La borrasca empeoró. Perdí un remo. Pasé la noche en una especie de pesadilla, achicando agua del bote, primero, y maniobrando con el único remo que me quedaba, después, para mantener la proa contra el oleaje.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Antes del amanecer del 24 las olas empezaron a empujarme por la popa. El bote adquirió una cierta velocidad, lo cual es aterrador, pero, al mismo tiempo, constituye un alivio. De pronto, los tablones fueron arrancados de debajo de mis pies, pero el bote no se hundió: había encallado a este montón de piedras olvidado del mundo. Ni siquiera sé dónde estoy; no tengo la menor idea. La navegación no es mi punto fuerte. Ja, ja.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero sí sé qué tengo que hacer. Éstas pueden ser mis últimas notas, pero algo me dice que saldrá bien. ¿Acaso no he conseguido siempre lo que me he propuesto? Además, hoy se hacen maravillas con las prótesis y podré moverme con un solo pie con toda comodidad.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ha llegado el momento de ver si soy tan extraordinario como creo. Buena suerte.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>5 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lo hice.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El dolor era lo que menos me preocupaba, porque puedo soportarlo, pero temía que la debilidad, el hambre y el dolor combinados me hicieran perder el conocimiento antes de acabar.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero la heroína resolvió el problema maravillosamente.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Abrí una de las bolsitas y aspiré dos generosas dosis sobre una roca plana, primero la ventanilla derecha, luego, la izquierda. Era una especie de hielo deslumbradoramente anestésico que invadía mi cerebro íntegro. Aspiré la heroína al dejar de escribir, ayer, a las 9.45. Cuando volví a mirar la hora, las sombras se habían movido, dejándome parte del cuerpo al sol, y eran las 12.41. Me había adormilado. Nunca había imaginado que fuese tan fantástico y no comprendo por qué le tenía tanta manía. El dolor, el miedo, la infelicidad... todo desaparece, dejando sólo una calma eufórica.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Operé en esas condiciones.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Como era de esperar, sentí un dolor agudísimo, especialmente en la primera parte de la operación. Pero el dolor parecía desconectado de mí, como si fuera de otro. Me molestaba, pero me resultaba extraordinariamente interesante. ¿Podéis entender lo que digo? Si alguna vez habéis empleado un calmante con una fuerte base de morfina, sabréis de qué hablo. Hace algo más que mitigar el dolor. Induce un estado mental. Una cierta serenidad. Entiendo por qué la gente se queda colgada, aunque ésa sea una palabra horrorosamente fuerte y que usa, en general, la gente que nunca lo ha probado.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">A media operación, el dolor empezó a ser algo más personal. Oleadas de desfallecimiento me acometían. Miré con ansia la bolsita de heroína, pero me obligué a apartar la vista. Si volvía a adormilarme, moriría desangrado con la misma seguridad que si me desmayara. Conté hasta cien al revés.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La pérdida de sangre era el factor más crítico. Como cirujano, era vitalmente consciente de ello. No debía perder una gota más que lo imprescindible. Si un paciente sufre una hemorragia durante una operación en un hospital, se le puede suministrar sangre. Yo carecía de esos medios. Todo lo que se había perdido —la arena debajo de mi pie estaba ya negra— estaba perdido hasta que mi propia fábrica lo repusiera. No tenía hemostáticos, ni hilo de sutura, ni grapas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Empecé la operación exactamente a las 12.45. Acabé a la 1.50 e inmediatamente me atonté con heroína, una dosis mayor que la anterior. Me dormí en un mundo gris, indoloro, y permanecí así hasta alrededor de las cinco. Cuando me espabilé, el sol estaba cerca del horizonte occidental, trazando un camino de oro sobre el azul del Pacífico que llegaba hasta mí. Nunca he visto algo tan increíble. Tanto, que me compensó del dolor en un segundo. Una hora más tarde aspiré un poquito más, para seguir disfrutando de la puesta de sol.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Poco después de hacerse de noche, yo...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Yo...</span></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2qbPvWvz1ougEADM9j0hPeM4ZPVWARrFzIOawBIxWNe_xdsRDeWFO7Ksjnul9taYLtYpGHtrSJORlPyYYdYb7jukhi8r0SAP9FErhEN1XEhkod3GmHwSsrfxnzaAb1U298it7ZVZ2AqSg/s1600/survivor_type_by_Acid_Stains.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2qbPvWvz1ougEADM9j0hPeM4ZPVWARrFzIOawBIxWNe_xdsRDeWFO7Ksjnul9taYLtYpGHtrSJORlPyYYdYb7jukhi8r0SAP9FErhEN1XEhkod3GmHwSsrfxnzaAb1U298it7ZVZ2AqSg/s320/survivor_type_by_Acid_Stains.jpg" t$="true" width="241" /></a></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Esperad un segundo. ¿Os he dicho que no he comido absolutamente nada durante cuatro días? ¿Y que lo único que tenía a mi alcance para recuperar mis energías agotadas era mi propio cuerpo? Después de todo, ¿no se ha dicho, una y otra vez, que la supervivencia es una cuestión mental? ¿De una mente superior? No voy a justificarme diciendo que cualquiera hubiera hecho lo mismo. En primer lugar, hay que ser cirujano. Y aun conociendo la técnica de la amputación, es posible hacer una carnicería y desangrarse de todos modos. Y, aun en el caso de poder sobrevivir a la amputación y al shock traumático, jamás se le ocurriría algo semejante a alguien convencional. No importa. Nadie tiene por qué enterarse. Lo último que haré antes de abandonar la isla será destruir este libro.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Tuve mucho cuidado.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lo lavé muy bien antes de comérmelo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>7 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El dolor del muñón es intensísimo -en ocasiones, realmente intolerable—. Pero creo que el escozor profundo del proceso de cicatrización es todavía mucho peor. Esta tarde me he acordado de los pacientes que me tenían harto con lo mucho que les picaba la carne remendada, que era horrible y que no se podían rascar.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Yo sonreía y les decía que se sentirían mejor al día siguiente, pensando que se quejaban sin razón, que eran débiles e ingratos. Ahora los comprendo perfectamente. Varias veces he estado a punto de arrancar la camisa que sirve de vendaje y rascarme la herida, hundir los dedos en la carne cruda y tierna, quitarme los puntos, dejar que la sangre corriera en la arena, cualquier cosa, cualquier cosa con tal de no sentir ese horrible y enloquecedor hormigueo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Entonces contaba hasta cien al revés y aspiraba heroína.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No tengo idea de cuánta he llegado a tomar, pero sí sé que he estado casi permanentemente dopado desde la operación. Como sabéis, quita el hambre. Ni siquiera sé si tengo hambre. Siento algo extraño, fantasmal, en la barriga, eso es todo. Por otra parte, puedo ignorarla con toda facilidad y, sin embargo, sé que no debo hacerlo, ya que la heroína no tiene un valor calórico fácilmente calculable. De manera que me he puesto a prueba para medir mi energía, arrastrándome de aquí para allá, y es agotador.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dios mío, espero que no..., pero temo que sea necesaria una nueva operación.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">(más tarde)</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pasó otro avión. Demasiado alto. Tanto, que todo lo que podía ver era el alerón de popa dibujándose contra el cielo azul. Hice señales, por si acaso, y grité como un energúmeno. Cuando desapareció, me eché a llorar.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Está muy oscuro y es difícil seguir escribiendo. Comida. He estado pensando en cantidad de platos. La lasaña de mi madre, pan de ajo, caracoles, langosta, chuletas, melocotones, asado, la gran porción de pastel de mantequilla y el helado de vainilla hecho en casa que te sirven en Mother Crunch en la Primera Avenida, pretzels calientes, salmón ahumado, cangrejos ahumados, jamón ahumado con rodajas de piña, aros de cebolla fritos, salsa de cebolla con patatas chip, té frío en largos sorbos, patatas fritas, y te relames los labios de gusto...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">100, 99, 98, 97, 96, 95, 94</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dios, Dios, Dios.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>8 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Esta mañana ha aterrizado otra gaviota en el montículo, grande, gorda, mientras yo reposaba a la sombra de mi roca, la que considero mi campamento particular, con el muñón apuntando al cielo. En cuanto el pájaro se posó, empecé a salivar igual que los perros de Pavlov. Se me caía la baba como a un bebé. Como a un bebé.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Busqué una piedra del tamaño de mi mano y empecé a arrastrarme hacia el pájaro. Queda tan sólo un cuarto, ya hemos escalado tres. Tres y pico. Pinzetti pasa hacia atrás (Pine, quiero decir Pine). No tenía demasiadas esperanzas. Estaba seguro de que saldría volando, pero había que intentarlo. Si atrapara un ave tan gorda y tan insolente como ésa, tal vez pudiese posponer la segunda operación indefinidamente. Continué, aunque, de vez en cuando, me golpeaba el muñón contra el canto afilado de una roca y veía las estrellas con todo el cuerpo, obligándome a reposar hasta que el dolor se calmara.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La gaviota no escapó. Daba saltitos de aquí para allá, con el pecho hinchado, como un general pasando revista a las tropas. De vez en cuando me miraba con sus ojos pequeños, negros y malignos, y no me quedaba más remedio que quedarme inmóvil como una piedra y contar hasta cien a la espera de que volviera a moverse. Cada vez que agitaba las alas, el hielo me invadía el estómago. más No dejaba de salivar. Se me caía la baba como a un niño.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No sé cuánto tiempo estuve al acecho. ¿Una hora? ¿Dos? Cuanto más me acercaba, más fuerte me latía el corazón y más apetecible parecía la gaviota. Daba la impresión de estar burlándose de mí y empecé a temer que, antes de que la tuviese a mi alcance, echara a volar. Me temblaban las piernas y los brazos. Tenía la boca seca. El muñón, por su parte, me daba unas punzadas asesinas. Ahora pienso que debo haber sentido también dolores de abstinencia. ¿Tan pronto? No he tomado heroína más que una semana.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No importa. La necesito. Y hay mucha, muchísima. En cuanto llegue a los Estados Unidos, me someteré a una cura de desintoxicación en la mejor clínica de California. Pero ahora no se trata de eso, ¿verdad?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando la tuve al alcance, no quise arrojar la piedra. Estaba irracionalmente seguro de que erraría, probablemente por unos pocos centímetros. Tenía que acercarme. Así que seguí arrastrándome, con la cabeza alta, el sudor cayendo a chorros por mi cuerpo maltrecho de espantapájaros. Por cierto, creo que se me están pudriendo los dientes, ¿lo he dicho ya? Si fuera supersticioso, diría que es porque comí ...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Ja! Pero no debe de ser ésa la razón, ¿verdad?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me detuve otra vez. Estaba mucho más cerca de esta gaviota que de cualquiera de las anteriores. No conseguía obligarme a tirar la piedra. La agarré con toda mi alma, hasta que me dolieron los dedos, pero ni siquiera así pude hacerlo. Porque sabía perfectamente lo que no dar en el blanco significaba.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No me importa emplear toda la mercancía. Les voy a poner un pleito que se van a acordar toda la vida. ¡Viviré como un rey durante el resto de mi vida! ¡Mi larga, larga vida!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estoy convencido de que hubiera escalado hasta poder tomarla con la mano si finalmente no hubiera levantado el vuelo. La hubiera estrangulado. Pero extendió las alas y echó a volar. La insulté, me hinqué de rodillas y le lancé la piedra con las pocas fuerzas que me quedaban. ¡Y le di!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El pájaro soltó un graznido y cayó al otro lado del montículo. Entre risas y temblores, sin preocuparme por los golpes en el muñón ni por si se me abría la herida, llegué a la cima y empecé a descender por la otra vertiente. Perdí el equilibrio y me di en el suelo con la cabeza. En aquel momento ni siquiera lo advertí, aunque tengo un magnífico chichón como recuerdo. Sólo podía pensar en la gaviota y en cómo le había dado, suerte fantástica, aun volando, ¡le había dado!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La gaviota se arrastró hasta la playa, el ala rota, el cuerpo ensangrentado. Me arrastré tras ella todo lo rápido que me era posible, pero ella era más veloz. ¡Una carrera de lisiados! ¡Ja! ¡ Ja! Podría haberla capturado, ya estaba muy cerca, de no haber sido por mis manos. Tengo que cuidar mis manos. Puedo volver a necesitarlas. A pesar del cuidado tenía las palmas llenas de tajos cuando por fin llegamos a la playa. Por si fuera poco, golpeé mi reloj contra una roca y saltó hecho añicos.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La gaviota entró en el mar cojeando, graznando como una endemoniada. La atrapé, pero sólo me quedó un puñado de tristes plumas. Entonces me caí y tragué agua, tosiendo y atragantándome.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero seguí arrastrándome y hasta traté de nadar tras ella. La venda del muñón acabó por caérseme en el agua, empecé a hundirme y no tuve más remedio que regresar a la arena. No sé cómo, pero salí del agua, temblando, exhausto, encogido de dolor, llorando, gritando y maldiciendo a la gaviota. Todavía estaba a la vista, allá lejos, cada vez más lejos. Creo recordar que en un momento le rogué que volviera. Eso sí, cuando salió al arrecife, juraría que estaba muerta.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No es justo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me llevó casi una hora arrastrarme hasta el campamento. He tomado mucha heroína, pero aun así, continúo enfadado con la gaviota. Si no iba a dejarse cazar, ¿para qué burlarse así de mí? ¿Por qué diablos esperó tanto?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>9 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me he amputado el pie izquierdo y lo he vendado con mis pantalones. Extraño. Durante toda la operación se me cayó la baba. ¡Se me cayó la baaaaaba! Como cuando descubrí la gaviota, se me caía la baba sin parar... Pero me obligué a esperar hasta la noche. Conté hasta cien al revés veinte o treinta veces. ¡Ja! ¡Ja!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Entonces...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Tenía que repetirme: rosbif frío, rosbif frío, rosbif frío.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>11 de febrero (?)</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ha llovido durante dos días, con mucho viento. Cambié algunas rocas de lugar, hice una especie de escondrijo con ellas y me guarecí allí dentro todo el tiempo. Sorprendí una pequeña araña, la tomé con los dedos antes de que escapara y me la metí en la boca. Muy buena, muy gustosa. Empecé a temer que las rocas que tenía encima de la cabeza se vinieran abajo y me sepultaran. No importaba.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me pasé toda la tormenta muy dopado. Tal vez haya llovido tres días, y no dos. O sólo uno. Aunque creo recordar que oscureció en dos ocasiones. Me encanta dormir, no siento ni el dolor ni el picor. Sé que voy a sobrevivir, no puede ser que tenga uno que pasar por todo esto para nada.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Había un cura en la Sagrada Familia cuando yo era niño, un enano que adoraba hablar del infierno y del pecado mortal. Les tenía verdadero cariño. No hay retorno del pecado mortal, ése era su punto de vista. Me pasé la noche soñando con él, el Padre Hailley, con su sotana y su nariz de whisky, sacudiéndose el dedo y diciendo: «Qué vergüenza, Richard Pinzetti..., un pecado mortal..., condenado al infierno..., condenado al infierno…</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me reí de él. Si esto no es el infierno, ¿qué es? El único pecado mortal es darse por vencido.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La mitad del tiempo la paso delirando; el resto me pican los muñones; la humedad hace que me duelan todavía más.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero no voy a ceder. No me voy a dar por vencido. No pasaré por todo esto para nada.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>12 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hace un día magnífico y el Sol brilla otra vez en todo su esplendor. Espero que se estén helando en Nueva York.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Es un buen día, en la medida de lo posible. La fiebre parece haber bajado. Estaba débil y temblaba cuando salí de mi madriguera, pero después de dos o tres horas al sol, vuelvo a sentirme casi humano otra vez.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me arrastré hasta el sur de la isla y encontré varios trozos de madera arrojados por la tormenta, además de varios tablones de mi propio bote. Había quelpo y algas en uno de los tablones y me lo comí todo. Me dieron ganas de vomitar. Es como comerse la cortina de plástico del baño, pero me siento mucho más fuerte esta tarde.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Llevé la madera a la arena para que se secara. Todavía me queda una caja completa de cerillas a prueba de humedad y podré hacer una fantástica señal de humo si pasa alguien pronto. Si no, me servirá para cocinar. Voy a aspirar heroína.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>13 de febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">He encontrado un cangrejo, que maté y cocí en una pequeña hoguera. Esta noche casi vuelvo a creer en Dios.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>14 de feb</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Acabo de darme cuenta de que la tormenta se llevó casi todas las piedras de mi señal de AYUDA. Pero la tormenta terminó... ¿hace más de tres días? ¿He estado drogado todo ese tiempo? Tengo que tener más cuidado y bajar la dosis, porque ¿qué ocurriría si pasara un barco y yo estuviera durmiendo?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Reconstruí la señal, pero me llevó casi todo el día y estoy exhausto. Busqué un cangrejo donde encontré el otro, pero nada. Me corté las manos con varias de las piedras de la señal, pero me desinfecté con yodo, a pesar de mi debilidad. Debo cuidar mis manos. Por encima de todo.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>15 de feb</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy se posó otra gaviota en el montículo. Levantó el vuelo antes de que yo me acercara. La conminé a irse al infierno, a picotear los ojillos rojizos del Padre Hailley para toda la Eternidad.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Ja.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>17 de feb (?)</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me he cortado la pierna derecha a la altura de la rodilla, pero he perdido mucha sangre. El dolor era inenarrable, a pesar de la heroína. Sólo el shock hubiera matado a un hombre menos hombre que yo. Déjame contestar con una pregunta: ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir? ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me tiemblan las manos. Si me traicionan, estoy perdido. No tienen ningún derecho a traicionarme. ¡Ningún derecho! Las he cuidado durante todas sus vidas. Las he mimado. Mejor que no me traicionen. O se van a arrepentir.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Por lo menos, no siento hambre.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Uno de los tablones del bote se partió por la mitad. Una de las partes tenía una punta bastante afilada, que fue la que usé. Se me caía la baba, pero me hice esperar pensando en... ¡aquellas barbacoas! Aquella casa que Will Hammersmith tenía en Long Island, con una barbacoa donde se podía asar un cerdo entero. Acostumbrábamos a sentarnos al atardecer, con tragos largos en la mano, hablando de nuevas técnicas quirúrgicas o de golf o de cualquier otra cosa. Y la brisa nos traía el olor del cerdo asado. Madre mía, el olor del cerdo asado.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Feb ?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me he cortado la otra pierna a la altura de la rodilla. He estado dando cabezadas todo el santo día:</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">«Doctor, ¿la operación era necesaria?». Ja, ja. Me tiemblan las manos como las de un viejo. Las odio. Tengo sangre debajo de las uñas, costras. ¿Recuerdas el modelo de la facultad, con la barriga de vidrio? Pues me siento igual, pero no quiero mirar. De ninguna de las maneras. Recuerdo que Dom decía eso, se paraba a charlar contigo en la calle con la chaqueta del Hiway Outlaws Club. Tú le decías: «Hombre, ¿cómo hiciste para conseguirla?». Y Dom respondía de ninguna de las maneras. Viejo Dom. Caramba, ojalá me hubiera quedado en el barrio. Esto tiene tan mala pinta, como decía Dom. Ja ja.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero me han dicho, sabes, que con la terapia adecuada y unas prótesis, volvería a estar como nuevo, podría volver a la isla y decirle a la gente: «Aquí es donde ocurrió».</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Ja-ja-ja!</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>23 de febrero (?)</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Encontré un pez muerto, podrido y apestoso. Es igual, me lo comí. Me doblaban el cuerpo las arcadas, pero no me lo permití. Sobreviviré. Estoy tan bien con heroína, las puestas de sol.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Febrero</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No me atrevo, pero tengo que hacerlo. ¿Pero, cómo haré para ligar la arteria femoral tan arriba? Es amplia como una maldita autopista a esa altura.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">A pesar de todo, tengo que hacerlo. He marcado la parte alta del muslo, la parte donde todavía hay carne, con lápiz.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Desearía poder dejar de babear.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Fe</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Te... mereces... un descanso hoy... también... así que... levántate y vete.., a McDonald’s... dos hamburguesas... salsa especial... lechuga... pepinillos.., cebollas... en... un panecillo...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Da... dada... dadada...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Febbe</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy me he visto la cara en el agua. Una calavera cubierta de piel. ¿Me he vuelto loco ya? Debo de estar loco. Ahora soy un monstruo. Un engendro. No me queda nada bajo las ingles. Un verdadero monstruo. Una cabeza atada a un torso que se arrastra por los codos en la arena. Un cangrejo. Un cangrejo dopado. Eh, tú, soy un pobre cangrejo dopado, dame una moneda.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jajajaja.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dicen que de lo que se come se cría, así que ¡TODAVÍA SOY EL MISMO! Querido Dios shock traumático shock traumático shock traumático NO EXISTE NADA QUE SE PAREZCA A UN SHOCK TRAUMÁTICO.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">JA.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>40/Fe </span><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;">?</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">He soñado con mi padre. Cuando se emborrachaba, olvidaba el inglés. No es que tuviera nada interesante que decir de todos modos. Condenado cerdo, me alegré tanto de irme de tu casa, papito, condenado cerdo, chapucero, nada, no vales para nada, nada, cero. Sabía que lo lograría. Me alejé de ti, ¿verdad? Me fui andando sobre las manos.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero ya no puedo cortar nada más con ellas. Ayer me corté las orejas.</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">la mano izquierda lava la derecha no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha pito pito colorito donde vas tú tan bonito... jajaja...</span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;"><span lang="ES" style="font-family: TimelessTLig;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Qué importa, una mano u otra, buena comida, buena carne, buen Dios comamos... pies de cerdo saben igual que manos de cerdo.</span></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrUYQiSacRpTFViV0Gr0y4dtdTjLr2AxSZin4Mac-NaNug_7oOPI0nfkFqtovfcJJ5hQ1msFU2Kz9SZstzzHft0JYzA-F8I7eR-qhr7E3IU521cMfB2sOzScnsN1KPqF1qNWz5dxYkFt-N/s1600/stephen_king-biblioteca.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrUYQiSacRpTFViV0Gr0y4dtdTjLr2AxSZin4Mac-NaNug_7oOPI0nfkFqtovfcJJ5hQ1msFU2Kz9SZstzzHft0JYzA-F8I7eR-qhr7E3IU521cMfB2sOzScnsN1KPqF1qNWz5dxYkFt-N/s320/stephen_king-biblioteca.jpg" t$="true" width="320" /></a><span lang="ES"></span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-26315368024902943492011-07-13T19:13:00.000-07:002011-07-13T19:13:21.846-07:00De Joyce a Nora<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"> </span></div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estrena Lírica Bizarra el género epistolar y el erótico con una carta de James Joyce a su esposa Nora. En lo personal, tengo gran preferencia por las cartas debido a que complementan en gran manera la lectura de los libros de cualquier autor... es una parte explícita del artista. Ahora, con mucha discreción y con sutil apreciación, les invito a disfrutar de la siguiente carta.</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">2 de diciembre de 1909<br />
44 Fontenoy Street, Dublín. </span></strong></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Querida mía, quizás debo comenzar pidiéndote perdón por la increíble carta que te escribí anoche. Mientras la escribía tu carta reposaba junto a mí, y mis ojos estaban fijos, como aún ahora lo están, en cierta palabra escrita en ella. Hay algo de obsceno y lascivo en el aspecto mismo de las cartas. También su sonido es como el acto mismo, breve, brutal, irresistible y diabólico.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Nora jamás se interesó ni mostró la menor curiosidad por los escritos de su marido. Y, sin embargo, el <em>Ulysses </em>tiene mucho que ver con un episodio de infidelidad de Nora que, al parecer, se inventaron unos amigos de Joyce. (</span><a href="http://santuario.turegano.net/category/james-joyce/"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://santuario.turegano.net/category/james-joyce/</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></div></blockquote><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSoeGMUVtueAOP66XRx6_YSSK1zzsrQelciBGRGx2evjcfBxp9iPRae-wv8Il77ws3gPeYf-11RAyfLmckXxaXKtilkdzb8Nv7zb409O3kKVHiFK_uLjhZwuUSncKowqJSzVEoncuMRhzg/s1600/not_199.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSoeGMUVtueAOP66XRx6_YSSK1zzsrQelciBGRGx2evjcfBxp9iPRae-wv8Il77ws3gPeYf-11RAyfLmckXxaXKtilkdzb8Nv7zb409O3kKVHiFK_uLjhZwuUSncKowqJSzVEoncuMRhzg/s200/not_199.jpg" width="196" /></span></a><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Querida, no te ofendas por lo que escribo. Me agradeces el hermoso nombre que te di. ¡Sí, querida, “mi hermosa flor silvestre de los setos” es un lindo nombre¡ ¡Mi flor azul oscuro, empapada por la lluvia¡ Como ves, tengo todavía algo de poeta. También te regalare un hermoso libro: es el regalo del poeta para la mujer que ama. Pero, a su lado y dentro de este amor espiritual que siento por ti, hay también una bestia salvaje que explora cada parte secreta y vergonzosa de él, cada uno de sus actos y olores. Mi amor por ti me permite rogar al espíritu de la belleza eterna y a la ternura que se refleja en tus ojos o derribarte debajo de mí, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificado en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrosadas y tu cabello revuelto.<br />
Esto me permite estallar en lagrimas de piedad y amor por ti a causa del sonido de algún acorde o cadencia musical o acostarme con la cabeza en los pies, rabo con rabo, sintiendo tus dedos acariciar y cosquillear mis testículos o sentirte frotar tu trasero contra mí y tus labios ardientes chupar mi polla mientras mi cabeza se abre paso entre tus rollizos muslos y mis manos atraen la acojinada curva de tus nalgas y mi lengua lame vorazmente tu sexo rojo y espeso. He pensado en ti casi hasta el desfallecimiento al oír mi voz cantando o murmurando para tu alma la tristeza, la pasión y el misterio de la vida y al mismo tiempo he pensado en ti haciéndome gestos sucios con los labios y con la lengua, provocándome con ruidos y caricias obscenas y haciendo delante de mí el más sucio y vergonzoso acto del cuerpo. ¿Te acuerdas del día en que te alzaste la ropa y me dejaste acostarme debajo de ti para ver cómo lo hacías? Después quedaste avergonzada hasta para mirarme a los ojos.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Si no fue amor a primera vista -a Joyce no le gustaba la palabra-, desde luego fue una especie de dependencia a primera vista. Nora era bella y sexualmente audaz, Joyce estaba solo y sexualmente hambriento (...) Y cuando conoció a esta mujer, y probablemente no había muchas como ella en Irlanda, con un apetito sexual totalmente franco y sin inhibiciones para manifestarlo, fue una revelación. Vio la vía hacia el resto del mundo. (</span><a href="http://www.elpais.com/articulo/cultura/JOYCE/_JAMES/IRLANDA/mujer/James/Joyce/elpepicul/19880618elpepicul_1/Tes"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://www.elpais.com/articulo/cultura/JOYCE/_JAMES/IRLANDA/mujer/James/Joyce/elpepicul/19880618elpepicul_1/Tes</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuNM8sDIxY5CYL-XufO1qAyb1kxitGL-y4w-e1y-cTF-m84wxZk2Gl6uhV_Cw0-oRT1NgBwC7Xh-aoXyatK-wQmcBVgWMiIiqI7XtYWVkgB4gQA4OmbX_gRBrvmhIoz50fCC8B2_zkN0BD/s1600/Joyce002.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></a><br />
<span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"> </span></div></blockquote><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuNM8sDIxY5CYL-XufO1qAyb1kxitGL-y4w-e1y-cTF-m84wxZk2Gl6uhV_Cw0-oRT1NgBwC7Xh-aoXyatK-wQmcBVgWMiIiqI7XtYWVkgB4gQA4OmbX_gRBrvmhIoz50fCC8B2_zkN0BD/s1600/Joyce002.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuNM8sDIxY5CYL-XufO1qAyb1kxitGL-y4w-e1y-cTF-m84wxZk2Gl6uhV_Cw0-oRT1NgBwC7Xh-aoXyatK-wQmcBVgWMiIiqI7XtYWVkgB4gQA4OmbX_gRBrvmhIoz50fCC8B2_zkN0BD/s320/Joyce002.jpg" width="140" /></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¡Eres mía, querida, eres mía¡ Te amo. Todo lo que escribí arriba es un solo momento o dos de brutal locura. La última gota de semen ha sido inyectada con dificultad en tu sexo antes que todo termine y mi verdadero amor hacia ti, el amor de mis versos, el amor de mis ojos, por tus extrañamente tentadores ojos llega soplando sobre mi alma como un viento de aromas. Mi verga esta todavía tiesa, caliente y estremecida tras la última, brutal envestida que te ha dado cuando se oye levantarse un himno tenue, de piadoso y tierno culto en tu honor, desde los oscuros claustros de mi corazón.<br />
Nora, mi fiel querida, mi pícara colegiala de ojos dulces, sé mí puta, mí amante, todo lo que quieras (¡mí pequeña pajera amante! ¡mí putita pichadora!) eres siempre mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><strong><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">JIM/</span></strong></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-90325353210229028462011-07-12T13:02:00.000-07:002011-07-12T13:02:35.517-07:00El Doctor Fausto y los siete pecados capitales - Cristopher Marlowe<div style="text-align: justify;"></div><blockquote><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">A continuación les traigo un excelente fragmento de la última obra de teatro que tuve el gusto de leer: La trágica historia del doctor Fausto, de Cristopher Marlowe (S. XVI). Llegué a ella por una curiosidad, buscando de dónde salía el intro de una canción de una de mis bandas favoritas (Forgotten Tomb- Negative Megalomania). La poesía que se combina deliciosamente con el drama llenan toda esta obra, limpia y sin nada que envidiar a los posteriores escritores modernos. Elegí este fragmento, muy representativo de lo demás en el texto. Espero les agrade (si desean el libro me lo pueden solicitar y con gusto se los enviaré en formato digital).</span></div></blockquote><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZwztlCge538aBHCqgd6aKDUsTSrmb_PXUjMXBGX0VNQ_ts5LueUupUHCdp1G8P-DKDDE35EXY7dvVivBxY5mOUAJ786hy5d783XkaWU8bK9rnNMi7hevBbdy0FRj_1PyvV9kAGOiKCOCA/s1600/Christopher-Marlowe.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZwztlCge538aBHCqgd6aKDUsTSrmb_PXUjMXBGX0VNQ_ts5LueUupUHCdp1G8P-DKDDE35EXY7dvVivBxY5mOUAJ786hy5d783XkaWU8bK9rnNMi7hevBbdy0FRj_1PyvV9kAGOiKCOCA/s200/Christopher-Marlowe.jpg" width="175" /></span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. —-Cristo no puede salvar tu alma, porque es justo. Nadie, salvo yo, tiene interés en eso.</span></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — ¿Quién eres tú, que tan terrible pareces?</span></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. —-Soy Lucifer y éste es mi compañero en el principado del infierno.</span></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-¡Ay, Fausto, que vienen a buscar tu alma!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER.- Venimos a decirte que nos injurias hablando de Cristo, contrariamente a tu promesa. No debes pensar en Dios, sino en el diablo y en su condenación también.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-No delinquiré en adelante; perdonadme y Fausto promete no volver a mirar a los cielos, ni a nombrar a Dios, ni a suplicarle, sino que quemará sus Escrituras, matará a sus ministros y hará que mis espíritus derriben sus templos.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAUh2Vcp7qISwf0otfKlNWKjqbHgqXXizw4dOXlO7fRD26ITWtew91HwcgWVFEcFq_xGN7MCF1GVCmeCCWTY8cFrHHD7MHtLNuzesJTEgwPBltwYakgGO5v4LC04ZqSYcri6HA0xRnOKju/s1600/folder_558.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAUh2Vcp7qISwf0otfKlNWKjqbHgqXXizw4dOXlO7fRD26ITWtew91HwcgWVFEcFq_xGN7MCF1GVCmeCCWTY8cFrHHD7MHtLNuzesJTEgwPBltwYakgGO5v4LC04ZqSYcri6HA0xRnOKju/s200/folder_558.jpg" width="150" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. — Hazlo así y altamente te recompensaremos. Fausto, hemos venido del infierno para ofrecerte un entretenimiento. Siéntate y verás los siete diabólicos pecados capitales aparecer en su debida forma.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — Tan placentero será eso para mí como el Paraíso para Adán el primer día de su creación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. — No hables del Paraíso ni de la creación. Habla del diablo y nada más. ¡Ven!</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><i><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">(Entran los siete pecados capitales.)</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div></i><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTa4E5JBfvJqvVnlJ3DA2EnT1rn8wld_jgTgxBMkbtAWoMK9qluFg2jPVtohY9fpjvJF6OWFlJY2x9lygwcbs1Ix8Tprw8A6_3Kn5fchrzHPzFzPYSgQYkBAiDLVyODWdcT7qAumEeTyg5/s1600/antidepresivonet_sevensins02.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTa4E5JBfvJqvVnlJ3DA2EnT1rn8wld_jgTgxBMkbtAWoMK9qluFg2jPVtohY9fpjvJF6OWFlJY2x9lygwcbs1Ix8Tprw8A6_3Kn5fchrzHPzFzPYSgQYkBAiDLVyODWdcT7qAumEeTyg5/s200/antidepresivonet_sevensins02.jpg" width="130" /></span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. —-Examina, Fausto, sus diversos nombres y disposiciones.</span></div><div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-¿Quién eres tú, el primero?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">SOBERBIA. — Soy la Soberbia. No quiero reconocer a mis padres. Como la pulga de Ovidio me deslizo en lo más recóndito de las mozas; a veces, como una peluca, me asiento en su cabeza, o, como un abanico de plumas, beso sus labios. Y hago... ¿qué no haré yo? Pero ¿notas qué olor hay aquí? No hablaré una palabra más, salvo si el suelo está perfumado y cubierto de tapices.</span></div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivfgVZf8k5C6kJeb1dr3tkzjlaQePWD9W3AOuGJawV-MYNpxkLEA7OObOycegbZw6WKLcbALnJMNfDgGvdr31LTDfCayN34lInjEHzfkA424up_tN1MMKaDT_jmmZyaLRqHzd4ngt4bv66/s1600/avaricia_1.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivfgVZf8k5C6kJeb1dr3tkzjlaQePWD9W3AOuGJawV-MYNpxkLEA7OObOycegbZw6WKLcbALnJMNfDgGvdr31LTDfCayN34lInjEHzfkA424up_tN1MMKaDT_jmmZyaLRqHzd4ngt4bv66/s200/avaricia_1.jpg" width="130" /></span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-¿Quién eres tú, el segundo?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">CODICIA. —-Yo soy la Codicia, engendrada por un avaro en un viejo bolsón de cuero, y, de cumplirse mis deseos, haría que esta casa y cuantos en ella hay se convirtieran en oro para poder encerrarlos en mi buen cofre. ¡Oh, mi dulce oro!</span></div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXVUCjmgW6tYm9YhffvOCbR5l9upxgrlAsQN9eFtB29ycbTHFydnDJOfKGS94SI9EDOZY8znK7cXcHOtkErd7BNQCyCuBjkOa2xqcEKunrFsKqAoqyxHqfEKFAAJ7ON7nhS4nZHkLe_I8l/s1600/iraxs0.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXVUCjmgW6tYm9YhffvOCbR5l9upxgrlAsQN9eFtB29ycbTHFydnDJOfKGS94SI9EDOZY8znK7cXcHOtkErd7BNQCyCuBjkOa2xqcEKunrFsKqAoqyxHqfEKFAAJ7ON7nhS4nZHkLe_I8l/s200/iraxs0.jpg" width="128" /></span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-¿Quién eres tú, el tercero?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">IRA. —-Yo soy la Ira. No tengo padre ni madre y broté de la boca de un león cuando yo apenas tenía media hora de vida. Desde entonces siempre ando por el mundo con esta caja de espadas, hiriéndome a mí mismo cuando no puedo herir a otros. Nací en el infierno. Pensad en ello, porque alguno de vosotros puede ser mi padre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — ¿Quién eres tú, el cuarto?</span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhadUwvB_J-rs4v3HqYyVU0fZA43KvUW2wG2RtP93kTjO_txBmoLmzMENkd0b7D-YNk_8rZTpnAOENQ_TRKFNiwqr_UmLnkvEi6l0TpCOQNkgZFCPMXsXxabzVuqDxt_jTc4pMhHmrwP_2v/s1600/envidia.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhadUwvB_J-rs4v3HqYyVU0fZA43KvUW2wG2RtP93kTjO_txBmoLmzMENkd0b7D-YNk_8rZTpnAOENQ_TRKFNiwqr_UmLnkvEi6l0TpCOQNkgZFCPMXsXxabzVuqDxt_jTc4pMhHmrwP_2v/s200/envidia.jpg" width="127" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">ENVIDIA. — Soy la Envidia, engendrada por un deshollinador en una ostra hembra. No sé leer y por eso deseo quemar todos los libros. Me enflaquece ver comer a otros. ¡Oh, si hubiera un gran hambre en todo el mundo para que todos muriesen y quedara yo sola, verías cuan gorda me tornaba! Pero ¿estás tú sentado y yo de pie? ¡Eso clama venganza!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-¡Fuera, envidiosa picara! ¿Quién eres tú, el quinto? </span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvdF354ye2iamrb3ibMhpkocYXk1d6oeLpaBO6d7FSgM6x_yRNqKjaPdY5FnnKL4vxGtbShCpICN9bwsXFmg31RZXaOYXwl_ZDoNWIZzLpfLmRwrDpDD6V9M3Orju7EJ0IO3fP6D1N1MG_/s1600/gula.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvdF354ye2iamrb3ibMhpkocYXk1d6oeLpaBO6d7FSgM6x_yRNqKjaPdY5FnnKL4vxGtbShCpICN9bwsXFmg31RZXaOYXwl_ZDoNWIZzLpfLmRwrDpDD6V9M3Orju7EJ0IO3fP6D1N1MG_/s200/gula.jpg" width="133" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">GULA. — ¿Quién soy, señor? Soy la Gula. Mis parientes han muerto todos y no me han dejado un endiablado penique, sino una pensión tan escasa que sólo me alcanza para treinta comidas diarias y diez piscolabis, lo cual es una insignificancia para la naturaleza. Por cierto que desciendo de real progenie. Fue mi abuelo un Jamón Curado y mi abuela una Barrica de Vino Clarete. Fueron mis padrinos Pedro Sardina-en-Escabeche y Buey Cebón. Mi madrina fue mujer distinguida, muy estimada en todos los buenos pueblos y ciudades: la señora Margarita Cerveza-de-Marzo. Ahora, Fausto, que sabes cuál es mi linaje, ¿me convidarás a comer?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-No; que te cuelguen. Devorarías todas mis vituallas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">GULA. — Entonces, ¡el diablo te ahogue!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. —-¡Ahogate a ti, glotona! ¿Quién eres tú, el sexto?</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeJHrJpqHXIOG-rJynksyJVf2AQXaf_tDQRaX1hyphenhyphenSUQFcWigNqzpB-Z2sSloll0swOjvj_IgQ9Jf4-f5TMlGwM5cHGo0670aqNWjrv5_AzIIUDaiDRr1QxFp6JUGF7IXa27h40yyYBfuVN/s1600/pereza.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeJHrJpqHXIOG-rJynksyJVf2AQXaf_tDQRaX1hyphenhyphenSUQFcWigNqzpB-Z2sSloll0swOjvj_IgQ9Jf4-f5TMlGwM5cHGo0670aqNWjrv5_AzIIUDaiDRr1QxFp6JUGF7IXa27h40yyYBfuVN/s200/pereza.jpg" width="130" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">PEREZA. —-- Soy la Pereza. Fui engendrada en una soleada margen donde desde entonces descanso. Y gran injuria me has hecho trayéndome de allí; haz que me lleven otra vez la Gula y la Lujuria. No hablaré otra palabra ni por el rescate de un rey</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — ¿Quién eres tú, Doña Descaros, séptima y última?</span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7-wDBDLlxeqa-cmSiJjPJgoRRWYdG6I0pxadrAQq-dWUuBVa7WQfUQe9ZtKZazUst7SKyRsQ9s92yCJUagQiMrQY1HTIdJKwXRFTQLFt-kX7nrKk4iZh1CJ27PkTD7JDdeOjVl5KkjH_h/s1600/lujuria.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="200" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7-wDBDLlxeqa-cmSiJjPJgoRRWYdG6I0pxadrAQq-dWUuBVa7WQfUQe9ZtKZazUst7SKyRsQ9s92yCJUagQiMrQY1HTIdJKwXRFTQLFt-kX7nrKk4iZh1CJ27PkTD7JDdeOjVl5KkjH_h/s200/lujuria.jpg" width="133" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUJURIA. — ¿Quién soy yo, señor? Soy quien prefiere una pulgada de carne cruda a una carga de pescado frito, y la primera letra de mi nombre empieza con Lujuria.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. — ¡Fuera! ¡Al infierno, al infierno! (<i>Salen los pecados</i>.) ¿Te ha placido eso, Fausto?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — Gran sustento es para mi alma.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. — En el infierno, Fausto, hay toda clase de deleites.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — Me gustaría ver el infierno y volver. ¡Qué feliz sería yo entonces!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. — Lo lograrás. Hoy a medianoche mandaré a buscarte. Entre tanto toma este libro, hojéalo y adopta la forma que quieras.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — Muchas gracias, poderoso Lucifer. Guardaré esto con tanto cuidado como mi vida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">LUCIFER. — Adiós, Fausto, y piensa en el diablo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">FAUSTO. — Adiós, gran Lucifer. Vamos, Mefistófeles.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><blockquote><div style="text-align: center;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/6c9Xchl3-YQ?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></span></div></blockquote><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">He aquí la canción que les nombré al inicio. El intro traduce una parte (reducida) en la que Fausto dice lo siguiente: </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">''Lleva esta noticia al gran Lucifer: que Fausto, habiendo incurrido en la muerte eterna por sus desesperados pensamientos contra la divinidad de Júpiter, dice que quiere entregarle su alma al diablo, siempre que él le conceda veinticuatro años de vivir en medio de todas las voluptuosidades, teniéndote aquí siempre para asistirme, para darme cualquier cosa que pida, para decirme cualquier cosa que te pregunte, para matar a mis enemigos y ayudar a mis amigos y para ser siempre obediente a mi voluntad.''</span></div></blockquote>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-16902989011480108072011-07-11T15:43:00.000-07:002011-07-11T15:43:13.294-07:00El viyi - Nikolai Gogol<div align="justify"></div><blockquote><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Posiblemente el estilo de la narración y lo que en sí misma expresa no sea propiamente bizarro para esta época. Pero, para sus tiempos, y teniendo en cuenta que el siguiente cuento está basado en una leyenda popular; articulando además la crítica y el carácter satírico con el que se cuenta la historia y los personajes usados, encontramos en este texto algo más que una joya. Demos el honor el día de hoy al ucraniano Nikolai Gogol.</span></div></blockquote><div align="justify" class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6LmNZpade42R3DL20fwYHbxCyYtRkKuqKXZ6sAFOfHeyoU3CLIleSHMwyl_EfhY2HrQ7NDKiLmPoNacqBNdXDhic1sC3AQ3mg-O6DKvRRv1kZEwFPzekvA4v1Y58qKNMi-zil7S62_ZLK/s1600/200PX-%257E1.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6LmNZpade42R3DL20fwYHbxCyYtRkKuqKXZ6sAFOfHeyoU3CLIleSHMwyl_EfhY2HrQ7NDKiLmPoNacqBNdXDhic1sC3AQ3mg-O6DKvRRv1kZEwFPzekvA4v1Y58qKNMi-zil7S62_ZLK/s1600/200PX-%257E1.JPG" /></span></a></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Esta leyenda es la que les contaré ahora tal como la he oído, intentando hasta donde me sea posible no cambiar nada de la ingenua sencillez con que la escuché contar. </span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando por las mañanas tocaba la sonora campana que colgaba sobre la puerta cochera del seminario de Kiev, todos los estudiantes y los seminaristas acudían en tropel desde los distintos barrios de la ciudad. Aquel monasterio tenía alumnos de todas las clases: gramáticos, retóricos, filósofos y teólogos, llamados así según el nombre del curso en que estaban. Todos llevaban libros y cuadernos. Los gramáticos, que correspondían a las clases elementales, eran en su mayor parte chiquillos; siempre entraban corriendo, dándose empujones, y gritando con sus voces atipladas. Iban muy mal vestidos, y en los bolsillos de sus muy harapientos trajes llevaban todo tipo de fruslerías, como silbatos de pluma hechos por ellos mismos, huesos de cordero con las que jugaban muy a menudo a la taba, restos de empanadas o de cualquier otro alimento, y algún infeliz gorrión que muchas veces, de manera inesperada, rompía con su piar el silencio de la clase, siendo la causa de que su dueño recibiera un severo castigo, ya en forma de palmetazos, o de unos buenos azotes con una vara de cerezo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los retóricos eran un poco mayores que los gramáticos, y vestían de un modo más decente, puesto que llevaban trajes en mejor estado y a veces muy limpios. Sin embargo, sus rostros no carecían de adornos en forma de símbolo victorioso, ya fuera un ojo morado, algunos arañazos o algunos hinchazones de la misma procedencia. Las voces de los retóricos eran ya más de tenores.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Por lo que respecta a los filósofos, hablaban con voz de bajo. En sus bolsillos solamente se podía encontrar tabaco, pues no solían guardar restos de alimentos, ya que se los comían ávidamente en cuanto los tenían a su alcance. De ellos emanaba un olor característico a pipa y aguardiente; era un olor que se notaba desde tal distancia que los artesanos, cuando se cruzaban con ellos, olfateaban de igual modo que los perros de caza. En aquella hora tan temprana comenzaban a abrirse las puertas del mercado, y las vendedoras de buñuelos, de panecillos y toda clase de golosinas, jalaban a los estudiantes del vestido; como es de suponer, importunaban más a los que iban mejor vestidos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Señoritos, señoritos, vengan aquí! ¡Vean qué ricos buñuelos, qué tortas, qué pasteles! ¡Son de miel! ¡Una delicia! ¡Yo misma los he hecho! ‑pregonaba una de aquellas vendedoras.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Aquí están los buenos caramelos! ‑exclamaba otra, ofreciendo algo parecido a lo que pregonaba.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No le haga caso, señorito ‑intervenía una tercera‑. No le compre nada a esa mujerzuela. Fíjese usted en sus manos sucias y en su nariz manchada. ¡Venga aquí, señorito!</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Claro que estas bravatas sólo las dirigían a los más pequeños. No se atrevían con los filósofos ni con los teólogos, que sólo se acercaban “a probar" la mercancía, lo que por cierto lo hacían a manos llenas, sin el menor escrúpulo. Al entrar en el seminario cada uno se dirigía a su salón de clase. Eran aulas amplias, de techo bajo, pequeñas ventanas, grandes puertas y bancos llenos de manchas y marcas. En seguida se animaban con un extraño murmullo, y los estudiantes de años superiores comenzaban a preguntar a los alumnos. Por un lado, algunas vidrieras vibraban por la voz de tiple de un gramático; por otra, vibraban por la voz de bajo de un filósofo o de un teólogo que llenaba la clase con su monótono "bu, bu, bu...", al mismo tiempo que el cuidador, escuchando con indolencia la tarea, miraba de reojo para ver si algo asomaba por debajo de la mesa del bolsillo del alumno; un pedazo de buñuelo, de empanadilla, o de un simple panecillo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En las ocasiones en que todo aquel ilustre alumnado llegaba a las clases ante que sus maestros o sabía que comparecían más tarde de lo normal, se entablaba en las aulas un combate general en el que intervenían no sólo la totalidad de los estudiantes, sino también los mismos cuidadores, a los que se suponía encargados de garantizar en el seminario el orden y la moral de los estudiantes. Casi siempre eran dos teólogos los que se dedicaban a organizar los combates, resolviendo si cada clase peleaba por su cuenta o sí el combate se haría en dos grupos: los mayores contra los menores, los colegiales contra los seminaristas.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los gramáticos eran siempre los que iniciaban la lucha, pero apenas entraban en acción los retóricos, abandonaban el campo y se limitaban a seguir la pelea como simples espectadores desde algún sitio elevado. Después entraban a la batalla los filósofos, en cuyos rostros apuntaba ya la barba, y finalmente los teólogos, de cuellos fuertes y musculosos como los de un toro, que llevaban pantalón bombacho. Por regla general el combate concluía con la derrota de los filósofos, quienes abandonaban el campo frotándose sus adoloridas espaldas, para ir a refugiarse en su salón y sentarse en sus bancos a reponer fuerzas.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando entraba el maestro, que en su juventud también había participado en iguales peleas, en seguida deducía por las caras de los alumnos que el combate había sido tremebundo, y de inmediato procedía a castigarlos dándoles a los filósofos palmetazos en los dedos, mientras en otro salón un colega golpeaba a los retóricos en la palma de las manos. A los teólogos se les daba un tratamiento diferente: recibían una buena ración de guisantes, que así llamaban a los látigos que en la punta tenían bolitas de cuero.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los días festivos casi todos los estudiantes los pasaban en distintos antros de la ciudad, divirtiendo al público con representaciones no siempre muy convenientes, en las que aparecían personajes como Herodías o Pentefría, la virtuosa esposa de algún faraón. Por esos trabajos recibían un saco de mijo, medio ganso asado o unos cuantos metros de tela. Toda aquella docta gente, tanto los del colegio como los del seminario, que convivían en un tradicional ambiente de implacable antagonismo, era tan pobre que carecía de medios para alimentarse como es debido, y, en cambio, poseía un hambre feroz, no siendo posible, por lo tanto, calcular la cantidad de panecillos, buñuelos, o cualquier otra clase de alimento que serían capaces de comerse en un sólo día. De ahí que muchas veces la generosidad de algunos mecenas no fuera suficiente para evitar que soportaran un hambre canina.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando se encontraban en tal apuro se reunía el senado, compuesto de teólogos y filósofos, y decidían enviar varios grupos de retóricos y gramáticos, capitaneados por un filósofo y provistos todos de sus correspondientes bolsas, a hacer una incursión por los huertos próximos, y cuando regresaban, abundaban los pepinos, las calabazas y otras muchas hortalizas. Los senadores se hinchaban hasta tal punto de melones y sandías, que los profesores notaban ruidos anormales al día siguiente, los que provenían de las saturadas panzas de aquellos senadores. Tanto los busarcos como los seminaristas usaban unas levitas tan largas que al caminar casi se las pisaban. No obstante, lo más curioso de la vida de los discípulos eran las vacaciones, es decir, el tiempo que transcurre desde el mes de junio hasta el final del verano. Al llegar estas fechas los seminaristas regresaban a sus casas y los caminos se llenaban de teólogos, filósofos, retóricos y gramáticos. Los que no tenían familia se las arreglaban para pasar el verano en la casa de alguno de sus compañeros. Los teólogos y los filósofos, cuyos procedimientos e instrucción eran más elevados, se valían de ello para pasar las vacaciones como preceptores en la casa de alguna familia adinerada, recibiendo como remuneración final un par de zapatos o una levita nueva.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Todos salían juntos del seminario en tumultuoso tropel; comían y dormían en pleno campo y llevaban un saco como todo equipaje; dentro de él había una camisa y unos cuantos pares de calcetines. Los teólogos economizaban más que sus compañeros, por lo que andaban descalzos y con las botas al hombro, sobre todo si el camino era pantanoso; en este caso se subían los pantalones hasta las rodillas y caminaban así a través de los caminos llenos de lodo. Si durante su larga caminata encontraban alguna finca, iban hasta ella, se situaban debajo de las ventanas y entonaban una canción. Generalmente el propietario, que por lo común era un cosaco o un terrateniente, los escuchaba conmovido y después le decía a su esposa:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Oye, mujer, no tengo la menor duda de que eso que han cantado debe ser algo muy sabio. Dales algo de comer.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los sacos de los seminaristas se llenaban entonces de tocino, empanadas, incluso pollos asados, sin tener en cuenta que en los sacos había camisas y calcetines. Reforzados así de provisiones, reanudaban su camino. El tropel iba disminuyendo poco a poco, hasta que sólo quedaban los estudiantes cuyos hogares estaban más lejos. En una de estas ocasiones, durante una peregrinación de este tipo, tres busarcos se extraviaron al salirse de la carretera principal, y después de una larga caminata encontraron una apartada finca, a donde se dirigieron en busca de alimentos. Los sacos los tenían totalmente vacíos, y desde hacía bastante tiempo no probaban bocado. Los tres compañeros eran el teólogo Khaliava, el filósofo Jomá Brut y el retórico Tiberi Gorobez.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El teólogo era un muchacho de anchos hombros, fuerte, y con una costumbre bastante extraña; le era imposible ver cualquier cosa que tuviera al alcance de su mano sin metérsela al bolsillo. Se mostraba siempre taciturno y huraño, en especial cuando bebía más de la cuenta: entonces se escondía entre los matorrales, y era casi imposible que sus compañeros lo encontrasen. Jomá Brut, por el contrario, tenía un carácter alegre y afable. Le gustaba mucho fumar en pipa, y cuando se emborrachaba invitaba a los músicos y se ponía a bailar. En el seminario pertenecía al grupo que probaba a menudo una buena ración de guisantes, pero lo soportaba estoicamente, diciendo que nadie puede evitar lo que tiene predestinado.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El retórico Tiberi Gorobez todavía no alcanzaba el permiso para beber aguardiente, fumar en pipa y tener bigote. Aún llevaba el oseledez (una trenza en medio de la cabeza afeitada) y se consideraba que su carácter no estaba formado, a pesar de que por los cardenales y moretones con que aparecía en las clases, prometía ser un buen cosaco. El teólogo Khaliava y el filósofo Jomá Brut le daban frecuentemente unas buenas palizas como prueba de su protección, y lo utilizaban como mensajero. Comenzaba a oscurecer cuando los tres estudiantes se alejaron de la carretera principal. El sol había desaparecido en el horizonte y el aire conservaba todavía su calor estival. El teólogo y el filósofo fumaban sus pipas y Tiberi se dedicaba a tronchar con el bastón las flores que bordeaban el sendero, el cual serpenteaba entre los nogales y los robles que cubrían la llanura y su monotonía solo era rota por alguna colina redonda como las cúpulas de las iglesias. Algunos terrenos sembrados de trigo indicaban que en las cercanías había alguna aldea o por lo menos una hacienda.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero ya llevaban más de media hora caminando sin ver señales de algún pueblo. Entretanto, la noche había avanzado con tal rapidez que únicamente se veía en la lejanía una estrecha franja de cielo iluminada por una débil luz crepuscular.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Qué extraño es todo esto! ‑dijo el filósofo Jomá Brut‑. Me imaginé que estábamos cerca de una finca o de una aldea, pero no se ve nada que se lo parezca.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El teólogo, al escuchar a su compañero, miró hacia el horizonte, y siguió fumando tranquilamente.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al rato el filósofo sentenció:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Juraría por todos los demonios que no hay nada a la vista que parezca una aldea.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ahora el teólogo respondió secamente sin quitarse la pipa de la boca:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Si seguimos caminando, a algún sitio llegaremos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La noche había cerrado ya por completo; debe decirse que era una de las más oscuras, y las nubes, apiñadas en el cielo, no daban la menor esperanza de que brillara la luna o las estrellas. Sólo en ese momento los tres compañeros reconocieron haber perdido el camino y estar totalmente perdidos. El filósofo, después de mirar detenidamente alrededor, dijo:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No logro ver el camino.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al cabo de un rato, como si lo hubiera estado pensando, el teólogo repuso:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Es muy fácil perderlo en una noche tan oscura como esta.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El retórico subió a una pequeña cuesta con el fin de encontrarlo, pero a pesar de que se puso a gatas buscando con mucho cuidado, sus manos sólo tropezaban con madrigueras de zorros o con arbustos. Se hallaban en medio de la inmensa estepa, por donde parecía que jamás hubiera pasado alguien. Cansados, caminaron otras leguas más, sin encontrar las huellas del camino. El filósofo comenzó a lanzar gritos, pero su voz se perdía en la inmensa llanura. Al cabo de un rato oyeron un lejano gemido muy parecido al aullido de un lobo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué vamos a hacer ahora? ‑preguntó el filósofo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué otra cosa podemos hacer si no es pasar la noche en medio del campo? ‑contestó el teólogo, volviendo a encender su pipa.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero su decisión no fue del agrado del filosofo, acostumbrado a comer cuando menos un buen pedazo de tocino y medio kilo de pan antes de acostarse; ahora tenía el estómago terriblemente vacío y haciendo toda clase de ruidos. Por otra parte, a pesar de su carácter alegre, estaba aterrado por su miedo a los lobos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No, amigo Khaliavna; eso no es posible ‑repuso‑. No estoy de acuerdo en que nos tumbemos en el suelo como si fuéramos perros sin comer algo antes. Sigamos un poco más y tal vez encontremos alguna finca en la que podamos beber un vaso de vino antes de dormirnos.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al oír la palabra vino, el teólogo, escupiendo, dijo:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Por supuesto, eso es lo que necesitamos. Resulta muy despreciable pasar la noche en medio del campo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y los tres siguieron andando. Por suerte para ellos, no transcurrió mucho tiempo antes de que oyeran el lejano ladrido de unos perros, y dirigiéndose hacia allí no tardaron en ver unas luces.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Una finca, les juro que es una finca! ‑gritó el filósofo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y lo era. Ante ellos había una finca de sólo dos casitas, rodeada toda ella por una cerca. Las ventanas tenían luz y frente a ellas había una docena de melocotoneros y un patio lleno de carros, que los tres viajeros miraron a través de las estacas de la cerca. Mientras tanto, el cielo se había despejado un poco y se veían brillar algunas estrellas.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Tenemos que avivarnos, compañeros, y sea como sea conseguir un lugar donde pasar la noche ‑ordenó el filósofo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Acto seguido los doctos varones llamaron a la puerta, golpeándola con todas sus fuerzas.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Eh, abran, abran!</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al abrirse la puerta de una de las casitas, vieron parada en el umbral una vieja envuelta en un grueso abrigo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Quién anda ahí? ‑preguntó tosiendo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">-Somos tres caminantes que en esta noche tan oscura no hemos perdido. Déjenos entrar. Sólo queremos pasar aquí la noche.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Pero quienes son? –volvió a preguntar la anciana.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Gente de paz y honrada: el teólogo Khaliava, el filósofo Brut y el retórico Gorobez;</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No, no es posible ‑refunfuñó la vieja‑; el patio está lleno de gente y todos los rincones de la casa están ocupados. No me queda sitio donde se puedan meter, y al ser los tres tan grandes podrían derrumbarme la casa. Además sé que todos los colegiales son unos borrachos y no quiero recibir a esa clase de gente. De modo que ¡fuera de aquí!</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Por Dios, abuelita, ten piedad de nosotros. No dejes morir a unos buenos cristianos libres de toda culpa. Que nos castigue Dios si hacemos algo malo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La anciana pareció conmoverse un poco, y después de un rato les dijo:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Bueno, está bien, los dejaré entrar. Pero que conste que los separaré y los pondré en distintos sitios para así estar más tranquila.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Haz lo que creas mejor. Tú mandas y nosotros te obedecemos.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Les abrió el portón del cerco y los tres colegiales entraron en el patio.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Escucha, abuela ‑dijo el filósofo desde atrás de la anciana‑; no sé cómo explicarlo, pero sucede que a nuestros estómagos les ocurre algo muy raro. Desde ayer no hemos probado el menor bocado, y ellos se han dedicado a hacer ruidos y parecen estar completamente vacíos...</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Eso ya es mucho pedir ‑gruñó la vieja‑. No hay nada preparado y no me voy a poner a estas horas a prender el horno.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Nosotros te lo pagaríamos mañana en dinero constante y sonante ‑dijo el filósofo, añadiendo en voz baja: "Te juro que nada recibirás, vieja del cuerno”.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Está bien, está bien, pasen, pero confórmense con lo que se les da y después que el diablo se los lleve.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sus palabras entristecieron al filósofo Jomá, pero de repente se animó grandemente pues su fino olfato había percibido olor a pescado salado. Inquieto miró por todos lados y de pronto vio salir la cola de un pescado por uno de los bolsillos del anchísimo pantalón del teólogo. Al astuto Khaliava le habría sobrado tiempo y ocasión para extraer de un carro del patio una magnífica parca. Y como eso lo había hecho siguiendo su inveterada costumbre, se olvidó de él y se puso a buscar algo que poder meterse al otro bolsillo, aunque sólo fuese un trozo de rueda abandonada. Y conociendo esa distracción, el filósofo Jomá pudo sacarle el pescado del bolsillo sin el menor remordimiento y tan fácil como si hubiera sido unos de sus propios bolsillos. La vieja fue enseñando a cada uno su lugar; al más joven lo metió en una casucha; al teólogo en una despensa, y al filósofo, llevándolo al corral, en uno de los establos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Apenas quedó solo, el filosofo se tragó con un gran gusto la parca, revisó casi en oscuras las paredes del establo y le dio una patada a un cerdo que se había despertado y que andaba perezosamente. El muchacho se había echado ya sobre la paja tratando de dormir, cuando se abrió la puerta y apareció la vieja.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div></span><blockquote style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><div align="justify"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Tolstói, aunque incluyó El Viyi en las lecturas recomendables entre los 14 y los 20 años, lo calificó como uno de esos textos que causan una impresión enorme. Muchos años después, el crítico norteamericano Edmund Wilson, calificó a Gógol como el más grande escritor de cuentos que son a la vez de horror y de problemas psíquicos o morales (comparándolo con Poe, Hawthorne y Melville), y calificó a El Viyi como «un cuento de vampiros, uno de los más terroríficos especímenes de su clase jamás escrito». (<span style="color: #0e774a;"><a href="http://www.miedoteca.com/2010/04/el-viyi-de-nikolai-gogol.html">www.miedoteca.com/2010/04/<b>el-viyi</b>-de-nikolai-<b>gogol</b>.html</a>)<span class="gl"></span></span></span></div></blockquote><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué buscas, abuelita? ‑le preguntó sorprendido el filósofo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Como única respuesta, la vieja, abriendo los brazos se acercó a él con claras intenciones con un ademán que descubría claramente sus intenciones sexuales.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Óyeme, abuelita ‑dijo el filósofo rechazándola‑, estamos en la Santa Cuaresma, y, aunque me entregaran mil monedas de oro, no sería capaz de cometer un pecado.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero el brillo de los ojos de aquella vieja demostraba que su explicación no la detendría. El filósofo sintió miedo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Márchate! ‑gritó‑. ¡Vete de aquí y déjame en paz!</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y al decir esto se levantó de un salto a fin de escapar del establo, pero la vieja le cerraba el paso. Intentó atropellarla con su carrera, y de pronto sintió aterrorizado pues ni sus brazos ni sus pies le obedecían; incluso la voz se le ahogaba en la garganta. El corazón le latía con tal fuerza que parecía a punto de estallarle dentro del pecho.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Se quedó asombrado y en el acto vio que la vieja cogía una escoba a manera de látigo; después le saltó a los hombros y lo obligó a llevarla como si fuese un caballo. Todo esto ocurrió con la rapidez del rayo. El filósofo se sujetó las rodillas intentando detener sus piernas, pero resultó inútil: no le obedecían, y comenzaron a saltar y a correr a la misma velocidad que el mejor caballo circasiano. En menos tiempo del que se tarda en decirlo, se hallaron en el exterior de la finca; después galoparon a campo abierto y luego por un bosque tan negro como el carbón. Sólo entonces entendió lo que le sucedía: ¡estaba en poder de una bruja!</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div></span><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div></span><div align="justify" class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf58saDILqwlIJife0nvb3LvMsus86aY4CqPyuBU6FYfNZFPiymGIWOlIhFcw83WbWoFn4Wz8M5gAjNBODIfq_9ZvFKfyT1tcjtaYZ8dg3dv8X0CKQgbLqZX-pxOdkO_Mvh4euP1oUZ9Zp/s1600/vlcsnap-127906.png" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="240" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf58saDILqwlIJife0nvb3LvMsus86aY4CqPyuBU6FYfNZFPiymGIWOlIhFcw83WbWoFn4Wz8M5gAjNBODIfq_9ZvFKfyT1tcjtaYZ8dg3dv8X0CKQgbLqZX-pxOdkO_Mvh4euP1oUZ9Zp/s320/vlcsnap-127906.png" width="320" /></span></a></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Apareció la luna, y con su plateada y misteriosa luz comenzó a iluminar la campiña, apareciendo ante sus ojos los bosques, el campo, las colinas, como paisajes de sueños. Las sombras que los arbustos y los árboles proyectaban parecían colas de negros cometas abalanzándose sobre la tierra. Pero lo más sorprendente era que el filósofo no notaba el azote del viento, como habría sido lógico sentirlo dada su fuerza. La noche era cálida, casi asfixiante. Jomá Brut, al soportar sobre sus espaldas el peso de tan extraño jinete, experimentaba un agobio desconocido hasta entonces y una rara sensación de languidez. Si miraba a sus pies, veía la hierba totalmente cubierta por una capa de rocío de una maravillosa transparencia, co- mo si la tierra fuera el fondo del mar; su tersa superficie reflejaba la imagen del filósofo con la bruja sobre sus hombros.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En aquella límpida superficie aparecía también reflejado el luminoso disco de la luna, e incluso creía oír sonidos emitidos por las silvestres campanillas azules al agitarse. Finalmente vio deslizándose sobre las aguas a una esbelta y hermosísima ondina, de cuerpo marmóreo, como si estuviera formado por los rayos de la luna. La ondina lo miraba con ojos brillantes y profundos, con una mirada que penetraba en su corazón como un finísimo dardo, y otra ondina también se deslizaba por la superficie, cantando, y otra se alejaba sonriéndole.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">¿Era sueño lo que sus ojos contemplaban o era realidad? Una dulce y extraña melodía, penetrante como un silbido, lle- gaba hasta sus oídos.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"¿Pero qué me está ocurriendo?", se preguntaba el filósofo sin dejar de galopar.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jomá Brut sudaba y al mismo tiempo sentía un indecible placer. Su corazón latía con inusitada violencia, que él intentaba mitigar apretándose el pecho con las manos. Después tuvo miedo. Comenzó a recordar las oraciones que había aprendido, y procuró escoger las que creía más eficaces para alejar a los demonios. Después de haberlas recitado sintió un gran alivio, como si un reconfortable frescor le hubiera recorrido todo el cuerpo. Le parecía que sus piernas se movían con menos agilidad y que la vieja estaba menos segura sentada sobre sus hombros. La misma tierra iba aproximándose, y al igual que la luna y las estrellas, recobraba su aspecto natural. "Espera, maldita vieja, vas a ver ahora", se dijo el filósofo comenzando a recitar una plegaria.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Gracias a esto, y aprovechando el momento más conveniente, consiguió liberarse de la vieja y, sin perder tiempo, saltar sobre su espalda. Y ahora le tocó a la vieja galopar con tanta velocidad que al filósofo le costaba mucho sujetarse, y respiraba con gran dificultad. La tierra corría bajo sus pies, pero todo con aspecto bien visible y natural, como si la tuviera en la palma de la mano. Cabalgando sin detenerse sobre la bruja, agarró un leño que vio en el camino y golpeó a la vieja con todas sus fuerzas. Ella lanzó horrendos gritos, furiosos y amenazadores; después se convirtieron en gemidos más débiles, más amables, mas puros, y finalmente calmados, apenas audibles, que paulatinamente se fueron convirtiendo en una melodía que ablandaba el alma, con extrañas notas, como entremezcladas con argentinos sonidos de campanillas de plata. Al filósofo le parecía imposible que una voz como aquella pudiera salir de la garganta de una vieja.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Oh, ya no aguanto más! ‑exclamó al fin, y cayó rendida al suelo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los primeros rayos de la aurora empezaban a aparecer y allá a lo lejos se oía el tañido de las campanas de la iglesia de Kiev, la de doradas cúpulas. El filósofo se incorporó y al buscar con la vista para tratar de saber dónde se encontraba, se dio cuenta, con extraordinaria sorpresa, de que a sus pies, en el suelo, yacía una hermosa joven con los exuberantes cabellos en desorden; de bellos y grandes ojos con pestañas tan largas como flechas. La joven gemía de un modo apenas perceptible, y tendió hacia él sus blancos y torneados brazos, y lo miraba con los ojos arrasados en llanto. Jomá Brut comenzó a temblar y a hablar sin saber lo que decía, y se sintió invadido por una extraña emoción y timidez que nunca había sentido. Después tuvo miedo y el impulso a alejarse con rapidez de ahí. Como loco, corrió velozmente, con toda la rapidez que deban sus piernas, hacia la ciudad de Kiev, que veía a lo lejos, y en pocos minutos ya estaba en ella. Su corazón latía como loco y él no podía explicarse el nuevo sentimiento que lo había embargado. En la ciudad no quedaba un solo estudiante, todos se habían marchado, dispersándose por las granjas y las aldeas vecinas, puesto que en ellas podían encontrar siempre, y sin que les costará un centavo, alimentos de toda clase: pasteles, empanadas, queso, mantequilla... En cambio, en el viejo seminario, también vacío de estudiantes, el filósofo no consiguió ni un mísero mendrugo, ni un pedazo de tocino, ni nada que poder llevarse a la boca, a pesar de que buscó y rebuscó por todas partes, hasta en los más ocultos rincones, allí donde los estudiantes solían esconder sus provisiones.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sabía que no podía perder ni un segundo, y que le era necesario espabilarse. Jomá Brut, sin pensarlo dos veces, se dirigió de inmediato al mercado, donde comenzó a pasear y después a dar vueltas en torno a una joven viuda a la que hacía guiños y bromas. La viuda vendía perdigones, pólvora, ruedecillas, cintas... Nuestro joven filósofo se vio aquel mismo día ante una mesa muy bien provista de pollo, empanadillas y cuanto podía imaginar. Gracias a la amabilidad de la amable viuda que lo atendía en un jardín rodeado de cerezos. Al anochecer lo vieron en la taberna. Echado sobre un banco, descansaba fumando en su pipa como de costumbre, y ante la mirada de todos los presentes le pago al viejo judío dueño de la bodega, con una moneda de oro. Antes se había bebido el buen filósofo una botella del mejor vino y contemplaba alegremente a los que entraban y salían. Al parecer había olvidado por completo la aventura que acababa de vivir.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Mientras tanto, por la ciudad había comenzado a circular el comentario de que la joven hija del centurión más rico de la comarca, que tenía su finca a cincuenta leguas de Kiev, había regresado de un paseo por el campo totalmente golpeada, destrozada a golpes; no se sabía quién la había maltratado de esa manera. La joven sólo logró reunir fuerzas a fin de regresar a su casa para morir en ella. Cuando ya sospechaba que la muerte se acercaba, la pobre muchacha tuvo tiempo de expresar su última voluntad: quería que cuando muriese, durante tres días y tres noches seguidas rezara ante su ataúd un seminarista de Kiev llamado Jomá Brut.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Fue el mismo rector del seminario quien se interesó en informar del caso al filósofo; lo mandó llamar y después de recibirlo en sus oficinas, le ordenó que sin pérdida de tiempo se pusiera a las órdenes del centurión, quien lo llamaba con urgencia a su casa y ya había enviado a buscarlo a unos criados y un coche. El filósofo lanzó un profundo suspiro; tenía un fatal presentimiento, aunque le habría sido imposible explicarlo, y contestó que se negaba rotundamente a ir.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Escúcheme, dómine Jomá ‑dijo el rector, que a veces trataba a sus alumnos con mucha amabilidad‑: aquí nadie le está preguntando si quiere o no quiere ir. El caso es que si no obedece en el acto le haré dar una paliza con una vara verde de abedul como para que no se levante en una semana.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando escuchó estas palabras, el filósofo bajó la cabeza sin decir una palabra y confiando en la velocidad de sus piernas por si encontraba una oportunidad para escaparse del problema en que se encontraba. Bajó las escaleras cabizbajo y meditabundo, y al llegar al patio, bordeado de grandes álamos, se detuvo bajo las ventanas de la oficina del rector al oír las últimas órdenes que éste daba a su secretario y a uno de los emisarios enviados por el centurión:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Dele las gracias de mi parte por los huevos y la harina, y dígale que los libros que me ha pedido se los enviaré cuando mis escribientes hayan terminado de copiarlos. Dígale también que he sabido que por su finca pasa un río en el que se pescan muy buenos peces, abundando el sabroso esturión. Que me envíe alguno pues los que venden en el mercado son muy malos y caros... Entonces, espero... Y tú, Evtuj, invita a los emisarios del centurión unas cuantas copas de aguardiente. Ah, y no se olviden de amarrar muy bien al filósofo, que a la menor oportunidad tratará de escaparse.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Diablos ‑pensó Jomá Brut‑, este viejo no tiene un pelo de tonto!</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En seguida vio el carro que le esperaba: era tan grande que lo comparó con un cobertizo sobre ruedas, pues tenía aproximadamente las dimensiones de un horno de cocer ladrillos. Sin embargo, aquel tipo de carro era muy común entre los judíos que en grupos de cincuenta llegaban de Cracovia en busca de ferias donde vender sus mercancías. Al lado del carromato estaban seis o siete corpulentos cosacos. Por sus vestimentas dejaban saber que su amo era un hombre muy rico. Las singulares cicatrices que tenían en la cara probaban que habían participado en algún combate, y seguramente de forma gloriosa.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Lo que está escrito tiene que cumplirse”, se resignó el filósofo. Después se encaminó a donde estaban los cosacos:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Buenos días, compañeros.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Buenos días, señor filósofo.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿De modo que haremos el viaje juntos? Este es un magnifico coche; aquí dentro cabría una banda de música, y hasta hay sitio para ponerse a bailar –comentó el filósofo mientras se sentaba.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Sí, es cierto –le contestó uno de los cosacos, sentándose en el pescante, al lado del cochero, quien, al sobrarle el tiempo para empeñar su sombrero en la taberna, se cubría la cabeza con un trapo. Los otros cosacos se sentaron al lado del filósofo, acomodándose encima de los sacos llenos de las mercancías compradas en el mercado.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Sería interesante saber –trató de conversar el joven filósofo‑ cuántos caballos son necesarios para tirar de un carro como éste, cargado, por ejemplo, de sal o de clavos.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Supongo que varios ‑contestó uno de los cosacos después de pensar un poco y suponer que con su respuesta ya no tendría ninguna obligación de hablar con el filósofo a lo largo de todo el camino.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lo que quería el filósofo era que le diesen detalles sobre la personalidad del centurión hacia cuya casa se dirigían. Quería saber sobre su carácter, sus costumbres y, sobre todo, algunos detalles de aquella hija que agonizaba después de regresar toda golpeada de un paseo por el campo y con cuya vida y muerte se entrecruzaba ahora su destino. Pero ningún cosaco se tomó la molestia de responderle, callados como piedras, con la pipa en la boca y durmiendo a ratos.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sólo uno de ellos le habló a gritos al cochero:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Oye, Overko, no te vayas a olvidar de parar y despertarnos a todos cuando lleguemos a esa taberna que hay en el camino.</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y apenas acababa de decir esto cuando sus ronquidos retumbaron en todo el coche. Pero no había la menor necesidad de hacer esta advertencia, pues unos metros antes de llegar frente a la taberna, todos despertaron y gritaron a coro:</span></div><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Alto!</span></div><span style="color: black;"><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero hasta los mismos caballos estaban ya tan acostumbrados que sin que tuvieran que ordenárselo se paraban en cuanto olfateaban que estaban frente a una taberna. Este era un día del mes de julio y caía un sol a plomo, pero ninguno de los cosacos flojeó en el momento de saltar del carro para entrar en el pequeño y mísero tabernucho, cuyo dueño, un viejo judío, se puso muy contento al verlos, pues ya los conocía de anteriores visitas. De inmediato les sirvió en una de las mesas unas enormes salchichas, y desapareció en el acto por evitar presenciar la manera en que se comían la carne de cerdo, prohibida rigurosamente por el Talmud. Cuando todos estuvieron sentados, les pusieron delante grandes vasos de aguardiente y comenzó la gran fiesta, a la que ni tonto ni perezoso se agregó también el filósofo. Y siguiendo la costumbre ucraniana de llorar, besar y abrazarse unos a otros al beber, llegó un momento en que parecía que las cuatro paredes de la taberna lloraban y bebían con ellos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Oye, Spirid, ven aquí, que quiero darte un beso.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Ven acá, Doroch, que tengo ganas de abrazarte.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y uno de los cosacos, el de más edad, un individuo con mucha barba y un bigote gris muy espeso, se llevó los brazos a la cabeza y empezó a llorar desesperadamente porque era huérfano y no tenía a nadie en el mundo. El compañero que tenía al lado lo consolaba diciéndole:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No llores, camarada; ¡qué le vamos a hacer! Sólo Dios sabe lo que nos conviene.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jomá Brut tenía al lado al cosaco llamado Doroch, que como era muy pero muy curioso, empezó a hacerle preguntas, demostrando un especial interés por la filosofía.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Me gustaría saber qué les enseñan en el seminario y si es lo mismo a lo que el sacristán nos lee siempre en la iglesia.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No me hagas esas preguntas –le respondió el filósofo‑. Únicamente Dios lo sabe todo, y siempre sucede lo que Dios quiere.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No, no espera. Quiero saber lo que dicen esos libros que ustedes estudian. Quizá no sea igual a lo que nos leen el sacristán y el diácono.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Por Dios, déjame tranquilo. ¿Qué necesidad tenemos de hablar de todo esto, si ya te digo que es imposible que podamos cambiar algo? Siempre sucederá lo que tenga que suceder.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Pues yo quiero saberlo. Y además quiero ingresar en el seminario. ¿Qué te parece? ¿Crees que me enseñarán todo?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Déjalo tranquilo de una vez ‑le dijo el cosaco que tenía cerca, mientras dejaba caer la cabeza pues ya no se podía sostener sobre los hombros-¿Es que no entiendes lo que te dicen…?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los demás cosacos estaban ya más que borrachos y discutían entre ellos, criticaban a sus amos, y cada uno exponía sus razones sobre el brillo y el caminar de la luna.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al darse cuenta de cuál era la situación y del estado en que se encontraban sus custodios, el filósofo empezó a preparar su fuga. Lo primero que hizo fue hablar con el viejo cosaco que lloraba porque era huérfano y estaba solo en el mundo:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué necesidad hay de llorar, amigo? También yo soy huérfano, los dos somos igual de desdichados. Déjame que me vaya. ¿Para qué me quieren aquí?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Por supuesto ‑contestaron los otros‑. Dejemos que el muchacho se vaya a donde quiera.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ya tenía el permiso de los cosacos para escaparse e incluso querían acompañarlo un trecho del camino, cuando el cosaco interesado en la filosofía se opuso rotundamente a que se vaya, diciéndole a sus amigos:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑De ninguna manera. Tengo mucho de que hablar con él sobre el seminario; quiero ir a estudiar.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">De todas maneras le hubiera sido imposible huir al filosofo, aún si no se hubiera opuesto el cosaco que quería estudiar en el seminario, pues le parecía que la taberna tenía tantas puertas que hubiera sido incapaz de elegir la correcta por donde salir. Sólo cuando anocheció se dieron cuenta aquellas buenas gentes de que debían continuar su camino. Subieron al carro y mientras el cochero trataba de ir con la máxima velocidad, los cosacos se pusieron a cantar sin que hubiera manera de saber qué es lo que cantaban. Durante horas tuvieron que empeñarse en reencontrar el camino, pues a pesar de que lo conocían como si fuera la palma de su mano, se perdieron. Al encontrarlo, después de bajar por una acentuada pendiente, entraron a un valle. El filósofo vio entonces una larga empalizada a ambos lados del camino y dentro de la cerca, algo tapadas por los árboles, los techos de un buen número de casas. Era la aldea propiedad del centurión.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Muy avanzada ya la noche, en el cielo se predominaban las nubes, y sólo en algunos claros se veía el brillo de las estrellas. En ninguna de las casas había luz. Al entrar en un gran patio rodeado de casitas y pajares, fueron recibidos por los ensordecedores ladridos de una manada de perros. En el centro, justo al frente mismo de una gran puerta cochera, y de mejor apariencia y tamaño que las demás, había una casa que debía de ser la del centurión. El carro se detuvo frente a una casucha medio desmoronada que quizá fuese un granero o un pajar. Los cosacos, cada uno por su lado, se fueron a dormir. El filósofo quiso recorrerlo todo, ir por los alrededores y examinar la casa señorial, pero su estado de ánimo le hizo desistir. Tenía la sensación de que la casa era un enorme oso, y el humo negro que salía de la chimenea le recordaba al rector del seminario. Haciendo un gesto de fastidio, decidió irse también a dormir en el lugar que le habían señalado. Al día siguiente, al despertarse, vio un inusitado movimiento de gente: durante la noche, la hija del centurión había fallecido.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los criados corrían abrumados de trabajo de un lado a otro del pueblo, y fuera de la cerca se apiñaban los curiosos que querían enterarse de lo que estaba ocurriendo. El filósofo se dedicó a ver cómo era y qué había en la propiedad donde había pasado la noche. Primero examinó la casa del dueño, no muy grande e igual a las que en otros tiempos se construían en Ucrania. El tejado tenía un sobretecho de paja y en lo alto de la fachada había una ventana; varias enredaderas con flores de colores muy vivos subían por las paredes. Los cimientos de la casa estaban construidos con troncos de roble. Y unos peldaños subían hasta la puerta, la cual tenía un banco a cada lado.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Algo más lejos se levantaban unos cobertizos y delante de la casa, un peral, cuya sombra llegaba hasta la entrada. Desde la casa hasta las cocheras había graneros y cobertizos donde se guardaban los instrumentos de labranza. En una pared estaba pintado un cosaco bebiendo a caballo, con un letrero que decía: "Yo sólo me lo beberé todo". En las paredes restantes se habían pintado pipas, tambores, caballos y diversas frases alusivas al vino y a los cosacos. "El vino es la alegría de los cosacos”.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Junto a las puertas cocheras, dos viejos cañones montaban la guardia. Según todos los indicios, el propietario era muy amante de las juergas, y el patio se llenaba con frecuencia de grandes bebedores. En el exterior del patio, dos molinos tendían sus aspas al cielo. Al otro lado de la casa había un jardín, y más allá de los árboles seguramente varias casitas, por el humo de chimeneas que se veía elevar en el horizonte. El poblado estaba en la falda de una colina hasta cuyo pie llegaba el límite de la finca del centurión. En una ladera de la colina había dos casitas, una de ellas casi oculta por las ramas de un manzano, cuyos frutos, cuando caían, rodaban hasta el patio del centurión. Un estrecho sendero que pasaba por la finca serpenteaba desde la cumbre hasta la casa. Y ahora, al examinar en pleno día el angosto y abrupto camino por donde habían llegado, el filósofo se dijo que los caballos del dueño debían ser muy inteligentes o los cosacos que lo llevaron tendrían el cerebro de hierro para no tener miedo de rompérselo en un viaje tan peligroso como el que hicieron, y todos borrachos al máximo, y pasando por lugares muy propicios para que un carro se despeñase con todos sus ocupantes dentro.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al mirar en dirección contraria, un risueño paisaje tuvo ante él. Desde donde estaba se veía casi todo el poblado, que aún parecía estar durmiendo a pesar de que el sol lo acariciaba ya, y podía distinguir en la lejanía varias fincas y alguna aldea, dando la impresión de que se encontraban muy cerca unas de otras, a pesar de que entre ellas mediaban leguas de estepa. Una colina descendía hasta el Dniéper, cuya tersa y refulgente superficie se destacaba en la lejanía como si fuera una faja de plata.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Qué sitio tan agradable ‑pensaba el filósofo mientras contemplaba aquel panorama‑. Cómo me gustaría vivir aquí, pasar el tiempo pescando en el río o en esos estanques y lagos tan azules, o cazando en el bosque vecino o en la pradera, donde es probable que abunden las perdices. ¡Qué bonitos huertos! Cómo disfrutaría dedicándome a recoger frutos, secarlos y preparar aguardiente, pues no tengo dudas de que sería muchísimo mejor que el que venden en las tabernas... Y sin embargo tengo la obligación de hacer lo imposible para escaparme de aquí cuanto antes..."</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Mientras se entretenía con estos pensamientos, su mirada se fijo en un sendero que había más allá de la cerca, escondido entre los matorrales que la rodeaban. Se dirigió hasta allí con mucha cautela, saltó la cerca y empezó a andar como si fuese de paseo, pero con el propósito de llegar hasta las primeras casas del poblado. Y sólo dio unos pocos cuando sintió que caía sobre sus hombros una pesada mano; al volverse vio que era el viejo cosaco que había llorado en la taberna porque era huérfano.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Estás en un gran error, señor filósofo, si piensas que vas a poder huir de aquí. Nosotros nos encargaremos de impedirlo. Además todos los caminos están vigilados. Regresa a la casa y anda a saludar a nuestro amo, que te está esperando.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑De acuerdo –contestó Jomá Brut resignado‑. Llévame allá y con mucho gusto lo saludaré.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Acompañado por el cosaco, entró en una estancia en cuyo centro había una tosca mesa y varias sillas. Allí estaba sentado el centurión, con los codos sobre la mesa y la cabeza apoyada en las manos. Se le veía muy triste y abatido. Tendría alrededor de cincuenta años, pero se habría podido calcular muchos más; la profunda tristeza que reflejaba su palidez era un claro anuncio que para él se habían acabado las diversiones. Cuando los dos visitantes entraron en la habitación, el centurión alzó la cabeza, se levantó y correspondió con un breve saludo a las corteses reverencias del filósofo y del cosaco.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Quién eres tú, de dónde vienes, cuál es tu profesión, buen hombre? ‑preguntó con amabilidad el centurión.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Soy un seminarista de Kiev y me llamo Jomá Brut.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Quién es tu padre?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No lo sé, excelentísimo señor.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Y tu madre?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑También lo ignoro, excelencia; tampoco sé su nombre aunque lógicamente tendría que llamarse de algún modo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El viejo centurión se quedó un momento pensativo, y después preguntó:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Dónde y cuándo conociste a mi hija?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No la conozco, no hablé nunca con ella, ni con ninguna de esta aldea, y si he de decirle la verdad, y sin intención de ofenderle, le aseguro que tampoco está entre mis deseos conocerla.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Entonces, ¿qué explicación puede haber para que mi hija, antes que a cualquier otro, te nombrara precisamente a ti para rezar ante su ataúd?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No existe la más mínima explicación ‑contestó el joven filósofo encogiéndose de hombros‑. Sin embargo, tengo entendido que es normal que las personas de elevada alcurnia sean bastante caprichosas y que algunos de sus deseos sean a veces tan difíciles de explicar. El proverbio dice: "A tus amos les debes obediencia", y yo estoy dispuesto a obedecer sin más comentarios ni explicaciones.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Señor filósofo ‑dijo el centurión levantando la voz‑, creo que no dices la verdad.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Le juro, excelencia, que no miento.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Ah, si mi hija no hubiera muerto tan pronto...! Con tiempo ella podría haberme explicado todo, pero no tuvo tiempo. Sólo pudo decirme con apagada voz de agonizante: "Haz que busquen en Kiev a un seminarista llamado Jomá Brut. Él es quien debe rezar ante mi ataúd durante tres días y tres noches y rogar por el eterno descanso de mi alma." Y agregó: "Él es el único que conoce mi pecado." Y acto seguido mi querida palomita dejó de existir. Esta es la causa de que no pueda hasta ahora entender lo que me quiso decir con esas sus últimas palabras. ¿Será, acaso, buen hombre, que tú eres famoso por tus buenas obras y por tu piedad, y ella las conocía?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Quién? ¿Yo? ‑exclamó sorprendido el seminarista‑. ¿Yo, un santo? Si precisamente hace pocas horas he cometido un gran pecado al comer dulces en las vísperas del Jueves Santo. Sólo soy un miserable pecador...</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Pues aún lo comprendo menos… Pero sea como sea, deberás cumplir al pie de la letra la última voluntad de mi pobre hija. Prepárate para cumplir tu tarea y satisfacerla.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Excelencia, si me lo permite, voy a hacer una objeción ‑repuso el filósofo‑. Es evidente de que cualquiera que sepa leer es capaz de cumplir fielmente esos deseos. Pero pienso que sería más conveniente que esta misión la llevase a cabo un sacerdote, o al menos un diácono, pero no un simple seminarista como yo. Ellos están preparados para cumplir con esos oficios. Además, por otra parte, yo tengo muy mala voz y mi aspecto...</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Podrás decir lo que quieras y hasta es posible que tengas razón, pero es obligatorio que cumplas la última voluntad de mi desdichada hija. Si la cumples exacta y escrupulosamente, te daré una espléndida recompensa, pero si te lo haces mal o con desgana, tendrás que sufrir las consecuencias de tus actos. Te aconsejo que no me desobedezcas.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estas últimas palabras las dijo en un tono que el infeliz seminarista comprendió muy bien.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Vamos! ‑exclamó el centurión.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Entraron en la cámara mortuoria, pero antes, Jomá Brut se detuvo un momento para sonarse con su colorido pañuelo, y después siguió adelante con firme resolución. El aposento estaba bellamente adornado con un tapiz chino de color carmesí. Debajo de los iconos, en un rincón, estaba el cadáver, cubierto con terciopelo azul bordado de oro. Cuatro antorchas cuya luz se confundía con la del sol alumbraban su rostro. Al principio el joven filósofo no logró ver su cara porque el padre estaba inclinado sobre ella. El viejo centurión, como si su hija pudiera oírle, le dijo:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Por mucho que sienta tu muerte, mi querida palomita, más doloroso me resulta no saber quién ha sido el culpable, quién es el que ha truncado tu vida justo en el momento en que deberías comenzar a disfrutar de tu juventud y conocer las delicias que tendrías. Si supiera quién es el autor de tan miserable villanía, te aseguro que nunca más volvería a ver a sus padres ni a sus hijos: ordenaría su muerte y haría arrojar su cadáver en medio del campo para que se lo comieran los buitres y los perros. ¡Cómo me duele y me atormenta pensar que mientras yo soportaré lo que me queda de vida llorando con desesperación hasta perder la vista, mi enemigo disfrutará de la vida y se burlará de mi infortunio!</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Luego calló, ahogándose su voz en conmovedores sollozos que enternecían a los que lo rodeaban. Después de un largo silencio, el filosofo tosió como pre- parando la voz, y el viejo centurión le indicó el sitio en el debería estar, en la cabecera del túmulo, donde ya estaba instalado un atril con varios libros.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Bueno ‑pensó el filósofo, resignándose‑, tres días pasarán en seguida, y quizá recibiré unas cuantas monedas de oro."</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Volvió a toser, y situándose frente al atril, comenzó la lectura sagrada sin preocuparse de lo que pudiera suceder en torno suyo y menos aún de la difunta. Al poco tiempo el padre salió del aposento, y el filósofo aprovechó el momento para dejar el libro y mirar el rostro de la muerta.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Una horrible impresión le estremeció: delante de él yacía una mujer de una deslumbrante belleza, una belleza como nunca habría podido imaginar que existiera. La muchacha yacía como si estuviera viva. La muerte no había desfigurado los finos trazos de su rostro. Su cutis era lozano y blanco como la nieve, y sus cejas, negras como la noche, estaban suavemente delineadas sobre sus ojos cerrados. Sus finas y largas pestañas se inclinaban sobre sus pómulos y se hubiese dicho que ocultaban indefinibles anhelos. Incluso sus labios conservaban todavía el color del rubí; parecía que quisieran sonreír, que prometiesen una inefable felicidad.</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div align="justify"><br />
</div></span><div align="justify" class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVCFP6U_GeLT9YE89NNgNY8hAGqE_ucP6S2ux9cmws-lKXEuoSiry2-ndiigPE7e8U1uABQTI63j7lGK7dksKDRXDVcFPNPujwptpV6AbJ6JFlFysr6k3JXyXpw-KnHOsimBt3tXBLbwfW/s1600/imagesCA1QSPS3.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" m$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVCFP6U_GeLT9YE89NNgNY8hAGqE_ucP6S2ux9cmws-lKXEuoSiry2-ndiigPE7e8U1uABQTI63j7lGK7dksKDRXDVcFPNPujwptpV6AbJ6JFlFysr6k3JXyXpw-KnHOsimBt3tXBLbwfW/s1600/imagesCA1QSPS3.jpg" /></span></a></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sin embargo, algo extraño e inexplicable se notaba en aquel rostro. Era algo que atravesaba el corazón como una flecha, algo que hería en lo más profundo del alma, que producía la misma sensación que si de repente alguien entonara en una alegre fiesta un canto fúnebre. De repente creyó reconocer a esa mujer tan bella; pero, ¿dónde y cuándo la había visto?</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">“¡Ah!... –casi grito el filósofo, palideciendo‑. ¡Es la bruja…!</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y temblando de pies a cabeza empezó a recitar sus oraciones.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ya no le cabía la menor duda. Tenía ante él a la bruja, y además fue él quien la mató al golpearla tan fuerte con el leño. Al atardecer se llevaron el cadáver a la iglesia. El filósofo tuvo que agregarse al cortejo fúnebre, siendo de los que llevaban a hombros el ataúd cubierto de terciopelo y con cintas negras. Delante de él iba el centurión, quien también ayudaba a llevar a su querida hija a su última morada. La iglesia, toda de madera, se veía en un estado ruinoso, a pesar de que para esta ocasión la habían recubierto de musgo y ramas verdes; el triste edificio estaba en las afueras del poblado y elevaba hacía el cielo sus tres cúpulas. Debido a su total abandono, hacía ya mucho tiempo que no se oficiaba en ella, pero ahora todos los altares estaban alumbrados con cirios. El féretro fue colocado en el centro de la nave, delante del altar mayor. El centurión se arrodilló devotamente y durante un tiempo estuvo rezando; luego besó la fría frente de su hija y salió del templo con toda la servidumbre, habiendo previamente encargado al mayordomo que el filósofo fuera bien atendido y que después de la cena se le volviera a llevar al lado del féretro.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al llegar a la casa, todos los criados pusieron las manos sobre la estufa, siguiendo la antigua tradición de los ucranianos cuando han visto a un muerto. El feroz apetito que tenía el filósofo le permitió olvidar durante un largo tiempo todo lo referente al entierro, incluso la insoslayable obligación de tener que pa- sar tres noches seguidas en la iglesia. La servidumbre no tardó en reunirse en la cocina, que en la casa del centurión era como si fuese el aposento principal, como un centro en el que sobre todo a la hora de comer se reunían todos los habitantes de la finca, incluyendo incluso a los perros, que iban a la caza de huesos y mendrugos. Siempre que un nuevo personaje entraba o salía de la finca, no podía faltar la obligada visita a la cocina, pues era el sitio más adecuado para conversar un rato, enterarse de alguna novedad, fumar una pipa y descansar en un banco. Los criados solteros, la mayoría de ellos cosacos, pasaban en la cocina todo el tiempo que podían, ya fuera echados sobre los bancos, y a veces también debajo, o en cualquier otro sitio en donde pudieran dormir a pierna suelta sin que nadie los molestara.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Todos eran muy despreocupados y solían olvidar algo en la cocina: el gorro, el látigo, o bien el perro que les seguía. Pero cuando la cocina estaba más concurrida era a la hora de la cena. Entonces aparecían, además de los habituales, todos los que debido a sus ocupaciones, como cocheros, pastores, etc., no podían acudir durante el día a conversar. Era en esas reuniones cuando más se soltaban los ánimos, e incluso los más serios y taciturnos se mostraban locuaces y comunicativos. Casi siempre el tema giraba sobre lo más trivial de la vida: el abrigo que se había comprado Fulano, el gorro que había perdido Mengano, y otros chismes similares. Pero también alguna vez les daba por temas de más serios, como, por ejemplo, sobre lo que hay debajo de la tierra, o sobre la temporada en la que aparecen los lobos, etc. Todas las conversaciones eran alegradas con bromas y juegos de palabras, a las que la lengua ucraniana se presta de un modo tan admirable.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jomá Brut se sentó con los demás alrededor de la mesa que, por ser verano, la habían situado al aire libre, enfrente de la puerta de la cocina. Al rato llegó una mujer con la cabeza cubierta con un pañuelo rojo, llevando una enorme cazuela que la puso en medio de la mesa. De inmediato, por turno, cada quien sacaba del bolsillo una cuchara de madera o unos palillos, y se servía lo que se le antojaba. Satisfecho el hambre, comenzó la conversación de todas las noches, que esta vez como es de suponer, se dedicó a la difunta hija del amo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Pero, ¿es verdad que la señorita se relacionaba con el mismísimo diablo en persona? ‑preguntó un pastor que llevaba un camisón tan profusamente adornado con medallas y botones que parecía un tenderete de chucherías.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿De quién hablas? ¡Ah, de la hija del amo! ‑dijo Doroch, un cosaco ya conocido por el filósofo‑. Pues sí, era una bruja de carne y hueso, puedo jurarlo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Vamos, hombre; no te pongas a decir tonterías –contestó un cosaco que acostumbraba suavizar las situaciones tirantes‑. Además, este no es un asunto nuestro y no debemos meternos en lo que no nos importa.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero Doroch tenía ganas de hablar y no quiso darse por vencido, sobre todo por haber estado en la bodega, acompañando al que tenía las llaves, y haber probado el contenido de varias cubas.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Cómo van a ser tonterías si yo mismo le serví de cabalgadura en muchas ocasiones. ¡Juro que es cierto!</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Dime –volvió a preguntar el pastor, que estaba muy interesado en el tema‑, ¿hay alguna señal que permita saber si alguien es o no es una bruja?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Ninguna, y cualquier cosa que se haga es inútil; ni las oraciones sirven.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Estás equivocado, amigo mío ‑dijo el que siempre quería calmar los ánimos‑. Hay ciertos sabios, a quienes Dios les ha concebido especiales dotes de inteligencia, que han dicho que las brujas se distinguen porque tienen un pequeño rabo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Para mí, todas las mujeres viejas son brujas ‑dijo un cosaco.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Idiota! ‑gritó la vieja que en aquel momento ponía otra cazuela sobre la mesa.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El viejo cosaco llamado Yavtuj y apodado Plica, sonrió satisfecho al ver que había herido la vanidad de aquella mujer. El pastor, celebrando la broma, soltó una carcajada tan estruendosa que pareció el mugido de cualquiera de sus vacas.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La conversación le interesó a Jomá Brut, y le preguntó al cosaco que tenía al lado:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Me gustaría saber por qué sospechan que la señorita era una bruja. ¿Alguna vez le hizo daño a alguien?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑De todo hubo en su vida –le contestó uno que tenía la cara tan aplastada que parecía una pala‑. Nadie se ha olvidado de lo que le ocurrió al pobre Mikita.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué le ocurrió? ‑preguntó el filósofo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Espera, yo te lo contaré ‑exclamó Doroch.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No, no, lo contaré yo –intervino uno que se llamaba Spirid.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Bien, bien, que sea Spirid el encargado de contarlo! –aprobaron todos.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Tú, señor filósofo ‑comenzó diciendo Spirid.-, probablemente no has conocido a nuestro Mikita. ¡Qué hombre era Mikita! Era el encargado de cuidar los perros de caza. En eso era un maestro; conocía a sus perros mejor que a su mismo padre. El que después ocupó su puesto, Nicolás, ese que está allí sentado, no vale absolutamente nada comparado con él. Sí, es verdad que algo sabe, pero no le llega a Mikita ni a la suela de sus zapatos.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Empiezas bien, Spirid ‑interrumpió Doroch, aprobando con la cabeza.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Mikita ‑continuó Spirid‑, descubría a las liebres en menos tiempo que el necesario para encender una pipa. Lanzaba al caballo y gritando “¡eh, "Valiente!” o “¡aquí, "Veloz"!, las alcanzaba siempre en un instante.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Y qué buen bebedor era! Se bebía una cubeta de un solo trago.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Pero en un día comenzó a mirar a la señorita de una manera especial. No se sabe si él fue quien de forma natural se enamoró de ella, o si fue ella la que lo embrujó valiéndose de diabólicas artes. Lo cierto es que de un día para otro, Mikita sólo vivía para ella, sólo pensaba en ella, y estaba tan loco que daba pena.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Y qué pasó? ‑preguntó Doroch, impaciente.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Espérate, hombre ‑continuó Spirid‑. Siempre que la señorita le miraba, parecía un verdadero pelele. Las riendas de los caballos se le caían de la mano, se equivocaba de nombre al llamar a los perros, y ya ni podía montar bien a caballo. Un día que estaba en la cuadra limando los cascos de los caballos, la señorita se le acercó y le dijo:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Mikita, permíteme poner mi piececito sobre tu cabeza.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No sólo un pie, señorita –le respondió feliz y aún arrodillado-, si se sube sobre mis hombros seré el hombres más feliz del mundo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Entonces ella se le subió a los hombros, y apenas él pudo ver sus pies, pequeñitos, bien torneados y blancos, ya estaba embrujado.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Con cada mano agarró las piernas desnudas de la joven, se levantó y de inmediato se sintió transformado en caballo. Sin poder hacer nada por evitarlo, salió corriendo al campo y tardó bastante tiempo en regresar. Nadie sabe dónde estuvieron ni qué hicieron, y ni el mismo Mikita pudo explicarlo. Lo único que se sabe es que volvió cansadísimo y con los ánimos por los suelos. Desde entonces comenzó a adelgazar y quedó como una espátula. Un día entraron en el establo varios de nuestros compañeros buscándolo, y no lo encontraron. En lugar del desgraciado Mikita, encontraron un montón de cenizas y un cubo de agua. Así desapareció el pobre... ¡Y qué hombre que era! Al terminar Spirid la historia, todos se pusieron a comentar el suceso y pusieron a Mikita por las nubes, alabando cada uno de sus méritos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Y no has oído hablar de lo que le pasó a una tal Chepchija? –le preguntó Doroch a Jomá Brut.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No, nunca.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Ya veo que en el seminario no les enseñan gran cosa. Bueno, te lo contaré yo. En nuestra aldea vive un cosaco llamado Cheptun; es un buen cosaco, a pesar de que tiene la mala costumbre de robar y de mentir sin razón alguna. Vive muy cerca de aquí. Bien, pues una vez nuestro buen cosaco se sentó a cenar con su mujer, la Chepchija, como la llamaban todos. Al terminar fueron a acostarse, pero como era en pleno verano y hacía mucho calor, ella se quedó a dormir en el patio, y él se tumbó en un banco, dentro de la casa... No, no; fue al revés: ella en la casa y él en el patio.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Tampoco fue así ‑dijo entonces la cocinera‑. Chepchija no se acostó en un banco; se acostó en el suelo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y al decir esto se paró, mirándolos con aire triunfal a todos.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Doroch le dirigió una despectiva mirada, y le dijo:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No seguirás en esta postura cuando te levante las faldas para darte unos buenos azotes.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Su amenaza surtió efecto, pues la vieja no volvió a abrir la boca en toda la noche, dejando a Doroch seguir con su re- lato.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑En la cuna que colgaba en el centro de la habitación había un niño de un año. No sé si era un niño o una niña, pero eso es lo de menos. La Chepchija se despertó a medianoche y creyó escuchar algo como si fueran los aullidos de un perro y también como si rascara con las uñas la puerta de la casa. Se asustó mucho, pues era tonta de remate, como todas las mujeres, pero se armó de valor y dijo: "Me levantaré, abriré la puerta y le pegaré un palazo..." Y cogió un palo, abrió la puerta y ya le iba a arrear un golpe al perro, cuando éste la esquivó y d un salto se metió dentro de la cuna. Al darse la vuelta, Chepchija se quedó más pálida que un muerto. En lugar del perro, vio delante de ella a la señorita. Y no habría sido tan horrible si la señorita se le hubiera presentado en su forma natural, tal como nosotros la veíamos. Su rostro era de un color azulado, casi negro, y sus ojos despedían chispas. De inmediato se lanzó sobre el niño, lo sacó de la cuna, le clavó sus dientes de loba en la garganta, y se puso a chuparle la sangre…</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Chepchija lanzó un grito desgarrador y quiso huir para pedir auxilio, pero la puerta estaba cerrada. A la pobre no se le ocurrió otra cosa que subir las escaleras hasta la buhardilla, y se encerró allí, llorando a mares. Poco después la bruja entró en la buhardilla y empezó a morderla y arañarla. Cuando clareó el día, el marido regresó y la encontró totalmente desangrada, y en que estado se hallaría que al día siguiente murió. Ya ves, señor filósofo, qué cosas pasan en nuestro pueblo. No está bien que te contemos estas cosas de nuestros amos, pero tampoco estaría bien que calláramos la verdad.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y sonriendo, miró orgulloso a todos y encendió con parsimonia su pipa.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sin perder un segundo, todos comenzaron a hablar del suceso, cambiando detalles y añadiendo otras; uno aseguraba haber visto a la bruja acercándose a su casa y esconderse convertida en un haz de heno; otro que decía que un día le robó una pipa o un gorro; otro que juraba que sabía de muchos casos en que la bruja les había cortado las trenzas a las muchachas, o les chupó la sangre hasta dejarlas medio muertas. Después de tanto hablar, alguno comentó que ya era muy tarde y todos comprendieron que había llegado la hora de acostarse y dormir. Unos se acomodaron en la cocina, otros en el granero o en el patio...</span></div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><div align="justify"><br />
</div></span><div align="justify"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span><span style="color: black;"></span><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Nosotros, señor filósofo, tenemos que acompañarte hasta la iglesia.</span></div><blockquote><div align="justify"><span style="color: black;"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Nikolai Gogol fue hijo de cosacos, almas impertinentes, libres, altivas... La confrontación de extremos, tan propia del carácter ruso. El cosaco es el hombre noble, valeroso, pero también el hombre conquistador y alcohólico... En las grandes estepas, las canciones suenan, sobre timbres de terciopelo y notas suaves, pero también con la voz del ebrio, sobre la sangre de un campo de batalla. (</span><a href="http://www.martincid.com/Autores/gogol.php"><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://www.martincid.com/Autores/gogol.php</span></a><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></span></div></blockquote><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y los cuatro, es decir, el cosaco interesado en las brujas, Doroch, Spirid y el seminarista, salieron rumbo a la iglesia, y en el camino tuvieron que asustar a muchos perros que intentaron atacarles.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jomá Brut, a pesar de sentirse ligeramente animado gracias a unos cuantos tragos de aguardiente que había tomado, notaba que aumentaba su nerviosismo a medida que se acercaban a la iglesia, por cuyas ventanas se lograba ver la débil luz de los cirios. Los relatos que había escuchado durante la cena lo pusieron aún más nervioso y estaba ahora muerto de miedo. No tardaron en llegar a un paraje en que el bosque era más claro, y detrás de la empalizada se veía a la vieja iglesia completa. Jomá Brut se despidió de los cosacos, quienes le preguntaron si la cena no le había resultado muy pesada, le desearon buenas noches y se fueron después de revisar que las puertas de la iglesia quedaran bien cerradas, tal como se les había ordenado. Cuando el filósofo se vio solo, lo primero que hizo fue bostezar, después toser y, antes de empezar el compromiso que le habían impuesto, repasó otra vez el interior de la iglesia.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En el centro estaba el féretro, cubierto de paños negros; al lado había unos cirios que iluminaban tenuemente los iconos cercanos y dejaban al resto de la nave en la más completa oscuridad. Las ennegrecidas paredes demostraban claramente la vejez del templo. Los marcos de los altares y de las hornacinas de los iconos estaban rotos o agrietados, y ya no tenían el primitivo brillo. También las imágenes estaban desfiguradas, y parecía que miraban con tristeza la ruina que había a su alrededor.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Nada de lo que hay aquí es capaz de aterrorizarme ‑se dijo el filósofo, intentando vencer el susto y darse ánimos‑. De afuera nadie puede venir a molestarme, pues las puertas están cerradas de forma totalmente segura, y en cuanto a los espíritus, me defenderé de ellos con oraciones que les ahuyentarán si tratan de hacerme algún daño."</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al acercarse al féretro vio que en una mesita lateral había muchos cirios.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Me vendrán muy bien -pensó. Los encenderé, y así me quedaré aún más tranquilo. Lo único que siento es que en la iglesia no se pueda fumar."</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Encendió los cirios y los distribuyó por todos los rincones y en especial junto a las imágenes sagradas; en un dos por tres, la iglesia quedó totalmente iluminada. Sin embargo, en la parte alta, en vez de disminuir la oscuridad, se sentía más densa, y daba la impresión de que los santos mirasen con más gravedad desde sus viejas hornacinas. Una vez más se acercó al ataúd para contemplar el rostro de la difunta, pero retrocedió y cerró los ojos pues aquella hermosura le fascinaba. Pero una fuerza misteriosa le obligó a abrirlos y, venciendo sus temores, volver a contemplar aquel rostro de sobrenatural belleza. Un nuevo estremecimiento, esta vez más profundo, volvió a recorrer su cuerpo. En aquel rostro no se veía nada que fuera propio de un cadáver: ni la más pequeña mancha, ni la más leve deformación. Y aunque tuviera los ojos cerrados, daba la impresión de que lo estaban mirando... Por un instante se imaginó ver que una lágrima brillando en el ojo izquierdo, detenida por las largas pestañas. Y, en efecto, era una lágrima, que después, al deslizársele por la mejilla, se transformó en una gota de sangre.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Aterrorizado, retrocedió unos pasos, agarró rápidamente el libro de plegarias y comenzó a leer en voz muy alta, casi gritando. El eco de las sagradas palabras era lo único que resonaba en aquel recinto en el que durante tanto tiempo había reinado el silencio. Su propia voz le sorprendía. Al mismo tiempo pensaba, intentando darse ánimos:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"¿Por qué razón debo tener miedo? A ella le es imposible levantarse, puesto que los textos sagrados que recito se lo impiden. Descanse en paz. Y luego, ¿no soy yo también un cosaco? Sin duda esas extrañas cosas que se me presentan se deben a que he bebido más de la cuenta."</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ya más tranquilo, llegó a la conclusión de que si estaba prohibido fumar en la iglesia, no lo estaba disfrutar del rapé. "¡Qué buen tabaco es éste” -se dijo tras un estornudo. Y siguió leyendo pero sin lograr tranquilizarse del todo. Algunas veces miraba de soslayo el féretro pensando, por sus temerosos presentimientos, que la muerta no solo era capaz de levantarse, sino hasta de salir del ataúd. Pero el silencio era total, la difunta seguía inmóvil y los cirios iluminaban la iglesia. A pesar de todo, no podía liberarse de aquel misterioso temor.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Para tranquilizarse empezó a cantar en voz alta los textos sagrados, pero sin dejar de mirar alguna que otra vez el féretro, como si se preguntase cuándo iba a suceder lo que temía, y pensando en la forma en que podría defenderse. Algunas veces interrumpía el rezo y quedaba todo en silencio, pero no había el menor ruido que turbase el silencio. No se escuchaba el correr de las ratas, ni cantaban los grillos, ni el roer de la carcoma en la madera. Lo único que se oía era el continuo gotear de la cera cayendo de los cirios.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Pero estoy seguro que se levantará..." -pensó Jomá Brut.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y en ese mismo instante vio horrorizado cómo la muerta levantaba la cabeza. Al seminarista los ojos se le salían de las órbitas, se los restregó, después se los limpió con un pañuelo, pero la visión, en lugar de desvanecerse, era cada vez más terriblemente real. Acto seguido, la muerta se incorporó del todo, salto del ataúd y con rígida solemnidad se puso a caminar con los brazos abiertos, como si fuera a agarrar a alguna persona invisible. Un instante después comenzó a dirigirse hacia él...</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El seminarista, temblando de puro miedo, trazó con los dedos un gran círculo sobre el polvo y empezó a decir oraciones que le había enseñado un monje que durante toda su vida estuvo dedicado a ahuyentar espíritus malignos y derrotar a brujas. La difunta llegó hasta el borde del círculo pero, para alivio del seminarista, le resultaba imposible traspasarlo. Por más intentos que realizaba, era evidente que sus esfuerzos eran inútiles.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Incluso Joma tuvo la impresión de que con sus intentos de agarrarlo, el rostro de la difunta se oscurecía, y empezaba a adquirir la apariencia de que llevaba ya muchos días muerta. Su aspecto era cada vez más horrible; abrió desmesuradamente la boca, enseñando sus espantosos dientes, y luego movió los ojos, pero resultaba evidente que sus ojos no veían, que estaban muertos, y finalmente, después de amenazarlo con un dedo, regresó al féretro y se tendió en él. Apenas el filósofo había logrado tranquilizarse, cuando vio que el ataúd se elevaba por sí solo y, con un espantoso silbido, de puso a volar a lo largo y ancho de la iglesia, produciendo un viento huracanado. Varias veces se dirigió ha- cia él como un bólido, pero siempre se detenía al llegar al círculo sagrado con que Jomá Brut estaba protegido. Sabiéndose seguro, el filósofo siguió rezando.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Después de dar algunas vueltas más, el ataúd regresó a su lugar; ahora el rostro de la muerta tenía una extremada lividez y había adquirido un repugnante tinte verdoso. Y en ese momento se oyó el lejano canto de un gallo, y el paño negro cayó violentamente sobre aquel cuerpo diabólico, cubriéndolo en su totalidad. El corazón de Jomá Brut latía con fuerza y un frío sudor caía de su frente; sin embargo, el canto del gallo le dio ánimos, y decidió continuar rezando hasta que amaneciera totalmente. Cuando asomaron los primeros rayos de la aurora, se abrieron las puertas de la iglesia y entraron a reemplazarle el sacristán y su ayudante, el viejo Javtuj.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ya en la finca, el filósofo se tendió sobre una cama, pero le costó mucho conciliar el sueño. Sin embargo, rendido de cansancio y nervios, se durmió hasta la hora de comer, quedándose con la impresión de que todo lo que había visto durante la noche no había sido más que una terrible pesadilla. Para ayudarlo a recobrar totalmente sus fuerzas, le sirvieron un vaso de aguardiente, y al sentarse a la mesa tenía tan grande apetito que se comió casi un lechón entero. A pesar de que varias veces los cosacos le hicieron preguntas sobre cómo había pasado la noche, no dijo una palabra de cuanto había sucedido y solo con medias palabras les reveló que había advertido algo raro. El seminarista era uno de esos individuos que cuando tienen el estómago lleno se muestran de lo más eufóricos y optimistas. Se había quedado cómodamente recostado en el banco de la cocina, fumando su pipa y escupiendo a menudo sobre el suelo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Después se fue a dar un paseo por la aldea, y se hizo amigo del primero que encontró, y tanta era su euforia, que de una casa tuvieron que echarlo y en otra una muchacha le dio unas buenas bofetadas por haber insistido en exceso en saber la calidad de la tela de la blusa. Pero a medida que la noche se iba acercando, el optimismo y la euforia de Jomá Brut aumentaba a galope tendido. Antes de la hora de cenar, la servidumbre solía reunirse en el patio trasero y distraerse con varios juegos, uno de los cuales consistía en que después de competir arrojando palos, el vencedor, el que los lanzaba más lejos, montaba sobre los hombros del vencido, quien debía llevarlo a cuestas como si fuera un caballo.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Este juego era muy divertido, sobre todo para los espectadores, y aún más divertido cuando le tocaba al gordinflón del cochero cabalgar sobre el flaquísimo pastor, quien apenas podía sostener a su voluminoso jinete. Otras veces era Doroch quien se subía a los hombros del gordinflón, y parecía un buey. Los criados de más campanillas contemplaban el espectáculo desde la puerta de la cocina y se mostraban impasibles cuando todos los espectadores se reían a mandíbula suelta por haberse caído alguien al suelo, o por haber soltado Spirid una de sus palabrotas. El filósofo se negó terminantemente a participar en aquel juego. Un solo pensamiento le obsesionaba y, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, no dejaba de torturarle. Ni siquiera en el transcurso de la cena logró vencer o reducir el creciente temor, y la preocupación lo iba invadiendo a medida que la noche seguía su curso.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Bueno ‑le dijo al fin un cosaco‑, ya comienza a ser hora de irnos. Doroch y yo iremos contigo a la iglesia.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Acompañaron al seminarista hasta la iglesia, y lo encerraron como en la noche anterior. Cuando se sintió solo, un espantoso terror se apoderó de él. Examinó todo lo que ya antes había visto; el féretro en el centro de la iglesia, las tristes imágenes de los santos, los oscuros rincones sumidos en un silencio profundo y sepulcral...</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Bien ‑pensaba, tratando de tranquilizarse‑, como todo esto ya lo he visto una vez, supongo que la segunda me sorprenderá menos que la primera. Es muy posible que a fuerza de acostumbrarse llegue uno a perder el miedo."</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Abrió el libro y se puso a leer, no sin antes encerrarse en el círculo mágico para protegerse del poder de las tinieblas. Estaba decidido a continuar rezando, sin prestar atención a cuanto pudiera suceder en torno suyo. Durante una hora entera fue lo único que hizo. Después comenzó a sentirse cansado. Constantemente tosía para aclararse la voz. Queriendo agarrar un poco de rapé, se sacó la tabaquera del bolsillo y, sin darse cuenta, miró hacia el ataúd. En ese instante su cuerpo fue bañado por un frío sudor, y su corazón casi dejó de latir. El cadáver estaba ya frente al círculo mágico y lo estaba mirando con sus ojos vidriosos. No atreviéndose a moverse, el joven filósofo volvió la vista al libro y reanudó la sagrada lectura recitando al mismo tiempo varias oraciones contra las brujas. Mientras rezaba, oía el ruido que hacían los dientes del infernal monstruo al temblar de rabia, y se imaginaba los movimientos que estaría haciendo para atraparlo. Pero al mirarle de refilón, se calmó al comprobar que la muerta lo buscaba por otro sitio, ya que el círculo mágico lo convertía en invisible para la bruja...</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El cadáver, enfurecido, rugía sin cesar y gruñía palabras ininteligibles que producían un ruido como el del alquitrán en ebullición. A pesar de no poder comprender el significado exacto de las palabras, sabía que contenían amenazas terribles y que la bruja invocaba a seres extraños. En seguida, como resultado de aquellas palabras, la iglesia fue invadida por un gran torbellino, parecido al que causaría una bandada de aves persiguiéndose. Jomá Brut vio cómo muchos de aquellos diabólicos monstruos chocaban contra los cristales de las ventanas, mientras otros arañaban las paredes queriendo entrar en la iglesia, pero hasta ese momento no lo habían logrado. El filósofo cerró los ojos y continuo rezando sin detenerse, hasta que oyó en la lejanía el aleteo de un gallo y al poco rato su sonoro canto matutino. Jomá Brut interrumpió sus rezos y dio un suspiro de alivio.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los que fueron a buscarle aquella mañana lo encontraron medio muerto, apoyado contra un muro y la mirada llena de miedo. Lo levantaron y agarrándolo por las axilas lo ayudaron a caminar pues apenas lograba mantenerse en pie. Al llegar a la finca pidió una copa de aguardiente, se lo bebió de un trago y después de arreglarse con la mano el cabello en desorden, miró a todos y dijo:</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Es horrible que en nuestra tierra sucedan este tipo de cosas. Hasta es posible que... –y haciendo una mueca de desesperación dejó la frase sin concluir.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Todos los que lo rodeaban lo miraban sorprendidos y escuchaban sus palabras con temor. Incluso un infeliz muchacho a quien los cosacos lo mandaban a realizar toda clase de faenas para ahorrarse ellos la molestia de hacerlas, lo miraba atónito.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pasó entonces cerca de ellos una mujer aún joven que siempre iba vestida con unas ropas tan ceñidas y una falda tan estrecha que eran una constante provocación para todos. Empeñosamente coqueta, solía adornarse los cabellos con los adornos más extravagantes, a veces, incluso, hasta se colocaba papelitos pintados en varios colores. Era la ayudante de la cocinera.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Buenos días, Jomá –le dijo al filósofo, con una amable sonrisa, pero después, con una mueca de terror, le dijo‑: Pero, ¿qué te ha ocurrido? Tienes los cabellos completamente blancos.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Pues es verdad! –repitieron todos los presentes-. ¿Cómo es posible que no nos hubiéramos dado cuenta antes? Si tienes la cabeza igual a la del viejo Javtuj.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al escuchar estos comentarios, el seminarista corrió a la cocina, donde había visto un espejo muy sucio y manchado por las moscas, pero adornado con una guirnalda de flores, demostración de que era el utilizado por la coqueta ayudante de la cocinera.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al lograr verse en el destartalado espejo, se horrorizó al verse con los cabellos tan blancos como los de un anciano. Jomá Brut anonadado pensó: "Hasta aquí hemos llegado! Ahora mismo voy donde el centurión para decirle toda la verdad, y comunicarle que me niego rotundamente a continuar los rezos en la iglesia y que me envíe en ese mismo instante a Kiev." Y, sin volver a pensarlo, se dirigió casi a las carreras a la casa del centurión.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Lo encontró, igual que la vez anterior, sentado frente a la mesa, con la cabeza hundida entre las manos. Su aspecto era mucho más triste y deprimido, y estaba tan demacrado y pálido (sin duda por no comer nada durante aquellos días) que el seminarista se quedó muy impresionado.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Buenos días, señor filósofo ‑le dijo el centurión al verle aparecer y detenerse en la puerta con el gorro en la mano‑. ¿Cómo te va tu trabajo? Supongo que lo cumples al pie de la letra.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No sé cómo podría decirlo, excelencia, pero he visto allí tantas cosas..., cosas diabólicas..., que poco ha faltado para agarrar el gorro y salir corriendo de la iglesia.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué estás diciendo?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Es la pura verdad, señor. La hija de su excelencia era una... Por supuesto que analizando las cosas con lógica es preciso tener en cuenta que era de noble estirpe. Sin embargo...</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Termina de una vez! ¿Qué pretendes decirme?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Pues por lo visto, resulta que tenía tratos con el mismísimo diablo... Y ésta es la razón de que se produzcan tan extraños fenómenos cuando leo ante su féretro los textos sagrados.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Esto es un motivo más para que continúes leyendo. Ahora comprendo mejor porque mi querida palomita tenía tanta preocupación por la salvación de su alma.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Como quiera su excelencia, pero yo ya no puedo aguantar más.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Qué dices? Tú continuaras con la lectura tal como te lo he ordenado. Además, piensa en que ya sólo te queda una noche, y al rezar y leer los textos sagrados estás cumpliendo con tu deber de buen cristiano, y además recuerda que serás espléndidamente recompensado.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Aunque me prometiera montañas de oro ‑contestó el seminarista en tono firme‑, me negaría rotundamente a seguir leyendo y rezando en la iglesia.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Al oír esta respuesta el centurión contesto con mayor severidad:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Mira, señor filósofo, jamás tolero que alguien me hable así. En el seminario quizá te estén permitidas estas faltas de respeto, pero aquí no. Puedes tener la seguridad de que si resuelvo castigarte lo haré mil veces mejor que el rector. ¿Conoces un látigo que tiene unas bolitas de cuero?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Lo conozco señor, y sé que en grandes dosis no tiene nada de agradable.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Lo que no sabes es que ese látigo lo manejan muchísimo mejor mis servidores que los del seminario ‑concluyó el centurión, con voz enfurecida‑. Cuando mi gente lo emplea, después de una buena tanda recurren al aguardiente, y si el azotado aún se resiste, reanudan el trabajo hasta cantar victoria. Conque ve con Dios y acaba de cumplir con tu deber. Si no lo haces así, te aseguro que en tu vida volverás a dar un paso. Pero si cumples tu deber como es de ley, te daré mil monedas de oro.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"Esto sí que es hablar claro ‑pensó el seminarista al salir‑. Está visto que este hombre no admite bromas. Pero yo no soy menos listo que él. Mis piernas correrán más que las de sus perros."</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jomá Brut estaba decidido a huir, costase lo que costase. Para llevar a cabo sus planes, escogió la hora de la siesta, cuando los trabajadores y los criados están en el pajar o en las eras durmiendo a pierna suelta y roncando estruendosamente.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando llegó la tan esperada hora, incluso el reverendo Javtuj se hallaba tumbado en un rincón y roncaba con igual entusiasmo que los demás. El seminarista aprovechó la ocasión para salir al jardín, pues sabía que desde allí le sería mucho más fácil escapar hacia el campo sin que nadie le viera. El jardín se hallaba en el abandono total. Lo cruzaba un único sendero que llegaba hasta un pajar y más allá empezaba una tupida vegetación con algunos árboles frutales, plantas de cereales de varias clases y plantas trepadoras que protegían con una especie de techo verde lo que llamaban el "jardín". Este se encontraba rodeado por una empalizada y tras ella habían unos matorrales que nunca se habían molestado en levantar y ya no había guadaña que pudiera con ellos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cuando Jomá Brut se vio fuera de la empalizada, sintió que el corazón le latía con fuerza; temblaba y respiraba como una liebre que se ve libre del acoso de los perros. Además tenía la sensación de que las matas se le prendían de sus largos faldones impidiéndole todo movimiento. Cuando comenzaba a respirar con cierto sosiego, oyó que alguien le gritaba:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Eh, tú! ¿Adónde vas?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El seminarista se escondió entre los matojos y después echó a correr, tropezando con las plantas o con las raíces de los árboles, cayendo y levantándose y asustando en su huida a topos y a más de una alimaña.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pasando los matorrales había un bosque en el que Jomá Brut creyó que estaría seguro. Según sus cálculos, al otro lado del bosque estaría el camino que lo llevaría a Kiev. Con esa idea se internó en el bosque, donde abundaban las plantas espinosas, en las que fue dejando trozos de sus ropas como demostración de su osadía. Después llegó a un barranco de fondo arenoso por el que se deslizaba un arroyo de transparentes aguas, en cuyas orillas se bañaban las raíces de los álamos y de los sauces crecidos a los bordes. Agotado, se arrodilló al borde del cauce y bebió largamente. "Qué agua tan buena. Aquí descansaré un rato."</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero de inmediato desechó su propósito por considerarlo imprudente. "Es mejor que siga corriendo."</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Sin embargo, apenas se puso de pie vio frente a él al impasible Javtuj. "Vaya con este diablo; siempre me he de tropezar con él. Si pudiera te arrearía unas cuantas trompadas y te tiraría al agua, viejo maldito”, pensó, pero no se atrevió.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Has dado un gran rodeo, señor filósofo ‑le dijo Javtuj‑. Hubiera resultado mejor para ti venir por el camino por donde he venido yo para alcanzarte. Es mucho más corto y más cómodo, y no te habrías roto el vestido. Mira. Qué lástima de pantalones... Y seguro que son de buen paño. ¿Cuánto pagaste por ellos?</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y sin esperar respuesta, prosiguió:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Bueno, ya has dado un buen paseo. Ahora volvamos a casa.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Jomá Brut lo siguió rascándose la cabeza, pensativo, y muy contrariado, se dijo para sus adentros: "Ahora la maldita bruja querrá vengarse de mi -pero en el acto se envalentonó- Pero, ¿acaso no soy cosaco? Si he pasado dos noches allí también me será posible pasar otra. Dios me ayudará. Pero seguro que esta maldita bruja ha maquinado mucho para tener a fuerzas diabólicas con ella."</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Aturdido por estos pensamientos, llegó al patio tras Javtuj. Allí encontró a Doroch, que por ser amigo del ama de llaves tenía fácil acceso a la bodega. El filósofo le pidió un poco de aguardiente, Doroch no se negó, y poco después, a la sombra de un almiar, habían bebido como beben los buenos cosacos.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los efectos no se hicieron esperar. Jomá Brut se levantó y empezó a gritar:</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Eh, que vengan aquí los músicos! ¡Quiero que me traigan músicos!</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y sin esperar a que llegasen se puso a bailar y a saltar. Y continuó bailando hasta la hora de almorzar y todos los servidores acuden a la cocina. Al principio lo miraron sorprendidos, pero finalmente se cansaron de sus cabriolas y lo dejaron solo. Jomá Brut terminó cayéndose al suelo y durmiendo hasta la hora de la cena, momento en que lo despertaron arrojándole a la cabeza un cubo de agua fría. Durante la cena reincidió en la verborrea de antes, explicándoles a sus oyentes acerca de las cualidades de que debe estar dotado un buen cosaco, y sobre todo encomió su valor, que no debe ceder ante nada ni ante nadie.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Bueno, bueno –dijo, interrumpiéndolo, Javtuj‑, ya está bien. Levantémonos, de la mesa, señor filósofo, que ha llegado la hora de volver a la iglesia.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">"¡Ojalá reventaras, maldito viejo!", pensó el seminarista. Pero se levantó dispuesto a seguirle.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Está bien, vamos pues.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Salió del patio con Javtuj y Doroch. Durante el camino le consumía la inquietud, y trató de involucrarlos en una conversación, pero no le contestaban, o le decían unas veces que sí y otras que no, y la mayoría de veces ni sí ni no.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La noche era muy oscura. Se oía a lo lejos el aullar de los lobos, y el ladrido de los perros parecía más lúgubre que nunca; signo de mal agüero.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑No creo que esos aullidos sean de lobo; parecen de seres extraños ‑dijo Doroch.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Javtuj siguió callado y el seminarista no supo qué contestar.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pronto llegaron a la iglesia, cuyas agrietadas bóvedas de madera demostraban lo poco que se había preocupado por la religión el propietario de la aldea. Como las dos noches anteriores, los dos cosacos se fueron, después de revisar las puertas, dejando solo al filósofo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Dentro de la iglesia todo continuaba con el mismo aspecto lúgubre y misterioso, amenazador. Jomá Brut se detuvo un momento ante el ataúd del cadáver de la horrible bruja.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Juro por Dios que esta vez no conseguirás asustarme – le dijo el seminarista en voz alta.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y en cuanto hubo trazado el círculo mágico, como en las noches anteriores, empezó a recordar todas las oraciones que conocía para ahuyentar a los malos espíritus.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Reinaba un silencio sepulcral. Los cirios iluminaban la iglesia con tenue y temblorosa luz. Jomá Brut abrió el libro, y después de hojear varias páginas, inició la lectura. Pero poco después advirtió horrorizado que lo que leía no era lo mismo que decía el libro. Lleno de terror se puso a cantar, persignándose varias veces, con lo que consiguió tranquilizarse un poco y reanudar la lectura.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Había leído ya algunas páginas cuando de repente... ¡Horror!... ¡Un terrible estallido repercutió de un extremo a otro de la nave y la tapa de hierro del féretro saltó, levantándose en el acto el cadáver de la bruja! Su aspecto era todavía más espantoso que antes. Los dientes le castañeaban y sus repugnantes labios farfullaban horribles invocaciones. Dentro de la iglesia empezó a bramar un viento huracanado que derribó de sus hornacinas las imágenes de los santos, arrancó de sus jambas las ventanas, derribó las puertas, y centenares de diabólicos monstruos irrumpieron en el sagrado recinto. Con batir de alas, castañear los dientes y lanzando mandobles, todos se lanzaron contra el seminarista, a quien los efectos del alcohol desaparecieron en un instante. Se quedó inmovilizado del susto, boquiabierto, persignándose y balbuciendo sus más fervorosas alabanzas a Dios, mientras sentía cómo los infernales monstruos giraban en torno suyo, tocándole casi con sus alas y con sus repugnantes rabos.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">No lograba verlos con claridad, pero consiguió notar que recostado a un muro había un monstruo de mayor tamaño que los demás, cubierto por una pelambrera larga, de un pelo duro como el alambre, debajo de la cual se veían dos terribles ojos que lanzaban miradas rabiosas, como tramando una venganza. Encima de él había como un globo erizado de garras que parecían tenazas o colas de escorpiones. Y todo, todos lo estaban buscando y no podían encontrarlo gracias al círculo mágico que lo rodeaba.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Que llamen a Viy! ¡Mandad llamar a Viy! ‑gritaba furiosa la bruja muerta..</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Inmediatamente reinó el silencio en la iglesia y sólo se oyó el lejano aullido de los lobos. Pero poco después resonaron los pasos de alguien que andaba pesadamente dentro de la iglesia. Al volverse el seminarista a mirar al sitio de donde llegaba el ruido de los pasos, vio a unos monstruos que conducían a un hombre muy bajo y muy robusto, que caminaba igual que un oso. Estaba totalmente cubierto de tierra negra, dejando sólo al descubierto sus pies y sus manos, semejantes a raíces de viejos árboles, y los pasos que daba parecían de un cojo. Tenía las cejas y las pestañas tan largas que casi las arrastraba por el suelo. Cuando Jomá Brut se fijó en su cara, vio que era de hierro.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los monstruos lo llevaron hasta el sitio donde empezaba el círculo mágico.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Levantadme las cejas y las pestañas, pues así no veo nada ‑gritó.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">En el acto los monstruos le obedecieron.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El seminarista escuchó entonces una voz interior que le repetía sin cesar: "¡No lo mires! ¡No lo mires!" Pero el filósofo no pudo contenerse y lo miró...</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¡Ya lo veo, ya lo veo! ¡Está aquí! ‑rugió Viy con voz de trueno, mientras lo señalaba con un dedo de hierro.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y toda aquella caterva de monstruos se precipitó sobre Jomá Brut. El infortunada muchacho rodó por los suelos y murió de terror...</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pero en aquel preciso instante se escuchó en la iglesia el segundo canto del gallo, pues el primero nadie lo había oído. Los monstruos y todos los demás espíritus malignos se abalanzaron hacia las puertas y las ventanas de la iglesia para huir, pero fue demasiado tarde. No les alcanzó el tiempo para protegerse y quedaron apresados dentro de la iglesia..</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Unas horas más tarde llegó un sacerdote: el horrible espectáculo que se ofreció a su vista lo dejó aterrorizado, y no atreviéndose a oficiar en el sagrado recinto pues había sido profanado por los espíritus infernales, se marchó rápidamente. La misteriosa iglesia quedo así: con los monstruos encerrados dentro de ella y sin que nadie se atreviese a acercarse. Con el tiempo los árboles, las hierbas y los arbustos lo cubrieron totalmente, con tal espesor de carrasca, de raíces y de matorros, que nunca más se encontró el camino que conducía a aquella iglesia.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Pronto llegó a la ciudad de Kiev el rumor de este suceso, y lo escuchó el teólogo Khaliava, quien se quedó pensativo mucho tiempo, pero sin decir ni una sola palabra sobre la trágica muerte de su camarada. No obstante, su vida cambió de un modo radical, pues se convirtió en sacristán de la iglesia que tenía el más alto campanario de los alrededores. El puesto lo obtuvo al concluir brillantemente su carrera. La escalera del campanario era de madera y viejísima, por lo que a nadie le asombraba que algunas veces apareciese lleno de chinchones por haberse caído, según decía, por la escalera, pero...</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Cierto día se encontró en la calle con Tiberi Gorobez, que en ese tiempo ya era filósofo y llevaba un bigote muy largo.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑¿Te enteraste de lo que le sucedió a nuestro compañero Jomá Brut? -pregun-tó Gorobez.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Sí, así lo quiso Dios ‑repuso Khaliava, evadiendo una respuesta explicativa. Después de un instante agregó‑: Te propongo ir a la taberna y beberemos un trago en memoria suya.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El nuevo filósofo aprobó en seguida, y muy contento, demostrando que estaba dispuesto a disfrutar de sus nuevos privilegios, como se advertía muy bien por el estado de sus pantalones, de su levita y de su gorro, que despedían un fuerte tufo a tabaco y aguardiente.</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Nuestro compañero Jomá era una estupenda persona ‑dijo el sacristán, cuando el cojo tabernero le puso delante el tercer cubilete‑. Sí, era un muchacho que prometía mucho... Su muerte fue muy tonta...</span></div><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">‑Yo sé el secreto de porqué murió ‑dijo Tiberi‑. Fue ni más ni menos por tener miedo. Si no hubiera demostrado que estaba asustadísimo, la bruja no habría podido hacer nada contra él. Lo que debió haber hecho era sólo rezar y escupirle en el rabo. Y te diré algo por experiencia propia: aquí, en el mercado, todas las mujeres son brujas...</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">El sacristán asintió con un leve movimiento de cabeza, pero después, al notar que poco a poco la lengua ya no le obedecía, se levantó pesadamente, y dando traspiés al andar se marchó de la taberna para ir a tumbarse y dormir entre los matorrales, sin olvidar, según tenía por costumbre, de meterse en el bolsillo un trozo de suela vieja que había visto en un banco de la taberna.</span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><div align="justify" class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/zyg0WUsY9HI?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></span></div><span style="color: black;"><div align="justify"><br />
</div><span style="font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></span><blockquote><div align="justify"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Aquí la adaptación cinematográfica de 1967. Película sumamente interesante a nivel global, sin embargo la parte final es todo un prodigio de inventiva, y el escaso presupuesto que se percibe empleado es suplido por una gran imaginación, haciendo uso de las transparencias o, en especial, jugando con la planificación o los objetivos de la cámara. (</span><a href="http://www.pasadizo.com/index.php/component/peliculas/?view=peliculas&id=2045&type=critica"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://www.pasadizo.com/index.php/component/peliculas/?view=peliculas&id=2045&type=critica</span></a><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></div></blockquote>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8805304252063757270.post-68129435629654070982011-06-29T10:42:00.000-07:002011-06-29T10:42:27.305-07:00Las máscaras - Giovanni Papini<div style="text-align: justify;"></div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Para el día de hoy les traigo un fragmento de un libro que me ha impactado en su lectura: Gog, de Giovanni Papini. De carácter controversial y con una sátira profunda, el autor, a lo largo de las historias plasmadas en esta novela, narra la historia de un personaje que artificiosamente obtuvo grandes riquezas, dando así libre paso a todos sus caprichos, desenmascarando a la sociedad en medio de cada una de las particulares anécdotas recogidas en su diario. Les dejo un curioso ejemplo.</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_h0zFpygZjVzc7SToLIkSiTRxCLL4JgtXUGLwbbA47J3aN7JH4xaOOkVV4wspgHriu9aO4XbIwU5x74pBIESpiKwbA9bRFLkt5MngC32-SQ8dUjPaShA62c_9q6MMMDxnpT-8zxwb3EQs/s1600/n36385603074_1554976_3716871.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="193" i$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_h0zFpygZjVzc7SToLIkSiTRxCLL4JgtXUGLwbbA47J3aN7JH4xaOOkVV4wspgHriu9aO4XbIwU5x74pBIESpiKwbA9bRFLkt5MngC32-SQ8dUjPaShA62c_9q6MMMDxnpT-8zxwb3EQs/s200/n36385603074_1554976_3716871.jpg" width="200" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Nagasaki, 3 febrero </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Ayer compré tres máscaras japonesas antiguas, auténticas, maravillosas. En seguida las colgué en la pared de mi cuarto y no me sacio de mirarlas. El hombre es más artista que la Naturaleza. Nuestro rostros verdaderos parecen muertos y sin carácter ante estas creaciones obtenidas con un poco de madera y de laca. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Y al mirarlas pensaba: ¿Para qué el hombre cubre las partes de su cuerpo, incluso las manos (guantes), y deja desnuda la más importante, la cara? Si ocultamos todos los miembros por pudor o vergüenza, ¿por qué no esconder la cara, que es indudablemente la parte menos bella y perfecta? </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Parece haber sido todo un personaje. Como periodista, le gustaba escandalizar a los lectores y criticar a los famosetes de la época. (</span><a href="http://batboyreads.blogspot.com/2009/12/el-piloto-ciego-de-giovanni-papini.html"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://batboyreads.blogspot.com/2009/12/el-piloto-ciego-de-giovanni-papini.html</span></a><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los antiguos y los primitivos, en muchas cosas más inteligentes que nosotros, adoptaron y adoptan las máscaras para los actos graves ; bellos de la vida. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Los primitivos romanos, como hoy los salvajes, se ponían la máscara para atacar al enemigo en la guerra. Los hechiceros y los sacerdotes tenían máscaras de ceremonia para los encantamientos y los ritos. Los actores griegos y latinos no recitaban jamás sin máscara. En el Japón se danzaba siempre con la máscara (las que he comprado son precisamente máscaras para el baile Genjó-raku y pertenecen a la época de Heian). En la Edad Media los miembros de las hermandades llevaban la cara cubierta con una capucha provista de dos agujeros para los ojos. Y recuerdo el Profeta Velado del Korazan, el Consejo de los Diez de Venecia, la Máscara de Hierro... Guerra, arte, religión, justicia: nada grande se hacía sin la máscara. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Hoy es la decadencia. No la adoptan más que los bufones del carnaval, los bandidos y los automovilistas. El carnaval está casi muerto, y los salteadores de caminos van siendo cada vez más raros. </span></div><span><span><blockquote><div style="text-align: justify;"><span><span><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Con su peculiar estilo para mezclar lo fantástico con lo real, y obsesionado por la «perversa o enferma» psicología humana, el gran autor italiano utiliza la palabra para gritar contra la angustiosa realidad a la que se siente condenado. (</span><a href="http://librosmorrocotudos.com/?p=2108"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">http://librosmorrocotudos.com/?p=2108</span></a><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">)</span></span></span></div></blockquote><div style="text-align: justify;"></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMXu5N4dXzZRP0NvooNWfySXredtwdtZ9f2TwQpYZT0azHiZ_zeR5uZ2nQHjbrJ3R8L0PKvETFeZ6eV_FWbXHDw5Iv9dM2TxeAC5NzFPWAWHLFsTrlrQk1fynWHLpCrdv1nixCC9Jd8oQ3/s1600/238340128_b1d25fdbef.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><img border="0" height="320" i$="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMXu5N4dXzZRP0NvooNWfySXredtwdtZ9f2TwQpYZT0azHiZ_zeR5uZ2nQHjbrJ3R8L0PKvETFeZ6eV_FWbXHDw5Iv9dM2TxeAC5NzFPWAWHLFsTrlrQk1fynWHLpCrdv1nixCC9Jd8oQ3/s320/238340128_b1d25fdbef.jpg" width="320" /></span></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Me parece que las ventajas de la adopción universal de la máscara serían muchas. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Higiénica. Protección de la piel de la cara. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Estética. La máscara fabricada por encargo nuestro seria siempre mucho más bella que la cara natural y nos evitaría la vista de tantas fisonomías idiotas y deformes. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Moral. La necesidad de disimular -es decir, de componer nuestro rostro con arreglo a sentimientos que casi nunca experimentamos- se vería muy reducida, limitada únicamente a la palabra. Se podría visitar a un amigo desgraciado sin necesidad de fingir con la fisonomía del rostro un dolor que no sentimos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">Educativa. El uso prolongado de una misma máscara -como demuestra Max Beerbohm en su Happy Hypocrite- acaba por modelar el rostro de carne y transforma incluso el carácter de quien la lleva. El colérico que lleve durante muchos años una máscara de mansedumbre y de paz, acaba por perder los distintivos fisonómicos de la ira y poco a poco también la predisposición a enfurecerse. Este punto debería ser profundizado: aplicaciones a la pedagogía, al cultivo artificial del genio, etc. Un hombre que llevase durante diez años sobre la cara la máscara de Rafael y viviese entre sus obras maestras, por ejemplo, en Roma, se convertiría con facilidad en un gran pintor. ¿Por qué no fundar, basándose en estos principios, un Instituto para la fabricación de talentos? </span></div></span></span><span style="color: black; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;">La máscara, según mi opinión, debería ser una parte facultativa del vestido, como los guantes. ¿Por qué aceptar un rostro que, al mismo tiempo que es una humillación para nosotros, es una ofensa para los demás? Cada uno podría escoger para sí la fisonomía que más le gustase, aquella que estuviese más de acuerdo con su estado de ánimo. Cada uno de nosotros podría hacerse fabricar varias y ponerse ésta o aquélla según el humor del día y la naturaleza de las ocupaciones. Todos deberían tener en su guardarropa, junto con los sombreros, la máscara triste para las visitas de pésame y los funerales, la máscara patética y amorosa para los flirteos y los casamientos, la máscara riente para ir a la comedia o a las cenas con los amigos, y así por el estilo. </span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03315763599098815078noreply@blogger.com0